Jugárselo todo a una carta

berserk37

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Jugárselo todo a una carta

Llovía mucho y la luz producida por los relámpagos iluminaba aquella destartalada habitación de hotel, sobre la cama una pareja daba rienda suelta a su amor, uno soy yo, mi nombre es Duncan y la otra es el amor de mi vida Erin. Erin se encuentra a cuatro patas sujetándose contra el cabecero de la cama mientras jadea en cada embestida que doy, nuestros cuerpos sudorosos brillan cada vez que un rayo parte el cielo. No puedo evitar penetrarla cada vez con más fuerza, Erin mira para atrás y después de tomar una bocanada de aire me reta a penetrarla con más fuerza.

Sonrió, me hace feliz, solo dos personas me hacen feliz de verdad, ella y mi hermana gemela Lisa. Erin tiene el pelo alborotado y se le pega en su sudoroso rostro mientras mi polla profana su coño hasta llegar al final de este. Cojo uno de sus pechos, aprieto su pezón con la fuerza justa para proporcionarle dolor y placer a la vez, Erin jadea con más fuerza echando el rostro hacia atrás. Entonces puedo vez esos preciosos ojos azules, Erin empieza a convulsionarse y grita su orgasmo con una fuerza que me hace estremecer.

No aguantaré mucho y Erin es consciente, me hace salirme de ella y tumbándose sobre la cama coloca su cabeza de tal manera para que su garganta y cuello queden alineados, sé perfectamente lo que quiere y no pienso decepcionarla. Abre la boca y empiezo a follarmela, lágrimas empiezan a recorrer el rostro de Erin, me paro, no pretendo hacerla daño, pero con un gesto de la mano me indica que siga. La penetro con más fuerza hasta que me corro con mi polla metida en su garganta. Salgo de su boca y la dejo descansar, cuando recupera el aliento le beso y enciendo dos cigarros.

Los dos permanecemos fumando apoyados contra el cabecero de la cama, no decimos nada. Somos felices, pero a la vez una tristeza nos ahoga, aunque nos amamos, no podemos estar juntos, mi padre exigió a Erin como esposa para cerrar un trato can el padre de ella. Cada noche le hago cornudo, eso tendría que hacerme sentir bien, pero no es así. Sé que Erin tampoco es feliz, no por engañar a un hombre que no ama y que solo se casó con ella para enseñarme cuál era mi lugar, se ha levantado y mira por la ventana, veo como dos lágrimas recorren su rostro.

• Duncan, sé que no eres feliz con esta situación, lamento no poder darte más.

• Erin, no es culpa tuya, lo arreglaremos y llegará el día que podré gritar al mundo que estoy enamorado de la mujer más maravillosa del mundo.

Erin se da la vuelta sonriendo mientras se secaba las lágrimas, me quería por encima de todo y sabía perfectamente lo duro que era para ella tener que volver a casa de un hombre que no la amaba, ni ella le amaba, después de haber sido feliz durante unas horas.

• Duncan, mañana subiré a ver a Lisa al hospital, me tiene muy preocupada.

• Las medicinas cada vez le hacen menos efecto y ya ha perdido la movilidad de las piernas, además el dolor cada vez es más intenso, la última vez tuvieron que sedarla.

• Lamento no poder subir más, tu padre me tiene vigilada.

• Lo sé, Lisa se alegrará de verte, te quiere mucho.

• Yo también a ella, ¿además cuando pensabas contarme que tú lucha con Liam era una pantomima?, ¡llegue a pensar que os odiabais de verdad!

• Nuestro padre no nos considera sus hijos, Liam nos quiere mucho, somos sus hermanos mayores, pero para poder ayudarnos nuestro padre tiene que seguir creyendo que nos odia.

Entado en la cama me encendí otro cigarro mientras veía como Erin sé bestia, una mujer preciosa con el cabello rojo como el fuego y una piel de porcelana. Jamás me cansaba de mirarla, pero saber que tenía que marcharse me partía el corazón. Me dio un tierno beso y me cito para dentro de dos días a la misma hora y el mismo lugar, me quede mirando a la puerta hasta que Erin la cerró al salir y después mi mirada se fijó en la ventana. Lisa posiblemente era la persona más importante de mi vida, nuestra madre trabajaba como criada en la casa de nuestro padre. Era una mujer tan hermosa como lo era Erin, mi padre, acostumbrado a tener todo lo que quería, se encaprichó de ella, entonces contaba con veintitantos años.

Era un chico muy guapo y aunque nuestra madre sabia que no debía hacerlo, se enamoró de él, el amor no era correspondido, por supuesto, pero tenía las palabras idóneas para cada momento y así consiguió que nuestra madre cayera en sus redes. Mi madre vivió en una nube durante un tiempo, hasta que su periodo se retrasó. El señorito no follaba con condón y pasó lo que tenía que pasar, nuestra madre lo escondió hasta que era demasiado evidente. Mis abuelos sabían perfectamente quien era el padre, pero su hijo no podía tener descendencia con una criada. Mi madre fue despedida, sabían que mi madre no haría nada contra una de las familias más poderosas de la ciudad.

Mi madre encontró otro trabajo y trabajo hasta que no pudo más, llego el día del parto y este se complicó. Nuestra madre murió dos días después de darnos a luz, quedando nosotros al cuidado de nuestro otro abuelo y padre de mi madre. Aquel hombre se desvivió por nosotros, puso el nombre de mi madre a mi hermana y a mí me puso el nombre de Duncan, era el nombre que él y mi abuela habían elegido si hubieran tenido un niño. Todo fue bien hasta que una noche Lisa empezó a gritar, parecía como si todos los huesos de su cuerpo se estarían rompiendo a la vez, subimos al hospital y después de hacerle pruebas durante toda la noche, el diagnóstico no pudo ser más devastador.

Lisa tenía una rara enfermedad que iba atrofiando los músculos y huesos hasta que llegaría un día que no podría moverse, después de un tiempo su cuerpo no podría soportarlo y moriría. Los dolores eran inhumanos y llevaba padeciéndolos desde hace veinticinco años. Había un medicamento que podía curarla, pero era tan caro que quedaba lejos de nuestro alcance. El hospital solo podía ofrecernos cuidados paliativos, para que tuviera menos dolor y pudiera tener una mejor calidad de vida, prácticamente se había pasado casi toda su vida en el hospital.

Solo podíamos sacarla algunos días en una silla de ruedas, a un parque que se encontraba cerca del hospital, la verdad es que Lisa con todo lo que había sufrido, siempre tenía una sonrisa, era ella la que me animaba a mí, era una mujer increíblemente fuerte. La quería tanto que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, tenía un plan para poder conseguir ese medicamento que la curaría, pero estaba seguro de que a mis abuelos, Erin y Liam, no les iba a hacer ninguna gracia.

Ahora os hablaré de Liam, nuestro hermano se apuntó a un grupo de ajedrez, para poder escaparse y subir al hospital para estar con Lisa. Por suerte nuestra hermana se había hecho toda una experta durante todos los años que se pasó en el hospital, jugando con distintos pacientes. Gracias a esto Liam podía disimular a ojos de su padre, nuestro padre jamás reconoció nuestra existencia y después se casó con la hija de otra de las familias de la ciudad. De esa unión nació Liam, tiempo después del nacimiento de nuestro hermano, su madre murió en un trágico accidente de coche, yo tenía mis dudas de que fuera un accidente.

Liam era un genio de la informática, cosa que su padre aborrecía y le prohibió tajantemente acercarse a uno. Su padre estuvo a punto de pillarle en un par de ocasiones y por eso decidimos crear la pantomima que nos odiábamos, para hacerlo real, tuve que darle una paliza a mi hermano. Es una de las cosas que más me ha costado hacer en mi vida, me negué en redondo, pero de no haberlo hecho, Liam no hubiera podido seguir viendo a su hermana y ayudándonos económicamente. Sumando todo el dinero que teníamos todos, no teníamos para pagar ni el uno por ciento del medicamento.

Mi abuelo era el jefe de una pequeña banda que las familias poderosas de la ciudad contrataba para hacer su trabajo sucio, me adiestro a conciencia para convertirme en el mejor de sus hombres. Cuanto más grandes serían los trabajos por los que me contrataran, más dinero me pagarían y antes podríamos curar a Lisa. El barrio era como la torre de babel, mi abuelo conocía a todos y gracias a ello, aprendí artes marciales, a colarme en cualquier sitio, mi hermano me enseño lo suficiente para poder hachear ordenadores y el mejor amigo de mi padre me enseño a matar de la forma más efectiva.

Eso si me enseño un código de honor que seguía a rajatabla, jamás me lo saltaba, aunque eso significara perder buenos trabajos, él me dejo claro que ese código existía para que yo no perdiera mi humanidad, jamás mataba a gente inocente y de eso me cercioraba, pues investigaba a mis víctimas antes de aceptar el encargo. Como he dicho, jamás me había saltado ese código de honor, pero estaba dispuesto a saltármelo para conseguir el dinero para el medicamento de mi hermana. Sabía que nuestro padre no soltaría un duro por una persona que le importaba nada. Tenía que darle el incentivo correcto para que se planteara soltar semejante cantidad de dinero.

Mi plan era sencillo, pero llevarlo a cabo era un verdadero suicidio, la ciudad más poderosa del mundo, era gobernada por las cinco poderosas personas. Mi padre deseaba por encima de todo el poder, tener que compartirlo con las otras cuatro personas era algo que aborrecía y en eso radicaba mi plan. Le pondría en bandeja eso que tan fervientemente deseaba, eliminaría a toda su competencia, la ciudad estaba separada en cinco partes. El norte de la ciudad estaba gobernada por dos de esas personas, Antonella y Boris, Antonella era la líder de la familia más poderosa de Italia, Boris, sin embargo, era el dueño de todo el petróleo y gas natural que se distribuya en toda Europa.

Dos empresarios respetados por el día y unos asesinos sin escrúpulos por la noche, el sur estaba gobernado por Hiro, un multimillonario Japonés, dueño de la empresa más grande del mundo, y por Gunnar dueño de una farmacéutica. Según se rumoreaba, Hiro había creado armas capaces de destruir un país y Gunnar había creado armas biológicas con poder suficiente como para acabar con la vida en la tierra, no había pruebas y a ojos de la gente eran empresarios honrados. Por último estaba el centro de la ciudad, en él, el amo y señor era mi padre, un empresario respetado de día y el jefe de la mafia irlandesa por la noche. Mi padre tenía más hombres y armas, pero Antonella y Boris tenían ejércitos privados curtidos en mil batallas, Hiro y Gunnar contaban con armas de alta energía y armas biológicas capaces de arrasar todo a su paso. Si algo tenía claro era que mi padre debajo de esa fachada de tío duro no era más que un cobarde, apague el cigarro, era hora de subir al hospital, me tocaba pasar a mí la noche con mi hermana y estaba deseando volver a jugar con ella al ajedrez, esta vez le ganaría yo, mi estrategia era invencible.

Me duché, me vestí y bajé a por mi coche. Antes de subir le compré a mi hermana unos dulces que la volvían loca, los médicos se los habían prohibido, pero después de veinticinco años sufriendo se había ganado el derecho de poder pegarse un capricho de vez en cuando. Cuando llegue y abrí la puerta me recibió con una gran sonrisa, no pude contener las lágrimas, si tenía alguna duda sobre poner en marcha mi plan, esa sonrisa había borrado cualquier duda. Le di dos besos y me senté a su lado en una silla, ya me esperaba con el tablero sobre la cama y con las piezas en su sitio. Había dicho que mi estrategia era infalible, ¿verdad?

Pues nada más lejos de la realidad, me volvió a ganar otra vez, pero esta vez perdí con una gran sonrisa, mi hermana me miro y me dijo.

• Te veo muy contento hermanito, ¿qué estás tramando?

• No sé dé que me hablas.

• Veo que tu relación con Erin va viento en popa – mientras se reía.

• No sé dé que me hablas – dije muerto de vergüenza.

• Venga que se te nota cada vez que follas con ella, me alegro mucho, los dos os queréis, que se joda nuestro padre, se merece esos cuernos.

• Baja la voz Lisa, si alguien nos escucha y llega a sus oídos no pasará nada bueno, ¡ostias!

• Venga hermanito, él no puede acerté daño

• Pero, ¡a ti sí!

• No, porque tú jamás lo permitirás.

La cabrona me miro con esa mirada que me desarmaba, volvió a reírse y después se puso seria, me miro a los ojos y me dijo.

• Hermanito, no me queda mucho, los medicamentos cada vez me hacen menos efecto.

• Tú, no te preocupes de eso, tengo un plan.

• ¿Qué plan?

• Déjalo hermanita.

• ¡Duncan, no me jodas!

Mire a mi hermana, dude por un instante si contarle mi plan, pero no podía mentirla, a ella no. La miré y le empecé a contar mi plan, Lisa cada vez tenía los ojos más abiertos. Cuando termine de contarle mi plan, tenía los ojos arrasados en lágrimas y me había soltado un tortazo que casi me tira al suelo de la silla. Entonces cogió el móvil y empezó a llamar a todos, después dejo el móvil sobre la cama y se me quedo mirando. No tardaron mucho en llegar, mis abuelos, Erin y Liam. Todos se nos quedaron mirando, viendo el cabreo que tenía mi hermana dedujeron que el culpable de ese mosqueo era yo, mi hermana los miro y les contó a todos lo que ella definió como una majadería y una locura. Cuando todos escucharon que pretendía eliminar a las cuatro personas que le hacían sombra a mi padre a cambio del dinero para poder curar a mi hermana, se llevaron las manos a la cabeza, mi abuelo se le notaban las ganas que tenía de estrangularme, Erin empezó a andar de un lado a otro y Liam se quedó blanco como el papel.

• Eso que pretendes es una locura hermano, ni tan siquiera tú eres capaz de llevarlo a cabo – dijo Liam.

• ¡Tú te has vuelto loco, o que! – dijo mi abuelo mientras me agarraba de la camiseta con fuerza.

• ¿Tantas ganas tienes de morir Duncan? – pregunto mi abuela.

• Ganas de morir no, tengo ganas de que Lisa deje de sufrir, ¡ostias!

No lo vi venir, el puñetazo de Erin hizo que terminara sobre el plato de ducha del baño de la habitación del hospital, menudo ostión que me dio. Estuve un rato sentado escuchando como mi abuela, Lisa y Erin lloraban. Apreté los dientes y me levante cabreado, salí del baño limpiándome la sangre del labio y después les mire a todos.

• ¡Si creéis que me voy a quedar quieto viendo como Lisa se muere es que los locos sois vosotros!

• ¡Es una locura! – dijo mi abuelo.

• No, si me ayudáis entre todos – dije.

• ¡Cómo! – pregunto Erin.

• Erin tú tienes una destreza en combate equivalente a la mía, Liam no hay ordenador que no puedas hachear, abuelo tú tienes la experiencia y Lisa tú eres una estratega nata, entre todos salvaremos, tu vida.

No sé cómo, pero todos terminaron convencidos, ahora solo faltaba presentar el plan al megalómano que pondría la pasta para salvar a mi hermana. Le pedí a Erin que concertara una reunión con mi padre, este al principio se negó, pero le termino picando el gusanillo y decidió aceptarla. Me cito en su casa, sabía perfectamente donde estaba, llegue un cuarto de hora antes de la hora acordada. Toque el timbre y me abrió la puerta un armario empotrado, me miro de arriba abajo. Después me cacheo, no llevaba armas, no las necesitaba dentro de esa casa, tenía todo lo que necesitaba por si las cosas se ponían feas.

Llegamos a un gran salón y allí me esperaba mi padre sentado en un gran sofá, mi hermano a su izquierda. Me quedé quieto en la mitad de aquel gran salón escoltado por dos gorilas. Mi padre me miraba sonriente, se sabía el amo del cotarro. Pensando que sus dos gorilas me intimidaban, demasiado músculo, les hacía lentos y predecibles.

• Bien, ¿qué tienes para ofrecerme?

• Te ofrezco lo que estos inútiles jamás podrán ofrecerte.

Mi padre se sintió ofendido y con un movimiento de su mano, una de las montañas hizo un movimiento para coger su arma, como dije eran demasiado lentos y de un movimiento rápido me hice con uno de sus cuchillos y se lo clave en la garganta, mire al otro y le dije.

• Si aprecias tu vida, te quedarás quietecito.

Después volví a fijar mi mirada en mi padre, este parecía estar complacido, no terminaba de entender a ese infraser.

• Bien, ¿qué es eso que ninguno de ellos puede ofrecerme?

• Lo que más deseas, el poder absoluto de esta ciudad, lo que te ofrezco es deshacerme de toda tu competencia.

A mi padre le brillaron los ojos, él sabía que era muy difícil, pero si alguien podía conseguirlo era yo. Se levantó y se acercó a mí. Me reto con la mirada, pero pronto se dio cuenta de que yo no movería la mía y fue él, el que agacho la suya, entonces fue hasta el mueble bar y se sacó una copa, me ofreció otra a mí y entonces pregunto.

• ¿Qué quieres a cambio?

• El dinero que cuesta el medicamento que curara a mi hermana.

Continuará.
 
Jugárselo todo a una carta 2

Mi padre aceptó encantado, le dije que lo quería por escrito, eso no le hizo gracia, pero llamo a su abogado para preparar el documento que firmaríamos los dos. Si alguien me pregunta, ¿si estaba seguro de que mi padre respetaría el acuerdo?, mi respuesta es un rotundo no. Por eso tenía un plan B, mi hermano me miraba con suma preocupación. Le hice un par de gestos para que mantuviera la actuación intacta, por mucho que fuera su hijo, si se enteraba de que Liam nos estaba ayudando, lo eliminaría sin dudarlo.

Nunca he entendido esa obsesión por el poder, es como el trono de juego de tronos. Una vez te sientas en él, todos a tu alrededor pasan a ser tus enemigos y todos envidian tu estatus, hasta el punto de eliminarte si con ellos ganan el trono de los siete reinos. Para mí la felicidad era pasar el resto de mi vida junto a Erin y si es con una hija mejor todavía. Si mi hijo fuera chico tampoco me importaría, pero prefería una niña.

Si alguien me pregunta, es por Lisa, de los dos, ella ha demostrado ser la más fuerte, ha aguantado un dolor inmenso siempre con una sonrisa en el rostro. Ella ha impedido que yo me hunda en más de una ocasión cuando era yo el que tenía que cuidar de ella, mi padre me dijo que me mandaría el documento cuando estuviera redactado y firmado por él. Mire a mi hermano y con una señal que solo los dos conocíamos le indique que nos veríamos al día siguiente en la habitación del hospital de mi hermana. Salí de la casa de mi padre, las cosas habían ido mejor de lo que me esperaba, lo único que lamentaba era haber tenido que matar a uno de sus hombres.

Ellos solo cumplían órdenes y daban sus vidas por una persona a la que no le importaba nada que no fuera el mismo. Antes de entrar en el coche, llamé a Erin, la invitaría a cenar en un restaurante fuera de la ciudad. Se quedó muy preocupada, me costó contactar con ella, no cogía las llamadas y los WhatsApp que le mande tenía las dos flechitas en azul, pero no tenía ninguna respuesta. Arranque el coche y me puse en marcha, cuando llevaba diez minutos al volante me llego una contestación de Erin aceptando mi invitación.

Para cuando llegue al restaurante, Erin ya se encontraba allí, lo sabía porque aparque el mío al lado de su coche. Entre en el restaurante y la vi, estaba preciosa, me fui acercando y pude notar el enfado que tenía. Fui a darla un beso y me aparto la cara, con un gesto me indico que me sentara, me había pedido un whisky, esto significaba que tenía que hablar conmigo, normalmente no estaría preocupado, pero ahora acababa de comprometerme con mi padre para entregarle todo el poder de la ciudad. Eso no era lo peor, Erin sabía perfectamente que era una misión suicida, entendía que lo hacía por Lisa, pero teníamos pocas posibilidades de conseguirlo.

• ¿Qué te ha dicho?

• Ha aceptado.

• ¡Como no!

• Me puedes explicar, ¿cómo piensas derrotar a cuatro de las personas más poderosas del planeta?

• Tres.

• ¡Que pasa!, ¿se te ha olvidado sumar?

• Antonella, no cuenta.

• ¡Nos dijiste que era una empresaria honrada de día y una asesina de noche!

• Antonella tiene el mismo código de honor que usamos nosotros, ella es cruel con sus enemigos, pero cuida a sus amigos y jamás ha hecho daño a ningún inocente.

• ¿Cómo lo sabes?

• Porque desde hace tres años es mi aliada contra mi padre, además Isabella es muy amiga de Lisa.

• ¿Quién es Isabella?

• La hija de Antonella.

Coloque mis manos en mi barbilla y empecé a contarle, como se fraguó esta alianza. Tres años atrás recibí el encargo de matar a Antonella. El abuelo no quiso decirme quien hizo el encargo, eso me mosqueo, hice mis deberes y había algo que me escamaba, Antonella no cuadraba con la persona que me habían vendido, si era despiadada, pero con sus enemigos. Me dirigí hacia su mansión, para cuando llegue muchos de sus hombres ya habían caído. Me adentré a la mansión por un antiguo pasadizo, este había sido tapiado, pero gracias al ruido del exterior, nadie escucharía el explosivo que utilizaría para derribar el muro.

Ese pasadizo daba a la lavandería de la mansión, abrí la puerta de esta y me adentré por un pasillo, lo único que tuve que hacer fue seguir el ruido. Mientras seguía adelante por el pasillo vi a hombres muertos, unos con pasamontañas y otros sin pasamontañas, pero el denominador común era que todas las armas llevaban grabado el escudo familiar. Fue un familiar de Antonella quien nos contrató para matarla. Por lo que pude deducir, el noventa por ciento de los hombres de Antonella habían caído, llegue al final del pasillo y en el siguiente había dos hombres encapuchados, saque dos shuriken de mi cinturón, los lance acertándoles en el cuello, murieron en el acto.

No me pare, seguí adelante, seguí hasta el final de ese pasillo y me encontré con otro hombre encapuchado de frente. Fue a gritar mientras levantaba su arma contra mí, de un movimiento rápido agarre su arma con una mano y le disloque la articulación del brazo con la otra. Me puse a su espalda y pasando uno de mis brazos por su cuello, apreté hasta que este se rompió. Con todos los disparos que se estaban produciendo en toda la estancia, nadie pudo oír su grito, entonces escuche la voz de una mujer.

Me acerqué con sigilo y pude comprobar que era Antonella, estaba guardando una puerta, saque el plano de la casa y me di cuenta de que ese era el cuarto de su hija. Antonella no estaba protegiendo la sala de la caja fuerte, ni los ordenadores donde guardaba toda su información, estaba protegiendo la puerta del cuarto de su hija, entonces vi como se quedó sin balas, dos hombres encapuchados se acercaron a ella con intención de acabar con su vida, cogí dos kunai y sé los lance clavándoles uno en cada cuello. Los dos hombres cayeron al suelo fulminados, me moví hasta quedar al frente de Antonella, era una mujer fuerte, pero se le veía asustada, pero podía percibir que no era por ella, entonces la puerta se abrió y detrás de ella se encontraba una niña.

Antonella se puso blanca, entonces cogí a la madre y a la hija y nos metimos dentro del cuarto, antes de que nos vieran, atranque la puerta con un mueble pesado, mire a Antonella y esta me dijo.

• Sé que has venido a matarme, pero delante de mi hija no – tirando su arma.

• No tengo intención de matarte, más después de lo que he visto.

• ¿Por qué? – pregunto Antonella.

• En esta mansión hay una habitación donde está la caja fuerte con el dinero y otra habitación con los ordenadores que guardan toda la información que podría hundirte y tú has decidido proteger la habitación de tu hija, eso me indica que tienes un código y que no eres un monstruo.

No solo estaba la hija de Antonella, todos los empleados de Antonella se encontraban allí y su jefa los estaba protegiendo con su vida, mire a Antonella y le dije.

• Te ayudaré a sacar a tu hija y empleados de aquí, bien Antonella, esta es tu casa, guíame.

• Te lo agradezco – mientras cogía a su hija en brazos.

Había recogido las armas de fuego de todos los hombres que habían muerto, Antonella iría por delante y yo cubriría la parte de atrás. Isabella iría en brazos de la ama de llaves en medio de todos nosotros, Antonella apretó un botón, detrás de uno de los armarios apareció una puerta, según ella nos llevaría a una alcantarilla a unos dos kilómetros de la mansión, esa salida no aparecía en los planos que conseguí, sería reciente. Con cuidado fuimos andando por aquel angosto pasadizo hasta que llegamos a la salida, sobre nosotros se escuchaba a personas gritando intentando encontrar a Antonella, solo esperaba que no encontraran el pasadizo hasta que nos encontráramos lejos.

Una vez fuera, Antonella me comento que cerca de allí había un garaje con coches por si algún día les atacaban. Cuando llegamos el garaje estaba custodiado por tres hombres encapuchados, mis armas no eran válidas para largas distancias, entonces Antonella cogió uno de los rifles de asalto, a punto y de tres disparos abatió a los tres encapuchados. La miré pensando que era una mujer de armas tomar, llegamos al garaje y nos montamos en un todoterreno. Tenía un piso franco donde podrían esconderse, solo el abuelo y yo conocíamos su paradero.

Durante el viaje Antonella me contó que fue su hermano mayor quien me contrato para matarla, su padre la puso a ella al mando siendo la más pequeña, por el simple hecho que su primera opción siempre era la diplomacia y además que nunca quiso ostentar el poder. Sus hermanos estaban ávidos de poder y su padre sabía que de dejar a alguno de ellos en el poder, pronto la familia estaría en una guerra que no beneficiaria a nadie. Sus hermanos no lo entendieron así, sobre todo el mayor, él era el legítimo heredero y que su padre lo hubiese degradado, no le sentó bien.

Una vez en el piso franco, Antonella me pidió un favor, no confiaba en nadie de la familia, yo era el único en quien podía confiar, me pidió que cuidara de su hija mientras ella viajaba a Italia para poner las cosas en su sitio, acepte, aquella chiquilla era inocente. Una vez conseguí un vuelo a Italia con documentación falsa, lleve a Antonella a un aeropuerto abandonado que se utilizaban para el contrabando. Allí le esperaba su vuelo, estaría fuera una semana, durante esa semana estuve cuidando de Isabella, como no podía tener a la niña encerrada todo el día, la llevaba conmigo a visitar a Lisa y enseguida se hicieron amigas, Isabella empezó a demostrar cierto interés en el ajedrez y la verdad es que aprendió muy deprisa, termino siendo una rival más digna que yo para mi hermana.

Pasada la semana Antonella volvió, después de hablar con su hija quiso conocer a esa amiga de la que tanto hablaba su hija y subió conmigo al hospital, Lisa y ella hicieron buenas migas. Una vez fuera del hospital, Antonella me dijo que llegado el momento me ayudaría con mi hermana y sería una aliada contra mi padre.

• ¿Eso cuando fue? – pregunto una colérica Erin.

• Aquella semana de hace tres años que te dije que no podíamos quedar porque me habían encargado un trabajo complicado.

Erin me empezó a mirar de una manera que me empezó a asustar, enseguida entendí por donde iban los tiros, la mire y le dije.

• Entre Antonella y yo jamás paso nada, te lo prometo.

• ¿No te la follaste?

• No, además, en ningún momento percibí que estuviera interesada en mí en ese sentido.

• ¿Qué quieres decir?

• Que aunque Antonella sea madre, le gustan más las mujeres que los hombres.

Eso pareció tranquilizar a Erin, ella sabía que yo no mentía nunca, también sabia que de haberme acostado con Antonella no se lo hubiera ocultado. Por mucho que le doliera, ella follaba con mi padre y no tenía derecho a pedirme que no follara con otras mujeres. Era cierto que Erin no tenía más remedio que follar con él, mi padre Eligio a Erin por dos razones, porque sabía que yo estaba enamorado de ella y porque estaba muy buena, pero los dos sabíamos que si Erin se negaba a follar con él, este se hubiera deshecho de ella, además Erin sabía que yo no tenía ojos más que para ella.

Después, la cena fue sobre ruedas, volvimos a coger esa habitación en aquel destartalado hotel. A diferencia de la última vez aquella noche el cielo estaba despejado y hacía buena temperatura. Al entrar en ella, Erin se desnudó, anduvo hasta llegar a la ventana y apoyo sus manos sobre la repisa de esta. Miro hacia atrás y empezó a mover ese increíble culito que tenía, podía ver la humedad que destilaba su coñito, ese coñito pelirrojo que me volvía loco. No tarde en desnudarme y colocarme a su espalda, Erin jadeaba, empecé a pasar la punta de mi polla por toda su rajita.

Erin me suplicaba que la penetrara, no le hice caso, me agache y metí mi lengua entre sus labios húmedos y calientes, pude notar como todo el cuerpo de Erin tembló. Un atronador orgasmo le vino, al no esperármelo casi me atraganto. Mire a Erin y esta me miro con el rostro ruborizado, sonreí y apuntando mi polla a su coñito la penetre de golpe, Erin volvió a gritar, las embestidas eran fuertes y profundas, Erin no podía ni hablar, lo único que decía era que quería más. Llego un momento que nuestros cuerpos se acompasaron, entonces paso algo que hizo que me parara, unos metros delante del hotel pude ver una luz, como el de un flash de una cámara.

Eso hizo que me parara entre las protestas de Erin, pero mi instinto me decía que algo no iba bien, me puse los pantalones y salí corriendo fuera del hotel al sitio donde había visto esa luz, al llegar no había nadie, pero encontré colillas, mala señal. Al volver a la habitación, Erin pudo ver mi rostro preocupado.

• ¿Qué has visto Duncan?

• He visto una luz y del sitio donde provenía he podido encontrar colillas, Erin es posible que mi padre ya sepa que le estás siendo infiel conmigo.

• ¡Yo esto no lo considero infidelidad, yo no lo amo y él me obligo a casarme con él!

• No creo que mi padre lo vea así.

De uno de los armarios saqué una mochila y de esta un sobre, se lo di a Erin, en él había las coordenadas de un piso franco que nadie conocía, Liam creo un programa que se encargaba de comprar casas al azar y después borraba los datos para que nadie supiera su paradero.

• Erin, si las cosas se ponen feas, prométeme que abrirás este sobre e iras a las coordenadas que están escritas dentro.

• Y tú, ¿cómo me encontrarás?

• Siempre te encontraré, estamos destinados el uno al otro.

Erin no pudo evitar sonreír, decidimos volver, le dije a Erin que pasara la noche en nuestro piso franco, pero ella me dijo que sabía cuidar de sí misma, además de que no teníamos pruebas de que mi padre supiera lo de nuestra aventura, me dijo que lo mejor era hacer vida normal para no levantar sospechas. No estaba nada convencido, pero cuando se le metía algo en la cabeza, no había forma de hacerla cambiar de opinión. Yo no estaba convencido, pero decidí que discutir con ella no me llevaría a ninguna parte.

Era hora de reunirme con Antonella, por la tarde le había dejado un mensaje de que iría a visitarle y me contesto, que estaría en el restaurante que regentaba su familia en la ciudad. Me monté en el coche y me puse en marcha, al llegar al restaurante aparqué en el aparcamiento y me dirigí a la entrada de este. En la puerta había dos armarios empotrados, con una cara de mala leche que echaba de espaldas, uno de ellos al reconocerme me dijo que la jefa me estaba esperando y después me dio las gracias por ayudar a su jefa, a proteger a su mujer, era una de las empleadas en la mansión.

Antonella se encontraba sentada en una de las mesas, mirando un portátil, me senté frente a ella y le dije.

• Hola Antonella, te veo entretenida.

• Sí, estoy a punto de comprarme una casa cerca del Vesubio, para ir a vivir con Isabella.

• Sabes que esa casa se encuentra en una de las zonas más peligrosas del planeta, ¿verdad?

• Sí, pero yo me críe allí y tengo buenos recuerdos, además es un buen sitio para retirarme

• Me alegro.

• ¿Qué puedo hacer por ti?

• He negociado con mi padre.

• Le has prometido que eliminaras la competencia a cambio de que este pague la medicación de Lisa, ¿me equivoco?

• No, ¡mi padre es un bocazas!

• Veo que yo soy la primera.

• No, no he venido a destruirte, sino a pedirte ayuda, no sé cómo acabara esto y si me pasara algo, quiero que cuides de los míos.

• Eso no tienes ni que pedirlo.

• Gracias.

Después de eso, Antonella hizo que me sirvieran el mejor whisky que tenían y me enseño la casa en la que pensaba retirarse con su hija. La verdad es que la casa era preciosa y las vistas no podían ser mejores, desde las ventanas se podía ver la majestuosidad del Vesubio. Fue una charla agradable, sabia que con los otros tres las cosas no serían tan fáciles. El siguiente sería Boris, era un enemigo terrible, pero tenía su punto débil a mi favor, el exceso de confianza.

Continuará.
 
Jugárselo todo a una carta 3

Me despedí de Antonella, la verdad es que me alegre por ella, como me dijo Boris sería un adversario temible. Boris tenía una un don, era capaz de oler la pólvora a metros de distancia. Era imposible llevar un arma de fuego sin que el fuera consciente de ello, además que tampoco podías llevar armas blancas de metal, porque sus gorilas te cacheaban con ayuda de un detector de metales. Pocos habían conseguido llegar hasta él y ninguno había conseguido matarle.

Boris había conseguido hacerse con el petróleo y el gas natural en Rusia, deshaciéndose de toda su competencia. Su forma de pensar era como la de Vlad Tepes, mataba a su enemigo y después mataba a toda su familia, para que en el futuro ninguno tomara venganza contra él. Muchos países habían intentado ponerlo en su sitio, pero este solo cerraba el grifo y se sentaba a esperar a que aquel país volviera con el rabo entre las piernas. Después negociaba un contrato nuevo, donde ese país tendría que pagar un precio mucho mayor, Boris estaba acostumbrado a salirse con la suya.

En Rusia estaba uno de los yacimientos de petróleo más grandes del mundo, nadie había podido explotarlo, lo primero porque estaba bajo uno de los glaciares más grandes del mundo, segundo, porque ese glacial era uno de los más antiguos y estaba protegido. Bueno todo eso cambio cuando Boris entro en escena, se rumorea que amenazo a las familias de las personas que podían concederle el permiso de explotación. Como digo eran rumores, porque nadie podía probarlo, la única realidad es que un día llego a ese glacial y no paro hasta hacerlo desaparecer con explosivos.

Muchos ecologistas se quejaron, e hicieron manifestaciones, pero de un día para otro los líderes de esos ecologistas desaparecieron de la faz de la tierra. Nadie hizo preguntas, Boris había estudiado el terreno y sabía que también había un yacimiento enorme de gas natural. Una vez que accedió a él se hizo inmensamente rico y su crueldad fue creciendo a la vez que crecía su cuenta corriente. Boris era el dueño del mejor restaurante de su territorio, en honor a la verdad tenía la reputación de servir una comida exquisita, eso el que pudiera permitírselo.

El abuelo siempre mi dijo que guardara las distancias con ese hombre, para el matar era un juego, era el mejor jugando ese juego, bueno pondría eso a prueba, veríamos si era tan bueno como el abuelo decía. Todos los jueves por la noche Boris le regalaba un ramo de flores a su mujer, era su forma de disculparse por serle infiel, a su manera retorcida la amaba. La verdad es que para que te amen así es mejor estar solo. Siempre contrataba a la misma floristería y el repartidor tenía que entrar en el restaurante y agacharse delante de Boris para demostrarle servidumbre.

Todos los repartidores lo hacían, si alguno se negaba ya sabia lo que ocurriría después, según me contó mi abuelo uno de ellos se negó y mando que lo despellejaran en medio del restaurante mientras él miraba y se reía. Como digo es una leyenda urbana, porque no hay pruebas de que eso ocurriera, pero jamás he dudado del abuelo y la forma en la que lo contaba, era suficiente para saber que él se lo creía, mi plan era suplantar a ese repartidor e ir en su lugar, Boris se creía superior y jamás miraba a los que creía inferiores a él al rostro. Eso jugaría en mi favor, si no sabía quién era, bajaría la guardia y le atacaría.

Gracias a la información que pude recabar, la mujer de Boris le odiaba a muerte, le obligaron a casarse con el bajo amenaza de matar a toda su familia. Esperaba que llegado el momento se convirtiera en mi aliada. Sabía que era jugármela mucho, pero teníamos eso en común, llegue a casa y lo primero que hice fue ducharme, después me prepare algo de cenar. Jamás veía la tele, antes de meterme a la cama, practicaba las catas de todas las artes marciales que había aprendido, si me preguntaban cuál era mi favorita, diría que no lo sabía.

Cuando combatía mezclaba en ataque y la defensa de las diferentes artes marciales, usaba una u otra según me convenía. Digamos que cree un arte marcial que solo podía utilizar yo, sonó un mensaje en el móvil, era de Erin, ella también subiría al día siguiente a ver a mi hermana. Después de ejercitarme, me preparé un whisky y salí al balcón. La luna estaba preciosa, tanto como Erin, no podía quitármela de la cabeza, viviría más tranquilo si me hubiera olvidado de ella, sé que mis abuelos así lo piensan aunque no lo digan nunca.

Una vez terminado el whisky me metí en la cama, pronto empezaría la misión y tenía que estar lo más descansado posible. La noche paso volando, pero me desperté antes de que el despertador sonara. Me pegué una ducha y después me afeite, iba a ver a mi hermanita y tenía que ir bien aseado, más tarde elegí unos vaqueros, con una camisa fina y una americana, le dije a Erin para pasar a recogerle, pero me dijo que tenía cosas que hacer y subiera después. Llegue el primero a la habitación de mi hermana, esta vez no tenía una sonrisa como en otras ocasiones.

• ¿Ocurre algo Lisa?

• Estás a punto de arriesgar tu vida por mí, no quiero perderte.

• No vas a perderme, tengo un buen plan.

• Los planes fallan Duncan y te vas a enfrentar a las personas más peligrosas del mundo.

• Yo también soy peligroso, hermanita.

• ¡Déjate de bromas quieres!

• Si no conseguimos esa medicación morirás y no estoy dispuesto a cruzarme de brazos, pudiendo hacer algo.

Lisa fue a decir algo, pero la puerta de la habitación se abrió y detrás de ella aparecieron mis abuelos, Lisa decidió callarse. Después seguiríamos con la conversación, nuestros abuelos le dieron un beso, posteriormente me lo dieron a mí, pero mientras a ella eran todo sonrisas, a mí me mostraban unas caras de perro que daban miedo. No les culpaba, estaba a punto de embarcarme en una misión suicida, no pasó mucho rato hasta que entraron Liam y Erin. Ya estábamos todos, entonces después de que saludaron a mi hermana y entre ellos, todos me miraron a mí.

• ¿Quién será el primero Duncan? – pregunto Erin.

• Boris – respondí.

• ¿Tenía que ser él, el primero Duncan? – pregunto mi abuelo.

• Boris es el más peligroso, además tengo un plan contra él.

Saque un frasco del bolsillo, ese frasco contenía el veneno más letal del mundo, mi plan era sencillo, interceptaríamos al repartidor sin hacerle daño y después me haría pasar por él. Tiempo atrás confeccioné un uniforme de esa misma floristería, pero con pliegues donde podría meter shurikens de porcelana. Estos no serían localizados por el detector de metales, no eran tan resistentes como los de metal, pero tenían un buen filo, además ese filo iría embadurnando con el veneno, dentro del ramo llevaría un cuchillo también de porcelana que clavaría en su corazón. Durante el desconcierto que se crearía con la muerte de su jefe, aprovecharía para lanzar los surikens a todos los esbirros de Boris.

Ese restaurante tenía una puerta de atrás donde me esperaría Erin con un coche para escapar, Liam hackearía todas las cámaras a un kilómetro de la redonda, de esa manera no habría imágenes de ninguno de nosotros. El plan parecía sencillo, después veríamos si lo era tanto cuando lo pondría en práctica. Les enseñé el uniforme y este traía unos adornos en plástico que se asemejaban a flores, yo los había utilizado para camuflar los shurikens.

Parece que todos se quedaron bastante de acuerdo, pero mi hermana seguía teniendo un rostro muy preocupado, le cogí la mano y le dije que todo saldría bien, después de eso estuvimos toda la mañana hablando distendidamente, Lisa se fue animando poco a poco y a su rostro volvió esa preciosa sonrisa otra vez. Llego la hora de irnos, nos llamaron la atención por estar tantas visitas en la habitación, de aquí en adelante tendríamos que turnarnos. El rostro de Erin me indico que estaba tan caliente como yo, volvimos a ir a aquel destartalado Hotel, pero esta vez cogimos una habitación que daba a la montaña a la que ese hotel estaba pegado.

Los dos nos cercioramos que nadie nos seguía, pero por si acaso cambiamos el itinerario y fuimos por carreteras distintas. Una vez en la habitación Erin se quitó el tanga y me lo restregó por la cara para que pudiera oler su esencia. El tanga estaba empapado, además el olor que desprendía me puso como una moto. Esta vez después de desnudarse se metió en el baño, la verdad es que el baño estaba muy limpio, cosa de agradecer, viendo el hotel por fuera podías esperarte lo peor. Erin se metió en la ducha y empezó a meterse tres dedos en su encharcado coño, desde la distancia se podía ver lo húmedo que estaba, me desnude y me acerque relamiéndome.

Después de aspirar su aroma, me dispuse a degustarlo, en cuando mi lengua hizo contacto con su coñito, Erin empezó a suspirar, empezó a mover la cadera restregando su coñito contra mi cara. No tardo en correrse, tuve que sujetarla, pues estuvo a punto de resbalarse. Cuando recupero el aliento llego mi turno, me empujo contra la fría pared de azulejos, me beso en la boca y me fue pasando la lengua por todo mi cuerpo mientras se iba agachando. Cuando llego a mi polla, lamió desde el final hasta la punta proporcionándome un gran placer, pero lo mejor fue cuando mi polla desapareció en su boca.

Erin agarrando mis manos las llevo hacia sí cabeza y después puso las suyas contra su espalda, tenía vía libre para follarme su boca, la verdad que nos gustaba a los dos, podía ver como mi polla se marcaba en su cuello, el placer que estaba sintiendo era indescriptible, pero también paraba para que ella pudiera respirar. En cuanto estuve a punto de correrme le avise, Erin puso sus manos en mi culo y encajo mi polla en su garganta. El placer fue tal que me corrí en cuanto note como traspasaba su garganta.

La tendí la mano para que se levantara, entonces Erin dio un salto y enrosco sus piernas en mi cintura y de un salto se empaló con mi polla. Mi espalda chocó contra las baldosas, entonces empecé a penetrar a Erin mirándole a los ojos, sus ojos me decían lo mucho que me amaba, tanto o más de lo que la amaba yo a ella. Seguimos amándonos mientras el agua recorría nuestro cuerpo, el cabello rojo de Erin se movía en todas direcciones hasta que llegamos los dos a la vez a los orgasmos, Erin hecho su cuerpo para atrás mientras lo gritaba. La atraje hacia mí, entonces paso sus brazos por mi cuello y me beso apasionadamente. En unos días tendríamos que interceptar al repartidor de la floristería, después me haría pasar por un repartidor. Erin se encargaría de dejarle fuera de juego, posteriormente yo cogería el encargo y me iría directo a la boca del lobo.

• ¿Estás seguro Duncan?

• ¿Seguro?, ¡no!, pero no nos quedan más opciones, a Lisa no le queda mucho tiempo.

Erin me abrazo, lágrimas empezaron a caer por mi rostro, solo esperaba que no fuera demasiado tarde. Estuvimos sentados en el roído sofá que tenía la habitación mientras fumábamos un cigarro, no podía dejar de repasar el plan una y otra vez, me había metido en la boca del lobo en muchas ocasiones, pero en esta ocasión estaba nervioso, la misión era casi imposible, en otras ocasiones atacaba en el terreno que me era más favorable a mí, pero ahora tendría que hacerlo en su territorio.

Era consciente de la gravedad del asunto, pero no quedaba otra. Podría habérselo pedido a Antonella, ella me lo habría dado encantada, pero le debería un favor muy grande a su padre. Lo que me preocupaba de esto era lo que me pediría como compensación, jugaría esa carta si no me quedaba más remedio, de momento el plan que había trazado era el mejor, acabar con las peores personas de la ciudad y curar a mi hermana, en el futuro ya me encargaría de mi padre. Estaba tan metido en mis pensamientos que no me fije que Erin me miraba con un semblante muy preocupado.

• Erin tranquila, todo saldrá bien.

• Eso lo dices tú, yo veo problemas por todas partes.

• Si todo sale como lo he planteado, no abra problemas.

• ¿Cómo estás tan seguro?

• Porque hasta ahora ninguno de mis planes a salido mal.

Erin miro al reloj, tenía que volver, mi padre era muy paranoico y después de lo del otro día con ese supuesto fotógrafo, lo mejor era no arriesgar. Erin se duchó y se vistió delante de mí, una vez vestida me dio un beso en los labios despidiéndose. Me quedé solo en la habitación, esperaría un tiempo prudencial para salir, sabía que era una estupidez, Erin había estado en un hotel de mala muerte, daba igual que fuera yo u otro, pero creo que tendría más posibilidades de sobrevivir si mi padre no se enteraba de que el amante de su mujer era yo.

Pasada una hora me duché y me vestí, pasaría la noche con Lisa en el hospital, ahora necesitaba estar lo más tranquilo posible, mi hermana era la única persona que conseguía darme esa paz. Cuando llegue me beso con esa alegría que la caracterizaba y preparo el tablero de ajedrez, esta vez no tenía ninguna estrategia, lo había probado todo y siempre perdía. Después de dos aplastantes derrotas le dije a mi hermana que iría a tomar un café, me pidió que le trajera una botella de agua bien fría.

La verdad que en el hospital hacía mucho calor, el agua se le calentaría enseguida, pero por lo menos los primeros tragos los disfrutaría. Estuvimos hablando durante horas, notaba que quería preguntarme algo. Deje que fuera ella quien preguntara, pero viendo que no se atrevía le di un pequeño empujón.

• Hermana suelta eso que te tiene tan preocupada.

• Hermano, creo que deberías dejar las cosas como están y aprovechar el poco tiempo que me queda para estar a mi lado.

• Hermanita, tengo la forma de curarte al alcance de la mano, no me pidas que no lo intente.

• ¡Podrías morir!

• Claro que podría, pero ese riesgo lo corro todos los días, muchas veces trabajando para personas terribles, ahora trabajo para salvarte a ti hermanita.

Lisa me conocía bien y sabía que no daría mi brazo a torcer, después de eso se tumbó alegando estar cansada y no tardo en dormirse. Mi hermana había sufrido mucho y se merecía que arriesgara mi vida por ella, yo también procure dormir un poco, a la mañana mis abuelos vendrían a relevarme. Los días pasaron y llego el día de la verdad, Erin y yo esperábamos escondidos en un callejón a que el repartido de la floristería saliera a coger la furgoneta. Cuando este se disponía a meter la llave para abrir la puerta trasera, Erin lo dejo inconsciente de un certero golpe en la nuca.

Cogí al repartido, antes de que se cayera al suelo, cogí su gorra y las flotes. Me senté en el asiento del conductor y deje las flores en el asiento del copiloto, de una forma que no se estropearan, en medio del ramo, coloque el cuchillo de porcelana, la hoja era fina, pero con un buen filo. Entraría en su pecho sin dificultad, al final en la hoja del cuchillo no pondría veneno, este era tan potente que podía marchitar las flores y todo el plan se iría al traste. Yo me tomé el antídoto, para poder manipular mis armas sin miedo a envenenarme.

Llegue al restaurante y toque el timbre, dos armarios empotrados me abrieron la puerta, todavía estaban poniendo las mesas para las cenas y no había muchos clientes. Los dos gorilas pasaron el detector de metales por todo mi cuerpo, como pensaba no me cachearon con las manos, de esta manera no descubrirían mis shurikens. Una vez satisfechos me acompañaron a donde su jefe, Boris estaba en la mesa que más cerca estaba de la salida trasera, era perro viejo y de esa manera podría escapar si las cosas se ponían feas, para mí mejor, pues Erin me estaría esperando al final del callejón que daba a la puerta trasera del restaurante.

Al llegar hasta a él, hinque la rodilla como él había pedido, para el era una cucaracha y no me miro al rostro, de todas formas la gorra me tapaba bien el rostro. Boris me indico que le diera el ramo. Boris tenía los brazos abiertos y estaba mirando a su mujer sonriente, ella no estaba para nada contenta. Me puse de pies y de un rápido movimiento clave el cuchillo en su mismísimo corazón, Boris murió en el acto. Todos sus hombres se quedaron paralizados y yo aproveché ese instante para colocar los shurikens en mi mano derecha. Una vez que supe perfectamente donde estaban los hombres de Boris empecé a lanzar los shuirkens, este instante fue como si el tiempo fuera muy despacio.

Uno estaba guardando la puerta trasera, el shuriken se le clavó en la arteria carótida, no solo sería el veneno, se desangraría antes de un minuto. El segundo estaba en la barra del restaurante, este hizo el ademán de coger su arma, pero mi shuriken fue más rápido clavándose entre las cejas. Una de las propiedades del veneno era que te paralizaba al instante, no podías moverte, no podías hablar y poco a poco dejabas de respirar hasta morir, el tercero se encontraba saliendo del servicio, era un hombre muy grande y le clave un shuriken a cada lado del cuello, seccionándole las dos arterias carótidas. Los últimos dos, eran los hombres de la entrada, tenían las armas en la mano, pero duraron a la hora de disparar, tenían miedo de darle a su jefe, todavía no se habían dado cuenta de que estaba muerto.

Me acerqué a ellos con movimientos rápidos, desarme el arma de uno de ellos y clave la corredera del arma en su clavícula, hecho el cuerpo hacia atrás por el dolor y aproveche para golpearle con el puño en la boca del estómago, de esta manera le corte el suministro de oxígeno durante noventa segundos. De un rodillazo en la nariz lo dejé inconsciente, el último vino corriendo con la intención de darme un puñetazo. Aproveche la fuerza que imprimió al golpe contra el. De un movimiento de muñeca derribe su cuerpo, después coloque una de mis piernas contra su cabeza y le rompí el brazo por tres sitios distintos, grito de dolor hasta que perdió el conocimiento.

La mujer de Boris temblaba de miedo, mirándome aterrada pregunto.

• ¿Vas a matarme?

• No, sé que odiabas a tu marido, pero la última palabra la tienes tú.

• Puedes estar tranquilo, no diré nada, todo ha sido tan rápido, casi no he podido ver nada.

Ella se apartó para que pudiera salir por la puerta trasera, una vez fuera fui corriendo hasta llegar al coche, donde me esperaba Erin para salir de esa parte de la ciudad. El primero ya había caído y las cosas habían salido mejor de lo que había planeado, el siguiente sería Gunnar.

Continuará.
 
Jugárselo todo a una carta 4

Las cosas habían salido mucho mejor de lo que hubiera esperado, con Boris muerto, su territorio entraría en una guerra por el poder. Con un poco de suerte se matarían entre ellos, estaba tan absorto en mis pensamientos que no me di cuenta, en que Erin estaba conduciendo en dirección a la mansión de mi padre., mire a Erin y le dije.

• ¿A dónde vamos Erin?

• Tu padre me ordeno que te llevaría ante él.

• ¿Desde cuándo lo obedeces?

• Desde que el futuro de la vida de tu hermana pende de ello, sabes que quiero mucho a Lisa y haré lo que sea por curarla.

Mire a Erin y la bese, durante el trayecto no hablamos nada, veía como Erin se crispaba cada vez que nos acercábamos a la mansión. Si algo tenía claro era que Erin odiaba tanto como yo a mi padre, no tardamos en llegar. Como de costumbre, uno de los hombres de mi padre nos esperaba en la entrada de la mansión. Me pidió todas mis armas y después me cacheo para comprobar que no me había guardado ninguna. Nos llevó hasta la sala de estar de la mansión.

• Felicidades Duncan, has hecho un buen trabajo.

• No lo he hecho por ti – dije lleno de resentimiento.

• Lo sé, lo que no entiendo, es porque sigue con vida Antonella.

• Ella se va a retirar con su hija a Italia, pronto su territorio estará sin jefe.

• Eso me da igual, el trato era curar a tu hermana a cambio de las vidas de los jefes de los cuatro territorios.

Mi padre me estaba cabreando mucho, sabía lo que pretendía, sabía perfectamente que me exigiría la vida de Antonella. Mi padre lo que temía era que si Antonella seguía con vida le declarara la guerra en el futuro. No quería hacerlo, pero la vida de mi hermana dependía de ello, sabía cuando y donde debía hacerlo. Mi padre se obcecó en acompañarme, la dije que no lo necesitaba para nada. Cada sábado por la mañana Antonella solía ir con Isabella a un bosque donde su familia había construido una cabaña, a Isabella le gustaba muchísimo ese bosque, jugaba y corría hasta agotar a su madre.

A unos dos mil metros de la cabaña había una pequeña montaña, la abatiría desde allí. Podía ver desde la mira telescópica de mi rifle como Antonella corría detrás de su hija, mi padre empezó a impacientarse. Coloco el cañón de su arma contra mi sien y empezó a apretar.

• ¿A qué esperas Duncan?

• ¡No mataré a Antonella delante de su hija!

• ¡Eso a mí me da igual! – dijo mi padre enfurecido.

• Si le disparo ahora e Isabella presencia la muerte de su madre, ¡acto seguido te mataré a ti!

• No lo aras, la vida de tu hermana depende de mi dinero.

• Lisa preferiría morir a que su hermano matara a una madre delante de su hija.

Mi padre no era entupido y sabía que cabrearme no era bueno para su salud, era un hombre peligroso, pero carecía de mi destreza. Guardo su arma y decidió dejarme hacer las cosas a mí. Estuve por lo menos una hora tumbado sin moverme, mi padre estaba más que nervioso, pero no oso abrir la boca. Entonces fue cuando Isabella entro en casa, Antonella se quedó afuera y se encendió un cigarro, sabía que delante de su hija jamás fumaba. Había llegado el momento y lo aproveche, apunte al centro de su corazón y apreté el gatillo. El cuerpo de Antonella cayó para atrás por la fuerza del proyectil al impactar.

Antonella no se movía y en el suelo debajo de ella se empezó a formar un charco de sangre. Mi padre estaba muy contento, pero yo no lo estaba en absoluto, él me puso la mano en el hombro en gesto de aprobación, le mire con un gesto que demostraba el asco que le tenía y de un rápido movimiento le golpee el rostro con la culata del rifle, el golpe fue tan fuerte que sangraba copiosamente de la boca. Pataleaba y se quejaba en el suelo mientras se sujetaba el rostro con las dos manos ensangrentadas.

Guarde en rifle en una maleta y empecé a moverme, si no nos movíamos rápido podrían cogernos, mi padre seguía en el suelo. No tenía intención de ayudarlo, pero tampoco podía dejar que lo atraparan, sin su dinero Lisa estaría perdida. Le ayudé a levantarse y nos empezamos a mover hasta llegar al coche, conocía una carretera que pocas personas conocían, eso nos aseguraría escapar de allí sin ser vistos. Mi padre se tapaba el rostro con una toalla, me miraba con odio, pero también con miedo. No dijo nada durante todo el viaje, de vez en cuando se quejaba.

Lo dejé en su casa, salió del coche y entonces dos de sus hombres me apuntaron con sus armas, este les indico que las bajaran con un movimiento de su mano. Sus hombres le obedecieron. Arranque el coche y después de pasar por casa me duche para subir a ver a mi hermana. Cuando llegue, vio mi rostro apenado y me pregunto que había pasado.

• Nuestro padre me ha obligado a matar a Antonella.

• ¡Como has podido dejar a Isabella sin madre!, ¡mi vida no vale tanto!

• ¡Para mí sí!

• ¿Cómo quieres que viva una vida plena, si está, está cimentada sobre cadáveres?

• Lisa, ¿crees que para mí ha sido fácil?

Lisa, bajo la mirada, sabía que yo jamás hubiera hecho daño a Antonella sin tener una buena razón. Mi hermana no estaba receptiva después de lo que le había contado. Se echó a dormir, decidí que lo mejor que podía hacer era dejarla que se calmara, Lisa quería mucho a Isabella y sabía perfectamente lo que esa niña estaría sufriendo. Yo no tenía tiempo de distraerme, la muerte de Boris había trastocado las cosas, si quería tener éxito tenía que matar a Gunnar e Hiro, estos habían movido ficha después de las muertes de Boris y Antonella.

Gunnar se había refugiado en su torre acorazada, todo estaba blindado, solo podía ver el exterior desde el suelo de la piscina que era de cristal, era un cristal endurecido capaz de soportar incluso los impactos de un misil, pero como todos los cristales tenía puntos débiles. Gunnar tenía contratada a una empresa que le limpiaba el cristal una vez a la semana, decía que la polución de la ciudad lo ensuciaba. Los operarios se colgaban y limpiaban el cristal desde abajo, utilizaría eso para poder llevar a cabo la misión.

El cristal iba metido en un marco de hormigón, entre el cristal y el saliente de hormigón, se creaba una sombra que me vendría bien para guardar el cordón de termita. Esta ardía a más de tres mil grados, suficiente para destruir ese cristal. En esta ocasión uno de los limpiadores me debía un favor, era un jugador empedernido. Yo liquidé su deuda, le dije que llegado el momento le diría como devolverme el favor. Ese momento había llegado, su itinerario, el equipo y el uniforme serían el pago.

Moví algunos hilos para que el limpiador tuviera de cogerse la baja, después moví otros para que fuera yo quien lo sustituyera. Limpiar ese cristal resulto mucho más difícil de lo que había calculado. Él fue quien me enseño a hacerlo bien, llego el día que tenía que ir a limpiarlo, como iba en sustitución del otro limpiador, Gunnar en persona decidió entrevistarme. Entramos en el edificio, una vez cerrado era una trampa mortal, dos armarios empotrados, me acompañaron hasta un ascensor.

En aquel edificio, no había ventanas, era un edificio grande y espacioso, pero la sensación de claustrofobia que se sentía era tremenda. Si mirabas en todas direcciones, tu mirada se encontraba con gente apagada y gris, el ascensor empezó a subir, yo llevaba unas gafas horribles de pasta, que pesaban un montón, pero con ellas era difícil que alguien me reconociera. Por si acaso me puse una gorra, por fin llegamos al ático. Todo el ático eran paredes gruesas de hormigón y las únicas vistas que había eran a trabes del fondo de la piscina.

Me llevaron a un gran salón donde Gunnar me esperaba, su sonrisa era siniestra, me daban escalofríos solo de mirarla por un segundo. Este me miro de arriba y abajo y me indico que tenía una hora para limpiar el cristal de la piscina. En un momento dado me empezó a mirar raro, temí que me hubiera reconocido. Dicen que me parezco mucho a mi padre, pero lo que estaba observando era a lo que él consideraba una cucaracha que dejaba con vida porque me necesitaba para mantener su cristal impoluto. Me dieron ganas de clavarle el destornillador en el cuello.

Me escoltaron un piso más abajo, al final de un pasillo había una puerta blindada custodiada por dos hombres. Su mirada fue suficiente para saber que esos dos hombres matarían a cualquiera que se acercara a aquella puerta sin permiso. Me cachearon, llevaba la termita en unos tubos de masilla, esta se solía usar para mantener la piscina estanca, pero debido al sol, viento y lluvia se solía degradar y había que cambiarla de vez en cuando. Eso me vino de perlas, abrieron la puerta, era la puerta más gruesa que hubiera visto en mi vida.

Una vez abierta, salías a una especie de terraza, subiendo en una escalera, enganchabas el arnés a unas cuerdas que estaban atadas a unos anclajes que se movían por unos carriles, de adelante a atrás y de lado a lado. Una vez revisado todo me quede colgando, mire hacia abajo y la verdad era que el rascacielos tenía mucha altura. Hacía mucho viento y no era fácil limpiar aquel cristal, tenía que reconocer que aquel no era un trabajo para cualquiera. Mientras me colocaba en posición para empezar la limpieza, me vino a la memoria un suceso que demostraba las atrocidades cometidas por Gunnar.

En una ocasión Gunnar creo un arma biológica con una letalidad del cien por cien, una vez liberado mataba a todo bicho viviente en su radio de acción. Dicen que las cucarachas son los seres que incluso sobrevivirían a una guerra nuclear. Gunnar metió unas cuantas en una urna transparente y después engancho a esta una manguera. Cerraron aquella sala de forma hermética y soltaron el gas dentro de la urna. Las cucarachas empezaron a deshacerse, el gas era tan potente que las mato al instante. El cliente no estaba convencido y le dijo que él no quería matar cucarachas. Gunnar hizo una llamada y de una puerta entraron diez personas. Después un científico de Gunnar le entrego unos informes al cliente, en estos ponía que estas personas habían sobrevivido al virus de Marburgo que tiene una tasa mortal del cien por cien.

Esas personas habían demostrado tener una resistencia muy alta, serían perfectas para demostrarle al cliente la eficacia de esa arma biológica que la mente enferma de los científicos de Gunnar había creado. Esas diez personas fueron metidas en una urna más grande, también engancharon una manguera a esta y volvieron a cerrar herméticamente la sala. Antes de proceder con el experimento, este les enseño videos de las diez personas desde que fueron infectados con el virus de Marburgo, hasta que consiguieron superar la enfermedad.

De esa manera no habría dudas de que esos informes eran verdaderos, una vez satisfecho el cliente. Gunnar dio la orden y soltaron el gas dentro de la urna. Según me contaron, la agonía de esas personas fue indescriptible, murieron todos sin excepción. Gunnar y el cliente reían con una risa histriónica, uno porque de aria mucho más rico y el otro sabiendo que nadie de su gobierno se enfrentaría a él, teniendo semejante arma. Moví mi cabeza de un lado para otro, necesitaba concentrarme. Una vez limpio el cristal, me dispuse a secarlo bien, la más mínima humedad y todo el plan se iría al traste.

Empecé a esparcir la masa de termita por los bordes del cristal, lo tenía que hacer con mucho cuidado. Una vez terminado de ponerlo en todo el contorno, me dispuse a poner el pequeño detonador. Después volví al balcón y desenganche el arnés, antes de que me dejaran volver al edificio, los dos gorilas revisaron que el trabajo estuviera bien hecho. Fueron momentos muy tensos, si descubrían el cordón, todo se iría al traste, por suerte para mí, quedaron satisfechos con mi trabajo y me dejaron entrar al edificio. Una vez dentro me esperaban otros dos gorilas para acompañarme al ascensor y a la salida.

En aquel gran salón se encontraba Gunnar de pies mientras una mujer le hacía una mamada de campeonato. El giro, su cabeza hasta que su mirada se cruzó con la mía, en su mirada se podía ver lo superior a mí que se creía. En un rato veríamos si era tan superior como él pensaba. Una vez fuera me dirigí a mi furgoneta, la arranque y me dirigí a la terraza de una cafetería que se encontraba a una manzana de aquel mastodóntico rascacielos. Aparque la furgoneta y después me pase a la parte de atrás, me cambie de ropa y me dispuse a sentarme en una de las mesas, desde ella tenía una vista perfecta a aquella piscina, mientras limpiaba puse unas pequeñas cámaras, estas me dirían el momento en el que Gunnar se daría su baño diario en la piscina.

Pedí un café y me dispuse a ver mi tablet, no taro mucho en entrar, mi único miedo era que entrara a la piscina junto a aquella mujer, ella era inocente y no estaba dispuesto a quitarle la vida a esa mujer. Por suerte para mí, Gunnar entro solo en la piscina, le dejé un tiempo para que hiciera sus largos, entonces se puso en la mitad de la piscina. Una vez la termita hiciera su trabajo, a Gunnar no le daría tiempo de llegar a ninguno de los bordes desde esa posición. Saque el mando y apreté el botón, la termita se incendió y la llama hizo añicos el cristal del fondo de la piscina.

Desde aquella terraza pude ver que el gran Gunnar, el hombre superior, no era capaz de volar. Todo pasó muy deprisa, pero tenía la certeza de que Gunnar no había sobrevivido, Deje la furgoneta aparcada, el limpiador pasaría a recogerla. Yo me fui directo a un aparcamiento y recogí mi coche, tenía que pasar por la mansión de mi padre para darle el informe. Puse la radio y todas las emisoras se hicieron eco de la muerte de Gunnar, uno de los magnates más poderosos del mundo había perdido la vida de forma trágica, ninguno de ellos sabía lo mucho que merecía morir ese hombre.

Tarde más o menos una hora en llegar a la mansión de mi padre, Dos gorilas me esperaban en la entrada como de costumbre. Después de cachearme me escoltaron a la sala de estar, lo que vi allí me cabreo mucho, en uno de los sofás se encontraban sentados Erin e Hiro. Este estaba intentando meter su mano debajo del vestido de Erin y esta se lo impedía, podía ver el asco que sentía Erin con mirarle al rostro. Mi padre al verme me dijo que fuéramos a prepararnos unas copas y dejáramos a los tortolitos un poco de intimidad.

• ¿Desde cuándo dejas que nadie toque a Erin?

• No sé, ¿desde cuándo la tocas tú a mis espaldas? – pregunto mi padre.

• Veo que no dices nada, el que calla otorga, ¡si sigues vivo es porque te necesito!

• Si, también porque me tienes miedo.

Mi padre puso el vaso en mi mano, en su rostro veía odio, nos había pillado y había regalado a Erin a Hiro para castigarnos a los dos, Erin se encontraba en peligro, sabía que podía defenderse sola, pero eso no me consolaba.

• ¡Si le haces daño a Erin!, ¡conocerás el infierno de primera mano!

• Quien dice que le voy a hacer daño, Hiro hace años que anda detrás de Erin y le he concedido el capricho – mientras reía.

Cogimos las copas y volvimos a la sala, mi padre decidió que no era buena idea seguir estirando la cuerda, cogió a Hiro y se lo llevo a su despacho para cerrar el trato. Erin se levantó y vino donde mi, se le veía nerviosa, pero tenía una mirada resolutiva.

• Duncan deja que yo acabe con Hiro.

• Vale, ¿pero como lo vas a hacer?

• Le he desafiado a una lucha de espadas, si me vence podrá follar conmigo, ¿confías en mi Duncan?

• Siempre, pero que ocurrirá si ganas, porque sé cómo acaban ese tipo de luchas, con el contrincante muerto.

• Está tan confiado de ganar, que ha ordenado a sus hombres que me dejen marchar, aunque él muera, sabes que para él, el honor lo es todo.

• A veces.

Cogí de la mano a Erin y la llevé hasta mi coche, abrí el maletero y le entregué mi katana, esta, estaba forjada por uno de los mejores forjadores de Japón.

• No puedo acertar esta katana Dunca, fue el regalo que te dio nuestro sensei.

• Pronto tendrás la tuya, sé que ha mandado al mismo forjador que la forje, pero yo no te he dicho nada, de momento usa la mía y gana.

Volvimos a la mansión, mi padre e Hiro nos esperaban, Hiro sonrió al ver la katana que Erin llevaba en las manos, se la pidió y esta después de mirarme se la entrego, esta la desenvaino y por su rostro vio que era una katana de primerísimo nivel, después poniendo la mano en la espalda de Erin, los dos salieron de la mansión.

• ¡Ahora sabrás lo que duelen los cuernos! – dijo mi padre.

Simplemente, sonreí, Mi sensei me dijo que con una katana en las manos, Erin era mucho mejor que yo, además de poder luchar de tú a tú con nuestro sensei, Hiro no sabía donde se metía, pero tenía todas las papeletas para perder la cabeza. Mire a mi padre y sin decirle nada salí de la mansión, cuando llegue al coche cogí el móvil e hice una llamada.

• Necesito que me guardes las espaldas, mi padre sabe lo mío con Erin.

• Dalo por hecho.

Continuará.
 
Jugárselo todo a una carta 5

ERIN

Me monté en su coche, cada vez que este infraser me tocaba me daban arcadas, en una de las ocasiones, ya cansada de su insistente intento de sobeteo, desenvaine la katana y le puse el filo en el cuello.

• Si quieres follar tienes que vencer – dije muy seria.

• Eso no será problema, soy un maestro en el manejo de la katana.

Le miré y le sonreí, le miré las manos, no tenían ni un solo cayó. Duncan y yo los teníamos de tanto manejar la espada, el pobre infeliz estaba acostumbrado a cruzar espada con gente que trabajaba para él y se dejaba ganar, en este mundo el único talento que existe es el de perseverar en algo y practicarlo hasta la saciedad. No tardamos en llegar a su fortaleza, porque eso es lo que era aquella edificación, en la entrada le esperaban sus hombres. En ellos si pude notar esa aura que te indica que tenía que estar en guardia.

Unas grandes puertas se abrieron para dejarnos entrar, Hiro entro el primero y yo le seguí. Me llevo a una especie de patio interior con una decoración japonesa exquisita, tenía muy buen gusto, eso tenía que reconocérselo, se paró en mitad del patio y se me quedo mirando. Le miraba mientras sujetaba mi katana con fuerza, se acercó a mí y puso una mano sobre mi culo y la otra sobre uno de mis pechos. Di un paso para atrás y le mire de forma severa.

• Si quieres mi cuerpo, ya sabes lo que tienes que hacer, ganarme.

• Yo lo quiero todo de ti.

• Solo conseguidas mi cuerpo, pero, ¡si ganas!

Hiro desenvaino su katana y le levanto sobre su cabeza, su estocada iba a ir de arriba abajo. No era mal estrategia, pero dudo que pudiera superar la velocidad de mí Batto jutsu. Cogí mi katana con mi mano izquierda y echándola ligeramente hacia atrás, coloque mi mano derecha sobre la empuñadura. El dedo de mi mano izquierda, lo coloqué sobre la guarda de mi katana, estaba lista para que todo acabara en una fracción de segundo.

Mi postura era perfecta, solo esperaba a su primer movimiento para realizar el mío, este no tardo en llegar. Hiro grito y se abalanzó hacia mí con su katana sobre su cabeza, con mi dedo empujé mi katana para que al cogerla con la mano izquierda todo fluyera mucho más deprisa y así fue. De una rápida estocada le había propinado una estocada mortal en el estómago, Hiro sonrió y después se desplomó, sus hombres le tomaron el pulso. Estaba muerto, todos me miraron con odio, pero cumplieron su palabra, para ellos el honor era lo primero, aunque era un honor sucio y retorcido.

Dos de los hombres de Hiro me acompañaron hasta la salida, después cerraron aquella gran puerta tras de mí. Cogí mi móvil para llamar a Duncan.

• ¿Duncan, podrías venir a buscarme?

• ¿Cómo ha ido?

• Según lo esperado, Hiro estaba acostumbrado a ganar a sus hombres, estos seguramente jamás lo atacaron con la intención de matarlo, no como lo hacía nuestro sensei.

• Estate atenta Erin, tengo un mal presentimiento.

• ¿Qué quieres decir?

• Mi padre sabía que tú serias mucho más eficaz que yo con Hiro, sabía que Hiro se confiaría, pero sabe que le has engañado conmigo y no creo que lo perdone jamás.

• Tranquilo, estaré en guardia hasta que llegues.

Me coloqué en un sitio donde podía ver a cualquier persona que se me acercara, lo que no contaba es que la persona que me acechaba, me atacaría desde la distancia. Note un pequeño pinchazo en el cuello y después la oscuridad. No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, pero al despertar, estaba atada a una columna de acero y una especie de lanzallamas me rodeaban. Si me preguntáis si tenía miedo, mi respuesta es que estaba cagada. Morir quemado era una de las muertes más dolorosas, levante la cabeza y allí estaba él, el padre de Duncan y Lisa, mirándome con odio, pero también con satisfacción por estar seguro, de que no tardaría en pegar mis infidelidades con creces.

LISA

Sé que fui muy dura con mi hermano, pero la muerte de Antonella me afecto mucho. Tenía claro que mi hermano haría cualquier cosa por salvarme, pero siempre pensé que tenía límites. Comprobar que no era así, me decepciono, no pude contener las lágrimas al pensar en la pobre Isabella, como iba a mirarla a la cara de aquí en adelante. Estaba tan ensimismada en mis pensamientos, que no me di cuenta de la entrada de dos hombres que no conocía de nada en mi habitación.

• ¿Quiénes sois vosotros?, ¿qué hacéis aquí?

• ¡Cállate, niña!, tú vendrás con nosotros.

• Os envía mi padre, ¿vedad?

• Así es, ahora acompáñanos sin rechistar.

Me quedé paralizada de miedo, no tenía fuerzas para enfrentarme a esos dos hombres. Entonces vi cómo alguien se acercaba a ellos dos por la espalda y les apuntaba a sus cabezas con sendas armas.

• Esta no es forma de tratar a una enferma.

• ¡Antonella! – grité llena de alegría al ver que seguía viva.

• Estás bien, ¿Lisa?

• Muy contenta de verte.

Con la culata de ambas armas, Antonella dejo inconscientes a aquellos hombres, preparo una silla de ruedas y me ayudo a vestirme. Me puse un pantalón de chándal y una sudadera con capucha y cremallera, las mangas eran holgadas y permitían seguir llevando la vía con el medicamento, me puse la capucha y salimos de la habitación por uno de los pasillos que nos llevaba hasta uno de los ascensores. No pude contener las lágrimas, Antonella paro y me pregunto.

• ¿Lisa estás bien?, ¿te duele algo? – pregunto Antonella.

• Estoy bien Antonella, solo que había llegado a pensar que mi hermano se había convertido en un monstruo.

• No lo es, gracias a Erin, Liam y a ti, tu hermano haría cualquier cosa por ti, pero tiene límites que jamás traspasara, jamás haría algo que os decepcionara a ninguno de los tres.

• ¿Entonces, tú sabías lo del disparo?

• No, tenía que ser así para que vuestro padre se lo creyera, Duncan sabia que yo siempre llevaba chaleco y me disparo con una bala rellena de sangre falsa.

• ¿Cómo?

• Son balas diseñadas para marcar un objetivo, en este caso simulo una herida de bala, como tu hermano es muy hábil, consiguió disparas otra bala seguida impactando en el suelo para recrear la sangre saliendo de mi cuerpo.

Una gran sonrisa salía de mi rostro, Antonella estaba viva, estaba muy triste por Isabella, había cogido mucho cariño a esa niña, el problema era que solo tenía medicamento hasta hoy, si mañana no seguía tomándolo empeoraría rápidamente. El móvil de Antonella empezó a sonar, nos metimos en una habitación vacía, Antonella descolgó y lo puso en manos libres.

• Antonella, ¿cómo se encuentra mi hermana?

• Estoy bien, hermano.

• Llegue justo a tiempo, tu padre mando a algunos de sus hombres a por ella, ¿has recogido a Erin?

• Cuando he llegado no estaba, tengo un mal presentimiento Antonella.

• Puedes venir a recogernos al hospital, Llevaremos a Lisa a mi casa, allí hemos preparado mi habitación, como si fuera la de un hospital.

Antonella y mi hermano se compenetraban perfectamente, de no saber lo enamorado que estaba de Erin, me gustaría Antonella como novia de mi hermano. Estuvimos metidas en esa habitación por un buen rato, entonces el móvil de Antonella sonó. Mi hermano ya había llegado, salimos de la habitación y nos movimos sin llamar la atención hasta llegar al ascensor. Una vez en la salida del hospital, mi hermano nos esperaba en el coche. Se le veía muy preocupado, al entrar lo abracé con mucha efusividad.

• ¿Se te ha pasado el enfado conmigo?

• Si hermanito, no has matado a Antonella, pensé que te habías convertido en un monstruo por mí y yo no quería eso.

• Tenía que ser así Lisa, nuestro padre tenía que creer que Antonella había muerto.

• ¿Dónde está Erin?

• La tiene nuestro padre, tengo un mal presentimiento con eso.

DUNCAN

Lisa ya estaba a salvo, en la mansión de Antonella, nadie se atrevería a atacarla y más sabiendo que el padre de esta se encontraba allí para protegerla, esa fue la promesa que me hizo cuando yo ayude a Antonella. Lisa estaba más animada, aunque lo intentaba disimular, estaba muy cansada. Estábamos a punto de llegar a la mansión de Antonella, cuando el móvil empezó a sonar, Antonella lo abrió para que yo pudiera seguir conduciendo. Tuve que parar, en el video aparecía Erin atada a una columna metálica, rodeada de lanzallamas. Una vez que todos esos lanzallamas se activaran, Erin sería incinerada. El amor de mi vida tendría una de las muertes más dolorosas, entonces apareció el rostro de mi padre. Diciendo que Erin era suya, ese fue el acuerdo al que llego con el padre de esta, jamás se creyó que Erin fuera capaz de serle infiel y menos conmigo. Después, la cámara del móvil enfoco una manta ignífuga y una bombona con dos máscaras como las de los bomberos.

Esas máscaras estarían protegidas por dos de sus mejores hombres, tendría que vencerlos antes de que los lanzallamas se activaran, entonces volvió a mover el móvil y este volvió a enfocar un reloj, este marcaba el tiempo que tendría una vez se activara para poder salvarla o morir junto a ella. Golpee con tanta fuerza el volante que los airbags saltaron. Lisa se asustó, le cogí la mano y le dije que ahora entraríamos en la mansión de Antonella y se metería en la cama para que pudiera descansar.

En la entrada nos esperaba el padre de Antonella, era un hombre robusto, con una mirada dura. Todo mi cuerpo me gritaba que sería un enemigo temible, este miro a Lisa y le sonrió. Una vez en la habitación de Antonella, Lisa se metió en la cama y unas enfermeras le cambiaron la vía, inyectándole un medicamento que no había visto en mi vida.

• ¿Este es el medicamento que va a curarla?

• Así es – dijo el padre de Antonella.

• Pero el trabajo no está terminado, falta mi padre.

• Ellos están aquí, tu padre tendrá que responder ante ellos, has hecho un gran trabajo, sinceramente pensé que no lo lograrías.

Jamás pensé que mi padre cumpliría con la palabra dada, gracias a Antonella me pude poner en contacto con los cinco ancianos, estos eran los verdaderos jefes, Gunnar, Hiro, Boris, Antonella y mi padre eran sus manos derechas. Antonella fue la única que no se corrompió, los demás adquirieron demasiado poder. Los ancianos podrían haberlos eliminado ellos, pero habría demasiados daños colaterales y ellos preferían pasar desapercibidos.

Llegue a un acuerdo con ellos, se harían cargo de financiar el medicamento que salvaría la vida a Lisa y después dejarían las empresas que ellos dominaban en la ciudad en manos de los trabajadores. Esas empresas dejarían de crear muerte para empezar a crear vida, ayudando a otras personas tan enfermas como mi hermana. Los cinco ancianos estuvieron de acuerdo, yo ya había cumplido, pero todavía tenía que encontrar y salvar a Erin.

Los informáticos que trabajaban para el padre de Antonella revisaron el video y gracias a eso encontraron una pista que me llevo a saber dónde la tenían cautiva. En padre de Antonella me puso unas llaves en la mano, estas pertenecían a un Aston Martin Valkyrie AMR Pro, un deportivo con 1015 CV de potencia. Era el coche más rápido que tenían, baje al garaje de la mansión, el coche era precioso. Antonella, bajo conmigo, en una funda llevaba su rifle de francotiradora.

Puse el motor en marcha, sonaba como el carro de los dioses. Antonella sonrió, la puerta del garaje se abrió, aceleré y salimos en busca de Erin, durante el viaje pude ver cómo la mirada de Antonella cambiaba, su concentración iba en aumento. Entonces ocurrió, otro video llego a mi móvil, mi padre había puesto el reloj en marcha. Entonces apreté el acelerador de aquella bestia a fondo, su furia había sido desatada. Su velocidad máxima era de 354 km/h con neumáticos de calle. Pondría a prueba esa marca, el acelerón fue tan brutal que nos quedamos los dos pegados al asiento. La mirada de Antonella pasó de la concentración al miedo.

El reloj seguía corriendo, no estábamos lejos, Antonella me pidió que parara, ella se bajaría allí, la distancia era la idónea, ella me quitaría a todos los gorilas de encima. Volví a acelerar, ya veía la fábrica de mi padre. No espere a que las puertas se abrieran, lo sentía por ese precioso coche, pero me las lleve todas por delante. Pegue un frenazo y salí del coche con dos pistolas semiautomáticas en las manos, no me gustaban, pero la vida de Erin estaba en peligro.

Conseguí abatir a algunos de ellos, pero los dos gorilas me esperaban delante de lo único que podía salvar a Erin. Desenvaine mis kodachis gemelas, los iba a hacer sushi, pero se escucharon sendos disparos. Los gorilas cayeron al suelo fulminados, entonces una televisión se encendió y salió mi padre diciendo jaque mate. Quedaban pocos segundos, cogí la manta y la bombona de oxígeno y corrí hacia donde estaba Erin, está llorando negando con la cabeza. No la hice caso, cubrí nuestros cuerpos con la manta ignífuga, puse una de las máscaras a Erin y yo me puse la otra.

El infierno se desató, los lanzallamas empezaron a escupir el fuego con una fuerza monstruosa. Intentaba mantener la calma, pero no tenía muy claro cuanto aguantaría esa manta térmica, una vez esta fallara seriamos asados vivos. Cada vez hacía más calor, incluso con la manta y la máscara parecía que nuestra piel se separaría de nuestra carne. De repente el fuego ceso, esperamos un poco a que la manta fuera perdiendo la temperatura, Antonella consiguió detener los lanzallamas a tiempo, Erin grito el nombre de Antonella con un gesto lleno de agradecimiento.

Solté a Erin y esta se me echo al cuello llorando, Antonella nos miraba con un rostro sonriente, entonces Erin se separó de mí y me abofeteo.

• ¡Tú eres imbécil o que te pasa!, si llegas a morir que sería de Lisa.

• Lisa es la persona más fuerte que conozco, saldría adelante seguro.

• Tu padre ha huido como las ratas.

• No os preocupéis, no llegara muy lejos – dijo Antonella.

Mire el precioso Aston Martin, estaba hecho polvo, tendría que trabajar mucho para poder pagar las reparaciones. Antonella abrió las puertas de un todoterreno, nos montamos en él y nos pusimos en camino hacia un aeropuerto clandestino, era el que usaban Gunnar y compañía para hacer negocios, mi padre pretendía usarlo para salir del país. Mi sangre hervía, prometí a los ancianos que no le haría nada, pero ahora dudaba de si sería capaz de contenerme, para cuando llegamos mi padre se encontraba de rodillas en el suelo y delante de él se encontraban cinco ancianos, sus miradas eran severas.

Me dio un escalofrío, había hablado con ellos por teléfono, pero era muy distinto a tenerlos delante. Mire a mi padre con una mirada homicida, hubiera dejado morir a su propia hija, qué clase de monstruo hacía eso. Recibí una videollamada de Lisa, se encontraba junto a Isabella y nuestro hermano Liam. Fue lo único que consiguió que me serenara, volví a mirar a mi padre, bajo este había un charco, estaba tan aterrado que se había meado encima. Según nos contó Antonella, nuestro padre había estado robando a los ancianos durante mucho tiempo, mi abuelo había intentado que el castigo no fuera muy severo, pero lo único que había conseguido fue que no lo ejecutaran.

Me da a mí que lo que le esperaba era mucho peor que la muerte. En un lugar desconocido, había una mina, era tan profunda que el calor quemaba hasta los pulmones, decían que habían perforado tanto que estarían cerca del mismísimo infierno, casi no se podía respirar. Mi padre sería condenado a esa mina, hasta que devolviera hasta el último céntimo que había robado. Los cinco viejos nos miraron, sabía lo que querían y la persona que podía conseguirlo. Llame a Liam, este no tardo en presentarse en el hangar de ese aeropuerto clandestino. Salió de su coche y saco su portátil, después de enredar con él, les enseño la pantalla a los cinco ancianos.

Estos sonrieron satisfechos y nos dieron la enhorabuena por un trabajo bien hecho, me dijeron que la medicina de Lisa estaría cubierta todo el tiempo que la necesitara y que las empresas habían sido colocadas en las manos más competentes. Mire a Erin y nos besamos, por fin éramos libres para disfrutar de nuestro amor, me jugué la supervivencia de mi hermana a una carta, la carta de mi padre, pero tenía cinco ases guardados en la manga por si la partida se complicaba.

EPÍLOGO

Había pasado un año, Lisa estaba totalmente recuperada, su sonrisa iluminaba el día más oscuro. Lisa empezó a salir con Dante, el hermano pequeño de Antonella, él era como nosotros, nació de una indiscreción del padre de Antonella. La primera vez que mi hermanita lo vio se quedó prendada de él, era muy feliz y eso era lo más importante, cada dos por tres viajaba a Nápoles para estar con él y visitar a Isabella.

Erin y yo decidimos casarnos a los seis meses, se lo pedí en el restaurante y está entre lágrimas, me dijo que si, entonces se levantó y sentándose sobre mis piernas me dijo que estaba embarazada antes de besarme, yo la cogí en volandas y empezamos a dar vueltas mientras nos reíamos llenos de felicidad. Iríamos de viaje a Italia para celebrarlo junto a Antonella, Dante e Isabella.

Liam abrió su propia empresa de informática, se mudó a otro país, aunque hablamos con él todas las semanas, Lisa y yo le echamos mucho de menos. Últimamente, está muy raro, creemos que ha conocido a una mujer que lo tiene loco perdido, esperamos sinceramente que le vaya todo muy bien, se lo merece, le hemos prometido que iremos a visitarle antes de que no podamos viajar por el embarazo.

No hemos vuelto a saber nada de los cinco ancianos, estos después de que todo volviera a su cauce, volvieron a desaparecer, eso sí, nos envían videos cada cierto tiempo de nuestro padre. No queda ni la sombra de lo que fue, está delgado y tiene el cuerpo lleno de quemaduras, en sus ojos podemos ver el infierno que está viviendo, él se lo busco, no había dudado en dejar morir a Lisa que era su hija y su hubiera podido nos hubiera hecho exactamente lo mismo a todos nosotros. Solo espero que tenga una vida larga, porque tiene muchos pecados por los que responder, algo me dice que los ancianos se encargaran de que pague hasta el último de ellos.

Por último me queda Antonella, ella viajó junto a Isabella a su nueva casa en las faldas del Vesubio, Erin, Lisa y yo aterrizamos en Nápoles para pasar con ellos las navidades, Liam no pudo venir, le habían hecho un encargo complicado para una empresa y no podía cogerse unos días libres, fue una pena, pero seguro que la siguiente no se la perdía. En el aeropuerto nos esperaba Dante, Lisa en cuanto lo vio se puso roja como un tomate y parecía que se le había olvidado hasta hablar.

• Estás bien hermanita, te veo un poco nerviosa.

• ¡Cállate hombre!, estoy bien.

Erin no dijo nada, pero no pudo evitar reírse, con el embarazo Erin se veía más hermosa que nunca, no pude contenerme y la bese delante de todos, Erin también termino roja como un tomate. Nos montamos en el coche de Dante, tardamos un poco en llegar, pero la casa de Antonella era más hermosa que en las imágenes, cuando llegamos se encontraba él una mesa del jardín dibujando junto a Isabella, está al ver a Lisa, sé lavando loca de contenta y se abrazaron las dos, Antonella se levantó y después de saludarnos puso su mano en la tripa de Erin, las dos se miraron y se sonrieron.

Después de comer las dos salieron al porche, yo me prepare un whisky, me disponía a salir cuando escuche a Erin decir a Antonella.

• Antonella, ¿no te da miedo vivir tan cerca del Vesubio?

• No Erin, los volcanes fueron fundamentales para que la vida se abriera paso en este mundo y velan por nosotros.

Las dos se pusieron a reír, yo me senté junto a Erin y observamos la majestuosidad de aquella montaña por unos instantes, la verdad que después de lo mal que todos lo habíamos pasado en la vida, habíamos conseguido ser felices, brindamos por ello con una gran sonrisa.

FIN.
 
Bueno, he publicado mi ultimo relato entero como inauguración de la pejina nueva.
 
Tenia miedo que en esta nueva página hubieras cambiado el destino de Antonella, pero no ha sido así. Me alegro.

Le he dado me gusta a todos los capítulos para que empieces a acumular puntos, creo que dan algo cuando llegas a mil.
:love:
 

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