sua99
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Muy buenas a todos, por fin puedo acceder plenamente al foro. Somos pareja del norte de España de 40 años. Todos los nombres que aparezcan son ficticios obviamente. Me gustaría compartir con vosotros un relato que he publicado en otro sitio. He de aclarar que los relatos que escribo son 70% ficticios, me gustaría que sucedieran pero por ahora no se dan las circunstancias.
7 de septiembre de 2023, un calor infernal para la época en el norte de España y mi segundo día en el gimnasio después de 1 año sin ir. Excusas las de siempre, el niño, las extraescolares, los turnos de trabajo y porque no decirlo... vagancia, sí, a no hacer nada se acostumbra uno rápido.
Después de terminar me pedí un café con hielo en el bar al que siempre voy después de entrenar, salí fuera a la única mesa con sombra que había para fumar y mirar el móvil. En ese momento apareció una mujer de unos 55 años, estatura media y complexión delgada. Aún siendo de tez blanca, lucía un ligero moreno acompañado de unos labios pintados de rojo intenso y cabello a media melena teñida de rubio. Llevaba puesto un vestido blanco de cuello ancho redondo sin mangas y por encima de la rodilla.
Salió con un Bitter Kas buscando sombra, me miró, titubeo y al final se sentó en la mesa de al lado a pleno sol.
-Vaya calor tenemos hoy y casi no hay sombra. -comenté a modo de saludo.
-Si, están todas libres pero al sol. Me voy a asfixiar aquí. ¿Me puedo sentar en tu mesa? te prometo que no te doy la chapa. -respondió y aprovecho para pedir permiso.
-Sin problemas mujer, estoy yo solo y hay sitio para los dos.
-Muchas gracias. Ya siento sentarme en tu mesa, están todas vacías pero al sol.
-Tranquila entramos de sobra. -respondí y acto seguido seguí mirando el móvil.
Hasta ese momento no me había fijado en su pecho, sería una talla 85 y bastante firme. Cada uno seguíamos a lo nuestro, fumando y mirando el móvil. Note que hacía movimientos extraños con el cuello, como si tuviera alguna dolencia y de vez en cuando se llevaba la mano a la lumbar.
-¿Dolor de espalda?. -interpele para romper el hielo.
-Si la verdad, he venido de vacaciones con dolor de cuello y el fisioterapeuta al que voy no me da cita hasta dentro de una semana. Además he intentado que se me pasara nadando y después de un mes sin hacer nada también tengo las piernas cargadas.
-¿Has probado a ir al del polideportivo?. Es muy bueno y a parte es económico.
Le aconsejé ése porque es al que acudo cuando tengo una lesión y nunca falla, tanto mi mujer como familiares son asiduos y siempre hablan bien de él.
-Pues no, siempre voy a uno que está en el casco viejo, ¿crees que me dará cita?.
-Toma, llama y prueba. -dejé mi móvil encima de la mesa con el teléfono del fisioterapeuta.
-Ahora mismo. -sacó su teléfono y llamó, uno, dos, tres tonos... y cogió al cuarto.
No hubo suerte, acababa de venir de vacaciones y tenía la agenda peor que el suyo, hasta dentro de dos semanas no tenía hueco.
-¡Pues sí que están solicitados!. -exclamé sorprendido.
-Eso parece, me toca aguantar y esperar dos semanas por lo menos. -dijo mientras seguía moviendo el cuello.
-Oye, dile a tu pareja o a algún amigo que te de un masaje, ya se que no es lo mismo, no te va a solucionar la contractura o lo que tengas pero igual te alivia y relaja la zona. Yo se los suelo dar a mi mujer y algo hace...
En principio esa proposición no tenía doble sentido ni mucho menos, yo suelo dar algún que otro masaje a mi mujer cuando tiene la espalda cargada y el profesional no está disponible, además lo bueno es que suelen acabar bien... Es algo que siempre me ha gustado, no trabajo de ello pero he de decir que aparte de leer un libro y varios artículos he visto muchos videos de profesionales. Si se quiere hacer bien es imprescindible aprender, de lo contrario lo único que haces es frotar su piel con tus manos. Eso sí, como los servicios de un buen masajista o fisioterapeuta no hay nada.
-Mi marido no sabe, alguna vez me ha dado algún masaje en la espalda y nada, si aprieta me hace daño y si no lo hace no noto nada.
-Pues no te va a quedar otra que esperar dos semanas y rezar por que el dolor no vaya a más. -sentencie.
-Oye, ¿tú podrías darme un masaje?, vivo aquí al lado y si quieres te puedo pagar.
Me pregunto como si fuera lo más normal del mundo, realizar semejante proposición a una persona de la cual no sabes ni su nombre.Me dejó bastante descolocado, no sabía muy bien que responder he intente ser lo más cordial posible en mi negativa.
-Haber, yo solo se los he dado a mi mujer y algo hace pero ni por asomo logró quitar su dolor de espalda. No me gustaría intentarlo y agravar tu situación y mucho menos cobrar por ello.
-Si a ella le funciona a mi me vale. Además hemos terminado la consumición y aquí hace más calor por momentos. -sentenció levantándose de la silla y haciendo ademán de marcharse.
Y así sin comerlo ni beberlo me metí en semejante berenjenal.
Mientras íbamos andando aprovechamos para hablar y presentarnos, ella se llamaba Isabel, trabaja en un bufete de abogados, casada y sin hijos.
Llegamos a su portal, subimos a la última planta y para adentro. Decoración minimalista, moderna y por supuesto todo impoluto.
-Bueno y como hacemos, en el sofá, cama, silla... lógicamente camilla no tengo.
-En una cama y si es de noventa mejor, así me puedo mover más fácil por los dos lados.
-No, como te he comentado no tengo hijos, por lo que todas las camas son grandes. Así que lo hacemos en mi dormitorio.
Recorrimos el pasillo hasta el fondo y tras la puerta apareció un dormitorio muy grande, cama de uno cincuenta, vestidor y baño con ducha grande en la cual entraban dos personas. Lo que más me llamó la atención fue la terraza, para acceder a ella había una cristalera de lado a lado con una puerta corredera de cristal, afuera dos tumbonas para tomar el sol, una mesa y dos sillas. No pude evitar salir y asomarme, las vistas eran increíbles, se veía desde la desembocadura de la Ría del Nervión hasta casi la Torre Iberdrola de Bilbao y por supuesto libre de miradas indiscretas.
-Vaya vistas tienes desde aquí y encima te da el sol casi todo el día.
-Sí, suelo tomar el sol aquí cuando tengo tiempo y en cuanto a las vistas... poco más que añadir, hablan por sí solas. ¿Qué me pongo para el masaje?
-Un bikini es suficiente, una toalla de lavabo y como supongo que aceite de masajes no tienes pues crema hidratante.
No me gusta la crema hidratante, es un engorro para este cometido. Al poco tiempo la piel la absorbe y tienes que echar más constantemente.
-Bikini no tengo, solo uso bañadores para ir a nadar por lo que me quedo en ropa interior.
-Esta bien, te espero aquí afuera si no te importa mientras te cambias.
Salió de la terraza hacia el vestidor, intenté no mirar pero la curiosidad me podía y gire ligeramente la cabeza, pude observar como se quitaba primero los zapatos y los colocaba en una repisa, después bajó la cremallera lateral, se subió el vestido quedándose en ropa interior y lo colgó en una percha. Llevaba unas bonitas bragas blancas brasileñas, el sujetador no pude verlo. Se notaba que metía horas en la piscina, tenía una espalda trabajada, trasero en su sitio y piernas bien definidas.
Lo que ocurrió después me dejó un poco descolocado, se bajó las bragas hasta los tobillos doblando su espalda, sacando primero un pie y luego el otro. Evidentemente pude ver perfectamente su orificio anal y por primera vez se me empezó a poner morcillona. Acto seguido saco de un cajón un tanga de color blanco sin costuras y repitió operación pero a la inversa. Cuando se lo estaba colocando me giré y esperé a que me llamara.
-Puedes empezar cuando quieras. -me instó con tono elevado para que oyera.
Se encontraba tumbada boca abajo en la cama con el pelo hacia la derecha, en la mesilla una toalla blanca y el bote de crema hidratante. Me coloque en su lado izquierdo y extendí la toalla por encima de su culo perpendicular a ella.
-¿Te puedo desabrochar el sujetador? me molesta para trabajar en la zona.
-¡Sí claro! se me había olvidado.
Quite el cierre y coloque a ambos lados de su espalda. Cuando iba a proceder con la crema note que se levantaba.
-Será mejor que me lo quite totalmente porque te van a molestar los tirantes.
Se incorporó apoyándose sobre sus antebrazos, primero se quitó el lado derecho y luego el opuesto quedando sus pechos colgados rozando con la sábana los pezones. Estiró el brazo y me dio el sujetador para que lo dejara en la mesilla mientras se volvía a tumbar. En ese momento yo notaba una presión incipiente en mi entrepierna y me había puesto bastante nervioso. Antes de empezar pude observar que su espalda carecía de marca alguna de sol y me vino la imagen a la cabeza de sus pechos, los cuales también lucían morenos.
Comencé echando abundante crema en mis manos y repartiendo desde el cuello hacia los hombros, rápido me di cuenta que quedarme de pie a su lado iba a ser muy incómodo. En casa siempre me pongo encima de mi mujer pero aquí me parecía pasarse, de momento decidí continuar como estaba.
Empecé por sus hombros bajando ligeramente haciendo hincapié entre las escápulas y continúe por la espalda baja. Después decidí trabajar su brazo izquierdo que es el que tenía más a mano, para ello lo estire apoyándolo sobre mí, recorría toda su extensión desde la mano hasta el hombro y bajaba por sus costillas. Para repetir la operación por el otro lado no me quedó otra que subir a la cama, acción que ella noto porque giró su cabeza en mi dirección abriendo los ojos para ver qué pasaba. Al estar de rodillas, su brazo derecho quedó extendido sobre mí muslo llegando la mano casi a mi entrepierna, rápidamente vi la situación y la coloqué para afuera. Mientras cogía más crema, fue ella la que movió su mano a la posición inicial. En ese momento me estaban entrando sudores fríos por la situación y estaba empezando a empalmarme muy seriamente.
Al terminar con su brazo decidí trabajar las lumbares, era horrible desde esa posición y he de reconocer que se me estaba cargando la espalda.
-¿No estás incómodo en esa posición?. -preguntó ella.
-Si la verdad, normalmente me subo encima de Alicia.
-Pues no te cortes, si así vas a estar más cómodo y lo vas a hacer mejor... adelante.
Me puse de rodillas dejando sus piernas entre las mías por debajo de su culo manteniendo un ligero contacto. Ahora si podía hacer bien el masaje. Continúe por las lumbares con movimientos que iban desde la columna a los laterales y hacia arriba con las dos manos a la vez para terminar en sus hombros. Para hacer más hincapié en la zona baja de la espalda, retiré un poco la toalla y bajé un poco el tanga hasta ver el inicio de su trasero. Realice fuertes presiones con mis pulgares en el centro haciendo círculos para después recorrer su piel hasta los laterales por debajo de la goma del tanga. Para finalizar con la espalda, me bajé de la cama y eché abundante crema para repartirla por todos lados, no desaproveche la ocasión de introducir ligeramente las puntas de mis dedos por la única prenda de ropa que tenía puesta, pudiendo comprobar el inicio de un trasero bien firme.
Era el turno de las piernas, las separé y me volví a subir a la cama. Empecé por los gemelos haciendo presión con los pulgares desde el tendón de Aquiles hasta la parte de atrás de la rodilla. Cuando terminé le abrí un poco más las piernas y me coloque en medio. Entre la vista tan bonita que tenía, la ola de calor y que el sol estaba pegando en toda la cristalera la temperatura de la habitación y de mi cuerpo había subido considerablemente y estaba sudando bastante.
Para hacer la última parte que me quedaba le subí la toalla para arriba, dejando prácticamente todo su trasero a la vista. Creo que no lo vio venir porque dio una sacudida, calambre, no se, como sorprendida, acompañado de un pequeño suspiro que apenas pude apreciar, pero el sorprendido fui yo cuando abrió más las piernas dejando una vista perfecta de su entrepierna.
-¿Estás bien?. -pregunté irónicamente.
-Si si, sigue que lo haces muy bien. Ha sido una corriente de aire que ha entrado, ¿tú no tienes calor?.
-Pues sí la verdad, hace bastante aquí, encima está dando justo en la fachada.
-Si quieres puedes quitarte la camisa, por mí no te cortes.
Si ella no pasaba apuro por quedarse casi desnuda delante de una persona la cual hacía solo una hora y media que acababa de conocer, yo no iba a ser menos y me quite la camisa.
Siempre hecho el aceite (en este caso crema) en mis manos para repartirla por el cuerpo pero esta vez cogí el bote y eche un hilo que iba desde la parte baja de los muslos hasta la nalga, era toda una declaración de intenciones, no me quería ir sin tocar ese formidable culo. Con las dos manos a la vez, subía por la pierna izquierda desde abajo hasta el moflete sin miramientos y al bajar, giraba mi mano derecha siguiendo la forma de la nalga. En todo momento veía su cara y expresaba relajación, observaba como cada vez que tocaba su culo, se le abría ligeramente la boca. También se veía humedecido el tanga, no se si por el sudor o porque lo estaba mojando con sus jugos.
Este paso lo repetí varias veces en cada pierna y para finalizar quise arriesgar un poco más. Mis manos subieron por ambas piernas hasta llegar a la goma del tanga, tuve la tentación de tirar y quitárselo pero me contuve, opte por abrir mis manos al máximo y con las yemas de los dedos recorrer todo su culo, como si estaría amasando pan, juntando mis pulgares que se perdían ligeramente por la línea que separaba ambas nalgas y bajando hasta rozar ligeramente la tela. En ese momento su respiración se agitó, incluso arqueo un poco la espalda para facilitar la tarea. Estaba claro lo que podía pasar pero yo no quería dar ese paso, prefería que fuera ella la que tomara la iniciativa. Para relajar el ambiente, me baje de la cama y coloque la toalla por debajo de sus omóplatos con la intención de que se cubriera el pecho cuando se diera la vuelta.
-¿Tienes otra toalla pequeña?. -pregunté.
-Pues creo que sí, pero... ¿para que la quieres?
-Te la puedo poner en los ojos ahora cuando te des la vuelta y así no te hace daño tanta luz, un antifaz también vale, de esos que dan en los aviones cuando se hacen viajes largos.
-No te preocupes, uso la toalla que tengo aquí.
-Ya bueno, esa es para tapar tus pechos. -respondí incrédulo.
-No me importa, aunque tomo poco el sol siempre lo hago desnuda, mi marido y yo practicamos nudismo y no me voy a ruborizar ahora.
Y acto seguido se puso boca arriba, me observo un momento y mientras se cubría la mitad de su cara con la toalla y quedándose prácticamente desnuda ante mí, añadió:
-Veo que al final te has quitado la camisa.
-Si, hace bastante calor aquí… -mientras ella esbozó una ligera sonrisa.
Me subí a la cama y desde la derecha coloqué su brazo sobre mí tripa, masajeaba desde la mano hasta el hombro, haciendo pequeñas presiones circulares arriba, muy cerca de sus pechos. Añadir que yo estaba completamente empalmado, era imposible no estarlo con semejante belleza delante. Pasé al otro lado y repetí el proceso, pero nada más empezar su mano se deslizó quedando encima de mi paquete, un calambre recorrió todo mi cuerpo, ella no hacía nada y yo seguí, intentando relajarme y no hacer ninguna bobada. Tocaba el turno de las piernas, me coloque entre ellas y empecé a masajear sus muslos, del medio hacia afuera. Abrí un poco más sus piernas, ahora si podía ver que su tanga estaba bastante empapado, tanto que se pegaba a su cuerpo marcando su raja. Cuando llegaba a la ingle, la mano que recorría la cara interna del muslo y con el dedo índice para ser preciso, hacia todo el contorno del tanga, donde acaba la piel desnuda y empieza la goma, para perderse por debajo tocando parte de su culo. Esos movimientos le estaban gustando, su respiración agitada era prueba irrefutable, sumado a leves suspiros y pequeños mordiscos en su labio inferior.
-Tienes que echarte hacia abajo para poder ponerme arriba y trabajar los hombros.
No dijo nada, simplemente se movió dejando su fina tela en contacto con mi pantalón. Yo quise que notara mi erección y presione un poco su zona íntima con mi bulto, añadiendo un gemido más que salía de sus labios.
Con suma delicadeza, doble su pierna derecha para bajar de la cama. Quite la almohada y coloque su cabeza encima de mi pantalón, llegó la hora de los hombros. Desde mi posición deslizaba mis manos hasta el inicio de sus pechos, sin tocarlos, seguía su contorno perdiendo mis manos en sus costillas.
-¿Sería mucho pedir que te quitaras los pantalones?. Me está rozando la cremallera en la cabeza.
-Si perdona, no me había dado cuenta de ello. -respondí.
Me los quité y aproveche para colocar mi pene completamente erecto a un lado. Volví a la posición inicial, pero esta vez su cabeza apoyaba directamente en mi paquete. Transcurridos unos minutos, note que levantaba un brazo y tocaba mi calzoncillo (eran unos bóxer), lo agarraba... hasta que metió sus dedos por dentro. Ahora el que suspiro y se sobresaltó fui yo, no me pillaba de sorpresa, es más, era la señal que estaba esperando pero los nervios se habían apoderado de mí en cierta medida.
Se dedicó a acariciar mi muslo como buenamente podía hasta que llegó a lo que estaba buscando, posó su mano sobre mí miembro y la dejó unos segundos, como buscando aprobación. Tomé la iniciativa y me olvidé de los hombros, acaricié sus pechos descaradamente sin miramientos y llegue a sus pezones, los cuales pellizque provocando un gemido en ella nada disimulado.
-Creo que te puedes quitar esto. - dijo tirando de mi bóxer.
Me levanté y lo quité bajo su atenta mirada, por supuesto estaba en plena erección y con líquido preseminal brillando en mi capullo. Me puse de rodillas a su lado, alzó su mano y la agarró, apretó y comenzó a subir y bajar despacio. Con mi mano izquierda tocaba sus pechos, los agarraba con fuerza y de vez en cuando pellizcaba mientras que la mano derecha bajaba por su vientre. Llegué al tanga e introduje mi mano comprobando una depilación perfecta, tenía tan solo una fina tira de vello. Me estiré más y pude comprobar con la palma de mi mano el calor y el flujo que emanaba. Dejé su raja entre mis dedos índice y corazón mientras subía y bajaba mi mano haciendo presión en sus labios, de vez en cuando cambiaba y era el dedo anular quien recorría la zona sin llegar a entrar, recogiendo su jugo y lubricando toda la zona con las yemas de mis dedos realizando círculos.
Ella se incorporó, bajo la mano hasta la base descapullando completamente mi pene mientras la otra se afanaba en agarrar mis huevos y acariciar mi ano. Con la punta de la lengua recorrió todo el tronco desde la base hasta el frenillo, echó saliva en mi capullo, la esparció con la lengua y se la metió entera en la boca. Lo hacía de maravilla, la sacaba, metía y saboreaba toda, con una cantidad de saliva inusual. Se chupo el dedo índice y después de jugar en la entrada de mi ano, sincronizo a la perfección la penetración con la engullida de mi polla. Denotaba una destreza abismal, enseguida alcanzó mi punto g. Agarre su cabeza con mis manos, baje y nos besamos torridamente, tuve que apartarla o de lo contrario me iba a correr ahí mismo.
He de añadir que soy conocedor de mis límites sexuales, tengo un pene que apenas alcanza los quince centímetros y en el coito apenas llegó a los diez minutos. Es por ello que he desarrollado sobremanera mis habilidades manuales y con la lengua para dar el máximo placer a mi mujer.
Coloque una almohada en su lumbar, baje suavemente el tanga y cuando salía por sus pies aproveche para lamer sus dedos. Hundí mi cabeza en su sexo, separe sus labios con mis dedos y pase la punta de mi lengua de arriba abajo, jugando con su clítoris, era delicioso, nunca había estado con una mujer que soltara tanto flujo. Mis dedos entraban con suma facilidad, los puse en forma de gancho y realizando movimientos enérgicos y succionando el clítoris conseguí que llegara al orgasmo.
Me incorporé y subí lamiendo cada centímetro de su cuerpo, la mordisqueé los pezones y besé su boca. Ella agarró mi miembro, frotó el capullo varias veces y con un movimiento se la metió entera. Ahora ya podía abandonarme al placer, tenía la sensación del deber cumplido. Bombee con todas mis ganas, a veces cuando la tenía dentro hacía movimientos circulares con mi pelvis acompañados de toda la presión que era capaz de ejercer hasta que al final acabé dentro de ella, extasiado.
La mezcla de jugos de su interior ayudó a que mi polla ya flácida saliera de ella. Permanecimos en esa posición y continuamos besándonos, acariciándonos.
-Quiero correrme otra vez, baja y haz lo que mejor sabes. -me ordenó al oído.
No dije nada, me deslice por su cuerpo hasta sus piernas y recogí con mi lengua toda la mezcla que de su interior emanaba dejándolo bien limpio.
-¿Te puedes dar la vuelta y ponerte a cuatro patas?. le pregunté.
No dijo nada y accedió, la almohada que estaba en su pelvis la dejé a la altura de su cabeza y ella interpretó la señal a la perfección posándose en ella. No quería desaprovechar la ocasión de catar su culo, es algo que mi mujer no me deja, por lo que me coloque detrás. Con mis manos abría sus nalgas todo lo que podía mientras mi lengua recorría sus dos orificios parando en su ano, intentando penetrarlo con la punta. Después de mucha saliva y jugar con el dedo decidí probar, para mi sorpresa entraba con suma facilidad, estaba claro que era habitual esta práctica en ella, además también ayudaba el hecho de que su excitación iba en aumento puesto que se estaba frotando el clítoris con la mano. Para entonces yo ya estaba empalmado otra vez pero antes decidí probar con dos dedos, más saliva y poco a poco los fui introduciendo sin problema, los dejé unos segundos quietos metidos hasta adentro y los saqué. Me agarre el miembro, lo frote por toda su vagina recogiendo todo el flujo posible, eché una buena cantidad de saliva en su orificio y apoyé el capullo. Con una ligera presión entró sin problemas, lo dejé unos instantes para que se amoldara y poco a poco fui penetrando hasta que mis huevos hicieron tope. El ritmo era suave, quería disfrutar del momento, la sacaba casi entera y cuando la metía aprovechaba para agarrar más fuerte su trasero, casi arañando su piel.
-Para un momento. -dijo mientras se separaba de mí.
-¿Ocurre algo?. -pregunté.
-No, pero quiero hacer una cosa.
Me cogió de la mano y nos dirigimos a la terraza, se apoyó en la barandilla y me ofreció su culo en pompa. Me coloque por detrás y nuevamente la volví a clavar por el mismo agujero. Esta vez no fui tan sensible, las embestidas eran más enérgicas y veloces. Agarré su pelo para acercar nuestros rostros, las lenguas se entrelazaron en un festival de saliva y gemidos, apreté ligeramente su cuello con una mano mientras que la otra le pellizcaba los pezones. Entre gemidos llegamos juntos al orgamo.
Nos besamos, se separó de mí y mientras se iba a la ducha me dijo:
-Vístete y marcha, deja alguna forma de contacto por si algún día yo o mi marido necesitamos un masaje.
Esa última parte, la del marido, me dejó descolocado. En un papel escribí mi nick de ********, es discreto y no necesitas dejar número de teléfono. Me vestí y marche por donde vine. El ascensor paró en el tercero, una vecina de su misma edad aproximadamente entró.
-Buenos días ¿bajas?. -preguntó mirándome de arriba abajo.
-Buenos días. Si.
Me preguntaba si aquella señora u otro vecino había oído los gemidos, una cosa es que nadie nos pudiera ver, pero oír...tal vez algún día salga de dudas.
7 de septiembre de 2023, un calor infernal para la época en el norte de España y mi segundo día en el gimnasio después de 1 año sin ir. Excusas las de siempre, el niño, las extraescolares, los turnos de trabajo y porque no decirlo... vagancia, sí, a no hacer nada se acostumbra uno rápido.
Después de terminar me pedí un café con hielo en el bar al que siempre voy después de entrenar, salí fuera a la única mesa con sombra que había para fumar y mirar el móvil. En ese momento apareció una mujer de unos 55 años, estatura media y complexión delgada. Aún siendo de tez blanca, lucía un ligero moreno acompañado de unos labios pintados de rojo intenso y cabello a media melena teñida de rubio. Llevaba puesto un vestido blanco de cuello ancho redondo sin mangas y por encima de la rodilla.
Salió con un Bitter Kas buscando sombra, me miró, titubeo y al final se sentó en la mesa de al lado a pleno sol.
-Vaya calor tenemos hoy y casi no hay sombra. -comenté a modo de saludo.
-Si, están todas libres pero al sol. Me voy a asfixiar aquí. ¿Me puedo sentar en tu mesa? te prometo que no te doy la chapa. -respondió y aprovecho para pedir permiso.
-Sin problemas mujer, estoy yo solo y hay sitio para los dos.
-Muchas gracias. Ya siento sentarme en tu mesa, están todas vacías pero al sol.
-Tranquila entramos de sobra. -respondí y acto seguido seguí mirando el móvil.
Hasta ese momento no me había fijado en su pecho, sería una talla 85 y bastante firme. Cada uno seguíamos a lo nuestro, fumando y mirando el móvil. Note que hacía movimientos extraños con el cuello, como si tuviera alguna dolencia y de vez en cuando se llevaba la mano a la lumbar.
-¿Dolor de espalda?. -interpele para romper el hielo.
-Si la verdad, he venido de vacaciones con dolor de cuello y el fisioterapeuta al que voy no me da cita hasta dentro de una semana. Además he intentado que se me pasara nadando y después de un mes sin hacer nada también tengo las piernas cargadas.
-¿Has probado a ir al del polideportivo?. Es muy bueno y a parte es económico.
Le aconsejé ése porque es al que acudo cuando tengo una lesión y nunca falla, tanto mi mujer como familiares son asiduos y siempre hablan bien de él.
-Pues no, siempre voy a uno que está en el casco viejo, ¿crees que me dará cita?.
-Toma, llama y prueba. -dejé mi móvil encima de la mesa con el teléfono del fisioterapeuta.
-Ahora mismo. -sacó su teléfono y llamó, uno, dos, tres tonos... y cogió al cuarto.
No hubo suerte, acababa de venir de vacaciones y tenía la agenda peor que el suyo, hasta dentro de dos semanas no tenía hueco.
-¡Pues sí que están solicitados!. -exclamé sorprendido.
-Eso parece, me toca aguantar y esperar dos semanas por lo menos. -dijo mientras seguía moviendo el cuello.
-Oye, dile a tu pareja o a algún amigo que te de un masaje, ya se que no es lo mismo, no te va a solucionar la contractura o lo que tengas pero igual te alivia y relaja la zona. Yo se los suelo dar a mi mujer y algo hace...
En principio esa proposición no tenía doble sentido ni mucho menos, yo suelo dar algún que otro masaje a mi mujer cuando tiene la espalda cargada y el profesional no está disponible, además lo bueno es que suelen acabar bien... Es algo que siempre me ha gustado, no trabajo de ello pero he de decir que aparte de leer un libro y varios artículos he visto muchos videos de profesionales. Si se quiere hacer bien es imprescindible aprender, de lo contrario lo único que haces es frotar su piel con tus manos. Eso sí, como los servicios de un buen masajista o fisioterapeuta no hay nada.
-Mi marido no sabe, alguna vez me ha dado algún masaje en la espalda y nada, si aprieta me hace daño y si no lo hace no noto nada.
-Pues no te va a quedar otra que esperar dos semanas y rezar por que el dolor no vaya a más. -sentencie.
-Oye, ¿tú podrías darme un masaje?, vivo aquí al lado y si quieres te puedo pagar.
Me pregunto como si fuera lo más normal del mundo, realizar semejante proposición a una persona de la cual no sabes ni su nombre.Me dejó bastante descolocado, no sabía muy bien que responder he intente ser lo más cordial posible en mi negativa.
-Haber, yo solo se los he dado a mi mujer y algo hace pero ni por asomo logró quitar su dolor de espalda. No me gustaría intentarlo y agravar tu situación y mucho menos cobrar por ello.
-Si a ella le funciona a mi me vale. Además hemos terminado la consumición y aquí hace más calor por momentos. -sentenció levantándose de la silla y haciendo ademán de marcharse.
Y así sin comerlo ni beberlo me metí en semejante berenjenal.
Mientras íbamos andando aprovechamos para hablar y presentarnos, ella se llamaba Isabel, trabaja en un bufete de abogados, casada y sin hijos.
Llegamos a su portal, subimos a la última planta y para adentro. Decoración minimalista, moderna y por supuesto todo impoluto.
-Bueno y como hacemos, en el sofá, cama, silla... lógicamente camilla no tengo.
-En una cama y si es de noventa mejor, así me puedo mover más fácil por los dos lados.
-No, como te he comentado no tengo hijos, por lo que todas las camas son grandes. Así que lo hacemos en mi dormitorio.
Recorrimos el pasillo hasta el fondo y tras la puerta apareció un dormitorio muy grande, cama de uno cincuenta, vestidor y baño con ducha grande en la cual entraban dos personas. Lo que más me llamó la atención fue la terraza, para acceder a ella había una cristalera de lado a lado con una puerta corredera de cristal, afuera dos tumbonas para tomar el sol, una mesa y dos sillas. No pude evitar salir y asomarme, las vistas eran increíbles, se veía desde la desembocadura de la Ría del Nervión hasta casi la Torre Iberdrola de Bilbao y por supuesto libre de miradas indiscretas.
-Vaya vistas tienes desde aquí y encima te da el sol casi todo el día.
-Sí, suelo tomar el sol aquí cuando tengo tiempo y en cuanto a las vistas... poco más que añadir, hablan por sí solas. ¿Qué me pongo para el masaje?
-Un bikini es suficiente, una toalla de lavabo y como supongo que aceite de masajes no tienes pues crema hidratante.
No me gusta la crema hidratante, es un engorro para este cometido. Al poco tiempo la piel la absorbe y tienes que echar más constantemente.
-Bikini no tengo, solo uso bañadores para ir a nadar por lo que me quedo en ropa interior.
-Esta bien, te espero aquí afuera si no te importa mientras te cambias.
Salió de la terraza hacia el vestidor, intenté no mirar pero la curiosidad me podía y gire ligeramente la cabeza, pude observar como se quitaba primero los zapatos y los colocaba en una repisa, después bajó la cremallera lateral, se subió el vestido quedándose en ropa interior y lo colgó en una percha. Llevaba unas bonitas bragas blancas brasileñas, el sujetador no pude verlo. Se notaba que metía horas en la piscina, tenía una espalda trabajada, trasero en su sitio y piernas bien definidas.
Lo que ocurrió después me dejó un poco descolocado, se bajó las bragas hasta los tobillos doblando su espalda, sacando primero un pie y luego el otro. Evidentemente pude ver perfectamente su orificio anal y por primera vez se me empezó a poner morcillona. Acto seguido saco de un cajón un tanga de color blanco sin costuras y repitió operación pero a la inversa. Cuando se lo estaba colocando me giré y esperé a que me llamara.
-Puedes empezar cuando quieras. -me instó con tono elevado para que oyera.
Se encontraba tumbada boca abajo en la cama con el pelo hacia la derecha, en la mesilla una toalla blanca y el bote de crema hidratante. Me coloque en su lado izquierdo y extendí la toalla por encima de su culo perpendicular a ella.
-¿Te puedo desabrochar el sujetador? me molesta para trabajar en la zona.
-¡Sí claro! se me había olvidado.
Quite el cierre y coloque a ambos lados de su espalda. Cuando iba a proceder con la crema note que se levantaba.
-Será mejor que me lo quite totalmente porque te van a molestar los tirantes.
Se incorporó apoyándose sobre sus antebrazos, primero se quitó el lado derecho y luego el opuesto quedando sus pechos colgados rozando con la sábana los pezones. Estiró el brazo y me dio el sujetador para que lo dejara en la mesilla mientras se volvía a tumbar. En ese momento yo notaba una presión incipiente en mi entrepierna y me había puesto bastante nervioso. Antes de empezar pude observar que su espalda carecía de marca alguna de sol y me vino la imagen a la cabeza de sus pechos, los cuales también lucían morenos.
Comencé echando abundante crema en mis manos y repartiendo desde el cuello hacia los hombros, rápido me di cuenta que quedarme de pie a su lado iba a ser muy incómodo. En casa siempre me pongo encima de mi mujer pero aquí me parecía pasarse, de momento decidí continuar como estaba.
Empecé por sus hombros bajando ligeramente haciendo hincapié entre las escápulas y continúe por la espalda baja. Después decidí trabajar su brazo izquierdo que es el que tenía más a mano, para ello lo estire apoyándolo sobre mí, recorría toda su extensión desde la mano hasta el hombro y bajaba por sus costillas. Para repetir la operación por el otro lado no me quedó otra que subir a la cama, acción que ella noto porque giró su cabeza en mi dirección abriendo los ojos para ver qué pasaba. Al estar de rodillas, su brazo derecho quedó extendido sobre mí muslo llegando la mano casi a mi entrepierna, rápidamente vi la situación y la coloqué para afuera. Mientras cogía más crema, fue ella la que movió su mano a la posición inicial. En ese momento me estaban entrando sudores fríos por la situación y estaba empezando a empalmarme muy seriamente.
Al terminar con su brazo decidí trabajar las lumbares, era horrible desde esa posición y he de reconocer que se me estaba cargando la espalda.
-¿No estás incómodo en esa posición?. -preguntó ella.
-Si la verdad, normalmente me subo encima de Alicia.
-Pues no te cortes, si así vas a estar más cómodo y lo vas a hacer mejor... adelante.
Me puse de rodillas dejando sus piernas entre las mías por debajo de su culo manteniendo un ligero contacto. Ahora si podía hacer bien el masaje. Continúe por las lumbares con movimientos que iban desde la columna a los laterales y hacia arriba con las dos manos a la vez para terminar en sus hombros. Para hacer más hincapié en la zona baja de la espalda, retiré un poco la toalla y bajé un poco el tanga hasta ver el inicio de su trasero. Realice fuertes presiones con mis pulgares en el centro haciendo círculos para después recorrer su piel hasta los laterales por debajo de la goma del tanga. Para finalizar con la espalda, me bajé de la cama y eché abundante crema para repartirla por todos lados, no desaproveche la ocasión de introducir ligeramente las puntas de mis dedos por la única prenda de ropa que tenía puesta, pudiendo comprobar el inicio de un trasero bien firme.
Era el turno de las piernas, las separé y me volví a subir a la cama. Empecé por los gemelos haciendo presión con los pulgares desde el tendón de Aquiles hasta la parte de atrás de la rodilla. Cuando terminé le abrí un poco más las piernas y me coloque en medio. Entre la vista tan bonita que tenía, la ola de calor y que el sol estaba pegando en toda la cristalera la temperatura de la habitación y de mi cuerpo había subido considerablemente y estaba sudando bastante.
Para hacer la última parte que me quedaba le subí la toalla para arriba, dejando prácticamente todo su trasero a la vista. Creo que no lo vio venir porque dio una sacudida, calambre, no se, como sorprendida, acompañado de un pequeño suspiro que apenas pude apreciar, pero el sorprendido fui yo cuando abrió más las piernas dejando una vista perfecta de su entrepierna.
-¿Estás bien?. -pregunté irónicamente.
-Si si, sigue que lo haces muy bien. Ha sido una corriente de aire que ha entrado, ¿tú no tienes calor?.
-Pues sí la verdad, hace bastante aquí, encima está dando justo en la fachada.
-Si quieres puedes quitarte la camisa, por mí no te cortes.
Si ella no pasaba apuro por quedarse casi desnuda delante de una persona la cual hacía solo una hora y media que acababa de conocer, yo no iba a ser menos y me quite la camisa.
Siempre hecho el aceite (en este caso crema) en mis manos para repartirla por el cuerpo pero esta vez cogí el bote y eche un hilo que iba desde la parte baja de los muslos hasta la nalga, era toda una declaración de intenciones, no me quería ir sin tocar ese formidable culo. Con las dos manos a la vez, subía por la pierna izquierda desde abajo hasta el moflete sin miramientos y al bajar, giraba mi mano derecha siguiendo la forma de la nalga. En todo momento veía su cara y expresaba relajación, observaba como cada vez que tocaba su culo, se le abría ligeramente la boca. También se veía humedecido el tanga, no se si por el sudor o porque lo estaba mojando con sus jugos.
Este paso lo repetí varias veces en cada pierna y para finalizar quise arriesgar un poco más. Mis manos subieron por ambas piernas hasta llegar a la goma del tanga, tuve la tentación de tirar y quitárselo pero me contuve, opte por abrir mis manos al máximo y con las yemas de los dedos recorrer todo su culo, como si estaría amasando pan, juntando mis pulgares que se perdían ligeramente por la línea que separaba ambas nalgas y bajando hasta rozar ligeramente la tela. En ese momento su respiración se agitó, incluso arqueo un poco la espalda para facilitar la tarea. Estaba claro lo que podía pasar pero yo no quería dar ese paso, prefería que fuera ella la que tomara la iniciativa. Para relajar el ambiente, me baje de la cama y coloque la toalla por debajo de sus omóplatos con la intención de que se cubriera el pecho cuando se diera la vuelta.
-¿Tienes otra toalla pequeña?. -pregunté.
-Pues creo que sí, pero... ¿para que la quieres?
-Te la puedo poner en los ojos ahora cuando te des la vuelta y así no te hace daño tanta luz, un antifaz también vale, de esos que dan en los aviones cuando se hacen viajes largos.
-No te preocupes, uso la toalla que tengo aquí.
-Ya bueno, esa es para tapar tus pechos. -respondí incrédulo.
-No me importa, aunque tomo poco el sol siempre lo hago desnuda, mi marido y yo practicamos nudismo y no me voy a ruborizar ahora.
Y acto seguido se puso boca arriba, me observo un momento y mientras se cubría la mitad de su cara con la toalla y quedándose prácticamente desnuda ante mí, añadió:
-Veo que al final te has quitado la camisa.
-Si, hace bastante calor aquí… -mientras ella esbozó una ligera sonrisa.
Me subí a la cama y desde la derecha coloqué su brazo sobre mí tripa, masajeaba desde la mano hasta el hombro, haciendo pequeñas presiones circulares arriba, muy cerca de sus pechos. Añadir que yo estaba completamente empalmado, era imposible no estarlo con semejante belleza delante. Pasé al otro lado y repetí el proceso, pero nada más empezar su mano se deslizó quedando encima de mi paquete, un calambre recorrió todo mi cuerpo, ella no hacía nada y yo seguí, intentando relajarme y no hacer ninguna bobada. Tocaba el turno de las piernas, me coloque entre ellas y empecé a masajear sus muslos, del medio hacia afuera. Abrí un poco más sus piernas, ahora si podía ver que su tanga estaba bastante empapado, tanto que se pegaba a su cuerpo marcando su raja. Cuando llegaba a la ingle, la mano que recorría la cara interna del muslo y con el dedo índice para ser preciso, hacia todo el contorno del tanga, donde acaba la piel desnuda y empieza la goma, para perderse por debajo tocando parte de su culo. Esos movimientos le estaban gustando, su respiración agitada era prueba irrefutable, sumado a leves suspiros y pequeños mordiscos en su labio inferior.
-Tienes que echarte hacia abajo para poder ponerme arriba y trabajar los hombros.
No dijo nada, simplemente se movió dejando su fina tela en contacto con mi pantalón. Yo quise que notara mi erección y presione un poco su zona íntima con mi bulto, añadiendo un gemido más que salía de sus labios.
Con suma delicadeza, doble su pierna derecha para bajar de la cama. Quite la almohada y coloque su cabeza encima de mi pantalón, llegó la hora de los hombros. Desde mi posición deslizaba mis manos hasta el inicio de sus pechos, sin tocarlos, seguía su contorno perdiendo mis manos en sus costillas.
-¿Sería mucho pedir que te quitaras los pantalones?. Me está rozando la cremallera en la cabeza.
-Si perdona, no me había dado cuenta de ello. -respondí.
Me los quité y aproveche para colocar mi pene completamente erecto a un lado. Volví a la posición inicial, pero esta vez su cabeza apoyaba directamente en mi paquete. Transcurridos unos minutos, note que levantaba un brazo y tocaba mi calzoncillo (eran unos bóxer), lo agarraba... hasta que metió sus dedos por dentro. Ahora el que suspiro y se sobresaltó fui yo, no me pillaba de sorpresa, es más, era la señal que estaba esperando pero los nervios se habían apoderado de mí en cierta medida.
Se dedicó a acariciar mi muslo como buenamente podía hasta que llegó a lo que estaba buscando, posó su mano sobre mí miembro y la dejó unos segundos, como buscando aprobación. Tomé la iniciativa y me olvidé de los hombros, acaricié sus pechos descaradamente sin miramientos y llegue a sus pezones, los cuales pellizque provocando un gemido en ella nada disimulado.
-Creo que te puedes quitar esto. - dijo tirando de mi bóxer.
Me levanté y lo quité bajo su atenta mirada, por supuesto estaba en plena erección y con líquido preseminal brillando en mi capullo. Me puse de rodillas a su lado, alzó su mano y la agarró, apretó y comenzó a subir y bajar despacio. Con mi mano izquierda tocaba sus pechos, los agarraba con fuerza y de vez en cuando pellizcaba mientras que la mano derecha bajaba por su vientre. Llegué al tanga e introduje mi mano comprobando una depilación perfecta, tenía tan solo una fina tira de vello. Me estiré más y pude comprobar con la palma de mi mano el calor y el flujo que emanaba. Dejé su raja entre mis dedos índice y corazón mientras subía y bajaba mi mano haciendo presión en sus labios, de vez en cuando cambiaba y era el dedo anular quien recorría la zona sin llegar a entrar, recogiendo su jugo y lubricando toda la zona con las yemas de mis dedos realizando círculos.
Ella se incorporó, bajo la mano hasta la base descapullando completamente mi pene mientras la otra se afanaba en agarrar mis huevos y acariciar mi ano. Con la punta de la lengua recorrió todo el tronco desde la base hasta el frenillo, echó saliva en mi capullo, la esparció con la lengua y se la metió entera en la boca. Lo hacía de maravilla, la sacaba, metía y saboreaba toda, con una cantidad de saliva inusual. Se chupo el dedo índice y después de jugar en la entrada de mi ano, sincronizo a la perfección la penetración con la engullida de mi polla. Denotaba una destreza abismal, enseguida alcanzó mi punto g. Agarre su cabeza con mis manos, baje y nos besamos torridamente, tuve que apartarla o de lo contrario me iba a correr ahí mismo.
He de añadir que soy conocedor de mis límites sexuales, tengo un pene que apenas alcanza los quince centímetros y en el coito apenas llegó a los diez minutos. Es por ello que he desarrollado sobremanera mis habilidades manuales y con la lengua para dar el máximo placer a mi mujer.
Coloque una almohada en su lumbar, baje suavemente el tanga y cuando salía por sus pies aproveche para lamer sus dedos. Hundí mi cabeza en su sexo, separe sus labios con mis dedos y pase la punta de mi lengua de arriba abajo, jugando con su clítoris, era delicioso, nunca había estado con una mujer que soltara tanto flujo. Mis dedos entraban con suma facilidad, los puse en forma de gancho y realizando movimientos enérgicos y succionando el clítoris conseguí que llegara al orgasmo.
Me incorporé y subí lamiendo cada centímetro de su cuerpo, la mordisqueé los pezones y besé su boca. Ella agarró mi miembro, frotó el capullo varias veces y con un movimiento se la metió entera. Ahora ya podía abandonarme al placer, tenía la sensación del deber cumplido. Bombee con todas mis ganas, a veces cuando la tenía dentro hacía movimientos circulares con mi pelvis acompañados de toda la presión que era capaz de ejercer hasta que al final acabé dentro de ella, extasiado.
La mezcla de jugos de su interior ayudó a que mi polla ya flácida saliera de ella. Permanecimos en esa posición y continuamos besándonos, acariciándonos.
-Quiero correrme otra vez, baja y haz lo que mejor sabes. -me ordenó al oído.
No dije nada, me deslice por su cuerpo hasta sus piernas y recogí con mi lengua toda la mezcla que de su interior emanaba dejándolo bien limpio.
-¿Te puedes dar la vuelta y ponerte a cuatro patas?. le pregunté.
No dijo nada y accedió, la almohada que estaba en su pelvis la dejé a la altura de su cabeza y ella interpretó la señal a la perfección posándose en ella. No quería desaprovechar la ocasión de catar su culo, es algo que mi mujer no me deja, por lo que me coloque detrás. Con mis manos abría sus nalgas todo lo que podía mientras mi lengua recorría sus dos orificios parando en su ano, intentando penetrarlo con la punta. Después de mucha saliva y jugar con el dedo decidí probar, para mi sorpresa entraba con suma facilidad, estaba claro que era habitual esta práctica en ella, además también ayudaba el hecho de que su excitación iba en aumento puesto que se estaba frotando el clítoris con la mano. Para entonces yo ya estaba empalmado otra vez pero antes decidí probar con dos dedos, más saliva y poco a poco los fui introduciendo sin problema, los dejé unos segundos quietos metidos hasta adentro y los saqué. Me agarre el miembro, lo frote por toda su vagina recogiendo todo el flujo posible, eché una buena cantidad de saliva en su orificio y apoyé el capullo. Con una ligera presión entró sin problemas, lo dejé unos instantes para que se amoldara y poco a poco fui penetrando hasta que mis huevos hicieron tope. El ritmo era suave, quería disfrutar del momento, la sacaba casi entera y cuando la metía aprovechaba para agarrar más fuerte su trasero, casi arañando su piel.
-Para un momento. -dijo mientras se separaba de mí.
-¿Ocurre algo?. -pregunté.
-No, pero quiero hacer una cosa.
Me cogió de la mano y nos dirigimos a la terraza, se apoyó en la barandilla y me ofreció su culo en pompa. Me coloque por detrás y nuevamente la volví a clavar por el mismo agujero. Esta vez no fui tan sensible, las embestidas eran más enérgicas y veloces. Agarré su pelo para acercar nuestros rostros, las lenguas se entrelazaron en un festival de saliva y gemidos, apreté ligeramente su cuello con una mano mientras que la otra le pellizcaba los pezones. Entre gemidos llegamos juntos al orgamo.
Nos besamos, se separó de mí y mientras se iba a la ducha me dijo:
-Vístete y marcha, deja alguna forma de contacto por si algún día yo o mi marido necesitamos un masaje.
Esa última parte, la del marido, me dejó descolocado. En un papel escribí mi nick de ********, es discreto y no necesitas dejar número de teléfono. Me vestí y marche por donde vine. El ascensor paró en el tercero, una vecina de su misma edad aproximadamente entró.
-Buenos días ¿bajas?. -preguntó mirándome de arriba abajo.
-Buenos días. Si.
Me preguntaba si aquella señora u otro vecino había oído los gemidos, una cosa es que nadie nos pudiera ver, pero oír...tal vez algún día salga de dudas.