8
Cada día estaba más pillado por Paula. Tener todos los días delante a aquel ángel, durante seis horas, era una puta tortura. No me había pasado nunca con ninguna tía, apenas había cruzado con ella un “hola” y poco más y aquella mañana en la que llevaba una minifalda vaquera se me hizo eterna.
Luego los cabrones de mis colegas se rieron lo que quisieron de mí en la cafetería, sobre todo Sergio.
―Joder, Adrián, córtate un poco con la rubia, que parece que en cualquier momento vas a saltar sobre ella...
Yo crucé la mirada con Elvira, en un mes ya habíamos establecido una complicidad muy especial y solo con ver su cara de “no le hagas ni caso” ya me tranquilizaba. Habíamos congeniado muy bien los cinco y éramos casi inseparables, y al salir de la cafetería vimos el anuncio de una fiesta.
―Mirad, el viernes hay fiesta de medicina, dicen que está cojonuda por ser la primera del año, habrá que ir, ¿no? ―dijo Sergio.
―Yo, por mí, sí... ―contesté.
―Vale... puede estar bien ―intervino Elvira, antes de que Pablo e Iván también confirmaran que iban a la fiesta.
―¡Pues de puta madre! ―volvió a decir Sergio abrazándonos a la vez a Elvira y a mí―. La primera fiesta de muchas de este grupo...
Al salir de la facultad Sergio me acompañó a casa, tenía curiosidad por ver dónde vivía.
―¡Guau!, ¡menudo casoplón!, ¿en serio esta es tu casa?
―Sí, tiene de todo, hasta piscina, y los dueños son muy majos, tienen una bodega abajo y me han dicho que si alguna vez queremos podemos hacer una cena...
―Jajajaja, fiesta, fiesta...
―Ehhhh... he dicho una cena, que te conozco...
―Bueno, bueno, ya hablaremos.... venga, tío, mañana nos vemos...
―Hasta mañana...
Y al entrar en casa me encontré con una sorpresa que no me esperaba. ¡Dentro estaba Lara! Mi novia, o mi ex, o... no sabía ni qué cojones era. Me quedé de piedra pues no le había dado la dirección y desde nuestro último encuentro en la discoteca le había bloqueado en el teléfono y el WhatsApp, para que no pudiera llamarme ni enviarme mensajes.
―¡Sorpresa! ―dijo ella sin mucha efusividad ante la atenta mirada de Mónica que contemplaba la escena.
―Hola, Lara, ¿qué haces aquí?
―Pues venir a ver a mi novio... ¿o no puedo?
―Eh... sí, claro, claro... pero...
―¿Te quedas a comer, Lara? ―le preguntó Mónica educadamente.
―No, no, mejor nos vamos, no queremos molestar ―respondí yo.
―¿Y ni tan siquiera me enseñas la casa? ―dijo Lara.
―Otro día...
―Venga no seas así...
―Está bien ―dije mostrándole el salón y el patio sin muchas ganas.
Luego subí a Lara a mi habitación y ella se sentó en la cama.
―¿Cómo has conseguido la dirección?
―Me la dieron tus padres, les dije que quería darte una sorpresa, ¡está genial la habitación!, ven aquí ―susurró en bajito dando un par de golpes con la mano para que me pusiera a su lado.
―Lara, no deberías haber venido... sin avisar...
―¿No te ha gustado la sorpresa? ―dijo intentando besarme.
―No, para...
―¿Por qué?, habrá que estrenar la cama... ―murmuró apoyando la mano en mi paquete.
―No, Lara...
―¿Ah, no?, ¿y por qué la tienes tan dura?
Siempre me hacía lo mismo, y cada vez me daba más rabia la relación que tenía con ella. Después de tantos años no la soportaba, pero teníamos una atracción sexual muy fuerte, y Lara jugaba con eso para no dejarme escapar. Dejé que me sobara por encima del pantalón y cuando me quise dar cuenta se estaba inclinando sobre mí y me había sacado la polla para hacerme una mamada.
Pero en cuanto sentí su boca envolviéndome la verga aparté a Lara con brusquedad, y me la guardé otra vez en el calzón.
―No, Lara, no podemos seguir así...
―¿Así, cómo?
―Pues así, como estamos, esta relación no tiene ningún sentido...
―¡Eres un cabrón!, ¿te crees que puedes jugar conmigo?, ¿otra vez lo quieres dejar?
―¿Que yo juego contigo?... no quiero dejar nada, porque no hay nada entre nosotros, hemos cortado hace tiempo, pensé que te ibas a dar por aludida cuando te he bloqueado en el teléfono...
―Pues bien que me follaste en la discoteca para haber cortado...
―¡Eso no cuenta, iba borracho!
―¿Qué pasa?, ¿ya te estás follando a alguna guarra universitaria? ¿o te estás tirando a la casera?
―Anda deja de decir tonterías... mira, Lara, esto se acabó definitivamente, no teníamos que habernos acostado la última vez, pero no va a volver a pasar nada entre nosotros, así que te pediría que te marcharas y que no volvieras nunca...
―Ya me buscarás cuando estés en el pueblo ―dijo poniéndose de pie muy enfadada―. Acuérdate de estas palabras...
―Deja que te acompañe a la estación de autobuses, al menos...
―¡No quiero que vengas conmigo!, y no hace falta que me acompañes, ya sé dónde está la puerta...
Me dejó sentado en la cama y escuché cómo bajaba por las escaleras del chalet. Se fue sin despedirse de Mónica y Fernando y respiré aliviado cuando me quedé solo. La escena había sido muy tensa, pero al menos había cerrado el capítulo con Lara para siempre.
Ya estaban terminando de comer mis caseros cuando entré en la cocina.
―¿Todo bien? ―me preguntó Mónica.
―Sí, sí, perdonad porque haya venido esta chica... no tenía ni idea.
―Ya te hemos visto la cara, bueno, siéntate, que te caliento la sopa, hoy tenemos el primer cocido del año...
―Muchas gracias, Mónica.
Al terminar de comer y ayudar a recoger la mesa me subí a la habitación, eché una pequeña siesta y luego me levanté a estudiar un rato. Sobre las seis de la tarde terminé y me entraron ganas de darme un baño para desconectar, bajé al salón con el bañador, una sudadera y la toalla y estaba Mónica recogiendo los apuntes, también había finalizado de estudiar, y estaba dejando preparada la parte que iba a repasar al día siguiente.
―Hola, Adrián, ¿vas a pegarte un chapuzón?
―Sí, creo que hoy lo necesito...
―Yo he terminado, si necesitas hablar, o lo que sea, puedes hacerlo conmigo con total confianza...
Me senté en una silla y Mónica entendió que tenía ganas de confesarme, por lo que ella se puso a mi lado atenta a lo que tenía que decir. Los estudios me iban bien, intentaba estudiar todas las tardes para llevarlo al día, pero necesitaba hablar de Lara y echarlo todo fuera para sacarla definitivamente de mi vida.
Después de un mes tenía cierta confianza con Mónica, comíamos juntos todos los días y más de una tarde hacía yoga con ella. Me seguía excitando una barbaridad, pero sabía controlarme cuando estaba a su lado, aparentando una tranquilidad que no tenía. Aquella mujer no solo me daba mucho morbo, también me imponía cierto respeto, aunque para ella yo solo era un crío y me trataba casi como si fuera su hijo. Y me fui soltando y le conté mi relación con Lara, que llevábamos juntos desde los quince años, las veces que lo habíamos dejado y habíamos vuelto, las broncas que teníamos. Le conté absolutamente todo y Mónica me iba dando su opinión de manera muy comprensiva.
―Creo que has hecho bien, desde fuera parece una relación bastante tóxica, y ahora que has empezado la universidad has querido poner punto y final, has actuado perfecto.
―Pues, muchas gracias, me ha venido muy bien soltarte este rollo, mis colegas a los cinco minutos ya me estarían vacilando si les cuento esto...
―No hay de qué...
Había otra cosa que me preocupaba mucho desde hacía unos días y no me atrevía a comentarlo con Mónica y Fernando, pero esa tarde, después de contarle lo de Lara se lo quise decir para no estarle dando vueltas al asunto.
―Ah, hay otra cosa que... bueno... no sé cómo...
―¿Qué pasa, Adrián?
―Es por lo de Fernando, lo de su trabajo, estoy un poco preocupado... supongo que ahora que ha encontrado trabajo... quizás...
―Nada, tranquilo, ya sé lo que quieres decir, no tienes por qué preocuparte, la semana que viene empieza a trabajar en Madrid y lo hemos estado hablando, estamos encantados de que estés aquí, y además, Fernando también se queda mucho más tranquilo cuando se vaya, dice que así no me quedo sola por la noche, no es que sea una ciudad donde se produzcan muchos robos, pero nunca se sabe... en ese aspecto no lo des más vueltas, vamos a cumplir el año de contrato, hasta septiembre del año que viene esta es tu casa...
―Ufffff, no sabes el peso que me quitas de encima... llevaba unos días preocupado...
―Pues nos lo comentas y ya está, ¿ves qué fácil ha sido solucionarlo?
―Muchas gracias, Mónica, entre esto y lo de Lara me he quedado...
―Me alegro, hoy vas a dormir de maravilla, jajajaja.
―Sí, jajaja, muchas gracias de nuevo, la verdad es que os estáis portando muy bien...
―Lo mismo te digo, y bueno, si no tienes nada más que decirme, voy a hacer yoga, por lo que veo hoy no me acompañas...
―Pues con ganas me quedo, estoy muy bien contigo, pero también me apetece bañarme, no sé qué hacer...
―Baja a la piscina, hoy te doy permiso, jajaja.
―Gracias, mañana sin falta me apunto a esa clase de yoga.
―Hecho.
Mónica tenía razón, me había quitado un buen peso de encima, eliminar esas dos preocupaciones de golpe me había supuesto un buen alivio. Primero, mi ex novia, Lara, con la que había terminado definitivamente y luego la charla con Mónica en la que me aseguró mi habitación hasta final de curso.
Completamente relajado me metí en la piscina con su agua calentita, era una gozada, hice varios largos buceando y después me quedé tumbado boca arriba sin pensar en nada. Estuve casi una hora metido hasta que subí a pegarme una ducha y preparar lo que necesitaba para el día siguiente en la universidad.
Antes de bajar encendí el portátil y entré en el ********, tenía muchas ganas de agregar a Mónica, para ver su perfil, pero no me atrevía, así que estuve entretenido cotilleando a los compañeros de clase, en especial a Elvira. No tenía muchas fotos, pero en varias salía bien escotada y con unas tetas de impresión.
Me resultaba especialmente enigmática, no hablaba mucho y siempre tenía esa mirada como si adivinara lo que estabas pensando. En su perfil no parecía que tuviera novio, o por lo menos no había colgado ninguna foto en la que estuviera con un chico, pero tampoco le di la mayor importancia.
A las ocho entré en la cocina para ayudar a Mónica a preparar la cena, estaba de espaldas con una sudadera gris con capucha y unas mallas blancas con las que había hecho yoga. Se le marcaba un tanguita negro debajo y me pareció increíble como lucía su tremendo pandero. Daban ganas de acercarse a ella y soltarle un azotazo que resonara en toda la cocina.
―¿Te puedo echar una mano?
―Sí, vete poniendo la mesa...
Desde que anochecía pronto cenábamos allí mismo y puse tres platos y llené los vasos de agua.
―Venga, Fernando, ya está la cena... ―dijo llamando a su marido―. Hoy tenemos huevos fritos y un poco de ensalada...
―Fenomenal, ¡me encantan los huevos! ―exclamé yo.
Durante la cena estuvimos hablando un poco de cómo me iba en la universidad y también del nuevo trabajo de Fernando. Me relamí de los ricos que estaban los huevos y por la posibilidad de estar a solas con Mónica durante tantos meses. Solo de pensarlo se me hacía la boca agua.
Vivir en el chalet con aquella mujer era una fantasía grandiosa para un chiquillo de 18 años y mi mente iba a mil.
Cuando terminamos de cenar Mónica nos dijo que se iba a bañar en la piscina y nos quedamos recogiendo Fernando y yo, como todos los días. Después fui a la habitación y me tumbé en la cama, tenía que descargar la tensión acumulada de todo el día. Encendí el portátil y estuve viendo algún video porno mientras me masturbaba, luego me acordé de Mónica y su culo blanco embutido en las mallas deportivas, me había encantado el detalle de su tanguita. Tenía que ser espectacular disfrutar de esos glúteos, era para meter la cabeza ahí y no sacarla durante horas.
Abrí el ******** y ya con un buen calentón encima me decidí, para no ser muy descarado les envié una solicitud de amistad a los dos, tanto a Fernando como a Mónica. ¡Qué ganas tenía de cotillear en el perfil de Mónica y guardar sus fotos para masturbarme con ellas! Ya solo tenía que esperar que me aceptara.
Y con la imagen de su culo en la cabeza llegué al orgasmo antes de quedarme dormido.
Al día siguiente era la fiesta de medicina y quedamos por la noche en una carpa que habían montado al lado de facultad. En cuanto llegamos los cinco pagamos la entrada y pasamos dentro. De primeras me quedé impresionado, nunca había visto nada parecido. Miles de jóvenes de mi edad, buena música y cachis de alcohol que corrían como si fuera agua. Había unas barras metálicas a los lados y pusimos bote para acercarnos a pedir Sergio y yo.
―Joder, ¿has visto cómo viene hoy Elvira? ―me preguntó.
Es verdad que con la emoción de la fiesta, casi ni me había fijado en ella, pero llamaba la atención entre la multitud. Llevaba un vestido blanco corto, con medias de rejilla y unas botas militares. Se había puesto encima una cazadora corta de cuero bien abierta para que se le viera el poderoso escote que lucía.
―Sí, está muy guapa...
―Hoy cae fijo, se nota mucho que está por ti... ―me dijo Sergio.
Me quedé un poco extrañado de su afirmación pues yo no me había fijado en que había despertado ningún tipo interés en nuestra amiga. De hecho, para ser sincero, pensaba que Elvira era lesbiana, por muchas cosas, por sus gestos, su manera de vestir, por estar siempre rodeada de chicazos, aunque no le quise decir nada a Sergio. Me parecía atractiva, era reservada y esa mirada de gata acojonaba bastante, también los tatuajes le daban un aire muy salvaje y todo ello hacían un conjunto ciertamente enigmático.
De momento, la veía como a una amiga, pero las palabras de Sergio cambiaron mi percepción de Elvira. Aquella noche me fijé más en ella y notaba cómo Elvira también estaba continuamente pendiente de mí. A ver si Sergio iba a tener razón o era una simple paja mental que me estaba montando a medida que me iba emborrachando.
En la fiesta nos lo pasamos increíble, bailando, riendo y bebiendo sin parar. Hasta Iván, el más tímido, nos sorprendió cuando entró a varias chicas hasta que terminó enrollándose con una de ellas.
―Mira el Iván, menudo fenómeno, con lo calladito que era... ―dijo Sergio viendo como nuestro amigo se morreaba con una estudiante de la facultad de filosofía y letras.
Cuando apagaron la música de la carpa dijeron que la fiesta continuaba en una zona de copas en la que habían reservado varios bares. Yo ya iba bastante pedo y aunque no era muy tarde, sobre las dos de la mañana, no me hubiera importado irme para casa.
―De eso nada ―me dijeron casi al unísono Sergio y Elvira tirando de mí.
Dejamos a Iván que se perdió con su nueva amiga y continuamos de marcha los cuatro del grupo que quedábamos. Después ya no lo pasamos tan bien, en el trayecto entre la carpa y los bares se nos pasó un poco la euforia y luego nos costó recuperar el ritmo, pero a las seis de la mañana llevaba ya un ciego que no sabía ni dónde estaba. A Pablo y a Sergio se les notaba menos, pero la pobre Elvira con su vestido blanco también iba fina, incluso se le habían roto las medias de rejilla y parecía una fulana.
―Yo me voy ya chicos... ―nos dijo saliendo del bar tambaleándose.
―¿Vas a coger un taxi?, espera que te acompaño ―le dije a ella.
―No, creo que voy a ir andando, así se me baja un poco el alcohol...
―¿Cómo vas a ir sola a casa a estas horas?, es muy tarde... bueno, chicos, me voy a ir con Elvira, no quiero que se vaya sola y menos en ese estado...
―Anda, que vas tú bueno... ―me dijo Sergio que se acababa de pedir otra copa junto con Pablo―. Pasadlo bien, jajaja... y mañana quedamos, ehhh...
Salimos a la calle y entre la borrachera que llevaba, que no conocía todavía muy bien la ciudad y que no sabía muy bien dónde estaba, le ofrecí a Elvira acompañarla hasta casa.
―No hace falta, Adrián... de verdad que no, tampoco vivo muy lejos...
―Bueno, da igual, así me despejo un poco yo también...
Por el camino de vuelta fuimos hablando de lo bien que nos lo habíamos pasado, Elvira se abrochó la cazadora e iba con los brazos cruzados muerta de frío. Menuda nochecita me había dado la cabrona, me había sido inevitable fijarme en sus tetas, era increíble cómo se le bamboleaban mientras bailaba o saltaba cómo una loca cuando pusieron una canción de Nirvana. Yo creo que fue la primera noche que la vi con una connotación sexual y no en plan amistad.
Media hora más tarde la dejé a la puerta de su casa, nos despedimos con dos besos y yo luego tenía otros veinte minutos hasta el chalet de Mónica y Fernando. Abrí intentando no hacer mucho ruido, pero al pasar vi luz en el salón. Me fijé en la hora y eran las 7:15, Mónica ya debía estar estudiando.
Asomé la cabeza y ella se me quedó mirando.
―Buenas noches... o buenos días...
―Buenos días ―dijo ella en voy muy bajita.
―Creo que me voy a la cama... ―respondí lo más serio posible para que no se me notaba mucho la borrachera.
―¡Que descanses!
Subí las escaleras a duras penas, me quité la ropa y me puse el pijama para meterme en la cama. Estuve echando una ojeada al móvil antes de dormirme, pero me costaba, porque una vez me había tumbado todo me daba vueltas. Entonces entré en el ******** y vi que Mónica había aceptado mi solicitud de amistad.
Debería haber esperado al día siguiente, pero la impaciencia me pudo y entré en su perfil a fisgonear un poco. No estaba nada mal, tenía casi 200 fotos y algunas eran muy buenas, aunque era antiguas, pues en los últimos dos años no había subido ninguna. Aun así, no me importó, incluso tenía un par de ellas en biquini, que a pesar de la borrachera hizo que me empalmara. A duras penas, me senté en la cama y me saqué la polla mirando su foto, tres minutos más tarde me corrí a lo bestia por el suelo con unos chorros de semen que salieron disparados casi dos metros.
Estaba tan cansado que ni me molesté en limpiarlo y una vez que me había corrido me dejé caer en la cama para quedarme dormido.
Sobre las dos de la tarde escuché que llamaban tímidamente a la puerta, era Fernando.
―Adrián, ¿estás bien? ―le escuché que me preguntaba desde fuera.
Me levanté de la cama somnoliento y abrí la puerta.
―Sí, estoy bien, me he quedado dormido, ahora bajo a comer... ―dije con un dolor de cabeza que casi no me mantenía de pie.
―Que dice Mónica que no te preocupes, te deja la comida preparada y cuando quieras la calientas, nosotros nos vamos a ir...
―Vale... gracias... ―y me volví a la cama despertándome a las cinco de la tarde con un hambre voraz.
Pegué un salto y levanté la esterilla de la ventana abuhardillada para que entrara luz en la habitación. Estaba todo hecho un asco y olía a rayos, una mezcla de alcohol, sudor y semen. Todavía había pegotes por el suelo, y me acordé de lo que había hecho por la noche. Lo primero que hice antes de bajar a comer fue recoger todo, hacer la cama, limpiar el polvo y pegarle una buena fregada al suelo.
Después comí yo solo en la cocina una fabulosa merluza en salsa con gambas que había preparado Mónica, estaba exquisita y hasta el pan me habían comprado. Me tomé un ibuprofeno y en una hora ya estaba recuperado. Y falta me hacía porque Sergio estaba muy pesado en el grupo de WhastApp que habíamos creado, que se llamaba “Elvi y los cuatro fantásticos”, para volver a salir por la noche. También me había mandado un mensaje privado.
Sergio 13:47
¿Qué tal con Elvira, cabrón?, ¿te dejó tocar esas tetazas?, jajaja...
No le quise ni contestar, no tenía ganas, lo que sí me apetecía era pegarme un baño en la piscina. A media tarde bajé y me metí en el agua. Estaba en la gloria disfrutando del chalet para mí solo. Estaba tan a gusto que no me había ni acordado de volver a revisar el perfil de ******** de Mónica, por la noche, a pesar de ir borracho, me había excitado un montón ver sus fotos y cuando saliera del agua pensaba hacerme otra paja.
Pensando esas cosas reconozco que tuve una erección bajo el agua y sin pensármelo dos veces me quité el bañador y lo dejé en la orilla. No sabía por qué, pero me ponía muy cachondo estar desnudo dentro de la piscina, supongo que sería el morbo de que me pudieran sorprender o era por imaginar qué pensaría Mónica si me pillara así en su espacio particular para relajarse.
Estuve nadando unos minutos así, zambulléndome en el agua, e incluso me di la vuelta tumbándome boca arriba con los ojos cerrados en la piscina con toda la polla fuera. Aunque sabía que no había nadie en casa me daba mucho morbo la situación y cuando salí del agua estaba mucho más caliente que al entrar.
Y ya que estaba así, pensé para mí, ¿y por qué pasearme en pelotas también por la casa? Tampoco sabía a qué hora iban regresar Mónica y Fernando, o dónde habían ido, lo mismo habían salido a comprar y ya estaban de vuelta, pero aun así me arriesgué y con la toalla al hombro y el bañador de la mano entré al salón completamente desnudo.
Despacio, subí la escalera, por suerte, no había nadie, por curiosidad empujé despacio la puerta de la habitación de mis caseros y me quedé mirando la cama. “¿Cuántas veces habrá follado ahí Mónica?”, pensé para mí. No me atreví a entrar, tenía las chanclas algo húmedas y podía dejar huella, pero me apetecía hacerlo. Subí rápido a mi cuarto y me puse solamente unos calcetines para volver a bajar a la habitación de Mónica y Fernando.
Esta vez sí entré, quería ver cómo era por dentro, qué tenían en la mesilla, saber algo más de ellos. Fernando tenía un ebook, una botella de agua y unos cascos de música, no me costó deducir que ese era su lado. En el otro extremo solo había un libro, El jardín olvidado de Kate Morton. Supuse que en los cajones estaría su ropa interior, pero no me pareció bien abrirlos, no quería invadir su intimidad tanto, al menos de esa manera.
Entré en su baño, yo seguía desnudo, empalmado, nervioso y tan solo llevaba unos calcetines blancos puestos. En ese momento no caí en la cuenta de lo que hubiera pasado si me hubieran pillado así, tenían un cesto de la ropa sucia y en una balda estaban colocados los perfumes y los desodorantes de los dos. Cogí la colonia de Mónica y me eché muy poquito en la muñeca, luego aspiré y mmmmm, me invadió su olor que me llegó hasta el cerebro.
Solamente con eso, la polla me palpitó literalmente. Cerré los ojos recreándome en ese aroma y de pie, sobre la taza, comencé a menearme la polla, no tenía ninguna intención de correrme, pero me daba placer morbo masturbarme en su baño. Tenía una muñeca apoyada en la nariz y con la otra me la sacudía muy despacio.
Era una sensación maravillosa, incrementada además, con los nervios y el peligro de que pudieran pillarme así.
No me quise arriesgar más, dejé todo como estaba y subí a mi habitación. Veinte minutos más tarde escuché que se abrí la puerta de casa. Ya estaban de vuelta.
Solo de pensar que podrían haberme pillado hizo que me excitara todavía más. Bajé a la cocina para saludarlos y agradecerle a Mónica el detalle de que me hubiera dejado la comida hecha. Aunque no era más que una excusa para poder verla. Estaba de espaldas en la cocina, con un pantalón ajustado vaquero y me quedé mirando su culo antes de decirle.
―Hola, muchas gracias, Mónica por la merluza, estaba buenísima...
―Me alegro que te haya gustado, eso es que te has levantado con hambre, esta mañana venías contento...
―Sí, creo que anoche nos pasamos un poco, pero ya me he recuperado, y hoy volvemos a salir...
―Me encanta como recuperan estos chicos, recuerdo la última borrachera que me cogí hace un par de años que estuve una semana hecho unos zorros ―dijo Fernando entrando en la cocina.
―Bueno, pues voy a subir a prepararme, que hemos quedado...
―¿Cenas con nosotros? ―me preguntó Mónica.
―No, vamos a ir a un burguer, creo... no contéis conmigo esta noche...
―Vale, pásalo muy bien...
Me subí de nuevo a la habitación, todavía tenía un rato antes de salir. Me recosté en la cama y encendí el portátil, tenía ganas de echarle una ojeada a las fotos de Mónica, antes que nada las copié todas en una carpeta y luego las fui viendo una por una, despacio, recreándome.
Mentiría si dijera que no me toqué mientras las veía, pero es que era superior a mis fuerzas, era ver las fotos de Mónica y ponerme cachondo automáticamente. No es que fueran especialmente sensuales o eróticas, había unas de un viaje a New York donde apenas se la veía nada, otras montando en bici, cuatro en la playa en biquini, haciendo deporte, de fiesta con amigos, otras de un viaje a Dubái, me gustaba ver la ropa que llevaba puesta, se notaba que tenía mucha clase y que sabía lucir perfectamente sus curvas.
Tampoco estuve mucho tiempo, si seguía tocándome me iba a correr y quería reservarme para después, el alcohol me ponía muy cerdo y me gustaba correrme cuando volvía de fiesta. Era una costumbre que tenía desde que empecé a salir en el pueblo a los quince años.
Sobre las nueve habíamos quedado para cenar en un burguer, llegamos puntuales los cinco y lo primero que hicimos fue vacilar un poco a Iván, que volvía a ser el tímido de siempre.
―Joder con el calladito, qué bien te lo pasaste ayer... ¿has vuelto a quedar hoy con la chica? ―le preguntó Sergio.
―No, paso, yo no le dije nada y ella tampoco, así que nada... fue un rollo y ya está...
―Pero, ¿la conocías de algo?
―No, nunca la había visto...
―Y... ¿no te gustaba o...?
―Bueno, dejad ya el interrogatorio ―dijo Elvira, sacando del apuro al pobre Iván ante el interrogatorio de Sergio.
Me fijé en Elvira, no iba tan guapa como la noche pasada, pero tampoco estaba nada mal, se había puesto unos pantalones y botas militares con un top plateado y brillante, que no sé si pegaban mucho, pero a ella le quedaba genial. Muy de su estilo.
Cuando terminamos de cenar Sergio nos llevó a una bodeguilla dónde solía ir él y sacó un juego, que se llamaba el Ocalimocho, era tipo oca, pero en cada casilla prácticamente tenías que beber o mandar a alguien. Luego jugamos a otras cosas, Sergio era un experto y nos enseñó un buen repertorio, el rey del tres, la línea...
En algún juego tenías que mandar beber a alguien y tengo que reconocer que nos ensañamos un poco con Elvira, pero tenía buen aguante la cabrona y a pesar de ser la que más había bebido, cuando salimos de la bodeguilla era la que mejor iba. Luego fuimos a un par de bares a bailar y probar algún chupito raro, que nos acabó de rematar.
Ya solo nos quedaba ir a la discoteca, a sudar todo el alcohol, entramos en El Jardín del Edén y tenía dos plantas, una con música más comercial y la parte de abajo, más oscura, con dance muy repetitivo. Estuve hablando un rato con Elvira y me agradeció que la hubiera acompañado a casa la noche anterior.
Mientras charlaba con ella, cada vez más pegados y animados, el resto de colegas no paraba de hacer el tonto, simulando abrazarse y dándose besitos mientras miraban hacia nosotros. Casi sin querer la vista se me fue a su escote y Elvira se dio cuenta, estábamos muy a gusto y en ese momento me hubiera gustado que estuviéramos a solas sin los compañeros haciendo el capullo detrás de nosotros.
Decidimos bajar a la planta baja, Iván era un gran apasionado de la música dance y al resto no nos importaba, a mí un rato me gustaba el chunda chunda, pero mucho tiempo me ponía la cabeza a mil. Pero me dio igual la música sonando a todo trapo o el alcohol que llevábamos encima, cuando Elvira se puso a bailar casi pegada a mí.
De vez en cuando nos decíamos algo para acercarnos el uno al otro y luego seguíamos dando botes y desfasando. Veinte minutos más tarde Elvira dijo que se subía arriba, que ya no soportaba más esa música y yo me fui con ella. Ahora estábamos solos y nos pusimos en un lado de la sala, sin nadie que nos molestara.
Estuvimos hablando otro poco, cada vez más pegados, Elvira me sorprendió varias veces mirando su escote, pero sinceramente, no me importó. Tenía buenas tetas y se ponía ese tipo de prendas para lucirlas, entonces me fijé en el piercing que tenía en los labios.
―¿Y no te molesta para comer? ―dije rozándoselo con el dedo.
―No, ya no, cuando te acostumbras es como si no lo llevaras...
―Te queda muy bien...
―Gracias.
Y me quedé mirando directamente a su boca y ella a la mía y despacio nos acercamos para tocarnos los labios, lo primero que hice fue atrapar su piercing entre mis labios, me gustó esa sensación metálica y fría, pero Elvira era muy salvaje y enseguida me metió la lengua en la boca para comenzar a morrearnos mientras el resto de la gente no dejaba de bailar a nuestro alrededor.
Bajé las manos para tocar su delgado culo y después las subí para acariciar esas tetazas por encima de su top plateado. Llevaba tanto tiempo fantaseando con esos pechos que me hubiera gustado meterlas por debajo para tocárselas directamente, pero me pareció demasiado fuerte para hacerlo en medio de la discoteca.
Elvira se pegó a mí notando la tremenda empalmada que llevaba, se movía cómo una serpiente frotando su coño contra mi paquete mientras me acariciaba el pelo y me besaba de forma agresiva, incluso mordiéndome los labios un par de veces, hasta llegar a hacerme daño.
―¿Vamos fuera? ―me dijo.
―Sí, claro...
Ella salió delante de mí agarrándome de la mano y subimos las escaleras para salir de El Jardín del Edén, dejando al resto de colegas dentro. Tampoco nos fuimos muy lejos, cruzamos la calle y nos apoyamos un coche para seguir morreándonos allí. De vez en cuando ella me sacaba la lengua de la boca para comerme el cuello y la oreja, mordisqueándome el lóbulo también. Yo no podía tocar ya sus tetas, pues Elvira se había puesto la cazadora, pero ella sí bajó la mano y me acarició la polla por encima del pantalón, entonces, sin que yo me lo esperara tiró con fuerza abriendo todos los botones de mi bragueta y metió la mano dentro para acariciarme la polla con la palma por encima del calzón.
Acojonado, miré hacia los lados, de vez en cuando pasaba alguien, pero a Elvira le daba igual, me sacó la polla y comenzó a pajearme intentando ocultar lo que hacía con mi cazadora y su cuerpo.
La cabrona movía la mano despacio por toda la longitud de mi verga, consiguiendo que todavía se me pusiera más dura. Me miraba fijamente con sus ojos de gata, separados solamente a unos veinte centímetros y ponía cara de zorra sin dejar de mover la mano ahí abajo.
―¿Vamos a otro sitio más tranquilo? ―le pedí.
―Me parece bien, ¿dónde quieres ir?...
―No sé, ufff, hace mucho frío... y yo no vivo muy lejos de aquí ―dije a ver si había suerte.
―Vale, vamos... espera que voy a mandar un mensaje a mi madre, para que no se preocupe...
El chalet de Mónica y Fernando estaba a unos diez minutos de la discoteca y despacio fuimos andando hasta allí. Nosotros tardamos un poco más en llegar, porque cada poco nos íbamos parando para besarnos. Cuando salimos del bullicio entramos en una calle más tranquila por donde no pasaba nadie, apoyados en otro coche Elvira volvió a sacarme la polla y me la estuvo meneando un rato sin dejar de comernos la boca.
Entramos en silencio al chalet y subimos a mi habitación intentando hacer el menor ruido posible.
Yo cerré la puerta de mi habitación para que no nos escucharan, pero a las seis de la mañana no sé si eso iba a ser posible.
―¡Es muy chula tu habitación! ―dijo Elvira sentándose en mi cama mientras se bajaba la cremallera de sus botas militares―. Ven aquí...
Me puse a su lado y comenzamos a besarnos de nuevo, enseguida nos tumbamos y yo me froté contra ella como si estuviéramos follando en un misionero. Elvira se quitó el top quedándose en sujetador y yo intenté bajar sus pantalones para dejarla en braguitas. Me gustó el detalle que fueran de Mini Mouse. Elvira era la caña, con esas pedazo de tetas, su brazo derecho tatuado entero y varios tatoos pequeñitos por el resto del cuerpo, con su pinta de gata salvaje y esas braguitas infantiles.
Ella también me desabrochó el pantalón, pero yo me quité la ropa, desnudándome por completo. Y por fin acaricié sus tetazas lanzándome a por ellas y metiendo la cabeza entre aquellas mamas calientes. Pasé las manos por su espalda para desabrocharle el sujetador y dejarla desnuda de cintura para arriba.
Me quedé unos segundos mirando sus tetas, eran realmente impresionantes, tenía unas areolas súper grandes de color clarito y en el pecho izquierdo llevaba un piercing atravesado en el pezón de por lo menos dos centímetros. Eso sí que no me lo esperaba. Me lancé a por el pecho donde tenía el piercing y le estuve comiendo las tetas tres minutos. Podría haber estado toda la noche, pero Elvira tenía prisa porque se la metiera y ella misma se bajó las braguitas abriéndose de piernas.
―Ponte un condón...
Tuve que salir de la cama y buscar un preservativo en la mesilla. Una vez que lo tenía colocado en la polla volví a ponerme sobre ella y de una sola embestida se la metí hasta los huevos. En cuanto se la clavé Elvira pareció volverse loca y sacaba las caderas buscando sincronizar las embestidas con sus movimientos. Además, me guiaba y marcaba el ritmo con las manos en mi culo, e incluso me llegó a clavar las uñas en los glúteos haciéndome daño.
Nunca había estado con una tía tan cañera como Elvira que gemía exageradamente alto.
―Shhhhhh, calla, baja un poco la voz...
―¡¡Fóllame más fuerte!!, asííí... mmmmm... muérdeme el hombro, vamossss... ―jadeó sin hacerme ni puto caso.
Yo clavé los dientes en su clavícula, pero ella me arañó el culo rasgando hacia arriba y haciéndome un poco de sangre.
―¡Más fuerte, joder!, muérdeme más fuerte...
Cerré la boca haciendo presión y aquello pareció que le encantaba, porque se puso a gemir como una loca corriéndose por primera vez sin dejar de sacar sus caderas hacia fuera. Yo estaba acojonado, seguro que ya habíamos despertado a Fernando y Mónica, porque menudo escándalo estaba montando Elvira.
Después del orgasmo se tranquilizó unos segundos y me dio un beso en la boca dejándome seco, luego me apartó con brusquedad y se puso a cuatro patas. Vi cómo se metía la mano entre las piernas, acariciándose el coño a la vez que me ofrecía su delgado culo. En esa postura las tetas le colgaban como a una cerda y los pezones se le habían puesto tan duros que ella se abrió bien de piernas para rozarse con ellos contra las sábanas.
Me puse de rodillas detrás de ella y se la metí de nuevo. A mí me gustaban los culos más redondos y potentes, como el de Paula, o incluso más grandes, como el de Mónica, pero tenía que reconocer que el de Elvira no estaba nada mal, era pequeñito, pero muy buen puesto. Y comencé a follarla en esa postura, yo no es que fuera ningún portento en la cama, pero físicamente estaba a tope, y debido al alcohol no tenía ninguna prisa en correrme, así que le pegué una follada de impresión.
Hice que sus tetas se bambolearan delante y atrás, y ella gozaba con el roce de sus pezones contra las sábanas, pero Elvira quería más. Aquello era poco para sus gustos. Se giró mientras se la metía y me ordenó.
―¡Dame azotes en el culo!
Me quedé paralizado, con Lara no había hecho nada parecido y no supe reaccionar.
―¡Venga, dame en el culo!
Yo solté una pequeña cachetada en su nalga derecha, pero le debió parecer ridículo y ella misma se azotó el culo con fuerza para mostrarme cómo lo debía hacer.
―¡¡Dame así, joder!!
Con miedo le solté un golpe fuerte, pero aquello pareció que le encantaba.
―¡¡Mmmmm, sííííí!!, sigue, sigueee... más, másssssss...
Mientras me la seguía follando comencé a azotar su culo. Elvira era de piel muy blanca y enseguida se la pusieron muy rojos los glúteos, sin embargo, cada vez chillaba más alto, ya me daba igual si había despertado a Mónica y Fernando, la cama crujía a un ritmo frenético y los gemidos de Elvira los debía haber escuchado todo el vecindario cuando se corrió por segunda vez mientras yo seguía castigando sin piedad su pequeño culo.
Pero yo no le di ni un poco de tregua y seguí embistiéndola como un loco hasta que por fin descargué sin sacar la polla de su interior. Elvira se tumbó boca abajo y yo con las pulsaciones a mil me dejé caer en su espalda besando su hombro tatuado.
―Ufffff, ¡eres una salvaje! ―dije rodando hacia un lado y quitándome el preservativo para lanzarlo al suelo―. ¿Te quedas a dormir?
―Sí, vale, ahora no me apetece mucho irme para casa...
Y desnudos nos metimos en la cama, quedándonos dormidos unas seis horas, eso sí, cada uno en su lado, no en plan parejita.
10
Cuando me desperté me quedé mirando a Elvira, seguía dormida y su cara transmitía serenidad. No voy a decir que me arrepintiera de haberme acostado con ella, porque me lo había pasado muy bien, pero no quería nada serio, acababa de salir de una relación muy tóxica y además estaba muy pillado por Paula.
Antes de que se despertara salí de la cama, desnudos como estábamos, si ella abría los ojos y me buscaba, seguramente acabaríamos follando otra vez, pues no creo que hubiera podido resistirme teniendo a una chica como Elvira a mi lado. Me puse un pantalón, una camiseta y despacio salí de la habitación.
Me iba a tocar disculparme con Mónica y Fernando por el escándalo que habíamos montado por la noche, pero al bajar a la cocina ellos no estaban. Me habían dejado una nota en la encimera.
Adrián, hemos salido de excursión, hasta la tarde no volvemos, te hemos dejado una tortilla de patata y tienes pechugas en el frigo por si quieres comer.
No podían ser tan buena gente y tratarme mejor de lo que lo hacían. Si es que estaban en todo. La primera idea que se me pasó por la cabeza fue invitar a Elvira para que se quedara conmigo, aunque prefería que no lo hiciera para estar todo el día solo en casa.
Tampoco se lo tuve que decir, cuando volví a la habitación Elvira ya se había levantado y se estaba terminando de vestir. Tan solo le quedaba atarse sus botas militares.
―Buenos días... ―me dijo.
―Hola, ¿qué tal has pasado la noche?
―Muy bien, he dormido de maravilla, pero tengo que irme ya o mi madre me va a matar ―dijo cogiendo el bolso apresuradamente―. Voy al baño un momento...
―Claro, lo que quieras, estás en tu casa...
Ella bajó a mi baño y yo la esperé en el salón. A los cinco minutos escuché sus botas por la escalera y apareció Elvira, se había mojado un poco el pelo y se había lavado la cara.
―Vaya casa, está muy bien...
―Cuando quieras puedes venir... si te apetece pasarte a estudiar alguna tarde...
―Pues no te diría que no, algunas veces me gusta estudiar fuera y la biblioteca no es que me llame mucho.
―Ya has visto que la mesa de estudio es grande, así que el día que quieras venir, por mí encantado, mira, ven, que te enseño la casa...
Abrí la puerta que bajaba a la bodega y le mostré lo que había allí.
―El día que queráis hacemos una cena, Mónica y Fernando me han dicho que puedo traer gente cuando quiera...
―El sitio es una pasada... pues cuando digas...
―Espera, espera, que no has visto lo mejor ―dije llevándola al otro lado.
―¡Hostia, pero si tienen piscina y todo! ¡Qué gozada!
―Y está el agua a buena temperatura, cuando vengas a estudiar trae un bañador y nos metemos, yo me baño casi todos los días...
―Vale, te tomo la palabra... en serio, bueno, Adrián, me tengo que ir ya...
Acompañé a Elvira hasta la puerta y ella se inclinó hacia mí para darme un único beso de despedida entre la mejilla y los labios.
―Mañana te veo en la uni...
―Ciao...
Otra vez solo en casa, tenía un mensaje de WhasApp de Sergio y una llamada perdida de él, pero no me apetecía contestar. Hacía un día fresco, pero muy soleado, así que salí al patio en chándal y gafas de sol. Abrí una Coca-Cola fresquita y me tumbé en una de las hamacas que había en el jardín mientras escuchaba música con los cascos.
¡Qué gozada!
Debí estar por lo menos una hora, al final me tuve que quitar porque me picaba ya la cara debido al sol. Tal y como estaba me bajé a la piscina, y sabiendo que estaba solo me quedé desnudo y me metí en el agua. Le estaba empezando a coger el gustillo a lo de bañarme en pelotas. Además, me daba mucho morbo, no sabía por qué, pero era entrar en la zona de la piscina, oler el cloro del agua y el rabo se me ponía duro inmediatamente.
Estuve otra media hora de un lado a otro de la piscina y luego salí del agua sentándome en la orilla. De espaldas a la puerta me incliné hacia atrás y me agarré la polla para empezar a masturbarme. Me tumbé un poco más clavando los codos en el suelo y con tan solo los pies metidos en el agua seguí pajeándome.
Por un lado, me hubiera gustado correrme en la piscina, aunque pensándolo bien me parecía una guarrada para Mónica si ella se bañaba luego, así que no lo hice, pero me la estuve meneando casi una hora. Ya cachondísimo me subí desnudo a mi baño y en unas cuantas sacudidas eyaculé sentado en la taza.
Eran las dos de la tarde y salí fuera al jardín, me preparé un poquito de ensalada para no manchar nada en la cocina y junto con la tortilla de patata, un poco de pan y la Cola-cola comí fenomenal. Sergio volvió a llamarme y a mandarme otro WhatsApp que tampoco contesté, ya tendría tiempo de contarle mañana qué tal me había ido con Elvira, si es que se lo contaba, que no lo tenía nada claro.
Subí a la habitación y me eché un par de horas de siesta, estaba reventado de todo el fin de semana y cuando me levanté ya había recuperado bastante. Estuve estudiando un rato en la habitación antes de escuchar ruido en la parte de abajo.
Serían las seis de la tarde y Mónica y Fernando ya habían regresado de su excursión. Les quise dejar a solas y seguí estudiando otro rato, luego parecía que Fernando estaba preparando una maleta y sentí el agua correr, por lo que supuse que se estaría pegando una ducha.
Sobre las siete salí de la habitación y Fernando ya estaba a punto de irse, metió una pequeña maleta en su coche y cuando abrí la puerta del garaje justo se estaban despidiendo.
―Adrián, estás ahí, bueno, ya me voy... cuida de Mónica, ehhh... ―me dijo Fernando.
―Claro, no te preocupes, que te sea leve la semana...
―Nada, el viernes ya estoy aquí, no me vais a perder de vista mucho tiempo... ―y abrazó a Mónica a la que se le habían escapado unas lágrimas―. No quiero verte así, venga arriba...
―Ya está ―dijo ella secándose los ojos con un pañuelo.
Después Fernando sacó el coche del garaje y nos pitó antes de irse a Madrid. Ya estábamos solos en casa. No me gustó ver a Mónica así de triste, parecía alicaída y sin energías. Yo quería animarla, pero no sabía cómo hacerlo, entonces se me ocurrió la idea de invitarla al Mc'donals, para que no tuviera que preparar la cena y así sacarla un poco de su rutina diaria.
―Venga, Mónica, te invito a cenar... aquí cerca hay un Mc'donals...
―Muchas gracias, Adrián, pero hoy prefiero quedarme en casa.
―No es una opción, te he dicho que te invito, eso por la tortilla tan rica que me has dejado preparada esta mañana...
―Hace mucho que no voy a un burguer de esos...
―Mejor, así te va a saber de maravilla hamburguesa, ya sé que no te gusta esa comida basura, pero un día es un día...
―Iba a hacer yoga, ahora...
―Todavía es pronto, puedes hacer tus ejercicios y a las ocho nos vamos, tranquila, no vamos a tardar mucho, sobre las nueve ya estaremos en casa... ¿te parece bien?
―Vaaaaaale, de acuerdo, pero pagamos a medias.
―Ehhh, de eso nada... te he dicho que invito yo.
―Como quieras...
Me pegué una ducha y esperé impaciente a que fueran las ocho. Puntual bajé al salón y Mónica no tardó en aparecer, me gustó que apenas se hubiera arreglado, llevaba un jersey azul, un pantalón vaquero y unas deportivas blancas, pero aun así me parecía que estaba guapísima.
Ella llevaba muchos años sin pisar un sitio de esos, así que tuve que ayudarla a elegir el menú. Y parece que la hamburguesa le gustó a Mónica, porque la devoró a dos carrillos. Me gustaba cómo se le salía la mahonesa por la comisura de los labios, nunca había visto a Mónica comer de esa manera tan “sucia”, agarrando la hamburguesa a dos manos y pringándose los dedos de kétchup y mostaza.
―Siempre me acuerdo de un amigo que decía que una hamburguesería no es el mejor sitio para una primera cita ―dije yo de bromas limpiándome los berretes.
―Bueno, depende, es un gran paso ver a tu pareja comiendo así, después de esto ya pocas cosas te pueden asustar, jajajaja.
―Jajaja, sí, visto por ese lado...
―Y muchas gracias por la invitación.
―Gracias a ti, Mónica, por lo bien que me estáis tratando...
―Otro día me toca pagar a mí...
―Cuando quieras... yo encantado de cenar contigo...
Nos quedamos un poco más charlando de mis exámenes, de su oposición, a pesar de la diferencia de edad estaba muy a gusto con ella, pero no tenía tanta confianza como para hablarle del pequeño escándalo nocturno que había montado con Elvira, me hubiera gustado pedirle perdón, pero no quise sacar el tema. Lo que sí que hice fue pedir permiso para llevar a mis amigos alguna tarde al merendero que tenían en la parte de abajo.
―Claro, Adrián, puedes traer a tus amigos siempre que quieras...
―Es que este viernes quería invitarles a una merienda-cena, si te parece bien, tranquila que nos vamos pronto, sobre las once, para no armar mucha bulla...
―Os podéis quedar el tiempo que queráis, está muy bien insonorizada la bodega y arriba no se escucha prácticamente nada...
―Vale, pues esta semana te confirmaré, pero en principio el viernes vienen mis amigos de la universidad, no vamos a ser muchos, solo cinco...
―Pues perfecto, si quieres diles que se traigan el bañador y os dais un baño... ehhhh... bueno, mejor no, no sea que bebáis y vaya a ocurrir algún accidente... que ya me conozco yo como terminan estas cenas...
―Hecho, del bañador no les digo nada, jajajaja...
Parece que el cambio de aires le vino muy bien a Mónica que ya parecía más animada y sobre las nueve nos volvimos a casa. Ella fiel a sus costumbres se dio un baño en la piscina y luego una ducha. A las diez bajó al salón y yo estaba viendo la tele cuando ella entró con el libro de Kate Morton en la mano, entonces me acordé de mi pequeña excursión por su habitación completamente desnudo y un escalofrío de morbo recorrió mi cuerpo.
―¿Estás viendo algo? ―me preguntó.
―No, ahora empieza la peli de 2012, tiene buena pinta... por si la quieres ver...
―Pues veré un rato si está bien, si no he bajado el libro...
La peli era la típica de acción de catástrofes naturales y a las once en punto Mónica me dijo que ya se retiraba a dormir.
―Buenas noches...
―Buenas noches, ¡que descanses!
A mí me picó la película y me la tragué entera tumbado en el sofá. Luego me subí a la habitación y no me costó nada dormirme. Al día siguiente empezaba una dura semana en la universidad y mi nueva vida con Mónica.
Ella y yo solos en su fantástico chalet.