Hot_Velvet
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Es curioso que el perfume sea uno de los regalos más universales para declarar amor pero la utilización de perfume es una decisión personal, no todo el mundo lo usa ni en la misma medida. El perfume se hace con una base, a la que se le añade una esencia y a partir de ahí gotas de distintos componentes hasta conseguir un efecto, un aroma determinado que nos resulte agradable. Así cada persona, en función de sus gustos, elegirá un perfume u otro, con sus matices, sus características.
Pero incluso, aunque elijamos el mismo perfume que otra persona, al combinarse con nuestro propio olor corporal el efecto conseguido será distinto según quién lo use, cómo se lo aplique o dónde lo haga. Al aplicarse el perfume sobre la piel, el calor del cuerpo evapora el disolvente, permaneciendo las sustancias aromáticas, que se disipan gradualmente durante varias horas.
Lo mismo ocurre con las personas y su búsqueda del amor. Todos estamos hechos de la misma base, incluso de la misma esencia, pero cada cual le añadimos gotas distintas. Unas personas son románticas, otras son interesadas, algunas son dulces, otras más ásperas… Así con todo aquello que conforma nuestro carácter. Nuestro aroma que esparcemos hacia los demás.
El perfume siempre viene contenido en un recipiente, generalmente en un frasco de cristal y en función de su precio, en una caja o envoltorio con mayor o menor detalle y diseño. No es ésta una cuestión sin importancia porque el diseño de ese recipiente influye en nuestra decisión de utilizarlo y deleitarnos con él o descartarlo. Aunque lo fundamental no deje de ser el aroma y las sensaciones que nos transmita o las que queramos transmitir hacia los demás.
Claro está que siempre hay excepciones. Conocí hace ya unos años a un individuo que tenía una enfermedad y uno de sus síntomas era la desaparición del sentido del olfato. El caso es que olía muy bien y un día me confesó que utilizaba una colonia que se llamaba “Andros”. Me quedé perplejo de cómo alguien sin sentido del olfato fuera capaz de elegir una colonia. Me confesó que la eligió por el nombre; él era profesor de griego y como la colonia tenía el nombre en griego, decidió que sería esa su colonia.
Las personas, al igual que los perfumes o colonias, venimos contenidos en recipientes, en cuerpos y claro está, no todos los cuerpos son iguales y no todos los cuerpos gustan por igual a los demás. Hay recipientes que en función de las culturas gustan por igual a una gran mayoría. Muchas personas elegien a quien amar en función de su recipiente. El perfume que dejen, el aroma de la persona amada, pasa en esos casos a un segundo término. Son las personas que valoran muy positivamente las apariencias.
En ese grupo están las personas que esperan la llegada del amor de su vida, que indudablemente ha de cumplir unos requerimientos básicos como son una presentación aceptable, un envoltorio llamativo y unas formas que nos resulten agradables. Al perfume, a la esencia, pueden adaptarse.
Incluso podemos encontrarnos casos, como el de mi amigo que no tengan sentido del olfato, es decir, que están incapacitados para percibir el aroma de las personas. En ese caso es más entendible que la elección se deba en exclusividad a cuestiones estéticas.
Lo malo del asunto es que los tarros en los que se contiene el perfume suelen ser de cristal o cerámica y al menor accidente se pueden mellar, resquebrajar o incluso romper. Lo mismo ocurre con los cuerpos. Nadie está libre de un accidente o de una enfermedad y el paso del tiempo, el uso de ese recipiente, es siempre cruel.
Centrándonos en el aroma, los distintos perfumes nos apartarán sensaciones que nos harán sentir mejor. Están los perfumes orientales, los frescos, los florales y los que nos recuerdan a la madera y todos ellos presentan unas características básicas:
La primera es la volatilidad, que no es otra cosa que el tiempo que tarda en evaporarse. Químicamente hablando depende del peso molecular de la sustancia que se utilice. Seguramente todos conocemos personas volátiles, aquellas cuyo aroma tarda poco en evaporarse, aquellas con poco peso, con poca capacidad de compromiso y con escasas habilidades para emocionar y perdurar.
Otra de las características de los perfumes es la tenacidad, la propiedad de mantener el acorde original. Es difícil encontrar un perfume y una persona que permanezca por un tiempo prolongado sin cambiar.
Los perfumes necesitan de otra característica básica que es la difusión, que es la capacidad de ser fácilmente perceptible. Así hay personas que son capaces de expresar con facilidad los sentimientos y otras que no lo logran. Por lo general prefieren estas personas presentarse en envoltorios y recipientes llamativos.
Y finalmente nos encontramos con la perdurabilidad, que no debe confundirse con la ya mencionada tenacidad. Un perfume perdurable es algo que tiene la capacidad de permanecer en la piel durante largo tiempo y que deja un rastro. Lo mismo que ocurre con algunas personas que se hacen perdurables y otras fácilmente olvidables por mucho que nos hayan deslumbrados sus primeros matices.
Dicen los expertos en la materia que los perfumes se componen de cabeza, cuerpo y base. Las notas de cabeza o también llamadas de salida, son la porción más volátil de una fragancia y su duración es breve. Constituyen la primera impresión que se tiene del perfume. Las personas actuamos de la misma manera, tenemos unos rasgos en nuestro carácter, los más volátiles que definen nuestra primera impresión y que llaman la atención de los demás.
Luego están lo que los fabricantes de perfumes conocen como las notas medias o de corazón, que son las que definen el carácter de la fragancia, generalmente de volatilidad media y que constituyen el tema principal del perfume. Las personas pueden parecer en un primer momento de una forma determinada pero en su corazón hallaremos el tema principal de su personalidad.
Y cuando nos acercamos al corazón de un perfume o de una persona ya estamos en disposición de descubrir lo que llaman las notas de fondo o base, que son las más persistentes, las que quedarán en la piel o en el corazón, una vez que las notas de cabeza y cuerpo se hayan evaporado.
Es curioso que el perfumen tenga cabeza, corazón y base. Pero no nos extraña que así sea en las personas. Son factores que has de conocer cuando decidas utilizar y elegir un perfume; aunque siempre habrá quien no quiera usarlo. De la misma forma que hay personas que se cierran al amor, no quieren ponerlo en práctica y prefieren la soledad, sin perfumes.
También existe quien se aferra a un perfume. “Es el que llevo utilizando toda mi vida. Ya no me apetece cambiar. Además no está tan mal”, acostumbran a decir. Son personas que no aceptan ni los cambios ni la evolución, las que quieren tener todo bajo control. En el armario del baño o en el tocador, donde sea que guarden el frasco del perfume, reservan un espacio determinado. Cambiar de perfume supondría romper ese equilibrio.
Otras, la gran mayoría, buscan el perfume-amor de sus vidas. ¿Tú has encontrado el tuyo? Es una pregunta retórica. No respondas. Pero piensa en ello.
Pero incluso, aunque elijamos el mismo perfume que otra persona, al combinarse con nuestro propio olor corporal el efecto conseguido será distinto según quién lo use, cómo se lo aplique o dónde lo haga. Al aplicarse el perfume sobre la piel, el calor del cuerpo evapora el disolvente, permaneciendo las sustancias aromáticas, que se disipan gradualmente durante varias horas.
Lo mismo ocurre con las personas y su búsqueda del amor. Todos estamos hechos de la misma base, incluso de la misma esencia, pero cada cual le añadimos gotas distintas. Unas personas son románticas, otras son interesadas, algunas son dulces, otras más ásperas… Así con todo aquello que conforma nuestro carácter. Nuestro aroma que esparcemos hacia los demás.
El perfume siempre viene contenido en un recipiente, generalmente en un frasco de cristal y en función de su precio, en una caja o envoltorio con mayor o menor detalle y diseño. No es ésta una cuestión sin importancia porque el diseño de ese recipiente influye en nuestra decisión de utilizarlo y deleitarnos con él o descartarlo. Aunque lo fundamental no deje de ser el aroma y las sensaciones que nos transmita o las que queramos transmitir hacia los demás.
Claro está que siempre hay excepciones. Conocí hace ya unos años a un individuo que tenía una enfermedad y uno de sus síntomas era la desaparición del sentido del olfato. El caso es que olía muy bien y un día me confesó que utilizaba una colonia que se llamaba “Andros”. Me quedé perplejo de cómo alguien sin sentido del olfato fuera capaz de elegir una colonia. Me confesó que la eligió por el nombre; él era profesor de griego y como la colonia tenía el nombre en griego, decidió que sería esa su colonia.
Las personas, al igual que los perfumes o colonias, venimos contenidos en recipientes, en cuerpos y claro está, no todos los cuerpos son iguales y no todos los cuerpos gustan por igual a los demás. Hay recipientes que en función de las culturas gustan por igual a una gran mayoría. Muchas personas elegien a quien amar en función de su recipiente. El perfume que dejen, el aroma de la persona amada, pasa en esos casos a un segundo término. Son las personas que valoran muy positivamente las apariencias.
En ese grupo están las personas que esperan la llegada del amor de su vida, que indudablemente ha de cumplir unos requerimientos básicos como son una presentación aceptable, un envoltorio llamativo y unas formas que nos resulten agradables. Al perfume, a la esencia, pueden adaptarse.
Incluso podemos encontrarnos casos, como el de mi amigo que no tengan sentido del olfato, es decir, que están incapacitados para percibir el aroma de las personas. En ese caso es más entendible que la elección se deba en exclusividad a cuestiones estéticas.
Lo malo del asunto es que los tarros en los que se contiene el perfume suelen ser de cristal o cerámica y al menor accidente se pueden mellar, resquebrajar o incluso romper. Lo mismo ocurre con los cuerpos. Nadie está libre de un accidente o de una enfermedad y el paso del tiempo, el uso de ese recipiente, es siempre cruel.
Centrándonos en el aroma, los distintos perfumes nos apartarán sensaciones que nos harán sentir mejor. Están los perfumes orientales, los frescos, los florales y los que nos recuerdan a la madera y todos ellos presentan unas características básicas:
La primera es la volatilidad, que no es otra cosa que el tiempo que tarda en evaporarse. Químicamente hablando depende del peso molecular de la sustancia que se utilice. Seguramente todos conocemos personas volátiles, aquellas cuyo aroma tarda poco en evaporarse, aquellas con poco peso, con poca capacidad de compromiso y con escasas habilidades para emocionar y perdurar.
Otra de las características de los perfumes es la tenacidad, la propiedad de mantener el acorde original. Es difícil encontrar un perfume y una persona que permanezca por un tiempo prolongado sin cambiar.
Los perfumes necesitan de otra característica básica que es la difusión, que es la capacidad de ser fácilmente perceptible. Así hay personas que son capaces de expresar con facilidad los sentimientos y otras que no lo logran. Por lo general prefieren estas personas presentarse en envoltorios y recipientes llamativos.
Y finalmente nos encontramos con la perdurabilidad, que no debe confundirse con la ya mencionada tenacidad. Un perfume perdurable es algo que tiene la capacidad de permanecer en la piel durante largo tiempo y que deja un rastro. Lo mismo que ocurre con algunas personas que se hacen perdurables y otras fácilmente olvidables por mucho que nos hayan deslumbrados sus primeros matices.
Dicen los expertos en la materia que los perfumes se componen de cabeza, cuerpo y base. Las notas de cabeza o también llamadas de salida, son la porción más volátil de una fragancia y su duración es breve. Constituyen la primera impresión que se tiene del perfume. Las personas actuamos de la misma manera, tenemos unos rasgos en nuestro carácter, los más volátiles que definen nuestra primera impresión y que llaman la atención de los demás.
Luego están lo que los fabricantes de perfumes conocen como las notas medias o de corazón, que son las que definen el carácter de la fragancia, generalmente de volatilidad media y que constituyen el tema principal del perfume. Las personas pueden parecer en un primer momento de una forma determinada pero en su corazón hallaremos el tema principal de su personalidad.
Y cuando nos acercamos al corazón de un perfume o de una persona ya estamos en disposición de descubrir lo que llaman las notas de fondo o base, que son las más persistentes, las que quedarán en la piel o en el corazón, una vez que las notas de cabeza y cuerpo se hayan evaporado.
Es curioso que el perfumen tenga cabeza, corazón y base. Pero no nos extraña que así sea en las personas. Son factores que has de conocer cuando decidas utilizar y elegir un perfume; aunque siempre habrá quien no quiera usarlo. De la misma forma que hay personas que se cierran al amor, no quieren ponerlo en práctica y prefieren la soledad, sin perfumes.
También existe quien se aferra a un perfume. “Es el que llevo utilizando toda mi vida. Ya no me apetece cambiar. Además no está tan mal”, acostumbran a decir. Son personas que no aceptan ni los cambios ni la evolución, las que quieren tener todo bajo control. En el armario del baño o en el tocador, donde sea que guarden el frasco del perfume, reservan un espacio determinado. Cambiar de perfume supondría romper ese equilibrio.
Otras, la gran mayoría, buscan el perfume-amor de sus vidas. ¿Tú has encontrado el tuyo? Es una pregunta retórica. No respondas. Pero piensa en ello.
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