Hoy os dejo una reflexión de una hotwife, espero que os guste...
La sexualidad es algo que está dentro de nosotros, que nos hace relacionarnos con los demás de cierta manera. A medida que vamos explorando el sexo desde la adolescencia acumulamos una serie de experiencias que determinan cómo son esas relaciones. Queramos o no a nivel social existe una manera “correcta” de tener estas relaciones, una pareja, la fidelidad, el matrimonio… pero ¿y si el placer no nos lleva hacia los convencionalismos sociales? ¿Y si dentro de mi hay un fuego mayor que todo eso?
He sido una mujer precoz en el sexo tanto a nivel práctico como en el aspecto de la sensualidad. Desde muy jovencita me gustaba que me miraran, insinuar mis pechos, llevar pantalones ajustados y un buen escote. Ver el deseo en los ojos del que mira, esa chispa que se enciende en su interior o incluso ver cómo aumenta su ritmo respiratorio… Eso queramos o no es poder. El instinto más animal se relaciona con el deseo y por conseguirlo todos hacemos locuras.
Esta idea del placer muchas veces va unida a la idea del “pecado” de “lo prohibido” aquello que no nos dejan alcanzar o que no “deberíamos” conseguir. Otra vez más normas sociales…
Siempre me ha gustado lo prohibido, de jovencita “los chicos malos”, los que eran mayores que yo, los que tenían pareja… o con los que se supone que no podía estar… Con ellos siempre me sentía más deseada, más poderosa, mucho más mujer… Creo que ahí fue donde descubrí lo que era el morbo, el sexo a partir del cerebro, de una fantasía.
Gracias al sexting forzoso por un periodo de separación física con el que es actualmente mi marido, descubrí cuáles eran nuestras fantasías, qué rol me gustaba dentro del sexo, cuál era el de mi pareja y cómo podíamos llevarlo a la práctica. Durante esta temporada compartimos muchas confesiones, de experiencias pasadas, de esos momentos prohibidos que yo había vivido con otros hombres, para mi sorpresa sin celos, con la curiosidad de seguir sabiendo más y más de lo que mi fuego me había llevado a hacer con otras personas.
El morbo de escuchar esas historias, de cómo me había iniciado en los encuentros sexuales, el sexo anal, la masturbación o las relaciones “prohibidas” nos hizo pensar en la posibilidad de una tercera persona en el sexo… Lo llevamos a la práctica con aciertos y aprendizajes para los dos. Ya estábamos en otro nivel, repetimos alguna vez con el mismo chico, hasta que mi marido me dijo ¿y si pruebas tu sola?, me daba vértigo, él siempre era la calma en esas situaciones, sabía que todo iba a ir bien si él estaba conmigo, pero… ¿hacerlo sola? ¿Con quién? ¿Cómo? Nos adentramos en el mundo de la hotwife, del cornudo, del corneador y todas esas palabras que ahora entiendo bastante bien, pero que me sonaban lejanas. Adaptamos la filosofía a nuestros gustos y fuimos “puliendo” prácticas que no salían como pensábamos en un principio, que no nos hacían sentir cómodos o que no nos gustaban.
Ahora puedo decir que no soy una hotwife al uso, que no me gusta el perfil de cornudo sumiso, que mi cornudo es muy activo en mis encuentros con otros hombres, incluso dominante en algunos casos. Soy una mujer que le gusta el rol de sumisa, pero que también sabe pedir lo que quiere y que cada día disfruto más de este sexo no tan habitual que ha nacido de un juego con mi marido y que sigue siendo eso un juego para reforzar más aun el vínculo que tenemos.