Braguitas usadas

Escritor45Madrid

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El comprador esperaba fuera del probador.

Antes de entrar te había entregado una bolsa hermética con el billete dentro. Tenías claras sus instrucciones. Dentro del probador te harías una foto con las bragas puestas para enviársela a su móvil. Abrirías la bolsa y guardarías el dinero en tu bolso. Luego te quitarías las bragas y las meterías dentro de la bolsa. La cerrarías. Al salir de allí le entregarías la bolsa con tu prenda húmeda y aún caliente e impregnada de tu olor y sabor más íntimo.

El trato incluía también que aquel chico te contara y mostrara en fotos lo que haría con tus braguitas al llegar a casa. Aquel negocio tenía una parte morbosa que te excitaba enormemente.

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El comprador esperaba fuera del probador.

Antes de entrar te había entregado una bolsa hermética con el billete dentro. Tenías claras sus instrucciones. Dentro del probador te harías una foto con las bragas puestas para enviársela a su móvil. Abrirías la bolsa y guardarías el dinero en tu bolso. Luego te quitarías las bragas y las meterías dentro de la bolsa. La cerrarías. Al salir de allí le entregarías la bolsa con tu prenda húmeda y aún caliente e impregnada de tu olor y sabor más íntimo.

El trato incluía también que aquel chico te contara y mostrara en fotos lo que haría con tus braguitas al llegar a casa. Aquel negocio tenía una parte morbosa que te excitaba enormemente.

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Mmmmm q bien le quedan y como marcan mmmm
 
Historia N°2: la confesión.

Una noche, durante una larga conversación nocturna donde hablamos de muchos y variados temas, le confesé a mi mejor amiga que escribía relatos eróticos y los había publicado en una página web.

- Me encantaría leerlos, me dijo al instante.

Me quedé dubitativo. Por una parte sentía deseos de que los leyera para conocer su opinión acerca de mi lado más morboso. Por otra parte tenía miedo de mezclar amistad y sexo y que juntar ambas cosas estropeara nuestra especial relación. Nunca se lo había confesado pero sentía por ella cierta atracción sexual. Pero nunca había intentado traspasar la línea de la amistad.

- No me puedes dejar con esta intriga. Por favor, déjame leerlos, insistió.

Me dejé llevar por la parte diablilla de mi cabeza y le dije la web y el nombre de mi usuario para que pudiera leerlos.

Aquello puso fin a nuestra conversación nocturna porque ella decidió ponerse a leer y me dijo que ya me diría su opinión al día siguiente.

Me metí en la cama y la parte angelical de mi cabeza me machacó toda la noche por lo que había hecho. ¿Habría puesto en peligro mi mejor amistad? ¿Estaría ella horrizada en esos momentos por mis fantasías más oscuras? ¿O estaría masturbándose como una loca llena de excitación? Tardé mucho en dormirme aquella noche...

A la mañana siguiente me despertó un mensaje que entró en mi móvil.

- Buenos días, ¿por qué no me has contado nunca que escribías este tipo de relatos? Me han encantado. No sabes lo que he disfrutado esta noche. ¿Podríamos vernos esta tarde?

Sentí un gran alivio al saber que no se había asustado con mis fantasías y me excitó saber que había disfrutado con la lectura. No pude evitar imaginarla dándose placer con sus dedos. ¿Por qué querría que nos viéramos esa tarde?

- Me alegro que te hayan gustado. ¿Dónde quieres que nos veamos?, respondí.
- Vente a mi casa, escribió.

Llegué a su casa sobre las cinco de la tarde. Cuando abrió la puerta sentí que sus ojos me miraban de una manera diferente. Fuimos al salón. Nos sentamos en el sofá. Ella estaba nerviosa. Yo también.

- He leído tus relatos un par de veces. Me han gustado mucho. Aunque he de decirte que no puedo ayudarte en tus fantasías de dominación femenina porque no me sentiría cómoda en ese papel.
- Soy consciente de que es una fantasía difícil de hacer realidad, respondí.

Entonces ella se puso de pie.

- Pero he de confesarte que me ha gustado tu lado fetichista y quería hacerte un regalito especial.

Dicho eso se levantó el vestido y dejó a la vista unas braguitas de color azul.

- Las llevo puestas desde ayer por la noche y quiero que compruebes lo que han provocado tus relatos.

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Historia N°2: la confesión.

Una noche, durante una larga conversación nocturna donde hablamos de muchos y variados temas, le confesé a mi mejor amiga que escribía relatos eróticos y los había publicado en una página web.

- Me encantaría leerlos, me dijo al instante.

Me quedé dubitativo. Por una parte sentía deseos de que los leyera para conocer su opinión acerca de mi lado más morboso. Por otra parte tenía miedo de mezclar amistad y sexo y que juntar ambas cosas estropeara nuestra especial relación. Nunca se lo había confesado pero sentía por ella cierta atracción sexual. Pero nunca había intentado traspasar la línea de la amistad.

- No me puedes dejar con esta intriga. Por favor, déjame leerlos, insistió.

Me dejé llevar por la parte diablilla de mi cabeza y le dije la web y el nombre de mi usuario para que pudiera leerlos.

Aquello puso fin a nuestra conversación nocturna porque ella decidió ponerse a leer y me dijo que ya me diría su opinión al día siguiente.

Me metí en la cama y la parte angelical de mi cabeza me machacó toda la noche por lo que había hecho. ¿Habría puesto en peligro mi mejor amistad? ¿Estaría ella horrizada en esos momentos por mis fantasías más oscuras? ¿O estaría masturbándose como una loca llena de excitación? Tardé mucho en dormirme aquella noche...

A la mañana siguiente me despertó un mensaje que entró en mi móvil.

- Buenos días, ¿por qué no me has contado nunca que escribías este tipo de relatos? Me han encantado. No sabes lo que he disfrutado esta noche. ¿Podríamos vernos esta tarde?

Sentí un gran alivio al saber que no se había asustado con mis fantasías y me excitó saber que había disfrutado con la lectura. No pude evitar imaginarla dándose placer con sus dedos. ¿Por qué querría que nos viéramos esa tarde?

- Me alegro que te hayan gustado. ¿Dónde quieres que nos veamos?, respondí.
- Vente a mi casa, escribió.

Llegué a su casa sobre las cinco de la tarde. Cuando abrió la puerta sentí que sus ojos me miraban de una manera diferente. Fuimos al salón. Nos sentamos en el sofá. Ella estaba nerviosa. Yo también.

- He leído tus relatos un par de veces. Me han gustado mucho. Aunque he de decirte que no puedo ayudarte en tus fantasías de dominación femenina porque no me sentiría cómoda en ese papel.
- Soy consciente de que es una fantasía difícil de hacer realidad, respondí.

Entonces ella se puso de pie.

- Pero he de confesarte que me ha gustado tu lado fetichista y quería hacerte un regalito especial.

Dicho eso se levantó el vestido y dejó a la vista unas braguitas de color azul.

- Las llevo puestas desde ayer por la noche y quiero que compruebes lo que han provocado tus relatos.

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Que pivon
 
Historia N°3: la condición.

- "Te vendo mis bragas usadas con una condición", dijo ella
- "¿Cuál?", respondí.
- "Que seas tú el que me quite las bragas".
- "Me encanta la idea pero es peligrosa".
- "¿Por qué?".
- "Va a ser una enorme tentación tener tu coño a la vista y no poder probarlo".
- "Pues tendrás que resistir esa tentación si quieres mis bragas".
- "De acuerdo, trato hecho".

Al día siguiente quedé con ella en la dirección que me indicó. A los cinco minutos de llegar apareció vistiendo un precioso vestido morado complementado con unos zapatos de color morado también. Después de una breve charla ella dijo: "¿subimos?".

Me llevó a su casa. Y nos dirigimos al salón. Allí le entregué el sobre con la cantidad pactada. Y entonces ella levantó su vestido morado para dejar ver unas braguitas de color grisáceo.
- "Adelante, son tuyas".

Coloqué mis dedos en las tiras de sus bragas y las bajé lentamente. Apareció ante mí un coño peludito. Saqué sus bragas por los pies. Dirigí mi vista a su zona íntima.
- "Buffff lo tienes peludito, una tentación aún mayor que no puedo degustar con mi boca".

Entonces ella me dirigió una mirada pícara. Se sentó al borde del sofá con el vestido aún subido hasta la cintura, se recostó hacia atrás y abrió por completo sus piernas.
- "¿Por qué resistirte a una tentación cuando puedes disfrutar de ella?"

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Historia N°3: la condición.

- "Te vendo mis bragas usadas con una condición", dijo ella
- "¿Cuál?", respondí.
- "Que seas tú el que me quite las bragas".
- "Me encanta la idea pero es peligrosa".
- "¿Por qué?".
- "Va a ser una enorme tentación tener tu coño a la vista y no poder probarlo".
- "Pues tendrás que resistir esa tentación si quieres mis bragas".
- "De acuerdo, trato hecho".

Al día siguiente quedé con ella en la dirección que me indicó. A los cinco minutos de llegar apareció vistiendo un precioso vestido morado complementado con unos zapatos de color morado también. Después de una breve charla ella dijo: "¿subimos?".

Me llevó a su casa. Y nos dirigimos al salón. Allí le entregué el sobre con la cantidad pactada. Y entonces ella levantó su vestido morado para dejar ver unas braguitas de color grisáceo.
- "Adelante, son tuyas".

Coloqué mis dedos en las tiras de sus bragas y las bajé lentamente. Apareció ante mí un coño peludito. Saqué sus bragas por los pies. Dirigí mi vista a su zona íntima.
- "Buffff lo tienes peludito, una tentación aún mayor que no puedo degustar con mi boca".

Entonces ella me dirigió una mirada pícara. Se sentó al borde del sofá con el vestido aún subido hasta la cintura, se recostó hacia atrás y abrió por completo sus piernas.
- "¿Por qué resistirte a una tentación cuando puedes disfrutar de ella?"

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Increíble situación lmmmm que morboo
 
Historia N°4: Ama y sumiso.

- ¿Así que te gusta oler y lamer bragas y comer coños?
- Sí, mi Ama, respondí.
- Eres consciente de que no tienes categoría para comer mi coño, ¿verdad?
- Lo sé, mi Ama. Soy su perro.
- Me gusta que lo tengas claro. Acércate y ponte de rodillas ante mí.

Obedecí su orden. Ella se aproximó a mi cara. Su vestido casi rozaba la punta de mi nariz.
- A los perros les gusta olisquear.
- Así es, mi Ama.
- Demuestra lo buen perro que eres, dijo mientras subía su vestido y dejaba su tanga blanco a la vista.

Aquello no me lo esperaba. No podía imaginar que mi Ama me concediera un regalo así. Levanté la vista para mirar sus ojos. Deseaba hundir mi nariz en ese tanga pero no quería hacer algo inapropiado sin el beneplácito de mi Dueña.

- ¿A qué esperas? Huele, perro.

Hundí mi nariz en su tanga. Inspiré profundamente. Un intenso olor a coño me invadió. Inmediatamente mi cuerpo entró en un estado de excitación.

- Los perros también lamen.

No podía perder esa oportunidad de demostrarle a mi Ama lo mucho que me gusta lamer. Acerqué mi boca a su tanga, saqué la lengua y empecé a lamer la tela. Era consciente que era lo más cerca que iba a estar de poder saborear su coño.

- Eres un cerdo y un guarro.

Aquellas palabras eran todo un estímulo para mí. Empecé a lamer con enorme deseo. Pronto la tela seca se fue humedeciendo con mi saliva y los jugos de mi Ama. Su sabor empezó a sentirse dentro de mi boca.

Ella colocó sus manos sobre mi cabeza.

- Hazme disfrutar, perro.

Obedecí.

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Historia N°4: Ama y sumiso.

- ¿Así que te gusta oler y lamer bragas y comer coños?
- Sí, mi Ama, respondí.
- Eres consciente de que no tienes categoría para comer mi coño, ¿verdad?
- Lo sé, mi Ama. Soy su perro.
- Me gusta que lo tengas claro. Acércate y ponte de rodillas ante mí.

Obedecí su orden. Ella se aproximó a mi cara. Su vestido casi rozaba la punta de mi nariz.
- A los perros les gusta olisquear.
- Así es, mi Ama.
- Demuestra lo buen perro que eres, dijo mientras subía su vestido y dejaba su tanga blanco a la vista.

Aquello no me lo esperaba. No podía imaginar que mi Ama me concediera un regalo así. Levanté la vista para mirar sus ojos. Deseaba hundir mi nariz en ese tanga pero no quería hacer algo inapropiado sin el beneplácito de mi Dueña.

- ¿A qué esperas? Huele, perro.

Hundí mi nariz en su tanga. Inspiré profundamente. Un intenso olor a coño me invadió. Inmediatamente mi cuerpo entró en un estado de excitación.

- Los perros también lamen.

No podía perder esa oportunidad de demostrarle a mi Ama lo mucho que me gusta lamer. Acerqué mi boca a su tanga, saqué la lengua y empecé a lamer la tela. Era consciente que era lo más cerca que iba a estar de poder saborear su coño.

- Eres un cerdo y un guarro.

Aquellas palabras eran todo un estímulo para mí. Empecé a lamer con enorme deseo. Pronto la tela seca se fue humedeciendo con mi saliva y los jugos de mi Ama. Su sabor empezó a sentirse dentro de mi boca.

Ella colocó sus manos sobre mi cabeza.

- Hazme disfrutar, perro.

Obedecí.

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Ojala!!!
 
Historia N°4: Ama y sumiso.

- ¿Así que te gusta oler y lamer bragas y comer coños?
- Sí, mi Ama, respondí.
- Eres consciente de que no tienes categoría para comer mi coño, ¿verdad?
- Lo sé, mi Ama. Soy su perro.
- Me gusta que lo tengas claro. Acércate y ponte de rodillas ante mí.

Obedecí su orden. Ella se aproximó a mi cara. Su vestido casi rozaba la punta de mi nariz.
- A los perros les gusta olisquear.
- Así es, mi Ama.
- Demuestra lo buen perro que eres, dijo mientras subía su vestido y dejaba su tanga blanco a la vista.

Aquello no me lo esperaba. No podía imaginar que mi Ama me concediera un regalo así. Levanté la vista para mirar sus ojos. Deseaba hundir mi nariz en ese tanga pero no quería hacer algo inapropiado sin el beneplácito de mi Dueña.

- ¿A qué esperas? Huele, perro.

Hundí mi nariz en su tanga. Inspiré profundamente. Un intenso olor a coño me invadió. Inmediatamente mi cuerpo entró en un estado de excitación.

- Los perros también lamen.

No podía perder esa oportunidad de demostrarle a mi Ama lo mucho que me gusta lamer. Acerqué mi boca a su tanga, saqué la lengua y empecé a lamer la tela. Era consciente que era lo más cerca que iba a estar de poder saborear su coño.

- Eres un cerdo y un guarro.

Aquellas palabras eran todo un estímulo para mí. Empecé a lamer con enorme deseo. Pronto la tela seca se fue humedeciendo con mi saliva y los jugos de mi Ama. Su sabor empezó a sentirse dentro de mi boca.

Ella colocó sus manos sobre mi cabeza.

- Hazme disfrutar, perro.

Obedecí.

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Ojala!!!
 
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