Cuentos de Joe Bear

Joe Bear

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1 Jul 2023
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Que me lo han contado. Mira que eres puta: me dijiste que te ibas con gente del curro a tomar una copa al salir y sí que te fuiste con gente del curro sí, con Juanjo y Javier. Allí estuvisteis cerveza va cerveza viene, en las mesas altas del Irlandés, desfasando, siendo magreada por aquellos de los que decías que nada tenía que temer. Que sé que os acabaron echando cuando te desabotonaron la camisa y te dejaron con el sujetador al aire, allí a la vista de todos los presentes, cuando sus manos ya se posaban sin pudor en tus piernas, tanteando el camino oculto por debajo de tu falda negra de tubo. Esa que tanto me pone porque sé que solo te la pones cuando deseas ser follada.

Sé que al salir no has podido aguantar ni para llegar al paso de peatones de la avenida frente al cementerio para empezar a sobarles las pollas por encima del pantalón. Uno frente a otro contigo en medio, con dos pares de manos buceando debajo de tu chaqueta y apretando tu culo habéis esperado el verde del semáforo. Y al llegar al coche Javier se ha puesto a mear contra unos cubos de basura, y tú te has bajado las bragas delante suyo y te has puesto de cuclillas para mear tú también. Ahí, sobre el ruido de tu meada estrellándose en el suelo, ha sido cuando has podido oír un primer “puta" que Juanjo ha susurrado en la sombra, mirando a tus ojos inyectados en rojo, por la cerveza y las ganas de follar que ya te delataban. Y cuando apenas habías acabado, y todavía estabas con las bragas bajadas y en cuclillas, Juanjo se acercado con un par de pasos lentos y se ha agachado para meterte la mano por el coño, para comprobar lo mojada que estabas. Debías de estar muy cachonda, porque no te has opuesto ni tan siquiera con un murmullo. Me ha dicho que no le han bastado más que unas pocas refregadas para que te corrieras allí, en el suelo, por primera vez, con la mano de ese idiota, como tú le habías calificado en alguna ocasión, paseándose por los labios de tu coño abierto por la postura y la excitación.

Y te has caído de rodillas, con la mirada perdida, noqueada por tu reciente orgasmo, con las bragas bajadas enganchadas en tus tobillos, la falda medio arremangada, las tetas hinchadas por la excitación luchando por liberarse del sujetador, resollando… Y no se habían sacado las pollas todavía cariño, no se habían sacado las pollas.

Juanjo ha sido el primero, te tiene muchas ganas. Te ha colocado la bragueta a la altura de tu cara y se ha sacado el paquete para dejarlo al alcance de tus labios. Cuando ha querido posar su mano en tu cabeza para guiarte, tú ya te la habías metido en la boca: ni tiempo le has dado. Que bien me decías hace un tiempo que te daba asco cuando te miraba el escote en el trabajo y que tenía pinta de retrasado mental. Que poco te has acordado de todo entonces, cuando le comías la polla con ansia, una polla igual a la mía, la que tú rara vez te comes porque dices que el sexo oral no te gusta. Y te ha seguido llamando de todo en la oscuridad: “puta comepollas, guarra, traga, traga, que en un rato te follamos bien".

Javier más pausado, se ha tomado un tiempo para quitarse el pantalón delante vuestro, sin ningún pudor, con urgencia contenida. Y cuando le has visto la polla de reojo no has podido evitar abrir los ojos como platos. Porque vaya vergón que se gasta el amigo Javier, no creo que te la esperaras, aunque es posible que la olieras porque sueles tener el hocico fino para las pollas. Este te entro bien desde el principio, riéndole las gracias y haciéndote la encontradiza a la salida, a ver si te acercaba a casa. Hasta yo cuando estábamos los tres juntos te notaba que te morías de ganas de follártelo.

Allí de rodillas, con la polla de Juanjo enterrada en tu boca, con tu cabeza en movimiento, has cogido la otra polla, rasurada hasta los cojones, que se te ofrecía todavía pendulona para menearla, con la misma mano en la que llevas mi alianza, y la has sentido al momento hincharse por el toque de tus dedos. Juanjo, que sabes las ganas que te tiene, con la expectativa de la próxima monta ha continuado su discurso monotema a la luz de las farolas, acordándose esta vez de mi: “puta, guarra, vaya cuernos le vas a poner al subnormal de tu novio, ¿sabe que has salido esta noche a buscar pollas?, que ganas tienes de rabo, ya se ve el asco que me tenías…” Palabras susurradas solo para que oigas tú y el testigo accidental que es Javier, demostrando, ahora que tu nariz casi choca con su vello púbico, ahora que ya no tiene que hacerse el simpático, que me tenía en muy baja estima también.

Juanjo te ha retirado la polla de improviso solo para no correrse, y sin solución de continuidad se ha plantado delante Javier apuntándote. La tiene tan grande que solo te ha entrado el capullo en la boca y poco más, pero tu boca no se detuvo ahí e intentó, sin mucho éxito, tragar un poco más. Como una naufraga te has aferrado con fuerza a lo que quedaba de su polla fuera de tu boca, y tus manos han quedado mojadas de la saliva que tu boca ya no es capaz de contener.

Juanjo, que se masturbaba expectante disfrutando de la escena a tus espaldas, a escasos centímetros de ti, se ha arrodillado a tus espaldas y ha deslizado su polla entre los cachetes de tu culo para hacerla reposar a las puertas de tu coño, solo para que veas lo dura que ya la tiene. Siempre inquieto, seguro que celoso también por tu éxtasis ante la polla de Javier, te sacó las tetas por encima del sujetador para dejarlas colgando, con los pezones de punta pidiendo ser ordeñadas, y te las ha abarcado con rudeza por debajo, para no manchar sus manos de las gotas de saliva que han caído desde tu barbilla.

Javier te la sacado para restregártela por la cara, te la ha dejado perdida de tu propia saliva y sabe Dios que más. Y entonces Javier el misterioso, Javier el taciturno, el que no ha dicho casi nada hasta ahora, el que se ha quitado los pantalones pero se ha dejado las botas para follarte a gusto, te ha hablado por primera vez: “Lamela". Y la has lamido extasiada, contenta por poder respirar sin dificultad, no has dejado un solo centímetro entre el agujero de su polla y el agujero de su culo sin rastro de tu lengua. Tú misma se las levantado para poder meterte sus cojones en la boca y succionarlos, sin que él te lo pidiera. Allí, en plena calle, con tus rodillas desnudas clavadas en la tierra y con un compañero del trabajo magreandote pegado a tu espalda, recordándote con susurros vertidos en tus oídos lo puta que eres.

Y así te ha levantado Juanjo del suelo, y te ha puesto de pie, con las bragas en los tobillos, con las rodillas manchadas de tierra y la falda arremangada en tu cintura, con tus tetas húmedas volcadas sobre el sujetador coronados por tus pezones de punta… y la cara cubierta de tu propia saliva y sabe Dios que más. Y te han levantado así para follarte, sin que tú te separas ni por un momento de la boca de Javier que no ha perdido la oportunidad de saber como sabia su polla en tu boca. Te han ayudado a desembarazarte definitivamente de tus bragas y te han colocado a cuatro patas en el asiento de atrás del coche de Javier, donde seguramente tantas veces has fantaseado con que te follara cuando te traía a casa. Y tú te has dejado hacer obediente, todo te ha parecido bien, incluso cuando han forcejeando con tu falda para dejar tu culo desnudo por completo a la luz ámbar de las farolas.

Y así te han dejado unos instantes mientras Juanjo tenía el detalle de enfundarse un condón, con tu culo expuesto a la mirada de quien tuviera la fortuna de pasear por allí a esas horas de la madrugada, sin ni siquiera saber quién iba a ser el primero en follarte.

Y has notado como una mano se posaba en tu cadera como fijando una posición, y has notado la punta de una polla tanteando las puertas de tu coño. Y has chillado por primera vez, un grito breve y agudo de sorpresa y satisfacción que ha enervado a mi corneador cuando su capullo se ha deslizado hacia tu interior. Y te ha follado duro y rápido sin pensar en ti, ha colocado sus manos en tus cinturas y te ha empezado a martillear desde el principio, ansioso de placer, con la vista clavada en su polla engomada entrando y saliendo de ti, sin poder creerse la suerte de que follarte haya sido así de fácil, interrumpiendo sus bufidos solo con los insultos que no ha dejado de verter en todo este tiempo en tus oídos, dichos ahora entre dientes, al compás de su propia respiración acelerada.

Iba tan cargado, te tenía tantas ganas que solo ha sido capaz de aguantar unos minutos antes de acelerar su ritmo hasta volverlo frenético, desacompasado, sin despegar ni un momento sus manos de tu cintura. Y se te ha corrido dentro, y tú lo has notado perfectamente a través del látex. Y te has quedado a medias de tu segundo orgasmo, has echado el culo para atrás intentando evitar la retirada de aquella polla, que como cualquier otra, te ha estado follando a las tantas, en la calle, frente a las verjas del cementerio.

Pero no has tenido que esperar mucho porque Javier ya tenía prisa por ocupar su sitio. Y has chillado más fuerte esta vez, y se te ha oído perfectamente fuera. Has visto las estrellas cuando el grueso capullo, que apenas te cabia en la boca, ha forzado lentamente tu entrada recién usada pero todavía húmeda. Y se ha detenido ahí un momento disfrutando de la estrechez de tu coño, dándote tiempo a dilatar en condiciones, oyendo tus juramentos de incredulidad susurrados a la ventanilla del otro lado, demostrando que pollas como la suya no has catado muchas.

¿Has sido entonces cuando te has dado cuenta que te la estaba metiendo a pelo? Creo que Juanjo te había dejado con tantas ganas de correrte que igual te has dado cuenta pero te ha dado igual. O igual ha sido cuando ha reemprendido su camino hacia los límites de tu coño, provocándo ese orgasmo aplazado que anhelabas. O igual coincidiendo con un nuevo grito en la noche, cuando has notado sus huevos golpear en tu culo. Dos años saliendo juntos y ni una vez me lo has pasado por alto. Y ahora viene un tipo al que conoces desde hace dos meses, te pone a cuatro patas en la parte trasera de su coche y ni pregunta.

Ni te has enterado, jadeando con la cabeza gacha a cuatro patas, cuando Juanjo ya recompuesto, te ha tirado desde la ventanilla delantera, con mala puntería, su condón anudado y repleto, que rebotado ha quedado justo debajo de tu cara agachada. Cuantas veces te habrás corrido durante la casi media hora que Javier te ha estado barrenando tranquilamente, con aquel condón repleto delante de tus ojos. Menos mal que al final, cuando él empezaba a acelerar su ritmo y has presentido su corrida has tenido un momento de lucidez y le has gritado, volviendo la cara por primera vez, que no se corriera dentro.

Y Javier se ha retirado por fin, evitando males mayores, y enseguida se ha corrido sobre tu culo sin apenas tocarse. Sobre el coro de sus gemidos roncos y los lloros de tu último orgasmo has notado como uno tras otro han ido estrellándose todos los chorros de su corrida contra ti. El bueno de Javier, el que me estrechaba la mano cuando coincidíamos a la salida de tu trabajo, el que te dejaba discos y peliculas, ha tenido encima la gallardía de exprimirse con sus propias manos sus últimas gotas de semen sobre el agujero de tu culo.

Y tras unos minutos jadeando en la parte trasera de aquel coche, sin moverte, tal vez esperando ser otra vez follada, has salido torpemente al exterior, con las piernas entumecidas después de haber estado casi una hora de rodillas. Había un silencio tenso en el exterior. Y Juanjo fumando en el asiento del copiloto, sonriendo satisfecho de oreja a oreja, y Javier, vestido ya, cerrándose la cremallera de su pantalón , han sido testigos silenciosos cuando has vuelto a meter tus tetas mojadas en el sostén con tus propias manos, cuando has tratado de recomponerte con la poca dignidad que aún te quedaba dando fin a la fiesta, quedando desnuda de cintura para abajo, con tu falda enrollada sobre la cadera y el culo embadurnado de leche.

Javier, atento como si no te la hubiera metido a pelo sin preguntar hacia un momento, te ha tendido un kleneex del bolsillo para que te limpiaras. Un solo kleneex que se ha quedado inservible entre tus dedos empapados solo con una pasada. Y no has tenido más remedio que recurrir a tus propias bragas olvidadas en el suelo a unos metros, que es lo que más a mano tenías para completar la tarea, y que han quedado empapadas e inservibles otra vez a tus pies una vez tu culo y tus dedos limpios.

Y sé todo esto por qué me lo han venido a contar, porque en el fondo les he dado pena que sea tan cornudo y tú tan puta. Porque me lo han contado todo, que les llevabas calentando tiempo, a Javier desde que vino y a Juanjo desde siempre, dándole siempre largas y haciéndote la interesante. Que no son los únicos, que es algo habitual que tontees con clientes y compañeros. Que ellos no tienen pruebas de que me hayas puesto los cuernos antes, pero seguro que si eso no había pasado que no me preocupara, que volvería a pasar viendo lo solicita que te habías entregado. Volvería a pasar después de ellos, me ha puntualizado Juanjo.

Todo esto tomando un café en la mesa de la cocina, con una bolsa de plástico entre nosotros, con tus bragas, que han recogido con un palo allí donde las dejaste anoche , y un condón anudado repleto del semen de Juanjo aún caliente. Hace tan solo un momento, mientras tú todavía dormías la mona, es posible que soñando con las pollas que te habían follado esa noche pasada, frente a las verjas del cementerio.
 
Joder que vergüenza he pasado. Me extrañó que me llamará Alexs, el rutero de tu oficina. Quería quedar conmigo, tenía algo que contarme.

Me ha invitado a tomar un botellín en el bar donde desayunáis, y me he tenido que sentar frente a él. Ya sabes las pintas que lleva siempre: es un cerdo desgreñado de pelos rizado, barbudo, barriguita cervecera y ese pestilente olor a sudor que siempre le acompaña. Vestia la misma camiseta heavy desteñida por el tiempo donde ya no se puede reconocer el nombre del grupo y el mismo pantalón de chándal roto por las rodillas y sucio de grasa. Y me ha contado lo que pasó el viernes.

Ese viernes que te tocaba cuadrar trimestre y te tenías que quedar a hacer extras después del cierre, el viernes aquel que me dijiste que aprovechara a quedar con mis colegas. Pues ese viernes Alexs apareció por la oficina cinco minutos antes de cerrar, cuando todos tus compañeros ya se estaban yendo. Sin duda se debieron de oler la tostada, sobre todo porque aquel día estabas particularmente marcona, incluso para ser tú, que últimamente ha descuidado el decoro en tus maneras. Has declinado toda ayuda para cuadrar la caja, deseando quedarte sola cuanto antes. Y han ido desfilando todos tus compañeros por delante de ti deseándote un buen fin de semana, poco escandalizados ante lo evidente: que Alexs, aquel tipo sucio a quien todos tratan de evitar siempre, el que desayuna siempre solo en el bar, se te va a follar sin remedio cuando acabes de contar el dinero y te subas a su coche. Ahora entiendo los silencios violentos de tus compañeros cuando me vieron aparecer el otro día por tu curro cuando fui a buscarte.

Te has ausentado un momento al terminar como si te fueras a cambiar pero solo has dejado el sujetador en la taquilla, para salir a su encuentro con los pezones duros apuntándole debajo de tu camisa blanca. Y en ese momento Alexs ya, según me ha contado, ha perdido toda duda, si todavía la tenía, sobre si querías verga o no. Porque Alexs es otro de los que has calentado de un tiempo a esta parte en el que has descubierto lo lejos que puedes llegar gracias a mi transigencia. Uno a uno me ha leído los wassaps que os habéis mandado en una relación epistolar que yo desconocía: preguntándole donde estaba y que hacía un sábado por la noche en el que te aburrias conmigo; tus negativas y largas a quedar con él a pesar de las insinuaciones. Y me ha enseñado ese wassap final, invitándole a unas cañas“ y un "a lo que surja”, según tus propias palabras que me ha mostrado en la pantalla de su móvil.

Ya en su furgoneta, con el cinturón de seguridad cruzando tu camisa, revelandole el tamaño de tus pezones, le has sugerido coger el camino más largo hasta tu casa, el que pasa junto a las tapias del cementerio, donde aquel día te follaron Juanjo y Javier. Pero Alexs te ha dicho que no, que conocía un atajo aún más largo para llegar a nuestra casa, y habéis pasado de largo de allí, saliendo del casco urbano y tomando la circunvalación.

Y te ha vuelto a llevar a un sitio oscuro. Veinte minutos después ya estabas sentada a horcajadas sobre él, en el banco de un merendero, con la chusta de un canuto a medio consumir junto al casco vacío de una litrona, en un perdido parque del extrarradio, junto a las vías del tren, comiéndole la boca, con la camisa fuera ya de tu falda, dejando ser sobada por aquel cerdo mientras te restregabas sin pudor contra su bragueta.

Imagino que la lengua que me narra esta historia se ha paseado dejando empapadas tus tetas. Que esos labios cuarteados y secos que debían de saber a cerveza y hachís, han succionado tus gruesos pezones. Y te recuerdo en casa al salir de la ducha, cuando te miraba escondido tras la puerta entreabierta, masajeándote con mimo esas mismas tetas, untando en ellas esa leche de coco que tanto te gusta sentada frente al espejo del tocador, cuando seguro que ya te mojabas entera con la perspectiva de lo que iba a ocurrir.

No has aguantado ni un par de gemidos para correrte como una posesa agarrada a aquel mandril cuando su dedo travieso ha traspasado el último límite debajo de tus bragas y ha tomado posesión de tu clítoris. Allí, con tu camisa abierta y tus tetas empapadas empotradas contra su boca, agitándote frenéticamente contra aquel dedo intruso, la vista vuelta hacia el cielo y la boca abierta gimiendo, los ojos cerrados concentrada en ese orgasmo que te ha cruzado como un rayo. Y no se había sacado la polla todavía, cariño, no se había sacado la polla, y su chándal sucio ya tenía la huella de tu entrepierna.

Me ha contado que después te has deslizado satisfecha y mareada entre sus piernas, hasta quedar arrodillada frente a su paquete. Que te ha dado a probar su dedo, aún caliente de tu coño, mientras te miraba a los ojos y tú le devolvías la mirada retadora. Y entonces no te ha dicho ni que le sacaras la polla, enseguida le has bajado el chándal y los calzoncillos con ansia, lo justo para sacarle el paquete al aire, todo con el dedo corazón de ese animal, entrando y saliendo de tu boca.

Como se ha mofado de ti delante mío, moviendo su mano encima del botellín imitando la paja que le has hecho con la boca llena ya de su carne. Como se ha reído de la señorita de contabilidad a la que llaman en los muelles la comepollas de contabilidad, la que tildan las marujas de recepción en la máquina de café de furcia y de putón. Todo desde que se enteraron todos que Juanjo y Javier te zumbaron hace un mes, frente a las verjas del cementerio, dando el pistoletazo de salida.

Cada día, más puta, cada día más guarra, ni has intentado ponerte de pie y has esperado arrodillada y con las manos inertes en los muslos, ofrecida, cuando tu follador de esa noche se ha puesto en pie para quitarse su chándal, sus calzoncillos y sus botas, para mostrarte en la noche su rabo en todo su esplendor. Ha depositado con delicadeza la punta de su capullo en tu lengua y has cerrado los labios sobre él como si fuera un fruto sagrado.

¿Sabes que no hacia ni veinticuatro horas que Aleks había mancillado otro coño de casada en ese mismo banco? ¿Qué el guarro ni siquiera se había duchado desde entonces y que, como a ti se la follo sin condón? Aleks el guarro, como le llaman en el trabajo, te acariciaba la cabeza entre resoplidos, agarrándote del pelo cuando te culeaba más fuerte de vez en cuando, tratando de que te metieras un poquito más cada vez, buscando el final de tu boca y el umbral de tu garganta.

Ha estado tentado de acabarlo todo allí mismo, de buscar la velocidad de crucero en tu boca y correrse entero, según me ha contado. Pero se ha contenido, la ha mantenido allí, en aquel vaivén contenido y tenso, incrementando su erección en tu boca repleta de babas porque sabia, por boca de Juanjo y de Javier, que podía llegar lejos, mucho más lejos. Y que no quería quedar por debajo de nadie en la noche que por fin te ibas a dejar follar.

Veinte minutos después, las luces del expreso de medianoche han iluminado por unos instantes vuestros cuerpos enganchados gimiendo a la luz de la luna: tú de rodillas sobre el banco del merendero, los codos clavados al tablero, la falda enrollada en la cintura y la camisa abierta, con tus tetas sin control chocando una con otra como campanas repiqueteando, tus bragas hechas jirones enganchadas en uno de tus tobillos.

Y entre tus piernas abiertas, la mole mugrienta que te embiste ha colocado un pie apoyado sobre el banco para darse mejor impulso. Solo presta atención a la visión de su polla desnuda entrando y saliendo de tu coño, porque tú ni siquiera le has pedido que se pusiera un condón. Como la guarra de ayer, como a todas las cualquiera que se tira en este merendero perdido de la vista del camino. Sabe Dios donde ha podido meter esa polla antes de estar en tu coño, pero a ti te ha dado igual, con las rodillas sobre el cartón viejo que gallardamente Alexs ha recogido del suelo y te ha colocado sobre la madera para que no te lastimes.

Sus manos han dejado su marca en tu grupa, aquella a la que se ha aferrado mientras te culeaba, esa a la que ha azotado sin piedad mientras te animaba a correrte llamándote puta. Y bajo aquella luz intermitente y violenta del expreso de medianoche tú te has corrido voceando a los cuatro vientos cuando ha escupido directo al ojete de tu culo, anunciándote, ya entonces, la idea que se le ha metido entre ceja y ceja y que me ha confesado también.

Y ante tu orgasmo gritado, ante los espasmos de tus piernas y tu coño, Alexs tampoco ha aguantado más y te ha agarrado de los hombros para impulsarse definitivamente hacia tu interior y anunciarte, también a gritos sobre tu cuerpo, que se estaba corriendo en lo más profundo de tu coño, sin pedirte permiso siquiera, dando por supuesto que podía, que podía correrse dentro por que tú esta vez no lo ibas a evitar.

Allí, a las luces fugaces del expreso, los dos enganchados y gimiendo como perros callejeros en celo mientras su leche inundaba tu coño. El desnudo de cintura para abajo, solo vestido con su camiseta heavy raída, con su culo peludo contraido y rigido, tratando de buscar el tope de tu culo mientras descargaba. Y tú, con tu falda de puta arremangada en la cintura, la camisa abierta, y la espalda curvada en esa postura imposible que no has dudado en adoptar de nuevo para recibir al macho de turno.

Y cuando ha pasado el tren, contra el silencio de la noche solo han quedado vuestros jadeos agónicos y el chapotear de su polla en tu coño. Por instinto animal todavía ha estado un rato más bombeando, hasta que floja y encogiéndose pero aún palpitante, la ha retirado dejando tras de sí un reguero de leche que ha caído en un pequeño rio grumoso sobre la madera del banco, entre tus piernas.

No quiero ni pensar como ha sido el camino de vuelta en el vagón del último metro a aquellas horas de la noche, pues te ha dejado en la primera boca de metro que ha visto, lejos de casa, como una puta usada, con tus tetas pringadas de su saliva todavía dentro de la camisa y tu coño sin bragas rezumando leche.

Sin esas mismas bragas negras y caladas, convertidas ahora en un trapo roto, que me ha dejado sobre la mesa grasienta de ese bar de mala muerte, a la vista de todos. “Puede que te quieras quedar con ellas, que quieras hacer colección” , y tal cual me ha dicho esto, ha apurado su botellín y se ha ido satisfecho dejándolo vacío sobre la mesa, junto a una colilla arrugada en un cenicero y tus bragas rotas, provocando la atención de los lejanos y la perplejidad o la risa contenida de los cercanos.

¿Y sabes? Me ha dado igual. Porque debajo de la mesa yo tenía la polla muy dura amor. Solo tenia ganas tenerte delante para follarte y apenas me he enterado de esa última humillación. Pero sabiendo que jamás encontrarás el momento de follar conmigo como lleva pasando de unos meses acá me he tenido que hacer una paja en el servicio cutre de aquel bar, con tus bragas en el bolsillo de la chaqueta, antes de pagar en la barra mi consumición y la de ese payaso.
 

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