Cumpliendo la fantasía de mi prima, desvirgar su culito

Tiravallas

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13 Jul 2024
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Dicen que el fin justifica los medios pero, ¿qué justifica el fin? En mi caso, era un deseo oculto y prohibido, las ansias de hacer mía a la persona menos indicada. Cuando surgió ante mí la posibilidad de cumplir esa fantasía, no dudé en utilizar cualquier treta a mi alcance para dar rienda suelta a mis más bajos instintos.

Mi vida era como la de cualquier chico normal de barrio. Iba al colegio, jugaba con mis amigos y después volvía a la tranquilidad de mi casa. Allí no tenía que compartir los juguetes con nadie, ya que mis padres habían decidido, con muy buen criterio según mi opinión, que con un hijo tenían más que suficiente.

Hubo etapas en las que sí deseé tener un hermano, hasta que conocí a la hermana pequeña de Tote, mi mejor amigo, y decidí que era mejor no correr el riesgo. Esa niña tenía el aspecto de un ángel, pero me constaba que en realidad era como el mismísimo demonio. Para tener a alguien que me amargara la vida, prefería estar solo.

Aunque sabía que no todas las niñas pequeñas eran así. Mi prima Suri, cuatro años menor que yo, era un encanto. Siempre sintió admiración por mí y se convirtió en mi único entretenimiento durante las navidades o cualquier otro tipo de reunión familiar. Se podía decir que era la única chica con la que me llevaba bien cuando era un niño... pero también al hacerme mayor.

Porque lo mío con las mujeres siempre fue un caso perdido. Tenía el mismo talento para ligar como para meter después la pata y hacer que ninguna relación prosperara. A los veinte años eso no me importaba demasiado, estaba centrado en los estudios y no pensaba en el amor, salvo que fuese posible tenerlo con cierta persona.

El paso de los años y su dulzura, habían hecho que viera en Suri lo que ningún primo debería ver. No sabía si era que solo ella me miraba con devoción o simplemente morbo, pero en cuanto hizo el cambio físico quedé prendado de su encanto, especialmente el que tenía en esa parte en la que la espalda pierde su nombre.

Obviamente, ese deseo era secreto para todo el mundo, excepto mi amigo Tote. Me había animado a desahogarme en mitad de una borrachera, pensando que lo olvidaría, pero se convirtió en el tema de conversación más recurrente entre nosotros. Nunca sabía si estaba a favor o en contra de que tuviera algo con ella.

- Naím, mi follaprimas favorito.

- Tío, no seas capullo.

- Tienes razón, ya quisieras tú tirártela.

- No te lo tendría que haber contado.

- Sabes que te lo digo de broma.

- A mí no se me ocurriría bromear con tu hermana.

- Atrévete, ella misma te arrancaría la cabeza.

- ¿Sigue teniendo ese carácter endiablado?

- Solo si le diriges la palabra o la miras más de dos segundos seguidos.

Conocía a esa cría, en ese momento ya adolescente, de toda la vida, y aún no la había visto sonreír ni una sola vez. No me atrevía siquiera a acercarme a ella, aunque debía reconocer que estaba tremendamente buena. Era todo lo contrario a mi amada prima Suri, pero también me daba mucho morbo. Estaba convencido de que se follaba a todo el que se le pusiera por delante y después les arrancaba la polla a mordiscos.

Pero el destino, siempre caprichoso, quiso que esas dos jovencitas tan opuestas se reunieran. Cuando mis tíos decidieron mudarse, Suri tuvo que cambiar de instituto y terminó en la misma clase que la hermana de mi amigo. Cuando me enteré, solo pude rezar para que mi prima no se viera contaminada por la maldad de la otra.

Pasaron unas semanas desde que aquello sucedió y yo seguía centrado en quitarme a mi prima de la cabeza. Un sábado por la noche, después de un polvo mediocre y de malgastar más de una hora en intentar que una calientapollas me dejara metérsela por el culo, decidí volver a mi casa. Por el camino recibí una llamada de Tote.

- ¿Sigues con el adefesio ese?

- No seas idiota, que yo al menos follo de vez en cuando.

- Sí, con todas menos con tu prima.

- No empieces otra vez, Tote.

- Vale, pero precisamente de ella te quería hablar.

- ¿De Suri?

- Sí, resulta que se ha hecho súper amiga de mi hermana.

- No me jodas...

- ¿Qué pasa?

- Pues que tu hermana es una cabrona, la va a estropear.

- Ha estado aquí esta tarde y no han parado de reírse.

- Sí, claro... tu hermana no sabe reírse.

- Eso pensaba yo, pero llegaban las carcajadas hasta mi cuarto.

- Estoy perdido.

En el barrio había varios colegios, cada uno contenía muchas aulas y veintitantos alumnos estudiaban dentro de todas ellas. Pues con ese sinfín de posibilidades, mi inocente prima había caído en las garras de la siniestra hermana de Tote. No sabía qué hacer para alejarla de ella sin que se notaran mis intenciones, la preocupación que tenía por si dejaba de ser la dulce Suri que tanto me excitaba.

Tampoco era sencillo lidiar con mi amigo. Aunque él era consciente del carácter de su hermana, no llevaba nada bien que le dijera que no quería que se juntase con mi prima. Tote me decía que quizás era lo que necesitaba Suri para dejar de ser una monja y que si yo no quería que se espabilara, ya se la follaría él. Al final siempre acabábamos discutiendo.

En una de esas disputas nos enfadamos de verdad. Ni siquiera le dirigía la palabra cuando nos cruzábamos por los pasillos de la universidad. Llevábamos así unas tres semanas cuando me llamó por teléfono. Estuve a punto de no contestar, pero pensé que si se había tragado el orgullo seguramente era por algo importante.

- ¿Qué pasa?

- Naím, quiero que vengas a mi casa ahora mismo.

- ¿Para qué?

- Cuando llegues te lo cuento.

- No, dímelo ahora o no voy.

- Tu prima y mi hermana hablan todas las tardes por teléfono. Quiero que las escuches.

- ¿Cómo?

- Con el fijo que hay en mi habitación.

- ¿Las espías?

- Fue sin querer, pero lo que descubrí creo que te va a interesar.

- Bueno, voy para allí.

- No tardes.

Me pudo la curiosidad, pero no estaba preparado para descubrir en qué se había convertido mi prima por culpa de esa muchacha. Cuando llegué a su casa, Tote ya estaba con el teléfono pegado a la oreja. Me dijo muy bajito que la conversación acababa de comenzar y que prometía ser tan buena como siempre.

Llevaba diez minutos escuchando y aún no comprendía el entusiasmo de Tote. Eran dos adolescentes normales hablando de sus deberes y criticando al resto de compañeras de clase, algo que no me parecía propio de mi prima, aunque fuese de lo más típico. Estaba a punto de soltar el teléfono cuando cambiaron de tema, haciendo que mi amigo esbozara una sonrisa maliciosa.

- Tía, esa es una guarra.

- A ti todas te parecen guarras, Suri.

- Pero esa sí que lo es, se ha follado a medio instituto.

- Pues igual que tú.

- Ya, pero yo no me tengo que arrastrar para que los tíos vayan detrás de mí.

- Ni yo tampoco.

- Porque eres un pibón, pero insistes en no perder la virginidad de una vez.

- Sabes que no me corre prisa.

- No sabes lo que te pierdes.

- Sí, a niñatos imberbes empujando cinco segundos para correrse.

- ¿El profe de gimnasia te parece un niñato?

- ¿Qué dices, loca?

- Lo que oyes. Tengo el diez más que garantizado.

Tote me aseguró que cada tarde tenían el mismo tipo de conversación, pero yo no podía creérmelo, tenía que haber una cámara oculta o algo que explicara lo que acababa de escuchar. Se me hacía imposible de creer que Suri, esa niña de apariencia angelical, hubiera mantenido relaciones sexuales incluso con uno de sus profesores. Aunque casi peor era saber que la hermana de mi amigo seguía siendo virgen, con todo lo que había dicho de ella.

Pasaron los días y seguía sin digerir lo que había oído. Nos encontramos en el cumpleaños de nuestra abuela y yo no sabía cómo reaccionar. Allí estaba ella, con su habitual apariencia de no haber roto un plato en su vida, ajena a que yo sabía toda la verdad. Puede que esa revelación matara parte del sentimiento romántico que tenía hacia ella, pero no pude evitar sentir aún más excitación al verla.

En un intento desesperado por desmentir algo que era evidente, le pedí a Tote ir de nuevo a su casa para volver a escucharlas. Él parecía encantado con la idea de volver a refregarme que su hermana era la santa y mi adorada prima la mala influencia. Prometí que sería la última vez que las espiara, aunque probablemente no podría cumplir mi palabra.

- Ayer fue el cumpleaños de mi abuela.

- ¿Y cómo fue?

- Aburrido, como siempre que se junta la familia. Solo se salva mi primo.

- ¿Naím?

- Sí, el único primo que tengo.

- Está aquí en casa, con mi hermano.

- Salúdalo de mi parte.

- Sabes que nunca hablo con él.

- ¿Por qué? Si es súper simpático y guapo.

- Pues por eso mismo, me da vergüenza.

- Si no fuera mi primo, iría a por él sin dudarlo.

- Ojalá yo fuese como tú, Suri.

Saber que su hermana se sentía atraída por mí le borró la sonrisa de la cara a Tote. En condiciones normales, esa información me hubiera resultado de lo más excitante, pero en ese momento no podía obviar las palabras de mi prima. Había dicho claramente que le gustaba, que de no ser primos hubiera ido a por mí. Desconocía si existía alguna posibilidad de que aquello no fuera un impedimento, tendría que tratar de descubrirlo.

Durante los siguientes días Tote se encargó de asegurarse de que no intentaría nada con su hermana. Fui sincero al decirle que ni se me pasaba por la cabeza, porque tenía otro objetivo y por respeto a él. Mi amigo tampoco parecía muy a favor de que fuese a por mi prima, pero prefería eso a la otra alternativa.

Con el objetivo de descubrir qué pasos podrían acercarme al deseado encuentro con mi prima, decidí romper mi promesa y volver a espiar las conversaciones de las dos amigas. Cada tarde, sin falta, iba a casa de mi amigo para pegarme al teléfono fijo y escuchar lo que decían. Además de recabar información que me acercara a mi objetivo, me resultaba muy morboso saber que estaba haciendo algo malo, que invadía la intimidad de dos adolescentes.

Pero Tote no tenía esa misma sensación. Tras varias tardes en las que las chicas no hablaban de nada relevante, mi amigo perdió el interés y me dejó a mí solo en tan deleznable tarea. Yo también empezaba a perder la esperanza de que volvieran a hablar de lo que a mí me interesaba, pero de repente todo cambió a mi favor.

- Estoy hasta el coño de las puñeteras matemáticas.

- Ya, me voy a tener que tirar también a este profesor.

- Con esa cara de buena que tienes nadie se imagina cómo eres en realidad.

- Ese es mi secreto.

- A veces me pregunto si te queda algo por hacer.

- ¿Te refieres a alguna fantasía erótica?

- Sí.

- Pues te confieso que hay algo que me da mucho morbo pero aún no me he atrevido a probarlo.

- ¿Y se puede saber qué es?

- Sexo anal.

- Vaya... ¿qué te ha impedido hacerlo?

- Que me gustaría que fuese con alguien especial.

- Entonces entiendes lo que yo siento.

- Sí, sé que tú solo lo harías con mi primo.

- Hasta tú te dejarías romper el culito por él.

- No te voy a decir que no...

En cuestión de días, había pasado de creer que mi prima era poco menos que un ángel a descubrir que era prácticamente adicta al sexo y tenía como fantasía que le dieran por detrás. Por si esa información no fuese suficiente, también había oído cómo decía que dejaría que fuese yo quien le estrenara su agujero trasero.

Tenía muchos datos y muy pocas maneras de gestionarlos. Saber lo que pasaba por la cabeza de mi prima era importante, pero eso no me daba pistas sobre cómo podía iniciar un acercamiento que se antojaba imposible. No solo estaba en juego nuestra relación como primos, también podía acabar dinamitando la unidad familiar.

Necesitaba un tiempo para pensar con calma, sin que nadie me presionara, por eso decidí no contarle nada a Tote, ni siquiera que su hermana estaría encantada de dejar que yo la estrenara. En principio, no tenía que ver a Suri hasta tres semanas después, que era cuando ella cumplía años y nos reuniríamos toda la familia para celebrarlo, como solía ser costumbre.

No barajaba demasiadas opciones más allá de decirle claramente que yo también estaba interesado en hacerlo con ella, pero iba a ser difícil, teniendo en cuenta que supuestamente seguía siendo para mí la niña buena. Quizás lo más sensato fuese aceptar que hay cosas que simplemente no deben suceder nunca.

Estaba dispuesto a rendirme, a dejar que la lógica se impusiera, pero parecía haber una fuerza mayor dispuesta a aquello sucediera, o al menos a que no me rindiera tan fácilmente. Aunque no era algo que ocurriese con normalidad, un sábado por la mañana me encontré a Suri en la calle, cuando ella volvía de hacer unas compras.

- Prima, qué alegría verte.

- Naím, ¿a dónde vas?

- A la biblioteca a estudiar un rato.

- Como un buen chico.

- No, la buena niña has sido tú siempre.

- Eso es lo que decís vosotros, pero puede que no me conozcáis demasiado.

- Pues si no eres tan buena, demuéstramelo.

- ¿Cómo?

- Saliendo a tomar algo conmigo, por ejemplo.

- ¿Invitas tú?

- Claro, es mi obligación de primo mayor.

A partir de ese momento comencé a trazar un plan que convirtiera esa especie de cita inocente en algo que nos llevara a culminar lo que ambos deseábamos. No habíamos concretado fecha, lo que me daba bastante margen de maniobra. Yo sabía que muy pronto tendría la casa a mi disposición, ya que mis padres tenían planes en el horizonte.

Para asegurarme de que todo seguía en pie, envié mensajes a Suri con frecuencia. Ella siempre se mostraba dispuesta y quería que pusiéramos fecha para nuestra quedada, pero yo le ponía la excusa de los exámenes a la espera de que se pudiera cumplir lo que tenía en mente. Me lo estaba tomando con mucha calma, pero deseaba que llegara el momento.

Aunque la espera se hizo eterna, finalmente llegó el fin de semana en que mis padres se fueron. Tuve que fingir que había sido algo casual a la hora de proponerle a Suri que viniera a mi casa, con la excusa de que allí estaríamos más tranquilos. Ella no solo no puso pegas, sino que parecía encantada con esa alternativa, lo cual me pareció muy positivo.

Cuando mi prima llegó y se quitó el abrigo que llevaba, me quedó claro que para ella tampoco era algo inocente. Por primera vez la veía lucir escote y una falda que no le llegara casi a los tobillos. Si ya me gustaba con su habitual vestimenta, verla así me encendió hasta un límite insospechado. No se me podía escapar.

- Me ibas a invitar a tomar algo, ¿no?

- Claro, en la nevera hay refrescos.

- ¿Qué no entendiste de que no soy una niña buena?

- ¿Quieres algo más fuerte?

- ¡Claro!

- Pues sírvete.

- Eso me gusta más.

- ¿Sueles beber a menudo?

- No, solo en ocasiones especiales.

- ¿Y esta lo es?

- Por supuesto, es la primera vez que tú y yo quedamos.

- Estaba esperando a que dejaras de ser una cría.

- Naím, ¿qué buscas?

- ¿Cómo dices?

- ¿Te crees que eres el primero que me cita en su casa con una excusa?

- Suri, somos primos, no lo veo tan extraño.

- Qué lástima, yo me había hecho ilusiones...

- ¿En serio?

- Me he vestido así para ti, aunque la idea era desvestirme lo antes posible.

- Si nuestros padres se enteraran...

- Pero si aún no se han dado ni cuenta de que hace años que dejé de ser una santa.

- Entonces quizás...

Sin previo aviso, mientras yo hablaba, Suri se comenzó a desnudar. Me quedé en silencio, incapaz de dejar de mirar el joven y voluptuoso cuerpo que aparecía ante mis ojos. Había estado con muchas chicas, pero ninguna consiguió que me empalmara en tan poco tiempo. La verdadera cara de mi prima se acababa de revelar, y yo estaba dispuesto a sacarle mucho partido.

Yo estaba sentado en el sofá y ella se colocó precisamente sobre mi abultado paquete. La tenía encima de mí, completamente desnuda, pidiendo que mis manos se recrearan en sus generosas curvas, que nuestros labios se juntaron. Olía de maravilla y el calor que desprendía su cuerpo era muy agradable, casi irresistible.

Ante mi inusitada falta de reacción, fue Suri la que se lanzó a besarme, pero no de una forma cualquiera. Mi prima se sentó a horcajadas sobre mí y, tras quitarme la camiseta y besar mis pectorales con lascivia, me metió la lengua en la boca. Mis manos enseguida se aferrararon a sus suaves muslos, con la intención de ascender poco a poco hasta el culazo.

Tenía las tetas grandes y turgentes, sus duros pezones rozaban mi pecho cada vez que Suri meneaba las caderas hacia delante para frotar su húmedo sexo contra mi pantalón. Ni siquiera las múltiples conversaciones suyas que había escuchado me prepararon para lo que estaba viviendo. Mi prima era un volcan... y todavía no había entrado en erupción.

Su lengua era un torbellino dentro de mi boca, sus manos me revolvían el pelo y recorrían mis bíceps sin dejar de moverse. Yo le estrujaba con fuerza las nalgas, acercando cada vez más mis dedos a sus agujeros. Enseguida noté lo empapada que estaba, cómo sus fluidos vaginales mojaban el pantalón del que debía desprenderme.

Ella misma me bajó la cremallera y yo me desnudé de cintura para abajo, haciendo que nuestros sexos entraran en contacto por primera vez. Era muy difícil contener la tentación de penetrar su cálido coñito, pero en mi cabeza solo conseguía visualizar mi rabo rompiendo su culo. No quería ser demasiado directo, así que comencé a tantear el terreno.

Lubriqué uno de mis dedos con sus jugos y se lo acerqué muy despacio al ano. Suri no reaccionó, así que seguí avanzando, hasta que le metí la puntita. Mi prima hizo un movimiento brusco hacia abajo, provocando que mi dedo se le clavara entero en el recto. Gritó de dolor, pero no hizo nada por sacárselo, todo lo contrario, siguió moviéndose mientras yo exploraba su interior.

- Suri, ¿te gusta?

- Me encanta, no pares.

- ¿No prefieres que te meta otra cosa?

- Sí, por favor.

- ¿Se podría decir que el sexo anal es tu fantasía?

- Lo era, pero ahora tengo una mayor que espero que también me ayudes a cumplir.

- ¿De qué se trata?

- De hacer un trío contigo y la hermana de tu amigo Tote.

- ¿Crees que ella querrá?

- Ya lo averiguaremos, antes tienes que romperme el culo.
 
Dicen que el fin justifica los medios pero, ¿qué justifica el fin? En mi caso, era un deseo oculto y prohibido, las ansias de hacer mía a la persona menos indicada. Cuando surgió ante mí la posibilidad de cumplir esa fantasía, no dudé en utilizar cualquier treta a mi alcance para dar rienda suelta a mis más bajos instintos.

Mi vida era como la de cualquier chico normal de barrio. Iba al colegio, jugaba con mis amigos y después volvía a la tranquilidad de mi casa. Allí no tenía que compartir los juguetes con nadie, ya que mis padres habían decidido, con muy buen criterio según mi opinión, que con un hijo tenían más que suficiente.

Hubo etapas en las que sí deseé tener un hermano, hasta que conocí a la hermana pequeña de Tote, mi mejor amigo, y decidí que era mejor no correr el riesgo. Esa niña tenía el aspecto de un ángel, pero me constaba que en realidad era como el mismísimo demonio. Para tener a alguien que me amargara la vida, prefería estar solo.

Aunque sabía que no todas las niñas pequeñas eran así. Mi prima Suri, cuatro años menor que yo, era un encanto. Siempre sintió admiración por mí y se convirtió en mi único entretenimiento durante las navidades o cualquier otro tipo de reunión familiar. Se podía decir que era la única chica con la que me llevaba bien cuando era un niño... pero también al hacerme mayor.

Porque lo mío con las mujeres siempre fue un caso perdido. Tenía el mismo talento para ligar como para meter después la pata y hacer que ninguna relación prosperara. A los veinte años eso no me importaba demasiado, estaba centrado en los estudios y no pensaba en el amor, salvo que fuese posible tenerlo con cierta persona.

El paso de los años y su dulzura, habían hecho que viera en Suri lo que ningún primo debería ver. No sabía si era que solo ella me miraba con devoción o simplemente morbo, pero en cuanto hizo el cambio físico quedé prendado de su encanto, especialmente el que tenía en esa parte en la que la espalda pierde su nombre.

Obviamente, ese deseo era secreto para todo el mundo, excepto mi amigo Tote. Me había animado a desahogarme en mitad de una borrachera, pensando que lo olvidaría, pero se convirtió en el tema de conversación más recurrente entre nosotros. Nunca sabía si estaba a favor o en contra de que tuviera algo con ella.

- Naím, mi follaprimas favorito.

- Tío, no seas capullo.

- Tienes razón, ya quisieras tú tirártela.

- No te lo tendría que haber contado.

- Sabes que te lo digo de broma.

- A mí no se me ocurriría bromear con tu hermana.

- Atrévete, ella misma te arrancaría la cabeza.

- ¿Sigue teniendo ese carácter endiablado?

- Solo si le diriges la palabra o la miras más de dos segundos seguidos.

Conocía a esa cría, en ese momento ya adolescente, de toda la vida, y aún no la había visto sonreír ni una sola vez. No me atrevía siquiera a acercarme a ella, aunque debía reconocer que estaba tremendamente buena. Era todo lo contrario a mi amada prima Suri, pero también me daba mucho morbo. Estaba convencido de que se follaba a todo el que se le pusiera por delante y después les arrancaba la polla a mordiscos.

Pero el destino, siempre caprichoso, quiso que esas dos jovencitas tan opuestas se reunieran. Cuando mis tíos decidieron mudarse, Suri tuvo que cambiar de instituto y terminó en la misma clase que la hermana de mi amigo. Cuando me enteré, solo pude rezar para que mi prima no se viera contaminada por la maldad de la otra.

Pasaron unas semanas desde que aquello sucedió y yo seguía centrado en quitarme a mi prima de la cabeza. Un sábado por la noche, después de un polvo mediocre y de malgastar más de una hora en intentar que una calientapollas me dejara metérsela por el culo, decidí volver a mi casa. Por el camino recibí una llamada de Tote.

- ¿Sigues con el adefesio ese?

- No seas idiota, que yo al menos follo de vez en cuando.

- Sí, con todas menos con tu prima.

- No empieces otra vez, Tote.

- Vale, pero precisamente de ella te quería hablar.

- ¿De Suri?

- Sí, resulta que se ha hecho súper amiga de mi hermana.

- No me jodas...

- ¿Qué pasa?

- Pues que tu hermana es una cabrona, la va a estropear.

- Ha estado aquí esta tarde y no han parado de reírse.

- Sí, claro... tu hermana no sabe reírse.

- Eso pensaba yo, pero llegaban las carcajadas hasta mi cuarto.

- Estoy perdido.

En el barrio había varios colegios, cada uno contenía muchas aulas y veintitantos alumnos estudiaban dentro de todas ellas. Pues con ese sinfín de posibilidades, mi inocente prima había caído en las garras de la siniestra hermana de Tote. No sabía qué hacer para alejarla de ella sin que se notaran mis intenciones, la preocupación que tenía por si dejaba de ser la dulce Suri que tanto me excitaba.

Tampoco era sencillo lidiar con mi amigo. Aunque él era consciente del carácter de su hermana, no llevaba nada bien que le dijera que no quería que se juntase con mi prima. Tote me decía que quizás era lo que necesitaba Suri para dejar de ser una monja y que si yo no quería que se espabilara, ya se la follaría él. Al final siempre acabábamos discutiendo.

En una de esas disputas nos enfadamos de verdad. Ni siquiera le dirigía la palabra cuando nos cruzábamos por los pasillos de la universidad. Llevábamos así unas tres semanas cuando me llamó por teléfono. Estuve a punto de no contestar, pero pensé que si se había tragado el orgullo seguramente era por algo importante.

- ¿Qué pasa?

- Naím, quiero que vengas a mi casa ahora mismo.

- ¿Para qué?

- Cuando llegues te lo cuento.

- No, dímelo ahora o no voy.

- Tu prima y mi hermana hablan todas las tardes por teléfono. Quiero que las escuches.

- ¿Cómo?

- Con el fijo que hay en mi habitación.

- ¿Las espías?

- Fue sin querer, pero lo que descubrí creo que te va a interesar.

- Bueno, voy para allí.

- No tardes.

Me pudo la curiosidad, pero no estaba preparado para descubrir en qué se había convertido mi prima por culpa de esa muchacha. Cuando llegué a su casa, Tote ya estaba con el teléfono pegado a la oreja. Me dijo muy bajito que la conversación acababa de comenzar y que prometía ser tan buena como siempre.

Llevaba diez minutos escuchando y aún no comprendía el entusiasmo de Tote. Eran dos adolescentes normales hablando de sus deberes y criticando al resto de compañeras de clase, algo que no me parecía propio de mi prima, aunque fuese de lo más típico. Estaba a punto de soltar el teléfono cuando cambiaron de tema, haciendo que mi amigo esbozara una sonrisa maliciosa.

- Tía, esa es una guarra.

- A ti todas te parecen guarras, Suri.

- Pero esa sí que lo es, se ha follado a medio instituto.

- Pues igual que tú.

- Ya, pero yo no me tengo que arrastrar para que los tíos vayan detrás de mí.

- Ni yo tampoco.

- Porque eres un pibón, pero insistes en no perder la virginidad de una vez.

- Sabes que no me corre prisa.

- No sabes lo que te pierdes.

- Sí, a niñatos imberbes empujando cinco segundos para correrse.

- ¿El profe de gimnasia te parece un niñato?

- ¿Qué dices, loca?

- Lo que oyes. Tengo el diez más que garantizado.

Tote me aseguró que cada tarde tenían el mismo tipo de conversación, pero yo no podía creérmelo, tenía que haber una cámara oculta o algo que explicara lo que acababa de escuchar. Se me hacía imposible de creer que Suri, esa niña de apariencia angelical, hubiera mantenido relaciones sexuales incluso con uno de sus profesores. Aunque casi peor era saber que la hermana de mi amigo seguía siendo virgen, con todo lo que había dicho de ella.

Pasaron los días y seguía sin digerir lo que había oído. Nos encontramos en el cumpleaños de nuestra abuela y yo no sabía cómo reaccionar. Allí estaba ella, con su habitual apariencia de no haber roto un plato en su vida, ajena a que yo sabía toda la verdad. Puede que esa revelación matara parte del sentimiento romántico que tenía hacia ella, pero no pude evitar sentir aún más excitación al verla.

En un intento desesperado por desmentir algo que era evidente, le pedí a Tote ir de nuevo a su casa para volver a escucharlas. Él parecía encantado con la idea de volver a refregarme que su hermana era la santa y mi adorada prima la mala influencia. Prometí que sería la última vez que las espiara, aunque probablemente no podría cumplir mi palabra.

- Ayer fue el cumpleaños de mi abuela.

- ¿Y cómo fue?

- Aburrido, como siempre que se junta la familia. Solo se salva mi primo.

- ¿Naím?

- Sí, el único primo que tengo.

- Está aquí en casa, con mi hermano.

- Salúdalo de mi parte.

- Sabes que nunca hablo con él.

- ¿Por qué? Si es súper simpático y guapo.

- Pues por eso mismo, me da vergüenza.

- Si no fuera mi primo, iría a por él sin dudarlo.

- Ojalá yo fuese como tú, Suri.

Saber que su hermana se sentía atraída por mí le borró la sonrisa de la cara a Tote. En condiciones normales, esa información me hubiera resultado de lo más excitante, pero en ese momento no podía obviar las palabras de mi prima. Había dicho claramente que le gustaba, que de no ser primos hubiera ido a por mí. Desconocía si existía alguna posibilidad de que aquello no fuera un impedimento, tendría que tratar de descubrirlo.

Durante los siguientes días Tote se encargó de asegurarse de que no intentaría nada con su hermana. Fui sincero al decirle que ni se me pasaba por la cabeza, porque tenía otro objetivo y por respeto a él. Mi amigo tampoco parecía muy a favor de que fuese a por mi prima, pero prefería eso a la otra alternativa.

Con el objetivo de descubrir qué pasos podrían acercarme al deseado encuentro con mi prima, decidí romper mi promesa y volver a espiar las conversaciones de las dos amigas. Cada tarde, sin falta, iba a casa de mi amigo para pegarme al teléfono fijo y escuchar lo que decían. Además de recabar información que me acercara a mi objetivo, me resultaba muy morboso saber que estaba haciendo algo malo, que invadía la intimidad de dos adolescentes.

Pero Tote no tenía esa misma sensación. Tras varias tardes en las que las chicas no hablaban de nada relevante, mi amigo perdió el interés y me dejó a mí solo en tan deleznable tarea. Yo también empezaba a perder la esperanza de que volvieran a hablar de lo que a mí me interesaba, pero de repente todo cambió a mi favor.

- Estoy hasta el coño de las puñeteras matemáticas.

- Ya, me voy a tener que tirar también a este profesor.

- Con esa cara de buena que tienes nadie se imagina cómo eres en realidad.

- Ese es mi secreto.

- A veces me pregunto si te queda algo por hacer.

- ¿Te refieres a alguna fantasía erótica?

- Sí.

- Pues te confieso que hay algo que me da mucho morbo pero aún no me he atrevido a probarlo.

- ¿Y se puede saber qué es?

- Sexo anal.

- Vaya... ¿qué te ha impedido hacerlo?

- Que me gustaría que fuese con alguien especial.

- Entonces entiendes lo que yo siento.

- Sí, sé que tú solo lo harías con mi primo.

- Hasta tú te dejarías romper el culito por él.

- No te voy a decir que no...

En cuestión de días, había pasado de creer que mi prima era poco menos que un ángel a descubrir que era prácticamente adicta al sexo y tenía como fantasía que le dieran por detrás. Por si esa información no fuese suficiente, también había oído cómo decía que dejaría que fuese yo quien le estrenara su agujero trasero.

Tenía muchos datos y muy pocas maneras de gestionarlos. Saber lo que pasaba por la cabeza de mi prima era importante, pero eso no me daba pistas sobre cómo podía iniciar un acercamiento que se antojaba imposible. No solo estaba en juego nuestra relación como primos, también podía acabar dinamitando la unidad familiar.

Necesitaba un tiempo para pensar con calma, sin que nadie me presionara, por eso decidí no contarle nada a Tote, ni siquiera que su hermana estaría encantada de dejar que yo la estrenara. En principio, no tenía que ver a Suri hasta tres semanas después, que era cuando ella cumplía años y nos reuniríamos toda la familia para celebrarlo, como solía ser costumbre.

No barajaba demasiadas opciones más allá de decirle claramente que yo también estaba interesado en hacerlo con ella, pero iba a ser difícil, teniendo en cuenta que supuestamente seguía siendo para mí la niña buena. Quizás lo más sensato fuese aceptar que hay cosas que simplemente no deben suceder nunca.

Estaba dispuesto a rendirme, a dejar que la lógica se impusiera, pero parecía haber una fuerza mayor dispuesta a aquello sucediera, o al menos a que no me rindiera tan fácilmente. Aunque no era algo que ocurriese con normalidad, un sábado por la mañana me encontré a Suri en la calle, cuando ella volvía de hacer unas compras.

- Prima, qué alegría verte.

- Naím, ¿a dónde vas?

- A la biblioteca a estudiar un rato.

- Como un buen chico.

- No, la buena niña has sido tú siempre.

- Eso es lo que decís vosotros, pero puede que no me conozcáis demasiado.

- Pues si no eres tan buena, demuéstramelo.

- ¿Cómo?

- Saliendo a tomar algo conmigo, por ejemplo.

- ¿Invitas tú?

- Claro, es mi obligación de primo mayor.

A partir de ese momento comencé a trazar un plan que convirtiera esa especie de cita inocente en algo que nos llevara a culminar lo que ambos deseábamos. No habíamos concretado fecha, lo que me daba bastante margen de maniobra. Yo sabía que muy pronto tendría la casa a mi disposición, ya que mis padres tenían planes en el horizonte.

Para asegurarme de que todo seguía en pie, envié mensajes a Suri con frecuencia. Ella siempre se mostraba dispuesta y quería que pusiéramos fecha para nuestra quedada, pero yo le ponía la excusa de los exámenes a la espera de que se pudiera cumplir lo que tenía en mente. Me lo estaba tomando con mucha calma, pero deseaba que llegara el momento.

Aunque la espera se hizo eterna, finalmente llegó el fin de semana en que mis padres se fueron. Tuve que fingir que había sido algo casual a la hora de proponerle a Suri que viniera a mi casa, con la excusa de que allí estaríamos más tranquilos. Ella no solo no puso pegas, sino que parecía encantada con esa alternativa, lo cual me pareció muy positivo.

Cuando mi prima llegó y se quitó el abrigo que llevaba, me quedó claro que para ella tampoco era algo inocente. Por primera vez la veía lucir escote y una falda que no le llegara casi a los tobillos. Si ya me gustaba con su habitual vestimenta, verla así me encendió hasta un límite insospechado. No se me podía escapar.

- Me ibas a invitar a tomar algo, ¿no?

- Claro, en la nevera hay refrescos.

- ¿Qué no entendiste de que no soy una niña buena?

- ¿Quieres algo más fuerte?

- ¡Claro!

- Pues sírvete.

- Eso me gusta más.

- ¿Sueles beber a menudo?

- No, solo en ocasiones especiales.

- ¿Y esta lo es?

- Por supuesto, es la primera vez que tú y yo quedamos.

- Estaba esperando a que dejaras de ser una cría.

- Naím, ¿qué buscas?

- ¿Cómo dices?

- ¿Te crees que eres el primero que me cita en su casa con una excusa?

- Suri, somos primos, no lo veo tan extraño.

- Qué lástima, yo me había hecho ilusiones...

- ¿En serio?

- Me he vestido así para ti, aunque la idea era desvestirme lo antes posible.

- Si nuestros padres se enteraran...

- Pero si aún no se han dado ni cuenta de que hace años que dejé de ser una santa.

- Entonces quizás...

Sin previo aviso, mientras yo hablaba, Suri se comenzó a desnudar. Me quedé en silencio, incapaz de dejar de mirar el joven y voluptuoso cuerpo que aparecía ante mis ojos. Había estado con muchas chicas, pero ninguna consiguió que me empalmara en tan poco tiempo. La verdadera cara de mi prima se acababa de revelar, y yo estaba dispuesto a sacarle mucho partido.

Yo estaba sentado en el sofá y ella se colocó precisamente sobre mi abultado paquete. La tenía encima de mí, completamente desnuda, pidiendo que mis manos se recrearan en sus generosas curvas, que nuestros labios se juntaron. Olía de maravilla y el calor que desprendía su cuerpo era muy agradable, casi irresistible.

Ante mi inusitada falta de reacción, fue Suri la que se lanzó a besarme, pero no de una forma cualquiera. Mi prima se sentó a horcajadas sobre mí y, tras quitarme la camiseta y besar mis pectorales con lascivia, me metió la lengua en la boca. Mis manos enseguida se aferrararon a sus suaves muslos, con la intención de ascender poco a poco hasta el culazo.

Tenía las tetas grandes y turgentes, sus duros pezones rozaban mi pecho cada vez que Suri meneaba las caderas hacia delante para frotar su húmedo sexo contra mi pantalón. Ni siquiera las múltiples conversaciones suyas que había escuchado me prepararon para lo que estaba viviendo. Mi prima era un volcan... y todavía no había entrado en erupción.

Su lengua era un torbellino dentro de mi boca, sus manos me revolvían el pelo y recorrían mis bíceps sin dejar de moverse. Yo le estrujaba con fuerza las nalgas, acercando cada vez más mis dedos a sus agujeros. Enseguida noté lo empapada que estaba, cómo sus fluidos vaginales mojaban el pantalón del que debía desprenderme.

Ella misma me bajó la cremallera y yo me desnudé de cintura para abajo, haciendo que nuestros sexos entraran en contacto por primera vez. Era muy difícil contener la tentación de penetrar su cálido coñito, pero en mi cabeza solo conseguía visualizar mi rabo rompiendo su culo. No quería ser demasiado directo, así que comencé a tantear el terreno.

Lubriqué uno de mis dedos con sus jugos y se lo acerqué muy despacio al ano. Suri no reaccionó, así que seguí avanzando, hasta que le metí la puntita. Mi prima hizo un movimiento brusco hacia abajo, provocando que mi dedo se le clavara entero en el recto. Gritó de dolor, pero no hizo nada por sacárselo, todo lo contrario, siguió moviéndose mientras yo exploraba su interior.

- Suri, ¿te gusta?

- Me encanta, no pares.

- ¿No prefieres que te meta otra cosa?

- Sí, por favor.

- ¿Se podría decir que el sexo anal es tu fantasía?

- Lo era, pero ahora tengo una mayor que espero que también me ayudes a cumplir.

- ¿De qué se trata?

- De hacer un trío contigo y la hermana de tu amigo Tote.

- ¿Crees que ella querrá?

- Ya lo averiguaremos, antes tienes que romperme el culo.
Buff que bueno. Esperando la continuación con ansia y la polla en la mano 😜
 
Dicen que el fin justifica los medios pero, ¿qué justifica el fin? En mi caso, era un deseo oculto y prohibido, las ansias de hacer mía a la persona menos indicada. Cuando surgió ante mí la posibilidad de cumplir esa fantasía, no dudé en utilizar cualquier treta a mi alcance para dar rienda suelta a mis más bajos instintos.

Mi vida era como la de cualquier chico normal de barrio. Iba al colegio, jugaba con mis amigos y después volvía a la tranquilidad de mi casa. Allí no tenía que compartir los juguetes con nadie, ya que mis padres habían decidido, con muy buen criterio según mi opinión, que con un hijo tenían más que suficiente.

Hubo etapas en las que sí deseé tener un hermano, hasta que conocí a la hermana pequeña de Tote, mi mejor amigo, y decidí que era mejor no correr el riesgo. Esa niña tenía el aspecto de un ángel, pero me constaba que en realidad era como el mismísimo demonio. Para tener a alguien que me amargara la vida, prefería estar solo.

Aunque sabía que no todas las niñas pequeñas eran así. Mi prima Suri, cuatro años menor que yo, era un encanto. Siempre sintió admiración por mí y se convirtió en mi único entretenimiento durante las navidades o cualquier otro tipo de reunión familiar. Se podía decir que era la única chica con la que me llevaba bien cuando era un niño... pero también al hacerme mayor.

Porque lo mío con las mujeres siempre fue un caso perdido. Tenía el mismo talento para ligar como para meter después la pata y hacer que ninguna relación prosperara. A los veinte años eso no me importaba demasiado, estaba centrado en los estudios y no pensaba en el amor, salvo que fuese posible tenerlo con cierta persona.

El paso de los años y su dulzura, habían hecho que viera en Suri lo que ningún primo debería ver. No sabía si era que solo ella me miraba con devoción o simplemente morbo, pero en cuanto hizo el cambio físico quedé prendado de su encanto, especialmente el que tenía en esa parte en la que la espalda pierde su nombre.

Obviamente, ese deseo era secreto para todo el mundo, excepto mi amigo Tote. Me había animado a desahogarme en mitad de una borrachera, pensando que lo olvidaría, pero se convirtió en el tema de conversación más recurrente entre nosotros. Nunca sabía si estaba a favor o en contra de que tuviera algo con ella.

- Naím, mi follaprimas favorito.

- Tío, no seas capullo.

- Tienes razón, ya quisieras tú tirártela.

- No te lo tendría que haber contado.

- Sabes que te lo digo de broma.

- A mí no se me ocurriría bromear con tu hermana.

- Atrévete, ella misma te arrancaría la cabeza.

- ¿Sigue teniendo ese carácter endiablado?

- Solo si le diriges la palabra o la miras más de dos segundos seguidos.

Conocía a esa cría, en ese momento ya adolescente, de toda la vida, y aún no la había visto sonreír ni una sola vez. No me atrevía siquiera a acercarme a ella, aunque debía reconocer que estaba tremendamente buena. Era todo lo contrario a mi amada prima Suri, pero también me daba mucho morbo. Estaba convencido de que se follaba a todo el que se le pusiera por delante y después les arrancaba la polla a mordiscos.

Pero el destino, siempre caprichoso, quiso que esas dos jovencitas tan opuestas se reunieran. Cuando mis tíos decidieron mudarse, Suri tuvo que cambiar de instituto y terminó en la misma clase que la hermana de mi amigo. Cuando me enteré, solo pude rezar para que mi prima no se viera contaminada por la maldad de la otra.

Pasaron unas semanas desde que aquello sucedió y yo seguía centrado en quitarme a mi prima de la cabeza. Un sábado por la noche, después de un polvo mediocre y de malgastar más de una hora en intentar que una calientapollas me dejara metérsela por el culo, decidí volver a mi casa. Por el camino recibí una llamada de Tote.

- ¿Sigues con el adefesio ese?

- No seas idiota, que yo al menos follo de vez en cuando.

- Sí, con todas menos con tu prima.

- No empieces otra vez, Tote.

- Vale, pero precisamente de ella te quería hablar.

- ¿De Suri?

- Sí, resulta que se ha hecho súper amiga de mi hermana.

- No me jodas...

- ¿Qué pasa?

- Pues que tu hermana es una cabrona, la va a estropear.

- Ha estado aquí esta tarde y no han parado de reírse.

- Sí, claro... tu hermana no sabe reírse.

- Eso pensaba yo, pero llegaban las carcajadas hasta mi cuarto.

- Estoy perdido.

En el barrio había varios colegios, cada uno contenía muchas aulas y veintitantos alumnos estudiaban dentro de todas ellas. Pues con ese sinfín de posibilidades, mi inocente prima había caído en las garras de la siniestra hermana de Tote. No sabía qué hacer para alejarla de ella sin que se notaran mis intenciones, la preocupación que tenía por si dejaba de ser la dulce Suri que tanto me excitaba.

Tampoco era sencillo lidiar con mi amigo. Aunque él era consciente del carácter de su hermana, no llevaba nada bien que le dijera que no quería que se juntase con mi prima. Tote me decía que quizás era lo que necesitaba Suri para dejar de ser una monja y que si yo no quería que se espabilara, ya se la follaría él. Al final siempre acabábamos discutiendo.

En una de esas disputas nos enfadamos de verdad. Ni siquiera le dirigía la palabra cuando nos cruzábamos por los pasillos de la universidad. Llevábamos así unas tres semanas cuando me llamó por teléfono. Estuve a punto de no contestar, pero pensé que si se había tragado el orgullo seguramente era por algo importante.

- ¿Qué pasa?

- Naím, quiero que vengas a mi casa ahora mismo.

- ¿Para qué?

- Cuando llegues te lo cuento.

- No, dímelo ahora o no voy.

- Tu prima y mi hermana hablan todas las tardes por teléfono. Quiero que las escuches.

- ¿Cómo?

- Con el fijo que hay en mi habitación.

- ¿Las espías?

- Fue sin querer, pero lo que descubrí creo que te va a interesar.

- Bueno, voy para allí.

- No tardes.

Me pudo la curiosidad, pero no estaba preparado para descubrir en qué se había convertido mi prima por culpa de esa muchacha. Cuando llegué a su casa, Tote ya estaba con el teléfono pegado a la oreja. Me dijo muy bajito que la conversación acababa de comenzar y que prometía ser tan buena como siempre.

Llevaba diez minutos escuchando y aún no comprendía el entusiasmo de Tote. Eran dos adolescentes normales hablando de sus deberes y criticando al resto de compañeras de clase, algo que no me parecía propio de mi prima, aunque fuese de lo más típico. Estaba a punto de soltar el teléfono cuando cambiaron de tema, haciendo que mi amigo esbozara una sonrisa maliciosa.

- Tía, esa es una guarra.

- A ti todas te parecen guarras, Suri.

- Pero esa sí que lo es, se ha follado a medio instituto.

- Pues igual que tú.

- Ya, pero yo no me tengo que arrastrar para que los tíos vayan detrás de mí.

- Ni yo tampoco.

- Porque eres un pibón, pero insistes en no perder la virginidad de una vez.

- Sabes que no me corre prisa.

- No sabes lo que te pierdes.

- Sí, a niñatos imberbes empujando cinco segundos para correrse.

- ¿El profe de gimnasia te parece un niñato?

- ¿Qué dices, loca?

- Lo que oyes. Tengo el diez más que garantizado.

Tote me aseguró que cada tarde tenían el mismo tipo de conversación, pero yo no podía creérmelo, tenía que haber una cámara oculta o algo que explicara lo que acababa de escuchar. Se me hacía imposible de creer que Suri, esa niña de apariencia angelical, hubiera mantenido relaciones sexuales incluso con uno de sus profesores. Aunque casi peor era saber que la hermana de mi amigo seguía siendo virgen, con todo lo que había dicho de ella.

Pasaron los días y seguía sin digerir lo que había oído. Nos encontramos en el cumpleaños de nuestra abuela y yo no sabía cómo reaccionar. Allí estaba ella, con su habitual apariencia de no haber roto un plato en su vida, ajena a que yo sabía toda la verdad. Puede que esa revelación matara parte del sentimiento romántico que tenía hacia ella, pero no pude evitar sentir aún más excitación al verla.

En un intento desesperado por desmentir algo que era evidente, le pedí a Tote ir de nuevo a su casa para volver a escucharlas. Él parecía encantado con la idea de volver a refregarme que su hermana era la santa y mi adorada prima la mala influencia. Prometí que sería la última vez que las espiara, aunque probablemente no podría cumplir mi palabra.

- Ayer fue el cumpleaños de mi abuela.

- ¿Y cómo fue?

- Aburrido, como siempre que se junta la familia. Solo se salva mi primo.

- ¿Naím?

- Sí, el único primo que tengo.

- Está aquí en casa, con mi hermano.

- Salúdalo de mi parte.

- Sabes que nunca hablo con él.

- ¿Por qué? Si es súper simpático y guapo.

- Pues por eso mismo, me da vergüenza.

- Si no fuera mi primo, iría a por él sin dudarlo.

- Ojalá yo fuese como tú, Suri.

Saber que su hermana se sentía atraída por mí le borró la sonrisa de la cara a Tote. En condiciones normales, esa información me hubiera resultado de lo más excitante, pero en ese momento no podía obviar las palabras de mi prima. Había dicho claramente que le gustaba, que de no ser primos hubiera ido a por mí. Desconocía si existía alguna posibilidad de que aquello no fuera un impedimento, tendría que tratar de descubrirlo.

Durante los siguientes días Tote se encargó de asegurarse de que no intentaría nada con su hermana. Fui sincero al decirle que ni se me pasaba por la cabeza, porque tenía otro objetivo y por respeto a él. Mi amigo tampoco parecía muy a favor de que fuese a por mi prima, pero prefería eso a la otra alternativa.

Con el objetivo de descubrir qué pasos podrían acercarme al deseado encuentro con mi prima, decidí romper mi promesa y volver a espiar las conversaciones de las dos amigas. Cada tarde, sin falta, iba a casa de mi amigo para pegarme al teléfono fijo y escuchar lo que decían. Además de recabar información que me acercara a mi objetivo, me resultaba muy morboso saber que estaba haciendo algo malo, que invadía la intimidad de dos adolescentes.

Pero Tote no tenía esa misma sensación. Tras varias tardes en las que las chicas no hablaban de nada relevante, mi amigo perdió el interés y me dejó a mí solo en tan deleznable tarea. Yo también empezaba a perder la esperanza de que volvieran a hablar de lo que a mí me interesaba, pero de repente todo cambió a mi favor.

- Estoy hasta el coño de las puñeteras matemáticas.

- Ya, me voy a tener que tirar también a este profesor.

- Con esa cara de buena que tienes nadie se imagina cómo eres en realidad.

- Ese es mi secreto.

- A veces me pregunto si te queda algo por hacer.

- ¿Te refieres a alguna fantasía erótica?

- Sí.

- Pues te confieso que hay algo que me da mucho morbo pero aún no me he atrevido a probarlo.

- ¿Y se puede saber qué es?

- Sexo anal.

- Vaya... ¿qué te ha impedido hacerlo?

- Que me gustaría que fuese con alguien especial.

- Entonces entiendes lo que yo siento.

- Sí, sé que tú solo lo harías con mi primo.

- Hasta tú te dejarías romper el culito por él.

- No te voy a decir que no...

En cuestión de días, había pasado de creer que mi prima era poco menos que un ángel a descubrir que era prácticamente adicta al sexo y tenía como fantasía que le dieran por detrás. Por si esa información no fuese suficiente, también había oído cómo decía que dejaría que fuese yo quien le estrenara su agujero trasero.

Tenía muchos datos y muy pocas maneras de gestionarlos. Saber lo que pasaba por la cabeza de mi prima era importante, pero eso no me daba pistas sobre cómo podía iniciar un acercamiento que se antojaba imposible. No solo estaba en juego nuestra relación como primos, también podía acabar dinamitando la unidad familiar.

Necesitaba un tiempo para pensar con calma, sin que nadie me presionara, por eso decidí no contarle nada a Tote, ni siquiera que su hermana estaría encantada de dejar que yo la estrenara. En principio, no tenía que ver a Suri hasta tres semanas después, que era cuando ella cumplía años y nos reuniríamos toda la familia para celebrarlo, como solía ser costumbre.

No barajaba demasiadas opciones más allá de decirle claramente que yo también estaba interesado en hacerlo con ella, pero iba a ser difícil, teniendo en cuenta que supuestamente seguía siendo para mí la niña buena. Quizás lo más sensato fuese aceptar que hay cosas que simplemente no deben suceder nunca.

Estaba dispuesto a rendirme, a dejar que la lógica se impusiera, pero parecía haber una fuerza mayor dispuesta a aquello sucediera, o al menos a que no me rindiera tan fácilmente. Aunque no era algo que ocurriese con normalidad, un sábado por la mañana me encontré a Suri en la calle, cuando ella volvía de hacer unas compras.

- Prima, qué alegría verte.

- Naím, ¿a dónde vas?

- A la biblioteca a estudiar un rato.

- Como un buen chico.

- No, la buena niña has sido tú siempre.

- Eso es lo que decís vosotros, pero puede que no me conozcáis demasiado.

- Pues si no eres tan buena, demuéstramelo.

- ¿Cómo?

- Saliendo a tomar algo conmigo, por ejemplo.

- ¿Invitas tú?

- Claro, es mi obligación de primo mayor.

A partir de ese momento comencé a trazar un plan que convirtiera esa especie de cita inocente en algo que nos llevara a culminar lo que ambos deseábamos. No habíamos concretado fecha, lo que me daba bastante margen de maniobra. Yo sabía que muy pronto tendría la casa a mi disposición, ya que mis padres tenían planes en el horizonte.

Para asegurarme de que todo seguía en pie, envié mensajes a Suri con frecuencia. Ella siempre se mostraba dispuesta y quería que pusiéramos fecha para nuestra quedada, pero yo le ponía la excusa de los exámenes a la espera de que se pudiera cumplir lo que tenía en mente. Me lo estaba tomando con mucha calma, pero deseaba que llegara el momento.

Aunque la espera se hizo eterna, finalmente llegó el fin de semana en que mis padres se fueron. Tuve que fingir que había sido algo casual a la hora de proponerle a Suri que viniera a mi casa, con la excusa de que allí estaríamos más tranquilos. Ella no solo no puso pegas, sino que parecía encantada con esa alternativa, lo cual me pareció muy positivo.

Cuando mi prima llegó y se quitó el abrigo que llevaba, me quedó claro que para ella tampoco era algo inocente. Por primera vez la veía lucir escote y una falda que no le llegara casi a los tobillos. Si ya me gustaba con su habitual vestimenta, verla así me encendió hasta un límite insospechado. No se me podía escapar.

- Me ibas a invitar a tomar algo, ¿no?

- Claro, en la nevera hay refrescos.

- ¿Qué no entendiste de que no soy una niña buena?

- ¿Quieres algo más fuerte?

- ¡Claro!

- Pues sírvete.

- Eso me gusta más.

- ¿Sueles beber a menudo?

- No, solo en ocasiones especiales.

- ¿Y esta lo es?

- Por supuesto, es la primera vez que tú y yo quedamos.

- Estaba esperando a que dejaras de ser una cría.

- Naím, ¿qué buscas?

- ¿Cómo dices?

- ¿Te crees que eres el primero que me cita en su casa con una excusa?

- Suri, somos primos, no lo veo tan extraño.

- Qué lástima, yo me había hecho ilusiones...

- ¿En serio?

- Me he vestido así para ti, aunque la idea era desvestirme lo antes posible.

- Si nuestros padres se enteraran...

- Pero si aún no se han dado ni cuenta de que hace años que dejé de ser una santa.

- Entonces quizás...

Sin previo aviso, mientras yo hablaba, Suri se comenzó a desnudar. Me quedé en silencio, incapaz de dejar de mirar el joven y voluptuoso cuerpo que aparecía ante mis ojos. Había estado con muchas chicas, pero ninguna consiguió que me empalmara en tan poco tiempo. La verdadera cara de mi prima se acababa de revelar, y yo estaba dispuesto a sacarle mucho partido.

Yo estaba sentado en el sofá y ella se colocó precisamente sobre mi abultado paquete. La tenía encima de mí, completamente desnuda, pidiendo que mis manos se recrearan en sus generosas curvas, que nuestros labios se juntaron. Olía de maravilla y el calor que desprendía su cuerpo era muy agradable, casi irresistible.

Ante mi inusitada falta de reacción, fue Suri la que se lanzó a besarme, pero no de una forma cualquiera. Mi prima se sentó a horcajadas sobre mí y, tras quitarme la camiseta y besar mis pectorales con lascivia, me metió la lengua en la boca. Mis manos enseguida se aferrararon a sus suaves muslos, con la intención de ascender poco a poco hasta el culazo.

Tenía las tetas grandes y turgentes, sus duros pezones rozaban mi pecho cada vez que Suri meneaba las caderas hacia delante para frotar su húmedo sexo contra mi pantalón. Ni siquiera las múltiples conversaciones suyas que había escuchado me prepararon para lo que estaba viviendo. Mi prima era un volcan... y todavía no había entrado en erupción.

Su lengua era un torbellino dentro de mi boca, sus manos me revolvían el pelo y recorrían mis bíceps sin dejar de moverse. Yo le estrujaba con fuerza las nalgas, acercando cada vez más mis dedos a sus agujeros. Enseguida noté lo empapada que estaba, cómo sus fluidos vaginales mojaban el pantalón del que debía desprenderme.

Ella misma me bajó la cremallera y yo me desnudé de cintura para abajo, haciendo que nuestros sexos entraran en contacto por primera vez. Era muy difícil contener la tentación de penetrar su cálido coñito, pero en mi cabeza solo conseguía visualizar mi rabo rompiendo su culo. No quería ser demasiado directo, así que comencé a tantear el terreno.

Lubriqué uno de mis dedos con sus jugos y se lo acerqué muy despacio al ano. Suri no reaccionó, así que seguí avanzando, hasta que le metí la puntita. Mi prima hizo un movimiento brusco hacia abajo, provocando que mi dedo se le clavara entero en el recto. Gritó de dolor, pero no hizo nada por sacárselo, todo lo contrario, siguió moviéndose mientras yo exploraba su interior.

- Suri, ¿te gusta?

- Me encanta, no pares.

- ¿No prefieres que te meta otra cosa?

- Sí, por favor.

- ¿Se podría decir que el sexo anal es tu fantasía?

- Lo era, pero ahora tengo una mayor que espero que también me ayudes a cumplir.

- ¿De qué se trata?

- De hacer un trío contigo y la hermana de tu amigo Tote.

- ¿Crees que ella querrá?

- Ya lo averiguaremos, antes tienes que romperme el culo.
vaya tela que relato mas morboso
 
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