Del noble oficio de corneador

Sperman

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28 Jul 2023
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Comienzo mi relato, antes de nada, admitiendo que le he dado cierto “lirismo” al título. No obstante relataré la experiencia -totalmente real- intentando desgranar y poner de manifiesto a la figura del corneador, como a todo un “trabajador sexual” que puede llegar a ser.

Pues bien, hasta hace no mucho tiempo, pensaba que no habría nadie entre comillas profesionalizado, o al menos no sería tan fácil de encontrar, que me ofreciese garantías de confidencialidad, seriedad y buen hacer si lograba convencer a mi mujer de que me pusiera los cuernos con otro hombre, y que yo pudiese participar de la fiesta como poco de mirón. Todo surgió en el confinamiento de pandemia y en el chat de una web que todos echamos de menos; comencé a charlar con otros usuarios y descubrí en primera instancia que había muchos otros hombres que se declaraban corneadores con experiencia, pero a la vez también, y no en menor número, muchos otros que como yo, deseaban ser corneados como cabrones.

Pondré aquí un nick ficticio, y no el real, para el corneador con el que fui ganando confianza y empecé a charlar del tema. Lo llamaré Malbichus, y llegó a convencerme de que realmente hacía las veces de corneador, aunque en su ciudad de residencia vivía de una profesión seria. O sea, no corneaba por dinero, sino por placer. Le hablé e incluso le mostré fotografías de mi mujer, demostrándome en todo momento que era un tío legal y que no quería malos rollos; eso sí, como eran tiempos de confinamiento y pandemia, me confesó que estaba pasando cierta hambre y que mi esposa le fascinaba, de modo que se entusiasmó con la posibilidad de conocernos y poder follar con ella, toda vez además de que se daba la circunstancia de que vivíamos en ciudades cercanas.

En fin, mi amigo Malbichus y yo anduvimos un tiempo charlando de mi mujer, viendo fotos de ella y pajeándonos mientras fantaseábamos a la vez que me aconsejaba sobre cómo convencer a mi mujer de que acabase liada con él y de que yo pudiera verlo. La verdad es que aquello tenía un morbazo, pero él no dejaba de insistir en poder materializar un encuentro. Tampoco a mí me faltaban ganas, pero desgraciadamente con mi mujer no hacía ningún tipo de avance. Por supuesto que siempre he respetado su libertad sexual y en absoluto iba a chantajearla ni nada parecido. Solo le expuse mi tendencia y mi predisposición a compartirla sin pretender enfadarla con ello; le dije que la pelota estaba en su tejado y que ella decidía en último término, que si resolvía no hacerlo, aquí paz y después gloria. Desde luego no le hablé de mi amigo, Malbichus y aún menos de que le hubiese enseñado fotos suyas a nadie. Únicamente le hablé de que no sería difícil encontrar a un hombre atractivo y sobre todo discreto para llevar a cabo este tipo de planes. Ahí se quedó la cosa, y el caso es que hoy por hoy a veces pienso si no abrí una espita en la voluntad de mi mujer y que ahora ella tenga sus propias aventuras clandestinas con un corneador pero a mis espaldas. Porque no os engañéis, puede que muchas esposas que se niegan a aceptar semejantes planes del marido, lo único que no quieran es admitir que lo desean y eso las evidencien como mujer ante el esposo. No sé si me explico: no quieren reconocer a la puta que llevan dentro ante los ojos del marido, porque piensan que eso podría comprometer la estabilidad del matrimonio, por mucho que nosotros las queramos convencer de que un juego sexual como ese sería un aliciente más en la pareja, aparte de que consolidaría lazos.

Bueno, dejo las reflexiones y prosigo. Durante un tiempo la relación entre Malbichus y yo se enfrío, dado que no había avances con respecto a la postura de mi esposa. Acabó el confinamiento y la pandemia y la vida continuó. Pero aquella época turbulenta, no solo en lo referente a la salud amenazada por la pandemia, sino también en lo económico, social y anímico, se cobró sus víctimas, y no me refiero a las defunciones, también a aquellos que vivieron sus propios traumas personales o a los que aquella situación puso frente a un espejo emocional y afectivo. Este era el caso de Mamen, la esposa de uno de mis mejores amigos, amiga mía y amiga de mi mujer.

Por toda una serie de problemas personales de índole variada y en los que no entraré, Mamen anduvo subida a una montaña rusa emocional que la impulsó a tomar una decisión que dejó a nuestro grupo de amigos totalmente estupefactos: la de abandonar a su marido, la de divorciarse. Parecía una pareja de esas irrompible, pero así fue, ella dio ese paso. Toño,mi amigo, así me lo explicó, fue ella la que le dijo que ya no sentía nada por él. Puede que ella decidiera dar ese paso precisamente porque Toño era el hombre opuesto a lo que aquí estamos tratando, la figura del cabrón que quiere que se follen a su mujer. Con esto no quiero decir que ella buscara aventuras sexuales a la vista de él; lo que quiero decir es que él fue durante tiempo un celoso patológico aunque el tiempo lo suavizó,y es probable que esa actitud del marido quemase totalmente a la mujer.

Continuemos. Mamen siempre me gustó. Aparte de estar buena y ser muy sensual, es posible que esa actitud celosa de Toño también me impulsase a haber tenido muchas veces tórridas fantasías sexuales con ella, como la fruta prohibida. Pero ahora estaba divorciada y yo, aunque no muy dado a aventuras extramatrimoniales, albergué la esperanza de poder echarle un polvo ya que la tipa andaba libre. No es que no ame a mi esposa, ni que el sexo con ella no sea bueno, pero ¡qué narices! os he contado que yo buscaba nuevas experiencias para mantener la líbido arriba.

Resulta que Mamen y yo nos llevábamos bien. Éramos amigos de tener conversaciones muy personales por whatsApp y la apreciaba bastante. Teníamos confianza, pero a mi me faltaba valor para algo más, independientemente de que en apariencia ella estaba verdaderamente afectada por su situación sentimental, el divorcio con hijos de por medio, vaivenes económicos, etc. Se me puede reprochar entonces el echarle pocos huevos al asunto, pero más bien me lo tomaba como lince que está al acecho por si la presa da un paso en falso; vamos que en todo caso lo que esperaba es que el paso lo diese ella. Y lo dio, pero no precisamente el que yo esperaba.

Al cabo de unos meses divorciada Mamen me dijo que querría encontrar a un hombre con el que formar una pareja tan estable y envidiable como la que formábamos mi mujer y yo. ¡Puff! Eso me dejó desolado, no supe cómo reaccionar, lo que sí supe es que Toño no había rehecho su vida y bien podía, porque era un buen partido de hombre, y ella sin embargo ya se sentía sola. Apenas había pasado tiempo desde su divorcio y lo que deduje es que ella lo que buscaba y necesitaba realmente era una polla.
Aquello que ella me decía era por ayudarla a lo mejor, y a lo que iba era a hacer de celestino y buscarle una cita. De pronto, y en aquellos días, se me ocurrió volver a ponerme en contacto con Malbichus, con toda la intención de hablarle de Mamen y de las ganas que yo tenía de ella. Mi amigo del chat se alegró de volver a saludarme, preguntándome por mi mujer y por mis planes de ser cornudo. Le hablé de todo, con mi mujer no había ningún tipo de progreso y lo que quería era un rollo para resarcirme con Mamen, así que me pidió una foto de mi amiga y yo se la mostré; indudablemente a él le gustó tanto como a mi y me pidió que le pasase su teléfono. Eso me pareció intrépido y precipitado, y menos con el consentimiento de ella, de modo que le propuse lo siguiente: ¿por qué no venía él a mi ciudad y concertábamos una cita? Él propuso incluso que organizar una cena de dos parejas, contando con mi mujer. A eso le repuse con ciertas reticencias porque deberíamos urdir demasiadas mentiras ya que mi mujer no sabía de la existencia de él, no sabía de mis conversaciones privadas con Mamen, de haberle mostrado fotografías por chat y demás. Malbichus me dijo que no sería difícil disimular ante mi mujer, pero que en todo caso respetaba mi decisión. Solo quedaba pues hablar con Mamen y concertar una cita entre ella y Malbichus, que para ella sería Rafael desde ese momento.

–¿Por qué has pensado en mí para esto? –me preguntó Malbichus.
– Por alimentar morbo… Porque me lo contarás todo, ¿verdad? –le dije.
– Sí, pero que sepas que no me casaré con ella –bromeó el tío haciéndome reír también a mí–. La trataré como a una dama en la calle, te lo aseguro, pero como a una puta si logro llevármela a la cama.
– ¿No nos la jugarás? –le pregunté preocupado.
– Puedes estar seguro. Es por morbo y ella tampoco lo lamentará. Pena que quede pendiente lo de tu mujer.
–Bueno, quizá ese asunto no esté del todo cerrado. A ver entretanto qué pasa con Mamen.

Hablé con Mamen y le dije que había conocido a un hombre separado a través de unas ventas online que mi empresa había realizado en la ciudad X, y que al igual que ella buscaba compañía después de su separación. Le dije que él podía acercarse para citarse en una cena. Claro, Mamen propuso para ir más tranquila que mi mujer y yo acudiéramos también a la cena. Improvisé excusas, como que mejor que no porque a mi mujer podría no gustarle eso de que yo hiciese de casamentero. ¿Y si vienes tú solo? Me soltó ella. Le dije que me dejase hablar antes con su cita, el tal Rafael.

Volví a hablar con Malbichus, ya totalmente metido en mi papel de casamentero. Mi amigo se caía de risa, ¡vaya, no has convencido a tu mujer para un encuentro “a tres” conmigo y sin embargo logras traerte a la pava que te pone la polla tiesa!

Concerté la cita, pedí mesa para tres en un restaurante de nuestra ciudad e ideé una excusa ante mi mujer para pasar la noche fuera. Sin embargo aquellas últimas palabras de mi amigo Malbichus cayeron en mi conciencia como una bomba, de tal modo que imaginé y fantaseé con Mamen haciendo el papel que siempre quise para mi esposa…

Continuaré contando.

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Comienzo mi relato, antes de nada, admitiendo que le he dado cierto “lirismo” al título. No obstante relataré la experiencia -totalmente real- intentando desgranar y poner de manifiesto a la figura del corneador, como a todo un “trabajador sexual” que puede llegar a ser.

Pues bien, hasta hace no mucho tiempo, pensaba que no habría nadie entre comillas profesionalizado, o al menos no sería tan fácil de encontrar, que me ofreciese garantías de confidencialidad, seriedad y buen hacer si lograba convencer a mi mujer de que me pusiera los cuernos con otro hombre, y que yo pudiese participar de la fiesta como poco de mirón. Todo surgió en el confinamiento de pandemia y en el chat de una web que todos echamos de menos; comencé a charlar con otros usuarios y descubrí en primera instancia que había muchos otros hombres que se declaraban corneadores con experiencia, pero a la vez también, y no en menor número, muchos otros que como yo, deseaban ser corneados como cabrones.

Pondré aquí un nick ficticio, y no el real, para el corneador con el que fui ganando confianza y empecé a charlar del tema. Lo llamaré Malbichus, y llegó a convencerme de que realmente hacía las veces de corneador, aunque en su ciudad de residencia vivía de una profesión seria. O sea, no corneaba por dinero, sino por placer. Le hablé e incluso le mostré fotografías de mi mujer, demostrándome en todo momento que era un tío legal y que no quería malos rollos; eso sí, como eran tiempos de confinamiento y pandemia, me confesó que estaba pasando cierta hambre y que mi esposa le fascinaba, de modo que se entusiasmó con la posibilidad de conocernos y poder follar con ella, toda vez además de que se daba la circunstancia de que vivíamos en ciudades cercanas.

En fin, mi amigo Malbichus y yo anduvimos un tiempo charlando de mi mujer, viendo fotos de ella y pajeándonos mientras fantaseábamos a la vez que me aconsejaba sobre cómo convencer a mi mujer de que acabase liada con él y de que yo pudiera verlo. La verdad es que aquello tenía un morbazo, pero él no dejaba de insistir en poder materializar un encuentro. Tampoco a mí me faltaban ganas, pero desgraciadamente con mi mujer no hacía ningún tipo de avance. Por supuesto que siempre he respetado su libertad sexual y en absoluto iba a chantajearla ni nada parecido. Solo le expuse mi tendencia y mi predisposición a compartirla sin pretender enfadarla con ello; le dije que la pelota estaba en su tejado y que ella decidía en último término, que si resolvía no hacerlo, aquí paz y después gloria. Desde luego no le hablé de mi amigo, Malbichus y aún menos de que le hubiese enseñado fotos suyas a nadie. Únicamente le hablé de que no sería difícil encontrar a un hombre atractivo y sobre todo discreto para llevar a cabo este tipo de planes. Ahí se quedó la cosa, y el caso es que hoy por hoy a veces pienso si no abrí una espita en la voluntad de mi mujer y que ahora ella tenga sus propias aventuras clandestinas con un corneador pero a mis espaldas. Porque no os engañéis, puede que muchas esposas que se niegan a aceptar semejantes planes del marido, lo único que no quieran es admitir que lo desean y eso las evidencien como mujer ante el esposo. No sé si me explico: no quieren reconocer a la puta que llevan dentro ante los ojos del marido, porque piensan que eso podría comprometer la estabilidad del matrimonio, por mucho que nosotros las queramos convencer de que un juego sexual como ese sería un aliciente más en la pareja, aparte de que consolidaría lazos.

Bueno, dejo las reflexiones y prosigo. Durante un tiempo la relación entre Malbichus y yo se enfrío, dado que no había avances con respecto a la postura de mi esposa. Acabó el confinamiento y la pandemia y la vida continuó. Pero aquella época turbulenta, no solo en lo referente a la salud amenazada por la pandemia, sino también en lo económico, social y anímico, se cobró sus víctimas, y no me refiero a las defunciones, también a aquellos que vivieron sus propios traumas personales o a los que aquella situación puso frente a un espejo emocional y afectivo. Este era el caso de Mamen, la esposa de uno de mis mejores amigos, amiga mía y amiga de mi mujer.

Por toda una serie de problemas personales de índole variada y en los que no entraré, Mamen anduvo subida a una montaña rusa emocional que la impulsó a tomar una decisión que dejó a nuestro grupo de amigos totalmente estupefactos: la de abandonar a su marido, la de divorciarse. Parecía una pareja de esas irrompible, pero así fue, ella dio ese paso. Toño,mi amigo, así me lo explicó, fue ella la que le dijo que ya no sentía nada por él. Puede que ella decidiera dar ese paso precisamente porque Toño era el hombre opuesto a lo que aquí estamos tratando, la figura del cabrón que quiere que se follen a su mujer. Con esto no quiero decir que ella buscara aventuras sexuales a la vista de él; lo que quiero decir es que él fue durante tiempo un celoso patológico aunque el tiempo lo suavizó,y es probable que esa actitud del marido quemase totalmente a la mujer.

Continuemos. Mamen siempre me gustó. Aparte de estar buena y ser muy sensual, es posible que esa actitud celosa de Toño también me impulsase a haber tenido muchas veces tórridas fantasías sexuales con ella, como la fruta prohibida. Pero ahora estaba divorciada y yo, aunque no muy dado a aventuras extramatrimoniales, albergué la esperanza de poder echarle un polvo ya que la tipa andaba libre. No es que no ame a mi esposa, ni que el sexo con ella no sea bueno, pero ¡qué narices! os he contado que yo buscaba nuevas experiencias para mantener la líbido arriba.

Resulta que Mamen y yo nos llevábamos bien. Éramos amigos de tener conversaciones muy personales por whatsApp y la apreciaba bastante. Teníamos confianza, pero a mi me faltaba valor para algo más, independientemente de que en apariencia ella estaba verdaderamente afectada por su situación sentimental, el divorcio con hijos de por medio, vaivenes económicos, etc. Se me puede reprochar entonces el echarle pocos huevos al asunto, pero más bien me lo tomaba como lince que está al acecho por si la presa da un paso en falso; vamos que en todo caso lo que esperaba es que el paso lo diese ella. Y lo dio, pero no precisamente el que yo esperaba.

Al cabo de unos meses divorciada Mamen me dijo que querría encontrar a un hombre con el que formar una pareja tan estable y envidiable como la que formábamos mi mujer y yo. ¡Puff! Eso me dejó desolado, no supe cómo reaccionar, lo que sí supe es que Toño no había rehecho su vida y bien podía, porque era un buen partido de hombre, y ella sin embargo ya se sentía sola. Apenas había pasado tiempo desde su divorcio y lo que deduje es que ella lo que buscaba y necesitaba realmente era una polla.
Aquello que ella me decía era por ayudarla a lo mejor, y a lo que iba era a hacer de celestino y buscarle una cita. De pronto, y en aquellos días, se me ocurrió volver a ponerme en contacto con Malbichus, con toda la intención de hablarle de Mamen y de las ganas que yo tenía de ella. Mi amigo del chat se alegró de volver a saludarme, preguntándome por mi mujer y por mis planes de ser cornudo. Le hablé de todo, con mi mujer no había ningún tipo de progreso y lo que quería era un rollo para resarcirme con Mamen, así que me pidió una foto de mi amiga y yo se la mostré; indudablemente a él le gustó tanto como a mi y me pidió que le pasase su teléfono. Eso me pareció intrépido y precipitado, y menos con el consentimiento de ella, de modo que le propuse lo siguiente: ¿por qué no venía él a mi ciudad y concertábamos una cita? Él propuso incluso que organizar una cena de dos parejas, contando con mi mujer. A eso le repuse con ciertas reticencias porque deberíamos urdir demasiadas mentiras ya que mi mujer no sabía de la existencia de él, no sabía de mis conversaciones privadas con Mamen, de haberle mostrado fotografías por chat y demás. Malbichus me dijo que no sería difícil disimular ante mi mujer, pero que en todo caso respetaba mi decisión. Solo quedaba pues hablar con Mamen y concertar una cita entre ella y Malbichus, que para ella sería Rafael desde ese momento.

–¿Por qué has pensado en mí para esto? –me preguntó Malbichus.
– Por alimentar morbo… Porque me lo contarás todo, ¿verdad? –le dije.
– Sí, pero que sepas que no me casaré con ella –bromeó el tío haciéndome reír también a mí–. La trataré como a una dama en la calle, te lo aseguro, pero como a una puta si logro llevármela a la cama.
– ¿No nos la jugarás? –le pregunté preocupado.
– Puedes estar seguro. Es por morbo y ella tampoco lo lamentará. Pena que quede pendiente lo de tu mujer.
–Bueno, quizá ese asunto no esté del todo cerrado. A ver entretanto qué pasa con Mamen.

Hablé con Mamen y le dije que había conocido a un hombre separado a través de unas ventas online que mi empresa había realizado en la ciudad X, y que al igual que ella buscaba compañía después de su separación. Le dije que él podía acercarse para citarse en una cena. Claro, Mamen propuso para ir más tranquila que mi mujer y yo acudiéramos también a la cena. Improvisé excusas, como que mejor que no porque a mi mujer podría no gustarle eso de que yo hiciese de casamentero. ¿Y si vienes tú solo? Me soltó ella. Le dije que me dejase hablar antes con su cita, el tal Rafael.

Volví a hablar con Malbichus, ya totalmente metido en mi papel de casamentero. Mi amigo se caía de risa, ¡vaya, no has convencido a tu mujer para un encuentro “a tres” conmigo y sin embargo logras traerte a la pava que te pone la polla tiesa!

Concerté la cita, pedí mesa para tres en un restaurante de nuestra ciudad e ideé una excusa ante mi mujer para pasar la noche fuera. Sin embargo aquellas últimas palabras de mi amigo Malbichus cayeron en mi conciencia como una bomba, de tal modo que imaginé y fantaseé con Mamen haciendo el papel que siempre quise para mi esposa…

Continuaré contando.

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Muy bueno!!
Realista, y muy bien contado.
Me gusta mucho.
Sigue en cuanto puedas, por fa
 
Estare pendiente me parece un enredo morboso jeje
 
Comienzo mi relato, antes de nada, admitiendo que le he dado cierto “lirismo” al título. No obstante relataré la experiencia -totalmente real- intentando desgranar y poner de manifiesto a la figura del corneador, como a todo un “trabajador sexual” que puede llegar a ser.

Pues bien, hasta hace no mucho tiempo, pensaba que no habría nadie entre comillas profesionalizado, o al menos no sería tan fácil de encontrar, que me ofreciese garantías de confidencialidad, seriedad y buen hacer si lograba convencer a mi mujer de que me pusiera los cuernos con otro hombre, y que yo pudiese participar de la fiesta como poco de mirón. Todo surgió en el confinamiento de pandemia y en el chat de una web que todos echamos de menos; comencé a charlar con otros usuarios y descubrí en primera instancia que había muchos otros hombres que se declaraban corneadores con experiencia, pero a la vez también, y no en menor número, muchos otros que como yo, deseaban ser corneados como cabrones.

Pondré aquí un nick ficticio, y no el real, para el corneador con el que fui ganando confianza y empecé a charlar del tema. Lo llamaré Malbichus, y llegó a convencerme de que realmente hacía las veces de corneador, aunque en su ciudad de residencia vivía de una profesión seria. O sea, no corneaba por dinero, sino por placer. Le hablé e incluso le mostré fotografías de mi mujer, demostrándome en todo momento que era un tío legal y que no quería malos rollos; eso sí, como eran tiempos de confinamiento y pandemia, me confesó que estaba pasando cierta hambre y que mi esposa le fascinaba, de modo que se entusiasmó con la posibilidad de conocernos y poder follar con ella, toda vez además de que se daba la circunstancia de que vivíamos en ciudades cercanas.

En fin, mi amigo Malbichus y yo anduvimos un tiempo charlando de mi mujer, viendo fotos de ella y pajeándonos mientras fantaseábamos a la vez que me aconsejaba sobre cómo convencer a mi mujer de que acabase liada con él y de que yo pudiera verlo. La verdad es que aquello tenía un morbazo, pero él no dejaba de insistir en poder materializar un encuentro. Tampoco a mí me faltaban ganas, pero desgraciadamente con mi mujer no hacía ningún tipo de avance. Por supuesto que siempre he respetado su libertad sexual y en absoluto iba a chantajearla ni nada parecido. Solo le expuse mi tendencia y mi predisposición a compartirla sin pretender enfadarla con ello; le dije que la pelota estaba en su tejado y que ella decidía en último término, que si resolvía no hacerlo, aquí paz y después gloria. Desde luego no le hablé de mi amigo, Malbichus y aún menos de que le hubiese enseñado fotos suyas a nadie. Únicamente le hablé de que no sería difícil encontrar a un hombre atractivo y sobre todo discreto para llevar a cabo este tipo de planes. Ahí se quedó la cosa, y el caso es que hoy por hoy a veces pienso si no abrí una espita en la voluntad de mi mujer y que ahora ella tenga sus propias aventuras clandestinas con un corneador pero a mis espaldas. Porque no os engañéis, puede que muchas esposas que se niegan a aceptar semejantes planes del marido, lo único que no quieran es admitir que lo desean y eso las evidencien como mujer ante el esposo. No sé si me explico: no quieren reconocer a la puta que llevan dentro ante los ojos del marido, porque piensan que eso podría comprometer la estabilidad del matrimonio, por mucho que nosotros las queramos convencer de que un juego sexual como ese sería un aliciente más en la pareja, aparte de que consolidaría lazos.

Bueno, dejo las reflexiones y prosigo. Durante un tiempo la relación entre Malbichus y yo se enfrío, dado que no había avances con respecto a la postura de mi esposa. Acabó el confinamiento y la pandemia y la vida continuó. Pero aquella época turbulenta, no solo en lo referente a la salud amenazada por la pandemia, sino también en lo económico, social y anímico, se cobró sus víctimas, y no me refiero a las defunciones, también a aquellos que vivieron sus propios traumas personales o a los que aquella situación puso frente a un espejo emocional y afectivo. Este era el caso de Mamen, la esposa de uno de mis mejores amigos, amiga mía y amiga de mi mujer.

Por toda una serie de problemas personales de índole variada y en los que no entraré, Mamen anduvo subida a una montaña rusa emocional que la impulsó a tomar una decisión que dejó a nuestro grupo de amigos totalmente estupefactos: la de abandonar a su marido, la de divorciarse. Parecía una pareja de esas irrompible, pero así fue, ella dio ese paso. Toño,mi amigo, así me lo explicó, fue ella la que le dijo que ya no sentía nada por él. Puede que ella decidiera dar ese paso precisamente porque Toño era el hombre opuesto a lo que aquí estamos tratando, la figura del cabrón que quiere que se follen a su mujer. Con esto no quiero decir que ella buscara aventuras sexuales a la vista de él; lo que quiero decir es que él fue durante tiempo un celoso patológico aunque el tiempo lo suavizó,y es probable que esa actitud del marido quemase totalmente a la mujer.

Continuemos. Mamen siempre me gustó. Aparte de estar buena y ser muy sensual, es posible que esa actitud celosa de Toño también me impulsase a haber tenido muchas veces tórridas fantasías sexuales con ella, como la fruta prohibida. Pero ahora estaba divorciada y yo, aunque no muy dado a aventuras extramatrimoniales, albergué la esperanza de poder echarle un polvo ya que la tipa andaba libre. No es que no ame a mi esposa, ni que el sexo con ella no sea bueno, pero ¡qué narices! os he contado que yo buscaba nuevas experiencias para mantener la líbido arriba.

Resulta que Mamen y yo nos llevábamos bien. Éramos amigos de tener conversaciones muy personales por whatsApp y la apreciaba bastante. Teníamos confianza, pero a mi me faltaba valor para algo más, independientemente de que en apariencia ella estaba verdaderamente afectada por su situación sentimental, el divorcio con hijos de por medio, vaivenes económicos, etc. Se me puede reprochar entonces el echarle pocos huevos al asunto, pero más bien me lo tomaba como lince que está al acecho por si la presa da un paso en falso; vamos que en todo caso lo que esperaba es que el paso lo diese ella. Y lo dio, pero no precisamente el que yo esperaba.

Al cabo de unos meses divorciada Mamen me dijo que querría encontrar a un hombre con el que formar una pareja tan estable y envidiable como la que formábamos mi mujer y yo. ¡Puff! Eso me dejó desolado, no supe cómo reaccionar, lo que sí supe es que Toño no había rehecho su vida y bien podía, porque era un buen partido de hombre, y ella sin embargo ya se sentía sola. Apenas había pasado tiempo desde su divorcio y lo que deduje es que ella lo que buscaba y necesitaba realmente era una polla.
Aquello que ella me decía era por ayudarla a lo mejor, y a lo que iba era a hacer de celestino y buscarle una cita. De pronto, y en aquellos días, se me ocurrió volver a ponerme en contacto con Malbichus, con toda la intención de hablarle de Mamen y de las ganas que yo tenía de ella. Mi amigo del chat se alegró de volver a saludarme, preguntándome por mi mujer y por mis planes de ser cornudo. Le hablé de todo, con mi mujer no había ningún tipo de progreso y lo que quería era un rollo para resarcirme con Mamen, así que me pidió una foto de mi amiga y yo se la mostré; indudablemente a él le gustó tanto como a mi y me pidió que le pasase su teléfono. Eso me pareció intrépido y precipitado, y menos con el consentimiento de ella, de modo que le propuse lo siguiente: ¿por qué no venía él a mi ciudad y concertábamos una cita? Él propuso incluso que organizar una cena de dos parejas, contando con mi mujer. A eso le repuse con ciertas reticencias porque deberíamos urdir demasiadas mentiras ya que mi mujer no sabía de la existencia de él, no sabía de mis conversaciones privadas con Mamen, de haberle mostrado fotografías por chat y demás. Malbichus me dijo que no sería difícil disimular ante mi mujer, pero que en todo caso respetaba mi decisión. Solo quedaba pues hablar con Mamen y concertar una cita entre ella y Malbichus, que para ella sería Rafael desde ese momento.

–¿Por qué has pensado en mí para esto? –me preguntó Malbichus.
– Por alimentar morbo… Porque me lo contarás todo, ¿verdad? –le dije.
– Sí, pero que sepas que no me casaré con ella –bromeó el tío haciéndome reír también a mí–. La trataré como a una dama en la calle, te lo aseguro, pero como a una puta si logro llevármela a la cama.
– ¿No nos la jugarás? –le pregunté preocupado.
– Puedes estar seguro. Es por morbo y ella tampoco lo lamentará. Pena que quede pendiente lo de tu mujer.
–Bueno, quizá ese asunto no esté del todo cerrado. A ver entretanto qué pasa con Mamen.

Hablé con Mamen y le dije que había conocido a un hombre separado a través de unas ventas online que mi empresa había realizado en la ciudad X, y que al igual que ella buscaba compañía después de su separación. Le dije que él podía acercarse para citarse en una cena. Claro, Mamen propuso para ir más tranquila que mi mujer y yo acudiéramos también a la cena. Improvisé excusas, como que mejor que no porque a mi mujer podría no gustarle eso de que yo hiciese de casamentero. ¿Y si vienes tú solo? Me soltó ella. Le dije que me dejase hablar antes con su cita, el tal Rafael.

Volví a hablar con Malbichus, ya totalmente metido en mi papel de casamentero. Mi amigo se caía de risa, ¡vaya, no has convencido a tu mujer para un encuentro “a tres” conmigo y sin embargo logras traerte a la pava que te pone la polla tiesa!

Concerté la cita, pedí mesa para tres en un restaurante de nuestra ciudad e ideé una excusa ante mi mujer para pasar la noche fuera. Sin embargo aquellas últimas palabras de mi amigo Malbichus cayeron en mi conciencia como una bomba, de tal modo que imaginé y fantaseé con Mamen haciendo el papel que siempre quise para mi esposa…

Continuaré contando.

Captura de pantalla (403).png
 
Comienzo mi relato, antes de nada, admitiendo que le he dado cierto “lirismo” al título. No obstante relataré la experiencia -totalmente real- intentando desgranar y poner de manifiesto a la figura del corneador, como a todo un “trabajador sexual” que puede llegar a ser.

Pues bien, hasta hace no mucho tiempo, pensaba que no habría nadie entre comillas profesionalizado, o al menos no sería tan fácil de encontrar, que me ofreciese garantías de confidencialidad, seriedad y buen hacer si lograba convencer a mi mujer de que me pusiera los cuernos con otro hombre, y que yo pudiese participar de la fiesta como poco de mirón. Todo surgió en el confinamiento de pandemia y en el chat de una web que todos echamos de menos; comencé a charlar con otros usuarios y descubrí en primera instancia que había muchos otros hombres que se declaraban corneadores con experiencia, pero a la vez también, y no en menor número, muchos otros que como yo, deseaban ser corneados como cabrones.

Pondré aquí un nick ficticio, y no el real, para el corneador con el que fui ganando confianza y empecé a charlar del tema. Lo llamaré Malbichus, y llegó a convencerme de que realmente hacía las veces de corneador, aunque en su ciudad de residencia vivía de una profesión seria. O sea, no corneaba por dinero, sino por placer. Le hablé e incluso le mostré fotografías de mi mujer, demostrándome en todo momento que era un tío legal y que no quería malos rollos; eso sí, como eran tiempos de confinamiento y pandemia, me confesó que estaba pasando cierta hambre y que mi esposa le fascinaba, de modo que se entusiasmó con la posibilidad de conocernos y poder follar con ella, toda vez además de que se daba la circunstancia de que vivíamos en ciudades cercanas.

En fin, mi amigo Malbichus y yo anduvimos un tiempo charlando de mi mujer, viendo fotos de ella y pajeándonos mientras fantaseábamos a la vez que me aconsejaba sobre cómo convencer a mi mujer de que acabase liada con él y de que yo pudiera verlo. La verdad es que aquello tenía un morbazo, pero él no dejaba de insistir en poder materializar un encuentro. Tampoco a mí me faltaban ganas, pero desgraciadamente con mi mujer no hacía ningún tipo de avance. Por supuesto que siempre he respetado su libertad sexual y en absoluto iba a chantajearla ni nada parecido. Solo le expuse mi tendencia y mi predisposición a compartirla sin pretender enfadarla con ello; le dije que la pelota estaba en su tejado y que ella decidía en último término, que si resolvía no hacerlo, aquí paz y después gloria. Desde luego no le hablé de mi amigo, Malbichus y aún menos de que le hubiese enseñado fotos suyas a nadie. Únicamente le hablé de que no sería difícil encontrar a un hombre atractivo y sobre todo discreto para llevar a cabo este tipo de planes. Ahí se quedó la cosa, y el caso es que hoy por hoy a veces pienso si no abrí una espita en la voluntad de mi mujer y que ahora ella tenga sus propias aventuras clandestinas con un corneador pero a mis espaldas. Porque no os engañéis, puede que muchas esposas que se niegan a aceptar semejantes planes del marido, lo único que no quieran es admitir que lo desean y eso las evidencien como mujer ante el esposo. No sé si me explico: no quieren reconocer a la puta que llevan dentro ante los ojos del marido, porque piensan que eso podría comprometer la estabilidad del matrimonio, por mucho que nosotros las queramos convencer de que un juego sexual como ese sería un aliciente más en la pareja, aparte de que consolidaría lazos.

Bueno, dejo las reflexiones y prosigo. Durante un tiempo la relación entre Malbichus y yo se enfrío, dado que no había avances con respecto a la postura de mi esposa. Acabó el confinamiento y la pandemia y la vida continuó. Pero aquella época turbulenta, no solo en lo referente a la salud amenazada por la pandemia, sino también en lo económico, social y anímico, se cobró sus víctimas, y no me refiero a las defunciones, también a aquellos que vivieron sus propios traumas personales o a los que aquella situación puso frente a un espejo emocional y afectivo. Este era el caso de Mamen, la esposa de uno de mis mejores amigos, amiga mía y amiga de mi mujer.

Por toda una serie de problemas personales de índole variada y en los que no entraré, Mamen anduvo subida a una montaña rusa emocional que la impulsó a tomar una decisión que dejó a nuestro grupo de amigos totalmente estupefactos: la de abandonar a su marido, la de divorciarse. Parecía una pareja de esas irrompible, pero así fue, ella dio ese paso. Toño,mi amigo, así me lo explicó, fue ella la que le dijo que ya no sentía nada por él. Puede que ella decidiera dar ese paso precisamente porque Toño era el hombre opuesto a lo que aquí estamos tratando, la figura del cabrón que quiere que se follen a su mujer. Con esto no quiero decir que ella buscara aventuras sexuales a la vista de él; lo que quiero decir es que él fue durante tiempo un celoso patológico aunque el tiempo lo suavizó,y es probable que esa actitud del marido quemase totalmente a la mujer.

Continuemos. Mamen siempre me gustó. Aparte de estar buena y ser muy sensual, es posible que esa actitud celosa de Toño también me impulsase a haber tenido muchas veces tórridas fantasías sexuales con ella, como la fruta prohibida. Pero ahora estaba divorciada y yo, aunque no muy dado a aventuras extramatrimoniales, albergué la esperanza de poder echarle un polvo ya que la tipa andaba libre. No es que no ame a mi esposa, ni que el sexo con ella no sea bueno, pero ¡qué narices! os he contado que yo buscaba nuevas experiencias para mantener la líbido arriba.

Resulta que Mamen y yo nos llevábamos bien. Éramos amigos de tener conversaciones muy personales por whatsApp y la apreciaba bastante. Teníamos confianza, pero a mi me faltaba valor para algo más, independientemente de que en apariencia ella estaba verdaderamente afectada por su situación sentimental, el divorcio con hijos de por medio, vaivenes económicos, etc. Se me puede reprochar entonces el echarle pocos huevos al asunto, pero más bien me lo tomaba como lince que está al acecho por si la presa da un paso en falso; vamos que en todo caso lo que esperaba es que el paso lo diese ella. Y lo dio, pero no precisamente el que yo esperaba.

Al cabo de unos meses divorciada Mamen me dijo que querría encontrar a un hombre con el que formar una pareja tan estable y envidiable como la que formábamos mi mujer y yo. ¡Puff! Eso me dejó desolado, no supe cómo reaccionar, lo que sí supe es que Toño no había rehecho su vida y bien podía, porque era un buen partido de hombre, y ella sin embargo ya se sentía sola. Apenas había pasado tiempo desde su divorcio y lo que deduje es que ella lo que buscaba y necesitaba realmente era una polla.
Aquello que ella me decía era por ayudarla a lo mejor, y a lo que iba era a hacer de celestino y buscarle una cita. De pronto, y en aquellos días, se me ocurrió volver a ponerme en contacto con Malbichus, con toda la intención de hablarle de Mamen y de las ganas que yo tenía de ella. Mi amigo del chat se alegró de volver a saludarme, preguntándome por mi mujer y por mis planes de ser cornudo. Le hablé de todo, con mi mujer no había ningún tipo de progreso y lo que quería era un rollo para resarcirme con Mamen, así que me pidió una foto de mi amiga y yo se la mostré; indudablemente a él le gustó tanto como a mi y me pidió que le pasase su teléfono. Eso me pareció intrépido y precipitado, y menos con el consentimiento de ella, de modo que le propuse lo siguiente: ¿por qué no venía él a mi ciudad y concertábamos una cita? Él propuso incluso que organizar una cena de dos parejas, contando con mi mujer. A eso le repuse con ciertas reticencias porque deberíamos urdir demasiadas mentiras ya que mi mujer no sabía de la existencia de él, no sabía de mis conversaciones privadas con Mamen, de haberle mostrado fotografías por chat y demás. Malbichus me dijo que no sería difícil disimular ante mi mujer, pero que en todo caso respetaba mi decisión. Solo quedaba pues hablar con Mamen y concertar una cita entre ella y Malbichus, que para ella sería Rafael desde ese momento.

–¿Por qué has pensado en mí para esto? –me preguntó Malbichus.
– Por alimentar morbo… Porque me lo contarás todo, ¿verdad? –le dije.
– Sí, pero que sepas que no me casaré con ella –bromeó el tío haciéndome reír también a mí–. La trataré como a una dama en la calle, te lo aseguro, pero como a una puta si logro llevármela a la cama.
– ¿No nos la jugarás? –le pregunté preocupado.
– Puedes estar seguro. Es por morbo y ella tampoco lo lamentará. Pena que quede pendiente lo de tu mujer.
–Bueno, quizá ese asunto no esté del todo cerrado. A ver entretanto qué pasa con Mamen.

Hablé con Mamen y le dije que había conocido a un hombre separado a través de unas ventas online que mi empresa había realizado en la ciudad X, y que al igual que ella buscaba compañía después de su separación. Le dije que él podía acercarse para citarse en una cena. Claro, Mamen propuso para ir más tranquila que mi mujer y yo acudiéramos también a la cena. Improvisé excusas, como que mejor que no porque a mi mujer podría no gustarle eso de que yo hiciese de casamentero. ¿Y si vienes tú solo? Me soltó ella. Le dije que me dejase hablar antes con su cita, el tal Rafael.

Volví a hablar con Malbichus, ya totalmente metido en mi papel de casamentero. Mi amigo se caía de risa, ¡vaya, no has convencido a tu mujer para un encuentro “a tres” conmigo y sin embargo logras traerte a la pava que te pone la polla tiesa!

Concerté la cita, pedí mesa para tres en un restaurante de nuestra ciudad e ideé una excusa ante mi mujer para pasar la noche fuera. Sin embargo aquellas últimas palabras de mi amigo Malbichus cayeron en mi conciencia como una bomba, de tal modo que imaginé y fantaseé con Mamen haciendo el papel que siempre quise para mi esposa…

Continuaré contando.

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Muy bien narrado.
Me han quedado unas ganas tremendas de saber más de ese trio.. o cuarteto ..
Ni sé, no sé cómo acabará eso ..
 
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