Deseos ocultos

Momentazo de Alicia y Manu. Y Alberto en el sofá disfrutando del espectáculo. Todo ha transcurrido con normalidad, se han traspasado límites de una manera natural, con complicidad. Dependiendo de lo que pase ahora en el dormitorio entre Alicia y Alberto, las reuniones con Manu pasarán a ser habituales o esta habrá sido la primera y última.

Sensacional relato.
 
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Capítulo 1: La confesión inesperada





“Manu esta tarde juega el Atleti, ¿quedamos en el “Beni” para verlo?”

“Vale, guay. A las 19 nos vemos allí”

Lo que tenía decidido confesarle Manu a su amigo podría cambiar su relación de amistad para siempre, para bien o para mal. Pero no podía aguantar más, debía ser honesto con él y confesarlo.

Desde que tienen memoria, Alberto y Manu han sido inseparables. Sus vidas se entrelazaron en la infancia, creciendo juntos en el mismo barrio, compartiendo juegos, secretos y sueños. Era común verlos por las calles de su vecindario, siempre juntos, riendo a carcajadas mientras inventaban nuevas formas de entretenerse. Con el paso de los años, su amistad solo se fortaleció. Las pruebas del tiempo, como el inicio de sus vidas laborales, las relaciones amorosas y los retos personales, no hicieron más que afianzar el lazo entre ambos. A lo largo de los años, se apoyaron mutuamente en momentos difíciles: cuando Manu tuvo problemas familiares y necesitaba un lugar donde quedarse, Alberto lo acogió en su casa sin pensarlo dos veces; cuando Alberto atravesó una crisis laboral, Manu fue quien le ofreció un hombro en el que apoyarse, sin juzgar sus decisiones. Juntos, enfrentaron los altibajos de la vida, construyendo una confianza inquebrantable. Era una amistad en la que podían ser completamente sinceros, sin miedo al rechazo o a las críticas. Esa cercanía se tradujo en una complicidad que iba más allá de lo común. Podían hablar de cualquier cosa, incluso de temas que muchos considerarían incómodos o inapropiados. Se conocían tan bien que, con una simple mirada, podían entenderse, anticipando las reacciones y los pensamientos del otro. Sin embargo, había un límite tácito que nunca habían cruzado: las parejas de cada uno eran un terreno prohibido, un espacio que, por respeto y lealtad, nunca habían tocado.

Esa tarde, mientras el sol se ponía en el horizonte y los bares comenzaban a llenarse de gente, Alberto y Manu se encontraron en su lugar de siempre, un pequeño pub donde acostumbraban a reunirse para ver el fútbol. El ambiente era relajado, familiar, lleno de rostros conocidos y conversaciones animadas. La cerveza fría corría de manera generosa mientras los dos amigos se ponían al día sobre los acontecimientos de la semana. Manu, sin embargo, parecía estar más distraído de lo habitual. Su mirada se perdía a menudo en la pantalla del televisor, pero sus pensamientos estaban claramente en otro lugar. Alberto, conociéndolo bien, notó esa actitud y decidió abordarlo directamente.

—¿Qué te pasa, Manu? Hoy estás más callado de lo normal —comentó Alberto, medio en broma, mientras tomaba un trago de su cerveza.

Manu vaciló un momento, jugueteando con su vaso. Finalmente, después de una pausa que pareció eterna y con el pulso a mil por hora, respiró hondo y decidió hablar.

—Hay algo de lo que tengo que hablar contigo, pero no sé cómo decirlo —empezó Manu, con una voz que revelaba una mezcla de nerviosismo y seriedad.

Alberto, intrigado, dejó su vaso en la mesa y se inclinó ligeramente hacia adelante, atento.

—¿Qué pasa, tío? Sabes que puedes decirme lo que sea.

Manu tragó saliva y, con los ojos fijos en la mesa, soltó la bomba.

—Ya pero es que… es sobre Alicia… —dijo, apenas en un susurro.

Alberto frunció el ceño, sin entender a dónde iba su amigo con aquella declaración.

—¿Qué pasa con Alicia? —preguntó, su tono era más serio, como de preocupación.

Manu levantó la mirada, enfrentando a su amigo con una mezcla de culpa y desesperación.

—Es que… a ver, no sé cómo decírtelo, pero… estoy obsesionado con sus pechos.

Las palabras quedaron flotando en el aire, cargadas de una intensidad que rompió el ambiente despreocupado del bar. Alberto, sin saber cómo reaccionar, se quedó en silencio. No era una broma, eso lo sabía. Conocía a Manu lo suficiente como para distinguir cuándo hablaba en serio. Y esta vez, lo hacía.

La confesión lo tomó completamente por sorpresa. Durante unos segundos que le parecieron eternos, Alberto no supo qué pensar. Intentó procesar las palabras de su amigo, pero una parte de él simplemente no podía asimilar lo que acababa de escuchar. Manu, su mejor amigo, estaba confesando algo que él jamás habría esperado: una obsesión con una parte tan íntima del cuerpo de su esposa. Las emociones se agolparon en su mente. En un primer momento, sintió una mezcla de incredulidad y desconcierto. ¿Cómo era posible que Manu, de todas las personas que conocía, sintiera algo así por Alicia? Una voz interna le decía que debía estar enfadado, ofendido incluso. Sin embargo, en lugar de ira, lo que sintió fue algo completamente inesperado: una punzada de curiosidad y, para su sorpresa, un atisbo de excitación. El hecho de que su amigo más cercano encontrara a su esposa tan atractiva que no podía sacarla de su mente comenzó a jugar con sus pensamientos de una manera que jamás habría imaginado. Al principio, intentó reprimir esos sentimientos, pero a medida que las palabras de Manu se repetían en su cabeza, la idea se fue asentando, transformándose en algo que lo perturbaba y lo intrigaba al mismo tiempo.

No es que hubiera fantaseado nunca con que Ali tuviera algo con otro hombre y él lo disfrutara, pero tampoco se enfadaba cuando pillaba a alguno mirando sus tetas o su culo, era consciente de que su mujer estaba buena y mirar lo hacemos todos, pero esto que acababa de oír era otra historia.

¿Qué significaba esto para su amistad? ¿Qué implicaba para su matrimonio? Y, sobre todo, ¿por qué se sentía tan inesperadamente atraído por la idea de que Manu fantaseara con Alicia? Eran preguntas que lo invadían mientras intentaba mantener la calma y escuchar lo que Manu tenía que decir. Después de lo que pareció una eternidad, Alberto finalmente logró romper el silencio.

—¿Desde cuándo? —preguntó, mirándolo fijamente y con su voz más firme de lo que esperaba.

Manu, aliviado de que su amigo no hubiera reaccionado mal, se animó a continuar.

—No lo sé exactamente… Creo que empezó hace un tiempo, cuando un día fuimos todos a la playa. Estabais en el agua y Alicia salió del mar con ese bikini blanco… —explicó, recordando cada detalle como si hubiera ocurrido ayer—. No podía dejar de mirarla. Sus tetas se veían perfectas, y desde entonces, no he podido quitármelas de la cabeza. Y cuando la veo con algún escote… No se tío, esto es una locura que está comiéndome por dentro.

Alberto recordó ese día en la playa, pero nunca había imaginado que Manu, su amigo de toda la vida, podría estar mirando a su esposa de esa manera. Y, sin embargo, en lugar de sentirse traicionado, una parte de él se sintió… intrigada.

—¿Y por qué me lo dices ahora? —preguntó, tratando de entender la motivación detrás de la confesión.

Manu suspiró, aliviado de finalmente estar sacando todo a la luz.

—Porque no puedo más, Alberto. Esto me está volviendo loco. He intentado ignorarlo, pero cada vez que la veo, siento esa atracción. Y no es solo física… Es algo más. Como si necesitara verla de esa manera, con el pecho al aire quiero decir, en ese mismo momento, y no puedo explicarlo. Siento que si no te lo decía, iba a estallar. Si me quieres partir la cara estás en tu derecho.

Alberto lo observó en silencio, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Parte de él quería decirle que estaba loco, que debía olvidarse de todo. Pero otra parte, la que más lo perturbaba, estaba siendo arrastrada por un torbellino de emociones que lo empujaban a explorar esta situación de una manera que nunca habría imaginado.

Finalmente, decidió no reprimir lo que sentía.

—¿Te sientes atraído solo por sus tetas o…? —Alberto dejó la pregunta en el aire, inseguro de si quería escuchar la respuesta.

Manu, captando el tono y la pregunta implícita, negó con la cabeza rápidamente.

—No, no, no… Es solo eso. No sé por qué, pero es solo eso. Es como si me hubiera obsesionado con ellas, como si necesitara verlas, tocarlas… —su voz se fue apagando mientras hablaba, consciente de lo inapropiado que sonaba todo aquello.

Alberto asintió lentamente, todavía procesando la información. Era un territorio completamente nuevo para él, pero no podía negar que la confesión de Manu había despertado algo en su interior. Algo oscuro, retorcido y sorprendentemente excitante.

—Voy a ser honesto contigo, Manu —dijo finalmente, su voz era un poco más baja—. Esto es… raro. Muy raro. Para que nos vamos a engañar. Pero quiero que sepas que aprecio tu sinceridad. No me voy a enfadar, pero necesitamos entender qué significa todo esto. Porque no voy a mentir: la idea de que estés obsesionado con las tetas de Alicia me tiene más confundido de lo que puedas imaginar.


La conversación se quedó en suspenso, como si ambos necesitaran tiempo para asimilar lo que acababa de suceder. A pesar de la incomodidad de la situación, había algo innegable en el aire: una tensión palpable, cargada de posibilidades que ninguno de los dos se atrevía a explorar en ese momento, pero que, sin duda, cambiaría su relación para siempre. Alberto sabía que este era solo el comienzo de algo mucho más grande, y aunque no podía prever las consecuencias, una parte de él estaba dispuesta a seguir adelante, intrigado por lo que podría descubrir. Mientras ambos seguían en el bar, en medio del bullicio de la gente y el ruido del televisor, sabían que nada volvería a ser igual.



Continuará…
Magnífico
 
Capítulo 7


Cuando Manu se marchó y la puerta se cerró detrás de él, la casa quedó en un silencio casi absoluto. Alberto se acercó a su mujer y se quedó mirando el espectáculo de sus tetas así de mojadas y con los pezones hinchados, besó a su mujer en los labios con un beso largo y húmedo cargado de deseo. Cuando se separaron Alicia vio en los ojos de su marido un brillo especial cargado de deseo que no había visto nunca.

Alicia, aún sintiendo el semen tibio sobre sus pechos, se dirigió al baño en silencio. Sabía que necesitaba limpiarse, pero antes de hacerlo, se permitió un momento para explorar los nuevos sentimientos que habían surgido dentro de ella. Cerró la puerta y se miró al espejo del baño viendo sus tetas con el semen, deslizó un dedo por uno de sus pezones, recogiendo un poco del semen de Manu, y lo miró fijamente, como si tratara de comprender lo que realmente sentía. Sin pensarlo demasiado, llevó el dedo a sus labios, saboreando el rastro de semen mientras cerraba los ojos y dejaba que las sensaciones la inundaran. El sabor era salado, extraño, pero lo que realmente la estremeció fue el acto en sí: probar el semen de un hombre que no era su marido, permitirse disfrutar de un placer tan prohibido como íntimo. La excitación que sintió al hacerlo la sorprendió, pero no la rechazó. En lugar de eso, dejó que esa sensación la envolviera mientras encendía la ducha y se preparaba para limpiar su cuerpo.

Bajo el chorro de agua caliente, Alicia se dejó llevar por el torrente de pensamientos y emociones que había estado reprimiendo. El agua corría por su piel, y mientras se frotaba las tetas con jabón, dejó que su mano bajara lentamente por su abdomen hasta llegar a su húmedo y excitado coño. El deseo no se había disipado por completo, y la necesidad de liberar esa tensión era demasiado fuerte para ignorarla. Ella también necesitaba un orgasmo, había estado a punto de correrse con los dedos de Manu y necesitaba correrse con urgencia. Tenía el coño tan mojado que incluso había quedado una pequeña mancha de humedad en el sofá donde estuvieron sentados. Con una mano apoyada en la pared de la ducha y la otra acariciando su clítoris con movimientos circulares, Alicia cerró los ojos y permitió que su mente volviera a los eventos de la noche. Se imaginó a Manu tocándola, besándola, incluso follando con él y el calor de sus propias fantasías la llevó rápidamente al borde del orgasmo.

El agua caía sobre su cuerpo, mientras sus dedos se movían con rapidez, buscando liberar la tensión acumulada. Finalmente, con un gemido ahogado, alcanzó el orgasmo, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía bajo la intensidad del placer. Mientras las últimas ondas de placer recorrían su cuerpo, se dejó caer de rodillas en la ducha, permitiendo que el agua la cubriera por completo. A medida que el clímax se desvanecía, Alicia se quedó en la ducha un rato más, permitiendo que el agua limpiara su cuerpo y sus pensamientos. Sabía que lo que había sucedido esa noche cambiaría su relación con Alberto y Manu para siempre, pero también sabía que había descubierto una nueva faceta de sí misma. Cuando finalmente salió de la ducha, se secó con una toalla suave, sintiendo cómo el peso de la noche se disipaba lentamente. Se sentía más ligera, más segura de sí misma, y aunque sabía que las preguntas y las dudas surgirían en los días por venir, en ese momento solo quería disfrutar de la paz que había encontrado dentro de sí misma.

Esa noche, Alicia y Alberto se retiraron al dormitorio, exhaustos pero satisfechos. Mientras hacían el amor, abrazándose en la oscuridad, sintieron una conexión renovada entre ellos. Alberto besaba con devoción los pezones de su esposa recordando que hace apenas unos minutos estaban siendo objeto de deseo de su amigo, una chispa que había sido encendida por la experiencia que acababan de compartir. Pero en la cama había una tercera persona imaginaria, Alicia se imaginaba que no era su marido sino Manu quien se la estaba follando, quien le besaba, quien le chupaba de nuevo las tetas, y quien le metía la gorda polla en el coño. Incluso le hubiera dejado hacerlo sin condón y que se corriera dentro. Y en la mente de Alberto no era él sino Manu quien se estaba follando a su mujer, quien se la estaba metiendo y quien hacía gemir y gritar a Alicia.

La intensidad de lo que había sucedido entre los tres había dejado una marca, pero en lugar de incomodidad, parecía haberlos conectado aún más. Y mientras se entregaban a una pasión renovada, sabían que, aunque la escena que habían ocurrido era arriesgada, estaban profundamente satisfechos.

Antes de quedarse dormidos mientras abrazaba con ternura a su esposa Alberto solo pudo decir en un susurro. Gracias cariño.





Epílogo

Un par de días después de la cena, los tres se encontraron de nuevo en su bar habitual, el mismo lugar donde todo había comenzado. El ambiente era relajado, pero había una nueva dinámica entre ellos, un entendimiento silencioso que solo los tres compartían. Alicia decidió ponerse unos vaqueros ajustados que marcaban perfectamente su culo, y se puso un sujetador que realzaba sus tetas marcando un canalillo que era un imán para los ojos de los hombres. Además también dejaba ver el chupetón que le había hecho Manu en una de las tetas, una sensual marca de lo que había pasado. Se puso una camisa blanca y desabrochó dos botones estratégicamente para que la mirada de Manu fuera allí justo. No tenía ninguna intención de ir más allá pero quería darle un regalo visual para que recordara lo que había disfrutado con sus tetas.

Manu llegó primero y tomó asiento en una mesa discreta en una esquina. Poco después, Alberto y Alicia entraron, saludando con sonrisas que ocultaban el peso de lo que estaba por discutirse. Se sentaron frente a Manu que clavó su mirada directamente al canalillo, y por un momento, el silencio se apoderó del grupo, cada uno reuniendo las palabras adecuadas. Finalmente, Manu rompió el hielo. Su expresión era seria, pero había una gratitud genuina en sus ojos.

—Solo quería daros las gracias por lo que sucedió —dijo con voz baja pero firme—. Fue una experiencia increíble, algo que nunca pensé que sería posible. Quiero que sepáis que lo valoro profundamente y que lo guardaré como el mayor de los secretos entre nosotros tres. Nunca hablaré de esto con nadie, lo prometo.

Alicia asintió, apreciando la sinceridad en sus palabras. Le dedicó una leve sonrisa, reconociendo el vínculo que habían creado, pero también la necesidad de cerrar ese capítulo.

—Yo también disfruté mucho, Manu. Siendo sincera, más de lo que hubiera imaginado. Y casi pierdo los papeles —dijo con un sonrisa mientras se ponía colorada al recordar que había estado a punto incluso de haberse dejado follar por Manu si se hubiera dado el caso— Espero que tu deseo de verme y disfrutar de mis tetas se viera satisfecho, y me atrevo a decir que si que te gustaron mucho. —dijo con una sonrisa traviesa, mientras señalaba el chupetón de su teta— Fue una experiencia muy excitante y divertida, y estoy agradecida de haberla compartido contigo y con Alberto. Pero también quiero que sepas que no va a volver a ocurrir. Fue una vez y ya, no quiero que se nos vaya de las manos. No quiero que esto afecte a nuestra amistad.

Aunque para Alicia había sido todo una locura, no podía negar que había disfrutado. De hecho, más de lo se hubiera llegado a imaginar cuando Alberto le propuso esta locura. Pero a veces se preguntaba si no había ido demasiado lejos al dejar que todo sucediese, sabía que por mucho que quedara en secreto entre los tres, la huella que iba a dejar no se iba a borrar fácilmente y que cada vez que viera a Manu, cada vez que se pusiera algún escote delante de él, o cuando la viera en bikini algún día en la piscina o la playa, sabía que iba sentir sentimientos encontrados. Pero ya estaba hecho, había pasado y habían disfrutado, y Manu era de total confianza así que no tenia que por que tener dudas. Todo quedaría como un excitante recuerdo.

Manu asintió de inmediato, comprendiendo y respetando su decisión.

—Lo entiendo perfectamente, Alicia. Y respeto tu decisión. No cambiará lo que siento por vosotros dos como amigos, y nunca presionaría para que algo así volviera a suceder. Se que tal vez se nos fuera de las manos un poco, sinceramente solo pensaba poder verte, pero nunca imaginé que todo se desarrollara así. Me siento en la obligación de disculparme.

—No, no para nada te tienes que disculpar —prosiguió Alberto—, fue maravilloso ver esas escenas. A mi personalmente me encantó como disfrutabais los dos. Ver como hacías disfrutar a Alicia y ver que tu sueño se hacía realidad me pareció el mejor espectáculo del mundo.

—Pues siendo así, y viendo lo que disfrutamos los tres, quedará como un bonito recuerdo que compartimos juntos. Gracias de corazón chicos.

Los tres compartieron una mirada de complicidad y alivio, sabiendo que, aunque lo que habían compartido era intenso y transformador, su amistad y respeto mutuo seguirían intactos. Después de un momento, Alicia extendió su mano hacia Manu. Él la tomó con ternura. No hicieron falta más palabras; el abrazo que compartieron fue suficiente para sellar el pacto de confidencialidad y respeto que mantendría ese secreto solo entre ellos. Cuando finalmente se separaron, los tres se levantaron, preparados para seguir adelante con sus vidas. Salieron del bar juntos, sabiendo que, aunque la aventura había llegado a su fin, la experiencia había fortalecido su vínculo de una manera que nunca antes habrían imaginado.

Mientras se alejaban por calles diferentes, el peso del pasado se desvanecía, dejándolos libres para seguir adelante, con la certeza de que el respeto y la amistad que compartían eran más fuertes que cualquier fantasía.


Fin.
 
Fantástico relato y un final muy inteligente. Alicia sabe que volver a repetir algo así con Manu sería poner en riesgo su matrimonio, le gustó demasiado la experiencia, hasta el punto de imaginar a Manu en lugar de a su marido cuando estaba haciendo el amor con él. Gente prudente gente inteligente. Enhorabuena por el relato.

Gracias por escribir y compartir.
 
Capítulo 7


Cuando Manu se marchó y la puerta se cerró detrás de él, la casa quedó en un silencio casi absoluto. Alberto se acercó a su mujer y se quedó mirando el espectáculo de sus tetas así de mojadas y con los pezones hinchados, besó a su mujer en los labios con un beso largo y húmedo cargado de deseo. Cuando se separaron Alicia vio en los ojos de su marido un brillo especial cargado de deseo que no había visto nunca.

Alicia, aún sintiendo el semen tibio sobre sus pechos, se dirigió al baño en silencio. Sabía que necesitaba limpiarse, pero antes de hacerlo, se permitió un momento para explorar los nuevos sentimientos que habían surgido dentro de ella. Cerró la puerta y se miró al espejo del baño viendo sus tetas con el semen, deslizó un dedo por uno de sus pezones, recogiendo un poco del semen de Manu, y lo miró fijamente, como si tratara de comprender lo que realmente sentía. Sin pensarlo demasiado, llevó el dedo a sus labios, saboreando el rastro de semen mientras cerraba los ojos y dejaba que las sensaciones la inundaran. El sabor era salado, extraño, pero lo que realmente la estremeció fue el acto en sí: probar el semen de un hombre que no era su marido, permitirse disfrutar de un placer tan prohibido como íntimo. La excitación que sintió al hacerlo la sorprendió, pero no la rechazó. En lugar de eso, dejó que esa sensación la envolviera mientras encendía la ducha y se preparaba para limpiar su cuerpo.

Bajo el chorro de agua caliente, Alicia se dejó llevar por el torrente de pensamientos y emociones que había estado reprimiendo. El agua corría por su piel, y mientras se frotaba las tetas con jabón, dejó que su mano bajara lentamente por su abdomen hasta llegar a su húmedo y excitado coño. El deseo no se había disipado por completo, y la necesidad de liberar esa tensión era demasiado fuerte para ignorarla. Ella también necesitaba un orgasmo, había estado a punto de correrse con los dedos de Manu y necesitaba correrse con urgencia. Tenía el coño tan mojado que incluso había quedado una pequeña mancha de humedad en el sofá donde estuvieron sentados. Con una mano apoyada en la pared de la ducha y la otra acariciando su clítoris con movimientos circulares, Alicia cerró los ojos y permitió que su mente volviera a los eventos de la noche. Se imaginó a Manu tocándola, besándola, incluso follando con él y el calor de sus propias fantasías la llevó rápidamente al borde del orgasmo.

El agua caía sobre su cuerpo, mientras sus dedos se movían con rapidez, buscando liberar la tensión acumulada. Finalmente, con un gemido ahogado, alcanzó el orgasmo, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía bajo la intensidad del placer. Mientras las últimas ondas de placer recorrían su cuerpo, se dejó caer de rodillas en la ducha, permitiendo que el agua la cubriera por completo. A medida que el clímax se desvanecía, Alicia se quedó en la ducha un rato más, permitiendo que el agua limpiara su cuerpo y sus pensamientos. Sabía que lo que había sucedido esa noche cambiaría su relación con Alberto y Manu para siempre, pero también sabía que había descubierto una nueva faceta de sí misma. Cuando finalmente salió de la ducha, se secó con una toalla suave, sintiendo cómo el peso de la noche se disipaba lentamente. Se sentía más ligera, más segura de sí misma, y aunque sabía que las preguntas y las dudas surgirían en los días por venir, en ese momento solo quería disfrutar de la paz que había encontrado dentro de sí misma.

Esa noche, Alicia y Alberto se retiraron al dormitorio, exhaustos pero satisfechos. Mientras hacían el amor, abrazándose en la oscuridad, sintieron una conexión renovada entre ellos. Alberto besaba con devoción los pezones de su esposa recordando que hace apenas unos minutos estaban siendo objeto de deseo de su amigo, una chispa que había sido encendida por la experiencia que acababan de compartir. Pero en la cama había una tercera persona imaginaria, Alicia se imaginaba que no era su marido sino Manu quien se la estaba follando, quien le besaba, quien le chupaba de nuevo las tetas, y quien le metía la gorda polla en el coño. Incluso le hubiera dejado hacerlo sin condón y que se corriera dentro. Y en la mente de Alberto no era él sino Manu quien se estaba follando a su mujer, quien se la estaba metiendo y quien hacía gemir y gritar a Alicia.

La intensidad de lo que había sucedido entre los tres había dejado una marca, pero en lugar de incomodidad, parecía haberlos conectado aún más. Y mientras se entregaban a una pasión renovada, sabían que, aunque la escena que habían ocurrido era arriesgada, estaban profundamente satisfechos.

Antes de quedarse dormidos mientras abrazaba con ternura a su esposa Alberto solo pudo decir en un susurro. Gracias cariño.





Epílogo

Un par de días después de la cena, los tres se encontraron de nuevo en su bar habitual, el mismo lugar donde todo había comenzado. El ambiente era relajado, pero había una nueva dinámica entre ellos, un entendimiento silencioso que solo los tres compartían. Alicia decidió ponerse unos vaqueros ajustados que marcaban perfectamente su culo, y se puso un sujetador que realzaba sus tetas marcando un canalillo que era un imán para los ojos de los hombres. Además también dejaba ver el chupetón que le había hecho Manu en una de las tetas, una sensual marca de lo que había pasado. Se puso una camisa blanca y desabrochó dos botones estratégicamente para que la mirada de Manu fuera allí justo. No tenía ninguna intención de ir más allá pero quería darle un regalo visual para que recordara lo que había disfrutado con sus tetas.

Manu llegó primero y tomó asiento en una mesa discreta en una esquina. Poco después, Alberto y Alicia entraron, saludando con sonrisas que ocultaban el peso de lo que estaba por discutirse. Se sentaron frente a Manu que clavó su mirada directamente al canalillo, y por un momento, el silencio se apoderó del grupo, cada uno reuniendo las palabras adecuadas. Finalmente, Manu rompió el hielo. Su expresión era seria, pero había una gratitud genuina en sus ojos.

—Solo quería daros las gracias por lo que sucedió —dijo con voz baja pero firme—. Fue una experiencia increíble, algo que nunca pensé que sería posible. Quiero que sepáis que lo valoro profundamente y que lo guardaré como el mayor de los secretos entre nosotros tres. Nunca hablaré de esto con nadie, lo prometo.

Alicia asintió, apreciando la sinceridad en sus palabras. Le dedicó una leve sonrisa, reconociendo el vínculo que habían creado, pero también la necesidad de cerrar ese capítulo.

—Yo también disfruté mucho, Manu. Siendo sincera, más de lo que hubiera imaginado. Y casi pierdo los papeles —dijo con un sonrisa mientras se ponía colorada al recordar que había estado a punto incluso de haberse dejado follar por Manu si se hubiera dado el caso— Espero que tu deseo de verme y disfrutar de mis tetas se viera satisfecho, y me atrevo a decir que si que te gustaron mucho. —dijo con una sonrisa traviesa, mientras señalaba el chupetón de su teta— Fue una experiencia muy excitante y divertida, y estoy agradecida de haberla compartido contigo y con Alberto. Pero también quiero que sepas que no va a volver a ocurrir. Fue una vez y ya, no quiero que se nos vaya de las manos. No quiero que esto afecte a nuestra amistad.

Aunque para Alicia había sido todo una locura, no podía negar que había disfrutado. De hecho, más de lo se hubiera llegado a imaginar cuando Alberto le propuso esta locura. Pero a veces se preguntaba si no había ido demasiado lejos al dejar que todo sucediese, sabía que por mucho que quedara en secreto entre los tres, la huella que iba a dejar no se iba a borrar fácilmente y que cada vez que viera a Manu, cada vez que se pusiera algún escote delante de él, o cuando la viera en bikini algún día en la piscina o la playa, sabía que iba sentir sentimientos encontrados. Pero ya estaba hecho, había pasado y habían disfrutado, y Manu era de total confianza así que no tenia que por que tener dudas. Todo quedaría como un excitante recuerdo.

Manu asintió de inmediato, comprendiendo y respetando su decisión.

—Lo entiendo perfectamente, Alicia. Y respeto tu decisión. No cambiará lo que siento por vosotros dos como amigos, y nunca presionaría para que algo así volviera a suceder. Se que tal vez se nos fuera de las manos un poco, sinceramente solo pensaba poder verte, pero nunca imaginé que todo se desarrollara así. Me siento en la obligación de disculparme.

—No, no para nada te tienes que disculpar —prosiguió Alberto—, fue maravilloso ver esas escenas. A mi personalmente me encantó como disfrutabais los dos. Ver como hacías disfrutar a Alicia y ver que tu sueño se hacía realidad me pareció el mejor espectáculo del mundo.

—Pues siendo así, y viendo lo que disfrutamos los tres, quedará como un bonito recuerdo que compartimos juntos. Gracias de corazón chicos.

Los tres compartieron una mirada de complicidad y alivio, sabiendo que, aunque lo que habían compartido era intenso y transformador, su amistad y respeto mutuo seguirían intactos. Después de un momento, Alicia extendió su mano hacia Manu. Él la tomó con ternura. No hicieron falta más palabras; el abrazo que compartieron fue suficiente para sellar el pacto de confidencialidad y respeto que mantendría ese secreto solo entre ellos. Cuando finalmente se separaron, los tres se levantaron, preparados para seguir adelante con sus vidas. Salieron del bar juntos, sabiendo que, aunque la aventura había llegado a su fin, la experiencia había fortalecido su vínculo de una manera que nunca antes habrían imaginado.

Mientras se alejaban por calles diferentes, el peso del pasado se desvanecía, dejándolos libres para seguir adelante, con la certeza de que el respeto y la amistad que compartían eran más fuertes que cualquier fantasía.


Fin.
Me ha gustado el final, aunque siendo sinceros, de alguna manera para Alicia ha quedado algo pendiente, y también para Manu; quien sabe si en el fondo Alberto desea ver a manu follando con Alicia, aunque sea como fantasía.

Tristemente, algo saldrá mal, una mala decisión, Alicia lo hará en privado (no quiere cambiar el tipo de relación que tiene con Alberto), pactando con Manu hacerlo en secreto, un secreto para llevarse a la tumba....

Alberto se enterará pasado un tiempo... los remordimientos de Manu serán superiores, presionará a Alicia para contárselo juntos... y comenzará el calvario...
 
Fantástico relato y un final muy inteligente. Alicia sabe que volver a repetir algo así con Manu sería poner en riesgo su matrimonio, le gustó demasiado la experiencia, hasta el punto de imaginar a Manu en lugar de a su marido cuando estaba haciendo el amor con él. Gente prudente gente inteligente. Enhorabuena por el relato.

Gracias por escribir y compartir.
recuerda que... de solo dejarse ver las tetas, se dejo chupar, masturbar y que manu se viniera encima de ellas... Alicia no va a parar.
 
recuerda que... de solo dejarse ver las tetas, se dejo chupar, masturbar y que manu se viniera encima de ellas... Alicia no va a parar.

Alicia ya paró. Vio lo que sintió, que estuvo a punto de perder la cabeza y paró, y podía haber seguido, pues Alberto estaba por la labor, era su fantasía. Y hacerlo a espaldas de su marido?, qué sentido tendría engañarle si él estaba de acuerdo, es más, él fue el que promovió el encuentro con Manu.
 

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