ikarusulu
Miembro muy activo
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- 23 Jul 2023
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1.
Divorciado, custodia compartida, todo un circo del que creo que se hacen una idea. Llega el verano y tendré que llevar a los niños de vacaciones. Hay un compañero de trabajo en la misma situación y con el mismo mes de julio de vacaciones.
Charlando en la pausa del café nos lo planteamos, alquilar un apartamento en la playa, juntos con todos los niños todo el mes. Así dividimos los gastos por la mitad. Nuestros hijos más o menos de la misma edad se pueden llevar bien. Toda una recua a la que tendremos que mantener entretenida.
Dos chicos de diez y ocho años, Javi mi hijo y Marcos de mi compañero Juan. Algunos algo más pequeños entre los dos pero estos no cuentan, por que hacen pandilla el primer día y casi no les volvemos a ver. Hicimos el experimento unos días antes de salir.
Quedamos todos en un centro comercial y todo fue bien, los chiguitos se conocieron e hicieron buenas migas. Una peli, unas hamburguesas y unos videojuegos y ¡oh! milagro, todos se llevaban de maravilla. Incluso los dos mayores se fueron de marcha juntos esa misma noche de sábado.
Salimos una calurosa mañana llevando mi siete plazas en el que cabíamos todos, pero muy poco más. Así que hubo que reducir el tamaño del equipaje al mínimo, con lo que llevábamos muy poca ropa. Prácticamente lo único que habíamos metido en las mochilas eran bañadores y camisetas. No íbamos a necesitar nada más. No pensábamos ir a ninguna cena de gala.
El viaje aunque caluroso no tuvo mucha complicación. El piso alquilado era más o menos lo que nos habían prometido. Aunque no era muy grande para unos pocos días nos podía valer.
Nosotros, los padres, nos quedamos en el dormitorio con la cama de matrimonio, los jóvenes otro con camas separadas y los más pequeños de acampada en el salón en sacos de dormir.
Desde antes del divorcio no dormía con alguien en la misma cama. Se me hacía raro compartir la cama con otro hombre.
Extrañaba un cuerpo caliente a mi lado. Pero esta vez era el de otro hombre. Y muy calientes ambos debido a las temperaturas reinantes en la costa. Y no solo por lo que marcaban los termómetros, también por las vistas. La primera noche, tras el viaje y poner un poco de orden en el piso, simplemente caímos rendidos sobre el colchón solo con los calzoncillos puestos y sin necesidad de taparnos.
El segundo día madrugué, relativamente, y me puse con el desayuno. Al ir a despertar a los mayores a su habitación encontré la puerta cerrada. Algo que con el calor que hacía por las noches me pareció extraño. No se me ocurrió llamar para despertarlos y con la confianza que tenía con mi hijo solo abrí. Menos mal que estaba bien engrasada y no hizo ruido.
La vista era adorable, los encontré desnudos. Juntos en la misma cama sobre las sabanas y haciendo la cucharita. Javi tenia a Marcos abrazado por la cintura y estaba bien pegado a su espalda.
La polla de este, bien depilada, y en reposo descansaba relajada sobre su muslo. Por las pintas y el olor a sexo, parecía que no le habían dado mucho descanso en toda la noche al mencionado miembro.
Olía a semen que echaba para atrás, mejor dicho no, aspiré profundamente excitado. En realidad ese aroma me atraía. No me atreví a despertarles y me retiré, envidioso, y con una erección de caballo. Estaba pensando en lo que habrían disfrutado y los pocos complejos que tenían esos dos.
Lógicamente el que mis hijos fueran gays o bisexuales me importaba una mierda mientras fueran felices. No sabía cómo reaccionaria Juan a eso y decidí callarme el descubrimiento por el momento. Aunque cuando volví a nuestra habitación a ponerme algo más de ropa creo que se dio perfecta cuenta de mi erección.
Ya en la playa conocimos a una divorciada de nuestra edad, Sara, alrededor de los cuarenta. Tiene dos niños de la edad de los pequeños nuestros con los que se juntaron enseguida. Prácticamente no los veíamos mas que para pagar las hamburguesas y las pizzas, lo que, vamos a ser sinceros, era un descanso para los oídos del resto.
Sus bikinis de los primeros días eran muy recatados, pero para dos cuarentones como nosotros y mas solos que la una, eso importaba poco. Nos hubiéramos lanzado sobre ella a la menor oportunidad. Pero estábamos algo cortados por la presencia del otro. Tendríamos que pensar en relajarnos. Pero con tanta gente alrededor hasta hacernos una paja seria complicado.
Para colmo de males ¿Bienes? El resto de las vistas en la playa no contribuían a aplacar mi espíritu, ni mi polla, ya puestos. Desde luego había de todo pero uno no se fija en los esperpentos sino en las cosas bonitas. Firmes tetas en topless, duros culitos en tanga, tíos macizos con bañadores pequeños.
Me daba envidia lo pronto que se relacionan los jóvenes y los chiguitos, era increíble pero todos parecían llevarse de maravilla. Aunque tuvimos que lidiar con alguna pelea fue de poca importancia y por celos básicamente y eso solo con los pequeños.
Todo me hacía recordar experiencias tempranas de cuando tenía la edad de Javi y Marcos. Por entonces experimentaba con un amigo y tuve los primeros escarceos con chicas. Pero no había vuelto a repetir con un hombre desde hacía años. Y está claro que mi historial con las mujeres no ha sido muy brillante.
Era increíble, un tío maduro como yo y sintiéndome cachondo como un adolescente. Con sinceridad, caliente a todas horas. Seguíamos durmiendo solo con los slips y la tentación de acariciar a mi amigo empezaba a hacerse irresistible. Y sinceramente esperaba que él sintiera lo mismo.
Javi y Marcos eran cada vez menos discretos en sus caricias y manoseos. Esa tarde los había visto pajearse discretamente el uno al otro en sus toallas en la arena mientras se ponían bronceador. Hasta tal punto se habían vuelto descarados que me planteé comentarlo con Juan.
La escena me puso muy cachondo. Lo hacían muy suave, disimulando. Un roce por encima de la tela, meter la mano por debajo de la cinturilla del bañador durante un momento. Marcaban las pollas duras como piedras. Disimulaban un segundo y volvían al ataque. Se daban un beso cuando pensaban que nadie los miraba. O pasaban la lengua por el cuello del otro.
Yo los veía de reojo mientras me hacía el dormido boca abajo. Tenía la polla tan dura apretada entre mi cuerpo y la arena que casi me dolía. No me iba a mover de allí mientras ellos no terminaran. Y se tiraron un buen rato. ¡Cómo aguantaban los cabrones!
Entre que son jóvenes y lo hacían con mucho disimulo no sabía cuanto iba a durar aquello. Igual los podía ver alguien más. Una maruja que subía desde el agua hacia su toalla les estaba prestando mucha atención. Al fin una mancha húmeda apareció en el frente del pequeño bañador de mi hijo. Se había corrido y mucho.
Fueron al agua a lavarse y terminar la paja de su amigo. Estaba seguro de ello pues no se separaron en un buen rato. El que pudo moverse por fin fui yo y colocar mi polla dentro del bañador. Mientras lo estaba haciendo solo con agarrar mi rabo me corrí. Y el que tuvo que ir al agua a limpiarse fui yo.
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Divorciado, custodia compartida, todo un circo del que creo que se hacen una idea. Llega el verano y tendré que llevar a los niños de vacaciones. Hay un compañero de trabajo en la misma situación y con el mismo mes de julio de vacaciones.
Charlando en la pausa del café nos lo planteamos, alquilar un apartamento en la playa, juntos con todos los niños todo el mes. Así dividimos los gastos por la mitad. Nuestros hijos más o menos de la misma edad se pueden llevar bien. Toda una recua a la que tendremos que mantener entretenida.
Dos chicos de diez y ocho años, Javi mi hijo y Marcos de mi compañero Juan. Algunos algo más pequeños entre los dos pero estos no cuentan, por que hacen pandilla el primer día y casi no les volvemos a ver. Hicimos el experimento unos días antes de salir.
Quedamos todos en un centro comercial y todo fue bien, los chiguitos se conocieron e hicieron buenas migas. Una peli, unas hamburguesas y unos videojuegos y ¡oh! milagro, todos se llevaban de maravilla. Incluso los dos mayores se fueron de marcha juntos esa misma noche de sábado.
Salimos una calurosa mañana llevando mi siete plazas en el que cabíamos todos, pero muy poco más. Así que hubo que reducir el tamaño del equipaje al mínimo, con lo que llevábamos muy poca ropa. Prácticamente lo único que habíamos metido en las mochilas eran bañadores y camisetas. No íbamos a necesitar nada más. No pensábamos ir a ninguna cena de gala.
El viaje aunque caluroso no tuvo mucha complicación. El piso alquilado era más o menos lo que nos habían prometido. Aunque no era muy grande para unos pocos días nos podía valer.
Nosotros, los padres, nos quedamos en el dormitorio con la cama de matrimonio, los jóvenes otro con camas separadas y los más pequeños de acampada en el salón en sacos de dormir.
Desde antes del divorcio no dormía con alguien en la misma cama. Se me hacía raro compartir la cama con otro hombre.
Extrañaba un cuerpo caliente a mi lado. Pero esta vez era el de otro hombre. Y muy calientes ambos debido a las temperaturas reinantes en la costa. Y no solo por lo que marcaban los termómetros, también por las vistas. La primera noche, tras el viaje y poner un poco de orden en el piso, simplemente caímos rendidos sobre el colchón solo con los calzoncillos puestos y sin necesidad de taparnos.
El segundo día madrugué, relativamente, y me puse con el desayuno. Al ir a despertar a los mayores a su habitación encontré la puerta cerrada. Algo que con el calor que hacía por las noches me pareció extraño. No se me ocurrió llamar para despertarlos y con la confianza que tenía con mi hijo solo abrí. Menos mal que estaba bien engrasada y no hizo ruido.
La vista era adorable, los encontré desnudos. Juntos en la misma cama sobre las sabanas y haciendo la cucharita. Javi tenia a Marcos abrazado por la cintura y estaba bien pegado a su espalda.
La polla de este, bien depilada, y en reposo descansaba relajada sobre su muslo. Por las pintas y el olor a sexo, parecía que no le habían dado mucho descanso en toda la noche al mencionado miembro.
Olía a semen que echaba para atrás, mejor dicho no, aspiré profundamente excitado. En realidad ese aroma me atraía. No me atreví a despertarles y me retiré, envidioso, y con una erección de caballo. Estaba pensando en lo que habrían disfrutado y los pocos complejos que tenían esos dos.
Lógicamente el que mis hijos fueran gays o bisexuales me importaba una mierda mientras fueran felices. No sabía cómo reaccionaria Juan a eso y decidí callarme el descubrimiento por el momento. Aunque cuando volví a nuestra habitación a ponerme algo más de ropa creo que se dio perfecta cuenta de mi erección.
Ya en la playa conocimos a una divorciada de nuestra edad, Sara, alrededor de los cuarenta. Tiene dos niños de la edad de los pequeños nuestros con los que se juntaron enseguida. Prácticamente no los veíamos mas que para pagar las hamburguesas y las pizzas, lo que, vamos a ser sinceros, era un descanso para los oídos del resto.
Sus bikinis de los primeros días eran muy recatados, pero para dos cuarentones como nosotros y mas solos que la una, eso importaba poco. Nos hubiéramos lanzado sobre ella a la menor oportunidad. Pero estábamos algo cortados por la presencia del otro. Tendríamos que pensar en relajarnos. Pero con tanta gente alrededor hasta hacernos una paja seria complicado.
Para colmo de males ¿Bienes? El resto de las vistas en la playa no contribuían a aplacar mi espíritu, ni mi polla, ya puestos. Desde luego había de todo pero uno no se fija en los esperpentos sino en las cosas bonitas. Firmes tetas en topless, duros culitos en tanga, tíos macizos con bañadores pequeños.
Me daba envidia lo pronto que se relacionan los jóvenes y los chiguitos, era increíble pero todos parecían llevarse de maravilla. Aunque tuvimos que lidiar con alguna pelea fue de poca importancia y por celos básicamente y eso solo con los pequeños.
Todo me hacía recordar experiencias tempranas de cuando tenía la edad de Javi y Marcos. Por entonces experimentaba con un amigo y tuve los primeros escarceos con chicas. Pero no había vuelto a repetir con un hombre desde hacía años. Y está claro que mi historial con las mujeres no ha sido muy brillante.
Era increíble, un tío maduro como yo y sintiéndome cachondo como un adolescente. Con sinceridad, caliente a todas horas. Seguíamos durmiendo solo con los slips y la tentación de acariciar a mi amigo empezaba a hacerse irresistible. Y sinceramente esperaba que él sintiera lo mismo.
Javi y Marcos eran cada vez menos discretos en sus caricias y manoseos. Esa tarde los había visto pajearse discretamente el uno al otro en sus toallas en la arena mientras se ponían bronceador. Hasta tal punto se habían vuelto descarados que me planteé comentarlo con Juan.
La escena me puso muy cachondo. Lo hacían muy suave, disimulando. Un roce por encima de la tela, meter la mano por debajo de la cinturilla del bañador durante un momento. Marcaban las pollas duras como piedras. Disimulaban un segundo y volvían al ataque. Se daban un beso cuando pensaban que nadie los miraba. O pasaban la lengua por el cuello del otro.
Yo los veía de reojo mientras me hacía el dormido boca abajo. Tenía la polla tan dura apretada entre mi cuerpo y la arena que casi me dolía. No me iba a mover de allí mientras ellos no terminaran. Y se tiraron un buen rato. ¡Cómo aguantaban los cabrones!
Entre que son jóvenes y lo hacían con mucho disimulo no sabía cuanto iba a durar aquello. Igual los podía ver alguien más. Una maruja que subía desde el agua hacia su toalla les estaba prestando mucha atención. Al fin una mancha húmeda apareció en el frente del pequeño bañador de mi hijo. Se había corrido y mucho.
Fueron al agua a lavarse y terminar la paja de su amigo. Estaba seguro de ello pues no se separaron en un buen rato. El que pudo moverse por fin fui yo y colocar mi polla dentro del bañador. Mientras lo estaba haciendo solo con agarrar mi rabo me corrí. Y el que tuvo que ir al agua a limpiarse fui yo.
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