Dos Hermanas

-Fóllame… pero no te perdonaré nunca la fiestecita con mi hermana, cabronazo- me dijo en un momento en el que consiguió separarse de mi boca.

*************************

-¿Me vas a contar cómo fue?

Pareció sorprenderle mi pregunta, porque estuvo unos segundos sin responder.

Había decidido que no dejaría pasar mucho tiempo sin hacerle la pregunta. Creía tener derecho a hacerla, al menos a tener la mínima información sobre aquella aventura de fin de semana con su colega.

Así que al día siguiente, lunes, cuando ambos estábamos en casa tras la jornada laboral, se la solté sin más preámbulos.

-Ya te dije, todo muy normal.

Estaba repitiendo, era muy consciente, una de las expresiones que casi un año antes yo había utilizado para describir la noche pasada a solas con Loli.

-Bueno… ya supongo que sería normal, pero puedes decirme qué hicisteis, dónde estuvisteis… por qué os demorasteis tanto… no sé, algo sobre el fin de semana que has pasado fuera.

Me miró con tranquilidad, esbozando una sonrisa.

-Vaya… ¿no será que te pone conocer los detalles?

Seguramente observó el gesto de mi cara, que no era risueño ni expresaba satisfacción por su actitud, así que sin esperar a que pudiera decirle algo continuó hablando.

-Nos fuimos a Madrid, ya te dije eso, y estuvimos en un hotel de la zona de Gran Vía hacia Plaza de España. No es muy céntrico, pero estaba bien. Comimos en un restaurante que no recuerdo el nombre, pero muy corrientito, después nos fuimos a ver un recital rock que había en un barrio y ya se nos hizo tarde.

No parecía tener demasiadas ganas de continuar. Se interrumpió en ese punto como si explicara todo el fin de semana con ese trozo. La miré, interrogante, de forma que pudiera darse cuenta de que no había satisfecho mi expectativa de información.

Como si le hubiera pedido de viva voz que siguiera, al continuar dejó claro cuáles serían los límites de su relato.

-Bueno, no te voy a dar los detalles de todo… cenamos, volvimos al hotel y lo hicimos. Eso ya te lo puse en los mensajes.

“Lo hicimos” era la expresión elegida para informarme de que ella y Ernesto habían follado. Cierto, algo que me había dicho en el mensaje de la noche, uno de aquellos que yo, empastillado, no pude leer hasta el día siguiente.

Seguí manteniendo la mirada interrogante fija en ella, como invitándole a seguir con su relato.

-Lo hicimos también por la mañana, al despertarnos.

Era la confirmación de lo que suponía. Calló, ahora seguramente con la intención de no seguir diciendo nada más, pero provoqué la necesidad de continuar.

Había algo que me comía por dentro y deseaba saber, algo que me había dejado un poso de amargura en todo aquello. Se lo pregunté.

-Sólo un detalle. ¿Cuándo estuvimos hablando por teléfono… follabais mientras hablábamos?

Se mantuvo en silencio un rato. La mirada expresaba sorpresa. Era como si mis preguntas estuvieran fuera de lugar tras haberme dejado claro que no me explicaría detalles. Al final, su expresión confirmaba que así fue, que mi imaginación no había exagerado nada.

-A eso habíamos ido ¿no?

Decidí no insistir y preguntar otras cosas de su aventura.

-¿Dónde comisteis? Me dijiste que quería llevarte a un sitio especial.

La respuesta fue inmediata.

-Pues al final no pudo ser, el sitio estaba lleno y no había mesa, así que comimos en el camino, cerca ya, por ahí por Alba más o menos… un buen sitio… tenemos que ir.

Volvía a dejarme en la necesidad de estirarle de la lengua. Si habían comido tan cerca ¿Qué habían hecho hasta la hora en que llegó?

Se lo pregunté.

-En su casa, ya te lo puse en un mensaje ¿no?

Sí, me lo había puesto en un mensaje, pero el mensaje hablaba de dónde estaba, no de qué estaba haciendo, aunque imaginaba qué podía ser necesitaba su confirmación, no podía quedarme más en la incertidumbre.

-Sí, pero no me dijiste qué hacías.

Sonrió de nuevo. Dejó claro que no iba a responderme más, que era la última pregunta que admitía.

-Vale, te lo digo y ya lo dejamos. Tiene una colección de vinilos única, es un coleccionista melómano que se entusiasma con todo eso. Estuvo poniéndome discos muy seleccionados… y lo hicimos otra vez antes de volver.

-Ya veo que Ernesto es todo un seductor.

Me devolvió, con la respuesta, otra de mis frases de hacía casi un año.

-Ha sido sólo sexo, nada más.

No supe contener una pregunta, una más, que creada en algún lugar de mi cerebro pugnaba por salir lo más pronto posible, expresada con preocupación apenas enmascarada con un apunte de tono irónico.

-¿Volverás a tener sólo sexo, nada más, con él?

No respondió. Se acercó sonriente hasta estar frente a mí, rodeó mi cuello con sus brazos, pegándose a mi pecho para tensionarse juntando, como una ola, su cintura a la mía, después el pubis, finalmente las piernas, en ese movimiento de provocación absoluta que tan bien conozco.

-Vente a la habitación. Quiero follar contigo. Necesito a mi hombre- susurró mientras me abrazaba.

Sentí que nada más en el mundo tenía importancia, que aquellos brazos marcaban la frontera de lo que era todo mi mundo en realidad, que aquellos pechos mi único horizonte, que aquel vientre provocativo mi único fin…

Dejé que ella subiera antes, porque sé que le gusta prepararse un poco para recibirme. Apenas unos minutos…

Me esperaba desnuda, en todo su esplendor, al final de la escalera, mirándome con fijeza y sonriendo como siempre que quiere demostrarme su amor. En el abrazo, su vientre contra el mío me aceleraba el pulso, mientras la lengua resbalaba por mis labios, para abrirlos y ocupar mi boca con ella.

No esperó demasiado… sabía, por ese abrazo, que estaba preparado para ella. Había notado bajo el pantalón la dureza de un sexo que sabe enderezar como ninguna otra hembra ha sabido hacerlo jamás.

Apenas entrar en la habitación y cerrar la puerta, sentada en el borde de la cama, conmigo frente a ella, de pie, desabrochó la correa y deslizó el pantalón al suelo, liberó de los calzoncillos la verga y jugó con sus labios, húmedos, sensuales, ya muy expertos, sorbiendo lentamente, sin introducir demasiado trozo, justo la punta, que desnuda de piel y muy sensibilizada me proporcionaba todo el placer del mundo.

Cuando consideró que ya era el momento, se colocó a cuatro sobre la cama, en el filo, dándome la espalda, para que su sexo quedara a la altura del mío, para que sólo tuviera que asomarlo a su entrada, para que pudiera clavarle todo mi deseo en aquella posición dominante. Se me ofrecía con actitud sumisa, rendida, jugando con toda su inteligencia de mujer sabia y con mis emociones de macho herido.

Agarré sus caderas con fuerza, con fuerza brutal seguramente, y comencé a bombear en su coño delicioso con todas las ganas con las que un hombre puede hacerlo a una mujer, mientras pronunciaba algunos insultos altisonantes y ella gemía, repitiendo mis palabras en algunos de aquellos insultos para aplicarse a sí misma graves calificativos, y también pidiendo que la follara más fuerte y sin parar.

Le hice caso. Fui violento, incluso. Se corrió antes que yo. No pude contener la tentación y, cuando noté que me iba sin remedio, humedecí en la boca y clavé mi dedo índice en su entrada trasera, con fuerza, hasta donde pude introducirlo, a sabiendas de que nunca antes habíamos abierto esa vía y con la clara voluntad de demostrar de aquella forma mi dominio sobre su cuerpo, mi posesión sobre toda ella.

*******************
 
Última edición:
Por mucho que la ame, si eso pasó yo me divorciaba.
Le daba un ultimátum: O deja de verse con ese tipo o se acabó el matrimonio.
Ni tú ni yo amamos a Rocío...todo lo malo que hace, sigue siendo malo. O es negro o es blanco.
Pero para Juan, la escala es más amplia tratándose de Rocío, tiene toda una escala de grises,
 
Sin querer generar polémica, espero que Juan no permita que se vea más con ese caradura.
Aunque me temo que se va a seguir viendo con el, a pesar de saber que eso le hace daño a Juan.
No entiendo cómo puedes amar a una persona, y sabiendo que le hace daño, vas a seguir viendote con ese tiparraco. Ya están empatados y no viene a cuento que se sigan viendo.
Desde luego, si se sigue viendo con ese, yo me planteaba verme con otras mujeres. Aquí jugamos todos.
 
Ni tú ni yo amamos a Rocío...todo lo malo que hace, sigue siendo malo. O es negro o es blanco.
Pero para Juan, la escala es más amplia tratándose de Rocío, tiene toda una escala de grises,
No viene a cuento que vaya a seguir viendote con ese "señor". Ya están empatados.
Si ama a Juan que lo demuestre y no lo vea más fuera del trabajo.
Desde luego, yo soy Juan, y Ernesto no iba a olvidar jamás mi nombre.
 
Sé que quizás soy muy agresivo, pero no me parece nada bien lo que está haciendo Rocío.
Quería vengarse teniendo un encuentro con el innombrable, vale. Pero hasta aquí debe llegar.
Está claro que cada uno es como es, pero si a mí me pasará, me planteaba si seguir con ella.
En mi opinión, a él le duele que se vea con el inombrable y Ella lo sabe. Así que o se deja de ver con ese, o a lo mejor habría que plantearse las cosas.
 
No se presenta un buen escenario para Juan, luego de esta escapada de su mujer con Ernesto.
Rocío en este reencuentro con Juan ha actuado de forma radicalmente opuesta a lo acostumbrado.
Ella evita contarle, le oculta, me atrevería a decir que hasta le miente acerca de Ernesto.
Eso nunca antes lo hizo acerca de otro encuentro, siempre se narraban en detalle los hechos, y sobretodo las sensaciones. Eran cómplices.
Esta vez ella dejó de considerar a Juan su cómplice. Por qué ahora con Ernesto?...lo más probable que esté pensando seguir por fuera.
Al inicio de este viaje Rocío intentó restarle importancia a su intimidad con Ernesto, catalogándola de "nada del otro mundo" y refiriendo a "él no me llama mucho la atención, no me atrae demasiado". Cloroformo puro en palabras .
Palabras de buena crianza, anestésicas para el alma de Juan, siendo muy diferente a los hechos, que nos muestran un viaje que se convirtió en un tórrido romance.
Hicieron una virtual vida de pareja, de amantes libres, compartieron desayunos, comidas, cenas, eventos, aficiones, y compras que seguro les permitió mutuamente elegir su nueva ropa.
Y por si algo les faltaba para conectar mejor y completar el panorama, follaron como conejos.
Suerte que Ernesto no le llamaba mucho la atención ni le atraía demasiado, que el sexo era nada del otro mundo, que si no, no regresa.
Tengo rabia con Rocío. Juan ama el suelo que ella pisa, es un flan estando juntos, hasta exculparla intenta, no merece pasar por esto.
Ya vimos como con sexo de culpa desinfló en Juan cualquier estrategia por conocer los detalles y llegar a la verdad.
Por otro lado, Ernesto asume lo que Rocío le cuenta, una probable versión que tiene permiso de Juan para todo lo hecho hasta ahora.
Juan debe reaccionar de alguna forma, hacer valer su lugar, exigiendo respeto a su rol de esposo, liberal o no, esposo.
 
Última edición:
No se presenta un buen escenario para Juan, luego de esta escapada de su mujer con Ernesto.
Rocío en este reencuentro con Juan ha actuado de forma radicalmente opuesta a lo acostumbrado.
Ella evita contarle, le oculta, me atrevería a decir que hasta le miente acerca de Ernesto.
Eso nunca antes lo hizo acerca de otro encuentro, siempre se narraban en detalle los hechos, y sobretodo las sensaciones. Eran cómplices.
Esta vez ella dejó de considerar a Juan su cómplice. Por qué ahora con Ernesto?...lo más probable que esté pensando seguir por fuera.
Al inicio de este viaje Rocío intentó restarle importancia a su intimidad con Ernesto, catalogándola de "nada del otro mundo" y refiriendo a "él no me llama mucho la atención, no me atrae demasiado". Cloroformo puro en palabras .
Palabras de buena crianza, anestésicas para el alma de Juan, siendo muy diferente a los hechos, que nos muestran un viaje que se convirtió en un tórrido romance.
Hicieron una virtual vida de pareja, de amantes libres, compartieron desayunos, comidas, cenas, eventos, aficiones, y compras que seguro les permitió mutuamente elegir su nueva ropa.
Y por si algo les faltaba para conectar mejor y completar el panorama, follaron como conejos.
Suerte que Ernesto no le llamaba mucho la atención ni le atraía demasiado, que el sexo era nada del otro mundo, que si no, no regresa.
Tengo rabia con Rocío. Juan ama el suelo que ella pisa, es un flan estando juntos, hasta exculparla intenta, no merece pasar por esto.
Ya vimos como con sexo de culpa desinfló en Juan cualquier estrategia por conocer los detalles y llegar a la verdad.
Por otro lado, Ernesto asume lo que Rocío le cuenta, una probable versión que tiene permiso de Juan para todo lo hecho hasta ahora.
Juan debe reaccionar de alguna forma, hacer valer su lugar, exigiendo respeto a su rol de esposo, liberal o no, esposo.
Sinceramente, no quiero creer que esto sea verdad.
A pesar de todo y por muy poco que me guste Rocío, creo que ella Ama a Juan y confío en que lo de Ernesto no se va a repetir. Quiero creer que no siente nada por ese tío, porque si no, entonces si debe darle un ultimátum.
Por muy enamorado que este, debe elegir. Juan o Ernesto. Y si sigue viéndose con ese, yo ponía fin al matrimonio.
 
Sinceramente, no quiero creer que esto sea verdad.
A pesar de todo y por muy poco que me guste Rocío, creo que ella Ama a Juan y confío en que lo de Ernesto no se va a repetir. Quiero creer que no siente nada por ese tío, porque si no, entonces si debe darle un ultimátum.
Por muy enamorado que este, debe elegir. Juan o Ernesto. Y si sigue viéndose con ese, yo ponía fin al matrimonio.
Nadie discute el amor de Rocío por Juan, pero es innegable que ella siente algo bastante significativo por Ernesto.
Rocío no necesita elegir entre ellos, la libertad que le da Juan no la obliga.
Lo que han compartido durante ese viaje, y quizás cuántas veces antes, no es producto de una calentura.
Y acá hay un punto que es lo que más me preocuparía si me tocara estar en el lugar de Juan.
Que Rocío se ha esmerado en conocer a Ernesto en todo el ámbito de su ser, no ha sido sólo tener sexo entre amantes. Se dedicó a compartirlo todo con él.
Soy de hilar fino, e imagino esa tarde en casa de Ernesto, la escena de ellos compartiendo "una colección de vinilos única", de "un coleccionista melómano que se entusiasma con todo eso", donde luego dice lo hicieron una vez más, pero algo te aseguro, que en ese momento no fue sólo sexo, allí "hicieron el amor".
Sabemos lo que eso significaría.
 
Última edición:
Nadie discute el amor de Rocío por Juan, pero es innegable que ella siente algo bastante significativo por Ernesto.
Rocío no necesita elegir entre ellos, la libertad que le da Juan no la obliga.
Lo que han compartido durante ese viaje, y quizás cuántas veces antes, no es producto de una calentura.
Y acá hay un punto que es lo que más me preocuparía si me tocara estar en el lugar de Juan.
Que Rocío se ha esmerado en conocer a Ernesto en todo el ámbito de su ser, no ha sido sólo tener sexo entre amantes. Se dedicó a compartirlo todo con él.
Soy de hilar fino, e imagino esa tarde en casa de Ernesto, la escena de ellos compartiendo "una colección de vinilos única", de "un coleccionista melómano que se entusiasma con todo eso", donde luego dice lo hicieron una vez más, pero algo te aseguro, que en ese momento no fue sólo sexo, allí "hicieron el amor".
Sabemos lo que eso significaría.
Joder, tío. Lo estás poniendo de una forma muy inquietante. Yo no me puedo creer que se haya enamorado de ese tipo.
Porque si eso es así, Juan, con gran dolor de su corazón deberá tomar medidas drásticas. Yo es que lo tendría muy claro. Yo no voy a compartir a mi esposa y no es ser posesivo.
Insisto, ya no es que no me gusta nada la actitud de Rocío y el daño que puede ocasionar a Juan, es que Ernesto también me cae muy mal.
 
Joder, tío. Lo estás poniendo de una forma muy inquietante. Yo no me puedo creer que se haya enamorado de ese tipo.
Porque si eso es así, Juan, con gran dolor de su corazón deberá tomar medidas drásticas. Yo es que lo tendría muy claro. Yo no voy a compartir a mi esposa y no es ser posesivo.
Insisto, ya no es que no me gusta nada la actitud de Rocío y el daño que puede ocasionar a Juan, es que Ernesto también me cae muy mal.
Enamorada de Ernesto para nada, pero sí creo que Rocío está en una etapa de enamoramiento.
Donde crean necesidades y sensaciones muy semejantes a estar enamorados, por lo adictivas de estas aventuras.
Estoy casi seguro que si Juan le prohíbe a Rocío tener contacto con Ernesto, ella buscará cualquier excusa para convencerlo de lo contrario. Y de no ser así intentará ir por fuera, a espaldas de él.
Suelen decantar a mediano plazo, provocan daños, llegando a ser algunos irreparables. Todo dependerá de la fortaleza que los une.
Ni siquiatra ni sicólogo soy, asi que espero una vez más estar rotundamente equivocado.
 
Pues yo siento ser duro, pero esto Juan no lo debe permitir. Bastante que le ha permitido estar con ese señor. Así que ante todo está quererse así mismo.. así que ella decida: Juan o Ernesto. Los dos no.
Sinceramente y aunque sé que es impopular, a mí no me va a dar pena si el toma la decisión de dejarla. Yo no estaría con una mujer que se está encoñando o enamorando de otro.
Será duro al principio, pero saldrá adelante,y, cuando esté recuperado, seguro que encuentra una buena chica.
 


Capítulo cuarto.- ¿En qué consiste el amor?


Entre uno y otro suceso transcurrió casi un año.

Aunque parezca milagroso, ninguno de los dos ha conseguido dañarnos lo bastante. Es verdad que el primero, si efectivamente era un malentendido o supuso un exceso en el pacto entre las hermanas, pudo alterar la relación tan especial que habíamos establecido. Pero no fue así.

Por el contrario, seguimos entonces, y seguimos en la actualidad, cumpliendo nuestro programa de encuentros sexuales periódicos, follando a cuatro sin ninguna dificultad, incluso a veces alternando la participación en el descanso de cualquiera de los cuatro, para montar los tríos resultantes entre los que permanecen o permanecemos activos.

Que un simple y breve giro de cuello permita intercambiar los labios de Rocío por los de Loli, o alternar entre ambas caricias de todo tipo, sigue siendo algo que me produce una muy intensa excitación.

Supongo que a los cuatro nos sigue pasando eso mismo.

Después de aquellas vacaciones por separado, volvimos sin espera a encontrarnos, celebrando la vuelta de vacaciones apenas al día siguiente de llegar a casa.

En mi interior algo sí afectó. Desde entonces me he propuesto, a modo de disciplina, no tener ningún momento especial diferente con Loli. Puede que sea simplemente mi imaginación, no quisiera excederme en un juicio sobre nuestras conductas que sea fruto más de mi fantasía que de la realidad… pero creo que hemos establecido un vínculo de afecto adicional, por decirlo sencillo, un cierto enamoramiento mutuo, que puede escaparse más allá del sexo y su disfrute hedonista entre los cuatro.

Una mezcla de los afectos anteriores, a medio camino de la fraternidad y del paternalismo, que ya existían, y los nuevos sentimientos de compenetración, goce y complicidad sexual, en una mezcla que requería desarrollarse a dos, que llegó a existir por una noche sólo a dos, y que puede ser fácilmente confundida con otros sentimientos más profundos, pues al fin y al cabo, si alguien quiere reflexionar sobre ello… ¿En qué consiste estar enamorado?

O tal vez sea sólo mi imaginación, mi fantasía o mi deseo de que así sea.

Ignoro qué pudieron hablar entre ellas, aunque estoy seguro de que lo hicieron y se dieron las explicaciones necesarias, y también estoy convencido de que la aventura que tuvimos no ha erosionado la confianza que se tienen.

Pero que durante todo este tiempo haya procurado no tener momentos especiales con Loli no quiere decir que no se produzcan. Nuestra relación a cuatro se ha convertido en un juego de emociones, una auténtica montaña rusa en la que pequeños detalles me devuelven a aquella noche.

A veces un roce, otras una mirada, las más una caricia en el cuello, en esa forma tan especial en que una mujer transmite sentimiento cuando te acaricia en la nuca…

Y siempre su especial gemido, su voz en ese hilo continuo, mientras se acerca al clímax, mientras se acelera su excitación hasta caer desmadejada después de cada embate.

En uno de esos viernes, Carlos y Rocío, en una pausa del frenético ritmo que mi joven cuñado imprime en algunas ocasiones a sus embestidas, se acercaron a la cocina a buscar más bebida fresca, dejándonos a Loli y a mí a solas en el salón, bailando, yo todavía vestido, ella totalmente desnuda salvo por sus zapatos de tacón, esos que le hacen un culito perfecto y por eso -porque lo sabe- no se los quita en nuestros encuentros.

Pasaron unos minutos sin que volvieran, pero desde donde estábamos oíamos los jadeos y bufidos de una y otro, de forma que no hacía falta verles para imaginar que en la cocina (aquella que había albergado un polvo especial y singular con mi cuñada), Carlos estaba hundiendo su verga en el vientre de mi mujer, disfrutando de algo mucho más salvaje de lo que hasta ese momento habían tenido a nuestra presencia.

Como si les hubiera dado cierto corte desatar en nuestra presencia aquellos gritos y gemidos, aquellas provocaciones mutuas a seguir matando de placer al otro, su encuentro en la cocina parecía permitir en cambio que aparecieran unas expresiones dignas del más extremado porno gráfico.

En total estuvieron más de diez minutos, que se me hicieron cortos porque, mientras ellos follaban con pasión, con no menos pasión y con mucho sentimiento Loli y yo nos besábamos, en un beso húmedo y suave, de lenguas amantes y complacientes, de labios hinchados frotándose sin despegarse, mientras una de mis manos la sujetaba por la cintura y la otra repartía caricias por todo su cuerpo, notando su vientre pegado al mío, sus pezones singulares, durísimos, clavados a través de la tela de mi camisa, y sus manos acariciándome la cabeza, la cara, la nuca, la entrepierna…

Y su voz…

Su voz, más ronca de lo habitual, de nuevo susurrándome al oído un claro y esa vez nada confuso “te quiero”.

Cuando volvieron de la cocina seguíamos abrazados, bailando unos interminables boleros, los cuerpos pegados y los sexos, el suyo desnudo y el mío vestido, encendidos de deseo.

Traían la cubitera, justificación última de su viaje a por provisiones, si bien por el tiempo empleado podrían haber hecho la vendimia entera.

Carlos había culminado el polvo, porque su sexo aparecía grande, como siempre, pero flojo, señal inequívoca en él de corrida reciente, y Rocío traía una servilleta de papel en la mano que es también, en ella, señal clara de haber recibido la descarga del yogurín, pues siempre tiene la costumbre de evitar que le gotee por las piernas el semen de una corrida.

Poniendo aquella protección debajo de ella y la cubitera en su frente, se sentó en el sofá, para servir cuatro copas frías de cava catalán. A su lado se sentó también Carlos.

No nos acercamos a recoger las nuestras.

Por primera vez, no quise mirar a Rocío a la cara en el momento previo a follar con otra hembra.

Sentía que de nuevo la estaba engañando con su hermana. Desde el fondo del salón, en la penumbra de la zona utilizada para bailar, a unos metros de los sofás, dispuse una silla junto a la pared más alejada de ellos, me bajé los pantalones y senté a Loli a horcajadas sobre mí, ella de espaldas a la sala, yo con los ojos cerrados, para iniciar un suave sube y baja, con mi sexo ensartando el suyo, notando su cuerpo entero en cada ascensión y en cada descenso, sus vibraciones de hembra excitada, su gemido continuo y cada vez más familiar, hasta notar como en una película a cámara lenta el recorrido entero de mi descarga, precipitándose desde los testículos y desde la próstata al exterior… las contracciones de su sexo alrededor del mío, sin alterar por eso en ningún momento el recorrido suave, lento, de nuestros cuerpos, entrando en ella hasta hacer tope con su pelvis, con una suavidad dulcemente amorosa, entregándonos con infinita ternura.

Después ella se fue directamente al baño, y yo me senté en el sofá que estaba vacío, frente al ocupado por ellos dos, tomé una de las copas y la bebí, sin más, hasta agotarla.

Sólo entonces miré a mi mujer a la cara, mientras ella sonreía abiertamente, con una expresión de concentración que pude comprobar, al fijar mejor la vista, estaba motivada por las caricias que Carlos seguía prodigando en su entrepierna, con la mano aprisionada por la mano de mi mujer, que marcaba el ritmo y la presión con la que se deslizaba arriba y abajo, también muy dulcemente.

Loli volvió al cabo de unos minutos. Traía -me llamó especialmente la atención- la ropa interior puesta.

Después de unas copas más, marcharon a su casa.

La mirada de Rocío era de tranquilidad y satisfacción.

-En la cocina dabais miedo. Los gritos eran de escándalo- le comenté.

-Ha sido un polvazo. El vuestro también ¿eh?

No comentamos más. Me besó con suavidad, amorosamente, antes de decirme que estaba cansada y que quería dormir ya. La seguí con la vista mientras caminaba descalza, desnuda y hermosa, hacia la escalera que asciende hasta las habitaciones.

Creo que mi mujer, inteligente emocional como es, no ignora que el fantasma de aquella noche de verano, en la que su hermana y yo nos dimos más licencia de la debida, sigue presente en cada ocasión en que le dejamos aparecer, y simplemente confía en que siga reducido al inframundo de las fantasías y los deseos de tanto en tanto satisfechos, haciéndose presente como mucho una vez al mes.
 

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