Alexkanemura
Miembro muy activo
Eran casi las ocho. El parque se iba vaciando y el aire olía a tierra seca. Me metí en el baño público del fondo, ese que casi nadie usa. El que está medio en ruinas, con los azulejos sucios, grafitis en las paredes y puertas que no cierran. Perfecto para lo que yo quería.
Nada más entrar, el olor a humedad y orina vieja me golpeó, pero me daba igual. Me ponía. Ese lugar tenía historia. Me fui directo al urinario, abrí la bragueta y saqué la polla. Empecé a mear despacio, con los ojos en el azulejo agrietado frente a mí. Enseguida oí la puerta chirriar. Entró alguien. No miré.
Lo sentí colocarse a mi lado. Silencio. Apenas unos pasos.
No se bajó la cremallera. No se sacó la polla. Solo me miraba. Lo supe sin girarme.
Y entonces, su voz, ronca, clara:
—Vaya polla tienes, tío... y esos huevos... joder, parecen que están cargados desde hace días.
Me giré un poco. Ahí estaba. Tendría unos cincuenta y pico. Moreno, piel curtida, cara de tío que no se anda con hostias. Alto, con un un poco de barriga pero brazos fuertes, pecho peludo, barba canosa recortada. Tenía una mirada que me dejó impactado. Me escaneaba el cuerpo como si ya supiera lo que iba a hacer conmigo.
—Ese culo lo tienes muy bien puesto… ¿te lo afeitas tu solo?
No dije nada. Me temblaban las piernas. Me sentía ya medio entregado. Me agarró por detrás, me apretó las nalgas por encima del pantalón y gruñó:
—Mmm… esto pide polla. Y la mía va a ser la que lo estrene esta tarde.
Me bajó los pantalones de golpe. Sin preguntar. Sin avisar. Quedé ahí, con el culo al aire, las piernas temblando y la polla colgando aún medio mojada. Me abrió las nalgas con ambas manos, escupiéndome el ojete sin pudor.
—Hostia… lo tienes cerradito, ¿eh? Qué gustazo… me encanta follarme culos así, que se resisten, que hay que romperlos.
Metió un dedo. Costó. Yo apreté. El cabrón sonrió.
—Relájate, zorra. Hoy vas a ver lo que es que te follen como un macho manda.
Me empotró contra la pared, de cara al urinario. Me tenía firme, con la polla ya dura restregándome la raja.
—¿Estás notando mi rabo? Pues prepárate. No es de esos de niñato que entran fácil. Esto te lo vas a tragar llorando.
Escupió más, metió dos dedos a la fuerza, me abrió como si nada. Me dolía, pero el morbo me tenía empapado. Me manoseaba los huevos mientras me hurgaba el ojete con los dedos, girándolos, metiéndolos hasta el fondo.
—Qué cerrado estás, joder. Esto me va a costar… pero cuando te entre, no voy a parar hasta dejarte reventado.
Se bajó el pantalón. La vi por el rabillo del ojo: gruesa, venuda, cabezona. Tenía esa polla de tío que sabe usarla. Me la apoyó en la entrada, empujó un poco… y no entró. Mi culo se cerraba como un candado.
—Ah, así que eres de los estrechos de verdad… qué gustazo, coño. Esto me pone aún más.
Agarró mi cadera con fuerza y empujó otra vez. La punta forzaba, rozaba, me quemaba. Yo me agarraba al urinario con fuerza, sudando, con el corazón a mil.
—Vas a abrirte para mí. Aunque tenga que desgarrarte este ojete de niñato. Lo vas a tragar.
Y empujó más fuerte. Sentí cómo se me clavaba la cabeza, cómo el músculo cedía, milímetro a milímetro. Gemí. Me mordí el labio. El cabrón lo disfrutaba.
—Eso es… así… ya estás tragándola. Poco a poco… sientes cómo te va rompiendo, ¿eh? Esto es follar.
Cuando por fin entró la mitad, me quedé sin aire. Me dolía. Me ardía. Pero estaba tan empalmado que no podía más.
—Mira cómo te la meto… cerradito como estás, tu ojete parece una boca tragando rabos. Y la mía no es pequeña, zorra.
Siguió empujando. Me la metió entera. Sentí cómo me llenaba. Me tenía completamente empalado, con el culo abierto, la polla colgando, y su rabo palpitando dentro de mí.
Y entonces empezó a moverse. Despacio al principio, sacando medio rabo y volviéndolo a meter. Luego más rápido. Más bruto. Me empotró con fuerza contra la pared, haciéndome tambalear.
—Así me gusta, putita… que no te quede más opción que comértela entera.
Me agarró del cuello, me lamió la oreja, me apretó los pezones, me azotó el culo.
—Estás babeando la polla del gusto… mira cómo se menean tus huevos. Qué puta más agradecida me he encontrado hoy.
Las embestidas eran cada vez más salvajes. Me follaba con todo. Como si no hubiera mañana. Me empujaba con fuerza, sin compasión. Mi ojete ardía, pero el placer me atravesaba entero.
—¿Sientes mi polla? Está a punto de reventar. Te voy a llenar, maricón. Te voy a dejar el culo echando leche.
Y con un último gemido me apretó fuerte contra él. Se corrió. Lo sentí. El calor. El peso de su corrida preñandome por dentro. Se quedó ahí, clavado. Sin moverse. Respirando como un animal satisfecho.
—Eso es. Bien follado. Bien preñado. Ahora sí que tienes un culo de macho usado.
Se salió lento. Un hilo blanco bajó por mi muslo. Me temblaban las piernas.
Se subió el pantalón. Me dio una palmada seca en el culo y dijo:
—Mañana a la misma hora. Y tráelo más abierto.
Y se fue.
Yo me quedé ahí. Sucio. Lleno. Con el culo ardiente. Y la certeza de que volvería.
———————
Muy buenas, me animo con otro relato, esta vez cruising en los baños y es que últimamente me da mucho morbo esas situaciones, no puedo evitarlo.
Aunque el relato no está basado en hechos reales, espero haber conseguido que lo hayáis vivido como si se tratara de una experiencia real. Si me preguntáis por qué en los dos que he publicado “hago” de pasivo y con maduros pues os diría que por morbo. Me dan mucho morbo los maduros y el hecho de que yo sea activo en la vida real, le da un toque más morboso al relato haciendo de pasivo, por eso lo del culo estrecho y poco usado.
En fin, no me enrollo más, espero que os guste y quien sabe, puede que haya continuación.
Nada más entrar, el olor a humedad y orina vieja me golpeó, pero me daba igual. Me ponía. Ese lugar tenía historia. Me fui directo al urinario, abrí la bragueta y saqué la polla. Empecé a mear despacio, con los ojos en el azulejo agrietado frente a mí. Enseguida oí la puerta chirriar. Entró alguien. No miré.
Lo sentí colocarse a mi lado. Silencio. Apenas unos pasos.
No se bajó la cremallera. No se sacó la polla. Solo me miraba. Lo supe sin girarme.
Y entonces, su voz, ronca, clara:
—Vaya polla tienes, tío... y esos huevos... joder, parecen que están cargados desde hace días.
Me giré un poco. Ahí estaba. Tendría unos cincuenta y pico. Moreno, piel curtida, cara de tío que no se anda con hostias. Alto, con un un poco de barriga pero brazos fuertes, pecho peludo, barba canosa recortada. Tenía una mirada que me dejó impactado. Me escaneaba el cuerpo como si ya supiera lo que iba a hacer conmigo.
—Ese culo lo tienes muy bien puesto… ¿te lo afeitas tu solo?
No dije nada. Me temblaban las piernas. Me sentía ya medio entregado. Me agarró por detrás, me apretó las nalgas por encima del pantalón y gruñó:
—Mmm… esto pide polla. Y la mía va a ser la que lo estrene esta tarde.
Me bajó los pantalones de golpe. Sin preguntar. Sin avisar. Quedé ahí, con el culo al aire, las piernas temblando y la polla colgando aún medio mojada. Me abrió las nalgas con ambas manos, escupiéndome el ojete sin pudor.
—Hostia… lo tienes cerradito, ¿eh? Qué gustazo… me encanta follarme culos así, que se resisten, que hay que romperlos.
Metió un dedo. Costó. Yo apreté. El cabrón sonrió.
—Relájate, zorra. Hoy vas a ver lo que es que te follen como un macho manda.
Me empotró contra la pared, de cara al urinario. Me tenía firme, con la polla ya dura restregándome la raja.
—¿Estás notando mi rabo? Pues prepárate. No es de esos de niñato que entran fácil. Esto te lo vas a tragar llorando.
Escupió más, metió dos dedos a la fuerza, me abrió como si nada. Me dolía, pero el morbo me tenía empapado. Me manoseaba los huevos mientras me hurgaba el ojete con los dedos, girándolos, metiéndolos hasta el fondo.
—Qué cerrado estás, joder. Esto me va a costar… pero cuando te entre, no voy a parar hasta dejarte reventado.
Se bajó el pantalón. La vi por el rabillo del ojo: gruesa, venuda, cabezona. Tenía esa polla de tío que sabe usarla. Me la apoyó en la entrada, empujó un poco… y no entró. Mi culo se cerraba como un candado.
—Ah, así que eres de los estrechos de verdad… qué gustazo, coño. Esto me pone aún más.
Agarró mi cadera con fuerza y empujó otra vez. La punta forzaba, rozaba, me quemaba. Yo me agarraba al urinario con fuerza, sudando, con el corazón a mil.
—Vas a abrirte para mí. Aunque tenga que desgarrarte este ojete de niñato. Lo vas a tragar.
Y empujó más fuerte. Sentí cómo se me clavaba la cabeza, cómo el músculo cedía, milímetro a milímetro. Gemí. Me mordí el labio. El cabrón lo disfrutaba.
—Eso es… así… ya estás tragándola. Poco a poco… sientes cómo te va rompiendo, ¿eh? Esto es follar.
Cuando por fin entró la mitad, me quedé sin aire. Me dolía. Me ardía. Pero estaba tan empalmado que no podía más.
—Mira cómo te la meto… cerradito como estás, tu ojete parece una boca tragando rabos. Y la mía no es pequeña, zorra.
Siguió empujando. Me la metió entera. Sentí cómo me llenaba. Me tenía completamente empalado, con el culo abierto, la polla colgando, y su rabo palpitando dentro de mí.
Y entonces empezó a moverse. Despacio al principio, sacando medio rabo y volviéndolo a meter. Luego más rápido. Más bruto. Me empotró con fuerza contra la pared, haciéndome tambalear.
—Así me gusta, putita… que no te quede más opción que comértela entera.
Me agarró del cuello, me lamió la oreja, me apretó los pezones, me azotó el culo.
—Estás babeando la polla del gusto… mira cómo se menean tus huevos. Qué puta más agradecida me he encontrado hoy.
Las embestidas eran cada vez más salvajes. Me follaba con todo. Como si no hubiera mañana. Me empujaba con fuerza, sin compasión. Mi ojete ardía, pero el placer me atravesaba entero.
—¿Sientes mi polla? Está a punto de reventar. Te voy a llenar, maricón. Te voy a dejar el culo echando leche.
Y con un último gemido me apretó fuerte contra él. Se corrió. Lo sentí. El calor. El peso de su corrida preñandome por dentro. Se quedó ahí, clavado. Sin moverse. Respirando como un animal satisfecho.
—Eso es. Bien follado. Bien preñado. Ahora sí que tienes un culo de macho usado.
Se salió lento. Un hilo blanco bajó por mi muslo. Me temblaban las piernas.
Se subió el pantalón. Me dio una palmada seca en el culo y dijo:
—Mañana a la misma hora. Y tráelo más abierto.
Y se fue.
Yo me quedé ahí. Sucio. Lleno. Con el culo ardiente. Y la certeza de que volvería.
———————
Muy buenas, me animo con otro relato, esta vez cruising en los baños y es que últimamente me da mucho morbo esas situaciones, no puedo evitarlo.
Aunque el relato no está basado en hechos reales, espero haber conseguido que lo hayáis vivido como si se tratara de una experiencia real. Si me preguntáis por qué en los dos que he publicado “hago” de pasivo y con maduros pues os diría que por morbo. Me dan mucho morbo los maduros y el hecho de que yo sea activo en la vida real, le da un toque más morboso al relato haciendo de pasivo, por eso lo del culo estrecho y poco usado.
En fin, no me enrollo más, espero que os guste y quien sabe, puede que haya continuación.