El Diario Una historia paralela

berserk37

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DIARIO DE UN CONSENTIDOR

Una historia paralela

Llegué a casa pasadas las diez de la noche, aquel trabajo se había alargado más de lo esperado. Estaba realmente cansado, necesitaba una larga ducha y cenar junto a mi hermanita pequeña. Gianna había vuelto a ser la misma de antes, mire en su cuarto, no se encontraba allí. Estaría en el garaje, llevaba tiempo restaurando el Maserati A6 G/54 Zagato del abuelo. Tenía la boca seca, pasaría primero por la cocina, después de beber un baso de agua fresquita bajaría e intentaría ayudar a Gianna, eso si es que me dejaba, según ella era todo un desastre.

Cuando estaba dejando él vaso en el fregadero, mi móvil empezó a vibrar, al mirar la pantalla aparecía el nombre de Mario, que Mario me llamara a esas horas no era buena señal.

- Hola Mario, ¿ocurre algo malo?

- Hola Dino, no lo sé, solo quería consultarte algo.

- Tú dirás.

- Te he mandado una imagen, me gustaría saber si conoces lo que en ella aparece.

La conocía, claro que la conocía y no eran buenas noticias para Mario.

- Mario no te habrás metido en problemas con alguien que lleva este símbolo tatuado, ¿verdad?

- No, pero se lo vi a un cliente en el Penta, no sé si conoces ese bar de Sevilla.

- Algo me han hablado de él – Mario intentaba disimular, pero podía notar como su nerviosismo iba en aumento

- ¿Es muy grave?

- Si, lo es, con esta gente no se juega Mario.

- Necesito pedirte un favor.

Mario me lo explico con todo lujo de detalles, no podía negarme, gracias a Carmen y a él, Gianna había recuperado la sonrisa, volví a mirar el móvil, bajé las escaleras que estaban iluminadas por la luz que se asomaba por la puerta del garaje, al entrar mi hermana se encontraba desmontando el motor, le di un beso en la mejilla e impedí que me diera un abrazo con esas manos llenas de grasa mientras se reía a mandíbula partida.

- Llegas tarde hermano.

- Lo sé, lo sé, el último trabajo se ha complicado un poco.

- ¿Todo bien?

- Si, al final pude arreglarlo.

- Me alegro mucho Dino.

- Hermanita, tengo que viajar a Sevilla – vi la decepción reflejada en su mirada.
- ¿Otro trabajo Dino? ¡Últimamente, no te veo casi nada!

- Lo se Gianna, pero no es un trabajo, es un favor que me ha pedido Mario.

- ¿Están bien Carmen y él?

- Si, me ha pedido que ayude a una amiga suya.

Si se trataba de Carmen y Mario, con Gianna tenía patente de corso, mi hermana los admira mucho, no sé cómo lo hicieron, cuando les pregunte lo único que obtuve como respuesta fue secreto profesional. Gianna tampoco me quiso contar nada, pero la verdad es que me habían devuelto a mi hermana. Fue una terapia larga, pero mereció la pena, mientras mi hermana seguía enfrascada con un motor que se le estaba resistiendo, salí del garaje para hacer una llamada.

Necesitaba información, llamé al que en el pasado fue uno de mis peores enemigos y ahora era uno de mis mejores amigos.

- Hola Dino, ya me han contado que en el último trabajo las has pasado canutas – como se reía el condenado.

- Bueno, ¡pero al final lo arreglé!, no te llamaba por eso.

- Tú dirás.

- Necesito pedirte dos cosas, la primera que me des permiso para entrar en tu territorio.

- !Serás mamón¡ no necesitas pedir permiso – menudo cabreo se había cogido.

- Sé que contigo no tengo problemas, pero a tus hombres no les caigo nada bien.

- Eso es porque te temen mastuerzo, ¿cuál es la segunda cosa?

- Te he mandado una imagen de un tatuaje, necesito saber cuanto tiempo van a estar en Sevilla y si él va a venir.

- Sevilla no es mi territorio – dijo con cachondeo.

- Esto es serio, sé que no es tu territorio, pero si alguien como él entra en el país, no me creo que tú no sepas nada.

- Sabemos que estarán una semana, pero si él va a estar o no, no lo hemos podido averiguar.

- Me vale con eso, gracias por la información.

- Te has buscado un enemigo duro de roer, ¿necesitas ayuda?

- No, si todo sale como he planeado estaremos entrando en tu territorio en unas treinta horas.

- ¿Estaremos?

- ¡Deja ya el interrogatorio!, ¿quieres?

- Vale, vale, solo ten cuidado.

- Lo tendré, descuida.

Me fiaba de él, pero como decía a sus hombres no les caía nada bien. No los culpo, en el tiempo donde su jefe y yo éramos enemigos cayeron muchos de ellos, con que uno de ellos quisiera vengarse era suficiente para que el plan se fuera al garete. Mire en el garaje, Gianna seguía enfrascada en el motor, aproveche para preparar una pequeña maleta y comprar un billete de avión. Después volví al garaje, como de costumbre mi hermanita seguía igual de maniática, si le tocabas algo o lo movías de sitio se ponía muy nerviosa.

Entonces entro un mensaje de WHATSAPP, era mi amigo preguntándome por como estaba Gianna, le dije que bien enfrascada en restaurar en coche de su abuelo. El cabrón me mando un mensaje con emoticonos de risa y después me decía que seguro que no me dejaba tocar nada, para volver a reírse. Le pregunté por su hija Irina, ella también había pasado por un infierno, me alegro saber que estaba bien. Espere hasta que mi hermanita decidió que ya estaba bien por ese día, después de limpiarnos los dientes los dos nos metimos en nuestros respectivos cuartos no antes de desearnos buenas noches.

No me costó mucho dormirme, estaba agotado, la verdad es que tendría que haberme tomado unos días libres, pero Carmen y Mario me habían pedido este favor y no pensaba fallarles, les debía muchísimo. El olor a café recién hecho me despertó, esa hiperactividad que distinguía a mi hermanita estaba volviendo poco a poco, eso significaba que la Gianna que yo conocía estaba volviendo a pasos agigantados. Me levante de la cama, metiéndome en el baño, me pegue una larga ducha fría, nada mejor que la sensación del agua fría cuando tocaba mi piel para despertarse del todo.

Había algo que no había cambiado desde que ocurrió aquello, era sentir los pasos de alguien acercándose a ella para que todo su cuerpo se estremeciera, por eso procuraba que escuchara mi voz antes de entrar en la estancia de la casa donde ella estuviera.

- Buenos días, hermanita.

- Buenos días, hermano.

- Antes siempre me llamabas hermanito, ¿qué ha cambiado?

- Es que antes eras…

- Como insinúes que ahora soy más viejo te dejo de hablar – Gianna me miro preocupada, su expresión cambio cuando vio que empezaba a reírme.

- ¿Cuánto tiempo estarás fuera?

- Dos días a lo sumo, para cuando te des cuenta vuelvo a estar aquí a tu lado.

Me abrazo muy fuerte, siempre lo hacía cuando tenía que viajar por trabajo, después de pasar por el ejército para alejarme un poco de mi vida como delincuente, utilice todo lo que aprendí para brindar protección al mejor postor, tengo que reconocer que muchas de las personas que protegí para poder pagar la deuda que mi padre contrajo, merecían morir. Pero esos gusanos eran los que mejor pagaban. No mentí a Gianna y le conté la verdad, normalmente mi trabajo consistía en llevar a una persona del punto A al punto B, pero en ocasiones las cosas se complicaban.

Eso pasó en mi último trabajo que las cosas se complicaron, porque el cliente se creía invulnerable y hablo más de la cuenta. Gianna sabía que alguien podía acabar muerto o en el peor de los casos ser yo ese muerto, Nunca se quejó, pero me abrazaba como si fuera la última vez que fuera a hacerlo. En esta suavizo esa expresión triste que solía tener, iba a ayudar a una amiga de Mario y Carmen, la mire como diciendo que aunque fuera a ayudar a una amiga de las dos personas que consiguieron devolverle las ganas de vivir, podía salir igualmente herido o algo peor.

Antes de ir al aeropuerto dejé a mi hermana en casa de nuestros abuelos por parte de mi madre, ellos se volcaron sobre todo con mi hermana que era su ojito derecho, la verdad es que nos ayudaron mucho, no se parecían a los otros abuelos por parte de mi padre que no quisieron saber nada de nosotros, en eso se parecen a su hijo. En cuanto llegamos a su casa Gianna empezó a volver loco a nuestro abuelo, según entraba en su casa miraba todo por si había algo averiado, arrastrando al pobre hombre de un lado de la casa a otro.

Nuestra abuela se reía, la presencia de mi hermana los hacía felices a los dos, además que me quedaba tranquilo sabiendo que dejaba a mi hermana en buenas manos.

- Tu abuelo acaba de rejuvenecer unos diez años, mira lo contento que esta.

- Ya lo veo ya, Gianna tiene esa virtud.

- ¿Cuánto tiempo estarás fuera Dino?

En doa días a lo sumo estaré de vuelta, eso es lo que le he prometido a Gianna.

- Ten mucho cuidado, ¿quieres?

- Lo tendré abuela, no te preocupes por eso.

Después de abrazar a mis abuelos, lo hice con mi hermana, dándole un beso en la mejilla cuando rompimos el abrazo- me monte en el coche poniéndome en camino hacia el aeropuerto, al no encontrarme con mucho tráfico, llegue al aeropuerto antes de lo esperado. Como volar me ponía nervioso, me daría tiempo para tomarme una tila que me ayudaría a relajarme. Al dirigirme al aquella cafetería tuve que pasar al lado de un pequeño quiosco, en él vi un libro que la portada me llamo la atención.

Mi instinto no solía fallarme en cuestión de libros, decidí que cuando terminara de tomarme la tila, pasaría por ese quiosco y me lo compraría, así lo hice. Le di la vuelta y al leer la sinopsis sabia que había acertado. Gracias al libro podría hacer el viaje tranquilo, lejos de pensamientos donde el avión se estrellaba. Para cuando me di cuenta se encendió el aviso de abrocharse los cinturones, me dio un poco de rabia, porque el libro se estaba poniendo muy interesante, pero para mi desgracia tendría que esperar a más tarde, recogí mi maleta, para después alquilar un coche. Al salir del aeropuerto el sol se estaba escondiendo, hacía mucho calor, tanto como hacía en Sicilia. Por suerte para mí, el coche tenía aire acondicionado, tenía la intención de ir al Penta sobre las diez de la noche, así que tenía dos horas para hacer un poco de turismo. Al final no me dio tiempo a ver nada. Me costó un mundo para encontrar un sitio donde poder aparcar el coche, para cuando me di cuenta tenía que ponerme en marcha, mi misión acababa de empezar.

Con las indicaciones que me había dado Mario no me costó encontrar el local, por suerte para mí encontré un buen sitio para poder aparcar. Llevaba puesta una camisa, unos pantalones y unos zapatos de esos cómodos para verano. Todo de marca cara, tenía que aparentar ser un hombre adinerado, la verdad es que mi tarjeta de crédito tembló al pagarla, pero la verdad es que me quedaba como un guante y le daba veracidad a mi personaje.

Al entrar en el bar no me fije si era bonito, feo, nuevo o viejo, solo me fije en posibles salidas y peligros, de formación profesional. Llegue a la barra, no tardo en acercarse una de las camareras.

- ¿Qué desea? - pregunto la camarera con una sonrisa.

- Una cerveza y esto otro – escribí el número siete en números romanos en una servilleta.

A la camarera se le borró la sonrisa, miro al otro lado de la barra donde se encontraba el jefe, no hacía falta ser muy listo para darse cuenta de ello. La camarera cogió la servilleta y se la entrego. Después de leer lo que estaba escrita en ella se acercó a mí, mientras la camarera se disponía a servirme la cerveza que había pedido, el dueño del Penta se puso frente a mí poniendo la servilleta entre los dos sobre la barra.

- No entiendo que significado tiene este número que has escrito en esta servilleta – dijo mientras me miraba con una mirada sería cargada de desconfianza.

- Ya veo, que tal si escribo esta otra cosa – dije mientras escribía una cifra en esa misma servilleta.

Me miro, se presentó diciéndome su nombre y me dijo que mejor nos íbamos a una mesa apartada para poder hablar de negocios sin que nadie nos molestara. Le dije que me iba de viaje de negocios por una semana y quería a siete para que acompañara. Diego cambió su semblante, miro atentamente mi ropa cara y pensó que podría sacarme más dinero.

- Mira tengo otra chica, tiene una carrera y sabe desenvolverse en esas cenas de negocios como pez en el agua – sabía que me estaba hablando de Carmen, no me gustaba por donde estaba yendo la conversación.

- ¿Está aquí?

- No, pero con una llamada podría estar para mañana, eso si te saldrá más caro – a Diego le podía la codicia, para convencerme me enseño algunas fotos, efectivamente era Carmen.

Tenía que conseguir a Candela, así que decidí tensar la cuerda, dejando el dinero de la cerveza sobre la mesa me levante dispuesto a salir por la puerta, sabía que me pararía antes de que la cruzara como así ocurrió,

- ¿A dónde vas?

- Voy a otro sitio donde no me pongan tantas pegas, es una pena porque me apetecía ir con siete, pero si no se puede, no se puede.

- !Espera! La llamaré, ahora está con un cliente – parecía muy disgustado, pero pensó que mejor pájaro en mano que cientos volando.

Volví a sentarme, Diego se levantó a hacer la llamada, Aproveche para echar un vistazo a los clientes del bar, ninguno llevaba el tatuaje en el dorso de la mano, estábamos de suerte, con los hombres de aquel monstruo aquí me hubiera sido casi imposible sacar a Candela sin daños colaterales. Mi móvil empezó a sonar, era un mensaje entrante, al abrirlo vi que era de Mario. Decía que Diego había llamado a Carmen para ofrecerle un negocio que no podría rechazar.

Le contesté diciéndole que le dijera a Carmen que se inventara una excusa, que se encontraba fuera por trabajo, pero que se quedara en Madrid. Sabía que Carmen quería ayudar a Candela, conocía el plan, pues yo les había puesto a ella y a Mario en antecedentes. Por la expresión de Diego, supe que sus planes se habían truncado.

- Te veo un poco serio – dije a Diego con cierta sorna.

- He llamado a alguien mejor que siete, si la vieras pagarías lo que fuera por estar con ella una semana y el resto de la vida, se llama…

- ¡No quiero saberlo! – le corté tajantemente.

- Pero era un buen negocio – protesto Diego.

- Un buen negocio para ti ¿verdad?

- Los dos hubiéramos salido ganando, créeme – se le veía muy disgustado.

Entonces la puerta del Penta se abrió, Candela hizo su entrada, era verdad que se parecía muchísimo a Carmen, sobre todo en las distancias largas. Tengo que decir que la forma en la que Candela abrió la puerta y miro hacia dentro del local hizo que una descarga eléctrica recorriera todo mi cuerpo, haciendo que me sudaran las manos. Nunca me ocurrió con Carmen, pero tengo que decir que en aquel momento estaba destruido anímicamente. Diego la miro, Candela empezó a andar en nuestra dirección.

Diego se levantó para interceptarla, le dijo algo al oído y se marchó hacia la barra, Candela se sentó delante de mí mirándome fijamente, de cerca el parecido entre Carmen y Candela se difuminaba un poco, pero en mi opinión Candela teniendo una belleza diferente a la de Carmen, no tenía nada que envidiarle. Me empecé a poner nervioso ante su presencia, hacía muchos años que no experimentaba algo parecido, Candela se sentó sin dejar de mirarme, todo mi cuerpo empezó a temblar, intentaba disimular lo mejor que podía, pero ella se dio cuenta.

- Parece disgustado.

- ¿Quién?

- Diego, quien va a ser – tome aire y conseguí tranquilizarme un poco.

- Estás nervioso y eso me intranquiliza – dijo Candela preocupada.

- Sí, pero es por otro motivo.

Candela se me quedo mirando, en su rostro se dibujó una preciosa sonrisa, se dio cuenta de donde venía mi nerviosismo y me dio conversación, para que me volviera a centrar.

- Te llamas Dino, ¿verdad?

- Y tu Candela.

- Pensé que me llamarías siete – lo dijo con otra preciosa sonrisa.

- No me tientes, no me tientes – dije con otra sonrisa que no paso desapercibida para Candela.

- Todo saldrá bien, ¿verdad? Estamos poniendo en riesgo la vida de mi hija.

- No dejaré que os pase nada a ninguna de las dos, eso puedo prometértelo, ¿has dejado todo preparado?

- Sí.

-Bien, salgamos de aquí y vayamos a recoger a tu hija.

A Diego no se le veía contento, la cifra que escribí en la servilleta era muy alta, pero él estaba convencido de que tenía mucho más dinero, pudiendo haberme sacado más. La verdad es que ya no tenía importancia, pues Candela y yo habíamos salido del Penta y nos dirigíamos a mi coche. Candela no abrió la boca en todo el trayecto hasta su casa, en cuanto llegamos subí con ella para ayudarle con las maletas, la suya y la de Patri su hija. Al entrar en su casa llegamos a la sala de estar donde se encontraban Toni y Patri viendo una película infantil.

Toni me miraba sería, pero también podía ver preocupación en su mirada, preocupación por Candela y la hija de esta, pero también preocupación por lo que le podía pasar a ella. Antes de irnos extendí mi brazo para darle una tarjeta a Toni, en ella aparecía un número de teléfono.

- Te llamaran de este número, tranquila es de fiar, él te ayudara.

- Cuídalas bien, me oíste Chabón – dijo Toni con dureza.

- ¡Así lo haré, no tienes que preocuparte por eso – después cogió la tarjeta de mi mano.

- Gracias – dijo Toni con un tono de voz sincero.

- No hay de qué.

Patri abrazó a su madre, después me miro a mí con mirada curiosa, se acerco a mí con cierto miedo, pero solo vasto que Candela le dijera que era amigo de Mario para que la expresión de La niña cambiara a una con una gran sonrisa. Una vez salimos del edificio me dispuse a meter las maletas en el maletero, Candela hablaba con Toni mientras acomodaba a su hija en la parte de atrás. De una de las maletas había sacado una tablet con unos cascos, lo manipulo y le puso los cascos a su hija en los oídos, mientras esta miraba la pantalla con atención.

- Es su película de dibujos animados preferida – dijo Candela.

Toni se despidió de los tres, poniéndonos en marcha, durante un buen rato hicimos el viaje en silencio, solo se le oía a Patri reírse de vez en cuando. En este mundo donde vivíamos se escondía otro más oscuro y peligroso, algunos tenían la gran suerte de vivir toda su vida sin saber nada de él, pero otros no teníamos tanta suerte. Candela y Patri eran víctimas inocentes que se habían dado de bruces con ese mundo y ya estaban pagando las consecuencias sin merecerlo en absoluto, entonces Candela me miro y me dijo.

- ¿Cómo conociste a Carmen y Mario?

- A través de mi amigo Domenico.

- Ese es el amante Italiano de Carmen, ¿verdad?

- Así es, él fue quien me los recomendó pero no como estas pensando.

- No sabes en qué estoy pensando.

- Puedo leer tu mente a través de tus ojos – dije, mientras Candela empezó a reírse.

Mire a Candela con la intención real de contarle el motivo que me llevo a Conocer a Mario y Carmen, me sobraban dedos de una mano para contar a las personas que había contado lo que estaba a punto de contarle a ella, Candela no sé por qué, me daba esa confianza que en otras personas no había encontrado. La miré a los ojos utilizando el espejo retrovisor, poniéndome a relatar lo ocurrido.

Empezaría desde el principio, años atrás nuestra familia era una de las más poderosas de Italia, al igual que la familia Morelli de la cual es miembro Domenico. Así nos conocimos, nos solían llevar a fiestas aburridas donde los adultos hablaban de negocios mientras los niños no teníamos nada que hacer más que ver pasar el tiempo muy lentamente, de vez en cuando nos solíamos escapar para poder explorar las mansiones, cada fiesta se celebraba en una diferente, de ese modo Domenico y yo podíamos pasar el rato, aunque en más de una ocasión nos llevamos alguna que otra bronca por fisgar la mansión sin tener permiso.

Así fueron pasando los años y nuestra amistad se fue estrechando, mi padre siempre sintió envidia de los Morelli, empezando a arriesgar más en los negocios. Al principio todo fue bien, gano no solo mucho dinero, sino reconocimiento, llegando a estar por encima de la familia de la que tanta envidia sentía. Eso hizo que se empezara a confiar, haciendo negocios sin tener en cuenta los riesgos. Siempre le había salido bien, pero siempre hay una primera vez para todo y uno de los negocios se torció hasta el punto de perder millones en aquella transacción.

Mi padre que se creía el más listo, decidió emprender otros negocios con la intención de subsanar las perdidas, pero todo fue un fiasco, el agujero cada vez era más grande. Poco a poco fue perdiendo ese estatus que tanto le había costado conseguir, al que no estaba dispuesto a renunciar, llego un momento que los bancos ya no le concedían más créditos, teniendo que hipotecar el palacio para poder pagar la deuda que ya arrastrábamos con aquellos bancos cuyos directores estrechaban su mano tiempo atrás y ahora se negaban a recibirlo.

Desesperado decidió pedir dinero prestado a uno de sus amigos poderosos, pero en vez de usarlo para saldar las deudas, el muy necio decidió invertirlo en unos negocios de alto riesgo con la idea de ganar dinero fácil. El pobre infeliz descubrió que en este mundo no existía el dinero fácil. Lo primero que perdió fue su querido palacio familiar, fue la primera vez que le vi llorar, pero lo más sangrante era que no lo hacía porque sus hijos se habían quedado en la calle, lloraba porque su estatus se estaba derrumbando como un castillo de naipes.

El tiempo pasaba, mi padre era incapaz de hacer frente a los pagos, no me quedo más remedio que ingresar en los bajos fondos donde ciertos trabajos estaban muy bien remunerados, de esa manera adquirí ciertas habilidades y me granjee una reputación. Pero no era suficiente, la deuda que mi padre había contraído era demasiado grande, aquel hombre quería darle un escarmiento a mi padre. Sabía que atacarme a mí le causaría bajas entre sus hombres, mi padre tenía que seguir vivo para poder pagar todo el dinero que debía.

Solo quedaba mi hermana, aprovecharon que un fin de semana había salido fuera de la ciudad para cumplir con un encargo, para secuestrarla, no narraré aquí las atrocidades que la pobre tuvo que soportar. No sé cómo sobrevivió a aquel fin de semana, el lunes por la mañana la dejaron delante de la casa donde ahora vivíamos con un sobre en la mano. Gianna estaba catatónica, llena de magulladuras y heridas, fue violada y torturada de forma salvaje.

Pronto nos dimos cuenta de que la policía no haría nada, aquel hombre tenía demasiado poder además de buenos contactos. Sentía una ira y una sed de venganza que recorría mi cuerpo que no podía contener, fue mi mejor amigo el que me detuvo diciéndome que ahora lo más importante era cuidar de Gianna, que ya habría tiempo para la venganza, las heridas físicas de mi hermanita se curaron, pero las heridas psicológicas seguían allí, necesito ayuda sicológica, con el tiempo pareció mejorar y le dieron el alta.

Todo fue un espejismo, empezó a tener terrores nocturnos, no comía, cualquier ruido la asustaba. Su expresión de extremo terror me partía el alma, pero lo peor era que no podía hacer nada por ella más que estar a su lado. Cada noche la pasaba al lado de su cama cogiendo su mano para que supiera que no dejaría que nada le ocurriese, menuda chorrada, pues no estuve a su lado cuando más me necesito.

No conseguía superarlo y decidió que no quería seguir viviendo en esas condiciones, intento suicidarse en dos ocasiones, pero la suerte quiso que llegara antes de lo que solía llegar a casa para llevarla a un hospital, salvando su vida. Jamás se me quitará de la cabeza la mirada de mi hermana las dos veces que frustre sus intentos de dejar este mundo y por fin alcanzar la paz.

No me quedo más remedio que ingresarla en un hospital siquiátrico, allí la tendrían vigilada las veinticuatro horas del día. Eso no fue impedimento para que lo intentara en otra ocasión, por eso la trasladaron a una sala acolchada sin ningún objeto con el que pudiera atentar contra su vida. Gianna gritaba por las noches cuando las visiones de lo ocurrido ese fin de semana volvían a su mente para atormentarla, se volvió una persona arisca y agresiva, no les quedo más remedio que empezar a sedarla.

Sabía perfectamente lo mucho que llego a odiarme Gianna por no respetar su decisión, pero no podía dejarla hacer mientras miraba para otro lado. Los doctores que seguían su caso me lo dejaron claro, mi hermanita ya no quería seguir viviendo una vida que se había convertido en una tortura para ella. Los doctores me lo dejaron claro, tendría que seguir internada para que no volviera a intentar atentar contra su vida, cuando les pregunte cuanto tiempo tendría que estar allí, su contestación me rompió en dos, según ellos tal vez para siempre, pues el trauma que atenazaba a mi hermana era muy profundo, tal vez no podría superarlo jamás.

Saber eso me deprimió mucho, pero tenía que seguir trabajando, puesto que todavía le debíamos mucho dinero a aquel cabrón que destruyo la vida de mi hermana. Mi nuevo trabajo me llevo a Milán, el encargo era llevar una obra de arte de Milán a Turín. Reserve una habitación en el mismo hotel donde se hospedaba el dueño de la obra de arte. Baje a la cafetería del hotel a tomarme un copazo e intentar poner mis ideas en orden cuando alguien me toco el hombro con la mano.

No era otro que Domenico Morelli, no me podía creer lo pequeño que era el mundo. Se sentó a mi lado.

- Dino tienes muy mala cara, si necesitas algo solo tienes que pedirlo.

No pude aguantar más y me derrumbé delante de él, Domenico me llevo a una mesa apartada para que pudiéramos hablar sin la interrupción de nadie. Le conté todo, lo de mi padre ya lo sabía, pero cuando escucho lo que aquel cabrón le hizo a Gianna, podía ver en sus ojos que de haber tenido a ese cabrón delante de él lo hubiera estrangulado con sus propias manos.

- No sé qué hacer para ayudar a mi hermana Domenico – estaba desesperado.

- Tal vez yo pueda ayudarte, pero no prometo nada.

- ¿Te acuerdas de Carmen y su marido Mario?

- Como para no acordarme, fuiste muy explícito a la hora de dar detalles.

- Bueno, los dos son unos sicólogos muy buenos, no sé si podrán ayudar a Gianna, pero por intentarlo no pierdes nada.

- No sé si Gianna estará dispuesta a intentarlo.

- Negocia con ella, pero ya sabes que una buena negociación implica que ninguna de las partes quede satisfecha.

- Muy bien intentémoslo.

Domenico se levanto de la mesa con el móvil en la mano, saliendo de la cafetería, no sé cuanto tardo en volver, yo luchaba entre la alegría y la realidad. Domenico me acababa de dar esperanzas y no sabía si eso era bueno o malo, porque de salir mal el golpe sería muy duro, para cuando volví de mis pensamientos Domenico ya había hablado con Carmen, estaban dispuestos a tratar a Gianna, pero dejando claro que no prometían nada, solo intentar ayudarla.

Eso fue suficiente para mí, ahora tenía que intentar convencer a mi hermana, después de eso Domenico y yo nos despedimos, puesto que él tenía que ir al aeropuerto y yo tenía que llevar esa obra de arte a su nuevo dueño. El trabajo fue sobre ruedas, cuando llegue a esta me duche y decidí ir a hablar con mi hermanita, veríamos como se lo tomaba.

Cuando entre en el hospital, tenía esperanzas, pero también miedo a que se negara, por fin llegue a aquel cuarto acolchado que más que un cuarto parecía una celda donde tenían a mi hermana presa. Gianna se negaba a mirarme, así que sin perder más tiempo decidí contarle lo que había hablado con Domenico, Gianna escucho atentamente hasta que termine de contárselo todo. Estuvo unos minutos meditando, últimamente había mejorado su comportamiento y ya no le sedaban.

- Bien hermano acepto, pondré todo de mi parte y colaboraré con todo, pero con una condición.

- ¿Cuál?

- Si esto sale mal, tú dejarás que me quite la vida y no moverás un dedo para impedirlo, ¿de acuerdo?

- De acuerdo – esta respuesta me desgarro por dentro.

Sabía que estaba haciendo un pacto con el diablo, pero necesitaba que Gianna pusiera todo de su parte si queríamos que esto saliera bien. Una semana después estábamos volando rumbo a Madrid, Carmen y Mario nos esperaban en el aeropuerto, Carmen en persona era más hermosa de lo que había descrito Domenico y eso que la puso por las nubes, Mario no se quedaba atrás, pero lo que más me impacto fue el aura que desprendían los dos, tenía la sensación de que todo saldría bien.

La verdad es que no fui el único que se quedo impresionado, por la expresión de Gianna estaba como yo, Carmen y mi hermana conectaron desde el primer momento, eso hizo que me relajara un poco, pero sin bajar la guardia. Nos montamos en su coche, poniéndonos en marcha hacia su casa en la sierra, era de la familia de Mario. Me gusto el sitio, buenas vistas, pero sobre todo reinaba una paz que de verdad nos vendría bien a los dos y nos hacía falta como el comer.

Mario y Carmen estuvieron hablando sobre todo con Gianna todo el camino, no es que no hablaran conmigo, pero se centraron más en ella, tal vez para familiarizarse y Gianna estuviera más dispuesta a abrirse. Cuando llegamos las dos entraron en la casa mientras Mario y yo nos quedamos fuera.

- Dino no prometo nada, pero haremos lo que podamos.

- Lo sé, para mí ya es mucho que lo intentéis, os lo agradezco mucho.

- Gianna no se merecía lo que sucedió, ¿confías en nosotros?

- Domenico ha puesto las manos en el fuego por vosotros, eso para mí es suficiente.

- Bien, tengo que pedirte que cuando estemos en las sesiones tú no estés presente.

- Pero…

- Es importante Dino, estando tu delante Gianna podría callarse algo que a la larga pudiera perjudicarla.

- De acuerdo, la dejo en vuestras manos, aprovecharé ese tiempo para conocer el pueblo y los alrededores.

- Es un pueblo bonito.

Gianna y Carmen aparecieron por la puerta, Gianna seguía con esa expresión de tristeza extrema, pero empezaba a atisbar un nuevo brillo en sus ojos. La mirada de Carmen se cruzo con la mía, su presencia me intimidaba, si alguno piensa que Carmen y yo terminamos follando como conejos que se olvide, yo no tenía cuerpo para eso, pero entre los dos nació una conexión como la que yo tenía con Gianna, pero esta vez ella era la hermana mayor cuidando del hermano pequeño. La relación que forje con Mario era más como la que tenía con Domenico, de amigo.

Cada vez que Mario y Carmen subían a la sierra para la sesión con Gianna, Carmen siempre me miraba antes de entrar en la casa, aprovechaba el tiempo para ir al pueblo y tomarme un café o una cerveza. Siempre volvía un cuarto de hora más o menos antes de que terminaran la sesión, Una de las veces me había sentado en una roca que quedaba cerca de la casa, me encendí un cigarro, estaba tan metido en mis pensamientos que no me di cuenta de que alguien se acercaba, era Carmen, después me puso la mano en el hombro para preguntarme si se podía sentar a mi lado.

- ¿Me das uno?

- Claro – sacando el paquete del bolsillo delantero de mi camisa.

- Desde que empezamos las sesiones con tu hermana llevo observándote, tú también necesitas desahogarte Dino.

No le faltaba razón, había algo que me estaba carcomiendo, pero no quería que Gianna se enterara, ya tenía bastantes problemas encima.

- Estoy bien Carmen créeme.

- No te lo crees ni tú, estoy aquí dispuesta a escucharte.

No sé si fue su mirada o esa aura que desprendía, pero derrumbo todos mis diques, me termine derrumbando. Mario se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y le dijo a mi hermanita que le acompañara al pueblo que tenía que hacer unos recados, los dos se pusieron en marcha, pero antes de salir por la puerta de la verja, Mario miro a Carmen, menuda conexión tenían estos dos, no necesitaban hablar para entenderse a la perfección.

- Te lo vuelvo a preguntar Dino, ¿Cómo te encuentras?

- Tienes razón Carmen, hay algo que me reconcome desde aquel fin de semana que destruyeron la vida de mi hermana.

- Cuéntame eso que tanto dolor te produce.

- No estuve en el momento que mi hermana más me necesito y eso me está matando por dentro.

Carmen se tomo su tiempo antes de contestar, después de tomar una bocanada de aire me miro con esos preciosos ojos negros y me dijo.

- Eso no es verdad Dino, cuando más te necesita tu hermana es ahora y estás a su lado de forma incondicional.
Pero…

- ¿Sabes lo primero que hace tu hermana cada vez que venimos a tener una sesión con ella?

- Mira por la ventana para ver que estás ahí, al verte sonríe y eso la tranquiliza, tu presencia está consiguiendo que Gianna se abra más, ni te imaginas lo mucho que le estás ayudando.

Escuchar eso hizo que empezara a llorar, entonces Carmen me abrazo como lo haría una hermana mayor cuando quiere consolar a su hermano pequeño. No sé cuanto tiempo estuve llorando abrazado a ella, pero lo que si se es que después de esa pequeña charla me sentí mejor.

- Eso no me redime de que aquel día no estuve para protegerla.

- Dino, ¿crees que podías haber derrotado a todos los hombres que secuestraron a tu hermana?

- No lo sé, pero lo más probable sea que no, lo más seguro es que muriera.

- Imagínate lo que hubiera sido para Gianna, verte morir, mientras cometían con ella uno de los actos más viles que puede perpetrar el ser humano.

- Ya pero…

- Dino, tienes que aprender que en este mundo no todo se puede controlar.

- No fue culpa tuya y eso Gianna lo sabe.

El tiempo fue pasando, Gianna consiguió volver a una versión parecida a la persona que fue, Mario y Carmen me dejaron muy claro que esa terrible experiencia la había cambiado para siempre, pero volvía a tener una sonrisa a su rostro y lo que consideraba más importante, volvía a tener ganas de vivir. Creo que ese fue el mejor medicamento que me pudieron dar, en mi caso acepte que no siempre podría estar para proteger a Gianna, que no era un ser omnipresente.

- Así fue como conocí a Mario y Carmen.

Candela fue a decir algo, pero Patri le indico con el dedo para que se acercara, Le dijo algo muy bajito a su madre, esta se rio y me dijo.

- Patri tiene una necesidad urgente de hacer pis y le da vergüenza decirlo en voz alta – la pobre Patri se puso como un tomate mientras su madre se reía a mandíbula partida, después le dio un tierno beso en la mejilla en forma de disculpa, eso suavizo el rostro de su hija.

- En unos cinco minutos llegaremos a una zona de descanso donde podremos parar y también comer algo, ¿podrás aguantar Patri?

- Si, podre hacerlo – dijo Patri con decisión, después también le entro la risa corriendo el riesgo de que se le fuera a escapar.

Como dije llegamos a la zona de descanso en cinco minutos, lo primero que hicimos fue ir al servicio, la verdad es que yo también tenía ganas, salí del servicio ante que ellas y me encendí un cigarro, un mal vicio que había adquirido cuando empecé a trabajar en los bajos fondos. Pronto escuché a madre e hija que salían del baño entre risas, no pude disimular mi rostro de felicidad al ver como se querían, ese rostro no paso desapercibido para Candela. No me dijo nada, mientras ellas se sentaban en una mesa, sacando unos bocadillos que Candela había preparado para los tres, mientras tanto aproveche para llenar el depósito del coche.

Una vez lleno el depósito pague y aparque el coche, cuando salí de este pude ver como un hombre se había acercado a la mesa, desde lejos se le veía perjudicado de tanto empinar el codo. Pude comprobar como Candela se levanto como un resorte encarándose con aquel sujeto, tenía mucho carácter, ese era un rasgo que me gustaba, según me acercaba Candela me miro y aquel sujeto se dio la vuelta.

- ¿Pasa algo? - pregunté con una cara de mala leche que daba miedo.

- No quiero problemas – dijo aquel sujeto saliendo corriendo mientras se tropezaba con sus propias piernas.

- Has llegado justo a tiempo – dijo Candela.

- No te hacía falta para nada, cuando te has encarado a él ya había dado dos pasos atrás.

- Mama es muy fuerte – dijo Patri mirando con orgullo de su madre.

- Sí que lo es – los tres empezamos a reírnos.

Cuando Candela se encaro a ese sujeto, Patri estaba incómoda y asustada, eso fue lo que provoco que Candela saltara y que yo me cabreara como me cabree, cuando fui yo quien se encaro a él, Candela fue a consolar a su hija, que se tranquilizo mirando a su madre con genuino orgullo, ver como Patri miraba a su madre me llego muy adentro, porque era una cosa que mi hermanita y yo jamás pudimos hacer.

Cenamos tranquilamente, Patri se empezó a abrir más conmigo, era una niña muy risueña, además que tenía una risa muy contagiosa. Una vez que terminamos de cenar, recogimos todo volvimos al coche poniéndonos en marcha. Patri poco a poco se fue quedando dormida, su madre le echo una manta fina por encima para que no se enfriara. Eso es algo que mi madre nunca hizo ni por Gianna ni por mí.

Después de cerciorarse que Patri estaba bien tapada y dormía profundamente, Candela se volvió a recostar en el asiento del copiloto mientras me miraba fijamente. Su mirada me ponía muy nervioso, de haber abierto la boca seguro que hubiera tartamudeado, perecía un quinceañero delante de la chica que le gustaba, hacía mucho que no me sentía así.

- Ahora que lo pienso, no has nombrado a tu madre ni una sola vez – dijo Candela con mucha curiosidad.

- Es difícil hablar de una persona que nos abandono sin mirar atrás.

- ¿Cómo?

- Un día estaba y al siguiente ya se había marchado sin dejar rastro, por eso te miraba cuando estabas tapando a Patri con todo el cariño del mundo, para que no se enfriara.

- ¿Tu madre nunca hizo algo igual por tu hermana y por ti?

- Nunca, solo se comportaba como una madre si había alguien delante, si no era fría como un glacial.

- Lo siento de verdad, yo sería incapaz de hacerle algo semejante a Patri.

- Lo sé, eres una buena madre Candela.

- Mucha gente no opina eso, me juzgan por dedicarme a lo que me dedico.

- Bueno, mi madre venía de la alta alcurnia, pero eso no evito que nos abandonara a Gianna y a mí, tú has hecho lo que ha hecho falta para que a tu hija no le falte de nada, eso te convierte en una madraza, que la gente opine lo que quiera, yo me remito a los hechos, pero reconozco que no ha tenido que ser fácil.

- No lo ha sido, créeme.

Candela miró al frente, su mirada se perdió en la infinita carretera mientras en su rostro se dibujaba la mayor de las tristezas, lo único que me dijo fue que la noche que desapareció el padre de Patri, dejo de creer en príncipes azules, después cogió a su hija en brazos y se juro a sí misma que haría lo que fuera por esa criatura. Las lágrimas empezaron a descender por el precioso rostro de Candela, pare el coche a un lado de la carretera. Poniendo mis manos sobre su rostro seque sus lágrimas con mis dedos y después abrace su tembloroso cuerpo mientras lloraba.

Candela había sufrido mucho, apretaba su cara contra mi pecho para ahogar los gritos desgarradores que salían de su alma para no despertar a la pequeña, una vez que se calmo, volvió a mirar a su hija. Su rostro se dulcifico, una sonrisa empezó a emerger en su rostro, su mirada se ilumino. Patri era la que le otorgaba a Candela las fuerzas para no rendirse y seguir luchando, volvió a recostarse, se seco las lágrimas, dándome las gracias por el abrazo y por escucharla.

- No me tienes que dar las gracias, tú me has escuchado primero.

- Llevo toda la noche con una pregunta que me ronda la cabeza, ¿era necesario sacarnos a Patri y a mí de Sevilla?

- En realidad no sé a ciencia cierta si esa persona iba a ir personalmente o mandaría a sus hombres a negociar, pero más vale prevenir que curar.

- No te entiendo.

- Candela, dentro de este mundo en el que vivimos, existe uno más oscuro y peligroso, en él existen personas con mucho poder e influencias.

- No quiero problemas con Diego si se entera de esto – Candela estaba preocupada, sobre todo por Patri.
- Diego no será un problema, es un pez gordo en un estanque muy pequeño, ahora se va a tener que enfrentar a un ejército de tiburones blancos liderados por un megalodon hambriento de poder.



- Diego se las sabe todas, siempre se sale con la suya.

- Esta vez no, o cede o muere, es así de simple.

- ¡Sigo sin entender por qué me has sacado de Sevilla!

- Ese hombre es pequeño y poco agraciado, así que siente placer destruyendo a las personas más agraciadas que él.

- Cuando dices destruir…

- Las tortura hasta que se convierten en cascarones vacíos, totalmente mutilados y desfigurados.

- ¡Mis compañeras, joder, mis compañeras!, tenemos que hacer algo.

- No se puede, lo siento.

- ¿Me dices que no vas a hacer nada? ¿Qué te vas a quedar de brazos cruzados? - Candela levanto tanto la voz que casi despierta a Patri.

- No puedo salvar a todas las personas, me costó muchísimo aceptarlo y lo hice gracias a la ayuda de Carmen, además no me he quedado de brazos cruzados, os he salvado a las dos.

- Menudo consuelo – dijo Candela con los brazos cruzados bajo su pecho y con mirada severa.

- Para mí lo es, salvo a todas las personas que puedo, si consigo proteger a una persona de alguien así, me doy por satisfecho.

Candela dulcificó su mirada al ver que de verdad me dolía no poder hacer más, pero yo no disponía de un ejército como él, esto era como enfrentar a un David contra mil Goliats. Seguimos el camino sin decir nada, en un momento dado se durmió, podía notar como su respiración se acompaso. Esa conversación me había dejado desolado. No entendía lo que me estaba pasado, hasta ahora solo había dos personas que habían conseguido una reacción semejante en mí.

Una era Gianna y la otra era Alessia, recordar ese nombre hizo que se me encogiera el corazón. Cuando mi padre tomo malas decisiones en los negocios y tuve que sumergirme en los bajos fondos, era más joven pero sobre todo más estúpido. Creía de verdad que podía conseguir todo lo que me propusiera, el hombre que pusieron a adiestrarme me dijo que me olvidara la idea de crear una familia, mujer e hijos constituían puntos débiles que el enemigo podía usar contra mí.

¿Creéis que le hice caso? Pues no, cerca de donde vivíamos había una pequeña floristería. Estaba regentada por un matrimonio y su hija, el nombre de la hija era Alessia, tendría unos veinte años, la chica más guapa que había visto en toda mi vida. Cada día entraba a comprar una flor solo como escusa para poder verla, me calo enseguida, pero como los tontos tenemos suerte le caí en gracia. Día tras día fuimos hablando más, cada cosa que descubría de ella me gustaba más que la anterior, no solo era una chica guapísima por fuera, también era una persona con un gran corazón.

A sus padres mi cercanía a su hija no les hacía gracia, no los culpaba, todos en la ciudad sabían a qué me dedicaba, muchos también sabían por qué lo hacía, pero eso no era un atenuante. Que trabajara en los bajos fondos para ayudar a mi familia no me hacía menos delincuente. Para ese entonces ya había cumplido algunos trabajos de manera satisfactoria, empecé a crearme una reputación que iba bien contra mis enemigos, pero no iba nada bien con el resto del mundo que se alejaban de mí.

Alessia era la única a la que mi presencia no la incomodaba, yo le contaba mis trabajos, pero adornándolos como si fueran las mejores aventuras. No era estúpida, pero me escuchaba poniendo toda su atención. En aquellos momentos Gianna y Alessia fueron los dos peldaños donde pude sostenerme para seguir haciendo lo que tenía que hacer, mi adiestrador volvió a hablar conmigo.

- ¡Dino corta esto ya! Te lo digo por tu propio bien.



- Estoy enamorado, ¿no puedes comprenderlo? - claro que lo comprendía, pero él sabía algo que yo aprendería más adelante, una lección que se grabo a fuego.

- Dino la gente de nuestro alrededor sufre, tú ya tienes un padre y una hermana, ese ya es una gran carga.

No quise escucharlo más, Alessia y yo empezamos a salir, todo el mundo pudo ver lo felices que éramos, por desgracia para mí también mis enemigos. Mostré a todos mi punto débil, algunos no dudaron en estrujarlo a conciencia, una noche que invite a Alessia a cenar, cuando todavía no nos habían servido el segundo plato empezamos a ver y escuchar los camiones de los bomberos con las sirenas a tope por delante del restaurante.

Los dos salimos a ver que ocurría, en ese barrio las casas eran muy viejas, con instalaciones eléctricas desfasadas que solían fallar quemando las ilusiones de los inquilinos hasta no dejar ni las cenizas. Una gran columna de humo subía hasta el cielo, mire a Alessia, su expresión era de un terror absoluto. Después de fijarme pude ver que aquella columna estaba situada cerca de donde ella y sus padres tenían la floristería, corrimos como alma que lleva el diablo, cuando llegamos allí, la floristería ardía con una rabia inusitada, según los bomberos tuvieron que desalojar el edificio que sería pasto de las llamas, pero lo peor era que sobre la cera habían dos cuerpos tapados con sendas sabanas.

Uno de los policías se acerco a nosotros.

- No podéis estar aquí – dijo con calma el policía.

- Esa es la floristería de mis padres – el rostro del policía mostró un gran pesar.

- Lo siento señorita tiene que acompañarme.

Unos policías empezaron a hablar con ella, después vino un grito que desgarraba el alma. La mirada que me echo Alassia, una mirada llena de rabia, desilusión y una tristeza sin igual. Uno de los policías le dio un sobre, ella lo leyó, después se acerco para darme un tortazo que hizo que diera dos pasos atrás, en la carta estaba escrito con sangre una frase que no se me olvidara jamás, Los actos tienen consecuencias.

Quemaron su floristería, mataron a sus padres y la dejaron con vida para que me odiara el resto de su vida, aquella noche murió una parte de mí y aprendí una dolorosa lección. Esos recuerdos seguían siendo muy dolorosos, los años pasados no habían menguado en nada el dolor. Eso que dicen que el tiempo lo cura todo no funciono en mi caso, note como las lágrimas descendían por mi rostro.

En unas pocas horas Candela se había metido muy adentro de mi corazón, lo más hiriente era que tenía que intentar olvidarla por su bien y por el de Patri. No os hacéis una idea de cuanto odiaba a mi padre, su ambición nos había llevado a Gianna y a mí a ser unos desgraciados. De repente note una mano cálida se posaba en mi rostro sobre las lágrimas que había derramado, me gire para mirarla, era Candela, su rostro denotaba una verdadera preocupación.

- Lo siento mucho Dino – dijo Candela mientras secaba mis lágrimas.

- Yo también Candela, yo también.

- ¿Por qué hacer daño a esa familia que no les habían hecho nada?

- Yo entonces era un don nadie, era la forma de mandar un mensaje sin ninguna consecuencia.

- No entiendo.

- Ninguno de mis jefes movería un dedo, captarían el mensaje y la vida seguiría.

- ¿Y Alessia?

- Desapareció al día siguiente, no tuve tiempo de disculparme con ella, tal vez fuera mejor así.

- No estoy de acuerdo, las cosas siempre se pueden arreglar.

- No cuando te miran como Alessia me miro aquella noche, todo su ser pedía mi muerte, pero demostró ser mucho mejor persona que yo.

Nos quedamos en silencio por unos instantes, lo que aquella noche paso con la familia de Alessia me perseguirá toda mi vida, no creo que logre superarlo nunca, pero sí que tengo la intención de buscar a Alessia para poder disculparme. Hasta ahora no lo he hecho por vergüenza y miedo, miedo de volver a ver esa mirada junto a esa expresión llena de odio. Candela miraba por la ventanilla, me preguntaba en qué estaría pensando, pronto lo averiguaría.

- Dino, me ha quedado claro que no temes ni un ápice a Diego, sin embargo, al otro hombre sí que le temes, ¿estoy en lo cierto

- Tengo buenos motivos para temerlo.

- Explícame por qué.

Mire a Candela y después de tomar una bocanada de aire me dispuse a contarle la primera y única vez que me reuní con aquella persona, mis jefes querían negociar con él, pero también me ordenaron de que si tenía la más mínima oportunidad acabara con su vida. Me presenté en el restaurante a la hora en la que me había citado, al entrar dentro pude observar que se encontraba sentado en una mesa justo en el centro del restaurante.

Alguno pensara que lo hacía para que nadie pudiera atacarlo, la verdad es que no le preocupaba en absoluto esa posibilidad. Cuando me senté delante de él me tendió la mano educadamente, empezó a hablar, comunicándome los términos de la negociación. Durante todo el rato que duro la cena no paro de hablar con una sonrisa socarrona dibujada en el rostro, la sonrisa de alguien que se sabe intocable. El problema era que era incapaz de distinguir a sus hombres de los demás clientes del restaurante.

Podrían trabajar todos para él o no trabajar ninguno, pero mi instinto me gritaba que si intentaba algo en su contra no me daría ni tiempo de sacar mi arma antes de que me abatieran. Él lo sabía, no moví un dedo hasta que termino la cena, primer plato, segundo plato más postre y en ningún momento deje de temblar. Cuando salí de aquel restaurante fui consciente la diferencia de poder tan abismal que había entre ese hombre y yo, otra cosa que me quedo claro es que salí de ese restaurante con vida porque él así lo quiso.

- Lo que no entiendo es ¿por qué te enviaron a ti?

- Porque soy reemplazable, si aquella noche me llegan a matar, otro ocuparía mi puesto y todo seguiría igual.

- Qué crueldad.

- Este mundo es así Candela, yo lo acepté hace mucho tiempo.

- Ahora sigues siendo igual de reemplazable.

- Claro, pero ahora yo elijo los trabajos, ese derecho me lo he ganado con los años.

- ¿No has pensado en dejarlo?

- Cada día y más cuando sucedió lo de mi hermana, pero no es tan fácil.

Candela me miraba, su mirada era cálida, no pude evitar sonrojarme. No estaba acostumbrado a que los clientes me trataran con tanta calidez, normalmente tenía que proteger a niñatos hijos de empresarios o políticos. Recuerdo especialmente a uno que se paso toda la noche buscando pelea pensando que si la encontraba, sería yo quien pelearía por él. Cuando buscas algo con mucho ahínco sueles encontrarlo y es lo que le paso a él.

Molesto a la novia de un musculitos hasta que este salto como un resorte, el niñato que yo protegía se reía, me miro y me hizo una señal, yo me coloque delante del musculitos. Este dio dos pasos para atrás, decidió disculparte y cogiendo a su novia salieron del local. Como me cabreo ese niñato, de no tener que pagar la deuda que mi padre, yo mismo lo hubiera puesto en su sitio, también recuerdo la conversación posterior.

- ¡Tenías que haberle dedo una paliza, no quedarte ahí como un pasmarote!

- Si alguien intenta agredirte te protejo, pero si eres tú quien va buscando pelea no moveré un dedo, me pediré una copa mientras veo como te rompen esa cara de niñato que tienes – lo dije apretando los dientes, aquel niñato trago sílaba y no volvió a hacer el imbécil en lo que quedo de noche.

Candela empezó a hablar sacándome de mis pensamientos.

- Diego es igual a lo que me has contado de ese hombre.

- A tus ojos tal vez, pero hay una diferencia abismal

- ¿Cómo que a mis ojos? - pregunto Candela con cierto enfado.

- Tranquila que ahora te pongo en contexto.

Explique a Candela que la diferencia con ese hombre era que Diego era el pez gordo dentro del Penta, pero mientras los hombres de uno se mimetizaban con las personas de alrededor haciendo que no pudieras descubrirlos, los secuaces de Diego se hacían notar, llamando la atención constantemente. Eras consciente de donde estaba cada uno, con el agravante de que estaban más preocupados de coquetear con las chicas que de proteger a su amo y señor.

- Todo eso que me cuestas está bien, pero los hombres de Diego son peligrosos.

- Tal vez, pero los vez venir, a los hombres del otro ya te digo yo que para cuando te das cuenta has perdido la vida.

- ¿Eso quiere decir que Diego puede morir?

- ¿Te preocupa?

- No, me da igual lo que le pase a ese gilipollas – esta salida de Candela hizo que se me escapara una carcajada.

- No tendrás tanta suerte, Diego es de los que vende a su madre para poder salir ileso y suele funcionarle, las cucarachas soportarían incluso una guerra nuclear – ahora fue Candela la que se puso a reír con lo de la cucaracha.

Candela una vez que dejo de reírse lo primero que hizo fue mirar a su hija, esta todavía dormía, en unos kilómetros teníamos otra zona de descanso donde aprovecharíamos para descansar y estirar un rato las piernas, Patri se despertó, le dijo a su madre que tenía ganas de hacer pis, le volví a mirar y le dije otra vez si podía aguantar un poquito, esta vez sonrió haciéndome el gesto afirmativo con la cabeza. Estábamos a punto de entrar en la Comunidad de Madrid, una vez allí ya podríamos respirar más tranquilos.

En cuanto aparque madre e hija fueron al servicio mientras yo iba a por unos cafés bien cargaditos para Candela y para mí, Patri me dijo que quería una vaso de leche y galletas, no había mucha gente así que me atendieron enseguida. Nos sentamos en una de las mesas, Las galletas desaparecieron visto y no visto, sí que tenía hambre. La cara de satisfacción que ponía la pequeña mientras devoraba las galletas me recordó a Gianna cuando tenía su edad.

Una vez que terminamos de tomar los cafés, saque unas llaves y dos tarjetas de mi mochila.

- ¿Qué es esto Dino?

- Estas son las llaves de un piso franco en Sevilla, el piso tiene paredes gruesas y una puerta acorazada, si algún día ves que las cosas se empiezan a complicar no dudes en ir, solo nosotros dos sabemos de su existencia, allí estaréis a salvo, nadie os encontrara.

- ¿Y estas tarjetas?

- Uno es mi número personal y el otro uno de emergencia, si te ves en peligro no dudes en usar el número de emergencia, vendré lo antes posible.

- Me estás asustando – Candela tenía un rostro de preocupación.

- No te preocupes solo son medidas de seguridad, tal vez no tengas que usarlas nunca, pero más vale tenerlas y no tener que utilizarlas, que tener que utilizarlas y no tenerlas – mi comentario pareció relajar un poco a Candela.

- Crees que tendría que dejar la prostitución, ¿verdad?

- Yo no soy nadie para decirte tal cosa Candela.

- Por favor, me gustaría saber tu opinión sincera – me dispuse a complacerla.

- Yo te sugeriría que lo dejaras, si al final Diego termina trabajando para ese hombre tendrá que pagar un tributo.

- Eso querrá decir que Diego nos subirá el porcentaje a las demás, ¿verdad?

- Así es.

- ¡Joder!, siempre pagamos las mismas.

- No te preocupes, con esto tendrás suficiente para tirar durante un tiempo.

De la mochila saque otro sobre con la cantidad de dinero que le comente a Diego, después de pagarle a él, le quedaría una buena cantidad a Candela.

- No puedo aceptarlo después de lo que me has contado.

- Este dinero lo han puesto Carmen y Mario.

- ¿Y tu parte por el trabajo?

- No voy a cobrar nada por este trabajo, ya te he contado lo mucho que les debo a esos dos, además es el primer trabajo donde siento que estoy haciendo lo correcto y eso me hace feliz.

- Me has dicho que a este número puedo llamarte solo cuando esté en peligro, ¿qué hago con este otro? - Candela movía la tarjeta con mi número personal delante de mi cara.

- A ese puedes llamarme cada vez que quieras, pero solo con una condición.

- ¿Cuál?

- Que yo pueda llamarte a ti también cada vez que quiera.

- Para eso tendré que dártelo y me lo estoy pensando – poniendo cara de no haber roto un plato en su vida.

Saque mi móvil, marque un número de teléfono, después de apretar la tecla verde espere a que diera tono, el móvil de Candela empezó a sonar, está mirándome con cara de asombro al principio, pronto suspiro y me dijo!Mario!

- ¡Mario no puede estar ni un segundo sin maquinar nada! – dijo Candela seria.

- Esta vez no me dio tu número por lo que estás pensando, decidimos que era mejor que lo tuviera por si mi conversación con Diego no salía bien, de esa manera podría avisarte a tiempo.

- Sí, sí, eso te lo habrá dicho tal cual, pero seguro que tenía otras intenciones ocultas, si lo sabré yo – bufaba de rabia.

- Yo tampoco lo descarto – dije mientras me reía.

Patri levantó la cabeza de su delicioso vaso de leche para ver a dos adultos reírse como si no hubiera un mañana, miro a su madre y después de sonreír la abrazo con fuerza.

- ¿Patri quieres otro vaso de leche? - Pregunte.

Ella después de mirar a su madre movió su cabeza afirmativamente, iba a ir yo, pero Candela me dijo que como yo había pagado los cafés, la leche y las galletas, ahora le tocaba a ella. Cogió a su hija de la mano dirigiéndose hacia la gasolinera, Candela era una mujer de bandera y banda de música, iba vestida con un chándal y seguía siendo una de las mujeres más hermosas que hubiera visto jamás.
Desde Alessia que ninguna mujer me había llamado la atención tanto como ella, para hacer tiempo volví a encenderme otro cigarro, era un vicio muy feo, pero me costaba dejarlo. Gianna odiaba verme fumar y más el olor a tabaco, me hizo prometer que lo dejaría, por suerte no le dije cuando, una vez encendido le di una buena calada, la primera era la que mejor entraba. Siempre miraba al cielo antes de soltar el humo, una vez que mis pulmones se quedaron vacíos, volví a mirar al frente para ver como madre e hija volvían.

Yo tomaba en café solo sin azúcar, me gustaba el amargor del café, echarle azúcar era estropear su verdadero sabor, sin embargo, Candela abrió su sobre y empezó a verterlo sobre el café. Miraba fijamente a la taza, aproveche ese momento para volver a mirarla con suma atención, mis manos volvían a sudar y mi corazón se aceleraba sin motivo alguno. Que fuera prostituta no era un impedimento para mí, los dos habíamos elegido nuestros trabajos por necesidad, pero eso no hacía que muchos de mis trabajos fueran del todo indignos.

Lo podríamos hablar, Candela podía dejar de prostituirse, yo dejar mi trabajo en los bajos fondos, una sonrisa se empezó a dibujar en mi rostro, pero se quedo a medio camino, pues una pregunta surco mi cerebro ¿y si a Candela le hacían lo mismo que le hicieron a Alessia? Si le hicieran daño a Patri por mi culpa no podría vivir con ello. No quedaba mucho para terminar de pagar nuestra deuda, Gianna y yo seriamos libres pronto, pero eso no aseguraba que los rencores se disiparan.

Note como una mano cálida cogía la mía apretándola, abrí los ojos, era Candela quien me miraba con aquellos preciosos ojos.

- ¿Qué ocurre Dino?

- Que me he permitido soñar por un instante.

- Bueno, tal vez ese sueño se haga realidad.

- Ojalá fuera así, pero a mí no me suele alcanzar la buena suerte precisamente.

Patri seguía comiendo sus galletas ajena a mis pensamientos, pero con su madre tenía la sensación que era capaz de leerme mejor de lo que me gustaría.

- Algún día tú también conseguirás ser feliz.

- El problema es que no sé si soy merecedor de serlo.

- Hacemos lo que haga falta por los seres que queremos, ¿recuerdas?

Eso era verdad, por mi hermanita era capaz de entregar mi vida sin dudarlo un instante, otra pregunta surco mi cerebro ¿sería capaz de dar mi vida por Candela y Patri? Solo de pensar que les pudiera pasar algo hacía que mi corazón se acelerara como un caballo desbocado. La respuesta era un sí rotundo.

Era hora de retomar el viaje, solo nos restaba una hora y media para llegar a casa de Carmen y Mario, Patri fue a tirar la basura a una papelera, su madre y yo le esperamos al lado de la mesa donde nos habíamos sentado. Después de tirar todo vino corriendo cogiendo de la mano a su madre, nos pusimos a caminar cuando note como Patri cogía mi mano con saya. Al mirarla pude ver una amplia sonrisa en su rostro.

Mientras caminábamos mire de reojo hacia atrás y sonreí, ese gesto no paso desapercibido para Candela, pero en ese momento no me pregunto nada, una vez iniciado la parte final del viaje, Candela me miro y me dijo.

- ¿A quién has reconocido?, ¿estamos en peligro? - pregunto con preocupación.

- No te preocupes, ellos están para escoltarnos, si te fijas bien verás un coche negro que nos sigue a lo lejos, son ellos.

- Ellos están por dos motivos, uno, tienen orden de su jefe para que lleguemos a nuestro destino sanos y salvos y dos no se fían de mí.

- ¿Por qué?

- Creen que estoy fingiendo ser amigo de su jefe y que a la primera oportunidad que tenga lo mataré.

- ¿Es así?

- No, es verdad que cuando nos conocimos me pareció un cabrón codicioso que solo le importaba el dinero, pero un día sucedió algo que cambio esa percepción que tenía sobre él.

- Cuéntame – a Candela le volvía a picar el gusanillo de la curiosidad.

Como he dicho, el día que nos conocimos me pareció un cabrón codicioso, era el alfa de una manada de lobos muy abundante y poderosa, pero como en todas las manadas siempre hay lobos jóvenes que ambicionan el trono. Uno de ellos se decidió a dar el paso que le llevaría al trono, una noche lluviosa de invierno sonó el timbre de nuestra casa, eso nos puso en guardia a Gianna y a mí, más cuando no esperábamos a nadie.

Cuando abrí la puerta ahí estaba él, empapado hasta los huesos con lágrimas en los ojos, lo que sucedió después no se me olvidara en toda mi vida. Le dejé pasar, una vez que estuvo dentro de casa se puso de rodillas suplicando mi ayuda para rescatar a su hija. Ese hombre estaba dispuesto a entregarme todo lo que tenía para que le ayudara.

- ¿Quién ha secuestrado a tu hija?

- Mi mano derecha, es joven tiene ambición y aprende rápido, pero jamás pensé que me traicionaría de esta manera, he bajado la guardia como un novato, ¿me ayudaras?

- Sí.

- ¿Por qué?

- Tu hija es inocente.

- ¿Que quieres a cambio?

- No tienes nada que me interese – era verdad que podía haberle pedido todo el dinero del mundo, pero no quería deberle nada a nadie.

Esa misma noche fuimos a rescatar a Irina, así se llamaba su hija, hoy en día es la mejor amiga de Gianna. Mi trabajo consistía en encontrarla y sacarla sana y salva de aquel edificio. Del resto se encargaría su padre, los que llegaron a pensar que ese hombre era débil, aquella noche descubrieron que no lo era. Habían confundido amabilidad con debilidad, aplasto a los hombres leales a ese traidor sin piedad, después puso al traidor de rodillas. En sus ojos pude ver el terror más absoluto, no vi lo que paso, pues saque a Irina de aquel edificio.

Aquella noche dejo claro a todos sus hombres que tocar a su familia traía unas consecuencias brutales. Si os preguntáis si lo mato, no lo hizo, pero el traidor temblaba como una hoja ante un huracán, creo que en ese momento si le hubieran dado a elegir, hubiera elegido su muerte. Cuando llego ante nosotros abrazo a su hija, aquella noche me demostró que el amor que sentía por su hija estaba por encima de todo, delante de mí no quedaba ni un ápice del cabrón avaricioso que solía aparentar ser, era una fachada que usaba ante los demás y ahora solo yo y su hija lo conocíamos.

No volvió a confiarse jamás, convirtiéndose en uno de los hombres más poderosos y temidos del planeta, pero también en un amigo fiel que prestaba su ayuda sin pedir nada a cambio.

- ¿Por qué Madrid? - pregunto de repente Candela.

- No entiendo la pregunta – dije.

- Porque elegir Madrid como territorio, podría haber elegido cualquier otro sitio con mar.

- Todo el capital del país pasa por Madrid, a él le dan igual el mar, la playa o el sol, cuando quiera una playa paradisíaca puede viajar a cualquier sitio del mundo, él maneja el poder, los demás obtienen lo que él decide concederles.

Candela se quedo pensativa, yo volví a mirar por el retrovisor, el coche nos seguía a una distancia prudencial. No era necesario, pero agradecía el detalle que mi amigo estaba teniendo, Patri empezó a llamar a su madre, quería ver una película infantil que siempre veían juntas. Pare el coche para que Candela pudiera pasar a la parte de atrás, para poder ver la película juntas, disminuí la velocidad, ya estábamos a salvo y no había necesidad de correr.

Mientras conducía atento a la carretera me puse a pensar que Gianna y yo no habíamos tenido infancia, ¿estaríamos a tiempo de remediar eso?, el tiempo lo diría. Mientras tanto escuchaba como madre e hija cantaban las canciones de la película, sonreí, pero también me pregunte que hubiéramos sentido mi hermanita y yo si nuestra madre hubiera hecho lo mismo por nosotros. Para cuando la película termino estábamos a punto de llegar.

Les llamé para decirles que llegaríamos en diez minutos, a Candela y a mí se nos notaba el cansancio, sin embargo, Patri estaba con la energía a rebosar. A esas horas no había muchos coches aparcados, tuve suerte de encontrar aparcamiento justo en frente de la casa. Carmen y Mario nos esperaban en la calle, Patri salió corriendo para abrazar a Mario, mientras Candela hacia lo propio con Carmen, yo por mi parte anduve hasta la parte trasera del coche y empecé a sacar las maletas.

Mi trabajo ya había terminado, debería estar contento de que todo hubiera salido bien, pero era la primera vez que me entristecía que un trabajo hubiera terminado. Mi intención era despedirme y marcharme al aeropuerto, para poder cumplir la promesa que le hice a Gianna de volver pronto para pasar más tiempo a su lado. Últimamente, había cogido muchos trabajos que me mantuvieron viajando de un lado para otro con la intención de acabar con la deuda lo antes posible, pero eso trajo que me mantuviera alejado de mi hermanita.

Estaba cerrando el capo cuando alguien se acerco a mí, era Mario.

- Tienes tiempo para tomarte aunque sea un café.

- Sí, tengo algo de tiempo – la verdad es que ni me lo pensé, la verdad es que no quería irme.

Mientras Mario me servía el café, Carmen nos contaba como le había llamado Diego en reiteradas ocasiones para decirle que tenía un buen negocio que les haría ganar mucho dinero, Carmen le dijo que se encontraba fuera por trabajo, esa respuesta desagrado a Diego, haciendo que Candela se riera, era una mujer hermosa con una sonrisa radiante. No quería admitirlo, pero esas pocas horas bastaron para que yo terminara sintiendo algo muy fuerte por ella.

Mario y Carmen que se las saben todas sonrieron, Carmen le pidió a Candela y Patri que las acompañara a la cocina para prepararle una taza calentita de leche a la niña, dejándonos a Mario y a mí solos en la sala.

- Mario quita esa sonrisa de tu rostro que te veo venir.

- Venga Dino que se ve a la legua lo mucho que te gusta.

- No sé, tú tienes algo con ella, mi trabajo, no quiero interferir
Candela es libre, a mí no me molestaría en absoluto si empezaras algo con ella, al contrario, me haría muy feliz.

- Mario no empieces a liarme con tus teje manejes.

- Jajajaja, tienes miedo – dijo Mario con rintintin.

- Yo no tengo miedo – dije a la defensiva, mientras me ponía rojo como un tomate.

- Tu mismo Dino, pero Candela podría hacerte muy feliz, si se da la oportunidad no la sabotees, es un consejo de amigo.

No nos dio tiempo de hablar más, pues las tres volvieron al salón, Patri venía con un tazón de leche en las manos y un rostro lleno de felicidad, Candela me miro cuando Carmen le dijo algo al oído, todo mi cuerpo tembló, candela se dio cuenta y sonrió. La situación me superaba, quería dejarme llevar, pero temía las consecuencias de hacerlo, sacando un cigarro de mi paquete subí al ático de la casa para poder pensar con tranquilidad mientras fumaba.

Al darle la primera calada pensé que en esas horas había fumado más que nunca, mientras miraba a la calle apoyado en el barandilla, escuche unos pasos que se acercaban a mí.

- ¿Me das uno Dino? - pregunto Carmen.

Carmen encendió el cigarro y después de darle la primera calada me miro.

- Hasta ahora solo te había visto bajar la guardia solo con tu hermana, solo te he visto feliz cuando estás con ella, pero hoy he podido ver cierto destello de felicidad en tus ojos cuando mirabas a Candela.

- ¿A dónde quieres llegar Carmen?

- Tú también tienes derecho a ser feliz aunque no lo creas.

- Lo sé, pero tengo miedo que les pase algo por mi culpa.

- Ya no eres ese chiquillo de entonces, ahora sé que puedes protegerlas, pero sobre todo puedes hacer que ellas también sean felices.

- Mario no sabe la suerte que tuvo al conocerte.

- Sí que lo sabe, sí – dijo con ironía.

Todo lo bueno se termina más pronto de lo que nos gustaría y había llegado el momento de coger un vuelo para volver al lado de mi hermanita. Me despedí de Carmen y Mario con un abrazo, después vino Patri. Nos quedamos mirándonos hasta que me hizo un gesto con el dedo para que me acercara. Me agaché para que Patri pudiera despedirse, entonces paso algo que hizo que mis lágrimas empezaran a brotar de mis ojos, Patri me dio un abrazo mientras lloraba.

Solo he sentido eso con Gianna, solo ella había conseguido enternecerme de semejante manera. Después de romper el abrazo me hizo prometer que volvería a Sevilla a visitarlas, Candela también había empezado a llorar, no nos dijimos nada simplemente nos abrazamos con mucha fuerza, pero aunque no quería rompí el abrazo y salí de esa casa como alma que lleva el diablo, si no lo hubiera hecho de esa manera sabia que tendría que romper la promesa que hice a mi hermana, porque hubiera sido incapaz de separarme de ella.

Una vez delante del coche saque las llaves para abrir la puerta, escuche unos tacones que se acercaban, sabía que era Candela, espere a que se acercara para darme la vuelta, cuando fui a decir algo Candela sello mis labios con el mejor beso que me habían dado en toda mi vida. Se me cayeron las llaves de las manos y tenía el corazón tan desbocado que parecía que quisiera salir de mi pecho, no sé cuanto tiempo estuvimos besándonos, pero al separarnos los dos teníamos la respiración agitada.

- Volveremos a vernos, prométemelo – dijo Candela con convicción.

- Si – conteste de inmediato, me salió de forma natural y no me arrepentía en absoluto de la respuesta que había dado.

Candela volvió a acercar sus labios para darme un tierno beso, después se dio la vuelta para empezar a caminar hacia el portal, pero sin quitarme los ojos de encima, con una sonrisa que casi hace que me derrita. Me costó un mundo montarme en el coche y ponerme en marcha hacia el aeropuerto, me dije a mí mismo mientras conducía, como podía cambiar la vida en unas horas, después de que en mi rostro apareciera una gran sonrisa me dije que esa promesa que había hecho a Candela tampoco pensaba romperla pasara lo que pasara.

Decidí llamar a Gianna para contarle que todo había salido bien.

- Dino, ¿cómo ha ido todo?

- Todo ha salido muy bien.

- Hermanito te noto cambiado

- Cambiado, ¿cómo?

- No sé, te noto más feliz.

- Tengo cosas que contarte.

- ¿Que cosas?

- Cuando llegue te las cuento, no seas impaciente.

- Siempre me haces lo mismo Dino, cuando llegues me lo cuentas sin falta, ¿vale?

- Prometido.

Después de colgar la llamada tenía que reconocer que mi hermanita tenía razón, en unas horas había pasado de ser una persona sumamente pesimista a una persona que empezaba a ver las cosas con más optimismo, sí, todavía quedaba espacio dentro de mí para la felicidad.

FIN.
 
Este relato es un homenaje a un amigo y su grandísimo relato Diario de un consentidor, este relato se puede leer tranquilamente puesto que esta fuera de la continuidad del otro, pero los que lo hayan leído reconocerán a los personajes que salen en el mio. (relato sin escenas de sexo)
 
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Este relato es un homenaje a un amigo y su grandísimo relato Diario de un consentidor, este relato se puede leer tranquilamente puesto que esta fuera de la continuidad del otro, pero los que lo hayan leído reconocerán a los personajes que salen en el mio. (relato sin escenas de sexo)
Guardiano???
 
Joer, para mí se ha quedado corto. Espero que no tardes mucho en juntar a Dino y Candela, aunque se entiende que acabarán juntos.
Ese relato lo estoy siguiendo y aunque a mí no me termina de convencer esa relación abierta que tienen Carmen y Mario, lo respeto.
A mí Candela en el anterior relato me parece una gran mujer .
 
Yo empecé a leerlo y me enganche, es duro y no estoy de acuerdo en muchas cosas, pero si algo he aprendido es a respetar la libertad de cada uno.
Creo que el autor se llamaba Mario, si mal no recuerdo.
Sí, conozco la historia, sigo el blog del autor que la publica, y pensé que eras el administrador de ese blog, él se llama "Il guardiano dil faro", más conocido como "guardiano".
 
Sí, conozco la historia, sigo el blog del autor que la publica, y pensé que eras el administrador de ese blog, él se llama "Il guardiano dil faro", más conocido como "guardiano".

No, no, no soy el guardiano, simplemente llevo años leyendo el diario y soy comentarista asiduo en el blog.

Además ya tengo bastante curro escribiendo relatos, jajaja.
 
La verdad es que no se como seguir sin interferir en el relato original, Candela es un personaje del diario y Dino no existe allí, este relato fue un regalo para Mario, un homenaje para un autor que lleva desde el 2007 escribiendo su relato.
 
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