Phoenix1986
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CAPÍTULO 11: POR FIN SOLOS EN CASA
Otro viernes de noviembre. Ya se notaba el cansancio que se iba acumulando del primer semestre de mi época universitaria, con lo que llegaba a casa bastante agotado. Aquella noche no me apetecía ni salir, ni quedarme despierto hasta tarde. Fui el último en llegar a casa y allí estaban ellas tres: mi madre Luisa, mi hermana mayor Laura, y Marta, mi hermana más joven. Las saludé con la alegría que sentía de estar por fin en casa y poder descansar. Faltaban pocas horas para la cena, así que me tumbé en el sofá delante de la tele en la que Marta estaba jugando a un videojuego que ya hacía tiempo que tenía. Estuve un rato viéndola jugar hasta que me propuso poner un juego para dos jugadores para que jugara también yo.
Después de un buen rato, cuando llegó la hora de cenar, nos pusimos manos a la obra para poner la mesa. En un momento dado, Marta se fue a lavar las manos al baño, mientras Laura y yo ultimábamos los preparativos, y ahí fue cuando nuestra madre nos habló:
-Hijos -dijo con evidente intención de hablar a volumen bajo.
Nosotros no respondimos pero escuchamos atentamente lo que nos quería decir:
-Voy a hacer la propuesta de ir de compras mañana, incluyendo algún regalito para Marta porque su cumple se acerca. Primero que diga ella que sí, después los dos decís que no podéis, que tenéis que estudiar.
Laura y yo nos miramos y nos sonrojamos. Volvimos la vista hacia mamá:
-Vale... -dije yo.- Gracias mamá.
Y no dio tempo de más, ya que Marta aparecía en el comedor con una sonrisa feliz, como era habitual en ella. En cuanto a Laura, su expresión había mejorado aquella semana, ya que si bien no había cambiado su personalidad, tampoco había duda de qué estaba más relajada y en paz que los últimos meses. Esta realidad se hizo más evidente durante las conversaciones de aquella cena de viernes, en la que Marta contaba un montón de cosas, como por ejemplo que veía que sus amigas se estaban volviendo un poco pijas últimamente y que a ella eso la echaba para atrás. Laura sonreía un poco más y volvía a soltar frases un tanto punzantes a la par que simpáticas, en su forma de sarcasmo más habitual, cuando su estado de ánimo es positivo.
-Bueno, cielo -le decía mi madre a Marta.- Supongo que a cada uno le gusta lo que le gusta, y al haceros mayores esas cosas pueden ir variando...
-Ya -decía Marta.- Pero es que no le veo la gracia a muchas cosas que a ellas les flipan.
-Y... Hablando de hacerse mayor... -añadió nuestra madre.- ¡Se acerca diciembre y tu cumple!
-La peque ya no es tan peque... -dijo Laura con una sonrisa ácida.
-Creo que mañana deberíamos ir de compras y así Martita puede ir eligiendo un buen regalo. ¿Qué os parece?
Laura y yo nos callamos. En aquel momento me sentí mal. Sentí algo de culpa por estar metido en una trama de tres personas contra otra mucho más inocente. Me pareció volver años atrás a los tiempos donde tan solo Marta ignoraba que los Reyes Magos no existen y los demás teníamos que hacer el paripé (aunque yo también era muy niño por aquel entonces). Tal y como pensábamos, ella contestó rápidamente:
-¡Uau, sí! -dijo con alegría.- Molaría mucho ir mañana.
-Hecho pues -sentenció mamá.
-Yo... -empezó a decir Laura.- Tengo que estudiar.
-Yo también -dije justo después.- En la uni aprietan mucho más que en el insti...
Marta puso cara de absoluta desilusión, cosa que em rompió un poco el corazón.
-Ala... -nos dijo.- Entonces...
-No te preocupes, cielo -dijo mi madre reconfortándola.- Iremos tú y yo.
-Vale, mamá -contestó Laura.
No tardé nada en irme a dormir, aunque debo admitir que el sobresalto que había supuesto que mi madre sacara este tema justo antes de la cena me tenía bastante inquieto y ya no sabía si me dormiría tan deprisa como tenía previsto. Imágenes difuminadas de todo aquello que podría ocurrir con Laura a partir del momento en que nos quedáramos solos en casa, se me presentaron en la mente. Con estos pensamientos me dormí hasta el día siguiente.
. . .
Por la mañana tuvimos desayuno en familia, con Marta y mamá ya vestidas para su salida, y Laura y yo todavía en pijama. No tardaron en ponerse en marcha para irse, a lo que mamá me abrazó para despedirse de mi en primera instancia y decirme al oído con un susurro:
-Pasadlo muy bien...
-Vale, mamá -le agradecí también susurrando.- Que vaya genial.
Después abrazó a Laura y me percaté de que también le decía algo al oído, cosa que haría que luego Laura asintiera con la cabeza justo al separarse de ella.
-¡Estudiad mucho, hijos! -nos dijo a los dos ya en voz alta.
-¡Nos vemos por la tarde! -añadió Marta con su habitual simpatía.
Y cerraron la puerta, dejando la casa en un completo silencio que ni Laura ni yo rompimos hasta pasados varios segundos, cuando me atreví a hablar, mirando aún dicha puerta:
-Bueno...
-Ya estamos solos... -me interrumpió Laura con su tono habitual de semi-distante, mirando también hacia la puerta.
-Tenemos hasta la tarde -seguí yo girándome hacia ella.
-Así es... -asintió ella.
Y nos quedamos mirando. Yo no sabía qué hacer.
-¡Joder, que raro! -me dijo ella poniendo cara de maníaca.- Mira que nunca me ha costado tirarme un tío al quedarme a solas con él... Pero es muy raro contigo.
-Bueno -dije yo,- si no quieres...
-Que sí, joder -me volvió a interrumpir.- Pero es que así en pijama y viviendo en la misma casa... La situación es nueva para mi.
-Entiendo... -le dije calmadamente.
-Ya sé -continuó ella.- Que cada uno se de una ducha y se adecente un poco. Así en pijama queda como poco "de cita" ¿No?
-Me parece perfecto -le dije yo.
-Me ducho yo primera -anunció,- que luego necesito más tiempo y así te vas duchando tú mientras yo termino de arreglarme.
-Vale, Laura -acepté.- ¡Hasta dentro de un rato!
-Eh... -me dijo ella con timidez.- Va a estar bien. Ya lo verás...
-Yo sonreí también con cierta timidez, pero mis ganas iban en aumento. Vi como se iba a meter en el baño y a mi se me ocurrió ir a mi habitación a seleccionar la ropa adecuada para luego. La verdad es que si tanto con mi madre como con mi tía me había puesto camisa para ir algo elegante, ¿por qué no hacerlo también con mi hermana? Elegí una que me gustaba bastante, y también tuve en cuenta que los boxers que me pusiera fueran algo bonitos. En cuanto al pantalón, seleccioné un tejano azul oscuro que quedaba bien en conjunto. En un rato, oí que mi hermana gritaba:
-¡Ya tienes la ducha libre, Enano! ¡Me voy a secar a mi habitación y luego me visto!
Me encaminé hacia el baño y justo la vi salir envuelta en una toalla grande para su cuerpo y una pequeña en la cabeza. Cuando me vio, me guiñó un ojo y me dijo:
-Nos vemos en el salón en cuanto terminemos, ¿Vale?
-Vale... -respondí yo emocionado.
Me duché rápido pero con toda la intención de hacerlo a fondo. Quería oler bien y sentirme limpio para esta cita tan curiosa, cuanto menos. Me sequé, me vestí y bajé al salón para sentarme en el sofá y esperar a Laura, que apareció por la escalera al poco tiempo, vestida con una camiseta ajustada de manga larga y una falda holgada que también hacía tiempo que no se ponía. Al verla me sonrió con algo de timidez pero a la vez un punto de juego previo a lo que estaba por venir. Yo le devolví la sonrisa.
Se sentó en el sofá a mi lado y me informó:
-Lista para nuestro día a solas.
-Ya lo veo -dije observando su elección de vestimenta.- Estás muy guapa.
-Gracias, Enano -me dijo con la misma sonrisa de antes.- Tú tampoco estás mal.
Se me escapó una risilla por su forma de decirlo, pero después continué hablando:
-Bonito gesto del de nuestra madre... Como el que tuviste tú con nosotros el otro día.
-Oh, bueno... -dijo Laura con actitud sobrada.- Marta quería ir al cine, estaba muy ilusionada.
-Pues bien por ti... -opiné.
-¿Tú aquí bien con mamá? -me pregunto fingiendo un tono de poco interés.- ¿Lo pasasteis bien?
-Sí...-le respondí algo avergonzado.- Genial.
-Me alegro mucho, entonces -informó ella.
-Mamá me ha dicho al oído antes de irse, que lo pasemos bien nosotros hoy -le conté yo.
-A mi me ha preguntado si tengo condones... -dijo Laura.
-¿Y tienes? -le pregunté.
-Sí -confirmó levantando una ceja.- Siempre va bien tener...
-Yo también tengo ¿Eh? -le conté.- Una caja que tenía por si acaso y que estrené con tía Isabel...
-Entiendo -dijo Laura con un tono de más seriedad.- Si realmente mamá solamente folla contigo, entiendo que lo hagáis sin condón. Pero conmigo o con tía Isabel... Ya sabes que en casos de promiscuidad hay que tomar precauciones.
-Sí, hermana mayor... -dije otra vez con una risa suave.- Con tía Isabel siempre usamos.
-Perdona, esta charla te la hubiera tenido que dar hace años... -se rio ella.
-No te preocupes -contesté yo.- He estado bien informado siempre.
-Bien, bien... -dijo ella girando un poco más el cuerpo hacia mi.- Entonces ya no te digo nada más...
-Tranquila... -dije girándome yo hacia ella.- Nunca viene mal un recordatorio.
Ella puso su mano en mi rodilla y yo puse la mía en su hombro. Hablar de condones, de promiscuidad, de mi tía y de mi madre... con mi hermana delante, me calentó de lo lindo, así que estaba deseoso de empezar a hacer guarradas con Laura en nuestra propia casa. Nos empezamos a morrear con ganas, pero con la intención de empezar con algo de suavidad. Saborear los labios de mi hermana mayor me daba mucho más placer del que me había esperado, y tan solo estábamos empezando.
Ella me iba desabotonando la camisa y yo, después de bajar de sus hombros a sus brazos y pasar enseguida a sus tetas para sobarlas aún por encima de la camiseta, también empezé a quitarle ropa. Con mi camisa ya abierta del todo, le tocó a su camiseta salir por encima de su cabeza, ayudada tanto por mis manos como por sus brazos. Un precioso sujetador de encaje apareció ante mi vista y me volví a maravillar de la forma de sus pechos, la mar de tentadores y tan suaves como los recordaba. Jóvenes y tersos, con un tamaño considerable debido a sus genes, aunque no llegaran a las medidas de los otros dos pares que habitaban en mi casa.
Ella se deshizo rápido de mi camiseta y empezó a tocarme todo el torso, a lo que respondí con la continuación de mi juego con ese par de tetas que me volvían loco. Después de que sus manos pasaran repetidamente por mi torso y espalda, sus manos bajaron a desabrocharme el pantalón tejano para continuar con el proceso de desnudez como objetivo. No tuve más remedio que soltar sus tetas, pero para no separarme de ellas mientras intentaba igualar mis condiciones desabrochando también su pantalón, puse mi cabeza en aquel tentador canalillo para recrearme de lo lindo mientras lo hacía, sacando mi lengua y restregando mi cara por aquella bendita zona. Segundos después, los dos nos incorporábamos para conseguir que nuestros pantalones bajaran del todo y quedáramos en ropa interior.
Vi su conjunto. El tanga semitransparente que llevaba era una auténtica locura, y solamente lo había visto de frente. Me senté otra vez en el sofá, pero a Laura la agarré de sus caderas para que ella no lo hiciera aún y se quedara de pie. Mis manos la acompañaron amablemente a girarse y a poner su culo en su máximo esplendor delante de mi cara. Aquello me estaba poniendo malísimo. Vi muy de cerca aquella raja del culo que ocultaba por completo buena parte de la tela de su tanga, así que hice lo mismo que había hecho con sus tetas tan solo un momento antes: poner mi cara en ella, lo que me permitió sentir sus nalgas ahogarme al apretarlas contra mi nariz con mis propia manos. Aproveché que ya estaba allí para mordérselas con ganas, buscar el hilo de su tanga con mi lengua y amasar aquel culazo de campeonato. Mi lengua iba bajando, y ella empezó a arquear su cuerpo hacia adelante, para facilitarme el acceso a su coño desde detrás. Olí su esencia y comprobé como su tanga ya estaba empapado, así que lo lamí directamente.
Oí sus respiraciones cada vez más sonoras y continué con mi labor apartando su tanga para poder acceder directamente a la entrada de su vagina con mis papilas gustativas. Pronto saboreé un delicioso manjar emanando en cantidad de aquel caliente y suave agujero, empecé a disfrutarlo mientras mis manos sujetaban con firmeza su trasero en pompa, una en cada nalga. La imagen era divina: yo sentado en el sofá y ella de pie de espaldas de mi, arqueando su cuerpo y sacando su culo bien a fuera, para ofrecerme su coño jugoso y que yo pudiera degustarlo tanto como quisiera. Sus respiraciones empezaron a convertirse en gemidos algo parecidos a quejidos, pero que eran una clara expresión de un placer creciente en su cuerpo. Separé mi cara de su coño para poder decir:
-¿Vamos a la cama?
-Sí... -jadeó Laura, que se volvió a erguir para girarse y mirarme con ojos de desear mucho más de lo que ya estábamos haciendo. Subimos juntos la escalera vestidos solamente en nuestra ropa interior. En el pasillo del piso de arriba, pasamos por delante de la habitación de Marta y luego ya se encontraba la puerta de la suya. Laura detuvo su paso.
-¿En mi cama o en la tuya? -me preguntó con los ojos distraídos, como si estuviera en Babia.
-La tuya, que ya estamos aquí -dije.- Otro día en la mía, si quieres.
-Vale... -dijo ella acompañándose con un leve suspiro de deseo. La verdad es que su aparente desesperación me encantó. Era algo incluso mayor que las ganas que me solían tener mi madre o mi tía, que no eran pocas. Pero lo de Laura parecía ser como una especie de necesidad vital.
Entramos a su habitación y se sentó en su cama. Me abalancé encima de ella y la seguí besando y tocando. Llegó el momento de quitarle por fin el tanga y de tumbarla panza arriba, para empezar a lucirme de verdad y quedar bien con quien a priori tenía mucha mas experiencia que yo. Su tanga quedó colgando de su tobillo izquierdo y me acomodé para ir en serio. La verdad es que, visto a plena luz, me pareció que el coño de Laura era el más bonito que había visto nunca. Sus proporciones eran absolutamente armónicas, la curva que dibujaba su monte de venus era preciosa, las pocas zonas de pelo que se había dejado crecer lo embellecían enormemente y los labios interiores le sobresalían, aunque solo un poco, creando una imagen de lo más apetitosa.
Me moría de ganas de seguir degustándolo así que ya no me hice más de rogar y acomodé mi cabeza entre sus muslos, para empezar a comérselo tan bien como supe. La verdad es que nunca antes había metido la lengua en una vagina tan increíblemente mojada, era una pasada como se calentaba y auto-lubricaba cada vez más, excitándose con mis lamidas y atenciones. Ella me empezó a acariciar la cabeza mientras yo le daba placer. No sé cuanto rato me estuve comiendo su almeja, pero cuando ella se empezaba ya a mover muy inquieta, introduje dos de mis dedos a la ecuación. El índice y corazón de mi mano derecha entraron casi resbalando al interior de aquella vagina chorreante y allí empezaron a jugar con aquellas paredes tan suaves, hasta acabarse de centrar en el punto G de Laura, que empecé a masajear cada vez con más intensidad a la vez que mi lengua se centraba en la otra cara de la moneda: su clítoris.
Sus movimientos se convirtieron en pura tensión, todo su cuerpo se empezó a poner de los más rígido y su cintura empezó a ascender, abriéndose aún más a mi mientras su respiración se aceleraba exageradamente. Sabía que se acercaba el momento, con lo cual lo di todo sacando toda mi energía a relucir. Noté como su flujo aumentaba todavía más, así que la intensidad de su sabor creció exponencialmente y me animó a seguir para lograr el primer objetivo del día. Sus tensiones se convirtieron rápidamente en violentos temblores que se tornaron espasmos en unos segundos, así como sus respiraciones pasaron a ser gemidos que en seguida se transformaron en gritos a su vez. Presencié el orgasmo más bestia que le había visto tener a nadie hasta aquel momento. Estábamos a solas en nuestra propia casa, pero llegué a preocuparme por si algún vecino oía los gritos de Laura, aunque me encantó verla gozar de aquella manera.
Seguí lamiendo su clítoris con mucho cariño y amor, mientras aquellos grandes espasmos daban lugar a otros espasmos menos exagerados, parecidos a pequeños sobresaltos llenos de un placer delicioso que mi hermana parecía disfrutar enormemente. Sus imponentes gritos se amansaron hasta convertirse en una respiración mucho más plácida y relajada, solo interrumpida por débiles gemidos que acompañaban aquellos nuevos espasmos más tenues. Cuando su cuerpo se había relajado por completo, Laura me miró a los ojos y tan solo alcanzó a pronunciar:
-Enano…
Yo saqué mi lengua de su coño y sonreí satisfecho y orgulloso de mi hazaña. Ella me siguió mirando a los ojos, se incorporó rápidamente y me empezó a comer la boca, que seguro que aún sabía a sus intensos fluídos aunque no parecía importarle en absoluto. Yo seguí morreándola como si no hubiera un mañana, cada vez más cachondo por lo que acabábamos de presenciar. Después de agradecerme su orgasmo con mucho beso, me sacó de la cama amablemente y me puso de pie y de frente a ella, que se sentó en el borde con mi paquete endurecido a la altura de su cara.
Vi su expresión y me pareció increíble. Sus ojos denotaban una autentica fascinación por ver el bulto que lucía mis calzoncillos, como si estuviera a punto de descubrir los secretos más ocultos del universo y fuera el primer ser humano en alcanzarlos. Me puso la mano en la entrepierna y la presionó levemente, causando que me sorprendiera y emitiera un quejido bien gustoso por mi parte. Me lo empezó a masajear y cerré los ojos arqueando mi cabeza hacia arriba, mientras el ritmo de mi respiración se acomodaba a los pequeños latidos de delicioso placer que me brindaban sus caricias.
Así lo estuvo masajeando hasta que no tuvo sentido seguir con el calzoncillo puesto, por lo que me lo quitó con cuidado, haciendo que mi mástil se liberara por completo, apareciendo de repente con un salto intrépido y apuntándola a ella en señal de deseo de atenciones. Cuando mi pene detuvo su movimiento de vaivén por haberse despojado de su prisión, Laura lo agarró con la punta de sus dedos, como si fuera un tesoro, y empezó a jugar moviendo así su piel arriba y abajo, descubriendo mi herramienta, aquella vez ya sin la oscuridad de la noche de días atrás.
Con la misma expresión de devoción y de deseo, se acercó a la punta de mi polla para darle un tierno beso. Acto seguido, vinieron unos cariñosos lametones que precedieron unas suaves caricias de sus labios a lo largo de todo mi tronco, cosa que hizo que me acabara de empalmar del todo. Ella lo interpretó como una señal de que había llegado el gran momento y sonrió con algo de malicia sumada a una expresión traviesa por lo que estaba a punto de hacer.
Se metió mi polla dentro de su boca y empezó otra mamada muy parecida a la que había disfrutado una semana atrás, en el coche de nuestra madre. Aunque en aquella ocasión me dio la sensación de que tanto ella como yo lo estábamos gozando incluso más, ya que la comodidad de nuestra casa, el no tener ninguna prisa y el hecho de poder ver cada detalle a plena luz, ayudaban mucho a soltarse y abandonarse al placer absoluto. La verdad es que lo que yo sentía era como una combinación de lo que me hacía tía Isabel (con su habilidad y técnica experimentada) con lo que me hacía mi madre (con todo su amor incondicional a su propio hijo). La mamada fraternal de Laura era algo de lo que tampoco me podría cansar fácilmente.
Mi polla estaba muy dura, palpitante, caliente y bien recubierta por la saliva de mi hermana mayor. Yo no quise quedarme allí hasta que mis huevos se volvieran a vaciar en su boca, ya que quería aprovechar aquella dureza y aquellas ganas para poder meter mi polla dentro de su vagina, por fin. Sentí que literalmente quería rebentar el coño más bonito que había visto hasta aquel momento de mi vida: el de mi propia hermana. Me apetecía darle con fuerza y hacer que con aquello gozáramos los dos de lo lindo.
Me aparté de su boca a regañadientes pero por un bien mayor. Ella entendió enseguida mis intenciones y su expresión volvió a parecer la de una maníaca, con los ojos abiertos llenos de deseo y con una sonrisa casi macabra, cosa que me puso aún más cachondo. Mientras la recostaba en su propia cama, me deshice de su sujetador para comerle bien las tetas y volverlas a amasar con frenesí justo antes del siguiente acto, para el cual alcancé un preservativo de la caja que tenía ya ella preparada en su mesilla de noche.
Abrí el envoltorio intentando que las prisas no me traicionaran y el mero hecho de sacarlo no me costara más de lo que debería. Lo conseguí rápidamente y lo agarré con mis dedos para dirigirlo a la punta de mi falo y empezar a desenrollarlo. Laura se acomodaba cada vez más en su cama, abierta de piernas y con aquella mirada tan y tan deseosa de acción, con sus manos, antebrazos y codos apoyados en el colchón. Vi como se mordía el labio inferior mientras esperaba.
Con el condón puesto, me situé entre sus piernas, apoyándome en sus rodillas con mis manos para después bajar mi torso hasta su torso, hasta sentir sus tetas contra mi pecho y poder volver a besar su boca y su cuello. Mis manos fueron a sus hombros y mi polla ya buscaba instintivamente la entrada caliente y empapada de mi hermana. Solo bastó una pequeña ayuda de su mano, que la guió hasta ella para que yo diera el empuje necesario para, al fin, entrar dentro de ella.
Fue increíble notar como mi polla literalmente resbalaba en su vagina, pero a la vez sentirla incluso más apretada de lo que había experimentado antes con tía Isabel o mamá. La cara de puro éxtasis de Laura era un poema, y me apeteció volverla a besar antes de acabar de penetrarla en su totalidad. Toda mi polla estaba dentro de ella y ya solo quedaba empezar un buen vaivén para terminar de volvernos locos.
Saqué unos pocos centímetros de su interior y luego los volví a meter. Repetí el proceso repetidas veces acelerándolo en cada ocasión, hasta que oficialmente ya estaba follando el coño de mi propia hermana con todas las letras, y lo que yo en aquel momento sentía era indescriptible. La vi gozar de mis embestidas, vi como se retorcía de placer, como agarraba las sábanas, como se ponía la almohada en la cara para ahogar sus cada vez más escandalosos gemidos, y como me iba echando miradas pidiendo más y más con aquellos ojitos tan tiernos.
Era como si fuera otra persona. En aquel momento poco o nada veía de la arisca y sarcástica Laura que yo conocía. Parecía una joven universitaria adicta a la sumisión y al placer que esta le provocaba. Me puso bastante verla de aquella forma aunque también me sentí un poco raro. Cuando ya llevaba un rato bombeándola, me agarró el brazo, momento que aproveché para tener un breve respiro. Ella me dijo al oído con un susurro:
-¿Quieres cambiar de posición?
Asentí con la cabeza. No dijimos nada más y se la saqué. Yo mismo tomé la iniciativa de tumbarme en la cama panza arriba, a lo que ella me volvió a mirar llena de lujuria y se encaramó encima de mi, juntando su torso con el mío, cosa que me hacía notar el roce y peso de sus tetas contra mi pecho. Otra vez con sus dedos, ayudó a mi falo enfundado a encontrar la entrada de su agujero, y allí se terminó de sentar y acomodar, causando que nos volviéramos a sumir en el placer absoluto en cuestión de segundos.
Le agarré las nalgas y le empecé a comer otra vez las tetas sintiéndome en la gloria, momento que aproveché para empezar a hacer subir y bajar su culo y hacer que el roce de sus paredes vaginales con mi polla me volviera a extasiar por completo. En nada ya habíamos retomado un mete-saca delicioso y ella volvía a gemir, está vez con cara de desesperación y cerrando cada vez más los ojos. Empezó a gritar y me percaté de que se volvía a correr. Me pareció curioso que lo hiciera sin estimularse el clítoris, como solían hacer mamá o mi tía, que ya me habían hablado alguna vez que también existían los orgasmos puramente vaginales.
Presencié el orgasmo vaginal de Laura y escuché sus gemidos. Me pareció que no era tan exagerado como su anterior orgasmo, pero fuera como fuere la vi disfrutar mucho otra vez. Su pico de placer descendió poco a poco, a lo que ella emitía un "Mhmm..." que me encantó oír. Yo no detuve mi movimiento de caderas y ella respiraba tan relajadamente como mi apurada penetración le permitía y parecía recuperar de nuevo el aliento.
En un momento dado, fui yo quien detuvo momentáneamente mis movimientos para darme un pequeño respiro y acomodar de nuevo mi duro miembro dentro de su coño jugoso. Ella se aprovechó de aquella pequeña tregua. En su mirada se notaba que los dos orgasmos la habían dejado bastante satisfecha y que buscaba algún tipo de retorno después de haber estado tanto tiempo como la parte pasiva del encuentro. No me dejó hacer nada más y me sorprendió con algo totalmente inesperado.
Fue ella quien empezó a mover sus caderas arriba y abajo, movimiento que tanto mi madre como mi tía sabían realizar, pero no de la forma en que ella era capaz de hacerlo. Al más puro estilo del twerking profesional (que no estaba aún muy de moda en aquella época), su movimiento era hábil, veloz y preciso. Se podría decir que literalmente me estaba pajeando usando su vagina, de la cual se encargó de ir apretando sus músculos para crear una fricción todavía más enfermiza contra mi polla.
-Oh... -gemí yo totalmente pillado por sorpresa.- Laura!
Mis manos seguían sobre sus nalgas, pero ya no guiaban sus caderas para complementar rítmicamente mi velocidad de penetración, si no que simplemente se apoyaban en ellas y notaban el bestial movimiento de aquel culo que botaba arriba y abajo haciendo que la carne de sus nalgas produciera hipnóticas ondas de movimiento. Yo estaba totalmente a su merced y me encantaba.
Como su movimiento era ya indomable, decidí usar mis manos para acariciar su espalda, su vientre, su cuello, sus tetas (contra las que también frote mi cara y mi lengua) y sus labios. Fue allí cuando se metió uno de mis dedos dentro de su boca y lo mordió a la vez que su sonrisa maliciosa imperaba a pocos centímetros de mi cara. Comprendí que su actitud sumisa se había terminado con sus dos orgasmos y que había recuperado el control sobre mi. Entendí que me haría gozar hasta el final como ella quisiera.
Y así ocurrió. Enseguida noté mi polla más dura que nunca, y creo que ella también, así que los dos sabíamos lo que iba a ocurrir: Mi eyaculación estaba muy cerca y Laura no se iba a detener. Al estar al borde de mi explosión, mis manos volvieron a sus nalgas y las agarraron fuerte de nuevo. Ella hacía el movimiento principal pero yo no me rendí, intenté que mis caderas alcanzaran el ritmo de las suyas. No llegué a su nivel pero pude complementar un poco sus subidas y bajadas aferrado a su culazo.
Y allí mi polla empezó a expulsar chorros de semen espeso y caliente. Se me nubló toda la existencia durante aquel orgasmo y creo que yo mismo no pude oír los grandes gemidos que emití. Ella siguió haciéndome su "paja vaginal" a lo que yo perdía la capazidad de moverme con precisión. Fue increíblemente intenso sentir como mis manos perdían toda su fuerza y volvían simplemente a apoyar su peso en sus movidas nalgas, de las cuales pude sentir aquel increíble onduleo causado por el movimiento.
Volví a ver con claridad y a respirar más relajadamente, pero necesité al menos un minuto para conseguirlo. No nos movimos de nuestra posición en todo aquel rato, así que gozé de mis espasmos post-corrida estando aún dentro de ella y con mis manos en sus preciosas posaderas. Ella también estaba recuperando su aliento cuando me volvió a mirar a los ojos. Cuando le correspondí con mi mirada nos fundimos de nuevo en un beso apasionado, lleno de ternura y de agradecimiento por lo que acabábamos de experimentar.
. . .
Por la tarde, Marta y mamá llegaban a casa. Tanto Laura como yo nos encontrábamos en nuestras respectivas habitaciones, y evidentemente lo habíamos recogido todo, así que la escena que encontraron no podía despertar ningún tipo de sospecha por parte de la más joven de la casa.
A la hora de cenar, todo volvía a estar como siempre. Mi madre nos preguntó:
-¿Qué tal el día de estudio intensivo?
-Genial -respondimos Laura y yo casi al unísono.
Nos dimos cuenta de que habíamos hablado a la vez y nos dio una temenda vergüenza que tuvimos que disimular como pudimos. Mi madre lo notó y añadió:
-¡Que bien...! Lo vais a bordar este curso.
Asentí sonrojado. Miré a Marta instintivamente. Ella me miraba a mi y su expresión era la de curiosidad absoluta, con un punto de inocencia. Cuando nuestras miradas se encontraron, me sonrió con su habitual ternura.
Me quedé más tranquilo cuando asumí que no sospechaba nada. Era imposible que sospechara algo.
Al menos, eso era lo que yo pensaba.
CONTINUARÁ...
Otro viernes de noviembre. Ya se notaba el cansancio que se iba acumulando del primer semestre de mi época universitaria, con lo que llegaba a casa bastante agotado. Aquella noche no me apetecía ni salir, ni quedarme despierto hasta tarde. Fui el último en llegar a casa y allí estaban ellas tres: mi madre Luisa, mi hermana mayor Laura, y Marta, mi hermana más joven. Las saludé con la alegría que sentía de estar por fin en casa y poder descansar. Faltaban pocas horas para la cena, así que me tumbé en el sofá delante de la tele en la que Marta estaba jugando a un videojuego que ya hacía tiempo que tenía. Estuve un rato viéndola jugar hasta que me propuso poner un juego para dos jugadores para que jugara también yo.
Después de un buen rato, cuando llegó la hora de cenar, nos pusimos manos a la obra para poner la mesa. En un momento dado, Marta se fue a lavar las manos al baño, mientras Laura y yo ultimábamos los preparativos, y ahí fue cuando nuestra madre nos habló:
-Hijos -dijo con evidente intención de hablar a volumen bajo.
Nosotros no respondimos pero escuchamos atentamente lo que nos quería decir:
-Voy a hacer la propuesta de ir de compras mañana, incluyendo algún regalito para Marta porque su cumple se acerca. Primero que diga ella que sí, después los dos decís que no podéis, que tenéis que estudiar.
Laura y yo nos miramos y nos sonrojamos. Volvimos la vista hacia mamá:
-Vale... -dije yo.- Gracias mamá.
Y no dio tempo de más, ya que Marta aparecía en el comedor con una sonrisa feliz, como era habitual en ella. En cuanto a Laura, su expresión había mejorado aquella semana, ya que si bien no había cambiado su personalidad, tampoco había duda de qué estaba más relajada y en paz que los últimos meses. Esta realidad se hizo más evidente durante las conversaciones de aquella cena de viernes, en la que Marta contaba un montón de cosas, como por ejemplo que veía que sus amigas se estaban volviendo un poco pijas últimamente y que a ella eso la echaba para atrás. Laura sonreía un poco más y volvía a soltar frases un tanto punzantes a la par que simpáticas, en su forma de sarcasmo más habitual, cuando su estado de ánimo es positivo.
-Bueno, cielo -le decía mi madre a Marta.- Supongo que a cada uno le gusta lo que le gusta, y al haceros mayores esas cosas pueden ir variando...
-Ya -decía Marta.- Pero es que no le veo la gracia a muchas cosas que a ellas les flipan.
-Y... Hablando de hacerse mayor... -añadió nuestra madre.- ¡Se acerca diciembre y tu cumple!
-La peque ya no es tan peque... -dijo Laura con una sonrisa ácida.
-Creo que mañana deberíamos ir de compras y así Martita puede ir eligiendo un buen regalo. ¿Qué os parece?
Laura y yo nos callamos. En aquel momento me sentí mal. Sentí algo de culpa por estar metido en una trama de tres personas contra otra mucho más inocente. Me pareció volver años atrás a los tiempos donde tan solo Marta ignoraba que los Reyes Magos no existen y los demás teníamos que hacer el paripé (aunque yo también era muy niño por aquel entonces). Tal y como pensábamos, ella contestó rápidamente:
-¡Uau, sí! -dijo con alegría.- Molaría mucho ir mañana.
-Hecho pues -sentenció mamá.
-Yo... -empezó a decir Laura.- Tengo que estudiar.
-Yo también -dije justo después.- En la uni aprietan mucho más que en el insti...
Marta puso cara de absoluta desilusión, cosa que em rompió un poco el corazón.
-Ala... -nos dijo.- Entonces...
-No te preocupes, cielo -dijo mi madre reconfortándola.- Iremos tú y yo.
-Vale, mamá -contestó Laura.
No tardé nada en irme a dormir, aunque debo admitir que el sobresalto que había supuesto que mi madre sacara este tema justo antes de la cena me tenía bastante inquieto y ya no sabía si me dormiría tan deprisa como tenía previsto. Imágenes difuminadas de todo aquello que podría ocurrir con Laura a partir del momento en que nos quedáramos solos en casa, se me presentaron en la mente. Con estos pensamientos me dormí hasta el día siguiente.
. . .
Por la mañana tuvimos desayuno en familia, con Marta y mamá ya vestidas para su salida, y Laura y yo todavía en pijama. No tardaron en ponerse en marcha para irse, a lo que mamá me abrazó para despedirse de mi en primera instancia y decirme al oído con un susurro:
-Pasadlo muy bien...
-Vale, mamá -le agradecí también susurrando.- Que vaya genial.
Después abrazó a Laura y me percaté de que también le decía algo al oído, cosa que haría que luego Laura asintiera con la cabeza justo al separarse de ella.
-¡Estudiad mucho, hijos! -nos dijo a los dos ya en voz alta.
-¡Nos vemos por la tarde! -añadió Marta con su habitual simpatía.
Y cerraron la puerta, dejando la casa en un completo silencio que ni Laura ni yo rompimos hasta pasados varios segundos, cuando me atreví a hablar, mirando aún dicha puerta:
-Bueno...
-Ya estamos solos... -me interrumpió Laura con su tono habitual de semi-distante, mirando también hacia la puerta.
-Tenemos hasta la tarde -seguí yo girándome hacia ella.
-Así es... -asintió ella.
Y nos quedamos mirando. Yo no sabía qué hacer.
-¡Joder, que raro! -me dijo ella poniendo cara de maníaca.- Mira que nunca me ha costado tirarme un tío al quedarme a solas con él... Pero es muy raro contigo.
-Bueno -dije yo,- si no quieres...
-Que sí, joder -me volvió a interrumpir.- Pero es que así en pijama y viviendo en la misma casa... La situación es nueva para mi.
-Entiendo... -le dije calmadamente.
-Ya sé -continuó ella.- Que cada uno se de una ducha y se adecente un poco. Así en pijama queda como poco "de cita" ¿No?
-Me parece perfecto -le dije yo.
-Me ducho yo primera -anunció,- que luego necesito más tiempo y así te vas duchando tú mientras yo termino de arreglarme.
-Vale, Laura -acepté.- ¡Hasta dentro de un rato!
-Eh... -me dijo ella con timidez.- Va a estar bien. Ya lo verás...
-Yo sonreí también con cierta timidez, pero mis ganas iban en aumento. Vi como se iba a meter en el baño y a mi se me ocurrió ir a mi habitación a seleccionar la ropa adecuada para luego. La verdad es que si tanto con mi madre como con mi tía me había puesto camisa para ir algo elegante, ¿por qué no hacerlo también con mi hermana? Elegí una que me gustaba bastante, y también tuve en cuenta que los boxers que me pusiera fueran algo bonitos. En cuanto al pantalón, seleccioné un tejano azul oscuro que quedaba bien en conjunto. En un rato, oí que mi hermana gritaba:
-¡Ya tienes la ducha libre, Enano! ¡Me voy a secar a mi habitación y luego me visto!
Me encaminé hacia el baño y justo la vi salir envuelta en una toalla grande para su cuerpo y una pequeña en la cabeza. Cuando me vio, me guiñó un ojo y me dijo:
-Nos vemos en el salón en cuanto terminemos, ¿Vale?
-Vale... -respondí yo emocionado.
Me duché rápido pero con toda la intención de hacerlo a fondo. Quería oler bien y sentirme limpio para esta cita tan curiosa, cuanto menos. Me sequé, me vestí y bajé al salón para sentarme en el sofá y esperar a Laura, que apareció por la escalera al poco tiempo, vestida con una camiseta ajustada de manga larga y una falda holgada que también hacía tiempo que no se ponía. Al verla me sonrió con algo de timidez pero a la vez un punto de juego previo a lo que estaba por venir. Yo le devolví la sonrisa.
Se sentó en el sofá a mi lado y me informó:
-Lista para nuestro día a solas.
-Ya lo veo -dije observando su elección de vestimenta.- Estás muy guapa.
-Gracias, Enano -me dijo con la misma sonrisa de antes.- Tú tampoco estás mal.
Se me escapó una risilla por su forma de decirlo, pero después continué hablando:
-Bonito gesto del de nuestra madre... Como el que tuviste tú con nosotros el otro día.
-Oh, bueno... -dijo Laura con actitud sobrada.- Marta quería ir al cine, estaba muy ilusionada.
-Pues bien por ti... -opiné.
-¿Tú aquí bien con mamá? -me pregunto fingiendo un tono de poco interés.- ¿Lo pasasteis bien?
-Sí...-le respondí algo avergonzado.- Genial.
-Me alegro mucho, entonces -informó ella.
-Mamá me ha dicho al oído antes de irse, que lo pasemos bien nosotros hoy -le conté yo.
-A mi me ha preguntado si tengo condones... -dijo Laura.
-¿Y tienes? -le pregunté.
-Sí -confirmó levantando una ceja.- Siempre va bien tener...
-Yo también tengo ¿Eh? -le conté.- Una caja que tenía por si acaso y que estrené con tía Isabel...
-Entiendo -dijo Laura con un tono de más seriedad.- Si realmente mamá solamente folla contigo, entiendo que lo hagáis sin condón. Pero conmigo o con tía Isabel... Ya sabes que en casos de promiscuidad hay que tomar precauciones.
-Sí, hermana mayor... -dije otra vez con una risa suave.- Con tía Isabel siempre usamos.
-Perdona, esta charla te la hubiera tenido que dar hace años... -se rio ella.
-No te preocupes -contesté yo.- He estado bien informado siempre.
-Bien, bien... -dijo ella girando un poco más el cuerpo hacia mi.- Entonces ya no te digo nada más...
-Tranquila... -dije girándome yo hacia ella.- Nunca viene mal un recordatorio.
Ella puso su mano en mi rodilla y yo puse la mía en su hombro. Hablar de condones, de promiscuidad, de mi tía y de mi madre... con mi hermana delante, me calentó de lo lindo, así que estaba deseoso de empezar a hacer guarradas con Laura en nuestra propia casa. Nos empezamos a morrear con ganas, pero con la intención de empezar con algo de suavidad. Saborear los labios de mi hermana mayor me daba mucho más placer del que me había esperado, y tan solo estábamos empezando.
Ella me iba desabotonando la camisa y yo, después de bajar de sus hombros a sus brazos y pasar enseguida a sus tetas para sobarlas aún por encima de la camiseta, también empezé a quitarle ropa. Con mi camisa ya abierta del todo, le tocó a su camiseta salir por encima de su cabeza, ayudada tanto por mis manos como por sus brazos. Un precioso sujetador de encaje apareció ante mi vista y me volví a maravillar de la forma de sus pechos, la mar de tentadores y tan suaves como los recordaba. Jóvenes y tersos, con un tamaño considerable debido a sus genes, aunque no llegaran a las medidas de los otros dos pares que habitaban en mi casa.
Ella se deshizo rápido de mi camiseta y empezó a tocarme todo el torso, a lo que respondí con la continuación de mi juego con ese par de tetas que me volvían loco. Después de que sus manos pasaran repetidamente por mi torso y espalda, sus manos bajaron a desabrocharme el pantalón tejano para continuar con el proceso de desnudez como objetivo. No tuve más remedio que soltar sus tetas, pero para no separarme de ellas mientras intentaba igualar mis condiciones desabrochando también su pantalón, puse mi cabeza en aquel tentador canalillo para recrearme de lo lindo mientras lo hacía, sacando mi lengua y restregando mi cara por aquella bendita zona. Segundos después, los dos nos incorporábamos para conseguir que nuestros pantalones bajaran del todo y quedáramos en ropa interior.
Vi su conjunto. El tanga semitransparente que llevaba era una auténtica locura, y solamente lo había visto de frente. Me senté otra vez en el sofá, pero a Laura la agarré de sus caderas para que ella no lo hiciera aún y se quedara de pie. Mis manos la acompañaron amablemente a girarse y a poner su culo en su máximo esplendor delante de mi cara. Aquello me estaba poniendo malísimo. Vi muy de cerca aquella raja del culo que ocultaba por completo buena parte de la tela de su tanga, así que hice lo mismo que había hecho con sus tetas tan solo un momento antes: poner mi cara en ella, lo que me permitió sentir sus nalgas ahogarme al apretarlas contra mi nariz con mis propia manos. Aproveché que ya estaba allí para mordérselas con ganas, buscar el hilo de su tanga con mi lengua y amasar aquel culazo de campeonato. Mi lengua iba bajando, y ella empezó a arquear su cuerpo hacia adelante, para facilitarme el acceso a su coño desde detrás. Olí su esencia y comprobé como su tanga ya estaba empapado, así que lo lamí directamente.
Oí sus respiraciones cada vez más sonoras y continué con mi labor apartando su tanga para poder acceder directamente a la entrada de su vagina con mis papilas gustativas. Pronto saboreé un delicioso manjar emanando en cantidad de aquel caliente y suave agujero, empecé a disfrutarlo mientras mis manos sujetaban con firmeza su trasero en pompa, una en cada nalga. La imagen era divina: yo sentado en el sofá y ella de pie de espaldas de mi, arqueando su cuerpo y sacando su culo bien a fuera, para ofrecerme su coño jugoso y que yo pudiera degustarlo tanto como quisiera. Sus respiraciones empezaron a convertirse en gemidos algo parecidos a quejidos, pero que eran una clara expresión de un placer creciente en su cuerpo. Separé mi cara de su coño para poder decir:
-¿Vamos a la cama?
-Sí... -jadeó Laura, que se volvió a erguir para girarse y mirarme con ojos de desear mucho más de lo que ya estábamos haciendo. Subimos juntos la escalera vestidos solamente en nuestra ropa interior. En el pasillo del piso de arriba, pasamos por delante de la habitación de Marta y luego ya se encontraba la puerta de la suya. Laura detuvo su paso.
-¿En mi cama o en la tuya? -me preguntó con los ojos distraídos, como si estuviera en Babia.
-La tuya, que ya estamos aquí -dije.- Otro día en la mía, si quieres.
-Vale... -dijo ella acompañándose con un leve suspiro de deseo. La verdad es que su aparente desesperación me encantó. Era algo incluso mayor que las ganas que me solían tener mi madre o mi tía, que no eran pocas. Pero lo de Laura parecía ser como una especie de necesidad vital.
Entramos a su habitación y se sentó en su cama. Me abalancé encima de ella y la seguí besando y tocando. Llegó el momento de quitarle por fin el tanga y de tumbarla panza arriba, para empezar a lucirme de verdad y quedar bien con quien a priori tenía mucha mas experiencia que yo. Su tanga quedó colgando de su tobillo izquierdo y me acomodé para ir en serio. La verdad es que, visto a plena luz, me pareció que el coño de Laura era el más bonito que había visto nunca. Sus proporciones eran absolutamente armónicas, la curva que dibujaba su monte de venus era preciosa, las pocas zonas de pelo que se había dejado crecer lo embellecían enormemente y los labios interiores le sobresalían, aunque solo un poco, creando una imagen de lo más apetitosa.
Me moría de ganas de seguir degustándolo así que ya no me hice más de rogar y acomodé mi cabeza entre sus muslos, para empezar a comérselo tan bien como supe. La verdad es que nunca antes había metido la lengua en una vagina tan increíblemente mojada, era una pasada como se calentaba y auto-lubricaba cada vez más, excitándose con mis lamidas y atenciones. Ella me empezó a acariciar la cabeza mientras yo le daba placer. No sé cuanto rato me estuve comiendo su almeja, pero cuando ella se empezaba ya a mover muy inquieta, introduje dos de mis dedos a la ecuación. El índice y corazón de mi mano derecha entraron casi resbalando al interior de aquella vagina chorreante y allí empezaron a jugar con aquellas paredes tan suaves, hasta acabarse de centrar en el punto G de Laura, que empecé a masajear cada vez con más intensidad a la vez que mi lengua se centraba en la otra cara de la moneda: su clítoris.
Sus movimientos se convirtieron en pura tensión, todo su cuerpo se empezó a poner de los más rígido y su cintura empezó a ascender, abriéndose aún más a mi mientras su respiración se aceleraba exageradamente. Sabía que se acercaba el momento, con lo cual lo di todo sacando toda mi energía a relucir. Noté como su flujo aumentaba todavía más, así que la intensidad de su sabor creció exponencialmente y me animó a seguir para lograr el primer objetivo del día. Sus tensiones se convirtieron rápidamente en violentos temblores que se tornaron espasmos en unos segundos, así como sus respiraciones pasaron a ser gemidos que en seguida se transformaron en gritos a su vez. Presencié el orgasmo más bestia que le había visto tener a nadie hasta aquel momento. Estábamos a solas en nuestra propia casa, pero llegué a preocuparme por si algún vecino oía los gritos de Laura, aunque me encantó verla gozar de aquella manera.
Seguí lamiendo su clítoris con mucho cariño y amor, mientras aquellos grandes espasmos daban lugar a otros espasmos menos exagerados, parecidos a pequeños sobresaltos llenos de un placer delicioso que mi hermana parecía disfrutar enormemente. Sus imponentes gritos se amansaron hasta convertirse en una respiración mucho más plácida y relajada, solo interrumpida por débiles gemidos que acompañaban aquellos nuevos espasmos más tenues. Cuando su cuerpo se había relajado por completo, Laura me miró a los ojos y tan solo alcanzó a pronunciar:
-Enano…
Yo saqué mi lengua de su coño y sonreí satisfecho y orgulloso de mi hazaña. Ella me siguió mirando a los ojos, se incorporó rápidamente y me empezó a comer la boca, que seguro que aún sabía a sus intensos fluídos aunque no parecía importarle en absoluto. Yo seguí morreándola como si no hubiera un mañana, cada vez más cachondo por lo que acabábamos de presenciar. Después de agradecerme su orgasmo con mucho beso, me sacó de la cama amablemente y me puso de pie y de frente a ella, que se sentó en el borde con mi paquete endurecido a la altura de su cara.
Vi su expresión y me pareció increíble. Sus ojos denotaban una autentica fascinación por ver el bulto que lucía mis calzoncillos, como si estuviera a punto de descubrir los secretos más ocultos del universo y fuera el primer ser humano en alcanzarlos. Me puso la mano en la entrepierna y la presionó levemente, causando que me sorprendiera y emitiera un quejido bien gustoso por mi parte. Me lo empezó a masajear y cerré los ojos arqueando mi cabeza hacia arriba, mientras el ritmo de mi respiración se acomodaba a los pequeños latidos de delicioso placer que me brindaban sus caricias.
Así lo estuvo masajeando hasta que no tuvo sentido seguir con el calzoncillo puesto, por lo que me lo quitó con cuidado, haciendo que mi mástil se liberara por completo, apareciendo de repente con un salto intrépido y apuntándola a ella en señal de deseo de atenciones. Cuando mi pene detuvo su movimiento de vaivén por haberse despojado de su prisión, Laura lo agarró con la punta de sus dedos, como si fuera un tesoro, y empezó a jugar moviendo así su piel arriba y abajo, descubriendo mi herramienta, aquella vez ya sin la oscuridad de la noche de días atrás.
Con la misma expresión de devoción y de deseo, se acercó a la punta de mi polla para darle un tierno beso. Acto seguido, vinieron unos cariñosos lametones que precedieron unas suaves caricias de sus labios a lo largo de todo mi tronco, cosa que hizo que me acabara de empalmar del todo. Ella lo interpretó como una señal de que había llegado el gran momento y sonrió con algo de malicia sumada a una expresión traviesa por lo que estaba a punto de hacer.
Se metió mi polla dentro de su boca y empezó otra mamada muy parecida a la que había disfrutado una semana atrás, en el coche de nuestra madre. Aunque en aquella ocasión me dio la sensación de que tanto ella como yo lo estábamos gozando incluso más, ya que la comodidad de nuestra casa, el no tener ninguna prisa y el hecho de poder ver cada detalle a plena luz, ayudaban mucho a soltarse y abandonarse al placer absoluto. La verdad es que lo que yo sentía era como una combinación de lo que me hacía tía Isabel (con su habilidad y técnica experimentada) con lo que me hacía mi madre (con todo su amor incondicional a su propio hijo). La mamada fraternal de Laura era algo de lo que tampoco me podría cansar fácilmente.
Mi polla estaba muy dura, palpitante, caliente y bien recubierta por la saliva de mi hermana mayor. Yo no quise quedarme allí hasta que mis huevos se volvieran a vaciar en su boca, ya que quería aprovechar aquella dureza y aquellas ganas para poder meter mi polla dentro de su vagina, por fin. Sentí que literalmente quería rebentar el coño más bonito que había visto hasta aquel momento de mi vida: el de mi propia hermana. Me apetecía darle con fuerza y hacer que con aquello gozáramos los dos de lo lindo.
Me aparté de su boca a regañadientes pero por un bien mayor. Ella entendió enseguida mis intenciones y su expresión volvió a parecer la de una maníaca, con los ojos abiertos llenos de deseo y con una sonrisa casi macabra, cosa que me puso aún más cachondo. Mientras la recostaba en su propia cama, me deshice de su sujetador para comerle bien las tetas y volverlas a amasar con frenesí justo antes del siguiente acto, para el cual alcancé un preservativo de la caja que tenía ya ella preparada en su mesilla de noche.
Abrí el envoltorio intentando que las prisas no me traicionaran y el mero hecho de sacarlo no me costara más de lo que debería. Lo conseguí rápidamente y lo agarré con mis dedos para dirigirlo a la punta de mi falo y empezar a desenrollarlo. Laura se acomodaba cada vez más en su cama, abierta de piernas y con aquella mirada tan y tan deseosa de acción, con sus manos, antebrazos y codos apoyados en el colchón. Vi como se mordía el labio inferior mientras esperaba.
Con el condón puesto, me situé entre sus piernas, apoyándome en sus rodillas con mis manos para después bajar mi torso hasta su torso, hasta sentir sus tetas contra mi pecho y poder volver a besar su boca y su cuello. Mis manos fueron a sus hombros y mi polla ya buscaba instintivamente la entrada caliente y empapada de mi hermana. Solo bastó una pequeña ayuda de su mano, que la guió hasta ella para que yo diera el empuje necesario para, al fin, entrar dentro de ella.
Fue increíble notar como mi polla literalmente resbalaba en su vagina, pero a la vez sentirla incluso más apretada de lo que había experimentado antes con tía Isabel o mamá. La cara de puro éxtasis de Laura era un poema, y me apeteció volverla a besar antes de acabar de penetrarla en su totalidad. Toda mi polla estaba dentro de ella y ya solo quedaba empezar un buen vaivén para terminar de volvernos locos.
Saqué unos pocos centímetros de su interior y luego los volví a meter. Repetí el proceso repetidas veces acelerándolo en cada ocasión, hasta que oficialmente ya estaba follando el coño de mi propia hermana con todas las letras, y lo que yo en aquel momento sentía era indescriptible. La vi gozar de mis embestidas, vi como se retorcía de placer, como agarraba las sábanas, como se ponía la almohada en la cara para ahogar sus cada vez más escandalosos gemidos, y como me iba echando miradas pidiendo más y más con aquellos ojitos tan tiernos.
Era como si fuera otra persona. En aquel momento poco o nada veía de la arisca y sarcástica Laura que yo conocía. Parecía una joven universitaria adicta a la sumisión y al placer que esta le provocaba. Me puso bastante verla de aquella forma aunque también me sentí un poco raro. Cuando ya llevaba un rato bombeándola, me agarró el brazo, momento que aproveché para tener un breve respiro. Ella me dijo al oído con un susurro:
-¿Quieres cambiar de posición?
Asentí con la cabeza. No dijimos nada más y se la saqué. Yo mismo tomé la iniciativa de tumbarme en la cama panza arriba, a lo que ella me volvió a mirar llena de lujuria y se encaramó encima de mi, juntando su torso con el mío, cosa que me hacía notar el roce y peso de sus tetas contra mi pecho. Otra vez con sus dedos, ayudó a mi falo enfundado a encontrar la entrada de su agujero, y allí se terminó de sentar y acomodar, causando que nos volviéramos a sumir en el placer absoluto en cuestión de segundos.
Le agarré las nalgas y le empecé a comer otra vez las tetas sintiéndome en la gloria, momento que aproveché para empezar a hacer subir y bajar su culo y hacer que el roce de sus paredes vaginales con mi polla me volviera a extasiar por completo. En nada ya habíamos retomado un mete-saca delicioso y ella volvía a gemir, está vez con cara de desesperación y cerrando cada vez más los ojos. Empezó a gritar y me percaté de que se volvía a correr. Me pareció curioso que lo hiciera sin estimularse el clítoris, como solían hacer mamá o mi tía, que ya me habían hablado alguna vez que también existían los orgasmos puramente vaginales.
Presencié el orgasmo vaginal de Laura y escuché sus gemidos. Me pareció que no era tan exagerado como su anterior orgasmo, pero fuera como fuere la vi disfrutar mucho otra vez. Su pico de placer descendió poco a poco, a lo que ella emitía un "Mhmm..." que me encantó oír. Yo no detuve mi movimiento de caderas y ella respiraba tan relajadamente como mi apurada penetración le permitía y parecía recuperar de nuevo el aliento.
En un momento dado, fui yo quien detuvo momentáneamente mis movimientos para darme un pequeño respiro y acomodar de nuevo mi duro miembro dentro de su coño jugoso. Ella se aprovechó de aquella pequeña tregua. En su mirada se notaba que los dos orgasmos la habían dejado bastante satisfecha y que buscaba algún tipo de retorno después de haber estado tanto tiempo como la parte pasiva del encuentro. No me dejó hacer nada más y me sorprendió con algo totalmente inesperado.
Fue ella quien empezó a mover sus caderas arriba y abajo, movimiento que tanto mi madre como mi tía sabían realizar, pero no de la forma en que ella era capaz de hacerlo. Al más puro estilo del twerking profesional (que no estaba aún muy de moda en aquella época), su movimiento era hábil, veloz y preciso. Se podría decir que literalmente me estaba pajeando usando su vagina, de la cual se encargó de ir apretando sus músculos para crear una fricción todavía más enfermiza contra mi polla.
-Oh... -gemí yo totalmente pillado por sorpresa.- Laura!
Mis manos seguían sobre sus nalgas, pero ya no guiaban sus caderas para complementar rítmicamente mi velocidad de penetración, si no que simplemente se apoyaban en ellas y notaban el bestial movimiento de aquel culo que botaba arriba y abajo haciendo que la carne de sus nalgas produciera hipnóticas ondas de movimiento. Yo estaba totalmente a su merced y me encantaba.
Como su movimiento era ya indomable, decidí usar mis manos para acariciar su espalda, su vientre, su cuello, sus tetas (contra las que también frote mi cara y mi lengua) y sus labios. Fue allí cuando se metió uno de mis dedos dentro de su boca y lo mordió a la vez que su sonrisa maliciosa imperaba a pocos centímetros de mi cara. Comprendí que su actitud sumisa se había terminado con sus dos orgasmos y que había recuperado el control sobre mi. Entendí que me haría gozar hasta el final como ella quisiera.
Y así ocurrió. Enseguida noté mi polla más dura que nunca, y creo que ella también, así que los dos sabíamos lo que iba a ocurrir: Mi eyaculación estaba muy cerca y Laura no se iba a detener. Al estar al borde de mi explosión, mis manos volvieron a sus nalgas y las agarraron fuerte de nuevo. Ella hacía el movimiento principal pero yo no me rendí, intenté que mis caderas alcanzaran el ritmo de las suyas. No llegué a su nivel pero pude complementar un poco sus subidas y bajadas aferrado a su culazo.
Y allí mi polla empezó a expulsar chorros de semen espeso y caliente. Se me nubló toda la existencia durante aquel orgasmo y creo que yo mismo no pude oír los grandes gemidos que emití. Ella siguió haciéndome su "paja vaginal" a lo que yo perdía la capazidad de moverme con precisión. Fue increíblemente intenso sentir como mis manos perdían toda su fuerza y volvían simplemente a apoyar su peso en sus movidas nalgas, de las cuales pude sentir aquel increíble onduleo causado por el movimiento.
Volví a ver con claridad y a respirar más relajadamente, pero necesité al menos un minuto para conseguirlo. No nos movimos de nuestra posición en todo aquel rato, así que gozé de mis espasmos post-corrida estando aún dentro de ella y con mis manos en sus preciosas posaderas. Ella también estaba recuperando su aliento cuando me volvió a mirar a los ojos. Cuando le correspondí con mi mirada nos fundimos de nuevo en un beso apasionado, lleno de ternura y de agradecimiento por lo que acabábamos de experimentar.
. . .
Por la tarde, Marta y mamá llegaban a casa. Tanto Laura como yo nos encontrábamos en nuestras respectivas habitaciones, y evidentemente lo habíamos recogido todo, así que la escena que encontraron no podía despertar ningún tipo de sospecha por parte de la más joven de la casa.
A la hora de cenar, todo volvía a estar como siempre. Mi madre nos preguntó:
-¿Qué tal el día de estudio intensivo?
-Genial -respondimos Laura y yo casi al unísono.
Nos dimos cuenta de que habíamos hablado a la vez y nos dio una temenda vergüenza que tuvimos que disimular como pudimos. Mi madre lo notó y añadió:
-¡Que bien...! Lo vais a bordar este curso.
Asentí sonrojado. Miré a Marta instintivamente. Ella me miraba a mi y su expresión era la de curiosidad absoluta, con un punto de inocencia. Cuando nuestras miradas se encontraron, me sonrió con su habitual ternura.
Me quedé más tranquilo cuando asumí que no sospechaba nada. Era imposible que sospechara algo.
Al menos, eso era lo que yo pensaba.
CONTINUARÁ...