tocadordeto
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Sigue con la historia que da mucho morbo
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Creo que todo va a salir bien. El viejo se va a volver a follar a tu mujer y tu mientras te vas a hacer una buena paja. Cuando uno se pone cachondo ya no hay nada que lo pare...Dos semanas más tarde, volvimos al centro comercial. Dejamos a las niñas en el parque de bolas, y Silvia y yo recorrimos los pasillos entrando en varias tiendas. Mi mujer quería comprarse ropa para el trabajo y un par de zapatos de verano.
Me costó convencerla para que no se quitara los pantalones vaqueros que se había estado probando en casa antes de salir. Con mucho esfuerzo consiguió abrocharlos, era evidente que había ganado unos kilos, pero una vez que lograba metérselos le sentaban espectacular. Su tremendo culo y sus anchas caderas luchaban con reventar cada costura del pantalón.
¡No podía ir más apretada la cabrona!
Si a eso le sumábamos un polo amarillo de manga corta, con el que no enseñaba escote, pero con el que se le marcaban las tetas de manera exagerada, no me extrañó que unos cuantos tíos se giraran para ver bien a Silvia cuando nos cruzamos con ellos.
Y lo peor fue cuando nos encontramos de nuevo al merodeador del cine, se encontraba junto a la tienda de animales hablando con el dueño, y nos extrañó mucho verlo allí. Casualmente teníamos que entrar porque le queríamos dar una sorpresa a la peque mayor y regalarle un hámster que nos llevaba tiempo pidiendo.
Por un momento dudé qué hacer, pero Silvia lo tuvo mucho más claro y decidida se metió en la tienda. Al pasar a su lado el viejo le pegó un repaso de arriba abajo antes de darnos las “buenas tardes”, luego entró detrás de nosotros y disimuló como si estuviera mirando los peces que había al fondo. Yo me lo quedé mirando detenidamente, si él no se cortaba, yo tampoco, esta vez pude verlo bien y no me intimidó tanto como en el cine. Era un señor mayor que tendría sobre 60 años, más bajito que yo, aunque bastante más ancho y corpulento y llevaba una camisa blanca de manga corta veraniega con un par de botones desabrochados, enseñando los pelos canosos del pecho.
Mi mujer llamó al dueño y nos estuvo explicando un poco los cuidados del animal y también nos enseñó un par de jaulas para guardar al hámster. El señor de unos 50 años no eran tan descarado como su amigo, pero mientras hablaba con Silvia se le escaparon un par de veces los ojos a sus tetazas. Luego mi mujer se fue con él al mostrador y el mirón del cine se acercó a tres metros de ella fijándose en su culazo detenidamente, incluso me pareció que llegó a acomodarse el paquete mientras lo hacía.
Entonces me acerqué a él poniéndome delante para que no siguiera babeando con el culo de Silvia. Él subió la cabeza y me encontró frente a él desafiándole con la mirada.
―¿Todo bien? ―le pregunté.
―Sí, ¿por qué, pasa algo?
―No sé, parecía que nos estabas siguiendo...
―¿Que os estaba siguiendo?, no, hombre, no, solo estaba dando una vuelta por la tienda de mi amigo, Nicolás...
―Ahh, es que me parecía...
Silvia, que estaba pagando la compra, se giró con la jaula en la mano y me encontró hablando con el señor que meses atrás se la había follado en el cine. La escena cuanto menos era curiosa. Yo delante del tío con los brazos en jarra, Silvia detrás de mí con la jaula en la mano y el viejo reculando y haciéndose el buenazo.
―Santi, ¿pasa algo? ―me preguntó mi mujer.
―Sí, ya nos vamos... entonces, ¿todo bien? ―dije avanzando unos pasos para ponerme a la altura del mirón y apoyar una mano en su hombro.
―Sí, claro, sin problemas ―me respondió levantando los brazos en son de paz.
Envalentonado me di la vuelta y salí de la tienda agarrando a Silvia de la cintura mientras le daba un suave cachete en el culo, para que ese viejo viera quién era el macho que se la follaba.
Por la noche, ya en casa, Silvia me preguntó qué es lo que había estado hablando con ese tío.
―Es que te estaba mirando de una manera que no me gustaba nada y he tenido que ir a decirle cuatro cosas, ¿has visto cómo se ha acojonado el pobre?, ja, ja, ja, creo que ese cretino no es tan duro como se cree, en cuanto le plantas cara se achanta a la más mínima, si te digo la verdad, me ha gustado dejarle las cosas claras..., creo que no le han dado nunca un escarmiento, no sé a cuántas parejas le habrá hecho lo mismo que a nosotros, aquel día del cine se aprovechó viendo que estábamos muy cachondos, por eso te dije el otro día lo de darle una lección...
―No empieces con eso, Santi, lo que pasó ya no tiene solución, yo no quiero ir al cine a hacer nada delante de ese asqueroso..., para que encima se haga una paja a nuestra costa...
―Le tenías que haber visto cómo te miraba el culo, joder, ¡es que no se corta un pelo!
―¿Me estaba mirando el culo?
―Sí, cuando estabas en la caja, se puso detrás de ti y vamos, es que ni disimulaba... incluso se tocó el paquete, no me extrañaría que hasta se le hubiera puesto dura..., y el dueño de la tienda lo mismo, te ha pegado un buen repaso.
―Anda, deja de decir tonterías, pero muchas gracias por haber sacado la cara por mí...
―Es lo mínimo que podía hacer... después de...
―Deja de darle vueltas al asunto, Santi.
―¡Es que no me lo puedo sacar de la cabeza!, me siento fatal por haberte dejado en manos de ese cabrón, ¡cada vez que me acuerdo me hierve la sangre!, quedé como un gilipollas y... Silvia, ¡te lo pido por favor!, tienes que dejarme hacer esto.
―¿Pero hacer el qué...?
―Pues ya sabes a lo que se dedica ese tipo, siempre está por los cines, esperando en la entrada a la caza de parejas, le gusta mirar y aprovecharse de sus momentos de intimidad...
―¿Y qué estás pensando?
―Quiero resarcirme..., me gustaría enrollarme contigo en el cine delante de él, que vea cómo lo hacemos..., y cuando se acerque a nosotros, que ten por seguro que lo hará, volver a plantarle cara, como esta tarde.
―¡Menudo plan más ridículo!, a ver si lo he entendido bien..., me estás pidiendo que nos lo montemos en el cine delante de un pervertido mirón, vamos a hacer lo que a él le gusta, darle el espectáculo para que se haga una paja a nuestra costa.
―Ehhh, bueno, no lo decía...
―Ese tío es un mirón y va al cine a espiar a las parejas, si nos enrollamos y dejamos que nos vea, se habrá vuelto a salir con la suya.
―Sí, pero seguro que después de lo que pasó se acerca y va a querer tocarte, ese no se va a conformar solo con mirar... y cuando venga...
―¿Qué vas a hacer?
―Pararle los pies, estoy dispuesto a llegar a donde haga falta, incluso si se pone violento o agresivo no me voy a detener, si me busca me va a encontrar..., aunque no creo que haga falta llegar a esos extremos, hoy le he dejado las cosas bien claritas..., te quiero follar delante de él, necesito hacerlo, Silvia... por favor...
―¡Todo esto es absurdo, Santi!, no vamos a follar con ese tío a nuestro lado.
―¿Por qué?, así podría sacarme la espinita de la otra vez y si lo piensas bien tendría su morbo, es muy excitante follar mientras nos mira.
―¿Y si te vuelves a poner cachondo como la otra vez?
―Eso no va a pasar... por muy caliente que esté no voy a permitir que ese cerdo te toque un pelo...
―No sé, Santi..., aquella noche perdimos el control de la situación.
Vi las dudas en el rostro de mi mujer, por primera vez parecía que se estaba pensando lo de montárnoslo en el cine delante del pervertido mirón. Yo necesitaba hacerlo, quería demostrarle a Silvia que lo que pasó la otra vez fue fruto de un calentón y que nos pilló desprevenidos, pero ahora estaríamos preparados para recibirle.
Íbamos a pasar un buen rato jugando con aquel tío. Ni se imaginaba que ahora sería él el que saldría humillado de la oscura sala del cine.
Ya solo me faltaba un último empujoncito y convencer a mi mujer del todo para llevar a cabo nuestro alocado plan.
¿Qué podía salir mal?
Es brutal como escribes, sigue así... Aunque yo también opino que la idea que tiene en mente no va a salir como él cree...Dos semanas más tarde, volvimos al centro comercial. Dejamos a las niñas en el parque de bolas, y Silvia y yo recorrimos los pasillos entrando en varias tiendas. Mi mujer quería comprarse ropa para el trabajo y un par de zapatos de verano.
Me costó convencerla para que no se quitara los pantalones vaqueros que se había estado probando en casa antes de salir. Con mucho esfuerzo consiguió abrocharlos, era evidente que había ganado unos kilos, pero una vez que lograba metérselos le sentaban espectacular. Su tremendo culo y sus anchas caderas luchaban con reventar cada costura del pantalón.
¡No podía ir más apretada la cabrona!
Si a eso le sumábamos un polo amarillo de manga corta, con el que no enseñaba escote, pero con el que se le marcaban las tetas de manera exagerada, no me extrañó que unos cuantos tíos se giraran para ver bien a Silvia cuando nos cruzamos con ellos.
Y lo peor fue cuando nos encontramos de nuevo al merodeador del cine, se encontraba junto a la tienda de animales hablando con el dueño, y nos extrañó mucho verlo allí. Casualmente teníamos que entrar porque le queríamos dar una sorpresa a la peque mayor y regalarle un hámster que nos llevaba tiempo pidiendo.
Por un momento dudé qué hacer, pero Silvia lo tuvo mucho más claro y decidida se metió en la tienda. Al pasar a su lado el viejo le pegó un repaso de arriba abajo antes de darnos las “buenas tardes”, luego entró detrás de nosotros y disimuló como si estuviera mirando los peces que había al fondo. Yo me lo quedé mirando detenidamente, si él no se cortaba, yo tampoco, esta vez pude verlo bien y no me intimidó tanto como en el cine. Era un señor mayor que tendría sobre 60 años, más bajito que yo, aunque bastante más ancho y corpulento y llevaba una camisa blanca de manga corta veraniega con un par de botones desabrochados, enseñando los pelos canosos del pecho.
Mi mujer llamó al dueño y nos estuvo explicando un poco los cuidados del animal y también nos enseñó un par de jaulas para guardar al hámster. El señor de unos 50 años no eran tan descarado como su amigo, pero mientras hablaba con Silvia se le escaparon un par de veces los ojos a sus tetazas. Luego mi mujer se fue con él al mostrador y el mirón del cine se acercó a tres metros de ella fijándose en su culazo detenidamente, incluso me pareció que llegó a acomodarse el paquete mientras lo hacía.
Entonces me acerqué a él poniéndome delante para que no siguiera babeando con el culo de Silvia. Él subió la cabeza y me encontró frente a él desafiándole con la mirada.
―¿Todo bien? ―le pregunté.
―Sí, ¿por qué, pasa algo?
―No sé, parecía que nos estabas siguiendo...
―¿Que os estaba siguiendo?, no, hombre, no, solo estaba dando una vuelta por la tienda de mi amigo, Nicolás...
―Ahh, es que me parecía...
Silvia, que estaba pagando la compra, se giró con la jaula en la mano y me encontró hablando con el señor que meses atrás se la había follado en el cine. La escena cuanto menos era curiosa. Yo delante del tío con los brazos en jarra, Silvia detrás de mí con la jaula en la mano y el viejo reculando y haciéndose el buenazo.
―Santi, ¿pasa algo? ―me preguntó mi mujer.
―Sí, ya nos vamos... entonces, ¿todo bien? ―dije avanzando unos pasos para ponerme a la altura del mirón y apoyar una mano en su hombro.
―Sí, claro, sin problemas ―me respondió levantando los brazos en son de paz.
Envalentonado me di la vuelta y salí de la tienda agarrando a Silvia de la cintura mientras le daba un suave cachete en el culo, para que ese viejo viera quién era el macho que se la follaba.
Por la noche, ya en casa, Silvia me preguntó qué es lo que había estado hablando con ese tío.
―Es que te estaba mirando de una manera que no me gustaba nada y he tenido que ir a decirle cuatro cosas, ¿has visto cómo se ha acojonado el pobre?, ja, ja, ja, creo que ese cretino no es tan duro como se cree, en cuanto le plantas cara se achanta a la más mínima, si te digo la verdad, me ha gustado dejarle las cosas claras..., creo que no le han dado nunca un escarmiento, no sé a cuántas parejas le habrá hecho lo mismo que a nosotros, aquel día del cine se aprovechó viendo que estábamos muy cachondos, por eso te dije el otro día lo de darle una lección...
―No empieces con eso, Santi, lo que pasó ya no tiene solución, yo no quiero ir al cine a hacer nada delante de ese asqueroso..., para que encima se haga una paja a nuestra costa...
―Le tenías que haber visto cómo te miraba el culo, joder, ¡es que no se corta un pelo!
―¿Me estaba mirando el culo?
―Sí, cuando estabas en la caja, se puso detrás de ti y vamos, es que ni disimulaba... incluso se tocó el paquete, no me extrañaría que hasta se le hubiera puesto dura..., y el dueño de la tienda lo mismo, te ha pegado un buen repaso.
―Anda, deja de decir tonterías, pero muchas gracias por haber sacado la cara por mí...
―Es lo mínimo que podía hacer... después de...
―Deja de darle vueltas al asunto, Santi.
―¡Es que no me lo puedo sacar de la cabeza!, me siento fatal por haberte dejado en manos de ese cabrón, ¡cada vez que me acuerdo me hierve la sangre!, quedé como un gilipollas y... Silvia, ¡te lo pido por favor!, tienes que dejarme hacer esto.
―¿Pero hacer el qué...?
―Pues ya sabes a lo que se dedica ese tipo, siempre está por los cines, esperando en la entrada a la caza de parejas, le gusta mirar y aprovecharse de sus momentos de intimidad...
―¿Y qué estás pensando?
―Quiero resarcirme..., me gustaría enrollarme contigo en el cine delante de él, que vea cómo lo hacemos..., y cuando se acerque a nosotros, que ten por seguro que lo hará, volver a plantarle cara, como esta tarde.
―¡Menudo plan más ridículo!, a ver si lo he entendido bien..., me estás pidiendo que nos lo montemos en el cine delante de un pervertido mirón, vamos a hacer lo que a él le gusta, darle el espectáculo para que se haga una paja a nuestra costa.
―Ehhh, bueno, no lo decía...
―Ese tío es un mirón y va al cine a espiar a las parejas, si nos enrollamos y dejamos que nos vea, se habrá vuelto a salir con la suya.
―Sí, pero seguro que después de lo que pasó se acerca y va a querer tocarte, ese no se va a conformar solo con mirar... y cuando venga...
―¿Qué vas a hacer?
―Pararle los pies, estoy dispuesto a llegar a donde haga falta, incluso si se pone violento o agresivo no me voy a detener, si me busca me va a encontrar..., aunque no creo que haga falta llegar a esos extremos, hoy le he dejado las cosas bien claritas..., te quiero follar delante de él, necesito hacerlo, Silvia... por favor...
―¡Todo esto es absurdo, Santi!, no vamos a follar con ese tío a nuestro lado.
―¿Por qué?, así podría sacarme la espinita de la otra vez y si lo piensas bien tendría su morbo, es muy excitante follar mientras nos mira.
―¿Y si te vuelves a poner cachondo como la otra vez?
―Eso no va a pasar... por muy caliente que esté no voy a permitir que ese cerdo te toque un pelo...
―No sé, Santi..., aquella noche perdimos el control de la situación.
Vi las dudas en el rostro de mi mujer, por primera vez parecía que se estaba pensando lo de montárnoslo en el cine delante del pervertido mirón. Yo necesitaba hacerlo, quería demostrarle a Silvia que lo que pasó la otra vez fue fruto de un calentón y que nos pilló desprevenidos, pero ahora estaríamos preparados para recibirle.
Íbamos a pasar un buen rato jugando con aquel tío. Ni se imaginaba que ahora sería él el que saldría humillado de la oscura sala del cine.
Ya solo me faltaba un último empujoncito y convencer a mi mujer del todo para llevar a cabo nuestro alocado plan.
¿Qué podía salir mal?
Se acerca el momento...3
Todavía me costó tres meses más para que Silvia aceptara pasar una caliente noche en el cine y darle el escarmiento que se merecía el viejo mirón. Tres meses a pico y pala, erre que erre, sacando el tema cada vez que follábamos, cuando lo veíamos por el centro comercial, insistiendo, poniéndome muy, pero que muy pesado.
Y al final Silvia, solo por no aguantarme más, aceptó.
“Una vez y ni se te ocurra volver a sacar el tema, ¿entendido?, te lo digo muy en serio”, me advirtió mi mujer para que dejara ya de atosigarla.
Enseguida nos pusimos manos a la obra, no queríamos fallos y tenía que salir bien todo lo que habíamos ideado. A mediados de septiembre, un sábado por la tarde dejamos a las niñas con la hermana de Silvia y fuimos al centro comercial.
No elegimos película, ni sabíamos los horarios. Nada. Eso lo decidiríamos sobre la marcha cuando llegáramos al cine. En la misma entrada nos quedamos mirando la cartelera, y el viejo, de momento no estaba por allí.
―No está... ―dije yo buscándole en todas las direcciones.
―Bueno, pues mejor, elegimos una peli y la vemos tú y yo, tranquilitos...
―Nooooo, Silvia, ese no era el trato, vamos a esperar un poco...
Hicimos tiempo viendo las películas de la cartelera y leyendo las críticas que había sobre ellas. La situación era absurda, estuvimos casi una hora los dos, esperando que apareciera el viejo para que nos viera. Como no venía fuimos a dar una vuelta por el centro comercial y subimos a la planta alta a picotear algo.
Sobre las nueve y media regresamos al cine, y ¡bingo!, allí se encontraba el mirón, por la zona de las taquillas.
―Ahí está ―afirmó Silvia agarrándose a mi brazo con fuerza.
Nos reconoció en cuanto nos vio y se puso a la cola de la taquilla detrás de nosotros. Escuchó perfectamente a qué sala íbamos a entrar, de todas formas, yo lo dije bien alto cuando hablé con la taquillera, para que él no tuviera dudas y en cuanto compramos las entradas pasamos a las salas para aprovisionarnos con un buen cargamento de palomitas y dos coca colas.
Sentí la sucia mirada del viejo en el trasero de Silvia. Me giré mientras pagaba los refrescos y no nos perdía de vista, como si fuera un colega que va a entrar con nosotros. Se quedó esperando con tranquilidad a que termináramos y en cuanto echamos a andar por el pasillo nos siguió a una distancia prudencial.
Iba vestido de una manera muy parecida a la otra vez, con unos pantalones vaqueros desgastados y una camisa de franela a cuadros de manga larga, a pesar del calor que hacía. La que iba más fresca era Silvia, que esta vez había elegido un vestido veraniego de tirantes finos de color blanco y azul, con una falda amplia que casi rozaba el suelo.
Lo más llamativo de su vestido era el escotazo que le hacía, y ya más de uno se había girado en el centro comercial para ver qué tal trasero tenía la rubia de las tetas gigantes. A mí me encantaba que fuera así vestida, y me gustó que Silvia quisiera lucirse, sabiendo que era más que probable que nos encontráramos con el mirón.
Antes de entrar en la sala, nos cruzamos con un chico de seguridad, tendría sobre 30 años y eso parece que le dio algo de tranquilidad a mi mujer. Eso sí, el segurata también le pegó un buen repaso visual a Silvia, era un tipo extraño, y ¡menudas pintas tenía con esas gafas de culo de vaso!
Mi mujer se giró para comprobar que el viejo estaba detrás de nosotros y rápidamente volvió la cabeza al verse sorprendida por él.
―Nos está siguiendo ―me informó Silvia con voz nerviosa.
―Lo sé, lo he visto antes donde las palomitas, no te preocupes por él, el plan va según lo previsto...
―No lo veo nada claro, Santi, todavía estamos a tiempo de echarnos para atrás...
―No te preocupes..., yo creo que lo vamos a pasar muy bien..., ¡uf, me estás poniendo mucho con ese vestidito que te has puesto hoy!
―Venga, anda, vamos a entrar...
David eres el mejor creando situaciones cada vez mas morbosas y poco a poco llegando al climax.3
Todavía me costó tres meses más para que Silvia aceptara pasar una caliente noche en el cine y darle el escarmiento que se merecía el viejo mirón. Tres meses a pico y pala, erre que erre, sacando el tema cada vez que follábamos, cuando lo veíamos por el centro comercial, insistiendo, poniéndome muy, pero que muy pesado.
Y al final Silvia, solo por no aguantarme más, aceptó.
“Una vez y ni se te ocurra volver a sacar el tema, ¿entendido?, te lo digo muy en serio”, me advirtió mi mujer para que dejara ya de atosigarla.
Enseguida nos pusimos manos a la obra, no queríamos fallos y tenía que salir bien todo lo que habíamos ideado. A mediados de septiembre, un sábado por la tarde dejamos a las niñas con la hermana de Silvia y fuimos al centro comercial.
No elegimos película, ni sabíamos los horarios. Nada. Eso lo decidiríamos sobre la marcha cuando llegáramos al cine. En la misma entrada nos quedamos mirando la cartelera, y el viejo, de momento no estaba por allí.
―No está... ―dije yo buscándole en todas las direcciones.
―Bueno, pues mejor, elegimos una peli y la vemos tú y yo, tranquilitos...
―Nooooo, Silvia, ese no era el trato, vamos a esperar un poco...
Hicimos tiempo viendo las películas de la cartelera y leyendo las críticas que había sobre ellas. La situación era absurda, estuvimos casi una hora los dos, esperando que apareciera el viejo para que nos viera. Como no venía fuimos a dar una vuelta por el centro comercial y subimos a la planta alta a picotear algo.
Sobre las nueve y media regresamos al cine, y ¡bingo!, allí se encontraba el mirón, por la zona de las taquillas.
―Ahí está ―afirmó Silvia agarrándose a mi brazo con fuerza.
Nos reconoció en cuanto nos vio y se puso a la cola de la taquilla detrás de nosotros. Escuchó perfectamente a qué sala íbamos a entrar, de todas formas, yo lo dije bien alto cuando hablé con la taquillera, para que él no tuviera dudas y en cuanto compramos las entradas pasamos a las salas para aprovisionarnos con un buen cargamento de palomitas y dos coca colas.
Sentí la sucia mirada del viejo en el trasero de Silvia. Me giré mientras pagaba los refrescos y no nos perdía de vista, como si fuera un colega que va a entrar con nosotros. Se quedó esperando con tranquilidad a que termináramos y en cuanto echamos a andar por el pasillo nos siguió a una distancia prudencial.
Iba vestido de una manera muy parecida a la otra vez, con unos pantalones vaqueros desgastados y una camisa de franela a cuadros de manga larga, a pesar del calor que hacía. La que iba más fresca era Silvia, que esta vez había elegido un vestido veraniego de tirantes finos de color blanco y azul, con una falda amplia que casi rozaba el suelo.
Lo más llamativo de su vestido era el escotazo que le hacía, y ya más de uno se había girado en el centro comercial para ver qué tal trasero tenía la rubia de las tetas gigantes. A mí me encantaba que fuera así vestida, y me gustó que Silvia quisiera lucirse, sabiendo que era más que probable que nos encontráramos con el mirón.
Antes de entrar en la sala, nos cruzamos con un chico de seguridad, tendría sobre 30 años y eso parece que le dio algo de tranquilidad a mi mujer. Eso sí, el segurata también le pegó un buen repaso visual a Silvia, era un tipo extraño, y ¡menudas pintas tenía con esas gafas de culo de vaso!
Mi mujer se giró para comprobar que el viejo estaba detrás de nosotros y rápidamente volvió la cabeza al verse sorprendida por él.
―Nos está siguiendo ―me informó Silvia con voz nerviosa.
―Lo sé, lo he visto antes donde las palomitas, no te preocupes por él, el plan va según lo previsto...
―No lo veo nada claro, Santi, todavía estamos a tiempo de echarnos para atrás...
―No te preocupes..., yo creo que lo vamos a pasar muy bien..., ¡uf, me estás poniendo mucho con ese vestidito que te has puesto hoy!
―Venga, anda, vamos a entrar...
Paciencia Mario, tendrás seis libros más para seguir "gozando" con esta saga."-Venga, anda vamos a entrar..."
Uf, es una tortura, entran o no?
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