RomeoAmor
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Para que no se pierda en el olvido, traslado mis relatos a este foro:
Saludos a todos l@s forer@s.
Mi nick es Romeo Amor, vivo en la zona norte de España, rondo casi los cuarenta y me dispongo a contar en una serie de relatos, de mis aventuras y desventuras en el sexo y el amor.
Las historias que relataré están basadas en hechos reales. A todas las pondré un título por encima, por si acaso llega el momento de hacer pausas y contar otras distintas, para que no os perdáis, aunque trataré de llevar un orden.
Son vivencias que datan desde mi adolescencia hasta hoy en día, con toques evolutivos que van desde la ingenuidad, inseguridad, madurez, perfeccionamiento y dominación.
Algunas ya las he escrito hace tiempo, otras serán nuevas. Pero sobre todo la intención es que las disfrutéis. No soy buen escritor; esto no es lo mío, pero seguro que os gustarán mis vivencias.
Comenzaré con una de mis historias favoritas.
La vecina de enfrente
Dentro de mis experiencias, siempre me ha gustado destacar la que me ocurrió con la vecina de enfrente del edificio donde vivía hace años.
Estamos en verano de 2007. Hacia unos cuantos meses que había roto con mi novia, con la cual llegue a estar saliendo cerca de cinco años. Una relación con altibajos que un día, tras una discusión, decidí dar por terminada. Tenía 24 años, una sola chica conocida en mis experiencias sexuales y mucho por descubrir.
De esta forma volví a ponerme a rodar en el mercado del amor y el sexo, que como os digo, solo había tenido experiencias con mi ex-novia.
Durante esos cinco años llegamos a hacer de todo dentro de lo que se entiende por normal en una relación heterosexual: besos, sexo oral, penetración vaginal, penetración anal, etc Siempre consideré esta relación amorosa como bastante buena dentro del entorno sexual pese al inconveniente relativo que suponía el grosor de mi pene, el cual le producía cierto dolor en las primeras embestidas y el cual la dejaba el coño bastante escocido tras el acto. Pero esto ya lo contaré en otra serie de historias; en otro momento.
Como iba diciendo, tras esto, me tiré cerca de unos cuantos meses sin probar cacho. Muchas veces quedaba con mi ex para ver que tal nos iba y terminábamos follando como locos hasta que ya un día me dijo nunca más. Ella me seguía queriendo y follar conmigo solo le producía daño en su corazón. Mis ansias de sexo (que siempre fueron muchas) me tuvieron masturbándome todos los días durante meses dado que nunca había sido bueno ligando y tampoco tenía a nadie detrás con quien quemar mis ansias de coño caliente.
Pero todo esto cambió el día que conocí a la hija de la vecina de enfrente donde vivía por aquel entonces. Mi ciudad es pequeña, y este era un edificio donde el contacto con los vecinos era más bien poca ya que siempre había ido a lo mío, sin entablar mucha conversación. Con la hija de la vecina de enfrente había coincidido muy poco y más bien de refilón. En otras palabras que nunca me había fijado en ella hasta que un día llamó a mi puerta su madre con la cual había cierta cordialidad (madurita divorciada que hablaba hasta con las piedras).
Esta iba acompañada de una carpeta y bolígrafo en mano:
- Hola Romeo ¿qué tal estas? ¿Estás muy ocupado? - me soltó.
- No, que va.- con cara desinteresada total. Es una vecina que realmente nunca me ha caído bien porque siempre me ha parecido muy cotilla y pesada.- Dime ¿Qué querías?
- Veras, esta es mi hija, Verónica.
Mmm, Verónica, eh. Ahora sí que pude contemplarla de arriba a abajo. Morena de piel, cabello largo y castaño, ojos marrones, sonrisa traviesa, un poco rellenita sin llegar a estar gorda y la joya de la corona: unos pechos enormes. Me preguntaba si entrarían en la palma de mi mano. Ésta vestía como la típica choni de 21 años salida de una discoteca, hipermaquillada y con pendientes de aro. No obstante, la chica era guapa y de inmediato me empezó a dar morbo.
- Ah, hola, yo soy Romeo.- me acerqué a ella y nos dimos dos besos. Ella sonrió y me espetó un hola un tanto avergonzada.
- Veras, Romeo. Mi hija está estudiando enfermería y le han mandado hacer un trabajo que consiste en recolectar datos en la zona donde vive para saber el índice de diabéticos que hay por aquí. Es un test muy sencillo Ella no se atrevía a llamar a la gente y la estoy animando, y como tú eres muy simpático, seguro que no te niegas a contestar ¿a qué no?
Mi cara era un poco incrédula, pues daba por hecho que una chica de esa edad ya debería valerse por ella misma para salir de esta clase de apuros pero se lo perdone, ya que estaba buena y me interesaba conocerla un poco más.
- Claro que no, sin problema.
- Ah, pues muy bien. Gracias Romeo. Yo me tengo que ir. Aquí te dejo con ella.
- Ok, vale. No se preocupe.- la madre cogió el ascensor y se fue, dejándonos a los dos solos delante de la puerta de mi casa, entreabierta. - Bueno Verónica, pues tú me dirás.- lanzándole una sonrisa de complicidad.
- Ya lo siento. Es que me daba un poco de vergüenza.
- Nada, mujer. No te preocupes, venga dime.
Verónica comenzó a lanzarme una ristra de preguntas comunes sobre mi edad, donde había nacido, donde vivía, donde trabajaba, etc...
- Ey, ahora ya sabes muchas cosas de mí, eh. Jajajaja.- le dije mientras reíamos los dos.
- Pues ya, jajaja. Con esto ya está hecho. Espero que no te haya molestado mucho.- mientras su mirada se clavaba profundamente en la mía sin dejar de sonreír, como una chica traviesa. Es ahí cuando empecé a pensar que le había gustado.
- Sin problema. No te apures, jejeje. Oye, ¿llevas mucho viviendo aquí?
- No, hace unas semanas. Antes vivía con mi padre y solo visitaba a mi madre a veces, pero ahora me he venido aquí a estar con ella.
- Ahhh, así que te veía tan poco. Bueno, ahora ya se algo de ti, jajaja.
- Si, jajaja.
- Oye, pues nada, a ver si coincidimos más.
- Jajaja, vale, vale.
Sin más, nos despedimos con dos besos y cerré la puerta. Me había fijado en cómo me había mirado y me dio una corazonada. O era una chica maja, o sencillamente tenía ganas de conocerme más a fondo. La chica me había atraído, estaba bastante bien, y hacía meses que no tenía nada con nadie. Tal vez esta era con la que volver a descargar el potencial guardado tras la ruptura con mi ex.
Los días iban pasando y alguna que otra vez coincidíamos en el portal o en el ascensor del edificio. Siempre nos saludábamos con una sonrisa de complicidad y una mirada de querer comernos el uno al otro.
Como no las tenía todas conmigo, pues soy precavido y algo vergonzoso, nunca me lanzaba a algo más, hasta que un día llegué en mi moto y me crucé con ella por la calle donde viviamos, tocando el claxon para saludar, lo cual fue correspondido con una mano en alto y una sonrisa.
Aparqué en frente del portal y subí a casa. Estaba tomándome un café y asomado a la ventana cuando pude ver como Verónica regresaba con una barra de pan. Al pasar al lado de mi motocicleta, esta se quedó mirándola embobada. Alzó su mano y la estuvo tocando un poco con suavidad: manillar, depósito, asiento... Al ver esto se me quitaron las dudas que tenía y ya sabía que iba a ser mía. Pensé que a esta chica no había duda de que le atraía y corto ni perezoso salí de casa y me metí en el ascensor con intención de cruzarme con ella.
Saludos a todos l@s forer@s.
Mi nick es Romeo Amor, vivo en la zona norte de España, rondo casi los cuarenta y me dispongo a contar en una serie de relatos, de mis aventuras y desventuras en el sexo y el amor.
Las historias que relataré están basadas en hechos reales. A todas las pondré un título por encima, por si acaso llega el momento de hacer pausas y contar otras distintas, para que no os perdáis, aunque trataré de llevar un orden.
Son vivencias que datan desde mi adolescencia hasta hoy en día, con toques evolutivos que van desde la ingenuidad, inseguridad, madurez, perfeccionamiento y dominación.
Algunas ya las he escrito hace tiempo, otras serán nuevas. Pero sobre todo la intención es que las disfrutéis. No soy buen escritor; esto no es lo mío, pero seguro que os gustarán mis vivencias.
Comenzaré con una de mis historias favoritas.
La vecina de enfrente
Dentro de mis experiencias, siempre me ha gustado destacar la que me ocurrió con la vecina de enfrente del edificio donde vivía hace años.
Estamos en verano de 2007. Hacia unos cuantos meses que había roto con mi novia, con la cual llegue a estar saliendo cerca de cinco años. Una relación con altibajos que un día, tras una discusión, decidí dar por terminada. Tenía 24 años, una sola chica conocida en mis experiencias sexuales y mucho por descubrir.
De esta forma volví a ponerme a rodar en el mercado del amor y el sexo, que como os digo, solo había tenido experiencias con mi ex-novia.
Durante esos cinco años llegamos a hacer de todo dentro de lo que se entiende por normal en una relación heterosexual: besos, sexo oral, penetración vaginal, penetración anal, etc Siempre consideré esta relación amorosa como bastante buena dentro del entorno sexual pese al inconveniente relativo que suponía el grosor de mi pene, el cual le producía cierto dolor en las primeras embestidas y el cual la dejaba el coño bastante escocido tras el acto. Pero esto ya lo contaré en otra serie de historias; en otro momento.
Como iba diciendo, tras esto, me tiré cerca de unos cuantos meses sin probar cacho. Muchas veces quedaba con mi ex para ver que tal nos iba y terminábamos follando como locos hasta que ya un día me dijo nunca más. Ella me seguía queriendo y follar conmigo solo le producía daño en su corazón. Mis ansias de sexo (que siempre fueron muchas) me tuvieron masturbándome todos los días durante meses dado que nunca había sido bueno ligando y tampoco tenía a nadie detrás con quien quemar mis ansias de coño caliente.
Pero todo esto cambió el día que conocí a la hija de la vecina de enfrente donde vivía por aquel entonces. Mi ciudad es pequeña, y este era un edificio donde el contacto con los vecinos era más bien poca ya que siempre había ido a lo mío, sin entablar mucha conversación. Con la hija de la vecina de enfrente había coincidido muy poco y más bien de refilón. En otras palabras que nunca me había fijado en ella hasta que un día llamó a mi puerta su madre con la cual había cierta cordialidad (madurita divorciada que hablaba hasta con las piedras).
Esta iba acompañada de una carpeta y bolígrafo en mano:
- Hola Romeo ¿qué tal estas? ¿Estás muy ocupado? - me soltó.
- No, que va.- con cara desinteresada total. Es una vecina que realmente nunca me ha caído bien porque siempre me ha parecido muy cotilla y pesada.- Dime ¿Qué querías?
- Veras, esta es mi hija, Verónica.
Mmm, Verónica, eh. Ahora sí que pude contemplarla de arriba a abajo. Morena de piel, cabello largo y castaño, ojos marrones, sonrisa traviesa, un poco rellenita sin llegar a estar gorda y la joya de la corona: unos pechos enormes. Me preguntaba si entrarían en la palma de mi mano. Ésta vestía como la típica choni de 21 años salida de una discoteca, hipermaquillada y con pendientes de aro. No obstante, la chica era guapa y de inmediato me empezó a dar morbo.
- Ah, hola, yo soy Romeo.- me acerqué a ella y nos dimos dos besos. Ella sonrió y me espetó un hola un tanto avergonzada.
- Veras, Romeo. Mi hija está estudiando enfermería y le han mandado hacer un trabajo que consiste en recolectar datos en la zona donde vive para saber el índice de diabéticos que hay por aquí. Es un test muy sencillo Ella no se atrevía a llamar a la gente y la estoy animando, y como tú eres muy simpático, seguro que no te niegas a contestar ¿a qué no?
Mi cara era un poco incrédula, pues daba por hecho que una chica de esa edad ya debería valerse por ella misma para salir de esta clase de apuros pero se lo perdone, ya que estaba buena y me interesaba conocerla un poco más.
- Claro que no, sin problema.
- Ah, pues muy bien. Gracias Romeo. Yo me tengo que ir. Aquí te dejo con ella.
- Ok, vale. No se preocupe.- la madre cogió el ascensor y se fue, dejándonos a los dos solos delante de la puerta de mi casa, entreabierta. - Bueno Verónica, pues tú me dirás.- lanzándole una sonrisa de complicidad.
- Ya lo siento. Es que me daba un poco de vergüenza.
- Nada, mujer. No te preocupes, venga dime.
Verónica comenzó a lanzarme una ristra de preguntas comunes sobre mi edad, donde había nacido, donde vivía, donde trabajaba, etc...
- Ey, ahora ya sabes muchas cosas de mí, eh. Jajajaja.- le dije mientras reíamos los dos.
- Pues ya, jajaja. Con esto ya está hecho. Espero que no te haya molestado mucho.- mientras su mirada se clavaba profundamente en la mía sin dejar de sonreír, como una chica traviesa. Es ahí cuando empecé a pensar que le había gustado.
- Sin problema. No te apures, jejeje. Oye, ¿llevas mucho viviendo aquí?
- No, hace unas semanas. Antes vivía con mi padre y solo visitaba a mi madre a veces, pero ahora me he venido aquí a estar con ella.
- Ahhh, así que te veía tan poco. Bueno, ahora ya se algo de ti, jajaja.
- Si, jajaja.
- Oye, pues nada, a ver si coincidimos más.
- Jajaja, vale, vale.
Sin más, nos despedimos con dos besos y cerré la puerta. Me había fijado en cómo me había mirado y me dio una corazonada. O era una chica maja, o sencillamente tenía ganas de conocerme más a fondo. La chica me había atraído, estaba bastante bien, y hacía meses que no tenía nada con nadie. Tal vez esta era con la que volver a descargar el potencial guardado tras la ruptura con mi ex.
Los días iban pasando y alguna que otra vez coincidíamos en el portal o en el ascensor del edificio. Siempre nos saludábamos con una sonrisa de complicidad y una mirada de querer comernos el uno al otro.
Como no las tenía todas conmigo, pues soy precavido y algo vergonzoso, nunca me lanzaba a algo más, hasta que un día llegué en mi moto y me crucé con ella por la calle donde viviamos, tocando el claxon para saludar, lo cual fue correspondido con una mano en alto y una sonrisa.
Aparqué en frente del portal y subí a casa. Estaba tomándome un café y asomado a la ventana cuando pude ver como Verónica regresaba con una barra de pan. Al pasar al lado de mi motocicleta, esta se quedó mirándola embobada. Alzó su mano y la estuvo tocando un poco con suavidad: manillar, depósito, asiento... Al ver esto se me quitaron las dudas que tenía y ya sabía que iba a ser mía. Pensé que a esta chica no había duda de que le atraía y corto ni perezoso salí de casa y me metí en el ascensor con intención de cruzarme con ella.