RomeoAmor
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Volvieron a pasar un par de semanas hasta que nos volvimos a ver. A lo largo de todos esos días, no nos habíamos escrito tanto como al principio, y muchas veces simplemente nos dábamos los buenos días y nos enviábamos fotos del amanecer, etc...
Un día que pudo cuadrar, volvió a acercarse a mi casa, aunque me advirtió que teníamos que hablar de un tema.
Cuando llegó la noche, picó al telefonillo de mi casa y le abrí la puerta. Llego un tanto apurada porque había aparcado el coche un poco más lejos de lo normal. Yo como siempre le ofrecí algo de beber, a lo que gustosamente me aceptó, como siempre, una cerveza bien fría.
Ya un poco más relajada, dejando su abrigo y bolso en la entrada, se pudo sentar en el sofá que nos había visto cabalgar más de una vez y dio un trago.
Empezamos a hablar de trivialidades y ya un poco más seria me dijo que "lo nuestro" se tenía que terminar. Que no podía seguir esto. Que estaba muy a gusto conmigo, pero que se acabó el sexo. Que no se sentía bien con lo que estaba haciendo.
¿Lo que estaba haciendo? Algo me olía al notarla tan fría las últimas semanas cuando nos escribíamos. Eso y que muchas veces evitaba hablar de su anterior pareja, no dejando claro nunca que sucedía. Vamos... yo ya me empezaba a hacer una idea de por dónde iban los tiros.
Empecé a tirarle un poco más de la lengua y le pedí que se sincerase conmigo. Al parecer su anterior pareja, con la que se supone que tenía la relación ya terminada... no debió de estarlo tanto. Ese "terminada" de repente se convirtió en un "darse un tiempo", y es que como bien decía ella "el siempre dice que no se que es lo que quiero, y es verdad".
Al parecer no debían de vivir ya juntos desde hacía unos meses, pero la relación iba y venía constantemente. Hacía unas semanas el comprobó que ella se había hecho un perfil justamente en la aplicación donde ella y yo nos conocimos, y pese a que no tenía puesta ninguna foto donde se la reconociese, el lo descubrió porque torpemente un día que estaban en "modo pacífico" recordando viejos tiempos tras acostarse juntos, se lo vio instalado en el móvil, tras lo cual la interrogo y acabaron discutiendo.
Ella ahora tenía un sentimiento de culpa. Además, el tener un hijo en común le hacía replantearse muchas veces las cosas y no saber si tirar para adelante con el intento de su nueva vida "libre" o volver atrás a un estado en el que tampoco se sentía del todo cómoda con el que se supone era su pareja.
Yo sencillamente no pude hacer más que tranquilizarla, darle un abrazo y explicarle que no pasaba nada y que lo entendía perfectamente. Mi posición de hombre soltero que tenía varias amigas con las que pasárselo bien, no me planteaba ningún problema sentimental o doloroso si alguna de ellas decidía marchar. Y aunque esta chica era una preciosidad y nos entendíamos muy bien en la cama, comprendí que igual no era mejor meterse en camisa de once varas.
Eso si, tras el abrazó lo siguiente que ocurrió fue que acabamos fundiéndonos en un beso, y mezclando nuestras lenguas como solo nosotros sabíamos hacerlo. Ella al rato se separaba de mi y empezaba a agitar sus manos hacia su cara como para bloquear la temperatura que de repente en el ambiente se notaba elevar.
No me quería olvidar de sus pechos, que me tenían hipnotizados y le pedí si me los podía enseñar una última vez. Ella divertida por la petición, no lo dudo mucho y acepto con agrado mientras reía. "Claro que si, tonto", me decía con una sonrisa. Y a continuación se desabrochó su camisa, se la quitó y por último se deshizo de su sujetador; y ahí estaban: sus dos preciosos pechos con esos pezones largos y puntiagudos que tanto me llamaban la atención. "Se me pusieron así tras lo del embarazo. Yo antes les tenía más normales, y mi pecho más grande", me decía siempre
Yo no tardé mucho en acercar mi mano y sobárselos con delicadeza y se me ocurrió algo para conservar para mi para siempre:
- ¿Puedo fotografiarlos así desnudos como están? - pregunté con duda a sabiendas de que iba a recibir un rotundo no.
- Mmm... Bueno, vale ¡Pero no me saques la cara! - decía riendo.
Joder... no me esperaba que aceptase. Fue toda una sorpresa, y rápidamente cogí el móvil y empecé a sacarle fotos, no fuese que se arrepintiese. Yo llevaba un pantaloncito muy corto para andar por casa debido al calor que hacía, y mi rabo con la situación... pues empezó a alargarse un poco. Sentado como estaba en el sofá, y con el pantalón un poco remangado, pronto se me empezó a asomar la polla gorda por una de las perneras.
Aquí la cosa empezó todavía a calentarse más. Yo hacía como que no me daba cuenta, y ella intentaba entablar de nuevo una conversación trivial. Pero seamos sinceros: ella en tetas y yo con medio rabo asomando por la pernera... aquello iba a explotar en cualquier momento; y si, empezó una situación divertida en forma de dialogo:
- Buf... se te está asomando tu cosa. - me advirtió mientras perdía su mirada mirándomela.
- Ay, no me había dado cuenta. Lo siento... pero bueno... ya me la habías visto otras veces. No creo que pase nada.- le contesté.
- Jo... es gordísima, eh.
- Ja, ja, ja... oye ¿puedo hacerte otra petición?
- No, no te la voy a chupar, que tengo que portarme bien y luego me siento fatal.
- No, a ver... no es chupar en sí. Simplemente, ahora que no esta dúra del todo... Pues que no vamos a volver a hacer nunca nada más sexual y a mi la verdad es que me hubiese gustado ver hasta dónde te entraba.
- ¡Es que es gordísima, chiquillo! Pero bueno... a ver....
- Venga, prueba.- mientras me la cogía y conseguía sacármela por el agujero correcto del pantalón.- Venga, aprovecha que esta va a ser la última vez. A ver hasta donde puedes.
- Mmm... Venga... ¡Pero solo probar, eh!
Parece que se le olvido toda la retahíla de culpabilidad con la que llegó a mi casa y de repente ella misma me la cogió con la mano, y estando morcillona como estaba, empezó a introducírsela entre sus labios. Pero que mala suerte que a mí ya se me empezaba a poner más dura poco a poco y parecía que aquello iba a ser imposible. "Uf... se me está poniendo durísima, guapina. Espera, que te ayudo", le dije, y con las mismas le sujete la cabeza y empecé a hacer presión.
Cerró los ojos y se le saltaron un poco las lágrimas, pero finalmente me sujeto de las muñecas y me hizo parar para a continuación sacársela de la boca. El intento había sido infructuoso. Tan solo había podido llegar a la mitad.
- Wow... casi me ahogo. - me dijo inmediatamente mientras le resbalaba una lagrimilla por la mejilla, y a continuación se puso a reír nerviosa.
- Ya he visto... pero bueno, lo has intentado, eh.
- Jo, es que... vaya herramienta, macho.
- Nah... Solo he conocido a una chica que consiguiese hacerlo, y se la metió hasta la garganta.- le confesé.
- Joder... pues menuda boca debía de tener...
- No lo sabes tú bien, no, ja, ja, ja...
Reímos juntos y continuamos tomando nuestras cervezas haciendo como si nada hubiese pasado. Yo intentando relajarme y ella poniéndose la camisa que llevaba, pero sin el sujetador, simplemente por cubrirse un poco.
- Es una pena que dejemos esto aquí.- le repliqué.- Te has quedado sin probar mis juguetes.
- ¿Tus juguetes? Ja, ja, ja… me hago una idea… Pero bueno, a ver, enséñamelos, que tengo curiosidad.- me contesto.
- ¿Sí? Vamos a mi habitación…
Le cogí de la mano y nos levantamos al unísono, tirando de ella hasta alcanzar mi habitación, ese lugar que si hablase… En lo alto del armario guardaba mi “caja negra”, una caja negra (como es obvio, ja, ja, ja) que tenía varias cosas: una cuerda, una bola roja de plástico hueca y perforada con una correa de cuero anillada, las típicas esposas, una correa de cuero negro con cadena de perra, un dildo metálico acabado en perla naranja, y otro similar pero que terminaba con una imitación de cola de zorra.
Quedó fascinada y se puso súper caliente, sobre todo cuando vio lo del dildo con cola de zorra.
- ¿Anda, y esto es…? – preguntaba satíricamente.
- Para tu culito, cariño; para dilatarlo y que luego no te quejes, ja, ja, ja…
- Así que las pones en la cama a cuatro patas y se lo metes ¿no? – Contestó ella a la vez que se subía en la cama y se ponía a cuatro patas moviendo el culo en pompá con una risa maliciosa.
Yo me eché a reír y asentí divertido, a la vez que cogí el dildo y comencé a pasárselo por encima de culito hasta llegar a su coño. Las mayas negras que llevaba tampoco dejaban hacer mucho más, pero se notaba que se iba calentando poco a poco hasta que le llegaba el absurdo momento de “lucidez” y su rayada de cabeza sentimental. “Bueno, vale, vale, que lo pillo, ja, ja, ja…” decía, y con las mimas se levantó de la cama y se puso en píe.
Me dio un abrazo y de nuevo me beso, para a seguidamente pedirme perdón por para aquí por lo contado anteriormente. Nuevamente le dije que no se preocupara, que no pasaba nada, que simplemente nos divertíamos, y que lo entendía.
Pero la que no lo pillaba era mi rabo, que volvía a asomar por el agujero del pantalón corto, y claro… golpeó en todo su vientre y ella al notarlo, miro hacia abajo, sonrió y me dijo “Eres un cielo, y tienes una buena herramienta…. Y… Yo no me puedo aguantar y creo que te mereces esto por última vez” y con las mismas se agacho en el suelo y comenzó a comérmela.
Si, me dedico una última mamada. Una buena mamada de las suyas; con dedicación y fogosidad, como solo ella sabía hacer. Me masturbaba con una mano, me la embadurnaba de su propia saliva, me la recorría con los labios, la lengua, se la metía hasta donde podía, y vuelta a empezar. A mí ya me temblaban las piernas y me tuve que sentar en la cama, y con tanto calentón no pude aguantar mucho más. Aunque la avise, a ella pareció darle igual y continuó mamando hábilmente, hasta que no pude agantar más, le agarré de la cabeza y comencé derramarme dentro de su boca.
No sé cuántos tiros de semen lance, pero ella no desperdició ni uno, y se los trago sin rechistar todos ¿Qué más podía pedir?
Cuando terminé de eyacular, se dedicó a limpiármela a conciencia hasta dejármela sin mínimo rastros de lefa, y ella misma, mientras se me iba bajando el empalme, de la guardo dentro del pantalón despidiéndose con un sonoro beso en la punta de mi capullo.
Yo solo pude hacerle saber que me había encantado, y ella esquilándose encima de mí llegó hasta mi boca y me dio un pico.
Ya recuperado solo quedaba la despedida, y vistiéndose terminó una vez más dándome otro abrazo y otro beso con lengua de esos que tanto le gustaban.
Salió de mi casa con un “a ver si nos vemos un día por ahí”, y se marchó.
Pero la cosa no terminó aquí…
Un día que pudo cuadrar, volvió a acercarse a mi casa, aunque me advirtió que teníamos que hablar de un tema.
Cuando llegó la noche, picó al telefonillo de mi casa y le abrí la puerta. Llego un tanto apurada porque había aparcado el coche un poco más lejos de lo normal. Yo como siempre le ofrecí algo de beber, a lo que gustosamente me aceptó, como siempre, una cerveza bien fría.
Ya un poco más relajada, dejando su abrigo y bolso en la entrada, se pudo sentar en el sofá que nos había visto cabalgar más de una vez y dio un trago.
Empezamos a hablar de trivialidades y ya un poco más seria me dijo que "lo nuestro" se tenía que terminar. Que no podía seguir esto. Que estaba muy a gusto conmigo, pero que se acabó el sexo. Que no se sentía bien con lo que estaba haciendo.
¿Lo que estaba haciendo? Algo me olía al notarla tan fría las últimas semanas cuando nos escribíamos. Eso y que muchas veces evitaba hablar de su anterior pareja, no dejando claro nunca que sucedía. Vamos... yo ya me empezaba a hacer una idea de por dónde iban los tiros.
Empecé a tirarle un poco más de la lengua y le pedí que se sincerase conmigo. Al parecer su anterior pareja, con la que se supone que tenía la relación ya terminada... no debió de estarlo tanto. Ese "terminada" de repente se convirtió en un "darse un tiempo", y es que como bien decía ella "el siempre dice que no se que es lo que quiero, y es verdad".
Al parecer no debían de vivir ya juntos desde hacía unos meses, pero la relación iba y venía constantemente. Hacía unas semanas el comprobó que ella se había hecho un perfil justamente en la aplicación donde ella y yo nos conocimos, y pese a que no tenía puesta ninguna foto donde se la reconociese, el lo descubrió porque torpemente un día que estaban en "modo pacífico" recordando viejos tiempos tras acostarse juntos, se lo vio instalado en el móvil, tras lo cual la interrogo y acabaron discutiendo.
Ella ahora tenía un sentimiento de culpa. Además, el tener un hijo en común le hacía replantearse muchas veces las cosas y no saber si tirar para adelante con el intento de su nueva vida "libre" o volver atrás a un estado en el que tampoco se sentía del todo cómoda con el que se supone era su pareja.
Yo sencillamente no pude hacer más que tranquilizarla, darle un abrazo y explicarle que no pasaba nada y que lo entendía perfectamente. Mi posición de hombre soltero que tenía varias amigas con las que pasárselo bien, no me planteaba ningún problema sentimental o doloroso si alguna de ellas decidía marchar. Y aunque esta chica era una preciosidad y nos entendíamos muy bien en la cama, comprendí que igual no era mejor meterse en camisa de once varas.
Eso si, tras el abrazó lo siguiente que ocurrió fue que acabamos fundiéndonos en un beso, y mezclando nuestras lenguas como solo nosotros sabíamos hacerlo. Ella al rato se separaba de mi y empezaba a agitar sus manos hacia su cara como para bloquear la temperatura que de repente en el ambiente se notaba elevar.
No me quería olvidar de sus pechos, que me tenían hipnotizados y le pedí si me los podía enseñar una última vez. Ella divertida por la petición, no lo dudo mucho y acepto con agrado mientras reía. "Claro que si, tonto", me decía con una sonrisa. Y a continuación se desabrochó su camisa, se la quitó y por último se deshizo de su sujetador; y ahí estaban: sus dos preciosos pechos con esos pezones largos y puntiagudos que tanto me llamaban la atención. "Se me pusieron así tras lo del embarazo. Yo antes les tenía más normales, y mi pecho más grande", me decía siempre
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Yo no tardé mucho en acercar mi mano y sobárselos con delicadeza y se me ocurrió algo para conservar para mi para siempre:
- ¿Puedo fotografiarlos así desnudos como están? - pregunté con duda a sabiendas de que iba a recibir un rotundo no.
- Mmm... Bueno, vale ¡Pero no me saques la cara! - decía riendo.
Joder... no me esperaba que aceptase. Fue toda una sorpresa, y rápidamente cogí el móvil y empecé a sacarle fotos, no fuese que se arrepintiese. Yo llevaba un pantaloncito muy corto para andar por casa debido al calor que hacía, y mi rabo con la situación... pues empezó a alargarse un poco. Sentado como estaba en el sofá, y con el pantalón un poco remangado, pronto se me empezó a asomar la polla gorda por una de las perneras.
Aquí la cosa empezó todavía a calentarse más. Yo hacía como que no me daba cuenta, y ella intentaba entablar de nuevo una conversación trivial. Pero seamos sinceros: ella en tetas y yo con medio rabo asomando por la pernera... aquello iba a explotar en cualquier momento; y si, empezó una situación divertida en forma de dialogo:
- Buf... se te está asomando tu cosa. - me advirtió mientras perdía su mirada mirándomela.
- Ay, no me había dado cuenta. Lo siento... pero bueno... ya me la habías visto otras veces. No creo que pase nada.- le contesté.
- Jo... es gordísima, eh.
- Ja, ja, ja... oye ¿puedo hacerte otra petición?
- No, no te la voy a chupar, que tengo que portarme bien y luego me siento fatal.
- No, a ver... no es chupar en sí. Simplemente, ahora que no esta dúra del todo... Pues que no vamos a volver a hacer nunca nada más sexual y a mi la verdad es que me hubiese gustado ver hasta dónde te entraba.
- ¡Es que es gordísima, chiquillo! Pero bueno... a ver....
- Venga, prueba.- mientras me la cogía y conseguía sacármela por el agujero correcto del pantalón.- Venga, aprovecha que esta va a ser la última vez. A ver hasta donde puedes.
- Mmm... Venga... ¡Pero solo probar, eh!
Parece que se le olvido toda la retahíla de culpabilidad con la que llegó a mi casa y de repente ella misma me la cogió con la mano, y estando morcillona como estaba, empezó a introducírsela entre sus labios. Pero que mala suerte que a mí ya se me empezaba a poner más dura poco a poco y parecía que aquello iba a ser imposible. "Uf... se me está poniendo durísima, guapina. Espera, que te ayudo", le dije, y con las mismas le sujete la cabeza y empecé a hacer presión.
Cerró los ojos y se le saltaron un poco las lágrimas, pero finalmente me sujeto de las muñecas y me hizo parar para a continuación sacársela de la boca. El intento había sido infructuoso. Tan solo había podido llegar a la mitad.
- Wow... casi me ahogo. - me dijo inmediatamente mientras le resbalaba una lagrimilla por la mejilla, y a continuación se puso a reír nerviosa.
- Ya he visto... pero bueno, lo has intentado, eh.
- Jo, es que... vaya herramienta, macho.
- Nah... Solo he conocido a una chica que consiguiese hacerlo, y se la metió hasta la garganta.- le confesé.
- Joder... pues menuda boca debía de tener...
- No lo sabes tú bien, no, ja, ja, ja...
Reímos juntos y continuamos tomando nuestras cervezas haciendo como si nada hubiese pasado. Yo intentando relajarme y ella poniéndose la camisa que llevaba, pero sin el sujetador, simplemente por cubrirse un poco.
- Es una pena que dejemos esto aquí.- le repliqué.- Te has quedado sin probar mis juguetes.
- ¿Tus juguetes? Ja, ja, ja… me hago una idea… Pero bueno, a ver, enséñamelos, que tengo curiosidad.- me contesto.
- ¿Sí? Vamos a mi habitación…
Le cogí de la mano y nos levantamos al unísono, tirando de ella hasta alcanzar mi habitación, ese lugar que si hablase… En lo alto del armario guardaba mi “caja negra”, una caja negra (como es obvio, ja, ja, ja) que tenía varias cosas: una cuerda, una bola roja de plástico hueca y perforada con una correa de cuero anillada, las típicas esposas, una correa de cuero negro con cadena de perra, un dildo metálico acabado en perla naranja, y otro similar pero que terminaba con una imitación de cola de zorra.
Quedó fascinada y se puso súper caliente, sobre todo cuando vio lo del dildo con cola de zorra.
- ¿Anda, y esto es…? – preguntaba satíricamente.
- Para tu culito, cariño; para dilatarlo y que luego no te quejes, ja, ja, ja…
- Así que las pones en la cama a cuatro patas y se lo metes ¿no? – Contestó ella a la vez que se subía en la cama y se ponía a cuatro patas moviendo el culo en pompá con una risa maliciosa.
Yo me eché a reír y asentí divertido, a la vez que cogí el dildo y comencé a pasárselo por encima de culito hasta llegar a su coño. Las mayas negras que llevaba tampoco dejaban hacer mucho más, pero se notaba que se iba calentando poco a poco hasta que le llegaba el absurdo momento de “lucidez” y su rayada de cabeza sentimental. “Bueno, vale, vale, que lo pillo, ja, ja, ja…” decía, y con las mimas se levantó de la cama y se puso en píe.
Me dio un abrazo y de nuevo me beso, para a seguidamente pedirme perdón por para aquí por lo contado anteriormente. Nuevamente le dije que no se preocupara, que no pasaba nada, que simplemente nos divertíamos, y que lo entendía.
Pero la que no lo pillaba era mi rabo, que volvía a asomar por el agujero del pantalón corto, y claro… golpeó en todo su vientre y ella al notarlo, miro hacia abajo, sonrió y me dijo “Eres un cielo, y tienes una buena herramienta…. Y… Yo no me puedo aguantar y creo que te mereces esto por última vez” y con las mismas se agacho en el suelo y comenzó a comérmela.
Si, me dedico una última mamada. Una buena mamada de las suyas; con dedicación y fogosidad, como solo ella sabía hacer. Me masturbaba con una mano, me la embadurnaba de su propia saliva, me la recorría con los labios, la lengua, se la metía hasta donde podía, y vuelta a empezar. A mí ya me temblaban las piernas y me tuve que sentar en la cama, y con tanto calentón no pude aguantar mucho más. Aunque la avise, a ella pareció darle igual y continuó mamando hábilmente, hasta que no pude agantar más, le agarré de la cabeza y comencé derramarme dentro de su boca.
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No sé cuántos tiros de semen lance, pero ella no desperdició ni uno, y se los trago sin rechistar todos ¿Qué más podía pedir?
Cuando terminé de eyacular, se dedicó a limpiármela a conciencia hasta dejármela sin mínimo rastros de lefa, y ella misma, mientras se me iba bajando el empalme, de la guardo dentro del pantalón despidiéndose con un sonoro beso en la punta de mi capullo.
Yo solo pude hacerle saber que me había encantado, y ella esquilándose encima de mí llegó hasta mi boca y me dio un pico.
Ya recuperado solo quedaba la despedida, y vistiéndose terminó una vez más dándome otro abrazo y otro beso con lengua de esos que tanto le gustaban.
Salió de mi casa con un “a ver si nos vemos un día por ahí”, y se marchó.
Pero la cosa no terminó aquí…