malagasex
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ESCENA 1 – EL SPA
Con Ángela, hasta el momento no hemos podido consensuar nuestra primera experiencia swinger. Llevamos tiempo haciendo progresos, pero siempre hemos tenido algunos obstáculos, y aunque hemos ido juntos a un SPA liberal – nudista, no hemos hecho nada con nadie.
Yo había decidido ir solo al spa Nudista. Después de la última discusión con Ángela, ella me dio permiso casi con desgana, como si no quisiera volver a verme en aquel ambiente. Lo curioso es que, dos tardes después, al cruzar las puertas del complejo, lo último que esperaba era encontrármela allí.
Cuando la vi, mi primera reacción fue de sorpresa. Estaba preciosa, nerviosa… como si fuera su primera vez en un sitio así, pero ya vino conmigo una vez. Pero lo que me dejó sin aire no fue su presencia, sino su mirada fija en él. Ángela no podía apartar los ojos de aquel desconocido. Cada vez que él le devolvía la mirada, ella se sonrojaba y jugaba con sus manos bajo el agua, como si tratara de disimular lo evidente: la atracción.
Yo observaba desde un rincón, invisible para ellos. Al principio solo charlaban, nada más. Pero de repente, bajo la espuma del jacuzzi, él se inclinó hacia ella y le cogió la mano. Fue un gesto breve, apenas un roce, pero suficiente para encenderla. Mi mujer se puso roja de golpe; sus mejillas, su cuello, hasta el pecho parecían arder. Y aun así no retiró la mano. El parecía haber cogido la mano de mi mujer para acercarla a su polla.
En un instante sentí que algo cambiaba en ella. Su timidez se mezclaba con una sonrisa nerviosa, con la mordida de su labio inferior… la señal inequívoca de que su deseo estaba despertando. El chico, consciente de la tensión, le soltó la mano suavemente para no agobiarla y, sin más, se giró hacia la chica que lo acompañaba. Empezó a besarla con hambre, a magrearla sin pudor. Ella, la otra, enseguida le bajó el bañador y se lanzó a chuparle aquella polla descomunal, gruesa como mi muñeca.
La reacción de Ángela me confundió. Se quedó inmóvil, con el rostro dividido entre varias emociones: sorpresa, remordimiento, quizá un poco de miedo… pero sobre todo celos. La forma en que miraba a aquella mujer me lo dijo todo: no quería ser una espectadora, pero tampoco estaba 100% convencida a ser la protagonista. Podía ver en sus ojos que se estaba inclinando en una decisión.
Y en ese momento lo entendí: mi mujer estaba empezando a dejarse llevar, a abrir un lado suyo que yo nunca había visto.
ESCENA 2 – EL HOTEL Y LAS MÁSCARAS
Ellos no me vieron. Yo me quedé a cierta distancia, siguiéndolos casi sin darme cuenta. Caminaban con complicidad, rozándose de vez en cuando. Y así, sin querer, llegué hasta un hotel donde esa noche había una fiesta privada. Una fiesta de máscaras un tanto especial. Sin embargo esto no me evitó tener que pagar los reglamentarios 100€ necesarios para entrar solo.
En un descuido, cuando él —su amante— fue al baño, me acerqué y le robé la máscara que había dejado sobre una mesa. A cambio, dejé la mía alquilada en la entrada. El corazón me golpeaba el pecho. Sentía que estaba cruzando una línea peligrosa, pero la tentación era más fuerte que la razón.
Minutos después, vi cómo Ángela y la amiga de su amante se dirigían a una sala apartada. La reconocí enseguida: un cuarto de glory holes. Me quedé helado. Ángela, la mujer que tantas veces me había dicho que aquello le daba miedo, estaba entrando allí. No era iniciativa suya todavía… más bien se dejaba guiar, tímida, insegura, pero con la excitación pintada en su rostro.
Me acerqué al otro lado de la pared. Había dos huecos. Uno a mi derecha, ocupado por un chico que no tardó en asomar una polla enorme, y el otro vacío. Yo, completamente empalmado, apenas podía respirar. El sudor me resbalaba por la frente bajo la máscara. Si Ángela me la chupaba… ¿sería capaz de reconocer mi polla? ¿Descubriría mi trampa?
Entonces sucedió. Oí un jadeo al otro lado y vi cómo el chico de al lado recibía una mamada intensa que le hacía pegare más a la pared. Su expresión lo decía todo: estaba en el cielo. Pero yo no podía ver quién se la hacía… ¿Sara, la acompañante, o Ángela? La incertidumbre me estaba volviendo loco.
De repente sentí una mano en mi polla. Me la agarraron con suavidad, como tanteando, y empezaron a masturbarme lentamente. No podía mirar, no podía hablar. Solo apretar los dientes y dejar que aquel calor me consumiera. Me puse agonizante de cachondo. Yo no soy mucho de pajas, pero esa situación me tenía al borde. Estaba a punto de correrme cuando, de golpe, la mano se retiró. Escuché pasos, murmullos, risas nerviosas. Y entonces las vi salir. Ángela llevaba un corsé negro que le ceñía la cintura, con ligueros que dejaban al aire su culo enorme y sus pechos al descubierto. Llevaba una careta que tapaba sus ojos, pero mostraba su boca húmeda, sonrojada, viva. La oí decir, con voz temblorosa:
—No he terminado… pero la verdad es que me ha gustado más de lo que pensaba. Me he puesto algo nerviosa, estaba oscuro, casi no veía nada… solo que al chico le daban como espasmos. Con Brian es distinto, porque con él ya hemos hablado mucho por el foro. Sara sonrió satisfecha. —Gracias por venir, Ángela. Ya verás que la noche no ha hecho más que empezar.
Fue en ese momento cuando sentí que todo cambiaba: Ángela estaba entrando de lleno en un mundo que hasta ahora solo había rozado con la imaginación. Y yo, escondido bajo una máscara que no era mía, estaba dispuesto a seguirla hasta el f inal. Además el conocido era el usuario XXXXXX que no quiero mencionar vaya a ser que se flipe, pero sí, un usuario de foroporno. Por fin Ángela hizo honor a su nick del foro, Maléfica.-
Continuará... si queréis....
Con Ángela, hasta el momento no hemos podido consensuar nuestra primera experiencia swinger. Llevamos tiempo haciendo progresos, pero siempre hemos tenido algunos obstáculos, y aunque hemos ido juntos a un SPA liberal – nudista, no hemos hecho nada con nadie.
Yo había decidido ir solo al spa Nudista. Después de la última discusión con Ángela, ella me dio permiso casi con desgana, como si no quisiera volver a verme en aquel ambiente. Lo curioso es que, dos tardes después, al cruzar las puertas del complejo, lo último que esperaba era encontrármela allí.
Cuando la vi, mi primera reacción fue de sorpresa. Estaba preciosa, nerviosa… como si fuera su primera vez en un sitio así, pero ya vino conmigo una vez. Pero lo que me dejó sin aire no fue su presencia, sino su mirada fija en él. Ángela no podía apartar los ojos de aquel desconocido. Cada vez que él le devolvía la mirada, ella se sonrojaba y jugaba con sus manos bajo el agua, como si tratara de disimular lo evidente: la atracción.
Yo observaba desde un rincón, invisible para ellos. Al principio solo charlaban, nada más. Pero de repente, bajo la espuma del jacuzzi, él se inclinó hacia ella y le cogió la mano. Fue un gesto breve, apenas un roce, pero suficiente para encenderla. Mi mujer se puso roja de golpe; sus mejillas, su cuello, hasta el pecho parecían arder. Y aun así no retiró la mano. El parecía haber cogido la mano de mi mujer para acercarla a su polla.
En un instante sentí que algo cambiaba en ella. Su timidez se mezclaba con una sonrisa nerviosa, con la mordida de su labio inferior… la señal inequívoca de que su deseo estaba despertando. El chico, consciente de la tensión, le soltó la mano suavemente para no agobiarla y, sin más, se giró hacia la chica que lo acompañaba. Empezó a besarla con hambre, a magrearla sin pudor. Ella, la otra, enseguida le bajó el bañador y se lanzó a chuparle aquella polla descomunal, gruesa como mi muñeca.
La reacción de Ángela me confundió. Se quedó inmóvil, con el rostro dividido entre varias emociones: sorpresa, remordimiento, quizá un poco de miedo… pero sobre todo celos. La forma en que miraba a aquella mujer me lo dijo todo: no quería ser una espectadora, pero tampoco estaba 100% convencida a ser la protagonista. Podía ver en sus ojos que se estaba inclinando en una decisión.
Y en ese momento lo entendí: mi mujer estaba empezando a dejarse llevar, a abrir un lado suyo que yo nunca había visto.
ESCENA 2 – EL HOTEL Y LAS MÁSCARAS
Ellos no me vieron. Yo me quedé a cierta distancia, siguiéndolos casi sin darme cuenta. Caminaban con complicidad, rozándose de vez en cuando. Y así, sin querer, llegué hasta un hotel donde esa noche había una fiesta privada. Una fiesta de máscaras un tanto especial. Sin embargo esto no me evitó tener que pagar los reglamentarios 100€ necesarios para entrar solo.
En un descuido, cuando él —su amante— fue al baño, me acerqué y le robé la máscara que había dejado sobre una mesa. A cambio, dejé la mía alquilada en la entrada. El corazón me golpeaba el pecho. Sentía que estaba cruzando una línea peligrosa, pero la tentación era más fuerte que la razón.
Minutos después, vi cómo Ángela y la amiga de su amante se dirigían a una sala apartada. La reconocí enseguida: un cuarto de glory holes. Me quedé helado. Ángela, la mujer que tantas veces me había dicho que aquello le daba miedo, estaba entrando allí. No era iniciativa suya todavía… más bien se dejaba guiar, tímida, insegura, pero con la excitación pintada en su rostro.
Me acerqué al otro lado de la pared. Había dos huecos. Uno a mi derecha, ocupado por un chico que no tardó en asomar una polla enorme, y el otro vacío. Yo, completamente empalmado, apenas podía respirar. El sudor me resbalaba por la frente bajo la máscara. Si Ángela me la chupaba… ¿sería capaz de reconocer mi polla? ¿Descubriría mi trampa?
Entonces sucedió. Oí un jadeo al otro lado y vi cómo el chico de al lado recibía una mamada intensa que le hacía pegare más a la pared. Su expresión lo decía todo: estaba en el cielo. Pero yo no podía ver quién se la hacía… ¿Sara, la acompañante, o Ángela? La incertidumbre me estaba volviendo loco.
De repente sentí una mano en mi polla. Me la agarraron con suavidad, como tanteando, y empezaron a masturbarme lentamente. No podía mirar, no podía hablar. Solo apretar los dientes y dejar que aquel calor me consumiera. Me puse agonizante de cachondo. Yo no soy mucho de pajas, pero esa situación me tenía al borde. Estaba a punto de correrme cuando, de golpe, la mano se retiró. Escuché pasos, murmullos, risas nerviosas. Y entonces las vi salir. Ángela llevaba un corsé negro que le ceñía la cintura, con ligueros que dejaban al aire su culo enorme y sus pechos al descubierto. Llevaba una careta que tapaba sus ojos, pero mostraba su boca húmeda, sonrojada, viva. La oí decir, con voz temblorosa:
—No he terminado… pero la verdad es que me ha gustado más de lo que pensaba. Me he puesto algo nerviosa, estaba oscuro, casi no veía nada… solo que al chico le daban como espasmos. Con Brian es distinto, porque con él ya hemos hablado mucho por el foro. Sara sonrió satisfecha. —Gracias por venir, Ángela. Ya verás que la noche no ha hecho más que empezar.
Fue en ese momento cuando sentí que todo cambiaba: Ángela estaba entrando de lleno en un mundo que hasta ahora solo había rozado con la imaginación. Y yo, escondido bajo una máscara que no era mía, estaba dispuesto a seguirla hasta el f inal. Además el conocido era el usuario XXXXXX que no quiero mencionar vaya a ser que se flipe, pero sí, un usuario de foroporno. Por fin Ángela hizo honor a su nick del foro, Maléfica.-
Continuará... si queréis....