El vestido negro

Bcn_Bi

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6 Ago 2025
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- Esto no está bien - le digo mientras ella me está cabalgando.
- ¿Y qué le vamos a hacer? Ahora ya está hecho - me responde, incrementando el ritmo de sus movimientos.

*****

Llevo tiempo saliendo con ella. Nos entendemos, apenas discutimos, me sigue pareciendo tan atractiva como el primer día, en la cama todo funciona incluso damos rienda suelta a algunas de nuestras fantasías… Han sido unos años de una muy agradable convivencia. Y sin embargo, ha sucedido lo que nunca me habría imaginado que podría pasar: estoy empezando a sentir cosas por mi cuñada, la menos agraciada de las dos hermanas.
De verdad que pierde en todas las comparaciones. De cara son bastante parecidas, se nota que son hermanas, aunque mi novia tiene una sonrisa preciosa y unos ojos de un marrón miel que cuando les da la luz del sol refulgen y adquieren un color especial; los de la cuñada simplemente son marrones. Mi novia tiene el pelo liso y negro azabache perfecto; mi cuñada, el pelo castaño y rizado que muchas veces parece ir despeinada. La piel de mi novia es oscura, siempre parece que esté morena; mi cuñada es blancucha y pecosa. El cuerpo de mi novia, fantásticas curvas en sus caderas y pechos grandes y redondos; mi cuñada, delgada y con dos pequeños melocotones por pechos. Y a pesar de todo, fantaseo con la hermana.
Nunca me he relacionado mucho con ella, siempre he tenido la sensación que le caigo mal. Apenas hablamos en reuniones familiares y fuera de ellas es como si no existiéramos el uno para el otro. Hasta que un día algo cambió. Coincidió cuando empezó a salir con un chico. Entonces me hablaba un poco, incluso ganó un poquito de peso, mejorando su figura. Conectamos un poco, pero seguía siendo una relación más formal y protocolaria que otra cosa.
Esto no pasó desapercibido para mi novia. Si algo tenían las hermanas es que se odiaban y supongo que no le hizo mucha gracia que me empezara a llevar bien con ella. No fue un ataque de celos, pero tampoco estaba cómoda con la situación. Evidentemente, no reconocí que congeniábamos un poco más y me limité a decirle que lo mío era pura cortesía por ser familia. No sé si fue la charla con mi novia o que ahí había algo, empecé a pensar diferente de mi cuñada. Quizás la fruta prohibida era demasiado tentadora, aunque seguía sin parecerme tan apetitosa.
Estuvimos las siguientes semanas sin vernos ni hablar. No había más compromisos familiares y no coincidimos. Al menos en persona. En mi cabeza estaba cada vez más presente, incluso me sorprendí un par de veces fantaseando con hacerle el amor mientras estaba en la cama con mi novia. Esto ya era demasiado y tenía que parar antes de que afectara de verdad mi relación.
Nos volvimos a encontrar en una celebración familiar, el cumpleaños de la suegra, y salvo un parco hola y adiós apenas interactué demasiado con ella. No quería estropear las cosas ni quería alimentar nada que pudiera ser un problema al final. Como sucede muchas veces, ocurrió lo contrario de lo que había planeado.
Una tarde, solo en casa jugando a la consola en pijama, llamaron a la puerta. De todas las personas que podían llamar, justo tenía que ser la hermana. Se ve que había quedado con mi novia para que le dejara un vestido para una fiesta. La acompañe a nuestra habitación, donde tenemos el armario, y le indiqué donde los tenía.
Me dijo que me dejaba un vestido negro - me dijo sin apenas mirarme -, pero ya que estoy aquí aprovecharé para probarme alguno más.
Claro, aprovecha que puedes escoger - le dije. Y una parte mezquina dentro de mí pensó “buena suerte con la figura, a ella le quedan espectaculares -. Bueno, me voy para el salón, cualquier cosa me dices.
Vale, no te preocupes. No tardaré mucho.
Me vuelvo a mi videojuego. Por un día que tengo tiempo para jugar, esta interrupción me ha sentado fatal. Aunque no me concentro nada, estoy tenso sabiendo que se está desnudando en nuestra habitación. ¿Qué puedo hacer? Entrar fingiendo que me he dejado algo para pillarla desnuda sería el plan más estúpido de la historia. Condenado al fracaso. Descarto hacer nada, mi novia llegará en cualquier momento y es su hermana. Si hago cualquier movimiento seguro que me gano una hostia de la cuñada y mi novia me manda a la mierda.
Estoy perdido en estos pensamientos, muriendo constantemente en mi videojuego, cuando ella sale de la habitación. Dice que ya ha terminado y que se va.
- ¿Cuál te llevas? - le pregunto, apurando mi última oportunidad.
- El negro que me había dicho. Ahora que he engordado un poco, me queda bastante bien, aunque no tanto como a ella.
- Seguro que estás estupenda - le digo, forzando un poco la conversación -, ¿por qué no me lo enseñas puesto?
- ¿Qué quieres decir?
- Así te doy mi opinión - sigue empujando, a ver hacia dónde llegas.
Ella se ríe, un poco incómoda, parece que mi plan no va a funcionar y se va a ir ya.
- Ya lo verás el día de la fiesta, no seas impaciente - sigue sonriendo.
- Va, mujer, no seas tímida. Si estamos en familia - estaba claro que iba a culminar esta conversación con una estupidez.
Ella suspira y se vuelve para la habitación murmurando un “si insistes…” no muy convincente. Me noto tenso, el latir de mi corazón me presiona en el cuello. Miro el móvil, las cinco de la tarde. Calculo que mi novia todavía tardará un rato entre que sale del trabajo y viene, pero no me puedo quitar el miedo a que haya salido antes y nos sorprenda.
Mi cuñada parece más tranquila cuando sale de la habitación con el vestido negro. Tiene razón sobre que a mi novia le queda mejor. Sus caderas y sus pechos lo llenan más y le dan una forma más sugerente. Las alegrías que me ha dado este vestido son incontables. Es una comparación un tanto injusta, mi novia normalmente realza sus piernas con unos buenos tacones y mi cuñada ahora va descalza. El pecho es verdad que no lo llena, pero le queda un buen escote marcando tentadoramente los pezones.
Estoy distraído mirándola y pensando en las veces que le he quitado el vestido a mi novia hasta que me fijo que me está mirando el paquete. Estaba tan perdido en mi lujuria que no me he dado cuenta que estaba floreciendo una erección.
- Hostia, perdona, perdona, qué vergüenza - digo tapándome con un cojín, mi cara bullendo de vergüenza.
- Los problemas de no llevar ropa interior… - dice ella, parece más divertida que enfadada por la situación.
Yo no digo nada, me siento avergonzado y ni me atrevo a mirarla a la cara. En qué estaría pensando fantaseando con ella.
- Por eso yo no llevo… - dice acercándose hacia mí y levantándose el vestido.
No me lo creo, la vuelvo a mirar y se ha subido el vestido hasta la cintura, mostrándome su coño peludo bien recortado. Sigo sin decir nada. Ella me quita el cojín del regazo y se pone a horcajadas sobre mí. Me besa, metiendo su lengua hasta el fondo sin dudar, mientras frota su coño en el bulto de mis pantalones, impregnándolos de su humedad.
Mi corazón late a mil. Todas las veces que he fantaseado con ellas se han materializado aquí. Mi lengua se enrosca con la suya y le agarro el culo con fuerza. El peso que ha ganado le ha proporcionado unas buenas agarraderas que aprovecho para coger bien, no quiero que se me escape. Sin embargo, sigo tenso pensando que en cualquier momento llegará mi novia. Si ella está tensa, lo disimula muy bien.
Estamos un rato besándonos, ella rozando su pubis insistentemente contra mi rabo. Si seguimos así, voy a explotar de placer. Como si leyera mi mente, se detiene y mira la tienda de campaña, los pantalones empapados por nuestros flujos.
- Te estoy destrozando los pantalones - dice con una sonrisa que delata que no se arrepiente de nada.
Se incorpora un poco y me baja los pantalones hasta medio muslo, liberando mi rabo duro y mojado. Ella vuelve a besarme mientras vuelve a ponerse sobre mí, de nuevo frotando su coño en mi miembro. Yo esta vez me muevo también, encontrando finalmente la entrada a su coño. Ella empieza a bajar suavemente, yo cada vez más excitado mientras su calor va cubriendo mi miembro.
Ahora ya no hay vuelta atrás. Ella empieza a moverse adelante y atrás, cada vez más rápido, su cuerpo en tensión. Yo una mezcla entre excitado y tenso, sufriendo por si vuelve mi novia. A ella parece no importarle y descarta mi idea de parar, tenemos que terminar lo que hemos empezado. Quizás para disuadirme, se baja el escote dejando al aire los pechos, los pezones erectos no dejan lugar a duda de su excitación, y atrae mi cabeza para que se los muerda.
Ahora ya estoy atrapado del todo, entre la culpa de engañar a mi novia y el placer que me está dando su hermana. Me siento la venganza de una contra la otra por algo tan antiguo que ni siquiera se me ha explicado. Si tengo que ser el arma de la venganza, qué mejor manera que esta, por otra parte.
- Vámonos a la cama - le digo. Esto sólo puede ir a peor y qué mejor manera que compartir la cama con las dos hermanas.
- Xist… calla y sigue - responde, acercando de nuevo un pecho a mi boca para callarme de nuevo.
Su cuerpo se tensa y gime. Creo que está a punto de correrse. A mí no me falta mucho. Me muerde el cuello, un escalofrío me recorre el cuerpo. Su cuerpo se tensa más, sus movimientos más intensos pero más lentos y un último gemido antes de pararse del todo. Me mira y me sonríe. Tiene el pelo húmedo y la piel brillante por el sudor. Por las mejillas le resbalan unas lágrimas.
- Esto no te lo esperabas - me dice, jadeando todavía sobre mí.
- Estás llorando - le digo acariciándole la mejilla.
- No te preocupes, estoy bien. ¿Y tú?
- Flipando, pero muy excitado. Sigo pensando que no hemos hecho bien.
Pasa sus brazos por mis hombros, abrazándome un poco. Sigo dentro de ella y quizás ha notado que no me he corrido y sigo duro porque vuelve a contornear suavemente las caderas.
- ¿Por qué dejaste de hablarme de repente? - me pregunta -, ¿te lo pidió mi hermana?
- No, no es nada de eso - miento -, simplemente no coincidimos tanto.
Ella parece ignorar mi mentira.
- Lo que hemos hecho ahora no creo que le vaya a gustar mucho…
- No se puede enterar - le digo, alarmado.
- No te preocupes, será nuestro secreto - me dice y me besa de nuevo. Sigue moviendo sus caderas -. ¿A qué hora vuelve?
Miro el móvil que tengo al lado. Cero notificaciones, eso es bueno.
- Creo que todavía tenemos un rato.
- Perfecto.
Se tumba a mi lado, con el vestido todavía puesto como un cinturón, y empieza a masajearme suavemente el glande.
- Quiero que te corras.
- No me falta mucho, me has puesto a mil…
- ¿Pensarás en esta tarde cuando me vuelvas a ver con el vestido?
- Sí - le digo con la respiración acelerada. Estoy a punto de correrme.
Su mano ahora me pajea todo el tronco, deslizándose con el flujo que ha soltado su coño. Me va mordiéndome la oreja y besándome el cuello mientras me susurra.
- Y cuando la veas a ella con este vestido, ¿en qué pensarás?
- En esta tarde - le digo, convencido.
- ¿Querrás que venga otro día y me pruebe otro vestido?
No llego a responder. Mi rabo explota cubriendo de semen mi tripa y su mano, que no deja de pajearme provocando descargas de placer por todo mi cuerpo. Me da un último beso y se va para el baño a lavarse un poco. Luego se viste, se despide y se va.
Mi novia llega cuando me estoy duchando. Siento una mezcla de culpa y desahogo, espero que no lo note.
- ¿Ha venido mi hermana hoy?
- Sí, se ha pasado a buscar un vestido que le dejabas. No me ha dicho mucho más.
- Vale. ¿Ha ido bien?
- Sí, sí, como siempre.

*****

El día de la fiesta llega y cuando ambos nos miramos, sonreímos recordando esa tarde. Una tarde que se ha convertido en una fantasía en mi cabeza, todavía me excito cuando la recuerdo y pienso en ella cuando estoy con mi novia en el sofá. Una tarde que no se puede repetir más y sin embargo, repetiremos varias veces. Nunca me habría imaginado así a mi cuñada.
 
- Esto no está bien - le digo mientras ella me está cabalgando.
- ¿Y qué le vamos a hacer? Ahora ya está hecho - me responde, incrementando el ritmo de sus movimientos.

*****

Llevo tiempo saliendo con ella. Nos entendemos, apenas discutimos, me sigue pareciendo tan atractiva como el primer día, en la cama todo funciona incluso damos rienda suelta a algunas de nuestras fantasías… Han sido unos años de una muy agradable convivencia. Y sin embargo, ha sucedido lo que nunca me habría imaginado que podría pasar: estoy empezando a sentir cosas por mi cuñada, la menos agraciada de las dos hermanas.
De verdad que pierde en todas las comparaciones. De cara son bastante parecidas, se nota que son hermanas, aunque mi novia tiene una sonrisa preciosa y unos ojos de un marrón miel que cuando les da la luz del sol refulgen y adquieren un color especial; los de la cuñada simplemente son marrones. Mi novia tiene el pelo liso y negro azabache perfecto; mi cuñada, el pelo castaño y rizado que muchas veces parece ir despeinada. La piel de mi novia es oscura, siempre parece que esté morena; mi cuñada es blancucha y pecosa. El cuerpo de mi novia, fantásticas curvas en sus caderas y pechos grandes y redondos; mi cuñada, delgada y con dos pequeños melocotones por pechos. Y a pesar de todo, fantaseo con la hermana.
Nunca me he relacionado mucho con ella, siempre he tenido la sensación que le caigo mal. Apenas hablamos en reuniones familiares y fuera de ellas es como si no existiéramos el uno para el otro. Hasta que un día algo cambió. Coincidió cuando empezó a salir con un chico. Entonces me hablaba un poco, incluso ganó un poquito de peso, mejorando su figura. Conectamos un poco, pero seguía siendo una relación más formal y protocolaria que otra cosa.
Esto no pasó desapercibido para mi novia. Si algo tenían las hermanas es que se odiaban y supongo que no le hizo mucha gracia que me empezara a llevar bien con ella. No fue un ataque de celos, pero tampoco estaba cómoda con la situación. Evidentemente, no reconocí que congeniábamos un poco más y me limité a decirle que lo mío era pura cortesía por ser familia. No sé si fue la charla con mi novia o que ahí había algo, empecé a pensar diferente de mi cuñada. Quizás la fruta prohibida era demasiado tentadora, aunque seguía sin parecerme tan apetitosa.
Estuvimos las siguientes semanas sin vernos ni hablar. No había más compromisos familiares y no coincidimos. Al menos en persona. En mi cabeza estaba cada vez más presente, incluso me sorprendí un par de veces fantaseando con hacerle el amor mientras estaba en la cama con mi novia. Esto ya era demasiado y tenía que parar antes de que afectara de verdad mi relación.
Nos volvimos a encontrar en una celebración familiar, el cumpleaños de la suegra, y salvo un parco hola y adiós apenas interactué demasiado con ella. No quería estropear las cosas ni quería alimentar nada que pudiera ser un problema al final. Como sucede muchas veces, ocurrió lo contrario de lo que había planeado.
Una tarde, solo en casa jugando a la consola en pijama, llamaron a la puerta. De todas las personas que podían llamar, justo tenía que ser la hermana. Se ve que había quedado con mi novia para que le dejara un vestido para una fiesta. La acompañe a nuestra habitación, donde tenemos el armario, y le indiqué donde los tenía.
Me dijo que me dejaba un vestido negro - me dijo sin apenas mirarme -, pero ya que estoy aquí aprovecharé para probarme alguno más.
Claro, aprovecha que puedes escoger - le dije. Y una parte mezquina dentro de mí pensó “buena suerte con la figura, a ella le quedan espectaculares -. Bueno, me voy para el salón, cualquier cosa me dices.
Vale, no te preocupes. No tardaré mucho.
Me vuelvo a mi videojuego. Por un día que tengo tiempo para jugar, esta interrupción me ha sentado fatal. Aunque no me concentro nada, estoy tenso sabiendo que se está desnudando en nuestra habitación. ¿Qué puedo hacer? Entrar fingiendo que me he dejado algo para pillarla desnuda sería el plan más estúpido de la historia. Condenado al fracaso. Descarto hacer nada, mi novia llegará en cualquier momento y es su hermana. Si hago cualquier movimiento seguro que me gano una hostia de la cuñada y mi novia me manda a la mierda.
Estoy perdido en estos pensamientos, muriendo constantemente en mi videojuego, cuando ella sale de la habitación. Dice que ya ha terminado y que se va.
- ¿Cuál te llevas? - le pregunto, apurando mi última oportunidad.
- El negro que me había dicho. Ahora que he engordado un poco, me queda bastante bien, aunque no tanto como a ella.
- Seguro que estás estupenda - le digo, forzando un poco la conversación -, ¿por qué no me lo enseñas puesto?
- ¿Qué quieres decir?
- Así te doy mi opinión - sigue empujando, a ver hacia dónde llegas.
Ella se ríe, un poco incómoda, parece que mi plan no va a funcionar y se va a ir ya.
- Ya lo verás el día de la fiesta, no seas impaciente - sigue sonriendo.
- Va, mujer, no seas tímida. Si estamos en familia - estaba claro que iba a culminar esta conversación con una estupidez.
Ella suspira y se vuelve para la habitación murmurando un “si insistes…” no muy convincente. Me noto tenso, el latir de mi corazón me presiona en el cuello. Miro el móvil, las cinco de la tarde. Calculo que mi novia todavía tardará un rato entre que sale del trabajo y viene, pero no me puedo quitar el miedo a que haya salido antes y nos sorprenda.
Mi cuñada parece más tranquila cuando sale de la habitación con el vestido negro. Tiene razón sobre que a mi novia le queda mejor. Sus caderas y sus pechos lo llenan más y le dan una forma más sugerente. Las alegrías que me ha dado este vestido son incontables. Es una comparación un tanto injusta, mi novia normalmente realza sus piernas con unos buenos tacones y mi cuñada ahora va descalza. El pecho es verdad que no lo llena, pero le queda un buen escote marcando tentadoramente los pezones.
Estoy distraído mirándola y pensando en las veces que le he quitado el vestido a mi novia hasta que me fijo que me está mirando el paquete. Estaba tan perdido en mi lujuria que no me he dado cuenta que estaba floreciendo una erección.
- Hostia, perdona, perdona, qué vergüenza - digo tapándome con un cojín, mi cara bullendo de vergüenza.
- Los problemas de no llevar ropa interior… - dice ella, parece más divertida que enfadada por la situación.
Yo no digo nada, me siento avergonzado y ni me atrevo a mirarla a la cara. En qué estaría pensando fantaseando con ella.
- Por eso yo no llevo… - dice acercándose hacia mí y levantándose el vestido.
No me lo creo, la vuelvo a mirar y se ha subido el vestido hasta la cintura, mostrándome su coño peludo bien recortado. Sigo sin decir nada. Ella me quita el cojín del regazo y se pone a horcajadas sobre mí. Me besa, metiendo su lengua hasta el fondo sin dudar, mientras frota su coño en el bulto de mis pantalones, impregnándolos de su humedad.
Mi corazón late a mil. Todas las veces que he fantaseado con ellas se han materializado aquí. Mi lengua se enrosca con la suya y le agarro el culo con fuerza. El peso que ha ganado le ha proporcionado unas buenas agarraderas que aprovecho para coger bien, no quiero que se me escape. Sin embargo, sigo tenso pensando que en cualquier momento llegará mi novia. Si ella está tensa, lo disimula muy bien.
Estamos un rato besándonos, ella rozando su pubis insistentemente contra mi rabo. Si seguimos así, voy a explotar de placer. Como si leyera mi mente, se detiene y mira la tienda de campaña, los pantalones empapados por nuestros flujos.
- Te estoy destrozando los pantalones - dice con una sonrisa que delata que no se arrepiente de nada.
Se incorpora un poco y me baja los pantalones hasta medio muslo, liberando mi rabo duro y mojado. Ella vuelve a besarme mientras vuelve a ponerse sobre mí, de nuevo frotando su coño en mi miembro. Yo esta vez me muevo también, encontrando finalmente la entrada a su coño. Ella empieza a bajar suavemente, yo cada vez más excitado mientras su calor va cubriendo mi miembro.
Ahora ya no hay vuelta atrás. Ella empieza a moverse adelante y atrás, cada vez más rápido, su cuerpo en tensión. Yo una mezcla entre excitado y tenso, sufriendo por si vuelve mi novia. A ella parece no importarle y descarta mi idea de parar, tenemos que terminar lo que hemos empezado. Quizás para disuadirme, se baja el escote dejando al aire los pechos, los pezones erectos no dejan lugar a duda de su excitación, y atrae mi cabeza para que se los muerda.
Ahora ya estoy atrapado del todo, entre la culpa de engañar a mi novia y el placer que me está dando su hermana. Me siento la venganza de una contra la otra por algo tan antiguo que ni siquiera se me ha explicado. Si tengo que ser el arma de la venganza, qué mejor manera que esta, por otra parte.
- Vámonos a la cama - le digo. Esto sólo puede ir a peor y qué mejor manera que compartir la cama con las dos hermanas.
- Xist… calla y sigue - responde, acercando de nuevo un pecho a mi boca para callarme de nuevo.
Su cuerpo se tensa y gime. Creo que está a punto de correrse. A mí no me falta mucho. Me muerde el cuello, un escalofrío me recorre el cuerpo. Su cuerpo se tensa más, sus movimientos más intensos pero más lentos y un último gemido antes de pararse del todo. Me mira y me sonríe. Tiene el pelo húmedo y la piel brillante por el sudor. Por las mejillas le resbalan unas lágrimas.
- Esto no te lo esperabas - me dice, jadeando todavía sobre mí.
- Estás llorando - le digo acariciándole la mejilla.
- No te preocupes, estoy bien. ¿Y tú?
- Flipando, pero muy excitado. Sigo pensando que no hemos hecho bien.
Pasa sus brazos por mis hombros, abrazándome un poco. Sigo dentro de ella y quizás ha notado que no me he corrido y sigo duro porque vuelve a contornear suavemente las caderas.
- ¿Por qué dejaste de hablarme de repente? - me pregunta -, ¿te lo pidió mi hermana?
- No, no es nada de eso - miento -, simplemente no coincidimos tanto.
Ella parece ignorar mi mentira.
- Lo que hemos hecho ahora no creo que le vaya a gustar mucho…
- No se puede enterar - le digo, alarmado.
- No te preocupes, será nuestro secreto - me dice y me besa de nuevo. Sigue moviendo sus caderas -. ¿A qué hora vuelve?
Miro el móvil que tengo al lado. Cero notificaciones, eso es bueno.
- Creo que todavía tenemos un rato.
- Perfecto.
Se tumba a mi lado, con el vestido todavía puesto como un cinturón, y empieza a masajearme suavemente el glande.
- Quiero que te corras.
- No me falta mucho, me has puesto a mil…
- ¿Pensarás en esta tarde cuando me vuelvas a ver con el vestido?
- Sí - le digo con la respiración acelerada. Estoy a punto de correrme.
Su mano ahora me pajea todo el tronco, deslizándose con el flujo que ha soltado su coño. Me va mordiéndome la oreja y besándome el cuello mientras me susurra.
- Y cuando la veas a ella con este vestido, ¿en qué pensarás?
- En esta tarde - le digo, convencido.
- ¿Querrás que venga otro día y me pruebe otro vestido?
No llego a responder. Mi rabo explota cubriendo de semen mi tripa y su mano, que no deja de pajearme provocando descargas de placer por todo mi cuerpo. Me da un último beso y se va para el baño a lavarse un poco. Luego se viste, se despide y se va.
Mi novia llega cuando me estoy duchando. Siento una mezcla de culpa y desahogo, espero que no lo note.
- ¿Ha venido mi hermana hoy?
- Sí, se ha pasado a buscar un vestido que le dejabas. No me ha dicho mucho más.
- Vale. ¿Ha ido bien?
- Sí, sí, como siempre.

*****

El día de la fiesta llega y cuando ambos nos miramos, sonreímos recordando esa tarde. Una tarde que se ha convertido en una fantasía en mi cabeza, todavía me excito cuando la recuerdo y pienso en ella cuando estoy con mi novia en el sofá. Una tarde que no se puede repetir más y sin embargo, repetiremos varias veces. Nunca me habría imaginado así a mi cuñada.
Me gusta, esperando la continuación
Gracias x escribir
 
EL VESTIDO NEGRO - PARTE 2

Acostarme con Emma, así se llama mi cuñada, fue un error. No sólo por la ética de los cuernos, sino porque en cada reunión familiar, las únicas ocasiones en que nos reencontrábamos, sentía el peligro inminente. Nuestra relación había mejorado, ya no nos limitábamos a los lacónicos hola y adiós acostumbrados. Mi novia no parecía muy satisfecha por este cambio. Nunca me ha dicho el motivo, pero odia que me relacione lo más mínimo con su hermana. Para evitar problemas, decido volverme a distanciar. Emma, por su parte, tiene otros planes.

Nos reencontramos en una cena familiar, dónde si no. Su madre cumple sesenta años y han invitado a toda la familia. En total, entre hijos, primos y demás seremos quince personas y un perro. Con tanta gente, todos tenemos que ayudar y mi novia y yo hemos llegado antes para echar una mano con la cena.

Estamos enfrascados en la cocina con la comida cuando llegan los primeros invitados, entre ellos Emma que se acerca para saludarnos. Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando la veo. Está guapísima, vestida con un top blanco ajustado sin nada debajo, transparentando esos pezones que tanto me gustaron esa tarde, y una falda corta que se abrocha con unos botones en un costado, dejando un corte por el que asoma la pierna. Completa el conjunto con unas sandalias por las que asoman unos dedos de pedicura perfecta.

Nos saludamos, procuro que de manera muy fría, y ella se queda de pie al lado de la nevera sin decir nada. Al poco rato, viene la madre para llevarse a mi novia para que le ayude a poner la mesa. Emma consigue escaquearse y nos quedamos los dos solos, lo que puede suponer problemas en casa.

Procuro no hacerle mucho caso, estoy concentradísimo con unas ensaladas y no puedo permitirme ningún error. Es la primera vez que estoy a solas con ella desde esa tarde y estoy un poco nervioso.

- Te noto tenso - me dice acercándose a mí.
- Estoy bien - digo sin mirarla.
- No lo pareces, te veo muy serio y ni me miras a la cara.
- Estoy bien, de verdad - levanto la vista para demostrarle que la puedo mirar sin problemas -. Sólo tengo ganas de terminar con esto - digo señalando las ensaladas, pero confiando que pille mi nada sutil indirecta.

Ella se pone todavía más cerca de mí y se apoya en la encimera, quedando los dos de cara. Su perfume dulzón se me mete en la nariz, el mismo que llevaba esa tarde.

- ¿Sabes? - me dice en un tono de voz más bajo -, a veces pienso en aquella tarde.

Alarga su mano y la pone sobre mi paquete, acariciándolo por encima del pantalón. Algo se despierta ahí abajo y me aparto de inmediato.

- ¿¡Qué haces!? - le digo alarmado y casi susurrando -, en cualquier momento puede entrar alguien.

Ella se ríe y se aparta. Estoy convencido que ha notado que me ponía morcillón.

- Hagamos un trato - me dice Emma bajándose el escote del top dejando al aire sus pechos -, cómeme los pezones como esa tarde y te dejo en paz.
- Tápate, por favor, que nos van a pillar.
- Vamos, cuanto más tardes, peor…

Suspiro resignado. Me seco las manos, la agarro por la cintura para atraerla hacia mí y me agacho para chuparle un pezón. Cuando estoy a punto de tocarlo con mi lengua, ella me aparta poniéndome una mano en la cara. Se cubre de nuevo, marcando los pezones de una manera que antes no se le marcaban, y se va riendo. Justo después entra mi novia.

- ¿Todo bien?
- Eh, sí, sí, ya casi he terminado.

*****

La cena transcurre bien, salvo por la misma incomodidad a la que me somete Emma. Se ha sentado delante mío y se ha pasado toda la cena acariciando mis piernas con sus pies desnudos. El roce de sus dedos con mi bello me ha provocado cosquillas y excitación a partes iguales y creo que se ha notado que me pasaba algo.

Al terminar la cena, ya de vuelta a casa, doy un paseo con mi novia.

- ¿Has visto cómo iba vestida? Siempre tiene que dar la nota - me dice ella.
- Ya… era una ropa más propia de una fiesta, no para una cena familiar. Tu tío no paraba de mirarle las tetas descaradamente.
- Ese es un guarro.
- ¿Y Carlos, el famoso novio? Creo que quizás no existe.
- Sí que existe, ha venido pocas veces, justo los días que tu no has podido venir…
- Ah, vaya, me gustaría conocerlo algún día.
- ¿Por?
- Para conocer al héroe capaz de aguantar a tu hermana.

Llegamos pronto a casa. Meterme con su hermana la ha apaciguado y ya no está tan molesta. Quizás esta noche podemos terminar de arreglar el día. Sin embargo, justo cuando entramos en casa me vibra el móvil. Una notificación de mensaje de Emma. Maldito el día en que me metieron en el grupo de la familia…

Mensaje: ¿Sigues vivo o mi hermana se ha dado cuenta?

Necesito escaquearme de mi novia. Le digo que me voy al baño, algo no me ha sentado bien y tengo que evacuar. Una vez dentro, respondo a Emma.

- ¿Estás loca? ¿Qué haces escribiéndome?
- Vamos, no te pongas así…
- Esto tiene que parar, no podemos seguir así.
- En el fondo te gusta…
- Emma, te lo digo en serio, ¡basta ya!
- Vale… qué muermo eres. Tú te lo pierdes.

Me quedo un rato en el baño. De nuevo vibra el teléfono.

*Emma te ha enviado una foto*

La abro y son sus pies desnudos sobre la cama. Acompaña el texto “estos son los que te han puesto tan nervioso hoy?” Mi yo emocional se excita con esa incipiente muestra de sexting, fantaseando con lamerle los dedos. Mi yo racional, en cambio, pide que deje este juego antes de estropearlo todo. Lástima que mi yo emocional és el que más grita ahora mismo.

Nuevo mensaje de Emma: Deja de pajearte con mis pies y responde.

Y por supuesto que respondo, tengo que terminar con esto.

- Estás flipando si crees que me ponen tus pezuñas.
- Por eso esta noche estabas tan nervioso durante la cena…
- Es diferente…
- Ya, lo que tú digas.

Emma me manda otra foto en la que se ve su top y su falda tirados en el suelo. Justo después, el mensaje “me sobraba toda la ropa”. Esto se va calentando y tengo que matarlo antes de que mi novia sospeche que llevo demasiado tiempo aquí metido. Y nuevo mensaje de Emma.

- Estoy sola en casa, vente que Carlos no está.
- No puedo, Emma, tu hermana sospecharía y tenemos que terminar con esto.

*Emma te ha enviado una foto*

Esta vez es un selfie de ella tumbada en la cama, completamente desnuda. Solo se ve uno de sus pechos y su ombligo. Si me fijo en una de las esquinas de la foto, me parece ver el pliegue de su pubis. Qué ganas de pasar mi lengua por su cuerpo, pero no puede ser.

- Emma, basta, por favor. Esto se tiene que terminar.
- No hasta que terminemos lo que hemos dejado a medias.
- No hay nada que seguir, ya basta.
- Si te mueres de ganas de venir…
- Eso es lo que tú te piensas, no quiero seguir con esto.
- Muy bien, allá tú…
- ¿Qué quieres decir con allá tú? ¿Es una amenaza?
- …
- ¿Emma?

No me responde más. Espero que no haga ninguna locura. Cuando salgo del baño, mi novia está dormida en el sofá. Lleva su pijama favorito, que consiste únicamente en una camiseta bastante larga que la cubre por debajo de las caderas. Las bragas son opcionales. Le paso una mano por debajo y hoy es uno de esos días que sólo toca camiseta. Se la levanto y empiezo a lamerle el pecho izquierdo, su pezón cobrando vida.

A ella le gusta a veces que la despierte así, tocándola y lamiendo sus partes. Y yo necesito su sexo para desintoxicarme de mis malas decisiones con Emma, que se ha vuelto a meter en mi cabeza. Mientras le muerdo el pezón, me viene a la cabeza la foto que me ha mandado. Esto me corta el rollo y me pongo de rodillas en el suelo y empiezo a lamerle el clítoris, tirando de ella un poco hacia mí para que me quede más accesible.

Poco a poco se va despertando y su coño cada vez está más húmedo. Me acaricia el pelo, todavía medio dormida. Tira de mí para arriba y nos tumbamos en el sofá los dos juntos, besándonos. Ella se abre bien de piernas y yo la penetro. Está tan mojada que entra con mucha facilidad. No nos decimos nada, simplemente nos miramos mientras la penetro con fuerza, nos besamos y ella clava sus uñas en mi espalda cuando me corro con un potente lechazo. Me tumbo a su lado, mi cuerpo temblando, y nos quedamos estirados hasta que el sueño nos vence. Al menos el día termina bien.
 
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