En el SPA con mi mujer

Cancionhumeda

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16 Jul 2023
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Prólogo

Los carnavales de Sitges son famosos por el alcohol, el cachondeo y la fiesta que desprenden. Hace algunos años cuando todavía estábamos en la época de tonteo mi mujer y yo, fuimos a los carnavales con grupos separados. Nos vimos por la tarde y quedamos que nos llamaríamos para vernos más tarde.

Sus amigas del equipo iban todas disfrazadas de mafiosas: falda, americana, algunas con camisa y corbata, otras escotadas… pero mi mujer aquella noche llevaba una camiseta sin mangas anudada al cuello bajo la americana. Aunque no llevara escote, aquellos tetones se veían impresionantes. No sé qué sujetador llevaba, pero las tetas aquel día están más UP que nunca.

Nosotros, mis amigos y yo íbamos de vikingos. Aunque la intención era encontrarnos durante la noche, la cobertura (en aquella época SMS) no era la correcta y hasta entrada la noche a eso de las 4 de la mañana no nos encontramos. Cuando por fin nos encontramos más allá de las 4 y media, el alcohol había hecho mella en los dos. Nada más vernos la temperatura subió estrepitosamente.

Nos besamos, le sobe bien el culo y cuando fui a meter mano a esas tetazas, las note tan libres y sueltas que me sorprendió. No llevaba sujetador.

- ¿Dónde te has dejado el sujetador? ¿cómo vas así, con esas tetazas?

- Mientras cenábamos, hemos conocido a unos chicos en la mesa de al lado y las primeras copas las hemos hecho con ellos. Durante la cena me he quitado la americana y me he dado cuenta de que entre que la regla que me va a subir y el sujetador que me he puesto, mis tetas llamaban mucho la atención. Hemos acabado de cenar y hemos juntado las mesas con los chicos. Chupitos, chupitos, chupitos… En el primer bar un chico, muy simpático me ha tirado la caña. No quería nada con él, porque sabía que hoy te veía a ti… pero joder… me ha puesto caliente, caliente con el tonteo. Hemos estado fumando, hemos tomado tres o cuatro chupitos juntos y en un momento que hemos ido a la barra se ha puesto detrás mío. Ha metido sus manos por los huecos de las mangas y me ha sobado bien las tetas. Se me han puesto los pezones duros, duros… y me ha comenzado a comer el cuello. Me ha sobado bien las tetas y después de darme la vuelta y comerme la boca con él, sin darme cuenta, no sé cómo… me ha desabrochado el sujetador. Se le notaba un bulto inmenso, pero ha sido un momento, no quería nada con él, pero estaba tan caliente que se me ha ido la mano al paquete. Cuando me he dado cuenta de que aquello no tenía fin, me he dado la vuelta de nuevo, he restregado mi culo por su paquete y el rápidamente, no se como me ha quitado el sujetador. El cabrón mientras estábamos en la barra esperando, estaba detrás mío, sobando las tetas ya sin sujetador, por los huecos de las mangas y restregando su paquete por debajo de mi falda. Durante un momento, me ha sacado las tetas, juntando la tela en el canalillo. Porque estábamos delante de la barra y esta era alta, sino todo el mundo hubiera visto mis melones. Hemos estado unos 2 minutos, así… estaba ardiendo, tenia el coñito que me chorreaba. Entonces el camarero me ha atendido mientras él seguía pellizcándome los pezones. La cara que debía de tener, el camarero delante, notar aquel paquete en el culo…. Creo que me he corrido.

Estaba flipando con su explicación, se me había puesto durísima y ella lo sabía.

- Al coger las copas me he vuelto a guardar las tetas dentro de la camiseta, le he pedido que por favor parara que tenia novio. No se lo creía, me decía que una tía con novio no se deja hacer todo eso, pero que paraba. Eso sí, que el sujetador no me lo daba. ¿tú te crees? ¿Cres que alguien me abra visto las tetas?

Días mas tarde, viendo fotos en las web de las discotecas y bares de Sitges, entre en la discoteca donde estuvieron. No se veía nada, pero se podía ver en la barra, entre el tumulto: una falda levantada, unos brazos colándose por los huecos de una camiseta sin mangas y tres tíos al lado con el móvil en la mano haciendo fotos posiblemente a las tetas de mi novia, mi actual mujer.
 
Capítulo 1

En Navidades, celebramos nuestro aniversario, colocamos al pequeño en casa de los abuelos y buscamos un restaurante/hotel donde celebrar el aniversario. Este año habíamos encontrado un hotel resort con restaurante estrella Michelin y decidimos reservar la noche del viernes con cena y noche de hotel. El sábado lo dedicaríamos a masajes, spa y relax.

El hotel estaba aproximadamente a una hora de Barcelona y después de dejar al niño con los abuelos cogimos el coche y fuimos para allí. Yo no conduzco, no tengo carnet y es la mujer quien conducía. Al llegar al hotel a las 20:30 aproximadamente, aparcamos el coche en el parking y entramos hasta recepción. Check In, comentar el menú degustación con el recepcionista y poco más. La habitación primera plata y spa, piscina, restaurante en la -1 con salida al jardín.

Subimos a la habitación y nos duchamos juntos. Comida de tetas, mamada,... nos estábamos calentando para follar toda la noche. Follamos un poco bajo la ducha y acabe en las tetas de mi mujer. Se las comí después de correrme. Le encanta que le coma las tetas y esparcir mi corrida.

Nos estábamos vistiendo cuando mi mujer se dio cuenta de que le faltaba una maleta. Estaba en ropa interior y tenía que bajar al coche, así que en sujetador, liguero y tanga negro, se puso una camiseta larga blanca casi trasparente y cogió las llaves del coche para bajar a buscar la maleta. La camiseta tenía un cuello grandioso y se le podía ver todo el escote que llevaba aquella noche. El trasparente de la camisa no era mucho, pero dependiendo de la luz se le intuía todo el tangazo y el liguero. La imagen era para paja.

Eran las 21:30 y teníamos reserva a las 21:45. Mientras bajaba yo me fui arreglando pesando que la luz del ascensor era perfecta para que aquella ropa interior se viera perfectamente a través de la tela. También pensé que podía haber bajado yo a buscar la maleta, pero fue ella la que directamente dijo de bajar. Pensé que posiblemente no se fiara de mí por si abria la maleta, ver alguna sorpresa, algún regalo que llevará en el maletero etc.. No le di mucha importancia.

Eran las 21:45. Tardaba mucho, y pensé que era punta en el ascensor para bajar al restaurante y posiblemente tuvo que esperar un poco en coger alguno. Salí a asomarme a la puerta de la habitación y la vi. Estaba delante del ascensor hablando con alguien. No se veía a su interlocutor solo un pie que aguantaba la puerta del ascensor para que no se cerrará. Estaba despidiéndose con un hasta mañana cuando giro la cara y me vio. Estaba buenísima aquella noche. Venía sofocada, acalorada, creo que se la habían follado más de uno con la mirada en su paseo hasta el coche.

- Sí que has tardado, ¿Qué ha pasado?

- Había mucha gente en el ascensor y he tenido que esperar a que pasaran un par de ello para poder subir. ¿Me podías haber avisado que se trasparentaba la ropa interior, no?

- Jajaja. ¿Te han follado con la mirada o que?

- Casi. Como te gusta.

- ¿Con quién hablabas en el ascensor?¿Uno que te quería follar?

- Jajaja. Más quisiera. Era uno de los masajistas. Nos conocíamos, se llama Carlos.

Nos vestimos rápido y bajamos a cenar. Claro esta que encontrarse a un conocido en aquel hotel y que viera a mi mujer con aquellas pintas nos calentó a los dos mucho más de lo que estábamos. Durante la cena me explico que el tal Carlos era amigo del tío que en carnavales de Sitges le sobo las tetas en la discoteca.

Toda la cena y la follada fue con el tema de Carlos: este te quiere follar, seguro que en el móvil tiene todavía la foto de tus tetazas, te gustaría que te follará seguro,.... En un momento dado, mi mujer durante la follada estiro el brazo a su maleta y saco un gran consolador. Lo empezó a chupar mientras me la follaba y repetía.

- ¿Te gustaría que se la estuviera chupando mientras me follas? Que grande la tiene. Deja que me folle mientras te la chupo.

Me encanta cuando empieza a jugar con su consolador y me chupa la polla mientras se folla. Se folló al consolador pensando que era Carlos mientras me la chupaba, aunque nunca dice en quien piensa, pero estaba claro. Follamos toda la noche hasta acabar rendidos y nos quedamos dormidos.

A media noche me levante con la boca seca y me acerque al minibar a buscar algo de beber. En ese momento en la mesita de mi mujer el móvil sé encendiendo apareciendo una alerta de whatsapp.
"Hola, perdona. Pero avisarte que he cambiado el turno con mi compañero y mañana te haré el masaje yo. Espero que no te importe he cogido tu número de recepción. Carlos"
 
Capítulo 2

Al día siguiente esperaba alguna reacción o comentario por parte de mi mujer del mensaje que había recibido.

Durante la noche vi que ella se había desvelado y estaba con el móvil en la mano, así que cuando me levante y me fui a la ducha por la mañana, esperaba algún tipo de comentario o reacción al mensaje que había recibido durante la noche. Pero no, además de no decirme nada al levantarse, fue al baño, se sentó en lavabo a mear y mientras yo me duchaba me dijo.

- Buenos días. ¿has dormido bien? He pensado que aparte del masaje relajante de esta mañana, voy a pedir un peeling antes de comer.

- Lo que quieras. Este fin de semana es para que disfrutes y te relajes.

En aquel momento mientras decía aquellas palabras, mi polla se puso durísima y no pude resistir empezar a hacerme una paja mientras me duchaba. Entonces, fue cuando le dije.

- ¿Porque no entras y nos duchamos juntos?

- No, no. Nos duchamos después de comer. Dúchate tranquilo que voy a pedir que me suban el desayuno. Creo que me voy a afeitar un poco el coñito. No quiero bajar con estos pelos al masaje que con el tanga trasparente que te dan, seguro que se trasparenta todo.

Escuche como tiraba de la cadena, salía de la habitación y llamaba a recepción para que subieran el desayuno. Mientras hablaba por teléfono, me empecé a pajear sabiendo que a mi mujer si no se la iban a follar, al menos la iban a magrear bien.

Sali de la ducha, después de pajearme y correrme contra la pared. Me seque con el albornoz y me puse el bañador. Yo tenía un masaje descontracturante a la misma hora que ella y según nos habían explicado en recepción los masajes aunque fueran diferentes, a las parejas se le hace en la misma habitación/sala.

Me puse una camiseta justo cuando picaban a la puerta.

- Debe ser el desayuno. Abre que me voy un momento a la ducha. Empieza a desayunar ahora salgo.

Abrí la puerta y un camarero entro en la habitación mientras mi mujer entraba en el baño.

- Su desayuno, caballero.

- Gracias. Pero la botella de cava, no la hemos pedido.

- En la llamada a recepción, su acompañante nos ha indicado que subiéramos una botella de Brut con el desayuno continental.

- Ok. Ningún problema. Gracias.

¿Desde cuando mi mujer desayuna con cava? Estaba claro que pensaba que necesitaría alcoholizarse un poco antes de bajar y enfrentarse a las manos de Carlos. Desde la cama, le pregunte si había pedido cava en el desayuno y me dijo ‘claro cariño, me has dicho que este fin de semana era para disfrutar. Sírveme un poco y acércamelo.’

Le serví una copa y se la lleve al baño mientras comía una tosta de salmón y aguacate. Al entrar la vi en la ducha con la puerta de cristal abierta. Me la quede mirando fijamente. Estaba mojada, con el agua golpeando sus tetas y cayendo hacia su barriga y entrepierna, con las piernas abierta y rasurándose el coñito como nunca se lo había visto.

- Luego me lo comes, eh – me dijo mientras dejaba la maquinilla encima del lavamanos y cogía la copa de cava. - Va a estar todo el fin de semana chorreando este coñito.

- Eso espero, que este mojado todo el fin de semana, sino es por mi que sea por todos los que te quieren follar desde que te vieron ayer paseándote en el ascensor medio desnuda.

- Que guarro eres. Como me gusta.

Se bebió la copa de un golpe y me pido que se la volviera a llenar. Mi polla se volvió a endurecer. Le volví a llevar la copa y seguí desayunando.

Seguía en el baño 20 minutos mas tarde, yo me había tomado ya dos cafés, debía ser de los nervios, y leído todos los tweets del mundo. Le avise que en 10 minutos teníamos que estar abajo y no había desayunado.

- Cariño, no tengo hambre ahora me decía mientras salía del baño con el bikini más pequeño que había visto nunca.

Se acerco a la mesita del desayuno y se lleno por tercera vez la copa de cava. Se la bebió de un trago y me dijo.

- Estoy lista para que me manoseen. ¿y tú?
 
Última edición:
Por lo que se desprende, ella quiere que se la folle Carlos por eso pidió una botellita de cava para ir más envalentonada.
 
Capítulo 3

Bajamos en el ascensor envueltos en los albornoces blancos del hotel, con los pies en chanclas y el pelo todavía húmedo. Mi mujer iba delante, con el albornoz ceñido pero lo suficientemente suelto como para que, al moverse, se abriera un poco el escote y dejara ver el bikini diminuto que llevaba debajo. Yo iba detrás, con la polla ya medio dura solo de pensar en lo que podía pasar.

El silencio del ascensor era pesado, cargado de esa tensión que nos encanta: ella sabía que yo sabía, y yo sabía que ella disfrutaba sabiendo que yo sabía.

Llegamos a la planta -1 y salimos directo a la recepción del spa. El ambiente era calido, con luz tenue, olor a eucalipto y música suave de fondo. Allí estaba él. Carlos. Apoyado en el mostrador, con la misma gran sonrisa que imaginé cuando leí su mensaje la noche anterior. Alto, moreno, con el uniforme blanco ajustado que marcaba pecho y brazos. Nos miró a los dos, pero sus ojos se detuvieron un segundo de más en ella.

—Buenos días —dijo con voz calmada pero cargada—. Qué alegría verte otra vez.

Mi mujer le devolvió la sonrisa, un poco nerviosa, un poco juguetona.

—Hola, Carlos. Qué sorpresa lo del cambio de turno.Yo me quedé un paso atrás, saludando con un gesto. Él me miró un instante, educado, pero era obvio que el reencuentro era con ella.

La recepcionista nos explicó el procedimiento: nos darían las taquillas, nos cambiaríamos (aunque ya íbamos preparados debajo del albornoz) y nos llevarían a las salas. Insistí en que queríamos el masaje en pareja en la misma sala, como nos habían dicho al reservar.

La chica sonrió con profesionalidad.

—Lo siento, caballero, pero hoy hay mucha ocupación. El masaje relajante de la señora será en la sala 3, y el descontracturante del señor en la sala 5. Están una al lado de la otra, separadas solo por una pared fina. Podrán oírse si hablan alto.

Mi mujer me miró de reojo. Yo sentí un pinchazo en el estómago, mitad celos, mitad excitación pura.

Carlos intervino con naturalidad.

—Yo me encargo personalmente del masaje de ella. Tranquilo, estará en las mejores manos.

Y ahí estaba la frase. Directa. Sin disimulo. Mi mujer se rio bajito, como si le hiciera gracia el doble sentido. Yo forcé una sonrisa. Nos llevaron a las taquillas. Nos quitamos los albornoces. Ella con ese bikini mínimo: triángulos pequeños que apenas cubrían los pezones, y abajo una braguita tan fina que se marcaba todo. Yo con el bañador normal. Nos dieron las zapatillas desechables y nos separaron.Una masajista joven y discreta me acompañó a mí a la sala 5. Me indicó que me tumbara boca abajo en la camilla, me cubrió con una toalla y empezó el masaje. Aceite caliente, presión firme en la espalda. Profesional. Perfecto. Pero yo no estaba allí.

Estaba en la sala de al lado. Al principio no se oía nada. Solo el murmullo lejano de la música ambiental y el sonido de las manos de mi masajista deslizándose por mi piel.

Intenté relajarme, pero era imposible. Tenía la polla dura como una piedra, apretada contra la camilla. Cada vez que la masajista pasaba cerca de mis caderas, me tensaba más.

Entonces llegaron las primeras risas. Suaves. De ella. Reconocería esa risa en cualquier sitio. Una risa nerviosa, coqueta. Después la voz de él, baja, pero audible a través de la pared.

—Todavía las recuerdo, ¿sabes? Aquella noche en Sitges… impresionantes. Silencio. Un suspiro de ella.

—¿Puedo?

No hubo respuesta verbal. O al menos no la oí. Pero sí oí el roce de la tela. El sonido de la toalla al moverse. Y luego… un gemido. Suave. Contenido. Ese gemido que hace cuando alguien le roza los pezones por primera vez.

A partir de ahí fue peor. Gemidos cortos, entrecortados. La voz de él, susurrando cosas que no llegaba a entender del todo, pero que imaginaba perfectamente. “Qué duritos están…”,

“cómo me acuerdo de esto…”, “tranquila, solo estoy masajeando…”.

La masajista seguía con mi espalda, ajena a todo. Presión en los hombros, en los lumbares.

Pero yo solo sentía mi polla latiendo contra la camilla. Intenté moverme un poco para aliviarla, pero era peor. Cada gemido de mi mujer era un latigazo directo a mis huevos. Un gemido más largo. De ella. Profundo. Como cuando se la meten despacio.

Me imaginé la escena: ella boca abajo, la toalla bajada hasta la cintura, Carlos con las
manos llenas de aceite sobándole las tetas desde atrás, pellizcando los pezones, mientras le susurra al oído lo que le gustaría hacerle.Otro gemido. Y la voz de él, más ronca.

—Date la vuelta, que te haga la parte de delante…Silencio. El roce de la camilla. Y luego un “ahhh” largo, satisfecho, de ella.

Ya no podía más. Estaba sudando. La polla me dolía de lo dura que estaba. El peor masaje de mi vida. Ni un minuto de relax. Solo tortura deliciosa.

La masajista me pidió que me diera la vuelta. Lo hice con cuidado, colocando la toalla estratégicamente para tapar el bulto evidente. Ella ni se inmutó, profesional hasta el final.

Pero al otro lado de la pared, los gemidos seguían. Más seguidos. Más intensos.

Y yo allí, con la polla latiendo bajo la toalla, imaginando las manos de Carlos recorriendo el cuerpo de mi mujer, sabiendo que ella se dejaba, que lo disfrutaba, que se estaba mojando como una puta mientras yo escuchaba impotente. Cuando terminó el masaje, me quedé un minuto tumbado, intentando calmarme. La masajista salió discretamente. Al otro lado, todo se había quedado en silencio.

Me levanté, me puse el albornoz y salí al pasillo.Ella salió un minuto después. El pelo revuelto, las mejillas sonrosadas, los ojos brillantes. Me miró y sonrió con esa sonrisa traviesa que pone cuando sabe que me ha puesto a mil.—¿Qué tal tu masaje, cariño?

Yo solo pude mirarla, con la polla todavía dura bajo el albornoz.

—El peor de mi vida —le dije.

Y ella se rio. Bajo. Profundo. Como quien sabe que acaba de ganar la partida.
 
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