Encuentros sexuales a raíz de una conversación de chat

Luismyself

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18 Jun 2023
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Después de tiempo leyendo hilos muy interesantes me animo a abrir uno dedicado a encuentros que surgen de una conversación en un chat. Siempre me ha parecido morboso el entablar conversación con alguien desconocido en una sala de temática sexual, chicas en mi caso, y posteriormente quedar en persona. Yo iré contando mis experiencias, si os apetece podéis contar las vuestras también.

En mi caso siempre hablaré de experiencias reales, no ficción, sin tener nada contra los relatos eróticos a mi no me producen excesivo morbo y, sin embargo, con una experiencia real, aunque sea light, es todo lo contrario. Si lo que lees te suena o bien sabrás quién soy o la protagonista te lo ha contado y me encantaría que con la discreción que nos caracteriza me lo hagas saber o, mejor aún, des pistas en abierto de que sabes de qué va todo.

Pues nada más, a divertirse.
 
Comienzo yo.
No es que sea muy frecuente entrando en los chats pero sí que hay etapas en las que entro y cuando entro siempre es con la finalidad de un encuentro real. ¿Es esto posible? pues sí, yo he tenido magníficas experiencias y con algunas chicas mantengo el contacto, es decir, se han convertido en amigas con el paso del tiempo. En las salas que suelo aparecer tienen nombres tan sugerentes como "cornudos", "casadas", "sumisas" o "mazmorra". Adivinaréis que me encanta el sexo con casadas (sean consentidas o, mejor aún, sin que lo sepa su pareja, me produce más morbo) y también que tengo rol de dominante, así que espero encontrar en el chat alguna casada que ve que el tiempo pasa y que necesita dar rienda suelta a sus fantasías, todo de forma discreta y con alguien que le llegue a generar confianza, especialmente si en su morbo está la fantasía de ser sumisa. Así conocí a Bea.

No recuerdo si fue ella quien me abrió un privado o fui yo, pero sí que sé que conectamos rápidamente. Una mujer culta, inteligente, y decidida, con quien vi que compartía afinidades. Sí que recuerdo que ella me fue contando que era casada, que tenía muchas ganas de explorarse sexualmente y probar la sumisión, pero casi nula experiencia. Intercambiamos el *****, quedamos en seguir hablando por ese medio y así lo hicimos. Fueron un par de meses de excitación continua en nuestras charlas, ella desde su despacho y yo desde el mío, conociéndola mejor y comenzando con su entrega en primer lugar a distancia. Ya conocía su vida sexual al completo y le fui pidiendo que obedeciera órdenes como el llevar sus juguetes al trabajo y mandarme una foto sosteniendo el consolador o las bolas chinas. Nos enviamos fotos, pero nunca alguna en la que se nos pudiera reconocer (discreción ante todo) aunque sí de cuerpo. Y así conocí su magnífica figura y ella la mía. Después del tecleo vino el micro y aproveché en alguna ocasión que se había quedado sola en la oficina para darle la orden de masturbarse mientras yo le hablaba y oía sus gemidos ahogados y suspiros. Le encantaba correrse para mi y que yo lo sintiera. No vivíamos en la misma ciudad con lo que por el momento esa era la forma de entregarse. Hubo una ocasión en la que chateaba desde su casa, era viernes por la tarde y tenía que salir a hacer compras. Le dije cómo tenía que ir, con una minifalda y sin nada debajo, y en la siguiente charla me dijo que había llegado excitadísima a casa y que tuvo que ir directa a la ducha a masturbarse. Durante esta etapa me reconoció que mejoró el sexo con su marido ya que, aunque él no se enterase de nada, ella seguía mis indicaciones follando con él, lo que tenía que imaginar mientras se la chupaba o en qué postura yo quería que él la se la follara. En muchas ocasiones fue precisamente ella la que me preguntó si esa noche quería que follara con su marido y qué era lo que quería que hiciera para luego contármelo.
 
En esos meses llegó el verano y ella tenía la oportunidad de despistarse un par de días para poder conocernos en persona. Sería en su ciudad y ella se encargaría del sitio donde nos quedaríamos. La verdad es que inicialmente pensé que para un primer encuentro dos días iba a ser demasiado, prefiero que sean más cortos e ir conociéndonos mejor ya en real para planificar cosas más largas, pero bueno, por las circustancias este iba a ser así. Conocíamos todo el uno del otro menos la cara. Tengo que reconocer que esos minutos en los que estás sentado en una mesa de una terraza esperando a que aparezca la mujer con la que llevas meses hablando de sus gustos sexuales, sabes cómo folla con su marido, sabes lo que quiere experimentar, cuánto le gusta comer una polla...son intensos, no nerviosos porque soy un tío tranquilo, pero sí intensos. Siempre puede ocurrir de todo y que ella no aparezca, está claro, o que aparezca y esa conexión que había se esfume en un plis plas, pero todo el proceso es increíblemente morboso. Al final si esto ocurriera tampoco será problema alguno, se toma algo charlando tranquilamente y se da por finalizado. Nada de eso pasó con Bea, al contrario, nos dimos dos besos le pedí una copa y comenzamos a charlar como si nos conociéramos de toda la vida en circunstancias totalmente diferentes. Vino con un vestido con bastante escote, lo recuerdo bien. Tomada la primera copa intencionadamente la estaba mirando a los ojos mientras hablaba y lentamente bajé la mirada hacia su escote. Quería que supiera que indudablemente le había mirado las tetas. Volví a mirarla fijamente a los ojos y al hacerlo sonrió apretando ligeramente los labios. Serían las 6 de la tarde y pedimos otra copa.
 
Durante los meses de ***** habíamos hablado sobre límites en su entrega y también sobre mis propios límites. Por ejemplo, le dije que mi estilo no era tanto BDSM sino más del tipo dominación y obediencia. Yo en ningún caso iba a infligirle dolor porque no va conmigo, más allá de algún azote o juegos con sus pezones, a lo que ella respondió que tampoco era lo que buscaba. Sobre el resto ella misma prefirió no establecer nada por anticipado e ir descubriendo, a lo cual le dije que eso era perfectamente compatible conmigo ya que mi propia forma de disfrutar del sexo es hacer disfrutar a la otra persona. Si en algún momento veo que la persona no disfruta de alguna práctica la abandono, sin embargo, en el juego voy siempre voy subiendo la apuesta poco a poco y acorde con la excitación de mi sumisa a cada paso.

La segunda copa ya no fue igual que la primera. Ya no hablamos de su ciudad o de mi viaje, de mis intereses culturales y los suyos, sino de lo que nos había llevado a aquella mesa aquella tarde. Después de pagar al camarero, mirándola a los ojos le dije

  • Me gustan tus tetas, aunque no las he visto al completo

Y eso fue el pistoletazo de salida. Volvió a sonreír con cierto sonrojo en su cara y me dijo que había elegido ese vestido especialmente para la ocasión y que no se había puesto sujetador para provocar mi mirada. Como os dije, una mujer estupenda y decida. Me gusta especialmente el morbo del contraste, Bea es una mujer de la que nadie en su día a día podría siquiera imaginar que disfrutara siendo sumisa en una relación sexual y estar con ella comiendo o cenando o tomando algo es un ejercicio de alta intelectualidad y diversión. El contraste entre esos momentos y cuando por su gesto veo que comienza a mojarse al decirle "voy a volver a convertirte en mi puta particular" es algo extraordinariamente morboso.

Por las conversaciones previas, Bea sabía que me encanta poner cuernos consentidos (ser corneador es algo increíblemente morboso) pero que me pone aún más cuando son cuernos con la ignorancia del marido sobre la vida sexual de su mujer. Es como profanar un templo. A ella no le gusta llevar anillos en las manos y tampoco lleva la alianza en su día a día, pero yo le había dicho que quería que la llevara ese día, aunque fuera en su bolso, así que le pregunté

  • ¿Has traído tu alianza?
  • Está en el bolso

Y movió su cabeza afirmativamente. A ella no le produce morbo poner los cuernos a su marido, es como que fueran dos mundos paralelos y totalmente ajenos en su cabeza, cuando se entrega como mi zorra sumisa vive en uno y como mujer impoluta con su marido en el otro. El morbo de ponérselos sería puente que uniría ambos mundos, pero este no existe. Eso sí, al saber que a mí me excita, como buena obediente cumple con devoción órdenes como la de llevar la alianza para meterla en nuestro juego.

De camino a mi coche que tenía en un parking cercano íbamos andando como dos personas conocidas sin más, como pueden ir dos compañeros al salir del trabajo. Después de pagar nos metimos en el coche, me giré y mirándola a los ojos sin mediar palabra metí la mano en su escote y comencé a acariciar su teta derecha. Ella no apartó su mirada de la mía y se aproximó dándome un beso en la boca. Arranqué y nos fuimos, ella me iba indicando el camino.

Con este último dato, Bea, si eres forera, mándame un whatsapp. Yo no te voy a contar que lo estoy escribiendo porque me produciría más morbo que tú lo descubrieras. Si eres alguna de sus amigas y te suena todo o parte de la historia, puedes comentar.
 
He empezado a leerte y me ha encantado, a ver si tengo un rato y te termino de leer, lo estoy deseando.
Por cierto te mandaré un private, para ver qué chat frecuentas. Jijiji.
 
Durante los meses de ***** habíamos hablado sobre límites en su entrega y también sobre mis propios límites. Por ejemplo, le dije que mi estilo no era tanto BDSM sino más del tipo dominación y obediencia. Yo en ningún caso iba a infligirle dolor porque no va conmigo, más allá de algún azote o juegos con sus pezones, a lo que ella respondió que tampoco era lo que buscaba. Sobre el resto ella misma prefirió no establecer nada por anticipado e ir descubriendo, a lo cual le dije que eso era perfectamente compatible conmigo ya que mi propia forma de disfrutar del sexo es hacer disfrutar a la otra persona. Si en algún momento veo que la persona no disfruta de alguna práctica la abandono, sin embargo, en el juego voy siempre voy subiendo la apuesta poco a poco y acorde con la excitación de mi sumisa a cada paso.

La segunda copa ya no fue igual que la primera. Ya no hablamos de su ciudad o de mi viaje, de mis intereses culturales y los suyos, sino de lo que nos había llevado a aquella mesa aquella tarde. Después de pagar al camarero, mirándola a los ojos le dije

  • Me gustan tus tetas, aunque no las he visto al completo

Y eso fue el pistoletazo de salida. Volvió a sonreír con cierto sonrojo en su cara y me dijo que había elegido ese vestido especialmente para la ocasión y que no se había puesto sujetador para provocar mi mirada. Como os dije, una mujer estupenda y decida. Me gusta especialmente el morbo del contraste, Bea es una mujer de la que nadie en su día a día podría siquiera imaginar que disfrutara siendo sumisa en una relación sexual y estar con ella comiendo o cenando o tomando algo es un ejercicio de alta intelectualidad y diversión. El contraste entre esos momentos y cuando por su gesto veo que comienza a mojarse al decirle "voy a volver a convertirte en mi puta particular" es algo extraordinariamente morboso.

Por las conversaciones previas, Bea sabía que me encanta poner cuernos consentidos (ser corneador es algo increíblemente morboso) pero que me pone aún más cuando son cuernos con la ignorancia del marido sobre la vida sexual de su mujer. Es como profanar un templo. A ella no le gusta llevar anillos en las manos y tampoco lleva la alianza en su día a día, pero yo le había dicho que quería que la llevara ese día, aunque fuera en su bolso, así que le pregunté

  • ¿Has traído tu alianza?
  • Está en el bolso

Y movió su cabeza afirmativamente. A ella no le produce morbo poner los cuernos a su marido, es como que fueran dos mundos paralelos y totalmente ajenos en su cabeza, cuando se entrega como mi zorra sumisa vive en uno y como mujer impoluta con su marido en el otro. El morbo de ponérselos sería puente que uniría ambos mundos, pero este no existe. Eso sí, al saber que a mí me excita, como buena obediente cumple con devoción órdenes como la de llevar la alianza para meterla en nuestro juego.

De camino a mi coche que tenía en un parking cercano íbamos andando como dos personas conocidas sin más, como pueden ir dos compañeros al salir del trabajo. Después de pagar nos metimos en el coche, me giré y mirándola a los ojos sin mediar palabra metí la mano en su escote y comencé a acariciar su teta derecha. Ella no apartó su mirada de la mía y se aproximó dándome un beso en la boca. Arranqué y nos fuimos, ella me iba indicando el camino.

Con este último dato, Bea, si eres forera, mándame un whatsapp. Yo no te voy a contar que lo estoy escribiendo porque me produciría más morbo que tú lo descubrieras. Si eres alguna de sus amigas y te suena todo o parte de la historia, puedes comentar.
Muy bueno, sigue así, me has enganchado.
 
Un hilo espectacular. Me da mucho morbo las situaciones que cuentas y como lo relatas. Seguire atento por aqui.
Y gracias por compartirlo.
 
Algo sobre lo que me gusta ser claro cuando chateo sobre sexo con una mujer es que yo no juzgo. Para mí un hombre al que le gusta disfrutar del sexo no tradicional, en clubs de intercambio, con parejas, etc. es exactamente igual que a la mujer a la que le gusta lo mismo. No el hombre es un machote y la mujer una puta si le pone los cuernos al marido. En este sentido el introducir palabras como "zorra" o "puta" en el argot de la relación de entrega no es otra cosa que el buscar una vía de excitación para ella y para nada una definición. No aprovechar la palabra y el oído es como mutilar un sentido, perder un quinto del placer sexual. Por eso Bea siempre que está conmigo y únicamente cuando estamos disfrutando del sexo es mi puta, o mi zorra, y antes y después de su entrega esas palabras pierden su sentido y es la magnífica y segura de sí misma Bea. El que todo eso no sea fingido, sino sentido, es lo que hace que una mujer se desinhiba completamente y se sienta segura para abrirse a su propia sexualidad.

Me sorprendió el lugar que había elegido Bea. No era un hotel, que es lo que esperaba, sino un piso. Me comentó después que estando en su ciudad para ella tenía más riesgo que la vieran entrar o salir de un hotel y que, además, a ella le parecía más confortable un piso para estar. Así que allí fuimos, donde tenía dispuestas un par de botellas y refrescos con la bebida que nos gustaba a cada uno. El alcohol justo da una chispa esencial para estos juegos. Al llegar a la cocina, donde tenía las bebidas, aunque no lo recuerdo de forma literal la conversación fue algo así

  • ¿Deseas convertirte en mi puta particular?
  • Sonriendo me respondió "se me nota mucho, ¿verdad?"
  • Pues quítate el vestido y ponme la copa en braguita nada más.

Y así lo hizo. La veía moverse a por vasos, hielo, con las tetas al aire y me fijaba en su cuerpo, en su culo, en ese maravilloso par de tetas. Mientras ponía el alcohol de la primera copa sopesé ambas tetas con las manos y le dije que ya era hora de tenerlas para mí. La morreé de forma lasciva mientras seguía tocándolas y paré para decirle que continuara poniendo las copas. De esas primeras dos copas bebimos siquiera dos sorbos.

Ella sabía que me encanta ser yo quien le baje las braguitas o el tanga a una mujer la primera vez. Es morboso hacerlo con un ligue de una noche que no tiene pareja, es mucho más morboso hacerlo con una mujer casada, sabiendo que estás descubriendo el templo prohibido, pero he de reconocer que la situación más morbosa la he tenido haciéndolo delante del marido en un par de ocasiones con parejas. Es sublime que el cornudo vea cómo le descubres el sexo a su mujer.

Por eso disfrutaba viéndola poner las copas con braguita, sin prisa, sabiendo lo que venía después. Dejé la copa encima de una mesa y le dije que ella hiciera lo mismo. La ordené estar de pie delante de mi y le hice saber que le iba a bajar la braguita para que me entregara su sexo. Eran negras y fui poco a poco tirando de ellas. A la altura de la rodilla pude ver que estaban completamente llenas de flujo de toda la excitación que tenía y que había ido teniendo desde que me vio mirarle las tetas con descaro en la terraza. Más tarde me confesó que cuando le metí mano en el coche sin previo aviso había alcanzado su primer breve pero intenso orgasmo. Le ordené que abriera las piernas, que pusiera las manos en la nuca como si estuviera detenida, pasé la parte superior de mi dedo índice por toda su raja y se lo enseñé lleno de flujo para decirle "así me gusta tenerte" y acto seguido dárselo a chupar.
 
No puedo recordar cada minuto del primer encuentro o de los posteriores, me podría inventar cachos pero no sería lo mismo, prefiero ser fiel a mi recuerdo. Sí que recuerdo (y ella también) los momentos más intensos y serán los que cuente. Otra de las cosas que le dije en las conversaciones por ***** es que siempre comenzaría marcándola como mi puta, en cada ocasión, y una vez sacado el dedo de su boca le ordené ponerse de rodillas sobre una especie de cojín con las manos en la espalda.

Se arrodilló obedientemente y le dije que cerrara los ojos. El marcar a Bea como mi puta es una liturgia; me bajo la cremallera o desabrocho los botones del pantalón para únicamente sacar la polla que ya tengo como una roca y con la gota preseminal. Ella no puede abrir los labios ni los ojos, no le está permitido hasta que yo lo decida, y comienzo a pasar la punta por toda su cara, sus pómulos, su frente, su barbilla, sus labios exteriormente, sus ojos cerrados. Noto como sube su excitación sabiéndose marcada por mi polla, como desea que le dé la orden de sacar la lengua, pero sigo acariciándole después con el tronco en sus mejillas. Cuando lo creo oportuno le digo que siga de rodillas, pero con las piernas abiertas, abriendo el coño, y que saque la lengua. Al hacerlo dirijo mi capullo con la gota preseminal y se la deposito en la lengua. Saboréala. Le ordeno que abra ya la boca y le meto mi polla hasta la mitad para que pueda chuparla. Es en ese momento cuando su cuerpo con un ligero temblor me regala un suspiro profundo y comienza a mamar. Abre los ojos.

Y así se encontró por primera vez, con la mitad de mi polla metida en la boca, moviendo la lengua en mi capullo, viéndose desnuda y abierta mientras yo de pie sigo vestido y únicamente con la polla fuera del pantalón. Volvió a cerrar los ojos y se concentró en la mamada. Fui follándole la boca poco a poco, sin llegar a introducirla entera porque mi polla no le cabe entera, sólo en determinadas posiciones puede llegar a tenerla toda. En esos momentos de gran excitación es cuando le pregunto "te gusta ser mi zorra casada y sumisa, ¿verdad?". A lo que sólo responde con gemidos y sollozos mientras me la come. Es por lo que digo que privar a estos momentos de la palabra y el oído es como amputar una parte extraordinaria en el sexo.

Le dije que me desnudara de cintura para abajo y, mientras, yo me abría los botones de la camisa, que era blanca, como la que tengo en la foto de mi avatar que precisamente es la foto de mí que más le gusta a ella. Además de la alianza ella había llevado su consolador azul, las bolas chinas y una correa y un collar de perrita al encuentro. La ordené ir a por el consolador mientras yo terminaba de quitarme zapatos y ropa de cintura para abajo y regresó con él en la mano. Arrodíllate de nuevo, abierta.

  • Quiero ver cómo te metes el consolador y empiezas a pajearte, querida.

Y sin dejar de mirarme a los ojos obedeció. Me acerqué a ella le puse el capullo en la punta de los labios y comencé a meneármela lentamente, luego subiéndola con la mano le ordené que me lamiera los huevos y los chupara. Así estuvimos un rato, ella masturbándose y lamiendo mis huevos y el comienzo del tronco y yo lentamente meneándomela. Con la mano izquierda le acariciaba la cabeza.
 
Había un sillón a unos 5 pasos del sitio del salón donde estaba ocurriendo todo. Mantener el estado de excitación en una mujer lo máximo posible es algo que siempre quiero e intento hacer, así que antes de que me diera la sensación de que ella se pudiera correr mientras se masturbaba y me lamía me aparté un poco y le ordené abrir la boca de nuevo. Volví a metérsela en ella y comenzó a chupar mientras seguía masturbándose. Entonces le dije "deja el consolador, agárrate a mis piernas y sígueme andando de rodillas. No dejes que se te salga mi polla de la boca en ningún momento". Y recorrí esos 5 pasos de espaldas hasta el sillón con Bea sujetada con sus manos en mis glúteos y con una buena parte de mi polla en la boca. Vi que se había tomado muy en serio la orden de no dejar que se le saliera de la boca.

Ya al lado del sillón le saqué el miembro de su boca y le dije que fuera a por la alianza. Se levantó y desapareció para encontrar su bolso y recuperar la alianza. Al entrar en el salón venía caminando, desnuda, feliz, y con una mano cerrada. Yo estaba ya sentado en el sillón, con la camisa blanca abierta, como en la foto, y muy empalmado. Llegó hasta mí y le dije que se sentara a mis pies y me entregara la alianza. Lo hizo e instintivamente me agarró la polla para comenzar una lenta masturbación, pero he de decir que fue esto un gesto decidido por ella, es decir, en ese momento me dio la sensación de que no estaba pensando en hacerlo para darme placer a mí sino por gusto propiamente de ella.

Miré la alianza. Era una alianza normal, de oro pero fina, se veía que ni ella ni su marido le habían dado importancia al hecho de que una sortija representara gran cosa para ellos. Supongo que el no llevarla de continuo era algo que ya habían hablado previamente a la boda así que para qué emplear una fortuna en algo que iba a durar unas horas. Pero era su alianza de casada la que estaba depositando sobre mi mano y en ese momento ese anillo había acumulado todo el morbo que se puede imaginar.

Fue entonces cuando le pregunté en qué mano se la puso y me contestó que en la derecha. Mirándola a los ojos le ordené que comenzara de nuevo a comérmela y sin dilación se la metió en la boca con el brazo derecho reposando sobre mi pierna izquierda. Le cogí la mano derecha mientras la veía comérmela y le coloqué el anillo en el anular. Luego le llevé esa mano hacia mi polla para que la agarrara y me masturbara con el anillo puesto mientras seguía con la mamada. No recuerdo el tiempo que estuve viendo su mano con el anillo puesto subiendo y bajando de mi polla y lamiéndome el capullo, pero sí que lo recuerdo como si fuera ahora mismo, mientras lo describo. Si hay momentos morbosos que se quedan grabados casi frame por frame, este es uno de ellos.
 
Comienzo yo.
No es que sea muy frecuente entrando en los chats pero sí que hay etapas en las que entro y cuando entro siempre es con la finalidad de un encuentro real. ¿Es esto posible? pues sí, yo he tenido magníficas experiencias y con algunas chicas mantengo el contacto, es decir, se han convertido en amigas con el paso del tiempo. En las salas que suelo aparecer tienen nombres tan sugerentes como "cornudos", "casadas", "sumisas" o "mazmorra". Adivinaréis que me encanta el sexo con casadas (sean consentidas o, mejor aún, sin que lo sepa su pareja, me produce más morbo) y también que tengo rol de dominante, así que espero encontrar en el chat alguna casada que ve que el tiempo pasa y que necesita dar rienda suelta a sus fantasías, todo de forma discreta y con alguien que le llegue a generar confianza, especialmente si en su morbo está la fantasía de ser sumisa. Así conocí a Bea.

No recuerdo si fue ella quien me abrió un privado o fui yo, pero sí que sé que conectamos rápidamente. Una mujer culta, inteligente, y decidida, con quien vi que compartía afinidades. Sí que recuerdo que ella me fue contando que era casada, que tenía muchas ganas de explorarse sexualmente y probar la sumisión, pero casi nula experiencia. Intercambiamos el *****, quedamos en seguir hablando por ese medio y así lo hicimos. Fueron un par de meses de excitación continua en nuestras charlas, ella desde su despacho y yo desde el mío, conociéndola mejor y comenzando con su entrega en primer lugar a distancia. Ya conocía su vida sexual al completo y le fui pidiendo que obedeciera órdenes como el llevar sus juguetes al trabajo y mandarme una foto sosteniendo el consolador o las bolas chinas. Nos enviamos fotos, pero nunca alguna en la que se nos pudiera reconocer (discreción ante todo) aunque sí de cuerpo. Y así conocí su magnífica figura y ella la mía. Después del tecleo vino el micro y aproveché en alguna ocasión que se había quedado sola en la oficina para darle la orden de masturbarse mientras yo le hablaba y oía sus gemidos ahogados y suspiros. Le encantaba correrse para mi y que yo lo sintiera. No vivíamos en la misma ciudad con lo que por el momento esa era la forma de entregarse. Hubo una ocasión en la que chateaba desde su casa, era viernes por la tarde y tenía que salir a hacer compras. Le dije cómo tenía que ir, con una minifalda y sin nada debajo, y en la siguiente charla me dijo que había llegado excitadísima a casa y que tuvo que ir directa a la ducha a masturbarse. Durante esta etapa me reconoció que mejoró el sexo con su marido ya que, aunque él no se enterase de nada, ella seguía mis indicaciones follando con él, lo que tenía que imaginar mientras se la chupaba o en qué postura yo quería que él la se la follara. En muchas ocasiones fue precisamente ella la que me preguntó si esa noche quería que follara con su marido y qué era lo que quería que hiciera para luego contármelo.
Que chats usas?
 
Que chats usas?
Ninguno en especial, quiero decir, cualquiera que se pueda encontrar tecleando chatear en la web y tenga salas específicas dedicadas. A lo largo del tiempo he ido entrando en varios. En el que me encontré a Bea creo que ni recuerdo el nombre.
 
Para todos en general, me alegro de los que estáis disfrutando con la lectura de esta experiencia.
 
Durante los meses de ***** habíamos hablado sobre límites en su entrega y también sobre mis propios límites. Por ejemplo, le dije que mi estilo no era tanto BDSM sino más del tipo dominación y obediencia. Yo en ningún caso iba a infligirle dolor porque no va conmigo, más allá de algún azote o juegos con sus pezones, a lo que ella respondió que tampoco era lo que buscaba. Sobre el resto ella misma prefirió no establecer nada por anticipado e ir descubriendo, a lo cual le dije que eso era perfectamente compatible conmigo ya que mi propia forma de disfrutar del sexo es hacer disfrutar a la otra persona. Si en algún momento veo que la persona no disfruta de alguna práctica la abandono, sin embargo, en el juego voy siempre voy subiendo la apuesta poco a poco y acorde con la excitación de mi sumisa a cada paso.

La segunda copa ya no fue igual que la primera. Ya no hablamos de su ciudad o de mi viaje, de mis intereses culturales y los suyos, sino de lo que nos había llevado a aquella mesa aquella tarde. Después de pagar al camarero, mirándola a los ojos le dije

  • Me gustan tus tetas, aunque no las he visto al completo

Y eso fue el pistoletazo de salida. Volvió a sonreír con cierto sonrojo en su cara y me dijo que había elegido ese vestido especialmente para la ocasión y que no se había puesto sujetador para provocar mi mirada. Como os dije, una mujer estupenda y decida. Me gusta especialmente el morbo del contraste, Bea es una mujer de la que nadie en su día a día podría siquiera imaginar que disfrutara siendo sumisa en una relación sexual y estar con ella comiendo o cenando o tomando algo es un ejercicio de alta intelectualidad y diversión. El contraste entre esos momentos y cuando por su gesto veo que comienza a mojarse al decirle "voy a volver a convertirte en mi puta particular" es algo extraordinariamente morboso.

Por las conversaciones previas, Bea sabía que me encanta poner cuernos consentidos (ser corneador es algo increíblemente morboso) pero que me pone aún más cuando son cuernos con la ignorancia del marido sobre la vida sexual de su mujer. Es como profanar un templo. A ella no le gusta llevar anillos en las manos y tampoco lleva la alianza en su día a día, pero yo le había dicho que quería que la llevara ese día, aunque fuera en su bolso, así que le pregunté

  • ¿Has traído tu alianza?
  • Está en el bolso

Y movió su cabeza afirmativamente. A ella no le produce morbo poner los cuernos a su marido, es como que fueran dos mundos paralelos y totalmente ajenos en su cabeza, cuando se entrega como mi zorra sumisa vive en uno y como mujer impoluta con su marido en el otro. El morbo de ponérselos sería puente que uniría ambos mundos, pero este no existe. Eso sí, al saber que a mí me excita, como buena obediente cumple con devoción órdenes como la de llevar la alianza para meterla en nuestro juego.

De camino a mi coche que tenía en un parking cercano íbamos andando como dos personas conocidas sin más, como pueden ir dos compañeros al salir del trabajo. Después de pagar nos metimos en el coche, me giré y mirándola a los ojos sin mediar palabra metí la mano en su escote y comencé a acariciar su teta derecha. Ella no apartó su mirada de la mía y se aproximó dándome un beso en la boca. Arranqué y nos fuimos, ella me iba indicando el camino.

Con este último dato, Bea, si eres forera, mándame un whatsapp. Yo no te voy a contar que lo estoy escribiendo porque me produciría más morbo que tú lo descubrieras. Si eres alguna de sus amigas y te suena todo o parte de la historia, puedes comentar.
Maravilloso relato, me gusta y quedo pendiente al hilo

Saludos!
 
Como decía, la imagen de estar sentada a mis pies, mamándome el capullo y con su alianza en contacto con mi miembro era algo que incluso sin los preámbulos anteriores ya de por sí podría haberme llevado al orgasmo. Tengo la fortuna de tener mucho control sobre cuándo soltar la leche y podría haber continuado un rato más disfrutando del momento, si bien Bea se merecía sin lugar a dudas que me dedicase a su coño. Quería verla arquear la espalda, gemir, y también quería poseer por primera vez ese sexo, que en buena lid no debería estar a mi disposición.

En las charlas por ***** habíamos hablado de qué debería hacer cuando le diera órdenes como "ofrécete a mi" y alguna otra, así que le dije que se me ofreciera de rodillas en el sillón. Sonrió, se levantó, se puso de rodillas en el sillón apoyando la cabeza sobre el respaldo y separó las piernas abriendo su coño con las manos. Pude ver como todo lo que habíamos hablado la había llevado a imaginar las cosas y, como después le pregunté y ella me respondió, a acompañarlas con numerosas masturbaciones. Se estaba ofreciendo a mi y comencé a comerme su coño que no dejaba de estar húmedo, brillante. Suspiró, se arqueó, pero no dejé que se corriera, su primer orgasmo debía ser sintiendo mi polla en su interior.

Sobre la utilización o no de condón con ella tuvimos también alguna charla. A ella no le gustaba el sexo profiláctico, no es que prefiriera a pelo, es que lo le gustaba con goma. A mi tampoco y, aunque mi norma es siempre con, convenimos que nos fiábamos el uno del otro, yo estaba seguro de mi mismo y prácticamente seguro de ella y ella estaba segura de si misma y prácticamente segura de mí. Sólo íbamos a ser dos quienes la penetrásemos sin condón, su marido y yo, aprovechando que la parte hormonal de la regla se encargaba ella por acuerdo con su marido.

Me separé y le pregunté "¿quieres que te penetre?". Me respondió con "sí" urgente, pero yo no estaba dispuesto a que la que ya se había convertido en mi zorra particular tuviera las cosas fáciles. "Convénceme entonces". Seguía a 4 patas, abierta de piernas, con la cara apoyada en el respaldo y moviendo las caderas de pura excitación. "Por favor penétrame", "Quiero que me folles", "Necesito tu polla dentro de mi"...fue desgranando peticiones hasta que le dije "¿Qué eres?" y cuando me respondió "Soy tu zorra casada y sumisa" comencé a recorrer su raja con la punta de mi capullo, de arriba abajo, lentamente, sin introducirla. Tener la polla de cierto tamaño y grosor, sinceramente, ayuda a satisfacer a una mujer. Digo ayuda, porque si hubiera estado penetrando a Bea a los 5 minutos de llegar al piso en absoluto la hubiera satisfecho. Las mujeres cuando llegan a cierta edad no buscan sexo, buscan morbo, y de lo que estaba disfrutando ella era de sentirse usada tanto o más que de tener un rabo como el mío a su alcance. La penetré de un golpe, estaba muy mojada, y me mantuve en esa posición sin moverme, con toda la polla dentro de su coño. Dio un grito cuando la sintió y al ver que no comenzaba con el mete saca se comenzó a mover ella lentamente, muy lentamente, disfrutando cada centímetro de mi rabo mientras yo seguía presionando para que no hubiera nada fuera de ella. Suspiraba. Avancé los brazos, la cogí de las manos y cruzando mis dedos con los suyos vi como su anillo de casada relucía enredado en mi mano.
 
Como decía, la imagen de estar sentada a mis pies, mamándome el capullo y con su alianza en contacto con mi miembro era algo que incluso sin los preámbulos anteriores ya de por sí podría haberme llevado al orgasmo. Tengo la fortuna de tener mucho control sobre cuándo soltar la leche y podría haber continuado un rato más disfrutando del momento, si bien Bea se merecía sin lugar a dudas que me dedicase a su coño. Quería verla arquear la espalda, gemir, y también quería poseer por primera vez ese sexo, que en buena lid no debería estar a mi disposición.

En las charlas por ***** habíamos hablado de qué debería hacer cuando le diera órdenes como "ofrécete a mi" y alguna otra, así que le dije que se me ofreciera de rodillas en el sillón. Sonrió, se levantó, se puso de rodillas en el sillón apoyando la cabeza sobre el respaldo y separó las piernas abriendo su coño con las manos. Pude ver como todo lo que habíamos hablado la había llevado a imaginar las cosas y, como después le pregunté y ella me respondió, a acompañarlas con numerosas masturbaciones. Se estaba ofreciendo a mi y comencé a comerme su coño que no dejaba de estar húmedo, brillante. Suspiró, se arqueó, pero no dejé que se corriera, su primer orgasmo debía ser sintiendo mi polla en su interior.

Sobre la utilización o no de condón con ella tuvimos también alguna charla. A ella no le gustaba el sexo profiláctico, no es que prefiriera a pelo, es que lo le gustaba con goma. A mi tampoco y, aunque mi norma es siempre con, convenimos que nos fiábamos el uno del otro, yo estaba seguro de mi mismo y prácticamente seguro de ella y ella estaba segura de si misma y prácticamente segura de mí. Sólo íbamos a ser dos quienes la penetrásemos sin condón, su marido y yo, aprovechando que la parte hormonal de la regla se encargaba ella por acuerdo con su marido.

Me separé y le pregunté "¿quieres que te penetre?". Me respondió con "sí" urgente, pero yo no estaba dispuesto a que la que ya se había convertido en mi zorra particular tuviera las cosas fáciles. "Convénceme entonces". Seguía a 4 patas, abierta de piernas, con la cara apoyada en el respaldo y moviendo las caderas de pura excitación. "Por favor penétrame", "Quiero que me folles", "Necesito tu polla dentro de mi"...fue desgranando peticiones hasta que le dije "¿Qué eres?" y cuando me respondió "Soy tu zorra casada y sumisa" comencé a recorrer su raja con la punta de mi capullo, de arriba abajo, lentamente, sin introducirla. Tener la polla de cierto tamaño y grosor, sinceramente, ayuda a satisfacer a una mujer. Digo ayuda, porque si hubiera estado penetrando a Bea a los 5 minutos de llegar al piso en absoluto la hubiera satisfecho. Las mujeres cuando llegan a cierta edad no buscan sexo, buscan morbo, y de lo que estaba disfrutando ella era de sentirse usada tanto o más que de tener un rabo como el mío a su alcance. La penetré de un golpe, estaba muy mojada, y me mantuve en esa posición sin moverme, con toda la polla dentro de su coño. Dio un grito cuando la sintió y al ver que no comenzaba con el mete saca se comenzó a mover ella lentamente, muy lentamente, disfrutando cada centímetro de mi rabo mientras yo seguía presionando para que no hubiera nada fuera de ella. Suspiraba. Avancé los brazos, la cogí de las manos y cruzando mis dedos con los suyos vi como su anillo de casada relucía enredado en mi mano.
Gracias por contarnos esa maravillosa relación.
Para ti y para Bea una experiencia muy morbosa y para mí una fantasía muy excitante, que me gustaría para el disfrute de mi mujer.
Espero continúes
 
Gracias por contarnos esa maravillosa relación.
Para ti y para Bea una experiencia muy morbosa y para mí una fantasía muy excitante, que me gustaría para el disfrute de mi mujer.
Espero continúes
Gracias a ti por tus comentarios, leafar. Si tengo tiempo este fin de semana termino con lo que fue ese primer encuentro
 
No recuerdo el tiempo que estuve penetrándola en esa primera ocasión, pero sí que fue hasta que sentí que se corría jadeando. La follé fuerte, sacando casi toda la polla fuera para luego golpearla con ella de forma intensa. Quería que supiera como la iba a follar a partir de haberse convertido en mi puta particular, que sintiera que quien la follaba no era su marido ni por asomo. Ella no era la primera vez que corneaba al marido, pero nunca antes como sumisa. Cuando se corrió giró levemente la cabeza y me cogió de la mano pidiéndome una tregua así que paré el movimiento pero la dejé dentro de ella.

  • No te has corrido...
  • No quería correrme dentro de ti aún...la primera vez quiero hacerlo en tu cara, masturbándome

Le ordené que se pusiera de rodillas delante de mí y mientras me miraba comencé a masturbarme muy cerca de su cara. Intercambiaba mirada a los ojos y mirada a mi polla, supongo que intentaba prever cuándo me iba a correr. Estaba ya muy excitado y más viéndola a ella esperar mi semen así que al poco rato le dije que abriera ya la boca que me iba a correr. Así lo hizo y descargué varios chorros seguidos en su cara y en su boca mientras tenía espasmos de placer, fue algo muy intenso, tanto hacerlo como ver su cara llena de semen. Recogí parte que se le había quedado por la comisura de los labios con el dedo y se lo introduje en la boca. Ella lo saboreó y cuando se lo saqué me sonrió.

Nos recostamos en el sofá y la acaricié la espalda y el brazo durante un rato mientras estábamos en silencio. Me quedé traspuesto sin darme cuenta y cuando volví a la realidad Bea estaba chupando mi polla flácida en ese momento. Me encantó ese regalo de despertarme con una mamada, le acaricié la cabeza mientras lo hacía y mi polla respondió comenzando a crecer en su boca.
 
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