Escuchando preñar a mis vecinas

Alba había estado jugando con Raúl durante varias semanas, tentándolo para que bajase la guardia y se olvidara progresivamente de utilizar preservativo. La verdad es que yo en este momento no sabía si utilizaban algún otro método anticonceptivo, pero luego supe que no.

Ella lo animaba a penetrarla a pelo, piel con piel, olvidándose de las posibles consecuencias, para disfrutar de su macho sin intermediarios, tal como la naturaleza concibió el mecanismo de la sexualidad para usarse.

Él al principio se resistía yo lo oí quejarse diciendo su nombre en un tono de leve reproche, advirtiéndola del riesgo que corrían, y que ella conocía de sobra. Pero pese a su queja cedía cada vez. Él intentaba ser responsable. Cuando charlamos me dijo que sí quería ser padre, pero quizás más adelante. Creo que no entraba en sus planes precipitarlo tanto. Cuando ella no lo tentaba, era él el que abría el cajón de la mesita de noche en busca de la protección que evitara preñar a su chica. Pero cuando ella lo provocaba, Raúl caía cada vez.

Para un hombre es muy difícil resistirse a una mujer que se te ofrece, que inmola su cuerpo desnudo, que te seduce obsequiándote con sus últimos reductos de privacidad su útero Y Raúl es un hombre. Por lo que yo pude ver en las duchas de la piscina es un puto macho Alfa un empotrador de manual Y claro, no es de piedra.

A este respecto, me gustaría contar dos cosas. Una vez, estando en un bar, escuché una conversación entre una mujer y un hombre. El hombre le contaba que su hijo era muy joven y que hacía poco que se había casado. Su chica ya quería tener descendencia pero su hijo no, que quería esperar unos años más. Entonces la mujer, con honestidad, le espetó:

- Si una mujer quiere, un hombre querrá.

Eso me provocó una erección instantánea en mitad del bar, por lo que significaba. Más adelante, una amiga me contó una circunstancia similar. Su marido se negaba a tener hijos al principio hasta que ella le inoculó el morbo y le hizo tres de una tacada, uno detrás del otro, sin parar. Luego fue ella la que tuvo que ir con muchísimo cuidado para que no le hiciera más, porque él ya no podía parar. Pero eso lo contaré en otra entrada.

Yo al principio no comprendí qué estaba pasando. Até cabos después. El caso es que sí que noté claramente que él la poseía con más violencia, con más furia, que gemía y rugía desde el principio (cosa que no ocurría con tanta intensidad cuando se ponía condón). Al principio esto ocurría esporádicamente pero luego empezó a ser cada vez.

Del mismo modo que en mis relaciones soy yo el que ha incitado a mis parejas, el que ha inyectado el morbo del riesgo en ellas, en este caso fue ella la que despertó en Raúl el morbo. Fue derribando sus defensas una a una una a una hasta que él se rindió. Llegado un determinado momento, yo ya no volví a oír más el golpe del cajón de cuando Raúl cogía el condón. Estoy seguro de fue por esta época en que dejaron de utilizar protección. Él se había rendido, había dejado de pensar con claridad y ya solo podía pensar en llenar de lefa a su chica. Y vaya si lo hacía follan muchísimo... así que la debía atiborrar durante toda la semana. Yo la veía irse a trabajar en su coche y la imaginaba derramando gota a gota durante todo el día en su ropa interior el volcán de esperma que la noche anterior Raúl había erupcionado en su vagina.

Desde mi cuarto oía como ella se reía al principio sus risitas de cuando juguetean al principio. A los pocos minutos ya solo lo escuchaba a él rugiendo y golpeando el cuerpo de ella con el suyo propio, mientras introducía su glande descapullado y su grueso pene en lo más profundo de su vagina. Y ella gimiendo de placer y morbo, sabiendo que lo había logrado, y que la polla desnuda de su hombre la estaba llenando de una mezcla de lubricante natural y lefa y que ya nadie podría parar a su chico de lo inevitable: preñarla.

Durante semanas los escuché follando como animales, hasta que un día mientras follaban en su cuarto la escuché verbalizar lo que ya estaba en el aire:

- Quiero que me dejes embarazada.
 
Alba lo había conseguido finalmente. Raúl había tirado la toalla de su resistencia y responsabilidad, y había cedido a la seducción de su chica que lo incitaba a follarla a pelo y llenarla de esperma.

Tengo muy claro que fue ella la que lo morboseó hasta que despertó en Raúl la parte más animal, más biológica que creo que todos llevamos dentro y que llegado el momento nos conduce a tratar de dejar embarazada a una mujer. Ella deseaba quedarse embarazada. Yo se lo oí decir una primera vez mientras follaban, un día hace varios meses. No creo que lo planificaran en absoluto.

Consiguió mostrarle el placer de penetrarla sin protección, de sentir el calor de su vagina sin cortapisas. Le mostró lo que se siente cuando se posee a una mujer, cuando una mujer te entrega lo más recóndito y precioso de su interior: sus óvulos. Pienso que ella conoce muy bien a Raúl y sabía que si conseguía derribar sus resistencias iniciales ya no habría marcha atrás. Cuando mi vecino sintió el gusto de la sangre ya no quiso soltar su botín. Se convirtió en una fiera devorando a su presa.

Como he contado, lo primero que noté fue que él la follaba de modo diferente, mucho más animal y salvaje (y eso que él ya de por sí es así), gimiendo y gruñendo desde el principio y con mayor intensidad. Semanas después, otra señal clara fue que él estaba desatado. Normalmente follan mucho, pero es que hubo unas semanas en que yo oía cómo él la enganchaba a cualquier hora y por toda la casa, en ocasiones varias veces al día. Los escuché follar en el baño, en el dormitorio, en la cocina, en el sofá, sobre la mesa del comedor, en el estudio... Y, sobre todo, una prueba clara de lo que estaba ocurriendo fue que Raúl empezó a hablar mucho más cuando follaban. No son muy de hablar, yo apenas los he escuchado decir cosas sueltas, pero en esta época él se disparó y le decía muchas cosas. En concreto, mientras follaban yo le oía decirle cosas como:

- Te voy a llenar pero bien.

- Me duelen los cojones de lo que tengo guardado para ti.

- Te voy a preñar mucho antes de lo que te crees.

- Este mes no te escapas, seguro.

- Ven aquí, que te voy a dar lo tuyo.

Y muchas cosas por el estilo. Nunca lo he escuchado golpearla ni insultarla o decirle palabras tipo zorra o puta o cosas así... Pero sí soltarle lindezas relacionadas con llenarle el coño de lefa o preñarla... Las maniobras habían terminado. Él ya no disparaba fogueo. Era fuego real y ambos lo sabían.

De este modo, los escuché follando decenas de veces, sin exagerar. Pero recuerdo una de las veces que más morbo me dio, y que creo que no olvidaré jamás. Era un sábado por la tarde, después de comer. Estaban viendo una película (yo escuchaba los sonidos fuertes de su televisor). De repente, escuché las risitas de ella, señal inequívoca de que Raúl había empezado su galanteo para empalarla. Fui corriendo a la cocina, cogí un vaso y volví sin hacer ruido. Apoyé el vaso en la pared y me dispuse a escuchar.

- Ven -le ordenó Raúl.

- Quita, déjame acabar de ver la película, anda -le replicó ella.

- Película es lo que te voy a hacer yo -le dijo anticipándole lo que iba a ocurrir.

- Jijijijij...jijijijijijij -reía ella.

Luego escuché ruidos de besos, y golpes y crujidos del sofá, típico de cuando se estaban arrancando la ropa mutuamente. Entonces escuché que Raúl le decía:

- Exacto. Acaríciame los huevos... me encanta... con lo que hay ahí te voy a preñar... ahí está nuestro hijo... ¿lo quieres? ¿quieres que te lo dé?

- Sí, dámelo... dámelo... ven -respondió ella suplicante.

Y entonces él se abalanzó sobre ella y empezó a follarla como un animal, rugiendo como una fiera en celo, mientras ella gemía rítmicamente con cada estocada de su rabo. Escuchaba sus cuerpos golpearse violentamente a apenas unos centímetros de mí, únicamente separados por una fina pared.

- Alba... Alba... -escuché que la advertía segundos antes de colmarla de esperma.

- Sigue, sigue...

- ¿Lo quieres? ¿Quieres que te preñe? -le dijo casi gritando.

- Siiiií...

Y ya no hablaron más. Escuché cómo él aceleró el ritmo hasta hacerlo frenético, pistoneando su enorme falo en su pequeña vagina hasta que, como cada vez le escuchaba hacer, paraba de repente coincidiendo con su eyaculación, y entonces ya no escuchaba golpes sino los rugidos y bufidos de Raúl, mezclados con los leves gemidos de ella.

Una vez más, estaba oyendo en directo cómo Raúl la estaba regando con su lefa, dejando fluir hacia las entrañas de Alba el fluido vital que quizás podría engendrar su primer hijo, y cómo ella gemía de placer al sentirse inundada por el calor del ADN de su chico.

- Ah... ah... ah...

Cuando dejaron de utilizar condones yo había notado que sus orgasmos duraban más, sobre todo en el caso de Raúl, que gemía durante 20 o 30 segundos, mínimo. Era un macho preñando a su hembra. Y al terminar, unos segundos después, escuché cómo le pegó dos culazos más, dos golpes secos, con los que obligaba a su polla a empujar la lefa bien adentro.

Fue brutal. Yo tenía una erección como el mástil de un velero y me hice una paja para aliviarme.

Esa misma tarde, hacia las 19 h., me fui a la piscina para nadar un poco, tonificar el cuerpo y de paso sacar algo de estrés de la semana. Y... sorpresa... allí estaba Raúl. Llegamos casi a la vez y coincidimos cambiándonos en el vestuario. Salimos juntos hacia la piscina y estuvimos unos cuarenta minutos seguidos nadando, sin charlar. Al terminar coincidimos al principio de la calle y me dijo que él ya marchaba.

- ¿Te vienes o sigues un rato? -me preguntó con naturalidad.

- No, por hoy creo que ya está. Más de 40 minutos seguidos no aguanto. Salgo ya -contesté.

Así que nos fuimos juntos a las duchas. De nuevo, coincidimos desnudos. Allí estaba él de nuevo, tan amable y natural. Pero esta vez, más allá de su fisionomía, yo sabía lo que le había hecho apenas tres horas antes a Alba, y me daba un morbazo increíble. Raúl se enjabonaba mientras me hablaba de temas cotidianos. Era una escultura en movimiento, un macho alfa de manual, que esa misma tarde había estado inseminando a su chica para preñarla. Tuve que controlarme mucho para no tener una erección por el morbo.

Como conté, aunque no está operado, el prepucio no le cubre todo el glande. Aproveché esta particularidad para, en un descuido, observar cómo aún tenía el glande enrojecido por la follada que le había metido a Alba esa tarde. Qué morbazo. También le miré de reojo los cojones, grandes y redondos en una enorme bolsa escrotal. Eran los mismos que Alba había estado acariciando pidiéndole que la fecundara. No podría parar de pensar que seguro sus testículos estaban ya generando nuevo semen para estar dispuestos en cualquier momento a insuflarle a Alba otra aspersión potencial de vida.

Estaba convencido de que no faltaba mucho para que la preñara. Era imposible que tardara por el ritmo que llevaban. La debía tener rezumando lefa todos los putos días.

Y no me equivocaba.

(El audio adjunto son ellos. Es un audio real de esa época en que se oye a Raúl gruñendo mientras se corre dentro y a ella gimiendo de placer).

 
Tras el período de tonteo con el condón, y cuando ya ella ya lo convenció para hacerlo a pelo, durante semanas escuché a Raúl y Alba follando sin parar. Los escuchaba casi todos los días. Los fines de semana, incluso, lo solían hacer varias veces cada día.

Yo seguía oyendo con claridad sus folladas y las guarradas esporádicas que se decían, así como los orgasmos de ambos. Desde que lo hacían sin preservativo, ella gemía con mayor intensidad pero lo de Raúl era exagerado, casi de actor porno. Sé que él no lo fingía, ya que no es ese tipo de persona, pero vamos, que como sus sonidos fueran en relación al placer que sentía, tenía que ser increíble. Especialmente cuando eyaculaba, se pasaba como 20 a 30 segundos al principio gimiendo y gruñendo, y luego bufando bien fuerte. Y luego dos o tres pollazos fuertes más, como siempre hacía, para guiar su esperma hacia lo más profundo de su hembra. Era increíble.

Y, como digo, así se pasaron semanas. Yo me hice adicto TOTAL a escucharlos, ya que me daba muchísimo morbo escuchar a una pareja tratando de concebir a su primer hijo.

Y, de repente, todoYo los seguía escuchando charlar, reír, cocinar pero ya nunca follar. NUNCA. No entendía por qué. Al principio pensé que quizás estaban en una crisis, pero no me cuadraba, porque luego los veía juntos pasear muy acaramelados y también los oía en su casa charlar y reír, pero nunca discutir. En esa época pensé que se habían dado cuenta de que los escuchaba y que esperaban a que me fuera de casa para hacerlo. Así que durante días puse grabadoras pegadas al dormitorio y al sofá de su sala de estar. Nada. No pillé nada que no fueran conversaciones cotidianas. Polvos, ninguno. No comprendía qué estaba pasando.

Pasaron semanas así. Echaba mucho de menos el morbo de sus sonidos follando, la verdad. Sin embargo, más allá del morbo, también tenía curiosidad de saber qué ocurría. De vez en cuando seguía coincidiendo con Raúl en la piscina y charlábamos pero no me atrevía, evidentemente, a preguntarle qué estaba pasando. Desde luego, él transmitía tranquilidad y bienestar, no lo contrario.

Pero un día, de repente, encajaron todas las piezas. Era uno de los últimos días del invierno, pero hacía el característico día de sol esplendoroso en que aprovechas para quitarte algo de ropa. Y entonces la vi.

Yo entraba a casa y Alba estaba en su jardín. Sus padres habían venido a visitarla y estaban de pie despidiéndose. Al apartarse su madre para irse ya hacia la puerta, vi con claridad a Alba con las manos apoyadas en sus riñones y una tripa de embarazada que no dejaba ningún lugar a duda. Estaba preñada. Raúl la había preñado. Me estremecí del morbo que me dio. Los saludé y en cuanto entré a casa me hice una paja pensando en ella.

Qué lascivia me provocó esta situación. Había vivido en directo como una pareja concebía un hijo. Del mismo modo que con la pareja de treintañeros no creo que fuera así, con Raúl y Alba estoy CONVENCIDO de que los escuché concebir a su hijo. Estoy SEGURO de que en alguno de los polvos que les escuché se quedó embarazada. La probabilidad es altísima. Qué morbo. Pude escuchar cómo el coño de Alba ordeñaba una y otra vez el falo de Raúl, extrayendo su fluido vital, dosis tras dosis de ADN, una tras otra, hasta que logró lo que pretendía: quedarse embarazada. Buffffff

Sigo sin saber exactamente por qué pararon de follar. Supongo que quizás les advirtieron de que era un embarazo de riesgo y tenían que ir con cuidado, o le dolía o lo decidieron ellos No sé. Unos amigos míos me contaron que un conocido suyo se NEGÓ durante todo el embarazo de su mujer a penetrarla porque decía que le daba vergüenza hacer eso sabiendo que la cabeza de su hijo estaba tan cerca de su capullo. Ella estaba que se subía por las paredes de desesperación por que la empalaran, me contaban. Pobre

A Alba no iba a decirle nada pero a Raúl sí, en cuanto coincidiera con él. Y fue esa misma semana. Curiosamente, contra toda probabilidad (porque coincidimos casi siempre cerca de su casa) nos encontramos de nuevo en la piscina. Él ya nadaba cuando yo llegué. Y aunque nadé menos de lo que tenía previsto, aproveché para salir yo también cuando él me dijo que marchaba. Quería preguntarle. Y ya en la ducha, desnudos, me decidí a abordar el tema:

- Raúl te quería preguntar una cosa -comencé.

- Claro, dime - respondió con amabilidad.

- El otro día vi a Alba y me fijé ¿está embarazada?

- Sí, sí que lo está -respondió sonriéndome.

- Joder, tío, enhorabuena. Te lo quería preguntar porque el otro día la vi y estaba casi seguro. Qué bien. Enhorabuena.

- Sí, estamos muy contentos -me respondió mientras seguía enjabonándose el cuerpo.

- Ya me imagino. Qué bien.

- Sí, voy a ser padre. Qué fuerte, ¿no? -afirmó con una expresión mezcla de sorpresa y deleite.

- Por cierto, quería preguntarte sobre eso. Recuerdo que un día, cuando charlamos, te pregunté y me dijiste que ahora no, pero quizás más adelante te gustaría ser padre -le planteé.

- Ya, sí...

- ¿Cambiaste de opinión? -pregunté, ahondando en mi morbo.

- Jajajajajajajaj qué va yo hubiera esperado algunos años más, aún somos jóvenes -dijo divertido.

- ¿Entonces? -insistí.

- Bueno cómo te diría mmmmm... pasaron dos cosas. La primera es que mi chica es muy seductora y está muy guapa últimamente y la segunda es que - dijo mientras hacía descender su mano lentamente hacia su entrepierna; al llegar colocó sus cuatro dedos abrazando sus testículos dejando su gruesa polla fuera, colgando entre sus dedos pulgar e índice.

- ... Aquí mis amigos tomaron sus propias decisiones -afirmó Raúl sopesando sus cojones con su mano derecha, mientras yo me estremecía de lujuria.

- jajajajajaja Ya... suele pasar.

- Ya te digo... jajajaja... ellos decidieron por mí.


Esta conversación me confirmó lo que yo ya había estado escuchando: que ella lo sedujo y que él al principio se resistió, pero luego se rindió y se dejó llevar por su propia naturaleza de macho alfa, hasta que le echó tanto semen dentro como para haber repoblado un país.

En realidad no creo que sus amigos testiculares tomaran la decisión. Creo que la tomó él cuando decidió que no le compensaba resistirse a los encantos de su chica, y que el placer que le producía follarla a pelo y darle un buen postre lácteo compensaba cualquier otro posible riesgo.

Pero taaaaaanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe.
 
Hace años vivía debajo de mí una compañera de trabajo. En verano, con las ventanas abiertas, la escuchaba follar con su chico. Entonces estaba intentando quedarse embarazada y lo hacían todos los días. En ocasiones varias veces. Su habitación daba a un patio y les escuchaba prácticamente como si estuviesen en la mía. Hablaban mientras lo hacían. Se decían cosas guarras y él la azotaba el culo. Los dos gemían como animales. Y muchas veces me masturbé a base de bien escuchando aquellos polvazos.
 
Pasado un tiempo desde que noté que Alba estaba embarazada, volví a escucharlos follar de nuevo. Pero ya era todo diferente. Raúl se ha vuelto muy protector con su chica y la folla muy lentamente, con mucha delicadeza. De nuevo, solo la escucho a ella gimiendo flojito con cada punzada del rabo de su macho y a él gimiendo fuerte cuando eyacula. Follan menos y con mucho menos vigor que antes, por razones obvias, supongo.

Siguen tan amables, encantadores y cercanos como siempre. Solo que ahora se encuentran en proceso de nidificación. Cada cierto tiempo veo que traen muebles como una cuna, armarios pequeños, un cambiador... que luego les oigo montar en el cuarto que están decorando para su hijo. Alba está cada vez más gordita y creo que no le falta mucho para parir, aunque no sé exactamente de cuantas semanas está. Creo que le oí decir a Raúl que de 34, pero no estoy seguro. Tengo mucha curiosidad por cuánto tiempo estarán sin follar después del parto. Me da mucho morbo pensarlo, y me encantaría escuchar el primer polvo.

Por otra parte, este fin de semana volví a escuchar a la pareja de treintañeros follando.

Esta vez lo hicieron en su salón, el sábado cuando su hijo ya dormía la siesta. Estoy CONVENCIDO de que estos ya están en segunda ronda, follando sin anticonceptivos y buscando un hermanito para su hijo. No me extrañaría nada de nada que en breve viera a mi vecina con otro bombo. Este fin de semana la escuché a ella gemir y a él bufando únicamente cuando se estaba corriendo, seguro que dentro y sin protección. Al cabo de 15 minutos salía yo de mi casa justo cuando mi vecino treintañero sacaba a sus perros a pasear tras haber dejado servida a su señora.

Mis gafas de sol me permitieron escrutarlo sin incomodarlo. El pantalón corto deportivo de tela fina que llevaba sin ropa interior no dejaba margen a la imaginación. Se le marcaba un glande grande y un tronco bien grueso, todavía hinchado por la follada, y que apenas hacía unos minutos se encontraba pistoneando a su mujer y después expulsando un río de esperma en su interior. Me saludó y estuvimos charlando un par de minutos. Estaba tranquilo y relajado, probablemente por la distensión que nos provoca a los hombres vaciarnos los cojones, especialmente si lo hemos hecho dentro de una mujer.

Es el bienestar de saber que el trabajo está hecho... bien hecho.

Lo vi alejarse con sus perros, de nuevo morboseando pensando cómo su lefa estaba ya remontando río arriba hacia las trompas de falopio en busca de un nuevo óvulo que fertilizar. Y, por si fallaba, allá iba él paseando sus huevos por el barrio, que estarían ya trabajando a toda máquina para recargar más munición con que bombardear de nuevo y en breve el cérvix de su mujer.

Qué morbazo.
 
Alba está a punto de parir. Calculo que le deben faltar 15 días como máximo. Cada vez está más gorda. Curiosamente, Raúl ha adelgazado. No sé por qué será. Quizás los nervios.

Esta semana ha pasado algo interesante. No con Alba y Raúl sino con mis otros vecinos. No les había puesto nombre ya que hasta ahora tampoco había mucho que contar peeeeero... Los llamaré Pedro y Raquel. Bueno, pues como conté en mi anterior entrada, el fin de semana pasado los escuché follar por primera vez en bastante tiempo. Y no porque no follen, que supongo que sí que lo harán, sino porque son mucho más silenciosos y me cuesta más pillarlos. Pero esa vez hicieron más ruido de lo normal y un gemido de Raquel me alertó, así que pude coger un vaso, pegarlo a la pared y escucharlos. Estaban claramente más excitados que de normal y yo tenía la hipótesis de que es porque lo hacían de nuevo sin protección. Pero, claro, no tenía ninguna prueba de ello.

Esta semana ha habido avances interesantes. Creo que Pedro, coincidiendo con el mes de julio, ha tomado vacaciones, ya que veo que está siempre en casa y no lo oigo irse tan temprano como cuando trabaja. El caso es que pronto por la mañana, sobre las 9 menos cuarto o así, veo a Raquel salir con su hijo camino de una guardería cercana que hay en el barrio. Y luego la veo volver sola.

Bueno, pues esta semana 4 de los 5 días de entre semana los he escuchado follar cuando ella ha vuelto de dejar al hijo. Casi cada día cuando vuelve se la está follando. Y además, no suben al dormitorio sino que se la folla en la sala, porque es donde más claramente los oigo. Y el patrón es casi siempre el mismo: en cuanto ella entra a casa pasan un par o tres de minutos y... pum... primer gemido. Ya la ha enganchado. A él no lo oigo hasta que llega al orgasmo, pero ella es un primor: gime desde el principio, además de una forma muy sexy. Son gemidos de un placer sincero, nada impostado. Aprovechando la ausencia del hijo y las vacaciones de Pedro se están dando un buen homenaje mutuo. Pedro suelen estar unos diez minutos bombeándola hasta que se corre.

Ayer sábado tuvieron invitados y estuvieron haciendo una barbacoa en su jardín. Luego se sentaron a cenar alrededor de una mesa que tienen fuera. Desde mi casa los oía de lejos, pero cuando salí a regar mi jardín escuché la siguiente conversación con total nitidez:

- Bueno, ¿y cuándo le vais a dar un hermanito a XX, que ya casi tiene tres años? -les preguntó un amigo suyo.

- Pues cuando venga -dijo Raquel.

- O sea, ¿que ya os habéis puesto al tema? - insistió su amigo.

- Hombre, tanto como ponernos... digamos que no lo estamos evitando - respondió discretamente Raquel.

- Eso serás tú, porque yo sí que lo busco... a ver si este veranito con el calorcito... - dijo Pedro.

Y entonces todos se rieron a carcajadas.

Así que... ya tengo la prueba que me faltaba. Sí que van a por otro y como sigan a este ritmo, este mismo mes de julio engendrarán otro hijo seguro. Creo que ver el embarazo de Raúl y Alba les habrá dado morriña también... y seguro que querían tener más. Esta pareja es la típica que tienen dos o tres hijos, pero no uno solo.

Así que este verano voy a poder disfrutar de algún que otro polvo de Pedro y Raquel, a la espera de que nazca el hijo de Alba y Raúl y retomen su sexualidad normal y no tan delicada y protectora.

Qué morbazo.
 
(estas historias están re-publicadas respecto del antiguo foro, Pajilleros, por eso el tiempo pasa tan rápido en el relato)
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Llevo varias semanas escuchando cómo Alba deslecha a su chico. Ella ya está muuuuy gordita y yo creo que le faltarán apenas días para parir. Él debe estar desesperado, así que oigo cómo ella le va haciendo pajas por la casa.

Sé que son pajas o mamadas ya que ella no gime, solo lo oigo a él gemir, especialmente cuando está eyaculando. Y después siempre escucho las risas de ella, mientras él sigue gimiendo. Me la imagino riéndose al ver la lechada de su chico salir, al comprobar cómo unos breves gestos de su mano o su boca han logrado que la polla de Raúl expulse enormes goterones de lava blanca, uno tras otro, y cómo ella siente palpitar su clítoris de excitación al recordar cuántas veces ese esperma la llenó hasta conseguir su objetivo: que la preñara.

Los he escuchado así en la cama, pero sobre todo en el sofá. Ahora, en verano, él suele ir por la casa sin camiseta y en pantalón corto, así que ella aprovecha la siesta para ir vaciándole algo los cojones, que los debe tener del tamaño de pelotas de tenis. No follan NI DE LEJOS al ritmo que lo hacían cuando ella no estaba embarazada, así que Raúl tiene que estar desesperado. Y supongo que ella también.

El otro día me quedé dormido en el sofá, haciendo siesta. Al despertarme, a los pocos segundos, escuché a Raúl gimiendo muy fuerte. Se estaba corriendo a apenas unos centímetros de donde yo estaba (nuestros sofás están pegados uno junto al otro, separados por una pared). Justo después escuché a Alba riéndose con complicidad.

Me pregunto cuánto tiempo tardará en volverla a llenar de lefa en cuanto ella para.
 
Hace unos días, Raúl me envió a mi WhatsApp una fotografía suya con su hija en brazos. Ya ha nacido. Enseguida le felicité y le pedí que transmitiera también mi enhorabuena a Alba.

Ahora mi morbo es pensar cuánto tiempo tardaré en volver a escucharlos follar como antes, y si utilizarán protección o irán ya a saco a por su segundo hijo. Desde luego, no creo que vayan a tener uno solo. Eso seguro. No son ese tipo de pareja.

Cuando hable con él le preguntaré qué planes tienen, para alimentar aún más mi morbo.
 
Con la cuarentena por el COVID-19 estoy todo el día en casa, igual que mis vecinos. Desde el sábado ya he escuchado a Raúl follándose dos veces a su chica. La primera vez fue como a las 11 de la noche, en el sofá.

- Plac, plac, plac... - escuché.

Fui enseguida a buscar el vaso para pegarlo a la pared y escuchar. Se la vuelve a follar con furia, como hacía antes. Pude escuchar perfectamente los golpes de sus cuerpos chocando y los jadeos y gemidos de ella. Como siempre, poco antes de empezar a correrse Raúl empezó a rugir y luego a bufar, aumentando de intensidad a la vez que eyaculaba. Es una pasada escucharlos, de verdad.

La segunda vez ocurrió igual, pero esta vez eran las 7 de la mañana y fue en el dormitorio. Me desperté por los gemidos de ella. Estuvieron como 15 minutos follando a tope sin parar. Ella gemía con cada uno de sus envites. Mientras él la manguereaba podía escuchar perfectamente al bebé balbucear. Como solía hacer antes de dejarla embarazada, pude escuchar como, tras correrse, le pegaba un par de culazos adicionales, con rabia. Empujando aún más adentro su semen.
 
Mi urbanización está compuesta por bungalows adosados unos a otros. A tres adosados de distancia del mío vivía una pareja muy joven de unos 24 o 25 años, los llamaremos Juan y Yolanda. Yo no tengo ninguna confianza con ellos, aunque los saludo cuando coincidimos. Sin embargo, sí son conocidos de Raúl, con el que suelen hablar muy a menudo.

Hace unos meses yo vi que había bastante movimiento en casa de Juan. Furgonetas en la puerta e ir y venir de coches. La verdad es que no le di mayor importancia. Pensé que habrían comprado muebles y se los estaban entregando.

Unas semanas después vi que el bungalow de Juan y Yolanda estaba cerrado, como si ya no vivieran. Me extrañó, pero pensé que estarían de viaje.

Un día coincidí con Raúl, mi vecino, y me contó que por lo visto Juan y Yolanda habían tenido una fuerte discusión y habían decidido separarse. Fue dicho y hecho. Debió ser gorda porque ella se largó ipso facto y él se mantuvo unas semanas viviendo solo pero decidió cerrar la casa y volver a casa de sus padres ya que se encontraba muy mal. Raúl no me contó más, solo que ambos, Yolanda y Juan, estaban muy mal tras la separación. Vamos, lo normal.

Pasó un tiempo con esta situación, la casa totalmente cerrada. Yo veía a Juan de vez en cuando venir por aquí, supongo que para echar un ojo, estar algún rato… A ella no la volví a ver… hasta hace unos meses. Un día me coincidí con ella saliendo de su bungalow. Me sorprendió. Nos saludamos. Luego volví a verlos juntos saliendo de la casa y ya le pregunté a Raúl sobre ellos. Me contó que se habían arreglado y que lo iban a volver a intentar.

Y… (y aquí viene la parte ligada con este hilo)... hace unos días coincidí con Yolanda y Juan paseando por el barrio y… ella está preñada. Pero vamos, MUY preñada. Vaya bombo le ha hecho. Buf… cuando la vi me excité un montón de pensar lo que habría pasado a unos metros de mi dormitorio.

A los pocos días le pregunté a Raúl sobre ellos:

- El otro día me crucé con Yolanda y Juan. Ya he visto que ella está embarazada.

- Sí - respondió.

- ¿Qué os pasa? No paráis de preñar tías - le dije en broma a Raúl.

- Ya ves… las reconciliaciones... y otro al que le han dominado sus cojones… jajajajaja.

Y entonces dejé volar mi imaginación. Imaginaba a Juan follándose a Yolanda, con pasión pero también con rabia, con violencia, sintiendo el calor de su vagina abrazando su verga tras meses de sequía, reclamándola para sí a pollazos, marcando de nuevo su territorio. Y a ella satisfecha tras sentir de nuevo como su chico la bombeaba con fuerza, recibiendo bien profundo la presión de su glande húmedo y dispuesto, mientras su coño lo presionaba y acariciaba poco a poco, masajeándolo y arropándolo, invitándolo a descargar su zumo blanco en ella, totalmente desprotegida… uf… Y él tratando de aguantar lo más posible, notando como su orgasmo va acercándose cada vez más, sintiendo su polla endurecerse al máximo y sus cojones contraerse… ese limbo último, el que precede al éxtasis… ese momento en que notas que ya no hay marcha atrás posible, que no existe la más mínima posibilidad de que la saques para correrte fuera… y cómo debió empezar a gemir a la vez que la pringaba con una andanada tras otra de su pringoso jugo del placer, mientras ella sentía el calor que inundaba sus entrañas de nueva vida.

Estoy seguro de que no lo planearon sino que en uno de sus muchos polvos de reconciliación se dejaron llevar y la preñó. Qué excitante pensarlo. Pero al estar lejos, a estos sí que no he podido escucharlos. Lástima.

A veces también pienso que quizás ella, por despecho, se estuvo follando a otros tíos durante su separación y que la preñaron, vete a saber quién. Y que le ha hecho creer a Juan que es suyo al reconciliarse. No sería la primera ni la última vez que ocurra algo así. Seguro.

Pues nada… un vecino más aficionado al sexo sin protección… que ha preñado a su chica.
 

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