Barnana38
Miembro muy activo
- Desde
- 25 Jun 2023
- Mensajes
- 1,410
- Reputación
- 15,949
Alba había estado jugando con Raúl durante varias semanas, tentándolo para que bajase la guardia y se olvidara progresivamente de utilizar preservativo. La verdad es que yo en este momento no sabía si utilizaban algún otro método anticonceptivo, pero luego supe que no.
Ella lo animaba a penetrarla a pelo, piel con piel, olvidándose de las posibles consecuencias, para disfrutar de su macho sin intermediarios, tal como la naturaleza concibió el mecanismo de la sexualidad para usarse.
Él al principio se resistía yo lo oí quejarse diciendo su nombre en un tono de leve reproche, advirtiéndola del riesgo que corrían, y que ella conocía de sobra. Pero pese a su queja cedía cada vez. Él intentaba ser responsable. Cuando charlamos me dijo que sí quería ser padre, pero quizás más adelante. Creo que no entraba en sus planes precipitarlo tanto. Cuando ella no lo tentaba, era él el que abría el cajón de la mesita de noche en busca de la protección que evitara preñar a su chica. Pero cuando ella lo provocaba, Raúl caía cada vez.
Para un hombre es muy difícil resistirse a una mujer que se te ofrece, que inmola su cuerpo desnudo, que te seduce obsequiándote con sus últimos reductos de privacidad su útero Y Raúl es un hombre. Por lo que yo pude ver en las duchas de la piscina es un puto macho Alfa un empotrador de manual Y claro, no es de piedra.
A este respecto, me gustaría contar dos cosas. Una vez, estando en un bar, escuché una conversación entre una mujer y un hombre. El hombre le contaba que su hijo era muy joven y que hacía poco que se había casado. Su chica ya quería tener descendencia pero su hijo no, que quería esperar unos años más. Entonces la mujer, con honestidad, le espetó:
- Si una mujer quiere, un hombre querrá.
Eso me provocó una erección instantánea en mitad del bar, por lo que significaba. Más adelante, una amiga me contó una circunstancia similar. Su marido se negaba a tener hijos al principio hasta que ella le inoculó el morbo y le hizo tres de una tacada, uno detrás del otro, sin parar. Luego fue ella la que tuvo que ir con muchísimo cuidado para que no le hiciera más, porque él ya no podía parar. Pero eso lo contaré en otra entrada.
Yo al principio no comprendí qué estaba pasando. Até cabos después. El caso es que sí que noté claramente que él la poseía con más violencia, con más furia, que gemía y rugía desde el principio (cosa que no ocurría con tanta intensidad cuando se ponía condón). Al principio esto ocurría esporádicamente pero luego empezó a ser cada vez.
Del mismo modo que en mis relaciones soy yo el que ha incitado a mis parejas, el que ha inyectado el morbo del riesgo en ellas, en este caso fue ella la que despertó en Raúl el morbo. Fue derribando sus defensas una a una una a una hasta que él se rindió. Llegado un determinado momento, yo ya no volví a oír más el golpe del cajón de cuando Raúl cogía el condón. Estoy seguro de fue por esta época en que dejaron de utilizar protección. Él se había rendido, había dejado de pensar con claridad y ya solo podía pensar en llenar de lefa a su chica. Y vaya si lo hacía follan muchísimo... así que la debía atiborrar durante toda la semana. Yo la veía irse a trabajar en su coche y la imaginaba derramando gota a gota durante todo el día en su ropa interior el volcán de esperma que la noche anterior Raúl había erupcionado en su vagina.
Desde mi cuarto oía como ella se reía al principio sus risitas de cuando juguetean al principio. A los pocos minutos ya solo lo escuchaba a él rugiendo y golpeando el cuerpo de ella con el suyo propio, mientras introducía su glande descapullado y su grueso pene en lo más profundo de su vagina. Y ella gimiendo de placer y morbo, sabiendo que lo había logrado, y que la polla desnuda de su hombre la estaba llenando de una mezcla de lubricante natural y lefa y que ya nadie podría parar a su chico de lo inevitable: preñarla.
Durante semanas los escuché follando como animales, hasta que un día mientras follaban en su cuarto la escuché verbalizar lo que ya estaba en el aire:
- Quiero que me dejes embarazada.
Ella lo animaba a penetrarla a pelo, piel con piel, olvidándose de las posibles consecuencias, para disfrutar de su macho sin intermediarios, tal como la naturaleza concibió el mecanismo de la sexualidad para usarse.
Él al principio se resistía yo lo oí quejarse diciendo su nombre en un tono de leve reproche, advirtiéndola del riesgo que corrían, y que ella conocía de sobra. Pero pese a su queja cedía cada vez. Él intentaba ser responsable. Cuando charlamos me dijo que sí quería ser padre, pero quizás más adelante. Creo que no entraba en sus planes precipitarlo tanto. Cuando ella no lo tentaba, era él el que abría el cajón de la mesita de noche en busca de la protección que evitara preñar a su chica. Pero cuando ella lo provocaba, Raúl caía cada vez.
Para un hombre es muy difícil resistirse a una mujer que se te ofrece, que inmola su cuerpo desnudo, que te seduce obsequiándote con sus últimos reductos de privacidad su útero Y Raúl es un hombre. Por lo que yo pude ver en las duchas de la piscina es un puto macho Alfa un empotrador de manual Y claro, no es de piedra.
A este respecto, me gustaría contar dos cosas. Una vez, estando en un bar, escuché una conversación entre una mujer y un hombre. El hombre le contaba que su hijo era muy joven y que hacía poco que se había casado. Su chica ya quería tener descendencia pero su hijo no, que quería esperar unos años más. Entonces la mujer, con honestidad, le espetó:
- Si una mujer quiere, un hombre querrá.
Eso me provocó una erección instantánea en mitad del bar, por lo que significaba. Más adelante, una amiga me contó una circunstancia similar. Su marido se negaba a tener hijos al principio hasta que ella le inoculó el morbo y le hizo tres de una tacada, uno detrás del otro, sin parar. Luego fue ella la que tuvo que ir con muchísimo cuidado para que no le hiciera más, porque él ya no podía parar. Pero eso lo contaré en otra entrada.
Yo al principio no comprendí qué estaba pasando. Até cabos después. El caso es que sí que noté claramente que él la poseía con más violencia, con más furia, que gemía y rugía desde el principio (cosa que no ocurría con tanta intensidad cuando se ponía condón). Al principio esto ocurría esporádicamente pero luego empezó a ser cada vez.
Del mismo modo que en mis relaciones soy yo el que ha incitado a mis parejas, el que ha inyectado el morbo del riesgo en ellas, en este caso fue ella la que despertó en Raúl el morbo. Fue derribando sus defensas una a una una a una hasta que él se rindió. Llegado un determinado momento, yo ya no volví a oír más el golpe del cajón de cuando Raúl cogía el condón. Estoy seguro de fue por esta época en que dejaron de utilizar protección. Él se había rendido, había dejado de pensar con claridad y ya solo podía pensar en llenar de lefa a su chica. Y vaya si lo hacía follan muchísimo... así que la debía atiborrar durante toda la semana. Yo la veía irse a trabajar en su coche y la imaginaba derramando gota a gota durante todo el día en su ropa interior el volcán de esperma que la noche anterior Raúl había erupcionado en su vagina.
Desde mi cuarto oía como ella se reía al principio sus risitas de cuando juguetean al principio. A los pocos minutos ya solo lo escuchaba a él rugiendo y golpeando el cuerpo de ella con el suyo propio, mientras introducía su glande descapullado y su grueso pene en lo más profundo de su vagina. Y ella gimiendo de placer y morbo, sabiendo que lo había logrado, y que la polla desnuda de su hombre la estaba llenando de una mezcla de lubricante natural y lefa y que ya nadie podría parar a su chico de lo inevitable: preñarla.
Durante semanas los escuché follando como animales, hasta que un día mientras follaban en su cuarto la escuché verbalizar lo que ya estaba en el aire:
- Quiero que me dejes embarazada.