Espiando a Bea: 10 años después.

Cuatro cenas: Nerea y Jorge.



Los jueves tocaba comer en el sofá. Era una tradición adquirida recientemente pero que ambos habían institucionalizado con rapidez. Ponían su serie favorita y siempre tenían que anticipar la comida o retrasarla. Así que esa noche, decidieron que un bol de ensalada, un sándwich de tres pisos y un par de cervezas, eran el complemento ideal para tomar en el sofá y no perder detalle. Llegaban a los títulos de crédito generalmente envueltos en un abrazo, dándose caricias inconscientemente, entre la somnolencia producida por el cansancio de la jornada y el pico de tensión que experimentaban al final de cada episodio.

Sin embargo esa noche Nerea estaba espabilada a la par que distraída. Con los ojos como platos miraba la televisión pero sin ver. El final del capítulo la sorprendió distraída, con el hilo perdido y sin saber que había pasado.

Se quedaron amorrados aun diez minutos más. Pero ella estaba en tensión. Rígida y penosa. Los dos últimos días muchas cosas le rondaban la cabeza. No acababa de sentirse cómoda con la llegada de Carlos, por muchas seguridades que este le hubiese dado. Algo iba a pasar y ella lo intuía.

Jorge la noto tensionada:

- ¿Qué te pasa? ¿Otra vez las ansias?

- No, estoy bien…
Nerea se había pasado el segundo y el tercer mes de embarazo vomitando.

Él, le acarició la barriga desnuda por encima del pijama:

- Entonces ¿qué es lo que te pasa? ¿Ya se te está moviendo?

- No tonto, aún es pronto para que dé patadas.


No acaba de decidirse, como si temiera que lo que pensaba decir afectara a su relación. Quizás fuera así, pero tenía que decirlo. Es preciso que se lo contara. Estaba claro que Nerea ya había respondido a ese dilema. Si no, no estaría revolviéndose inquieta en el sofá, intentando escurrirse de entre los brazos de su marido.

- Jorge: tengo que contarte algo.

- ¡Ostia tú! ¡Que el niño no es mío! ¡Lo sabía!

- Imbécil…


Ella no pudo reprimir una pequeña risa. Jorge siempre igual: imposible que se tomara nada en serio. A veces llegaba a enfadarse con él, precisamente por esa costumbre suya de banalizarlo todo. Pero tenía que reconocer qué era una de las cosas que más le gustaba de su marido. Su capacidad para desdramatizar; para hacerla reír en los momentos complicados; para retirar la losa de las preocupaciones que a veces la bloqueaba y le impedía actuar.

Decididamente Jorge le hacía la vida más fácil y más bonita. Su relación era genial, se mirase con se mirase ¿De verdad era necesario abrir la boca? ¿De verdad que está necesario decir nada que pudiera empañar esta relación?

Vamos Nerea, suéltalo ya...

- Jorge ¿te acuerdas que te hable de mi primer novio?

- Sí claro ¿qué pasa, te ha vuelto a tirar los trastos?

- Nunca te he dicho por que cortamos…


Jorge intuyó que era momento de dejar de hacer bromas.

No sabía por qué Nerea había decidido contarle en ese momento por qué había acabado su relación, pero de alguna forma había sentido la necesidad de hacerlo. Puede ser que fuera una tontería. Ahora estaba extremadamente sensible.

Le continuó acariciando la barriga y hasta se atrevió a dar una suave palmadita: ánimo Nerea venga suelta lo que te preocupa…

- Fui infiel Jorge. Lo engañé. Lo quería pero lo traicioné con otro.


Siguió un silencio, apenas unos instantes, en los que Nerea esperó conteniendo el aliento la reacción de su pareja

Cuando esta llegó, fue muy en la línea de Jorge:

- ¿Debería empezar a preocuparme?

Ella le pego un pequeño empujón:

- No idiota… y no pudo evitar soltar una pequeña risa. Su marido era un cielo. Aquella broma era la forma de decirle que no le importaba nada de lo que hubiera sucedido antes; que la quería y no se le pasaba por la cabeza que, fuera el que fuera el motivo que había tenido para hacerlo, (si es que había habido un motivo), le fuera a ocurrir lo mismo a ellos; la forma de decirle: confío en ti.

Ya sabía que esa era la reacción más inmediata de Jorge, sobre todo teniendo en cuenta el cariño que se profesaban. Pero tarde o temprano, la sospecha anidaría en su cabeza. Querría conocer los motivos. Pretendería conocer. Le preguntaría qué fue lo que la impulsó a hacer una cosa así.

De modo que era momento de hablarlo.

- Quería que lo supieras y que además lo hicieras por mí.


- Y ¿por quién me iba a enterar si no?

- No sé Jorge. Quizás algún día alguna conversación…lo saben más personas. Esta ciudad no es tan grande. No te había dicho nada quizás porque no estaba preparada aún. Me sigue avergonzando, pero creo que debes saberlo.

- Bueno pues ya lo sé… y si tú me aseguras que no hay peligro de que vuelva a suceder, pues asunto solucionado…

- Jorge, soy humana y no sé lo que me deparará la vida. Después de aquello no me atrevo a jurar nada a nadie, pero te puedo asegurar que ni se me pasa por la cabeza volver a cometer ese error y menos aún contigo.

- Bueno ya sabes, el corazón…

- El corazón no tuvo nada que ver. Yo quería a Javi. Y no a Claudio.

- ¡Claudio! ¡Se llama como el gallo!

- Sí como el gallo… de hecho era todo un gallo de corral. Eso fue lo peor de todo. Me encoñé. Fue solo sexo. Estaba enamorada de Javi y le puse los cuernos solo porque estaba caliente; solo porque quería sentirme deseada; solo por las sensaciones que el tipo me despertaba.
Y además me descubrió.

- ¿Cómo?

- Nos pilló en plena faena.

- Joder qué fuerte… ¿y no hubo sangre?

- No te rías que pudo acabar de muy mala manera. Fue muy desagradable. Cada vez que lo pienso me daría de puñetazos…todo por culpa mía.


Siguió un minuto de silencio. Por fin Jorge parecía cavilar y concentrarse acerca de la confesión que le acaba de hace su pareja.

Nerea giró el cuello y lo miro a la cara:

- Bueno: ¿qué opinas ahora de la madre de tu hijo?

- Cariño, eso fue con 22 años…

- Veintitrés…

- Vale, da igual. Ya me has contado otras veces todo lo que tú hacías a esa edad y con tus dos amiguitas. Cosas de juventud. Yo con veintipocos hubiera sido capaz de hacer mucho más.

- Pero no lo hiciste ¿verdad?

- Pues seguramente porque no tuve la oportunidad. Venga Nerea, no me digas que no has cambiado, que ahora que has encontrado el amor verdadero
(lo dijo con un guiño en su voz, volvía a hacerse el gracioso) y que además vas a ser madre, piensas que podrías volver a hacer una cosa así… ¡A hacérmelo a mí!

- No, no me creo capaz de hacer una cosa así
…concedió…

- Lo ves, ya estás vacunada. Mira, creo que tengo mucha suerte por haberte encontrado ahora y no cuando tenías 20 años…Siempre tengo suerte con las chicas, igual que me paso con Conchi

- ¿Conchi? ¿Qué tiene que ver Conchi con todo esto? Repuso Nerea picada por el comentario. Sabía que Conchi había sido la primera novia de Jorge…

- Pues eso, que Conchi no era virgen cuando empecemos a salir…

- ¿Y?

- Pues qué gracias a eso follamos como locos desde el primer día.

- ¿Ah sí? ¿Y tienes que compararme, joder?

- Ya que estamos de confesiones…

- Y ¿a santo de qué viene sacar el tema de la virginidad de Conchi ahora?


Nerea empezaba a estar más picada que preocupada…

Jorge sonrió. La estaba llevando a su terreno.

- A su primer novio no le dejaba ni acercarse. Estaba obsesionada con que la desfloración era algo salvaje que la iba a hacer sangrar mucho. Que le iba a doler una barbaridad. Creía además que bastaba con que le arrimaran a su coñito un pito, para que se quedara embarazada. Pensaba que los espermatozoides podrían saltar por el aire.

- Estás de coña…

- Que no, en serio. Ella misma me lo contó. Estuvo 4 años con su primer novio y solo los últimos 4 meses follaron.
Imagínate, el chaval se lo estuvo currando más de 3 años y cuando por fin ella accede, se enfadan y cortan. Y lo más gracioso de todo, es que una vez perdido el miedo y viendo que no pasaba nada, era ella la que estaba loca por follar a diario. No tardó ni un mes en buscarse otra pareja, en este caso yo.

- El tema es que desde el primer día ya follábamos. Como posesos. No sabes lo agradecido que estoy a aquel chico...

- Eres un guarro...

- No lo sabes bien...
Dijo Jorge mientras la mano se le iba del vientre abultado de Nerea a su entrepierna.

- Jorge, de verdad que...

- Él llevó su boca al cuello y empezó a besarla…

- Jorge, tenía que decírtelo...

- Pues ya me lo has dicho. Ahora vamos a lo que vamos… Sabes nunca lo había hecho antes con una mamá... La verdad es que me pone mucho...


Ella rio:

- ¡Estate quieto!

Pero lo dijo sin convicción y sin retirarle la mano, que ya acariciaba sus abultados labios vaginales debajo del pijama...

Sintió cómo le recorría con los dedos la rajita húmeda. Ahora se mojaba más, no sabía por qué. Y los orgasmos eran más intensos.

La boca de Jorge se cerró en torno a la tetilla de su oído, a la vez que un dedo la penetraba...

- ¡Dios!, jamás pensó que aquella conversación fuera a acabar así... Pero mira...ahhhhjj... Jóder... Cómo sabía su chico dónde tenía que tocarla...

- Jorge, la barriga... aquí estoy incómoda…

- Pues vamos a la cama…
le susurró al oído, con esa voz cavernosa que indicaba que estaba excitado...

Nerea llevo la mano hasta el pubis de Jorge y pudo comprobar su erección

Desde que estaba embarazada follaban menos, pero el placer era más agudo...

Le apetecía, Dios sabe que le apetecía, que lo necesitaba... Quería que su chico la besara, que le apretará los pechos, que la penetrara en una postura cómoda para ella, para que pudiera correrse bien corrida...

Una sombra de duda cruzó por su mente... Él haría cualquier cosa por complacerla. La quería, pero pasado el tiempo, cuando en algún momento de su vida su matrimonio atravesara alguna dificultad: ¿recordaría él esta infidelidad que le había confesado? ¿Tendría a la larga algún impacto en su relación?

Qué más da, pensó Nerea

Carpe diem. Se lo has dicho y él te responde llevándote a la cama y haciéndote el amor, así que el futuro ya se verá…

Se dejó arrastrar al dormitorio y al cruzar delante del espejo que había en el pasillo se sorprendió sonriendo...
 
Cuatro cenas: Carlos y Bea



Carlos paseó la mirada por el local.

Empezaba a dudar que ella se presentara. Pasaban ya 15 minutos de la hora. Bien es cierto que Carol no le había dado ninguna garantía.

- No sé lo que hará, le contestó en la última conversación, una vez le trasladó la cita propuesta.

Pero algo le decía a Carlos que sí, que allí estaría Bea. No creía en los augurios ni en las premoniciones, pero en aquella ocasión algo muy dentro de él, parecía convencerlo de que su antigua novia iba a aceptar la entrevista. Quizás eran sus ganas de cerrar capítulo de una vez. No lo sabía... Pero durante las horas anteriores se había mostrado bastante seguro de que el reencuentro se iba a producir.

Y sin embargo ahora, un cosquilleo en el estómago parecía anunciarle que igual se había equivocado. Bea siempre había sido bastante puntual. Un retraso de quince minutos sin duda quería decir algo.

Nuevo sorbo a la Copa de vino. Nueva barrida visual y de repente... ¡allí! Justo en la misma entrada. De pie, quieta, mirándolo como si fuera una esfinge.

Sus ojos conectaron enseguida. Carlos no creyó detectar en ellos ira, desafío o dolor.

Más bien curiosidad: ¿Qué demonios estaba haciendo ella allí? parecía preguntarse. ¿Para que la había llamado su ex novio tantos años después?

Sí, sin duda esa era la cuestión que la empujaba hacia él. O mucho había cambiado Bea, o bien suponía Carlos que no podría resistir la tentación de deshacer el acertijo.

De hecho, él no podía saberlo, pero esos quince minutos de más se los había pasado sentada en un banco enfrente del restaurante, en un sitio a salvo de miradas indiscretas, decidiendo si traspasaba la puerta o se quedaba fuera.

Bueno fuera como fuese, allí estaba.

Decidida, caminó hacia donde se encontraba.

Carlos puso la copa en la mesa. La mano le temblaba y no quería que se notara. Conforme ella se acercaba, empezó a notar un cierto vértigo y un mareo que no sabía exactamente de dónde procedía.

No pudo seguir analizando. Por un momento, temió perder el control de sí mismo. Tragó saliva y se obligó a calmarse. Si no ponía controlarse mucho menos iba a poder manejar la situación.

¡Joder era Bea! La vio aproximarse con su característica forma de caminar. Parecía desplazarse hacia el sin apenas tocar el suelo, moviendo sus caderas armoniosamente. Sus pechos meciéndose acompasados en un suave vaivén.

Con ese punto de provocación que no llegaba a serlo. Con esa pizca de picardía que parecía inocencia.

Luciendo cuerpo con la naturalidad que él siempre había admirado.

Todo era tan familiar que por un momento, tuvo la sensación de qué había vuelto en el tiempo atrás y de que era una cita más. Como si hubiesen quedado para cenar después del trabajo; como si Bea se sentara ahora a su lado y fuera a pedir su vino favorito para celebrar que por fin era viernes; como si en vez de explicar que había sido de sus vidas, solo hubieran tenido que contarse como había transcurrido su día de trabajo.

Mientras se acercaba, Carlos evaluó las diferencias entre la Bea que él había dejado y la que se encontraba años después.

El pelo fue lo primero que le llamó la atención. Se lo había teñido más oscuro, casi caoba. Su cabello largo y con rizos lacios, se había transformado en una media melena lisa que le daba su cara un semblante más adusto, más duro y afilado.

Su piel seguía siendo clara y aparentemente tersa. Estaba más delgada. Recordó a esa Bea alta, de piernas inacabables pero a la vez con su punto de maciza. Mantenía un cuerpo envidiable, se ve que se lo trabajaba bien en el gimnasio. Mas musculada y con formas más angulosas por la falta de grasa.

No obstante, le dio la impresión de menos lozanía aunque seguía estando espectacular.

Trato de pensar qué imagen daba de sí mismo. Que estaría pasando por la cabeza de Bea, que lo evaluaba con aplomo, sin desviar la mirada.

Se levantó para recibirla, intentando un esbozo de saludo. Mil veces ensayado y sin embargo ahora las palabras se le quedaban en la garganta, negándose a salir.

Ella no dijo nada tampoco. Estuvieron un tiempo de pie, uno frente al otro, solo observándose.
Ninguno sabría decir si fueron segundos o minutos los que transcurrieron.

- Eso ¿es una botella de carta de plata?

- Si. Por favor siéntate y te sirvo una copa.

- Vaya, te has acordado...

- En realidad, nunca he dejado de tomarlo...


Bea asintió levemente con la cabeza. Buena respuesta Carlos. Touché en el primer envite. Veremos cómo acaba todo esto... pensó para sí misma.

Carlos le sirvió una copa.

Por favor, siéntate y bebe conmigo….Bebe conmigo... como si no hubieran pasado los años; como si tuvieran un reencuentro que celebrar...Bea arrugó la nariz, aun escéptica, pero se sentó. Se acomodó tranquilamente, sin prisas y con elegancia. Carlos bebía cada uno de sus gestos, como paladeando un exquisito licor que llevaba años sin probar.

Luego, se llevó la copa a los labios y probó un sorbo dejando un rastro de carmín en el cristal. Se concentró en ella, mirándola con aprobación. Un nuevo sorbo y la depositó despacio en la mesa. Solo entonces le devolvió la mirada a Carlos.

Hizo una inspiración un poco más profunda de lo normal, soltando luego el aire por la boca poco a poco. Y al final, casi con el último aliento, dejó caer una pregunta:

- Carlos ¿por qué estamos aquí?

- Por curiosidad.


¿Curiosidad? ¿Qué tipo de curiosidad? ¿Por ver cuál es nuestro aspecto actual? ¿Por saber cómo nos va después de tantos años? ¿Por responder todas esas preguntas que en su día no se hicieron ni fueron contestadas? Bea se mostraba escéptica.

- ¿Es por eso? ¿Vamos a tener ahora la conversación que debimos haber mantenido hace 8 años?

- Eso dependerá de lo que tú quieras. Por mí, estoy dispuesto.

- Pero llega tarde, muy tarde… ¿No te parece?

- Bueno ya sabes lo que dicen. Más vale tarde que nunca. La pregunta correcta sería si queremos tener esta conversación o no. Yo por mi parte deseo tenerla. Es más, creo que necesito tenerla y si me apuras, a ti también te vendría bien. No me digas que no sientes curiosidad Bea. No me digas que no hay cosas que deseas decirme, que no hay capítulos que querrías cerrar.


Ella miraba algún punto en la pared, justo detrás de su ex. Parecía meditarlo.


- No. Te equivocas Carlos. Yo ya clausuré ese libro hace tiempo

- Entonces ¿por qué estás aquí
? Mira Bea yo también creía que lo había cerrado, pero sé que no. Ahora lo sé. Tenemos que hacer lo que nos hicimos en su día, tenemos que hablar: soltar lo que tenemos dentro y luego si quieres cada uno por su lado…


Ante el silencio de Bea Carlos insistió.


- ¿Sabes? Creo que no es casualidad que estés aquí. Pienso que a ti te pasa como a mí: de alguna forma, esto siempre te ronda la cabeza.


Bea había escuchado cada una de sus palabras con la mano tamborileando sobre el mantel. Se sorprendió del ruido que hacía y se forzó a detener el movimiento. Ambos quedaron pendientes de sus dedos. De repente, se dio cuenta de que Carlos conocía perfectamente ese gesto suyo que hacía siempre que estaba nerviosa. Retiró la mano de encima de la mesa.

- Bien ¿quieres que hablemos? por mí estupendo. Vamos directos al grano. ¿O prefieres primero un poco de charla informal?

- Bueno, quizás mejor un poco de charla informal al principio. Sería preferible no empezar discutiendo ¿no te parece?

- Por mí vale
, contestó Bea arisca, aunque tuvo que admitir que tenía razón. Estaban los dos demasiado tensos para tocar temas tan sensibles.

Mejor poco a poco.

Poco a poco; poco a poco; poco a poco… y ¡una mierda! pensó Bea

- Bueno, pues entonces cuéntame cómo te ha ido fuera. ¿Trabajas? ¿Te has casado? ¿Tienes hijos? ¿Algún rollete? ¿Sigues siendo heterosexual?

Carlos sonrió ante el envite:

- Sí, trabajo. No he parado de hacer otra cosa; no, no tengo novia ni estoy casado; no tengo hijos de momento; sigo siendo heterosexual y bueno, he tenido alguna que otra aventura, pero nada serio y duradero… ¿Y tú?

- Creo que ya lo sabes: me va bien en el trabajo y… seguro que te lo ha contado ya Carol, ahora mismo estoy sola y sin compromiso.

- Acabo de cortar con Quique ¿te acuerdas de él?
...preguntó ella con toda la mala baba de que fue capaz.

La mirada de Carlos se endureció apenas unos instantes, pero luego recobró la tranquilidad.

- Sí claro que me acuerdo. ¿Sabes? jamás pensé que pudierais acabar juntos.

Bea hizo un gesto de hastío.

- Tampoco yo supuse que eso ocurriría nunca. La vida nos lleva por sitios extraños…

- Estoy de acuerdo contigo,
concedió Carlos.

- Como lo tuyo con Nerea… ¿Quién lo hubiese imaginado?...Bea había pasado a la ofensiva. No, no se lo iba a poner fácil…

- Eso pudo tener una razón de ser…

- Una razón de… ¡Vamos no me jodas Carlos!

- Reconozco que te lo tenía que haber contado…pero las cosas se precipitaron…

- ¿Por qué no me llamaste? Me debías al menos una explicación.

- Tú me dijiste que no lo hiciera. En el parque ¿recuerdas?

- ¡Joder Carlos! Te pille con Nerea. ¿Qué esperabas que te dijera? Pero tú…después de todo lo que fuimos el uno para el otro…ni siquiera lo intentaste. Eso es lo peor. Aunque fuera solo para decirme que me dejabas. Tu indiferencia me dolió más que tu infidelidad.

- No fue indiferencia Nerea. Y de infidelidad mejor no hablemos…

- Si, si, hablemos de una puta vez… ¿o es que vamos a estar otros ocho años ignorando el tema?…fue por Quique ¿verdad?: Estabas celoso.

- Quizá. Estaba celoso pero no equivocado. Al fin y al cabo acabasteis juntos ¿no?

- Si, después de que tú me dejaras. Después de que no quisieras arreglar nada. Después de que no contestaras a mis llamadas: Después de que te follaras a Nerea…
dijo solidificando la mirada. Soltó el reproche como una daga. Con la intención de clavársela en el corazón, de hacer daño. Por fin salía la furia que anidaba dentro desde hacía años.

Pero Carlos no respondió airado. Entornó los ojos y con una media sonrisa que apenas era una mueca, respondió con calma:

- Tú te follaste primero a Quique. Eso no formaba parte del juego.

- Eso no podías saberlo Carlos. ¿Te acostaste con Nerea por una sospecha? ¿Porque alguien te lo dijo? ¿Sin hablar conmigo antes, con tu pareja? No me jodas. Ni siquiera ahora estás seguro.

- ¿Y cómo lo sabes?

- Porque no me has preguntado si pasó. ¿No quieres saber si me acosté con él? ¿Sabes? Creo que la respuesta te daba miedo. El juego se nos fue de las manos y tú me culpaste solo a mí. Y decidiste castigarme yéndote con Nerea.


Se mantuvieron la mirada en silencio unos instantes, desafiándose a ver quién la apartaba antes. Cuando Bea, con un gesto de cansancio y hastío iba a retirarla, Carlos habló. En voz baja y casi inaudible…como si fuera solo para sí mismo…

- No necesito preguntarte si pasó, Bea. Yo estaba allí…

Aquella afirmación cayó a plomo entre los dos, formándose un silencio espeso en el que por momentos, Bea parecía que se iba a ahogar.

Por primera vez a lo largo de la conversación, Carlos la vio perder la compostura. La sangre huyó de sus mejillas. Literalmente se había quedado blanca. Un ligero temblor la sacudió y cerró los ojos como si se estuviera mareando.

- Eso no puede ser…

- Sí Bea. Volví esa noche para darte una sorpresa pero el que se la llevó fui yo.


Carlos comenzó a relatarle los detalles. Omitió desvelar sus sentimientos, tratando de hacer una narración lo más desapasionada posible, como si se tratara de una autopsia. Sí, quizás esa es una palabra muy adecuada. Un informe de la muerte de su relación, de cuál fue la causa última, objetivo, yendo al grano y aportando pruebas de la infidelidad, que de forma incontestable, certificaban el adulterio de Bea.

Ella retiró la cara a un lado con un ligero movimiento de la cabeza. Unas lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas. Le costaba respirar y el vértigo aumentaba, pero no obstante, no renunció a plantar batalla, ante el alud de sentimientos que le provocaban esas revelaciones.

- Carlos, ¿estuviste ahí toda la noche sin decir ni hacer nada? ¡No puedo creerlo!

- Estuve tentado de entrar a cada minuto en la habitación. Pero tenía que comprobar si realmente era un juego o estabas dispuesta a llegar hasta el final. No podía quedarme con esa duda…Entiéndelo Bea. Después de lo que estaba viendo y oyendo ya no podía confiar en ti. Lo peor de todo era la incertidumbre y yo no quería quedarme con ella. Tenía que saber lo que estabas dispuesta a hacer. Si solo era un juego que se nos había ido de las manos o si para ti aquello se había convertido en algo más…

- Pero Carlos…

- Bea debes entenderlo…
pero ella no comprendía como su novio pudo ser testigo de todo aquello sin ni tan siquiera alzar la voz.

- Y luego por la mañana, cuando él volvió y sucedió todo tan rápido… cuando te vi echarte ya, sin ninguna resistencia y casi entusiasmada, en sus brazos...Tenía que verlo con mis propios ojos pero… yo ya sabía, cuándo él te llevo en brazos para dentro, que habías tomado la decisión…

- Las los veces estabas allí y no dijiste nada
… insistió Bea incrédula... me viste follar con él… gritó casi fuera de sí…

- Tenía que certificarlo…la duda…ya te he explicado…

Nuevamente Carlos hablaba más como un notario, que como expareja de Bea.

Tenía que certificarlo ¡joder! si parecía que estaba ante el levantamiento de un cadáver… habían pasado muchos años, pero aquel aparente desapasionamiento de Carlos al relatar lo sucedido, molestaba sobremanera a Bea.

Tenía la impresión de que había ensayado todo lo que tenía que decir. Incluso el tono de voz, las palabras, todo… con el único objeto de hacerla sentir mal. ¿Ese era el motivo real del encuentro? ¿Había vuelto después de tanto tiempo solo para hacerle daño?

- Carlos ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Por qué vienes ahora a contarme todo esto? Preguntó angustiada…

- Solamente quería que supieras cómo fueron las cosas. Que supieras que ese día que me viste besarme con Nerea en el parque… eso no era amor… la infidelidad nos había destrozado a los dos. A Nerea como culpable de una y a mí como víctima de otra. Estábamos desgarrados y si nos refugiamos el uno en el otro, era porque no teníamos a nadie más en quien confiar. Yo no estaba enamorado de ella, ni te dejé porque me gustara: la realidad es que yo ya te había dejado antes. Solo que no había tenido el valor de decírtelo…

- Por eso he venido también hoy: para explicarte todo esto y para decirte que entiendo tu reacción en ese momento, pero debes conocer el por qué actué como lo hice.


Bea desvió la mirada. De repente, el estómago rechazaba el vino que había tomado, amagando una náusea. Sentía escalofríos y un brote de ansiedad le atenazaba la garganta.

- Así que soy yo la mala…la puta…la…culpable de todo ¿no?

- Bea, a estas alturas ya no hay culpables. Ha pasado el tiempo y solo estamos hablando…

- No, no me digas que son solo palabras Carlos… ¿Qué coño es esto? ¿Una encerrona?

- Es la conversación que nos debíamos y lo sabes, Bea.

- Vete a la mierda…


Bea se levantó y se dirigió a la puerta. Trataba de mantener la compostura, pero estaba al borde del llanto. Salió a la calle y cruzo por mitad de la calzada, de nuevo hacia el parque y sin mirar atrás.

Intentó correr hacia el sitio donde tenía el coche aparcado, pero las piernas no le respondían. Se sentó en un banco, temerosa de que pudiera caerse. Todo le daba vueltas. Ahora, lloraba abiertamente, sin hacer nada por restañar las lágrimas que le corrían por las mejillas. Se inclinó hacia delante hundiendo la cara entre las manos.

No supo cuánto tiempo pasó ¿Fueron segundos? ¿Minutos? ¿Una hora? Al final, una sombra interrumpió la luz de la farola que se filtraba entre sus dedos.

- Bea…

- Vete…

- Tenemos que hablar…hay una cosa que…

- No quiero hablar más… ¿Por qué has tenido que volver? Vuelve a Madrid…

- No antes de darte algo…


Ella no lo miraba…tampoco parecía oírlo.

- ¿Bea? ¿Me escucharas solo una vez más?

Ella negó con la cabeza…

Carlos suspiró. Parecía inútil tratar de razonar con Bea en ese estado.

Metió una mano en el bolsillo y sacó un sobre de color sepia. Lo colocó en el banco justo a su lado.

- Aquí esta lo que te quería decir.

Esperó unos segundos pero no hubo reacción. Ella seguía con la cara oculta entre las manos, negándose a mirarlo.

- Bea, yo ya te he perdonado. Perdónate tú ahora…

Carlos se giró y muy lentamente comenzó a andar hacia su hotel. Tuvo que hacer un esfuerzo grande, pero consiguió no volver la vista atrás ni una vez.
 
Todo en esta vida tiene "pros" y "contras"

"Pros":

El capítulo es cojonudo, creo que es el que mas esperabamos todos.

Y el ostión a Bea, eso si que es la leche, es elegante, tranquilo, épico, homérico, de tres pares de cojones, vamos todo un señor toooorpedo para la moza que encima se estaba haciendo la digna y la victima y seguro que hubiese mantenido que no follo con el pavo ese, que todo fue una suposición, una comida de coco de Carlos, que es un paranoico y un puto mal pensado, y que el era el malo y ponecuernos, y ella una pobre victima del juego que no hizo "na de na".

"Contras":

Cooooooooño el capítulo es muuuuy corto y nos deja como las series esas semanales de la tele, con la miel en los labios.

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Última edición:
Es increíble lo prepotente y orgullosa que es Bea de no querer reconocer que fue la culpable de todo.
Por cierto, ya me acuerdo de lo que queda, pero no voy a decir nada por no hacer spoiler.
 
Jajajajajaja, lo dicho, Carlos da pena, pero de vergüenza ajena.

Una vez más, lo insultan y maltratan, y sigue enamorado hasta los huesos, babeando como enfermo.

Bueno, es lo que hay.
Todo lo que tú quieras, pero, a pesar de todo, Bea sigue tan enamorada de él como hace 10 años, por mucho que se haga la ofendida.
 
Hola a todos/as.

Supongo que la mayoría ya conocéis el relato de Espiando a Bea de Randor, o al menos habéis oído hablar de él. En este foro el amigo Berserk ya publica una continuación, y en TR circulan varias de las que también estaban en el antiguo foro de pajilleros. Todos nos quedamos con las ganas de que el autor original lo continuase, aunque creo que según él, este relato formaba parte de un proyecto mas amplio, que creo que aun no ha visto la luz.

Bueno, el tema es que yo publiqué una continuación a petición de la amiga Sigrid (Estrella de las nieves) en pajilleros (y posteriormente en TR), que se llamó 10 años después, y continua la trama transcurrido ese tiempo. Si os parece bien, la recupero tambien para este foro por si le interesa a alguien o si hay personas que no la leyeron y desean hacerlo.

Un saludo y gracias, Ire publicando por capitulos.
Acabo de descubrir que lo vas a volver a publicar. Enhorabuena, la obra, tu obra, fue una auténtica joya de la literatura erótica y la gente merece la pena que la pueda leer.

Un besazo enorme y te echo muchísimo de menos.- Cristina
 
Acabo de descubrir que lo vas a volver a publicar. Enhorabuena, la obra, tu obra, fue una auténtica joya de la literatura erótica y la gente merece la pena que la pueda leer.

Un besazo enorme y te echo muchísimo de menos.- Cristina
uuuaaauaa...un lujazo saludar a @estrelladelasnieves ....eres una crak que has inspirado a muchos escritores y....el " nunca seré una priedra en tu camino" , es de mis frases preferidas en todo este mundo increible de relatos..

Gracias por estar siempre, aunque sea en bastidores
 
Acabo de descubrir que lo vas a volver a publicar. Enhorabuena, la obra, tu obra, fue una auténtica joya de la literatura erótica y la gente merece la pena que la pueda leer.

Un besazo enorme y te echo muchísimo de menos.- Cristina

Hola Cristina!!!!

Que alegría volver a saber de tí!!!!!

Pues la verdad es que este relato lo inspiraste tu, que fuiste la que me propusiste hacer una continuación. En realidad es tu relato porque lo hice para ti, antes de pensar en publicarlo. También fue un pistoletazo de salida para todo lo que vendría después, así que te estoy muy agradecido por darme ese "empujón".

Un abrazo muy fuerte amiga, espero que todo te vaya genial.
 
Dos epílogos.

Epílogo I: La sala de espera.



El vuelo salía con retraso. No era una situación infrecuente en aquella zona, como bien sabia Carlos. Le quedaba al menos una hora de espera extra en aquella desangelada sala. Eligió una butaca al lado del ventanal, en el extremo más distante y solitario. La gente solía concentrarse junto a las pantallas y en la entrada, pero él prefería intimidad. Y esa mañana aún más. Todavía le daba vueltas a lo acontecido la noche anterior.

Por fin se había encontrado de nuevo con Bea. El pulso se le trastocaba solo de pensarlo. Muchas veces había pensado como sería ese reencuentro, pero nada lo había preparado para el aluvión de sentimientos que lo recorrieron. Todos sus cálculos, todos sus planes, todas sus estrategias pensadas al milímetro año tras año, se vinieron abajo tras apenas unos minutos con ella.

Debería haberlo supuesto. Las cosas nunca son sencillas.

Fuera, tras el inmenso cristal, el tiempo era desapacible. Húmedo y ventoso. El aire esparcía gotas de chirimiri por toda la superficie transparente, como si fuera la paleta traslucida de un pintor sin color. Posiblemente ese mismo viento sería el causante del retraso.

Carlos necesitaba intimidad y tiempo para pensar. Tras una noche infame, en la que recorrió la cama de una esquina a otra, insomne y atolondrado tras vaciar el minibar del hotel, ahora tocaba hacer balance.

Él pensaba que sería Bea el objeto del mismo. Podría analizar sus reacciones, comprobar hasta dónde había conseguido llevarla, qué sentimientos había provocado en ella... Pero no. Las cosas no habían salido como él había calculado. La vida era imprevisible, y más aún, estando Bea de por medio.

Era él mismo, el que no había actuado según lo previsto. No se había ceñido al plan. Porque sí, efectivamente había un plan. Pensado, calculado y ejecutado casi desde el mismo día en que fue testigo de cómo Bea se echaba en brazos de Quique.

O más bien, habría que hablar de planes, porque a lo largo de los años había ido deshaciéndolos y rehaciéndolos una y otra vez.

Nada era lo que parecía. Nadie era tan inocente en esta historia. Él, el que menos.

Pero eso solo podía saberlo Carlos. Los demás tenían su trocito de verdad, su parte de la historia, pero solo él tenía el puzle completo.

La mayoría lo consideraban como una víctima de todo lo que había sucedido, pero Carlos sabía que había sido actor principal y causa de muchos de los acontecimientos. Era un relato complejo, donde uno podía ser a la vez víctima y responsable, causa y consecuencia.

Todo había empezado como un juego. Un juego que se les había ido de las manos. ¿O mejor debería decir que se le había ido a él de las manos?

Si. Ante los demás, o incluso ante la misma Bea, podía tratar de ampararse en una responsabilidad mutua, donde los dos habían aceptado participar voluntariamente. Una travesura compartida, dónde ambos mandaban por igual.

Pero Carlos sabía que no era así. Todo aquello tenía un ideólogo, un inductor, alguien que había diseñado la estrategia y había manipulado a Bea para seguirla. Y ese era el.

Tampoco procedía a estas alturas engañarse respecto a las motivaciones. Podían fingir que la cosa comenzó como un juego morboso y excitante, que al final les rebasó, saliéndose de los límites. Pero Carlos estaba allí solo consigo mismo, así que resultaba inútil hacerse trampas al solitario.

La excusa inicial fue que sus relaciones sexuales ya no eran tan explosivas como al principio, cosa perfectamente lógica en cualquier pareja.

En el fondo, el inicio vino de la falta de confianza en sí mismo y en su relación con Bea, concluyó Carlos.

Era imposible estar con una chica así, que atraía la atención de todos, hermosa, guapa, seductora… y no percatarse de las miradas de envidia de los demás… y no darse cuenta del asedio permanente a que la mantenían otros hombres que deseaban ocupar su lugar.

Tarde o temprano, alguno podría conseguirlo. Habría otro más guapo, más descarado, más poderoso que él…y Bea tomaría una decisión.

Qué terrible y que desgraciado es algo que te lleva a perder la persona que quieres, precisamente por miedo a perderla. Él pensaba que mantener el listón en todo lo alto en la cama le permitiría tenerla siempre a su lado.

Pero había señales que indicaban quizá en otra dirección. Al principio Carlos pudo engañarse y en engañar a su novia pero luego, una vez que pasó el tiempo, no pudo menos que darse cuenta que, ya desde el principio, solo la mera posibilidad de que otros hombres se acercaran a Bea, lo ponía cachondo.

Era una sensación que no sabría explicar. Como la adrenalina que recorre a un motorista cuando circula a 200 kilómetros por hora al borde del accidente fatal, pero tan vivo, tan emocionante, tan auténtico, que no puede parar de meter gas.

Al principio las cosas fueron bastante inocentes. Simples fantasías compartidas que mejoraron levemente sus encuentros sexuales: ¿qué harías tú sí un chico te propusiera follar?… ¿quién te gusta? ¿Con quién lo harías?

Rienda suelta a las quimeras. Eso reactivó la vida de pareja y lo que es más importante, Bea parecía disfrutarlo, lo que le impulsó a dar un paso más, a saltar de lo imaginario a lo real. Iniciar coqueteos, miradas, pequeños roces, generalmente con desconocidos para evitar problemas. Luego se contaban el uno al otro con quien habían estado, hasta dónde habían llegado y cómo conseguían evitar que la cosa fuera a más.

Ya empezaban a andar sobre el filo de la navaja, a practicar un juego que al final les podía quemar y sobre todo, cuando el juego comenzó a circunscribirse exclusivamente a Bea.

Porque al final todo giraba en torno a ella.

A Carlos no le resultaba excitante la posibilidad de acostarse con otras. Él solo quería a Bea. Algo de emoción si podía haber: a quién no le gustaba otro cuerpo, otra cara, otro sexo… pero nada comparable con lo que sentía cada vez que su chica se ponía en el disparador, al alcance de otros hombres.

¿Se estaba convirtiendo Carlos en un cornudo consentido? ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?, se preguntaba. No lo sabía. Ignoraba que era lo que se va a encontrar a cada paso más lejos que llegara. Solo sabía que aquello era demasiado fuerte y que no podía dejarlo: era como una droga.

Y él se estaba enganchando. Y también había conseguido picar el gusanillo a su novia. ¿A qué mujer no le gustaría probar otras posibilidades, volver a sentirse deseada por otros hombres, morbosear con la posibilidad, entrar de nuevo en el juego de la seducción? ¿A quién no le gusta exprimir hasta la última gota de morbo y luego volver con tu pareja para desahogarte? ¿Una pareja que te lleva hasta el límite? ¿Qué hay de malo si ambos están de acuerdo en el juego?

Eso es lo que hay de malo, que es un juego que no siempre se puede controlar y que nunca tienes claro hasta dónde te puede llevar. Avanzas un paso más por el filo, hasta que un día pierdes el equilibrio y te caes sin poder evitarlo.

Sobre todo cuando el juego era cosa de dos y luego se centró exclusivamente en Bea. Al fin y al cabo, pronto quedó claro que el morbo que le producía a Carlos intentar otras conquistas, no compensaba. Era bastante reducido y a Bea tampoco le ponía especialmente ver a su chico tontear con otras mujeres, más que otra cosa porque estaba tan absolutamente segura de él, que ni por un instante le daba morbo el riesgo de que pudiera acabar en brazos de otra. Bea no tenía competencia y ella lo sabía, pero al revés era distinto.

Con una mujer como Bea, libre y provocando, cualquier cosa era posible. Y esto era precisamente lo que le subía la libido a los dos.

¡Qué gran error pensar que estaba todo controlado! ¡Qué gran error pensar que cuando eligieron a Quique para jugar con él, era la víctima ideal! Un tipo que rebosaba testosterona. Un ligón en estado puro, guapo, muy bien dotado según les había contado Carol, pero lo suficientemente simple, chabacano y previsible, como para que no interesar a Bea más allá del aspecto sexual, propiamente dicho.

Los dos pensaban que si no peligran sus sentimientos, todo lo demás estaba controlado. Si ellos seguían queriéndose, ¿cómo iban a cometer una infidelidad? ¿Cómo no iban a dar marcha atrás en el momento justo? ¿Cómo no iban a tener controlada la situación?

Qué estúpido fui… pensaba amargamente Carlos. Ahora sabía perfectamente que la infidelidad no tiene por qué estar asociada al cariño, al amor, incluso ni siquiera al respeto que sientes hacia tu pareja.

A veces simplemente puede ser un acto casi reflejo; puede ser un impulso irrefrenable; puede ser una locura momentánea.

Él fue quien animó a Bea a acercarse a Quique; a ir a clases de baile; a hacerle concebir esperanzas y ya puestos, a ponerlo cachondo iniciando un juego que terminaba cada noche cuando hacían el amor, tras contarle ella las últimas novedades de su relación. Los intentos directos de Quique de derribar la muralla y después, viendo que se estrellaba una y otra vez, sus cambios de táctica, inasequible al desaliento, asumiendo que tendría que ganar aquella batalla de otra forma. Una forma que incluso implicaba cambiar su forma de ser.

Había subestimado a aquel tipejo. No solo actuaba por puro egoísmo, encelado por la posibilidad de enrollarse con Bea. Incentivado por sus negativas a consumar. Carlos jamás supuso que estuviera dispuesto a tanto; a cambiar al menos durante un tiempo su forma de ser; a conseguir realmente enamorarla, o al menos, aprovecharse del vacío que todo esto generó en ella y de su confusión, para convertirla en su pareja. Sí, realmente lo había subestimado. Un error que había pagado caro y que le había impedido poner en marcha su plan antes. Un error que lo había enviado al exilio.

Y lo bueno del exilio es que tienes mucho tiempo para pensar, para analizar. Pero no adelantemos acontecimientos. Carlos no se fue sin pelear. Meditó durante esos dos días que estuvo fuera, dándole largas a Bea, su venganza. Qué era lo que iba a hacer. Se sentía herido y arremetería contra todos y todas.

Solo él tenía la culpa, pero todos pagarían por lo que había pasado. El rencor lo empujaba, incapaz de asumir que la mayor responsabilidad era suya.

Un nuevo retraso era anunciado por megafonía. Carlos lo asumió con resignación, en contraste con las protestas airadas de la mayoría de los pasajeros ¿Qué más daban otros 15 minutos? Él no tenía prisa. Ni prisa ni ilusión por llegar a ningún sitio. Decidió empezar por el principio. Y el inicio que lo había llevado hasta allí, comenzaba en otra sala de espera. Justo en la mañana en qué, con las imágenes de Bea abierta y entregada a Quique todavía clavadas en su retina, Carlos se sentó la estación de autobuses. Había aparcado el coche al tercer volantazo que había tenido que pegar para no estrellarse. El temblor que lo recorría le impedía conducir. Nunca supo por que fue allí. Quizás, porque había sido el punto de partida cada vez que él había intentado crearse un futuro.

Un futuro que hasta ese momento había pasado por Bea. Desde que la conoció ya había dejado de fantasear con coger un autobús e ir a comerse el mundo. Sobre sentarse en aquella estación de autobuses a hacer planes. A pensar qué destinos le aguardaban, que éxitos cosechar y qué aventuras viviría.

Todo quedaba en suspenso porque lo que más le importaba estaba allí. Hasta que se encontró a su novia entregada a otro. Sin equívocos, sin reservas. Totalmente abierta y con una mirada de lujuria que era como una llave que le abría paso a Quique hasta su más profunda intimidad, a sitios dónde tan solo había llegado él antes. Y lo peor de todo, es que él había sido el culpable. Cada vez que la imagen de Bea, gimiendo mientras era ensartada por ese chulo, le martilleaba la cabeza, se repetía a si mismo que era su culpa. Él lo había iniciado todo.

Carlos se levantó dejando una copa a medias y se puso a pasear nervioso. Su primer impulso fue coger un autobús y marcharse lejos. No quería enfrentarse a Bea, no podía. Estaba tan dolido…y tan enfadado consigo mismo como con ella. ¿Cómo había sido capaz?

Y sus amigas formaban parte del desastre. Ni que decir tiene que la zumbada de Carol tenía que ser la inductora, ya fuera voluntaria o involuntaria. Allí durmiendo mientras ese hijoputa de su novio le metía mano a Bea. Daba igual que lo supiera o no, ella había incitado a Bea, la arrastraba siempre a sus juergas, la empujaba al desfase.

Y Nerea, poniendo los cuernos a Javi, y casi seguro que encubriendo a su novia.

Solo pudo encontrar una salida a la presión que sentía, al dolor y a la ansiedad. Tenía que dar un escarmiento. Debía vengarse, de todos y cada uno de ellos. Bea lamentaría lo que había hecho. Y volvería pidiéndole perdón de rodillas. Y el decidiría si la admitía o no…

Fue entonces, durante dos días, cuando meditó su plan y volvió para ponerlo en práctica.

Empezaría por debilitar al enemigo. No se enfrentaría directamente a su novia. La dejaría sin sus escuderas. Se tenía que sentir sola, confundida y sin apoyos. Para que cuando llegara el momento de enfrentarse a ella, no tuviera refuerzos de ningún tipo. Así que comenzó por Nerea.

Sí, porque fue él quien la delató a Javi.

Bastó un correo electrónico desde una cuenta anónima creada al afecto. Presentándose como una ex despechada de Claudio. Insinuando que Nerea le había quitado a su chico. Avisándole de una posible infidelidad. Lo suficiente para crear la duda, para dejar a Javi pensativo y que contestara preguntando quien era y porque le contaba eso. Un cruce de correos donde le pedía discreción si quería que le contara más y que estuviera atento al correo una tarde en concreto. Y finalmente…la delación. Sabía que ese día iban a ir donde Quique. Carlos tomó posiciones antes, apenas abrieron, comprobando que llegaba Claudio. Entonces envió el correo definitivo.

¿Estaría Bea enrollada en ese momento con Quique? ¿Sería Javi también testigo de su infidelidad? Lo dudaba. Bea no lo haría delante de sus amigas y en un sitio público. Además, Carol las acompañaba, así que era descartable que le pusiera los cuernos en su propia cara.

Fue testigo de cómo Javi abandonaba el sitio desencajado, con Nerea intentando darle alcance.

Lo demás vino rodado, abriendo oportunidades insospechadas. Carlos se fue sin dar más explicaciones, creándole ansiedad y confusión a una sorprendida Bea. Nerea, por una carambola del destino acabó refugiada en su casa. Una ocasión de dar otra vuelta de tuerca a un plan de castigo que se iba modificando sobre la marcha. Ella estaba vulnerable y confusa también y Carlos no desaprovechó la oportunidad de devolver a Bea su infidelidad. Pensó en ese momento confesarle que lo sabía, pero resultó aún más interesante dejarla creer que su amiga era la causa de su separación. Que no supiera de donde le venían los tiros.

Carlos recordó el extraño placer de follarse a Nerea. No solo porque le hizo bien, sino por el morbo de follarse a la amiga de Bea, a la novia de Javi. Amante y cornudo a la vez, que extraña combinación…

Y el golpe de efecto de Bea sorprendiéndolos en el parque…no estaba del todo calculado, pero resultó una coincidencia genial. Ahora Bea sentía lo mismo que él. Su confundida cabeza daba vueltas sin cesar, igual que la suya. Y el corazón en un puño… ya eran dos. La cosa empezaba a igualarse y Carlos parecía encontrar un cierto sosiego en extender el daño, en no ser el único que sufría.

La siguiente fue Carol. Ahora debía delatar a Bea, para que su alocada amiga también se distanciara. Debía quedarse sola. Y entonces él reaparecería. Ella estaría hundida y él en una posición de fuerza. Sería el momento de decirle que todo era culpa suya. Que se había echado en brazos de Nerea por su infidelidad previa. Dejarla acabada del todo y entonces, decidir si la abandonaba o recogía los pedazos y volvían a empezar. Sobre esto último, cada vez tenía menos dudas. No podía dejar a Bea. En el fondo, a pesar de la rabia y del dolor, la quería demasiado. La necesitaba ¿Qué sentido tenia hacer todo esto, molestarse en una venganza tan refinada para luego dejarla?

Sin embargo, a partir de ahí, las cosas ya no salieron como él pensaba y esta vez, la diosa fortuna giró en una dirección inesperada.

Nunca supo cómo acabó Bea yéndose a vivir con Quique. Jamás hubiera imaginado que llegara a sentir por él algo más que atracción física. No era ni mucho menos el tipo de Bea. Ni por asomo pensó que pudiesen congeniar o sentir algo más que deseo físico. Entonces ¿Qué narices hacían juntos? Eso trastocaba todos sus planes.

Tardó en comprender que en esa situación de angustia, se hacen extraños compañeros de viaje. Él mismo con Nerea, por ejemplo. Habían llegado a desarrollar cariño (que no amor) y el sexo que practicaban era muy bueno y les hacía bien, relajando y dando un escape a la tensión que ambos sufrían. ¿Le había ocurrido a Bea algo parecido con Quique?

De cualquier forma, ya no tuvo que chivarse a Carol, ella se enteró solita. Y la reacción no pudo ser más típica de Carol. En un par de meses habían vuelto a ser amigas.

Toda su estrategia se vino entonces abajo. Ahora Bea era la que no quería saber nada de él. Estaba con el abominable Quique. No podía enfrentarse a eso. ¿Cómo ponerse delante de ella y pedirle cuentas? ¿Cómo, sin tener que pasar por la barrera de un Quique que se había hecho con lo que era suyo? Tendría que soportar la vergüenza, someterse a sus puyas, y ¿con que resultado? ¿De qué habría servido tratar de hacer sentirse culpable a Bea, si ahora tenía una tabla de salvación? Eso suponiendo que ella quisiera escucharlo.

Fue consciente de que había perdido su oportunidad y decidió poner tierra de por medio. Unos meses, lo de estos dos no podía durar más. Era inconcebible. Luego, el volvería. Tarde o temprano, Quique mostraría su verdadera cara, la única que tenía…y defraudaría a Bea. Entonces podría retomar su plan. Tendría su oportunidad.

Pero esa oportunidad tardo casi ocho años. Contra pronóstico, Bea tardo todo ese tiempo en romper con él. Carlos incluso pensó en irse a Londres cuando supo que ella se marchó allí sola. La vigilaba en la distancia. Pero no pudo por motivos laborales. No podía jugarse su futuro a una apuesta tan poco segura. Años en los que intentó olvidar y rehacer su vida, pero no encontró el amor. Ese sentimiento le habría permitido superarlo todo y comenzar de nuevo, pero al no hallarlo, nada sustituyó el recuerdo de Bea como la única mujer de la que se había enamorado.

Por eso al enterarse por Nerea de que por fin habían cortado, una vieja brasa se reactivó en su interior ¿Era posible aun poner en práctica su plan? Decidió intentarlo.

Llegó con la idea de venganza, y esta parecía cumplirse. Consiguió la cita con Bea. Ella se derrumbó al conocer que Carlos había sido testigo de todo e incluso asumió que lo había echado en brazos de Nerea. Pero no había sido capaz de ejecutar dicha venganza. No hasta el final. Porque había algo más.

Algo muy importante a considerar. Era todo el pecado de Bea o ¿él también tenía responsabilidad? Responsabilidad y culpa. Pero con mayúsculas. No solo porque hubiera participado en el juego. Sino porque lo había diseñado y puesto en marcha, y el juego iba mucho más allá…

¿Hasta dónde hubiesen llegado de haber tenido el control él mismo en todo momento? ¿Habría acabado Bea igualmente en la cama con Quique u otro igual, pero esta vez con Carlos de testigo voluntario?

No podía responder a esas preguntar y por tanto ¿era lícito culpar a Bea?

Había causado daño a Nerea, a Javi, a Bea, a sí mismo… ¿Qué derecho tenia ahora a volver y reclamar nada a su exnovia?

Él también había meditado antes de la cita. Y decidió sincerarse consigo mismo. Sacaría todo lo que tenía dentro, pero el encuentro tendría un final diferente. Esta vez la decisión no sería suya como había planeado, sino de Bea. Había querido explicárselo, pero ella estaba bloqueada por los sentimientos. No quería escucharle y con razón. Estaba convencida que volvía solo para hacerle daño, por rencor. Y tenía motivos para pensarlo, aunque Carlos no lo admitió.

Solo pudo dejarle el sobre en el banco, a su lado. Esperaba que lo leyera cuando se tranquilizara. Era su forma de decir lo que no había podido cara a cara. Pero ¿lo había leído? ¿Quizás lo arrojó a una papelera, ofuscada y enfadada? ¿Lo había hecho trizas para romper definitivamente con su pasado?

Ahora ya no podía hacer nada más que coger ese avión y volver. Había vuelto a jugar mal sus cartas y posiblemente ya no habría otra partida.
 
Que difícil es comentar sabiendo cómo termina.
Y es que la memoria es una de mis mayores virtudes.
En cuanto a esta primera parte del epílogo 1, creo que Carlos no debió vengarse de todos y si me apuras hasta creo que de nadie, aquí se equivoca claramente porque ha hecho daño a buenas personas como Javi.
Si este se tiene que enterar, debió ser por el mismo. Más le vale que Nerea no se entere de esto, después de que terminaron bien.
En cualquier caso, a ver cómo acaba esto, aunque se cómo termina, pero 🤐🤐
 
Ya había olvidado lo retardado mental que era este Carlos.

Olalá Bea, a pesar de supuestamente aún amarlo, sepa darse cuenta lo tóxico que puede llegar a ser ese idiota acomplejado que no sabe lo que quiere.

Ojalá tome conciencia de eso, rehaga su vida y busque a alguien que no sea una bomba de tiempo.
 
Epilogo 2: trio de amigas.



Las tres amigas reían cuando levantaron sus copas.

Incluso Nerea, a pesar de su embarazo, se permitió el lujo de escanciar una copa de vino. La ocasión lo requería.

No era una risa forzada, ni de circunstancias. Era una risa fresca que expresaba alegría genuina. Libre de las suspicacias y la prevención con que habían comenzado el encuentro: formales, pero distantes todavía. Como si no se creyeran que por fin se habían reunido de nuevo. Escépticas acerca de su capacidad de superar el pasado, pero dispuestas a intentarlo.

Y ahora, comprobaban con alivio que todo resultaba sorprendentemente más fácil de lo que habían supuesto. Esquivaban los temas más delicados y se centraban en los recuerdos que las unían, en las evocaciones de los momentos que en su día fueron forjando su amistad. Fue una buena manera de avanzar.

Carol estaba eufórica. No en vano era la principal artífice del encuentro. Siempre había sido el eslabón intermedio. Se había negado a romper incluso en los peores momentos, manteniendo la posibilidad de que un día se volvieran a reunir. Ella intuyó que tras la visita de Carlos, de la que Bea apenas le contó nada, su amiga había cambiado.

Carol siempre había insistido en los últimos años en que se volvieran a juntar, en que recuperaran su amistad, o al menos, que se hablaran de nuevo. Bea, reacia y dolida al principio, se había negado. Más adelante, dejó de mostrarse tan radical, pero nunca acababa de mostrarse preparada para ese momento: aun no, le respondía a Carol.

Por eso, ella se mostró sorprendida cuando fue su amiga la que tomó la iniciativa.

- ¿Podrías hablar con Nerea?

- ¿Cómo?

- Bueno ya sabes, quedar con ella para vernos ¿Crees que querría?

- Pues no lo sé, pero no te preocupes que lo averiguo en un momento
, comentó mientras buscaba el móvil en el bolso.

Bea la miró sorprendida…joder con Carol, anda que se pensaba las cosas…

- ¿Qué? Dijo ella…voy a llamar antes que te arrepientas, que te conozco…y sí, tengo su número…

- ¿Nerea?: Soy Carol. Sí, sí Carol, esa Carol…
dijo soltando una carcajada.

- Oye, te va a parecer muy raro, pero hemos pensado Bea y yo que podíamos vernos para cenar esta semana.

Hubo un silencio al otro lado de la línea.

- ¿Esta semana? Bueno no sé...

Pero Carol no la dejó pensar.

- Venga Nerea porfi, nos apetece mucho volver a verte. Hace tantos años… no podemos seguir viviendo en la misma ciudad y sin hablarnos. Te prometo que será guay: vamos en son de paz, te lo aseguro.

Un nuevo silencio al otro lado y finalmente un está bien apenas audible

- Tía ¿has dicho que sí?

- Sí, de acuerdo.

- Cojonudo, pues ya te llamo mañana ¿alguna preferencia para cenar?

- Bueno, me da igual…

- Venga que estás embarazada y algún antojo habrá ¿no?


Y así fue como cerraron el reencuentro.

Hubo cierta tensión no exenta de desconfianza, cuando se presentaron en el restaurante. Los primeros minutos fueron de tanteo. Pero pronto, el ambiente se relajó. El rescoldo de su amistad no se había apagado del todo y solo hubo que soplar un poco, dejando de lado los temas espinosos.

Solamente hablaron de su vida actual, eludiendo la visita de apenas hacía quince días de Carlos. Si la cosa funcionaba y si recuperaban la confianza, ya habría tiempo más adelante para sincerarse. Para confesiones y si acaso para algún reproche. Pero no ahora. Hoy el objetivo de la reunión era otro. Había que recuperar una amistad.

Y las cosas iban por buen camino.

A lo largo de una hora, parecía que habían superado la desconfianza y se hablaban de nuevo con complicidad. Carol explicaba su nueva aventura ante las miradas reprobadoras de Bea y Nerea. Ambas se miraban y se entendían solo con los ojos, sin necesidad de hablar nada: pero ¿es que ésta no ha aprendido nada de nuestras historias y a dónde nos han llevado nuestros errores?

En fin, Carol es Carol
, parecían decirse...

Bea explicó que finalmente había cortado con Quique, aunque hacía ya mucho tiempo que no funcionaban como pareja. Solo había sido un espejismo que duró los primeros años. Algo que la había ayudado a superar un desastre, que ellas conocían muy bien sin tener que dar más explicaciones, pero a la larga, se vio que no tenía futuro.

Carol se mostró entusiasmada. Ella nunca había aprobado esa relación y odiaba a Quique.

- Demasiado tiempo has tardado en darle la patada...

Cuando le tocó el turno a Nerea, explicó cómo había encontrado su sitio al lado de Jorge. Les confesó que esa cena era ya lo único que le faltaba, para encontrar la paz consigo misma. Los años inmediatamente siguientes a todos aquellos sucesos, habían sido un carrusel de ansiedades y depresiones. Una montaña rusa de sentimientos que la habían dejado rota y agotada. Así fue como la halló su actual pareja. Dolida, arisca y escéptica. Volviendo una y otra vez a las pastillas y a los tratamientos. Pero al final, poco a poco y con mucha paciencia, consiguió que volviera a enamorarse. Que se sintiera bien a su lado y que pensara en el futuro, no como una amenaza, sino como una promesa.

Y ahora con la llegada de su hijo...

- ¿Podemos? Preguntó Carol mientras alargaba la mano hasta su vientre.

- Claro.

Ambas depositaron los dedos sobre su abultada barriga. Permanecieron absortas, como si pudieran sentir cada patada, cada movimiento o cada latido del feto. Estaban emocionadas y Nerea recibió el contacto no como si fueran manos extrañas, sino como una caricia, como una promesa de amistad.

De forma impulsiva, Carol se le abrazó muy fuerte. Ella le devolvió el apretón.

- Te he echado de menos Nere… le susurró al oído. Nere era su mote de guerra cuando salían juntas.

-Yo también… le susurró ella con un nudo en la garganta.

Luego fue el turno de Bea. Esta vez no hizo falta decir nada. Ambas dudaron un poco, pero luego se abrazaron igualmente. Nerea sintió hipar a su amiga y separándose un poco, pudo ver como las lágrimas le corrían por las mejillas. No pudo evitar llorar también.

- Bea yo... Otro nudo en la garganta le impidió continuar.

- No pasa nada Nerea, todas cometimos errores, yo la que más.

- Bien, cuando terminéis de restregaros las dos, podemos pagar e irnos a tomar una copa. Bueno la preñada que se tome un cóctel sin alcohol…Ay Dios mío, con esa barriga esta noche nos vamos a ligar nada…

- No te creas
, contestó Nerea, a los tíos les ponen mucho las embarazadas…

- Pues entonces ni una palabra más, si lo dice una experta…


Antes de irse, decidieron pasar al baño para recomponerse el maquillaje.

- Alcánzame el bolso, dijo Bea. Habían dejado los abrigos y los bolsos en una silla para que no estorbaran. Carol lo cogió pero se le escurrió de entre los dedos cayéndose al suelo y esparciéndose el contenido. Entre la barra de labios, una polvera, el monedero y la cartera, un sobre color sepia…

- Y esto ¿qué es? ¿Vas a ir a votar o qué?…

- Bueno, eso me lo dio Carlos antes de irse…
dijo Bea, de repente seria.

Ambas amigas se quedaron calladas y la miraron con interés. Carol se quedó paralizada, cómo si ese sobre que tenía la mano, de improviso, se hubiera convertido en algo muy peligroso. No sabía si volver a guardarlo en el bolso, o llevada por su descaro habitual, abrirlo y mirar dentro…

- ¿Y qué pone aquí, sí puede saberse?

- No pone nada.


Las dos amigas enarcaron las cejas interrogantes.

- No pone nada, es solo un billete de avión a Madrid…

- ¿A Madrid? ¿No es allí donde vive ahora Carlos?
preguntó Nerea…

- Sí eso es, dijo Bea mirándolas.

- ¿¿¿¿Y????

- ¿Y qué?

- Que si vas a ir…

- Bueno, pues… sí. La verdad es que el motivo de esta cena, es que os quería decir que voy a pasar una temporada fuera.

- ¡Si serás perra!
Le espetó una risueña Carol mientras se le echaba al cuello. ¡Qué callado os lo teníais!mira Bea, me parece genial que lo volváis a intentar. Pasara lo que pasara en su día, y alguna vez nos lo tendrás que contar, Carlos te quería. Es el único tío que te ha querido de verdad.

- No lances aun las campanas al vuelo. No sé si somos ya los mismos. Solo voy en misión de reconocimiento. A ver qué pasa.

- Con eso me vale. Si vas es porque después de todo, tú tampoco lo has olvidado…


Bea miró interrogante a Nerea, como si también buscara su aprobación.

- Creo que os irá bien Bea. Solo un consejo: no miréis al pasado. Todos hicimos demasiadas tonterías en esa época. Procura que no te lastren a la hora de vivir el resto de tu vida. Yo tardé en entenderlo…tardé demasiado en perdonarme y a punto estuve de perderme…

- Bueno, ahora tenemos otro motivo para echarnos un chupito…joder que bombazo…
Carol tiró de ellas hacia fuera. ¡Vámonos chicas!





FIN
 

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