Extraña calma Pte. 3

Ana_RV

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Extraña calma. Pt 3.


Luego de aquella noche en que nada más pasó… yo me sentía extraña. ¡Le había llamado “amor”!, ósea… ¿amor? No éramos nada… primos solamente, y aun así… le había llamado amor.

Los días siguientes pensé en lo absurdo del momento, en mis razones para haber hecho tal locura, pero sobre todo… en la estupidez inmensa que le había soltado. Uno, tan solo uno ¿Por qué carajos se lo dije? No era importante… no era necesario que él supiera, puesto que no era importante, y sin embargo, tontamente (y ante la presión de sus palabras) se lo dije. Me consolaba al menos una cosa simple, que él no venía a menudo por aquí desde hace tiempo y que, probablemente, la próxima vez que nos viéramos… yo ya lo habría dejado, y él, posiblemente, ya lo habría olvidado.

Y sin embargo, en el imperfecto mundo en que vivimos… siempre hay lugar para la ironía, para que suceda siempre lo impensable, lo imposible, lo improbable.

A los pocos días de lo sucedido sonó el teléfono en casa, el chico que nunca llamaba, que nunca venía, que nunca necesitaba nada… hacía su aparición nuevamente, intempestivamente, sin aviso previo del caos que se avecinaba a mi vida.

En ese tiempo yo era de esas chicas simples que no tienen casi amigos ni se meten en problemas, bajita, de lentes, delgadita y algo nerd. No me paraba mucho a pensar en chicos o en gustarle a nadie, iba a mi paso, y sin embargo… la vida nos va cambiando a través de distintas experiencias y no todo podemos controlarlo, así pues, a veces pareciera que, aquello que creemos ser, no es lo que somos en realidad cuando nos obligan a mirarnos bien a fondo. Él era eso, una extraña calma que sabía expandirse a través de mí y controlarlo todo… tomarlo todo, cambiarlo… todo, incluso a mí

Era por la tarde noche, mi madre llegaba apenas del trabajo cuando el teléfono comenzó a sonar repetidamente. Yo estaba en mi cuarto mirando la tele y no estaba muy atenta, así que soló la escuche hablar en silabas cortas con alguien, y de pronto… sucedió.

-¡!Ana!! –me gritó desde la cocina –Te habla tu primo.

Yo me levante llena de intriga y nerviosismo al instante, totalmente sorprendida por la frase “te habla tu primo”. ¿De cuándo acá él le hablaba a alguien de la familia? Más aún, ¿De qué querría hablarme…? Y así, con toda la confusión, miedo, y nerviosismo del mundo, caminé despacio hasta la cocina mientras mi madre me miraba igual de sorprendida y confusa.

Al tomar el teléfono, ella simplemente hizo un gesto con los hombros y se fue.

-B-bueno –dije tartamudeando y arrastrando las palabras.

-Hola –comenzó –solo quería avisarte que nos estaremos viendo un poco más, puesto que he decidido comenzar a trabajar con mi padre, ya que, al parecer, es la única manera en que seguirá pagando mi colegio y el de mi hermano, así pues, quiero dejarte en claro y que lo entiendas perfectamente, no voy a dejar de lado nuestro “juego” muy por el contrario, me voy a divertir mucho más contigo a partir de ahora y todo gracias a mi viejo, pero no te preocupes, te prometo que haré que cada día se vuelva inolvidable para ti a partir de ahora.

Sus palabras estaban llenas de una extraña mezcla entre enojo y malicia, y así mismo, mi cuerpo se tensaba enormemente, como si estuviese a punto de morir atacada por una enorme bestia contra la que jamás podría ni pelear ni huir.

-Yo… –lo interrumpí. Mi corazón latía a mil en ese instante. –no sé qué decirte… no he hecho aun lo que dije que haría… Yo… –seguí –No he tenido tiempo de dejarlo… te prometo que…

Me interrumpió.

-Olvídalo, es mejor así, tengo planes al respecto y, créeme, lo hablaremos luego, mañana, para ser exactos, puesto que comenzaré a trabajar mañana mismo para evitar perdernos tiempo. Por ahora descansa, y no te preocupes, mañana yo mismo iré a recogerte al colegio antes de irme.

Y así, sin más, colgó, sin despedirse, sin explicarme nada, sin el más mínimo interés por mi opinión.

Mi tío (su padre) era, a los ojos de todos nosotros, un hombre bueno que nos apoyaba en todo a sus familiares, siempre amable con nosotros, pero, como ya había mencionado antes… con sus hijos, al parecer, era todo muy distinto, principalmente con él, con mi primo mayor. Ninguno lo decíamos, pero todos nos dábamos cuenta de ciertas diferencias incluso entre ellos, pues el menor era para él, como su hijo consentido, pues, aunque ya no vivía con ellos (y francamente los veía poco) al menor siempre le daba todo lo que pedía y era, según él , su motivo para verlos de vez en cuando, puesto que le gustaba jugar videojuegos con él cuando se podía, mientras que, por otro lado, al mayor… no dejaba nunca de exigirle, de gritarle, de pelear con él por todo. Muchas veces todos llegamos a sentir lástima por él, y sin embargo, pasara lo que pasara, mi primo no solo lo confrontaba en cada ocasión como si ya fuese todo un adulto sino que, además, parecía no importarle, como si mi tío, ante sus ojos, solo fuera una molestia más en el tablero que él veía adelante. Así pues, su relación era caótica y dolorosa ante los ojos de los demás.

Luego de la llamada me costó muchísimo dormir, mi mente no dejaba de dar vueltas sobre sus palabras… ¿”es mejor así”? ¿Mejor cómo? ¿Por qué? ¿Planes? ¿Qué planes? Me levanté temblando por la mañana, no de frio, sino de nervios. Me duche como cada día y me vestí con el uniforme del colegio, y entonces, mientras desayunaba con mi madre, me soltó antes de irse.

-Ah, olvide mencionarte, me avisó tu tío hace un rato que, a partir de ahora, tu primo va a estar recogiéndote a diario del colegio, pues no le gusta que tengas que regresarte tu sola por la calle todos los días, menos aún con todos los cambios que están haciendo en la zona actualmente, y, la verdad, me ha parecido una excelente idea, puesto que yo también me sentiría más segura si vuelves a casa con tu primo. Sabes que me gustaría poder ir a recogerte yo, pero por el trabajo pues… eso no es posible. Y sin embargo, y ante toda la alegría que me causa saber que ya no tendrás que regresarte sola… me preocupa un poco como serán las cosas entre tu primo y tu tío a partir de ahora…

-No te preocupes –le dije. –si veo que las cosas se ponen pesadas entre ellos, te prometo que intervendré para que me tío se calme un poco.

-Gracias –remató mientras me abrazaba y me daba un beso en la frente antes de irse.

Con respecto a la zona donde vivo y mi relación con mi tío, les daré detalles breves para que entiendan un poco la preocupación por parte de mi tío con respecto de la zona:

La zona en la que vivíamos era algo así como un pequeño pueblo mezclado con una ciudad incipiente. Podías recorrerlo de extremo a extremo a pie en apenas dos o tres horas, teníamos cerca incluso un pequeño cerro y un pequeño río (aunque ya bastante contaminado) que bordeaba todo el sitio. Gente de ahí aún tenía borregos y vacas andando por la zona y la mayoría de las casas eran de estilo rustico aún, construidas más como pequeñas vecindades o vestigios de haciendas de antaño que estaban ya casi caídas. En las cercanías había también algunas canteras (un de ellas relacionada con mis tías abuelas, las de una de las casas con mini bosque que mencioné antes) y el resto, era aún mucho descampado y tierras ejidales (algunas también relacionadas con esas mismas tías abuelas y en las cuales a veces nos juntábamos toda la familia, incluidos mis primos, a sembrar). Así pues, era una zona un poco solitaria, pero al mismo tiempo… ya comenzaba a invadirnos poco a poco la ciudad. En el centro de la zona ya comenzaban a pavimentar una avenida y construir un parque, en los alrededores ya comenzaban a crearse plazas comerciales, bodegas grandes, viviendas más modernas y departamentos, y pues, todo eso implicaba mucha gente externa a la zona, constructores, camioneros, etc. y eso no le encantaba a mi tío.

En cuanto a él, mi tío era para mí como un padre, puesto que, cuando el mío nos abandonó, él se hizo cargo de cuidar de nosotras lo más que podía. De niña fui muy enfermiza y madre no ganaba mucho cuando comenzó a trabajar limpiando casas en esos tiempos, así pues, el se hacía cargo de la mayoría de nuestros gastos y nos apoyaba, además, con los gastos médicos y de transporte cuando yo me enfermaba. En día de reyes él era mis reyes magos, era quién me compraba mi pastel de cumpleaños, etc. Así pues, él era como un padre para mí y me quería como a una hija, y precisamente por eso, siempre que podía, iba el a recogerme o enviaba a algunos de sus choferes si había un chance, aunque, la verdad, rara vez podían.

En esos tiempos él tenía una empresa dedicada a la venta de material médico a hospitales, laboratorios y escuelas que, luego de la separación con mi tía y muchos malos manejos se encontraba casi en quiebra, pero él intentaba, a toda costa, mantenerla a flote, y por lo mismo, trabajaba con sus choferes todo el tiempo haciendo negocios, entregando material, buscando clientes, etc. No le iba mal, pero si había mermado mucho su estilo de vida luego de tantos errores, y de todo lo que antes había llegado a tener, ya no le quedaba casi nada salvo por una camioneta que usaban para entregar y un coche pequeño que usaba para moverse por la ciudad. Las oficinas que alguna vez tubo, así mismo, pasaron de un lugar lujoso a uno más sencillo, más pequeño, conveniente. Y en cuanto a su bodega… construyo una en una parte del terreno de mi abuela, y era ahí donde mi primo estaría todo el tiempo, inventariando, ayudando a recibir material, a cargar la camioneta, y, a veces, yendo con los choferes a entregar. Así pues, mi primo tenía razón, nos veríamos casi a diario a partir de ese día.

En fin, retomando:

Al llegar al colegio me sentí un poco más tranquila, pensar en las clases me ayudaba a mantener la mente ocupada y a no pensar en mi primo y sus palabras. Y así, justo así, se fue pasando mi día hasta la hora del descanso.

Al sonar la campana todos salimos del salón con rumbo al patio, a la cooperativa o a sentarnos en algún sitio. Yo, en mi caso, al no ser muy sociable en esos tiempos, solamente salí a comprar un jugo a la cooperativa y planeaba regresar al salón a dar un repaso de las clases, pero al volver, alguien me detuvo en mi camino.

-Hey, Ana… no te había visto el día de hoy… no fuiste a donde quedamos…

Era Rodrigo, mi… “novio” del colegio… un chico un grado mayor que yo con el que había comenzado a “tener algo” mientras buscaba sentir lo mismo que sentía con mi primo cuando él se alejó por meses… y pues Rodrigo estaba ahí… nos conocimos un día mientras volvía a casa, ya que él vivía por mi rumbo, solo que un poco más lejos. Comenzó a comprarme dulces y a charlar conmigo de vuelta, nadie sabía que nos íbamos juntos, nadie sabía que a veces me demoraba al llegar a casa… Y es que Rodrigo no era guapo, pero era amable y servicial y decía que yo le gustaba, me hacía sentir especial y pues, me gustaba que siempre intentara besarme o tocarme… porque eso me recordaba un poco a cuando mi primo comenzaba a hacerlo. Lo dejaba besarme a veces en la boca, en el cuello, tocarme las nalgas por sobre la ropa al igual que los senos que ya se me notaban cada vez más. Nunca lo dejé ir más lejos (aunque él quería) y yo no hacía mucho, pues, a pesar de todo, no lograba sentir la atracción extraña que sentía con mi primo, pero para hacerlo feliz y no perder su atención, pues al menos le permitía aquellas cosas, y como algo especial, teníamos la costumbre de “salir al baño” los dos a la misma hora en clases una vez al día, nos encontrábamos frente a los baños y pues lo dejaba besarme y tocarme un poco sin que nadie viera.

En fin, ese día por obvias razones no había tenido ganas de verlo y por eso mismo no había acudido, pero ahora estaba ahí, mirándome, esperando una explicación.

-Mira –le dije –he tenido algunas cosas en que pensar desde la mañana y no me di cuenta de la hora, pero es bueno verte, pues tengo algo que decirte. –Él me miraba embelesado sin decir palabra. –sucede que a partir de hoy vendrá todas las tardes a recogerme… alguien (no le dije que era mi primo)

-¿Tu tío o algún chofer como a veces pasa?

-No… es un empleado nuevo –Procedí a mentir. –No lo conozco bien, pero mi tío se preocupa y ha decidido contratar a alguien nuevo y darle, como parte de sus tareas, que me recoja a diario… así que ya no podremos volver juntos… lo siento –le dije haciendo mueca como si eso fuese una mala noticia para ambos.

-Mmm no te preocupes… quizás al salir, mientras él llega, podríamos, ya sabes, buscar un lugar solitario en el colegio y pasar un rato…

-Sí. –le dije tontamente al ver que no había podido deshacerme de él. –ya lo pensaremos.

Al volver a clases sus palabras seguían en mi mente, al parecer, Rodrigo no pensaba rendirse fácilmente y para colmo, yo no había sido capaz tampoco de ser más clara. Necesitaba terminar con todo, con eso, lo tenía súper claro, pero… jamás había dejado a nadie, y aunque en realidad Rodrigo no me importaba, sí me sentía un poco culpable por lo que sucedía entre nosotros, ya que, como dije antes, me sentía muy cómoda sabiendo que yo le gustaba a alguien.

El resto de las clases se pasaron sin problemas hasta llegar la tarde, la campana sonaba y todos salían corriendo por la puerta para volver a casa, todos menos uno, que me esperaba en silencio justo afuera del salón cuando ya todos se habían ido.

-Hola –dijo Rodrigo sonriente. –supuse que serías la última en salir, como siempre.

-Ah… sí, me quede pensando en algunas cosas y no me di cuenta de que los demás se habían marcha… –procedió a interrumpirme con un beso intenso mientras me empujaba dentro del salón. -¿Qué haces…? –le dije entre cortadamente mientras sentía su lengua invadir mi boca y sus manos comenzando a tocarme el trasero. –para…

-MMmn no… me gustas, Ana, lo sabes… y sé que vendrán a recogerte, pero si no sales aún… tendrán que esperarte –Me decía sin parar de besar ya el cuello mientras yo suspiraba agitadamente.

-Vamos… para, estamos en un lugar muy visible, si alguien regresa nos verían, lo sabes. Por favor paraaaahhh.

-Anahhhh siente lo duro que me pones ya –Me decía mientras jalaba mi mano con la suya y me hacía sentir su miembro duro por sobre la ropa.

-Dios, Rodriii… estas bien duro, me encanta… que rico se siente que estés así por mí.

-Es que te estás poniendo bien buena, Ana, si supieras las cosas que dicen mis compañeros… hasta ellos te miran mucho últimamente, y dicen cosas…

-¿Ah sí…? Mmh ¿y qué cosas dicen Rodri? Ay si yo ni los conozco ni hago nada… ufff…

-¿De verdad quieres saber, bonita? ¿Para qué? ¿Te excita? –me preguntó con honesta picardía.

-Uff no sé… no sé, te juro que no sé por qué quiero saber… (y era en serio que no entendía por qué me daba curiosidad, si realmente yo ni los ubicaba ni sabía quiénes eran sus compañeros o si alguna vez había hablado o estado cera de alguno… como dije antes, yo no era de esas chicas coquetas ni de las que suelen llamar la atención de nadie). –¡¡¡Dimee!!! Vamos Rodri, dime ya… –le decía casi en un suplica mientras no paraba de acariciar su miembro por sobre la ropa, totalmente ida antes las sensaciones, incapaz de parar.

-¡¡Ahhhh!! –lo escuché suspirar largamente mientras su cuerpo temblaba y paraba de besarme. (en ese momento no entendí que había pasado.) –Verás –me dijo intentando recuperar su aliento y separándose de mí pero sin dejar de verme. –Los he escuchado decir hace rato que “la nerdicta de segundo se estaba poniendo bien rica” “se ve que ha de ser bien mamona porque no habla con nadie, pero igual no se la negaba a la pendeja”. Imagínate si supieran –Prosiguió –que a ti te encanta estar conmigo y que te bese, que te toque, que eres mía…

Recuerdo haberlo empujado en ese instante, completamente molesta por el último comentario salido de su boca, y sin embargo, al parecer, él hubo entendido otra cosa.

-Oye, disculpa, no te molestes conmigo –me decía casi en un grito mientras yo salía por la puerta del salón hacía los pasillos. –yo solo te repetí lo que ellos decían… yo no creo que seas ni una nerd ni mucho menos una pendeja o una mamona… ¡¡vamos!! no te enfades conmigo. Ana, te juro que si vuelven a decir algo así de ti… yo mismo voy a defenderte, ¡te lo prometo!

-NO, NO TE MOLESTES, NO NECESITO QUE TÚ NI NADIE ME DEFIENDA, ¿ENTIENDES? –procedí a gritarle desde el pasillo total y completamente molesta y ofendida por su frase.

¡¡¡Yo no era de él!! Yo no era de nadie, yo no era de nadie… yo… no era… de él. De él…

Sentía en ese instante mi cuerpo caliente, mis lágrimas a punto de desbordarse mientras miraba al piso, de pie frente a la puerta, pero a mitad del pasillo e ignorando completamente a Rodri, que se acercaba apenas despacio hacía mí.

-¿Sucede algo? ¿Hay acaso algún problema, Ana? –dijo de pronto una voz tranquila y a la vez amenazante. Y ahí, de entre todas las personas y situaciones que podrían haber pasado… la peor parecía ser siempre la más elegida por la vida misma.

De pie frente a mí y con aquellos ojos fríos, estaba él, mi primo…

-Has tardado un rato en salir, Ana, así que al final y luego de esperarte un poco, me he decido entrar a buscarte, ¿Está todo bien? –me decía mientras posaba su penetrante mirada sobre Rodri, que apenas asomaba por la puerta del aula completamente confundido.

-¿Quién es él? –interrumpió Rodri saliendo del salón y aparentemente molesto. –¿Lo conoces? Ahhh ya se, es el nuevo empleado de tu tío, ¿no? Pues yo soy su…

-¡Él es mi amigo Rodri! –lo interrumpí cortándolo de tajo. –Solo estábamos hablando y discutiendo un poco… lo juro.

Mi primo, con total indiferencia y sin dejar de mirar fijamente a Rodri dijo entonces de la nada mientras se daba la vuelta:

-Me parece que en su “discusión” tu amigo ha debido derramarse el jugo en la entrepierna, ¿o me equivoco?

Mis ojos se abrieron como platos en ese instante y, presa de la sorpresa y de la curiosidad, no pude evitar girarme a mirar, instintivamente, a la entrepierna de Rodrigo, quién, dicho sea de paso, intentaba cubrírsela con las manos, ya fuera por incomodidad ante mi primo o vergüenza de que yo pudiera verlo. Y aun así, a pesar de sus manos, la mancha ya se había extendió al punto de no poder ocultar del todo su “accidente”.

-Vámonos –dijo mi primo sacándonos a los dos del extraño ensimismamiento en el que nos habíamos sumergido sin querer.

-Sí –le dije un poco sorprendida y asustada mientras comenzaba a caminar para alcanzarlo.

Lejos de nosotros quedaba Rodrigo, de pie en aquel pasillo, sin saber que hacer o decir, y yo mientras tanto, aterrada del porvenir y de camino a casa al fin, temblando, justo al lado de mi primo que, indudablemente, sabía lo que había pasado y no me dejaría mentir (ni yo me atrevería luego de todo).

Caminamos en silencio un par de cuadras, sin mediar palabra ni mirarnos, sin tocarnos, como si fuésemos dos desconocidos más en el camino, uno al lado del otro, sí, pero sin necesidad de rozarnos, de conocernos. Yo no era de nadie, y en ese momento, probablemente para él, ni siquiera era nada, y eso era, en realidad, lo que en el alma me dolía.

Continuará…
 

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