Finca La Salceda

Jorge llega a la casita desde el supermercado y encuentra que su sitio para aparcar está ocupado. Hay un SUV de marca premium de color negro y cristales tintados que conoce muy bien. No le queda más remedio que aparcar más lejos y al sol. Baja las bolsas de la compra, que ya es poca cosa, puesto que es su penúltimo día en la isla. Lleva todo el día dándole vueltas a la sensación. Se le han pasado las dos semanas como en un parpadeo, a pesar del vuelco que ha dado su vida en ese mismo tiempo. Hace dos semanas era un marido morboso sin más, siempre fantaseando con ver a su mujer con otro. Desde hace dos semanas es un cornudo consentido hecho y derecho. Ya le parece lo más normal del mundo ver a su mujer con su amante en cualquier momento y de hecho en esas dos semanas se ha corrido muchísimas veces más masturbándose que de ninguna otra manera. ¿Han tenido sexo sin Pedro? Pues el primer día y otro más…. Lo demás ha sido a diario con Pedro una o más veces. Recordarle le produce cierta excitación agradable.

Con ambas manos cargadas con el peso de las bolsas se acerca a la puerta y tras dejar una bolsa en el suelo, busca la llave y la abre lentamente. Antes de hacerlo ya está escuchando los jadeos de Maribel tenuemente.

Entra, coloca las bolsas en la cocina y las vacía sin prisa. Coloca en la nevera las cervezas y el vino blanco además de otros alimentos perecederos. Los gemidos desde el dormitorio siguen llegando con regularidad, ahora más claros, pero sin estridencias. Cuando ha colocado todo y ha guardado la bolsa de plástico en un cajón, comprueba que todo está recogido y por fin se dirige al dormitorio, donde encuentra lo que se esperaba: su mujer está follando con Pedro.

“Hola cornudo, hemos empezado sin ti”. Pedro está tumbado boca arriba, Maribel, totalmente desnuda, está a horcajadas sobre él con una rodilla a cada lado, le cabalga lentamente. Mira a Jorge, le sonríe y cierra los ojos continuando con su lenta cabalgada. Apenas levanta su cadera, provocando que la polla de Pedro entre y salga a base de moverse hacia delante y hacia atrás alternativamente. Está bellísima, el pelo rubio recogido en una coleta, la piel morena, apenas sin marcas de sol. Sus pezones están durísimos y tiene piel de gallina en los brazos y los muslos. A su aire, sin prisas y disfrutando de cada movimiento, es ella la que se está follando a Pedro.

Jorge entra, se desnuda y se sienta en el sillón que hay junto a la ventana, abierta de par en par para contemplar la escena. Es más erótica que pornográfica. Es sexo tranquilo, de amantes, sin prisas, intenso, buscando sensaciones individualmente. Los movimientos de Maribel siguen lentos pero inexorables. Se mueve despacio, probando pequeños cambios de dirección o desplazamiento de su cadera. Se muerde los labios inferiores a veces y alguna vez se acaricia el pecho ella sola resoplando un poco fuerte durante unos instantes. Desde la lejanía llega el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo. Las doce de la mañana.

Pedro la mira embelesado, sonriendo. Le gusta que sus parejas se recreen en esa postura, que se den placer solas con su miembro, como si fuera un consolador. Sabe que si espera pacientemente, acaban pidiendo que sea él el que les embista con fuerza. Espera su momento, sabe que lo que a él le excita más acabará por llegar.

La erección de Jorge se produce de forma rápida invitándole a tocarse suavemente. Le llama la atención la naturalidad con la que se ha adaptado su cuerpo a la nueva situación. Al principio, cada vez que veía a Maribel con Pedro necesitaba contenerse para evitar una eyaculación precipitada y anticipada. Pero con la práctica y la costumbre, la prisa por conseguir su propio placer se ha ido perdiendo. Ahora puede contemplarlos hasta el final y elegir cuando quiere tener su orgasmo.

Maribel de pronto se inclina hacia delante. Besa a Pedro en la boca. Sus lenguas juegan entre si, en parte dentro de los labios, pero a veces por fuera. El juego parece excitar a Maribel, que resopla más fuerte mientras Pedro le acaricia las nalgas. De repente, se las agarra y empieza él un fuerte movimiento de cadera de arriba hacia abajo que produce dos resultados inmediatos. El primero un ruido de choques rítmicos de sus muslos con los de Maribel. El segundo un incremento de la frecuencia y volumen de los gemidos de ella.

“Ohh Dios siiiiii, fóllame tu así, Dios que rico….” El vaivén rítmico se mantiene durante casi un minuto. “Siii, no pares, no pares, me voy a correr” dice Maribel casi masticando las palabras entre jadeos. En ese momento Pedro para en seco.
“pero…. ¿por qué?”
“¿que quieres?”
“fóllame”
“¿quien eres?”
“soy tu puta”
“dilo”
“soy tu puta, fóllame”
“¡pídemelo!”
“soy tu puta, fóllame, por favor, fóllame”

Pedro retoma el vaivén y Maribel lo agradece con un si agudo mientras se agarra los pechos y se los estruja ella sola “siiiiiii”. Pedro mantiene el ritmo otra vez hasta que ella casi ha llegado al orgasmo y lo para en seco

“noooo cabrón, no me dejes así”
“que quieres”
“que me folles”
“¿Por qué?”
“porque me das mucho placer”
“¿que estas dispuesta a darme a cambio?”
“lo que tu quieras”
“¿quien eres?”
“soy tu puta”
“así me gusta….. ¡ponte a 4 patas putita!”

Maribel se desacopla y se pone a 4 patas mirando al cabecero de la cama
“así no, mira al cornudo de tu marido”

Maribel corrige la postura y se coloca ofreciéndole su culo y mirando hacia la ventana, con sus grandes pechos colgando. Sonríe a su marido un instante y luego mira hacia abajo y hacia atrás, entre sus pechos y sus piernas, esperando a Pedro

Pedro se coloca detrás y le agarra el pelo por la coleta y le levanta la cabeza hacia arriba “mira al cornudo, quiero que vea tu cara de puta disfrutando”. Sin más miramientos se la mete de un empujón. La cara de Maribel refleja primero sorpresa, luego un placer intenso, cuando Pedro la deja bien dentro y se queda quieto.

Maribel duda, pero entiende enseguida el juego que quiere hacer Pedro
“Pedro, por favor, fóllame”
Pedro empieza a bombear rítmicamente, pero sin la convicción con la que suele hacerlo.
“Dame fuerte”
Pedro sube un punto la intensidad
“¿así puta?”
“más fuerte”
Pedro sube otro punto la intensidad
“más, más”
Pedro empieza a embestir sin piedad, como sabe que le gusta a Maribel y como a él más le gusta
“así, así fóllame, fuerte, fuerte, no pares”

Pedro tira de la coleta y la barbilla de Maribel sube irremediablemente apuntando a su marido. Nota sus pechos bailar a un ritmo frenético y siente un calor inmenso dentro de su vientre, un placer creciente que sabe que va a explotar en un orgasmo inminente y decide contenerse, no revelarlo, no quiere que su amante la vuelva a dejar a las puertas de tanto placer.

Jorge mira fascinado la escena. Las tetas de su mujer botan con las embestidas, las cachetadas contra el trasero de su mujer son bien sonoras, y la cara de Maribel refleja el inmeso placer que está experimentando. Eso, en realidad, es lo que más le excita, el placer de ella provocado por otro. Afloja el ritmo al que se está masturbando, observando, esperando… sabe que esto no ha hecho más que empezar.

No han pasado ni dos minutos cuando Maribel tiene su primer orgasmo. Le recorre el cuerpo como una explosión que se inicia entre sus piernas pero que alcanza hasta la punta de los dedos, en los que nota incluso un hormigueo, mientras todo su cuerpo tiembla. Abre los ojos y la boca buscando el aire, gimiendo, mirando a su marido al que a duras penas consigue sonreir al final. A duras penas consigue mantenerse apoyada sobre las manos.

La tensión da lugar a una sensación de laxitud total. Pedro lo nota y le suelta la coleta mientras ella se derrumba boca abajo sobre la cama.

Pedro la deja descansar un minuto mientras la observa. Le encanta su cuerpo con curvas, sus grandes pechos naturales y su pasión en la cama. Como mujer, le resulta de lo más atractivo. Pero el hecho de ser una mujer casada y que el cornudo del marido se la haya ofrecido y esté presente cuando la usa para su placer la sitúa en el plano de lo perfecto. Es su juguete nuevo y quiere disfrutarlo a base de bien, como ha hecho tantas veces antes.

Con delicadeza gira a ahora a Maribel y Jorge pasa de ver su cabeza apoyada en la cama a ver sus piernas abiertas y su sexo enrojecido y dilatado. Pedro toma el lubricante, del que desde hace una semana hay siempre un envase en cada mesilla de noche y se lo echa en su polla dura masturbándose lentamente con la mano mientras observa a Maribel desnuda, abierta de piernas, mirándole, deseosa. Luego se coloca entre las pierna de ella, y colocándosela con la mano derecha la penetra de un solo empujón.

Primero le levanta las piernas, colocándolas contra su pecho. Luego empieza a follarla con un ritmo lento y sostenido con el que se reinicia el ciclo. Maribel empieza con sus pequeños jadeos, pasa a gemidos poco después y finalmente, cuando se ve acercar el momento del orgasmo, Pedro para en seco, para que ella vuelva a pedirle, rogarle y hasta suplicarle que la folle con fuerza.

Entonces Pedro la agarra por las caderas y empieza un ritmo frenético de embestidas que parece que van a descoyuntar el cuerpo de Maribel hasta que finalmente ella estalla en un orgasmo intenso, largo y que la deja totalmente inerme sobre la cama.


Maribel se queda jadeante en la cama, mirando al techo, aún con un poco de temblor en sus piernas. Nota su sexo irritado, caliente y casi dolorido, pero esos orgasmos con Pedro son algo que no había vivido hasta ahora nunca y no quiere dejar de tenerlos.

“¿tienes sed?”
“Si”
“Cornudo, tráenos algo de beber”

Jorge se levanta y va a la nevera y con dos copas trae un vino blanco fresquito, el que sobró anoche en una situación parecida.
Ambos se incorporan y brindan sentados en la cama, beben las copas de un trago y luego se besan.

Maribel se pone de rodillas y tras comerle la boca a Pedro un instante baja lamiéndole la barbilla, el pecho, el vientre y finalmente la polla de arriba abajo. Quiere darle placer, devolverle algo del placer que a ella le produce. La lame a conciencia, sin prisas, con calma, descendiendo cada vez más hacia sus testículos y lamiéndolos con dedicación. Pedro se inclina hacia atrás, dejándose hacer

“joder que lengua tienes, no pares”

Ella se enciende con el halago e intensifica la sesión de lametones. Intenta succionar uno de sus testículos con suavidad dentro de su boca, pero es demasiado grande, mucho más grandes que los de su marido, al que sabe que le gusta que le haga eso. A medida que lame, Pedro va levantando sus caderas invitándola a lamer más abajo.

Maribel continúa entendiendo el mensaje y lame ya con suavidad la zona perineal. Pedro va dando algún resoplido de aprobación mientras continúa levantando poco a poco sus caderas hasta que la lengua de Maribel da con su ano.

Nunca le ha lamido el ano a ningún hombre, ni siquiera se lo ha planteado, pero de repente, lo encuentra muy erótico y se aplica a ello. Agarra la polla de Pedro con una mano mientras que explora el ano de él con su lengua en círculos alrededor, lamiendo con suavidad, empujando la lengua contra él. Pedro resopla y gime “joder que bueno…. ¡mira cornudo ¡ ¿a qué a ti no te hace esto? Maribel siente en su mano la dureza que tiene el miembro mientras lame y le excita la sensación. Una práctica nueva y que parece agradar tanto a su amante… “no será la última vez” se promete. Jorge observa fascinado. Nunca le ha hecho algo así a él y cuando ha intentado que lo hiciera, ella lo ha rechazado. Le da mucho morbo que ahora si se lo haga a otro.

A medida que la excitación de Pedro crece le entran otra vez ganas de penetrar a Maribel con fuerza, así que se incorpora, y le indica “a cuatro patas, mirando al cornudo”

Maribel obedece, y vuelve a colocarse otra vez mirando a Jorge, sonriendo. Pedro se pone detrás, de rodillas y la penetra de un solo golpe. “Dame tu mano derecha”
Maribel se la ofrece, quedando apoyada sobre la mano izquierda. Pedro la agarra por el codo derecho y ordena “la otra” ella obedece.

Ahora Pedro la sujeta por los codos y entonces empieza a embestirla frenéticamente. Es él quien la maneja como un muñeco, embistiendo sin piedad y manejando su cuerpo con fuerza. Maribel siente un vértigo de sensaciones desconocido. No es dueña de sus movimientos en absoluto y eso la excita mientras nota la carne de Pedro implacablemente penetrándola y golpenado contra su clítoris repetitivamente. La sensación de falta de control acaba por precipitar el círculo de su placer acelerándolo, haciendo que tenga tres orgasmos en dos minutos. A Pedro le arde el pecho por el esfuerzo y el vaivén, pero disfruta cada instante. Esa sensación de dominio sobre el cuerpo de ella, esa sensación de fuerza en cada músculo de su cuerpo, esa exhibición de poderío delante del cornudo y el placer que a ella le produce, le producen más placer que ninguna otra práctica sexual.
Jorge mira atónito mientras ella con los ojos en blanco chilla de placer “siii, asíiii, no pares” …. “joder… otra vez, mierda mierda mierda… ahhhh”

Pedro afloja el ritmo finalmente, dejándola caer sobre la cama con delicadeza sobre la cama. Luego le da la vuelta para ponerla boca arriba y le echa un buen chorro de lubricante en el pecho.

“junta las tetas que te las voy a follar”

Ella obedece solícita y él mete su polla durísima entre sus tetas y empieza el bamboleo.

Desde donde está Jorge, puede ver el culo de Pedro oscilando hacia delante y hacia atrás, la cabeza de Maribel entre sus piernas con la lengua fuera, intentando lamer sus huevos. El lubricante provoca un cierto ruido de chapoteo mientras Pedro mueve sus caderas rítmicamente y gimiendo cada vez más fuerte hasta que al cabo de unos minutos Pedro empieza a gruñir y finalmente grita “me corro joder, me corro”, antes de un largo gruñido final.
Luego se aparta, dejando ver a Jorge el pecho de su mujer enrojecido y el semen de Pedro entre sus pechos y sobre el vientre. Se corre abundantemente mientras disfruta de la vista del cuerpo de su mujer usado por su amante.

Pedro sonríe a ambos y se va hacia la ducha, brillando de sudor.

Las campanas del reloj de la iglesia del pueblo, dan la una del mediodía. "joder, una hora, la paja más larga de mi vida".
 
Última edición:
Literatura porno-erótica de alto nivel. Muy bueno. A la espera.
 
Jorge llega a la casita desde el supermercado y encuentra que su sitio para aparcar está ocupado. Hay un SUV de marca premium de color negro y cristales tintados que conoce muy bien. No le queda más remedio que aparcar más lejos y al sol. Baja las bolsas de la compra, que ya es poca cosa, puesto que es su penúltimo día en la isla. Lleva todo el día dándole vueltas a la sensación. Se le han pasado las dos semanas como en un parpadeo, a pesar del vuelco que ha dado su vida en ese mismo tiempo. Hace dos semanas era un marido morboso sin más, siempre fantaseando con ver a su mujer con otro. Desde hace dos semanas es un cornudo consentido hecho y derecho. Ya le parece lo más normal del mundo ver a su mujer con su amante en cualquier momento y de hecho en esas dos semanas se ha corrido muchísimas veces más masturbándose que de ninguna otra manera. ¿Han tenido sexo sin Pedro? Pues el primer día y otro más…. Lo demás ha sido a diario con Pedro una o más veces. Recordarle le produce cierta excitación agradable.

Con ambas manos cargadas con el peso de las bolsas se acerca a la puerta y tras dejar una bolsa en el suelo, busca la llave y la abre lentamente. Antes de hacerlo ya está escuchando los jadeos de Maribel tenuemente.

Entra, coloca las bolsas en la cocina y las vacía sin prisa. Coloca en la nevera las cervezas y el vino blanco además de otros alimentos perecederos. Los gemidos desde el dormitorio siguen llegando con regularidad, ahora más claros, pero sin estridencias. Cuando ha colocado todo y ha guardado la bolsa de plástico en un cajón, comprueba que todo está recogido y por fin se dirige al dormitorio, donde encuentra lo que se esperaba: su mujer está follando con Pedro.

“Hola cornudo, hemos empezado sin ti”. Pedro está tumbado boca arriba, Maribel, totalmente desnuda, está a horcajadas sobre él con una rodilla a cada lado, le cabalga lentamente. Mira a Jorge, le sonríe y cierra los ojos continuando con su lenta cabalgada. Apenas levanta su cadera, provocando que la polla de Pedro entre y salga a base de moverse hacia delante y hacia atrás alternativamente. Está bellísima, el pelo rubio recogido en una coleta, la piel morena, apenas sin marcas de sol. Sus pezones están durísimos y tiene piel de gallina en los brazos y los muslos. A su aire, sin prisas y disfrutando de cada movimiento, es ella la que se está follando a Pedro.

Jorge entra, se desnuda y se sienta en el sillón que hay junto a la ventana, abierta de par en par para contemplar la escena. Es más erótica que pornográfica. Es sexo tranquilo, de amantes, sin prisas, intenso, buscando sensaciones individualmente. Los movimientos de Maribel siguen lentos pero inexorables. Se mueve despacio, probando pequeños cambios de dirección o desplazamiento de su cadera. Se muerde los labios inferiores a veces y alguna vez se acaricia el pecho ella sola resoplando un poco fuerte durante unos instantes. Desde la lejanía llega el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo. Las doce de la mañana.

Pedro la mira embelesado, sonriendo. Le gusta que sus parejas se recreen en esa postura, que se den placer solas con su miembro, como si fuera un consolador. Sabe que si espera pacientemente, acaban pidiendo que sea él el que les embista con fuerza. Espera su momento, sabe que lo que a él le excita más acabará por llegar.

La erección de Jorge se produce de forma rápida invitándole a tocarse suavemente. Le llama la atención la naturalidad con la que se ha adaptado su cuerpo a la nueva situación. Al principio, cada vez que veía a Maribel con Pedro necesitaba contenerse para evitar una eyaculación precipitada y anticipada. Pero con la práctica y la costumbre, la prisa por conseguir su propio placer se ha ido perdiendo. Ahora puede contemplarlos hasta el final y elegir cuando quiere tener su orgasmo.

Maribel de pronto se inclina hacia delante. Besa a Pedro en la boca. Sus lenguas juegan entre si, en parte dentro de los labios, pero a veces por fuera. El juego parece excitar a Maribel, que resopla más fuerte mientras Pedro le acaricia las nalgas. De repente, se las agarra y empieza él un fuerte movimiento de cadera de arriba hacia abajo que produce dos resultados inmediatos. El primero un ruido de choques rítmicos de sus muslos con los de Maribel. El segundo un incremento de la frecuencia y volumen de los gemidos de ella.

“Ohh Dios siiiiii, fóllame tu así, Dios que rico….” El vaivén rítmico se mantiene durante casi un minuto. “Siii, no pares, no pares, me voy a correr” dice Maribel casi masticando las palabras entre jadeos. En ese momento Pedro para en seco.
“pero…. ¿por qué?”
“¿que quieres?”
“fóllame”
“¿quien eres?”
“soy tu puta”
“dilo”
“soy tu puta, fóllame”
“¡pídemelo!”
“soy tu puta, fóllame, por favor, fóllame”

Pedro retoma el vaivén y Maribel lo agradece con un si agudo mientras se agarra los pechos y se los estruja ella sola “siiiiiii”. Pedro mantiene el ritmo otra vez hasta que ella casi ha llegado al orgasmo y lo para en seco

“noooo cabrón, no me dejes así”
“que quieres”
“que me folles”
“¿Por qué?”
“porque me das mucho placer”
“¿que estas dispuesta a darme a cambio?”
“lo que tu quieras”
“¿quien eres?”
“soy tu puta”
“así me gusta….. ¡ponte a 4 patas putita!”

Maribel se desacopla y se pone a 4 patas mirando al cabecero de la cama
“así no, mira al cornudo de tu marido”

Maribel corrige la postura y se coloca ofreciéndole su culo y mirando hacia la ventana, con sus grandes pechos colgando. Sonríe a su marido un instante y luego mira hacia abajo y hacia atrás, entre sus pechos y sus piernas, esperando a Pedro

Pedro se coloca detrás y le agarra el pelo por la coleta y le levanta la cabeza hacia arriba “mira al cornudo, quiero que vea tu cara de puta disfrutando”. Sin más miramientos se la mete de un empujón. La cara de Maribel refleja primero sorpresa, luego un placer intenso, cuando Pedro la deja bien dentro y se queda quieto.

Maribel duda, pero entiende enseguida el juego que quiere hacer Pedro
“Pedro, por favor, fóllame”
Pedro empieza a bombear rítmicamente, pero sin la convicción con la que suele hacerlo.
“Dame fuerte”
Pedro sube un punto la intensidad
“¿así puta?”
“más fuerte”
Pedro sube otro punto la intensidad
“más, más”
Pedro empieza a embestir sin piedad, como sabe que le gusta a Maribel y como a él más le gusta
“así, así fóllame, fuerte, fuerte, no pares”

Pedro tira de la coleta y la barbilla de Maribel sube irremediablemente apuntando a su marido. Nota sus pechos bailar a un ritmo frenético y siente un calor inmenso dentro de su vientre, un placer creciente que sabe que va a explotar en un orgasmo inminente y decide contenerse, no revelarlo, no quiere que su amante la vuelva a dejar a las puertas de tanto placer.

Jorge mira fascinado la escena. Las tetas de su mujer botan con las embestidas, las cachetadas contra el trasero de su mujer son bien sonoras, y la cara de Maribel refleja el inmeso placer que está experimentando. Eso, en realidad, es lo que más le excita, el placer de ella provocado por otro. Afloja el ritmo al que se está masturbando, observando, esperando… sabe que esto no ha hecho más que empezar.

No han pasado ni dos minutos cuando Maribel tiene su primer orgasmo. Le recorre el cuerpo como una explosión que se inicia entre sus piernas pero que alcanza hasta la punta de los dedos, en los que nota incluso un hormigueo, mientras todo su cuerpo tiembla. Abre los ojos y la boca buscando el aire, gimiendo, mirando a su marido al que a duras penas consigue sonreir al final. A duras penas consigue mantenerse apoyada sobre las manos.

La tensión da lugar a una sensación de laxitud total. Pedro lo nota y le suelta la coleta mientras ella se derrumba boca abajo sobre la cama.

Pedro la deja descansar un minuto mientras la observa. Le encanta su cuerpo con curvas, sus grandes pechos naturales y su pasión en la cama. Como mujer, le resulta de lo más atractivo. Pero el hecho de ser una mujer casada y que el cornudo del marido se la haya ofrecido y esté presente cuando la usa para su placer la sitúa en el plano de lo perfecto. Es su juguete nuevo y quiere disfrutarlo a base de bien, como ha hecho tantas veces antes.

Con delicadeza gira a ahora a Maribel y Jorge pasa de ver su cabeza apoyada en la cama a ver sus piernas abiertas y su sexo enrojecido y dilatado. Pedro toma el lubricante, del que desde hace una semana hay siempre un envase en cada mesilla de noche y se lo echa en su polla dura masturbándose lentamente con la mano mientras observa a Maribel desnuda, abierta de piernas, mirándole, deseosa. Luego se coloca entre las pierna de ella, y colocándosela con la mano derecha la penetra de un solo empujón.

Primero le levanta las piernas, colocándolas contra su pecho. Luego empieza a follarla con un ritmo lento y sostenido con el que se reinicia el ciclo. Maribel empieza con sus pequeños jadeos, pasa a gemidos poco después y finalmente, cuando se ve acercar el momento del orgasmo, Pedro para en seco, para que ella vuelva a pedirle, rogarle y hasta suplicarle que la folle con fuerza.

Entonces Pedro la agarra por las caderas y empieza un ritmo frenético de embestidas que parece que van a descoyuntar el cuerpo de Maribel hasta que finalmente ella estalla en un orgasmo intenso, largo y que la deja totalmente inerme sobre la cama.


Maribel se queda jadeante en la cama, mirando al techo, aún con un poco de temblor en sus piernas. Nota su sexo irritado, caliente y casi dolorido, pero esos orgasmos con Pedro son algo que no había vivido hasta ahora nunca y no quiere dejar de tenerlos.

“¿tienes sed?”
“Si”
“Cornudo, tráenos algo de beber”

Jorge se levanta y va a la nevera y con dos copas trae un vino blanco fresquito, el que sobró anoche en una situación parecida.
Ambos se incorporan y brindan sentados en la cama, beben las copas de un trago y luego se besan.

Maribel se pone de rodillas y tras comerle la boca a Pedro un instante baja lamiéndole la barbilla, el pecho, el vientre y finalmente la polla de arriba abajo. Quiere darle placer, devolverle algo del placer que a ella le produce. La lame a conciencia, sin prisas, con calma, descendiendo cada vez más hacia sus testículos y lamiéndolos con dedicación. Pedro se inclina hacia atrás, dejándose hacer

“joder que lengua tienes, no pares”

Ella se enciende con el halago e intensifica la sesión de lametones. Intenta succionar uno de sus testículos con suavidad dentro de su boca, pero es demasiado grande, mucho más grandes que los de su marido, al que sabe que le gusta que le haga eso. A medida que lame, Pedro va levantando sus caderas invitándola a lamer más abajo.

Maribel continúa entendiendo el mensaje y lame ya con suavidad la zona perineal. Pedro va dando algún resoplido de aprobación mientras continúa levantando poco a poco sus caderas hasta que la lengua de Maribel da con su ano.

Nunca le ha lamido el ano a ningún hombre, ni siquiera se lo ha planteado, pero de repente, lo encuentra muy erótico y se aplica a ello. Agarra la polla de Pedro con una mano mientras que explora el ano de él con su lengua en círculos alrededor, lamiendo con suavidad, empujando la lengua contra él. Pedro resopla y gime “joder que bueno…. ¡mira cornudo ¡ ¿a qué a ti no te hace esto? Maribel siente en su mano la dureza que tiene el miembro mientras lame y le excita la sensación. Una práctica nueva y que parece agradar tanto a su amante… “no será la última vez” se promete. Jorge observa fascinado. Nunca le ha hecho algo así a él y cuando ha intentado que lo hiciera, ella lo ha rechazado. Le da mucho morbo que ahora si se lo haga a otro.

A medida que la excitación de Pedro crece le entran otra vez ganas de penetrar a Maribel con fuerza, así que se incorpora, y le indica “a cuatro patas, mirando al cornudo”

Maribel obedece, y vuelve a colocarse otra vez mirando a Jorge, sonriendo. Pedro se pone detrás, de rodillas y la penetra de un solo golpe. “Dame tu mano derecha”
Maribel se la ofrece, quedando apoyada sobre la mano izquierda. Pedro la agarra por el codo derecho y ordena “la otra” ella obedece.

Ahora Pedro la sujeta por los codos y entonces empieza a embestirla frenéticamente. Es él quien la maneja como un muñeco, embistiendo sin piedad y manejando su cuerpo con fuerza. Maribel siente un vértigo de sensaciones desconocido. No es dueña de sus movimientos en absoluto y eso la excita mientras nota la carne de Pedro implacablemente penetrándola y golpenado contra su clítoris repetitivamente. La sensación de falta de control acaba por precipitar el círculo de su placer acelerándolo, haciendo que tenga tres orgasmos en dos minutos. A Pedro le arde el pecho por el esfuerzo y el vaivén, pero disfruta cada instante. Esa sensación de dominio sobre el cuerpo de ella, esa sensación de fuerza en cada músculo de su cuerpo, esa exhibición de poderío delante del cornudo y el placer que a ella le produce, le producen más placer que ninguna otra práctica sexual.
Jorge mira atónito mientras ella con los ojos en blanco chilla de placer “siii, asíiii, no pares” …. “joder… otra vez, mierda mierda mierda… ahhhh”

Pedro afloja el ritmo finalmente, dejándola caer sobre la cama con delicadeza sobre la cama. Luego le da la vuelta para ponerla boca arriba y le echa un buen chorro de lubricante en el pecho.

“junta las tetas que te las voy a follar”

Ella obedece solícita y él mete su polla durísima entre sus tetas y empieza el bamboleo.

Desde donde está Jorge, puede ver el culo de Pedro oscilando hacia delante y hacia atrás, la cabeza de Maribel entre sus piernas con la lengua fuera, intentando lamer sus huevos. El lubricante provoca un cierto ruido de chapoteo mientras Pedro mueve sus caderas rítmicamente y gimiendo cada vez más fuerte hasta que al cabo de unos minutos Pedro empieza a gruñir y finalmente grita “me corro joder, me corro”, antes de un largo gruñido final.
Luego se aparta, dejando ver a Jorge el pecho de su mujer enrojecido y el semen de Pedro entre sus pechos y sobre el vientre. Se corre abundantemente mientras disfruta de la vista del cuerpo de su mujer usado por su amante.

Pedro sonríe a ambos y se va hacia la ducha, brillando de sudor.

Las campanas del reloj de la iglesia del pueblo, dan la una del mediodía. "joder, una hora, la paja más larga de mi vida".
No hay nadie qué escriba cómo tú, da igual los actores del relato, a todos les sacas su punto morboso, no nos dejes está historia a medias, eres el mejor relatando situaciones de infidelidad sin caer en lo soez, ánimo y continúa así...
 
Jorge llega a la casita desde el supermercado y encuentra que su sitio para aparcar está ocupado. Hay un SUV de marca premium de color negro y cristales tintados que conoce muy bien. No le queda más remedio que aparcar más lejos y al sol. Baja las bolsas de la compra, que ya es poca cosa, puesto que es su penúltimo día en la isla. Lleva todo el día dándole vueltas a la sensación. Se le han pasado las dos semanas como en un parpadeo, a pesar del vuelco que ha dado su vida en ese mismo tiempo. Hace dos semanas era un marido morboso sin más, siempre fantaseando con ver a su mujer con otro. Desde hace dos semanas es un cornudo consentido hecho y derecho. Ya le parece lo más normal del mundo ver a su mujer con su amante en cualquier momento y de hecho en esas dos semanas se ha corrido muchísimas veces más masturbándose que de ninguna otra manera. ¿Han tenido sexo sin Pedro? Pues el primer día y otro más…. Lo demás ha sido a diario con Pedro una o más veces. Recordarle le produce cierta excitación agradable.

Con ambas manos cargadas con el peso de las bolsas se acerca a la puerta y tras dejar una bolsa en el suelo, busca la llave y la abre lentamente. Antes de hacerlo ya está escuchando los jadeos de Maribel tenuemente.

Entra, coloca las bolsas en la cocina y las vacía sin prisa. Coloca en la nevera las cervezas y el vino blanco además de otros alimentos perecederos. Los gemidos desde el dormitorio siguen llegando con regularidad, ahora más claros, pero sin estridencias. Cuando ha colocado todo y ha guardado la bolsa de plástico en un cajón, comprueba que todo está recogido y por fin se dirige al dormitorio, donde encuentra lo que se esperaba: su mujer está follando con Pedro.

“Hola cornudo, hemos empezado sin ti”. Pedro está tumbado boca arriba, Maribel, totalmente desnuda, está a horcajadas sobre él con una rodilla a cada lado, le cabalga lentamente. Mira a Jorge, le sonríe y cierra los ojos continuando con su lenta cabalgada. Apenas levanta su cadera, provocando que la polla de Pedro entre y salga a base de moverse hacia delante y hacia atrás alternativamente. Está bellísima, el pelo rubio recogido en una coleta, la piel morena, apenas sin marcas de sol. Sus pezones están durísimos y tiene piel de gallina en los brazos y los muslos. A su aire, sin prisas y disfrutando de cada movimiento, es ella la que se está follando a Pedro.

Jorge entra, se desnuda y se sienta en el sillón que hay junto a la ventana, abierta de par en par para contemplar la escena. Es más erótica que pornográfica. Es sexo tranquilo, de amantes, sin prisas, intenso, buscando sensaciones individualmente. Los movimientos de Maribel siguen lentos pero inexorables. Se mueve despacio, probando pequeños cambios de dirección o desplazamiento de su cadera. Se muerde los labios inferiores a veces y alguna vez se acaricia el pecho ella sola resoplando un poco fuerte durante unos instantes. Desde la lejanía llega el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo. Las doce de la mañana.

...
Duro relato :confused::cool:
 
Me encanta cada vez que te animas a darnos una nueva entrega
 
Jorge llega a la casita desde el supermercado y encuentra que su sitio para aparcar está ocupado. Hay un SUV de marca premium de color negro y cristales tintados que conoce muy bien. No le queda más remedio que aparcar más lejos y al sol. Baja las bolsas de la compra, que ya es poca cosa, puesto que es su penúltimo día en la isla. Lleva todo el día dándole vueltas a la sensación. Se le han pasado las dos semanas como en un parpadeo, a pesar del vuelco que ha dado su vida en ese mismo tiempo. Hace dos semanas era un marido morboso sin más, siempre fantaseando con ver a su mujer con otro. Desde hace dos semanas es un cornudo consentido hecho y derecho. Ya le parece lo más normal del mundo ver a su mujer con su amante en cualquier momento y de hecho en esas dos semanas se ha corrido muchísimas veces más masturbándose que de ninguna otra manera. ¿Han tenido sexo sin Pedro? Pues el primer día y otro más…. Lo demás ha sido a diario con Pedro una o más veces. Recordarle le produce cierta excitación agradable.

Con ambas manos cargadas con el peso de las bolsas se acerca a la puerta y tras dejar una bolsa en el suelo, busca la llave y la abre lentamente. Antes de hacerlo ya está escuchando los jadeos de Maribel tenuemente.

Entra, coloca las bolsas en la cocina y las vacía sin prisa. Coloca en la nevera las cervezas y el vino blanco además de otros alimentos perecederos. Los gemidos desde el dormitorio siguen llegando con regularidad, ahora más claros, pero sin estridencias. Cuando ha colocado todo y ha guardado la bolsa de plástico en un cajón, comprueba que todo está recogido y por fin se dirige al dormitorio, donde encuentra lo que se esperaba: su mujer está follando con Pedro.

“Hola cornudo, hemos empezado sin ti”. Pedro está tumbado boca arriba, Maribel, totalmente desnuda, está a horcajadas sobre él con una rodilla a cada lado, le cabalga lentamente. Mira a Jorge, le sonríe y cierra los ojos continuando con su lenta cabalgada. Apenas levanta su cadera, provocando que la polla de Pedro entre y salga a base de moverse hacia delante y hacia atrás alternativamente. Está bellísima, el pelo rubio recogido en una coleta, la piel morena, apenas sin marcas de sol. Sus pezones están durísimos y tiene piel de gallina en los brazos y los muslos. A su aire, sin prisas y disfrutando de cada movimiento, es ella la que se está follando a Pedro.

Jorge entra, se desnuda y se sienta en el sillón que hay junto a la ventana, abierta de par en par para contemplar la escena. Es más erótica que pornográfica. Es sexo tranquilo, de amantes, sin prisas, intenso, buscando sensaciones individualmente. Los movimientos de Maribel siguen lentos pero inexorables. Se mueve despacio, probando pequeños cambios de dirección o desplazamiento de su cadera. Se muerde los labios inferiores a veces y alguna vez se acaricia el pecho ella sola resoplando un poco fuerte durante unos instantes. Desde la lejanía llega el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo. Las doce de la mañana.

Pedro la mira embelesado, sonriendo. Le gusta que sus parejas se recreen en esa postura, que se den placer solas con su miembro, como si fuera un consolador. Sabe que si espera pacientemente, acaban pidiendo que sea él el que les embista con fuerza. Espera su momento, sabe que lo que a él le excita más acabará por llegar.

La erección de Jorge se produce de forma rápida invitándole a tocarse suavemente. Le llama la atención la naturalidad con la que se ha adaptado su cuerpo a la nueva situación. Al principio, cada vez que veía a Maribel con Pedro necesitaba contenerse para evitar una eyaculación precipitada y anticipada. Pero con la práctica y la costumbre, la prisa por conseguir su propio placer se ha ido perdiendo. Ahora puede contemplarlos hasta el final y elegir cuando quiere tener su orgasmo.

Maribel de pronto se inclina hacia delante. Besa a Pedro en la boca. Sus lenguas juegan entre si, en parte dentro de los labios, pero a veces por fuera. El juego parece excitar a Maribel, que resopla más fuerte mientras Pedro le acaricia las nalgas. De repente, se las agarra y empieza él un fuerte movimiento de cadera de arriba hacia abajo que produce dos resultados inmediatos. El primero un ruido de choques rítmicos de sus muslos con los de Maribel. El segundo un incremento de la frecuencia y volumen de los gemidos de ella.

“Ohh Dios siiiiii, fóllame tu así, Dios que rico….” El vaivén rítmico se mantiene durante casi un minuto. “Siii, no pares, no pares, me voy a correr” dice Maribel casi masticando las palabras entre jadeos. En ese momento Pedro para en seco.
“pero…. ¿por qué?”
“¿que quieres?”
“fóllame”
“¿quien eres?”
“soy tu puta”
“dilo”
“soy tu puta, fóllame”
“¡pídemelo!”
“soy tu puta, fóllame, por favor, fóllame”

Pedro retoma el vaivén y Maribel lo agradece con un si agudo mientras se agarra los pechos y se los estruja ella sola “siiiiiii”. Pedro mantiene el ritmo otra vez hasta que ella casi ha llegado al orgasmo y lo para en seco

“noooo cabrón, no me dejes así”
“que quieres”
“que me folles”
“¿Por qué?”
“porque me das mucho placer”
“¿que estas dispuesta a darme a cambio?”
“lo que tu quieras”
“¿quien eres?”
“soy tu puta”
“así me gusta….. ¡ponte a 4 patas putita!”

Maribel se desacopla y se pone a 4 patas mirando al cabecero de la cama
“así no, mira al cornudo de tu marido”

Maribel corrige la postura y se coloca ofreciéndole su culo y mirando hacia la ventana, con sus grandes pechos colgando. Sonríe a su marido un instante y luego mira hacia abajo y hacia atrás, entre sus pechos y sus piernas, esperando a Pedro

Pedro se coloca detrás y le agarra el pelo por la coleta y le levanta la cabeza hacia arriba “mira al cornudo, quiero que vea tu cara de puta disfrutando”. Sin más miramientos se la mete de un empujón. La cara de Maribel refleja primero sorpresa, luego un placer intenso, cuando Pedro la deja bien dentro y se queda quieto.

Maribel duda, pero entiende enseguida el juego que quiere hacer Pedro
“Pedro, por favor, fóllame”
Pedro empieza a bombear rítmicamente, pero sin la convicción con la que suele hacerlo.
“Dame fuerte”
Pedro sube un punto la intensidad
“¿así puta?”
“más fuerte”
Pedro sube otro punto la intensidad
“más, más”
Pedro empieza a embestir sin piedad, como sabe que le gusta a Maribel y como a él más le gusta
“así, así fóllame, fuerte, fuerte, no pares”

Pedro tira de la coleta y la barbilla de Maribel sube irremediablemente apuntando a su marido. Nota sus pechos bailar a un ritmo frenético y siente un calor inmenso dentro de su vientre, un placer creciente que sabe que va a explotar en un orgasmo inminente y decide contenerse, no revelarlo, no quiere que su amante la vuelva a dejar a las puertas de tanto placer.

Jorge mira fascinado la escena. Las tetas de su mujer botan con las embestidas, las cachetadas contra el trasero de su mujer son bien sonoras, y la cara de Maribel refleja el inmeso placer que está experimentando. Eso, en realidad, es lo que más le excita, el placer de ella provocado por otro. Afloja el ritmo al que se está masturbando, observando, esperando… sabe que esto no ha hecho más que empezar.

No han pasado ni dos minutos cuando Maribel tiene su primer orgasmo. Le recorre el cuerpo como una explosión que se inicia entre sus piernas pero que alcanza hasta la punta de los dedos, en los que nota incluso un hormigueo, mientras todo su cuerpo tiembla. Abre los ojos y la boca buscando el aire, gimiendo, mirando a su marido al que a duras penas consigue sonreir al final. A duras penas consigue mantenerse apoyada sobre las manos.

La tensión da lugar a una sensación de laxitud total. Pedro lo nota y le suelta la coleta mientras ella se derrumba boca abajo sobre la cama.

Pedro la deja descansar un minuto mientras la observa. Le encanta su cuerpo con curvas, sus grandes pechos naturales y su pasión en la cama. Como mujer, le resulta de lo más atractivo. Pero el hecho de ser una mujer casada y que el cornudo del marido se la haya ofrecido y esté presente cuando la usa para su placer la sitúa en el plano de lo perfecto. Es su juguete nuevo y quiere disfrutarlo a base de bien, como ha hecho tantas veces antes.

Con delicadeza gira a ahora a Maribel y Jorge pasa de ver su cabeza apoyada en la cama a ver sus piernas abiertas y su sexo enrojecido y dilatado. Pedro toma el lubricante, del que desde hace una semana hay siempre un envase en cada mesilla de noche y se lo echa en su polla dura masturbándose lentamente con la mano mientras observa a Maribel desnuda, abierta de piernas, mirándole, deseosa. Luego se coloca entre las pierna de ella, y colocándosela con la mano derecha la penetra de un solo empujón.

Primero le levanta las piernas, colocándolas contra su pecho. Luego empieza a follarla con un ritmo lento y sostenido con el que se reinicia el ciclo. Maribel empieza con sus pequeños jadeos, pasa a gemidos poco después y finalmente, cuando se ve acercar el momento del orgasmo, Pedro para en seco, para que ella vuelva a pedirle, rogarle y hasta suplicarle que la folle con fuerza.

Entonces Pedro la agarra por las caderas y empieza un ritmo frenético de embestidas que parece que van a descoyuntar el cuerpo de Maribel hasta que finalmente ella estalla en un orgasmo intenso, largo y que la deja totalmente inerme sobre la cama.


Maribel se queda jadeante en la cama, mirando al techo, aún con un poco de temblor en sus piernas. Nota su sexo irritado, caliente y casi dolorido, pero esos orgasmos con Pedro son algo que no había vivido hasta ahora nunca y no quiere dejar de tenerlos.

“¿tienes sed?”
“Si”
“Cornudo, tráenos algo de beber”

Jorge se levanta y va a la nevera y con dos copas trae un vino blanco fresquito, el que sobró anoche en una situación parecida.
Ambos se incorporan y brindan sentados en la cama, beben las copas de un trago y luego se besan.

Maribel se pone de rodillas y tras comerle la boca a Pedro un instante baja lamiéndole la barbilla, el pecho, el vientre y finalmente la polla de arriba abajo. Quiere darle placer, devolverle algo del placer que a ella le produce. La lame a conciencia, sin prisas, con calma, descendiendo cada vez más hacia sus testículos y lamiéndolos con dedicación. Pedro se inclina hacia atrás, dejándose hacer

“joder que lengua tienes, no pares”

Ella se enciende con el halago e intensifica la sesión de lametones. Intenta succionar uno de sus testículos con suavidad dentro de su boca, pero es demasiado grande, mucho más grandes que los de su marido, al que sabe que le gusta que le haga eso. A medida que lame, Pedro va levantando sus caderas invitándola a lamer más abajo.

Maribel continúa entendiendo el mensaje y lame ya con suavidad la zona perineal. Pedro va dando algún resoplido de aprobación mientras continúa levantando poco a poco sus caderas hasta que la lengua de Maribel da con su ano.

Nunca le ha lamido el ano a ningún hombre, ni siquiera se lo ha planteado, pero de repente, lo encuentra muy erótico y se aplica a ello. Agarra la polla de Pedro con una mano mientras que explora el ano de él con su lengua en círculos alrededor, lamiendo con suavidad, empujando la lengua contra él. Pedro resopla y gime “joder que bueno…. ¡mira cornudo ¡ ¿a qué a ti no te hace esto? Maribel siente en su mano la dureza que tiene el miembro mientras lame y le excita la sensación. Una práctica nueva y que parece agradar tanto a su amante… “no será la última vez” se promete. Jorge observa fascinado. Nunca le ha hecho algo así a él y cuando ha intentado que lo hiciera, ella lo ha rechazado. Le da mucho morbo que ahora si se lo haga a otro.

A medida que la excitación de Pedro crece le entran otra vez ganas de penetrar a Maribel con fuerza, así que se incorpora, y le indica “a cuatro patas, mirando al cornudo”

Maribel obedece, y vuelve a colocarse otra vez mirando a Jorge, sonriendo. Pedro se pone detrás, de rodillas y la penetra de un solo golpe. “Dame tu mano derecha”
Maribel se la ofrece, quedando apoyada sobre la mano izquierda. Pedro la agarra por el codo derecho y ordena “la otra” ella obedece.

Ahora Pedro la sujeta por los codos y entonces empieza a embestirla frenéticamente. Es él quien la maneja como un muñeco, embistiendo sin piedad y manejando su cuerpo con fuerza. Maribel siente un vértigo de sensaciones desconocido. No es dueña de sus movimientos en absoluto y eso la excita mientras nota la carne de Pedro implacablemente penetrándola y golpenado contra su clítoris repetitivamente. La sensación de falta de control acaba por precipitar el círculo de su placer acelerándolo, haciendo que tenga tres orgasmos en dos minutos. A Pedro le arde el pecho por el esfuerzo y el vaivén, pero disfruta cada instante. Esa sensación de dominio sobre el cuerpo de ella, esa sensación de fuerza en cada músculo de su cuerpo, esa exhibición de poderío delante del cornudo y el placer que a ella le produce, le producen más placer que ninguna otra práctica sexual.
Jorge mira atónito mientras ella con los ojos en blanco chilla de placer “siii, asíiii, no pares” …. “joder… otra vez, mierda mierda mierda… ahhhh”

Pedro afloja el ritmo finalmente, dejándola caer sobre la cama con delicadeza sobre la cama. Luego le da la vuelta para ponerla boca arriba y le echa un buen chorro de lubricante en el pecho.

“junta las tetas que te las voy a follar”

Ella obedece solícita y él mete su polla durísima entre sus tetas y empieza el bamboleo.

Desde donde está Jorge, puede ver el culo de Pedro oscilando hacia delante y hacia atrás, la cabeza de Maribel entre sus piernas con la lengua fuera, intentando lamer sus huevos. El lubricante provoca un cierto ruido de chapoteo mientras Pedro mueve sus caderas rítmicamente y gimiendo cada vez más fuerte hasta que al cabo de unos minutos Pedro empieza a gruñir y finalmente grita “me corro joder, me corro”, antes de un largo gruñido final.
Luego se aparta, dejando ver a Jorge el pecho de su mujer enrojecido y el semen de Pedro entre sus pechos y sobre el vientre. Se corre abundantemente mientras disfruta de la vista del cuerpo de su mujer usado por su amante.

Pedro sonríe a ambos y se va hacia la ducha, brillando de sudor.

Las campanas del reloj de la iglesia del pueblo, dan la una del mediodía. "joder, una hora, la paja más larga de mi vida".
FANTASTICO RELATO
 
Este relato es pura ficción. Eché a volar la imaginación y ... bueno, pues por si gusta lo comparto.

Desde el torreón de la Casa Grande, Miguel observa el atardecer. Hace apenas dos años que es el dueño y señor de La Salceda y aún no es del todo consciente de la enorme extensión de terreno que posee. Desde esa altura su sensación de poder es tremenda, porque todo lo que alcanza la vista desde allí forma parte de la finca y por lo tanto, es de su propiedad. Comprarla es la mejor decisión que ha tomado en su vida después de rellenar a boleo aquella apuesta de los euromillones que cambió su vida.

Mientras contempla la vista con los brazos en jarras apoyados en sus caderas, su mujer Ana se acerca desde atrás. Ella a sus cincuenta años, luce un cuerpo espectacular, fruto de mucho trabajo de gimnasio y de una dieta muy estricta. Tampoco tiene mucho más que hacer, ya que la inmensa fortuna de su marido hace que solamente tenga que dedicarse a sí misma. Bueno, y a su marido, claro. Lleva en cada mano una copa con champán y pega su cuerpo desnudo al de su marido, mientras por debajo de cada uno de los brazos pasa las copas.

Miguel nota la piel cálida de su mujer en su espalda desnuda y toma una de las copas. “Gracias, cielo”. Ahora que tiene una mano libre, ella la baja por el vientre de su marido hasta agarrar su polla totalmente depilada y que aún está mojada y morcillona. “Lo de hoy ha estado increíble, gracias”. Se abraza a su marido y lo masturba suavemente. Mientras lo hace, nota como entre sus muslos una gota de semen caliente va escurriendo lentamente de su coño dilatado y recién follado. El sonríe mientras nota la mano de su mujer jugando con su polla fofa, mientras aprieta sus grandes y preciosas tetas a su espalda. Le da un buen trago al champán y se gira hacia ella besándola apasionadamente. En la lengua nota el sabor a polla y a semen que son el resultado de una larga sesión de sexo que acaba de terminar.

“¿Para mí no hay champán?” El acento americano resulta casi de chiste, pero a pesar de llevar más de 25 años en España y de hablar castellano correctamente, Andrew es incapaz de dejar de sonar como un guiri. Miguel y Ana le sonríen mientras ella le entrega una copa, luego se acerca a su amante y le coge por la cintura besándole levemente en los labios. El contraste entre el color de la piel de Ana y el de su amante llama la atención de Miguel. Ella no es pálida precisamente, pero es que él tiene la piel muy oscura.

Ana propone una ducha antes de la cena. “Bueno, creo que hemos empezado a preparar el fin de semana muy bien, a ver mañana cuando empiecen a llegar nuestros invitados”. Andrew camina cogido de la cintura de Ana y se gira hacia Miguel “¿quiénes van a venir?”. Miguel hace un gesto con la mano, como apartando una mosca imaginaria de delante de su cara. “bueno, ya sabes, los conoces a todos, la panda de siempre". Luego, tras andar dos pasos más, añade "ah, que también viene una pareja nueva” “¿vírgenes?” pregunta Andrew, “a estrenar, ya verás, material de primera”. El americano, suelta la cintura de Ana y lanza la mano abierta al aire hacia Miguel que choca sonoramente la suya contra la manaza negra “gracias Miguel, tus fiestas siempre son las mejores”.
Muy b
 
Tras un par de años trabajando en una de las principales entidades financieras del país, en diferentes departamentos y diferentes edificios, Miguel y Ana habían construido la vida de apariencia tranquila de cualquier pareja joven de clase media trabajadora. Madrugaban, pasaban la mayor parte del día en la oficina y coincidían en el gimnasio cercano a su casa por las tardes para hacer algo de deporte dos días a la semana. Su vida social, se concentraba en los viernes y sábados por la noche, alguna excursión a la sierra para practicar senderismo y algunos fines de semana al año salían con amigos a alguna casa rural. Todo muy normal, en apariencia.

Sin embargo, su intimidad no era la habitual de una pareja ordinaria. Además de salir a comer o a cenar con amigos a restaurantes, y a casa de otras parejas, en esos encuentros habitualmente había sexo con otras personas. Especialmente en esos fines de semana fuera de Madrid, el objetivo principal era precisamente ese.

Todo se hacía con total discreción y con personas conocidas y de confianza. Un círculo amplio, pero limitado, en el que solo se podía entrar por referencias de otros miembros del círculo, y previa consulta con varios de sus miembros para ratificar las impresiones que tenían sobre las personas a incluir. Era un club selecto con reglas no escritas y un éxito basado precisamente en que había que ganarse la confianza de sus miembros para entrar. De esa forma conseguían filtrar comportamientos no deseados y mantener la discreción.

Por supuesto, Pedro formaba parte del círculo. Lo habían aportado ellos. Era uno de los preferidos de muchas parejas y él estaba encantado del filón que le habían aportado sus amigos: nunca le faltaba una hembra a la que montar delante del marido. Incluso casi había abandonado sus aventuras sexuales en solitario. Andrew, soltero empedernido, también se convirtió en un activo muy apreciado en el colectivo y sobre todo, un habitual de los fines de semana en casas rurales, siempre dispuesto a dar rienda suelta a la fantasía de las mujeres con los hombres de su raza.

Por lo demás, la mayoría eran parejas en busca de intercambios con otras parejas bien puntualmente una noche o durante un fin de semana o incluso compartiendo casa durante las vacaciones de verano en la playa.

A Joaquín y Rocío se los presentó Andrew. Era una pareja de su edad a la que el americano había hecho cumplir la fantasía del hombre negro y que ahora quería probar un intercambio. A Miguel y a Ana les pareció divertido probar, así que se hablaron por teléfono, y quedaron en casa de Miguel y Ana un viernes para cenar y … lo que pudiera surgir.

Sintonizaron bien desde el comienzo y ya durante la cena las bromas y la conversación revelaban una complicidad instantánea. Él era un tipo moreno, muy masculino, atlético, alto, delgado, ex deportista élite que ahora era un empresario de éxito con una cadena de gimnasios que crecía sin parar. Ella, profesora de yoga, era un mujer delgada y atractiva con el pelo corto y pelirrojo y una sonrisa enorme que irradiaba dulzura por en todas sus acciones.

Para la hora de los postres, estaban compartiendo anécdotas sexuales sin tapujos y para cuando se quisieron dar cuenta, estaban besándose Miguel y Rocío en un sofá y Ana y Joaquín en el otro. Se miraban de forma cómplice, observando a la otra pareja mientras paraban un poco sus fogosas caricias para luego seguir unos minutos como si estuviesen solos en el mundo y sus respectivas parejas no estuvieran a metro y medio haciendo lo mismo que ellos.

Miguel y Rocío fueron los que primero empezaron a quitarse ropa. Ella se quitó la blusa confirmando las sospechas que Miguel había tenido desde el principio: no llevaba sujetador. Sus pechos, pequeños y duros, marcaban ahora unos pezones durísimos. El se quitó la camisa y ella empezó a besarle desde el cuello hacia abajo, apretando su pecho contra el suyo. Cuando se quiso dar cuenta estaba desabrochándole el pantalón mientras su lengua dibujaba caligrafías imposibles sobre su vientre. Miró a Ana que les miraba sonriendo con complicidad mientras Joaquín le acariciaba los pechos por encima de la blusa. No tardó en quitársela, como si no quisiera quedarse atrás en la carrera por el placer.

Cuando Ana liberó sus grandes pechos para admiración de Joaquín, Rocío ya estaba con la polla de Miguel en la mano admirándola. “Que grande, me encanta”. Joaquín miraba ahora a su mujer que le mostraba sonriente la polla que pajeaba lentamente y que no tardó en empezar a lamer con delicadeza antes de engullirla poco a poco. A Ana la escena, en vez de darle celos, le excitó. Ver a Miguel siendo objeto de deseo de Rocío le dio mucho morbo y quiso ver qué dotación tenía Joaquín para su disfrute. No tardó mucho en descubrir que era más bien normalito, algo que no solo no le produjo decepción, sino curiosidad. Era algo nuevo y diferente.

Al poco, ya desnudos los cuatro, ambas mujeres cabalgaban a sus parejas rítmicamente, mirándose de cuando en cuando, sin prisas, incluso exhibiéndose una frente a la otra. Para ellos la visión era de lo más morboso. Su mujer cabalgando al otro mientras la mujer ajena les cabalgaba a ellos.

A medida que pasaban los minutos el ritmo e intensidad iban aumentando y en un momento dado, Joaquín agarró a Ana por las caderas y sujetándola sobre su cuerpo, empezó un vaivén rápido que y rítmico que hizo que ella tuviera su primer y sonoro orgasmo mientras observaba los abdominales perfectos de Joaquín entre sus muslos.

A Rocío le dio mucho morbo aquello “que zorra tu mujer, mira como se ha corrido”. Se bajó de encima de Miguel y poniéndose a 4 en el sofá a su lado “dame asi que yo también quiero correrme”. Miguel obedeció y empezó a follarla con ganas y a gran ritmo mientras ella gemía sin parar “no pares, no pares, así, fuerte, sigue, Dios que rico siiii” hasta que tuvo un orgasmo tremendo que le hizo perder fuerza en los brazos y acabó dejándola temblorosa, boca abajo en el sofá ahogando sus gemidos contra la tapicería. “Siiii, joder que bueno” Se recompuso al cabo de un minuto y girándose se plantó sentada delante del miembro duro de Miguel y empezó a chuparlo con pasión. “me encanta tu polla” le dijo mirándole a los ojos mientras le masturbaba después de una buena sesión de lametones. La engullía con ritmo, mirando a su marido de cuando en cuando.

Joaquín la miraba sonriente mientras Ana volvía a cabalgarle sin prisas. “Se da buena maña tu marido ¿eh? Solo la he visto asi de zorrita con Pedro y con Andrew” “es buen amante, le tengo bien enseñado” contestó Ana guiñándole un ojo. Imitando a Rocío, se puso de rodillas frente a Joaquín y engulló su polla con decisión. Más corta que la de Miguel, mucho más que las de Pedro o Andrew, tenía la ventaja de que le cabía entera sin problemas. Tampoco era muy gruesa y era mucho más fácil darle placer con la boca.

Cambiaron de postura de nuevo, acabando ambas parejas en posición misionero una al lado de la otra. Ambos hombres embestían con fuerza y ritmo y ellas tuvieron las dos un orgasmo casi a la vez, momento en que ambos aprovecharon para descansar un momento. Para Rocío era el momento de parar “me encanta, Miguel, te lo juro pero me vas a destrozar, que yo no tengo costumbre y el finde está empezando. Anda, túmbate en el suelo”. Miguel se tumbó boca arriba y ella se acopló encima haciendo un 69, algo que a Ana le pareció también bastante morboso, aunque ella decidió que prefería que Joaquín siguiera penetrándola sin piedad hasta que le anunció que iba a correrse. Entonces ella se puso de rodillas delante de él y engulló su polla hasta que él se vació en su garganta. Rocío y Miguel, por su parte terminaron con un orgasmo simultáneo pocos minutos más tarde.

Recuperando el resuello, decidieron que Roció y Joaquín se quedarían a dormir. Todos estaban muy a gusto y no querían dar por terminado el encuentro.
 
Tras un par de años trabajando en una de las principales entidades financieras del país, en diferentes departamentos y diferentes edificios, Miguel y Ana habían construido la vida de apariencia tranquila de cualquier pareja joven de clase media trabajadora. Madrugaban, pasaban la mayor parte del día en la oficina y coincidían en el gimnasio cercano a su casa por las tardes para hacer algo de deporte dos días a la semana. Su vida social, se concentraba en los viernes y sábados por la noche, alguna excursión a la sierra para practicar senderismo y algunos fines de semana al año salían con amigos a alguna casa rural. Todo muy normal, en apariencia.

Sin embargo, su intimidad no era la habitual de una pareja ordinaria. Además de salir a comer o a cenar con amigos a restaurantes, y a casa de otras parejas, en esos encuentros habitualmente había sexo con otras personas. Especialmente en esos fines de semana fuera de Madrid, el objetivo principal era precisamente ese.

Todo se hacía con total discreción y con personas conocidas y de confianza. Un círculo amplio, pero limitado, en el que solo se podía entrar por referencias de otros miembros del círculo, y previa consulta con varios de sus miembros para ratificar las impresiones que tenían sobre las personas a incluir. Era un club selecto con reglas no escritas y un éxito basado precisamente en que había que ganarse la confianza de sus miembros para entrar. De esa forma conseguían filtrar comportamientos no deseados y mantener la discreción.

Por supuesto, Pedro formaba parte del círculo. Lo habían aportado ellos. Era uno de los preferidos de muchas parejas y él estaba encantado del filón que le habían aportado sus amigos: nunca le faltaba una hembra a la que montar delante del marido. Incluso casi había abandonado sus aventuras sexuales en solitario. Andrew, soltero empedernido, también se convirtió en un activo muy apreciado en el colectivo y sobre todo, un habitual de los fines de semana en casas rurales, siempre dispuesto a dar rienda suelta a la fantasía de las mujeres con los hombres de su raza.

Por lo demás, la mayoría eran parejas en busca de intercambios con otras parejas bien puntualmente una noche o durante un fin de semana o incluso compartiendo casa durante las vacaciones de verano en la playa.

A Joaquín y Rocío se los presentó Andrew. Era una pareja de su edad a la que el americano había hecho cumplir la fantasía del hombre negro y que ahora quería probar un intercambio. A Miguel y a Ana les pareció divertido probar, así que se hablaron por teléfono, y quedaron en casa de Miguel y Ana un viernes para cenar y … lo que pudiera surgir.

Sintonizaron bien desde el comienzo y ya durante la cena las bromas y la conversación revelaban una complicidad instantánea. Él era un tipo moreno, muy masculino, atlético, alto, delgado, ex deportista élite que ahora era un empresario de éxito con una cadena de gimnasios que crecía sin parar. Ella, profesora de yoga, era un mujer delgada y atractiva con el pelo corto y pelirrojo y una sonrisa enorme que irradiaba dulzura por en todas sus acciones.

Para la hora de los postres, estaban compartiendo anécdotas sexuales sin tapujos y para cuando se quisieron dar cuenta, estaban besándose Miguel y Rocío en un sofá y Ana y Joaquín en el otro. Se miraban de forma cómplice, observando a la otra pareja mientras paraban un poco sus fogosas caricias para luego seguir unos minutos como si estuviesen solos en el mundo y sus respectivas parejas no estuvieran a metro y medio haciendo lo mismo que ellos.

Miguel y Rocío fueron los que primero empezaron a quitarse ropa. Ella se quitó la blusa confirmando las sospechas que Miguel había tenido desde el principio: no llevaba sujetador. Sus pechos, pequeños y duros, marcaban ahora unos pezones durísimos. El se quitó la camisa y ella empezó a besarle desde el cuello hacia abajo, apretando su pecho contra el suyo. Cuando se quiso dar cuenta estaba desabrochándole el pantalón mientras su lengua dibujaba caligrafías imposibles sobre su vientre. Miró a Ana que les miraba sonriendo con complicidad mientras Joaquín le acariciaba los pechos por encima de la blusa. No tardó en quitársela, como si no quisiera quedarse atrás en la carrera por el placer.

Cuando Ana liberó sus grandes pechos para admiración de Joaquín, Rocío ya estaba con la polla de Miguel en la mano admirándola. “Que grande, me encanta”. Joaquín miraba ahora a su mujer que le mostraba sonriente la polla que pajeaba lentamente y que no tardó en empezar a lamer con delicadeza antes de engullirla poco a poco. A Ana la escena, en vez de darle celos, le excitó. Ver a Miguel siendo objeto de deseo de Rocío le dio mucho morbo y quiso ver qué dotación tenía Joaquín para su disfrute. No tardó mucho en descubrir que era más bien normalito, algo que no solo no le produjo decepción, sino curiosidad. Era algo nuevo y diferente.

Al poco, ya desnudos los cuatro, ambas mujeres cabalgaban a sus parejas rítmicamente, mirándose de cuando en cuando, sin prisas, incluso exhibiéndose una frente a la otra. Para ellos la visión era de lo más morboso. Su mujer cabalgando al otro mientras la mujer ajena les cabalgaba a ellos.

A medida que pasaban los minutos el ritmo e intensidad iban aumentando y en un momento dado, Joaquín agarró a Ana por las caderas y sujetándola sobre su cuerpo, empezó un vaivén rápido que y rítmico que hizo que ella tuviera su primer y sonoro orgasmo mientras observaba los abdominales perfectos de Joaquín entre sus muslos.

A Rocío le dio mucho morbo aquello “que zorra tu mujer, mira como se ha corrido”. Se bajó de encima de Miguel y poniéndose a 4 en el sofá a su lado “dame asi que yo también quiero correrme”. Miguel obedeció y empezó a follarla con ganas y a gran ritmo mientras ella gemía sin parar “no pares, no pares, así, fuerte, sigue, Dios que rico siiii” hasta que tuvo un orgasmo tremendo que le hizo perder fuerza en los brazos y acabó dejándola temblorosa, boca abajo en el sofá ahogando sus gemidos contra la tapicería. “Siiii, joder que bueno” Se recompuso al cabo de un minuto y girándose se plantó sentada delante del miembro duro de Miguel y empezó a chuparlo con pasión. “me encanta tu polla” le dijo mirándole a los ojos mientras le masturbaba después de una buena sesión de lametones. La engullía con ritmo, mirando a su marido de cuando en cuando.

Joaquín la miraba sonriente mientras Ana volvía a cabalgarle sin prisas. “Se da buena maña tu marido ¿eh? Solo la he visto asi de zorrita con Pedro y con Andrew” “es buen amante, le tengo bien enseñado” contestó Ana guiñándole un ojo. Imitando a Rocío, se puso de rodillas frente a Joaquín y engulló su polla con decisión. Más corta que la de Miguel, mucho más que las de Pedro o Andrew, tenía la ventaja de que le cabía entera sin problemas. Tampoco era muy gruesa y era mucho más fácil darle placer con la boca.

Cambiaron de postura de nuevo, acabando ambas parejas en posición misionero una al lado de la otra. Ambos hombres embestían con fuerza y ritmo y ellas tuvieron las dos un orgasmo casi a la vez, momento en que ambos aprovecharon para descansar un momento. Para Rocío era el momento de parar “me encanta, Miguel, te lo juro pero me vas a destrozar, que yo no tengo costumbre y el finde está empezando. Anda, túmbate en el suelo”. Miguel se tumbó boca arriba y ella se acopló encima haciendo un 69, algo que a Ana le pareció también bastante morboso, aunque ella decidió que prefería que Joaquín siguiera penetrándola sin piedad hasta que le anunció que iba a correrse. Entonces ella se puso de rodillas delante de él y engulló su polla hasta que él se vació en su garganta. Rocío y Miguel, por su parte terminaron con un orgasmo simultáneo pocos minutos más tarde.

Recuperando el resuello, decidieron que Roció y Joaquín se quedarían a dormir. Todos estaban muy a gusto y no querían dar por terminado el encuentro.
Ya daba por perdido este relato, lo mejor de aquí con diferencia. Gracias por continuar las aventuras de estos personajes...un placer leerte...
 
Tras un par de años trabajando en una de las principales entidades financieras del país, en diferentes departamentos y diferentes edificios, Miguel y Ana habían construido la vida de apariencia tranquila de cualquier pareja joven de clase media trabajadora. Madrugaban, pasaban la mayor parte del día en la oficina y coincidían en el gimnasio cercano a su casa por las tardes para hacer algo de deporte dos días a la semana. Su vida social, se concentraba en los viernes y sábados por la noche, alguna excursión a la sierra para practicar senderismo y algunos fines de semana al año salían con amigos a alguna casa rural. Todo muy normal, en apariencia.

Sin embargo, su intimidad no era la habitual de una pareja ordinaria. Además de salir a comer o a cenar con amigos a restaurantes, y a casa de otras parejas, en esos encuentros habitualmente había sexo con otras personas. Especialmente en esos fines de semana fuera de Madrid, el objetivo principal era precisamente ese.

Todo se hacía con total discreción y con personas conocidas y de confianza. Un círculo amplio, pero limitado, en el que solo se podía entrar por referencias de otros miembros del círculo, y previa consulta con varios de sus miembros para ratificar las impresiones que tenían sobre las personas a incluir. Era un club selecto con reglas no escritas y un éxito basado precisamente en que había que ganarse la confianza de sus miembros para entrar. De esa forma conseguían filtrar comportamientos no deseados y mantener la discreción.

Por supuesto, Pedro formaba parte del círculo. Lo habían aportado ellos. Era uno de los preferidos de muchas parejas y él estaba encantado del filón que le habían aportado sus amigos: nunca le faltaba una hembra a la que montar delante del marido. Incluso casi había abandonado sus aventuras sexuales en solitario. Andrew, soltero empedernido, también se convirtió en un activo muy apreciado en el colectivo y sobre todo, un habitual de los fines de semana en casas rurales, siempre dispuesto a dar rienda suelta a la fantasía de las mujeres con los hombres de su raza.

Por lo demás, la mayoría eran parejas en busca de intercambios con otras parejas bien puntualmente una noche o durante un fin de semana o incluso compartiendo casa durante las vacaciones de verano en la playa.

A Joaquín y Rocío se los presentó Andrew. Era una pareja de su edad a la que el americano había hecho cumplir la fantasía del hombre negro y que ahora quería probar un intercambio. A Miguel y a Ana les pareció divertido probar, así que se hablaron por teléfono, y quedaron en casa de Miguel y Ana un viernes para cenar y … lo que pudiera surgir.

Sintonizaron bien desde el comienzo y ya durante la cena las bromas y la conversación revelaban una complicidad instantánea. Él era un tipo moreno, muy masculino, atlético, alto, delgado, ex deportista élite que ahora era un empresario de éxito con una cadena de gimnasios que crecía sin parar. Ella, profesora de yoga, era un mujer delgada y atractiva con el pelo corto y pelirrojo y una sonrisa enorme que irradiaba dulzura por en todas sus acciones.

Para la hora de los postres, estaban compartiendo anécdotas sexuales sin tapujos y para cuando se quisieron dar cuenta, estaban besándose Miguel y Rocío en un sofá y Ana y Joaquín en el otro. Se miraban de forma cómplice, observando a la otra pareja mientras paraban un poco sus fogosas caricias para luego seguir unos minutos como si estuviesen solos en el mundo y sus respectivas parejas no estuvieran a metro y medio haciendo lo mismo que ellos.

Miguel y Rocío fueron los que primero empezaron a quitarse ropa. Ella se quitó la blusa confirmando las sospechas que Miguel había tenido desde el principio: no llevaba sujetador. Sus pechos, pequeños y duros, marcaban ahora unos pezones durísimos. El se quitó la camisa y ella empezó a besarle desde el cuello hacia abajo, apretando su pecho contra el suyo. Cuando se quiso dar cuenta estaba desabrochándole el pantalón mientras su lengua dibujaba caligrafías imposibles sobre su vientre. Miró a Ana que les miraba sonriendo con complicidad mientras Joaquín le acariciaba los pechos por encima de la blusa. No tardó en quitársela, como si no quisiera quedarse atrás en la carrera por el placer.

Cuando Ana liberó sus grandes pechos para admiración de Joaquín, Rocío ya estaba con la polla de Miguel en la mano admirándola. “Que grande, me encanta”. Joaquín miraba ahora a su mujer que le mostraba sonriente la polla que pajeaba lentamente y que no tardó en empezar a lamer con delicadeza antes de engullirla poco a poco. A Ana la escena, en vez de darle celos, le excitó. Ver a Miguel siendo objeto de deseo de Rocío le dio mucho morbo y quiso ver qué dotación tenía Joaquín para su disfrute. No tardó mucho en descubrir que era más bien normalito, algo que no solo no le produjo decepción, sino curiosidad. Era algo nuevo y diferente.

Al poco, ya desnudos los cuatro, ambas mujeres cabalgaban a sus parejas rítmicamente, mirándose de cuando en cuando, sin prisas, incluso exhibiéndose una frente a la otra. Para ellos la visión era de lo más morboso. Su mujer cabalgando al otro mientras la mujer ajena les cabalgaba a ellos.

A medida que pasaban los minutos el ritmo e intensidad iban aumentando y en un momento dado, Joaquín agarró a Ana por las caderas y sujetándola sobre su cuerpo, empezó un vaivén rápido que y rítmico que hizo que ella tuviera su primer y sonoro orgasmo mientras observaba los abdominales perfectos de Joaquín entre sus muslos.

A Rocío le dio mucho morbo aquello “que zorra tu mujer, mira como se ha corrido”. Se bajó de encima de Miguel y poniéndose a 4 en el sofá a su lado “dame asi que yo también quiero correrme”. Miguel obedeció y empezó a follarla con ganas y a gran ritmo mientras ella gemía sin parar “no pares, no pares, así, fuerte, sigue, Dios que rico siiii” hasta que tuvo un orgasmo tremendo que le hizo perder fuerza en los brazos y acabó dejándola temblorosa, boca abajo en el sofá ahogando sus gemidos contra la tapicería. “Siiii, joder que bueno” Se recompuso al cabo de un minuto y girándose se plantó sentada delante del miembro duro de Miguel y empezó a chuparlo con pasión. “me encanta tu polla” le dijo mirándole a los ojos mientras le masturbaba después de una buena sesión de lametones. La engullía con ritmo, mirando a su marido de cuando en cuando.

Joaquín la miraba sonriente mientras Ana volvía a cabalgarle sin prisas. “Se da buena maña tu marido ¿eh? Solo la he visto asi de zorrita con Pedro y con Andrew” “es buen amante, le tengo bien enseñado” contestó Ana guiñándole un ojo. Imitando a Rocío, se puso de rodillas frente a Joaquín y engulló su polla con decisión. Más corta que la de Miguel, mucho más que las de Pedro o Andrew, tenía la ventaja de que le cabía entera sin problemas. Tampoco era muy gruesa y era mucho más fácil darle placer con la boca.

Cambiaron de postura de nuevo, acabando ambas parejas en posición misionero una al lado de la otra. Ambos hombres embestían con fuerza y ritmo y ellas tuvieron las dos un orgasmo casi a la vez, momento en que ambos aprovecharon para descansar un momento. Para Rocío era el momento de parar “me encanta, Miguel, te lo juro pero me vas a destrozar, que yo no tengo costumbre y el finde está empezando. Anda, túmbate en el suelo”. Miguel se tumbó boca arriba y ella se acopló encima haciendo un 69, algo que a Ana le pareció también bastante morboso, aunque ella decidió que prefería que Joaquín siguiera penetrándola sin piedad hasta que le anunció que iba a correrse. Entonces ella se puso de rodillas delante de él y engulló su polla hasta que él se vació en su garganta. Rocío y Miguel, por su parte terminaron con un orgasmo simultáneo pocos minutos más tarde.

Recuperando el resuello, decidieron que Roció y Joaquín se quedarían a dormir. Todos estaban muy a gusto y no querían dar por terminado el encuentro.

A ver si tenemos suerte y el maestro Slibera continua con este gran relato que nos tiene anonadados
 
Feliz navidad a todos

A mediados de junio, Martina se gradúa en la escuela de cocina con honores. Para la ceremonia, a la que asiste Andrés junto con Miguel y Ana, Martina se ha comprado un vestido veraniego estampado que le queda como un guante. Realza su figura y sus curvas, ahora más proporcionadas tras haber cambiado sus pautas de alimentación y haber aprendido a hacer ejercicio con regularidad. De ese aspecto de antigua belleza juvenil con sobrepeso y ropa chabacana del mercadillo que trajo a Madrid, ha pasado a un cuerpo más tonificado sin perder sus sugerentes curvas. La mano de Ana se ha notado mucho en su vestuario, más refinado y que exalta su feminidad con elegancia, sugiriendo sin enseñar e invitando a la imaginación.

Tras la entrega de diplomas, Miguel les invita a cenar en lujoso restaurante ajardinado en el Pardo, a las afueras de Madrid. Con el paso de los meses, la tensión que le provocaba a Andrés estar con sus jefes se ha ido disipando. Ha comprendido que su futuro en La Salceda depende únicamente de que ni él ni Martina metan la pata, ya que la confianza que les demuestran los dueños de la finca es máxima. Gracias a eso, esos encuentros son cada vez más relajados, aunque Andrés le insiste a Martina que, aquellos no dejan de ser sus jefes y que, por muy a gusto que se encuentren con ellos, conviene mantener una prudente distancia, por lo que pueda pasar en el futuro. “A un jefe se le puede decir que no. A un amigo es más complicado”.

Los cuatro se sientan en una mesa redonda, bajo una pérgola vegetal y con una iluminación indirecta muy sofisticada. Ana, que desde que han llegado parece encontrarse en su salsa, no para de mirar detalles y comentar “esto lo voy a copiar para la terraza de La Salceda”.

Empiezan la celebración con un cava y unos entrantes de pescado y marisco deliciosos. El espumoso hace pronto su efecto y en seguida empiezan a bromear sobre la ceremonia y el aspecto de alguno de los asistentes. Para cuando les sirven el plato principal, el ambiente está ya muy distendido e incluso Andrés parece haberse relajado tras conseguir superar el desafío que para él supone comer gambas en un sitio de tanto postín sin mancharse él, sin ensuciar toda la mesa ni liar ninguna con las salsas.

Finalmente, les sirven un refrescante sorbete de limón al cava, con el que cierran le cena, y que todos empiezan a consumir lentamente. Martina se dirige a Ana mientras remueve la pajita en la copa con una cara llena de curiosidad e inocencia. “Bueno Ana, ya he terminado el curso ¿y ahora qué?” Ana la mira primero con su cálida sonrisa, que poco a poco se transforma en un gesto más serio mientras hace una pausa que a Andrés se le hace eterna. Se teme que vengan ahora malas noticias. “Como sabéis, las obras de la Casa Grande han durado más de lo previsto. Aunque están casi acabadas, queda por hacer toda la decoración y los jardines. Por desgracia, hasta septiembre no vamos a poder abrir. Hemos pensado que de todas formas este período de tiempo puede venir bien para completar tu formación. Ahora estás en condiciones de manejar todo el tema de comidas como una profesional, pero me gustaría que aprendieses como dirigir a la gente que se ocupará de recepción, de conserjería, de mantenimiento, de las habitaciones, limpieza etc. Ahora te va a sonar a mucho, pero al final no es tanto, porque estamos hablando de 8 habitaciones nada más, así que estarás dirigiendo probablemente a 3 o 4 personas y quiero que aprendas a hacerlo. Por eso, quiero proponerte que pases los meses de julio y agosto trabajando en un hotel de unos amigos nuestros. Es un hotel pequeño, de 10 habitaciones que está en Ibiza. Se parece mucho a la Salceda por el tamaño y el tipo de público que lo frecuenta. La encargada que lo lleva, tiene que ocuparse de cuidar temporalmente a su madre y le va a llevar muchas horas. No te preocupes, porque te echará una mano en todo y va a estar contigo todos los días para enseñarte y ayudar. Vas a aprender haciendo el trabajo. Y por supuesto, esto es un trabajo remunerado y te pagarán lo que corresponde. No nos olvidamos de ti Andrés. Te pagaremos nosotros un billete de avión para ir a pasar dos o tres días en Ibiza cada dos semanas. Es decir, que el plan también tiene un poquito de vacaciones para vosotros dos junto al mar ¿qué os parece?”

Andrés se queda callado, pensativo. Se ha quedado de todo el discurso con tres ideas clavadas que le preocupan. La primera, “avión”, porque no se ha subido a uno en su vida. La segunda “mar”. No lo ha visto en su vida. Y le apetece. La tercera sin embargo es la que más le preocupa: “el tipo de público” que frecuenta el hotel…. Vamos que es un follódromo como el que quieren montar en la finca… y ¿Martina va a pasarse el verano allí sola rodeada de esa gente? La idea no le gusta nada y empieza a moverse en la silla incómodo, pensando como decir que no de la manera más educada posible. “Mira que se lo tengo dicho, mejor con distancia, a un amigo no le puedes decir que no, a un jefe si”.

De repente Martina interrumpe su monólogo interior con una frase que en su cabeza suena como un cañonazo “¡que divertido! Me encanta la idea, muchas gracias, Ana. ¿no te hace mucha ilusión Andrés? ¡ que nos vamos a ir a Ibiza como los influencers y los futbolistas!”

Andrés sonríe intentando no parecer imbécil “Si, que ilusión Martina”. Por dentro piensa “joder que putada más grande, encima en verano que tengo mucha faena en la finca”.

Ana vuelve a recuperar un rostro de tranquilidad tras el momento vivido. “Uf, menos mal que os ha gustado la idea, la verdad, es que me preocupaba que no os gustase”. “Al contrario, Ana, es una oportunidad magnífica” responde Martina con una cara de alegría propia de una chiquilla, mientras Andrés aplaude con sus manos rudas de labrador colocadas delante de su cara para disimular lo falso de su sonrisa.

A partir de ese momento, Andrés ya no recuerda nada del resto de conversaciones de la noche: Está presente, pero no participa. Solo mueve la cabeza con gestos de asentimiento, resoplidos como de aprobación… para parecer que participa de la charla. En su cabeza, no deja de darle vueltas a la idea de su mujer sola en Ibiza en un hotel lleno de gente follando como conejos.

“Tenías que haberme consultado antes, Martina”, le reprocha mientras se preparan para acostarse en la última noche en la casita de invitados del chalet de Miguel y Ana. Ana se acaba de abrir la cremallera del vestido y ahora lo deja caer al suelo mientras se queda parada mirándole enojada “Anda, que pasa ¿tienes que darme tu la aprobación para que siga aprendiendo?” Andrés la mira en silencio, admirando su belleza. “Joder, cada día está más buena la cabrona” “no es eso, Martina, que tu sigas aprendiendo me parece bien, pero es que el hotel ese ….” “¿Qué le pasa el hotel ese?” “Coño pues que es un follódromo, me voy a morir de celos pensando en todos los que te van a entrar”. Martina se quita ahora el sujetador antes de volver a mirarle, esta vez con los brazos en jarras en la cintura, a la altura de las tiras del tanga. Andrés no para de mirar sus pechos que a medida que reciben el frescor del aire acondicionado han empezado a endurecerse “Vamos a ver maridito ¿tu has pensado lo que estás diciendo? Porque me da a mí que no….” “Martina…” “Ni Martina ni Martino… ¿qué tipo de hotel van a montar en la Salceda? A ver….explícamelo” “Pues un follódromo” “Entoces ¿qué coño le pasa al hotel de Ibiza?” “Joder, que si, que es lo mismo, pero en La Salceda como se pase uno contigo primero lo veo lo reviento con la escopeta y en Ibiza ni me entero ni puedo meter la escopeta en el avión”.

Martina, se queda seria, mirándole. Los brazos en jarras, desafiantes. La caricia del aire fresco que sale de la rejilla de la pared le ha puesto los pezones duros, coronando una areola prominente y llena de relieve que destaca muy oscura sobre su piel pálida. Los ojos de Andrés, que percibe la dureza de la mirada de Martina, bajan hacia sus pechos, donde además de proporcionarle una tregua de la mirada de ella, empiezan a proporcionarle una excitación creciente.

“Tu eres tonto Andrés. Pero tonto perdido. Mira que voy a descubrir a estas alturas que me casé con el tonto del pueblo ¿no te das cuenta de que si yo quiero follarme a uno, a tres o a veinte me los voy a follar igual en Ibiza, en Madrid o en Talavera de la Reina…. que ya puestos, nos pilla más a mano del pueblo”.

Lo mira fijamente y empieza a dibujar una sonrisa en su rostro que en menos de un minuto se transforma en una risa contenida que hace temblar todo su cuerpo, especialmente su generoso pecho.

Andrés está totalmente confuso mirándola, sin saber que hacer. La incipiente excitación, desaparecida por completo. Martina sigue mirándole a los ojos, consciente de la confusión que ha generado en él. Siente que controla la situación. Que tiene la iniciativa y eso la hace sentirse poderosa.

“que ¿te da miedo que te eche de menos y busque sexo con otro?”
“Si”
“Y ¿porque iba a hacer eso?
“Te tengo mal acostumbrada”
“¿a que?”
“a follar mucho y bien”
“¿Ah si? Anda torete, desnúdate y demuéstramelo, que hace mucho y ya no me acuerdo”

Andrés se desnuda lo más rápido que puede y se tumba en la cama. Ella le mira con una sonrisa pícara mientras se desviste y cuando lo ve tumbado boca. Se desprende del tanga y gatea por la cama hasta colocar su generoso pecho sobre la polla fofa de Andrés. Se inclina lentamente hasta rozarla levemente con su pecho izquierdo. La reacción no se hace esperar y el miembro cobra vida y empieza a crecer lentamente. Martina sonríe satisfecha y se desplaza hacia la mesilla de noche para coger un bote de crema hidratante. De rodillas, entre las piernas abiertas de su marido tumbado, se echa una abundante cantidad lentamente, mientras le mira a la cara. Se la unta por todo su pecho, especialmente entre ambos y no para hasta que los deja pringosos y brillantes. Después, se inclina hacia delante y empieza a frotárselos contra la polla de Andrés, que rápidamente se endurece. El contacto de la crema fresca, el aire acondicionado y el roce con la polla mantienen sus pezones duros, prominentes y extraordinariamente sensibles.

Martina, ya satisfecha de ver la erección de su marido se pone de rodillas e inclinada hacia delante junta sus pechos hasta envolver por ambos lados el sexo de él y empieza a masturbarlo lentamente.

“Joder que rico Martina, hacía mucho que no me hacías una cubana”
“Calla torete y disfruta”

Sin prisa, reponiendo crema hidratante cada cierto tiempo, el masaje se intensifica y suaviza a voluntad de Martina, que en función de las reacciones de Andrés, va dosificando la intensidad para prolongar el placer de su hombre hasta que nota que ya es un camino sin vuelta atrás. Las contracciones de su polla, el jadeo, los sonidos que emite y el ritmo de su respiración anuncian su orgasmo imparable. Ella junta sus tetas con fuerza alrededor de su polla e intensifica el ritmo mirando como el capullo aparece y desaparece entre ambas. De pronto nota un chorro de semen caliente entre sus pechos y con la lubricación adicional, al emerger por el canalillo la polla de Andrés, lanza al aire otro chorro de semen, que además de regar el canalillo mancha la barbilla y el cuello de Martina mientras él gime y gruñe de placer. La estimulación de Martina se mantiene unos segundos más hasta que la polla de él deja de manar tras haber dejado un buen surtido de pegotes blancos y espesos en las tetas de ella.

Entonces Martina gatea hasta colocar sus rodillas a ambos lados de la cabeza de Andrés y planta su vagina húmeda en la boca de su marido. Andrés saca la lengua de inmediato y empieza a lamer con fuerza su clítoris buscando complacerla, pero es Martina la que empieza a frotase contra su boca con todas sus fuerzas mientras se agarra al cabecero de la cama emitiendo gemidos constantes y a ritmo creciente. A Andrés apenas le da tiempo a alcanzar a subir sus manos para tocarle sus pechos, untándolos con los restos de crema hidratante y su propio semen, cuando Martina estalla en un orgasmo intenso que le dura casi un minuto y que sacude todo su cuerpo hasta hacerla temblar.

Agotada, se derrumba tumbada de costado junto a su marido y tras besarlo con pasión le confiesa con una sonrisa “Me excita tanto cuando te pones celoso torete… creo que voy a tener que aprovechar este descubrimiento”.
 
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