hemos quedado para otra cosa

MJ33

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2 Sep 2025
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Tras un tiempo en el que los mensajes descendieron, pero no el interés, pensé: ahora es tan buen momento como otro cualquiera para quedar. Apenas unos breves mensajes para retomar el contacto y las ganas. Siempre me ha gustado interpretar a la gente, ver como reaccionan, como miran, como sonríen. Es sorprendente como ante los mismos estímulos varía nuestra reacción.

Habíamos puesto todas las cartas sobre la mesa, íbamos a despejar nuestra agenda siempre que fuera posible para que los encuentros se repitieran, ya no era cuestión de quedar solo una vez, sino de ir perfeccionando y sincronizar nuestros ritmos.

Nos encontramos y saludamos como se encuentran dos amigos, pero esa barrera ya estaba superada. Nos escaneamos de arriba a abajo, ya no había nervios solo la antesala del placer. Nos registramos y entramos con decisión en el ascensor, un ascensor que prometía besos húmedos, roces obscenos, pero que subió demasiado rápido.

Abrimos la puerta de la habitación, y ahí sí, dejamos las cosas por el suelo. Toda la contención que habíamos guardado en la recepción del hotel para no parecer dos amantes desesperados, salieron por todos los poros de nuestra piel. Una ducha, tonteo y de pleno a la acción.

¿Sabes cuando alguien te mira y parece que te lee por dentro? Me transmitía todas sus ansias, ganas y anhelos en ese beso. Nos sujetamos mutuamente del rostro, no queríamos despegarnos ni un solo milímetro. Hacía tiempo que había perdido el pudor de mostrarme desnuda, no por como podían escrutarme los demás sino porque yo hacía tiempo que había dejado de juzgarme, y solo disfrutarme.

Me gustaba como sus manos volvían a descubrir mis curvas, mis líneas, me recorrían de arriba a abajo. Me giró y me pegó junto a él, su aliento en mi nuca, en mi cuello, su saliva recorriendo la distancia entre mi oreja y mi hombro, hizo estremecer la piel de todo mi cuerpo. Una mano aprisionaba mi pecho y la otra iba rumbo al sur, buscando descubrir de primera mano la excitación que se estaba creando en mi interior.

Así que hice que se tumbara en la cama, comencé a saborearlo lento, muy muy despacio. Me arrodillé en la cama justo encima, sobre su pierna, me deslizaba por su cuerpo dejando un rastro de besos y lametones por su cuerpo, y con cada movimiento mi sexo estaba más y más húmedo y le mostrando lo excitada que estaba.

Cuando dos personas son dominantes en la cama, alguna tiene que ceder el control. Lo hice, él lo necesitaba más que yo.

Dejé que asumiera todo lo que ocurriría a partir de ese momento, sabiendo que solo podía sucederme algo bueno y delicioso.

Él me tomó con una fuerza contenida, la clase de fuerza que no pide permiso, pero que sabe escuchar cada uno de mis gestos. Me hizo suya con un ritmo firme, profundo, cada embestida arrancándome un gemido más alto, más urgente, como si quisiera arrancar de mí todo lo que había guardado durante tanto tiempo.

Sentía su piel ardiendo contra la mía, sus labios recorriendo cada rincón de mi cuerpo mientras sus manos me mantenían rendida y entregada. El vaivén era un choque de deseos, un pulso entre dos que no querían ceder, hasta que el placer nos obligó a rendirnos.

Mis uñas se clavaban en su espalda, mi cuerpo arqueado buscaba más, mucho más. Y cuando el clímax me atravesó, fue como un estallido que me quebró desde dentro, un temblor que me hizo perder la noción de dónde terminaba yo y empezaba él.

Él me siguió segundos después, su explosión fue brutal, caliente, desbordante, llenándonos a los dos de un placer animal que nos dejó sin aliento. Nos quedamos entrelazados, temblando, jadeando, incapaces de separarnos todavía, como si nuestros cuerpos se resistieran a aceptar que la tormenta había pasado.

En ese silencio cargado de sudor y sonrisas, entendí que lo nuestro no era un simple encuentro: era una chispa que siempre buscaría encenderse de nuevo, sin importar cuándo ni dónde.

Me tumbé sobre él, todavía con esa mezcla de juego y deseo que hacía imposible soltarme. Lo miraba fijamente mientras mis manos recorrían mi propio cuerpo, sabiendo lo mucho que le excitaba verme disfrutar. Esa complicidad era gasolina en un fuego que ya ardía con demasiada fuerza.

Él se dejó caer en la cama, con los ojos fijos en mí, acariciándose también, sincronizando sus movimientos con los míos. Sentía que la habitación entera temblaba con ese vaivén compartido, con los jadeos que se mezclaban en un mismo eco.

No pude resistirme más y me incliné hacia él. Fui recorriendo cada línea de su piel con mi boca, bajando lentamente, saboreando su reacción, alargando la espera hasta el límite. Sus manos se enredaron en mi cabello, un gesto que no era una orden, sino un recordatorio de que en ese instante me quería toda para él.

Entonces cambió el juego. Con una fuerza repentina me tomó entre sus brazos y me colocó bajo su cuerpo. Ya no había espacio para la calma: los besos eran torpes, urgentes, cargados de hambre. El roce de nuestras pieles era una batalla de deseo donde nadie quería ceder.

Y así empezó lo inevitable: un ritmo frenético, profundo, sin pausas, como si cada embestida buscara arrancar un grito, un temblor, una rendición. Mis uñas se clavaban en su espalda, mi cuerpo se arqueaba pidiendo más, siempre más.

El clímax llegó como una ola brutal, un estallido compartido que nos sacudió al mismo tiempo. Jadeos, gemidos, el sudor resbalando, los cuerpos aún aferrados como si no quisieran soltarse. Nos dejamos caer exhaustos, pero con la certeza de que aquello no había sido un final, sino el principio de algo que siempre querríamos repetir.

necesito mucho mas duro....
 
Tras un tiempo en el que los mensajes descendieron, pero no el interés, pensé: ahora es tan buen momento como otro cualquiera para quedar. Apenas unos breves mensajes para retomar el contacto y las ganas. Siempre me ha gustado interpretar a la gente, ver como reaccionan, como miran, como sonríen. Es sorprendente como ante los mismos estímulos varía nuestra reacción.

Habíamos puesto todas las cartas sobre la mesa, íbamos a despejar nuestra agenda siempre que fuera posible para que los encuentros se repitieran, ya no era cuestión de quedar solo una vez, sino de ir perfeccionando y sincronizar nuestros ritmos.

Nos encontramos y saludamos como se encuentran dos amigos, pero esa barrera ya estaba superada. Nos escaneamos de arriba a abajo, ya no había nervios solo la antesala del placer. Nos registramos y entramos con decisión en el ascensor, un ascensor que prometía besos húmedos, roces obscenos, pero que subió demasiado rápido.

Abrimos la puerta de la habitación, y ahí sí, dejamos las cosas por el suelo. Toda la contención que habíamos guardado en la recepción del hotel para no parecer dos amantes desesperados, salieron por todos los poros de nuestra piel. Una ducha, tonteo y de pleno a la acción.

¿Sabes cuando alguien te mira y parece que te lee por dentro? Me transmitía todas sus ansias, ganas y anhelos en ese beso. Nos sujetamos mutuamente del rostro, no queríamos despegarnos ni un solo milímetro. Hacía tiempo que había perdido el pudor de mostrarme desnuda, no por como podían escrutarme los demás sino porque yo hacía tiempo que había dejado de juzgarme, y solo disfrutarme.

Me gustaba como sus manos volvían a descubrir mis curvas, mis líneas, me recorrían de arriba a abajo. Me giró y me pegó junto a él, su aliento en mi nuca, en mi cuello, su saliva recorriendo la distancia entre mi oreja y mi hombro, hizo estremecer la piel de todo mi cuerpo. Una mano aprisionaba mi pecho y la otra iba rumbo al sur, buscando descubrir de primera mano la excitación que se estaba creando en mi interior.

Así que hice que se tumbara en la cama, comencé a saborearlo lento, muy muy despacio. Me arrodillé en la cama justo encima, sobre su pierna, me deslizaba por su cuerpo dejando un rastro de besos y lametones por su cuerpo, y con cada movimiento mi sexo estaba más y más húmedo y le mostrando lo excitada que estaba.

Cuando dos personas son dominantes en la cama, alguna tiene que ceder el control. Lo hice, él lo necesitaba más que yo.

Dejé que asumiera todo lo que ocurriría a partir de ese momento, sabiendo que solo podía sucederme algo bueno y delicioso.

Él me tomó con una fuerza contenida, la clase de fuerza que no pide permiso, pero que sabe escuchar cada uno de mis gestos. Me hizo suya con un ritmo firme, profundo, cada embestida arrancándome un gemido más alto, más urgente, como si quisiera arrancar de mí todo lo que había guardado durante tanto tiempo.

Sentía su piel ardiendo contra la mía, sus labios recorriendo cada rincón de mi cuerpo mientras sus manos me mantenían rendida y entregada. El vaivén era un choque de deseos, un pulso entre dos que no querían ceder, hasta que el placer nos obligó a rendirnos.

Mis uñas se clavaban en su espalda, mi cuerpo arqueado buscaba más, mucho más. Y cuando el clímax me atravesó, fue como un estallido que me quebró desde dentro, un temblor que me hizo perder la noción de dónde terminaba yo y empezaba él.

Él me siguió segundos después, su explosión fue brutal, caliente, desbordante, llenándonos a los dos de un placer animal que nos dejó sin aliento. Nos quedamos entrelazados, temblando, jadeando, incapaces de separarnos todavía, como si nuestros cuerpos se resistieran a aceptar que la tormenta había pasado.

En ese silencio cargado de sudor y sonrisas, entendí que lo nuestro no era un simple encuentro: era una chispa que siempre buscaría encenderse de nuevo, sin importar cuándo ni dónde.

Me tumbé sobre él, todavía con esa mezcla de juego y deseo que hacía imposible soltarme. Lo miraba fijamente mientras mis manos recorrían mi propio cuerpo, sabiendo lo mucho que le excitaba verme disfrutar. Esa complicidad era gasolina en un fuego que ya ardía con demasiada fuerza.

Él se dejó caer en la cama, con los ojos fijos en mí, acariciándose también, sincronizando sus movimientos con los míos. Sentía que la habitación entera temblaba con ese vaivén compartido, con los jadeos que se mezclaban en un mismo eco.

No pude resistirme más y me incliné hacia él. Fui recorriendo cada línea de su piel con mi boca, bajando lentamente, saboreando su reacción, alargando la espera hasta el límite. Sus manos se enredaron en mi cabello, un gesto que no era una orden, sino un recordatorio de que en ese instante me quería toda para él.

Entonces cambió el juego. Con una fuerza repentina me tomó entre sus brazos y me colocó bajo su cuerpo. Ya no había espacio para la calma: los besos eran torpes, urgentes, cargados de hambre. El roce de nuestras pieles era una batalla de deseo donde nadie quería ceder.

Y así empezó lo inevitable: un ritmo frenético, profundo, sin pausas, como si cada embestida buscara arrancar un grito, un temblor, una rendición. Mis uñas se clavaban en su espalda, mi cuerpo se arqueaba pidiendo más, siempre más.

El clímax llegó como una ola brutal, un estallido compartido que nos sacudió al mismo tiempo. Jadeos, gemidos, el sudor resbalando, los cuerpos aún aferrados como si no quisieran soltarse. Nos dejamos caer exhaustos, pero con la certeza de que aquello no había sido un final, sino el principio de algo que siempre querríamos repetir.

necesito mucho mas duro....
Te felicito por como detallas y describes las situaciones, espero y deseo leer mas cosas tuyas
 
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2 cuando se hizo pasar por repartidor

Llegó a casa como cada tarde, dejando el bolso caer en el sofá con un golpe seco. Se quitó los tacones de un tirón, suspirando de alivio, y caminó descalza hasta la cocina. No necesitaba pensarlo demasiado: la ropa interior la incomodaba, la estorbaba. Se la quitó, dejándola tirada en el suelo, y se quedó solo con una camiseta ancha de tirantes que apenas le cubría la mitad del culo. La tela rozaba la piel desnuda de sus muslos y le arrancaba una sonrisa cómplice. Le gustaba sentirse así, ligera, desinhibida, con un secreto bajo la ropa.

Sabía que esperaba un paquete, pero no tenía prisa. Se sirvió un vaso de agua y dejó que el silencio de la casa la envolviera. Hasta que el timbre sonó.

Fue un zumbido corto, pero cargado de promesas. Abrió la puerta y allí estaba él: el repartidor. Sostenía la caja, pero no podía sostenerle la mirada. Sus ojos bajaron instintivamente hacia sus piernas, hacia esa camiseta demasiado corta, hacia la naturalidad obscena con la que lo recibía.

—Necesito que firme aquí —dijo él, intentando mantener la voz firme, aunque sonaba más grave de lo habitual.

Ella tomó el bolígrafo. Al rozar sus dedos, el contacto fue mínimo, pero bastó para que el aire se volviera espeso. Ninguno se retiró. Los ojos se encontraron, brillando con una tensión peligrosa.

Un segundo después, ya se estaban besando. El golpe de las bocas fue urgente, hambriento, casi torpe. Ella lo empujó hacia dentro, cerró la puerta de un golpe, y lo arrastró hasta la mesa del comedor.

El golpe de su cuerpo contra la madera retumbó. La camiseta se levantó hasta la cadera, revelando lo que ya no llevaba debajo. Él le sujetaba los muslos con fuerza, la camiseta arrugada entre sus manos, mientras la besaba como si se la quisiera tragar. Ella abrió las piernas con descaro, riendo entre gemidos, provocándolo con cada movimiento.

Los vasos temblaron sobre la mesa hasta caer y romperse en el suelo, pero a ninguno le importó. El sonido de sus cuerpos chocando contra la madera se mezclaba con el eco de sus jadeos. Ella lo mordía en el cuello, dejándole marcas rojas, y él le apretaba la cintura como si quisiera fundirla contra la mesa.

—Desde la primera vez que escuché tu voz supe que ibas a hacerme esto —le gruñó él entre besos y respiraciones descontroladas—. Mírate… medio desnuda, provocándome.

Ella soltó una carcajada rota, mordiéndole el labio.

—Pues hazlo. Dámelo todo. Quiero que mañana no pueda ni caminar sin acordarme de ti.

El deseo era insoportable. Él la levantó en brazos, sin dejar de devorarla, y la llevó hasta la cocina. En el camino ella lo arañaba, le arrancaba la camisa, lo empujaba contra la pared riéndose como una loca.

La dejó caer sobre el banco de mármol. El frío la hizo gritar, un gemido mezcla de sorpresa y excitación. Ella abrió los brazos y se aferró a los bordes, jadeando.

—Más fuerte —le ordenó, con voz ronca y sucia—. No pares.

Él la sujetó con brutalidad, pegando su cuerpo contra el de ella. La besaba, la mordía, la respiraba como si no pudiera llenarse. Sus manos recorrían cada curva, cada rincón, reclamándola. Ella respondía con frases obscenas, con provocaciones que lo enloquecían.

—Eres mía —le susurró él al oído, apretando con furia—. Y vas a romperte aquí, mirándome.

Ella lo miró. No apartó la vista, con lágrimas de placer acumulándose en las pestañas, con la boca abierta en un grito ahogado.

—Sí… —jadeó—. Rómpeme, hazme tuya.

El banco crujía con cada embestida de deseo. La cocina vibraba con el ruido de sus cuerpos, de sus gemidos, de insultos convertidos en súplicas. El aire estaba saturado de sudor, saliva, sexo. Ella se arqueaba, clavándole las uñas en la espalda, riéndose y gritando al mismo tiempo.

El clímax llegó como una explosión. Ella gritó su nombre, se quebró bajo sus manos, temblando con violencia, dejándose caer sobre el mármol helado. Él la siguió, jadeando contra su boca, descargando con la misma furia con la que la había poseído, hasta quedarse sin aire, hundido en ella, con el pecho golpeando el suyo en un mismo ritmo frenético.

El silencio posterior fue brutal. Solo quedaba su respiración agitada, el sudor resbalando por la piel, el olor denso impregnando cada rincón. Ella sonrió, con la camiseta hecha jirones pegada al cuerpo, el pelo desordenado y la piel marcada de arañazos.

—Vas a tener que traerme más paquetes —susurró con voz rota, pero cargada de malicia.

Él rió, todavía apoyado en su cuello, con una sonrisa sucia en los labios.

—Créeme… —murmuró—. No pienso dejar de entregarte nada.

Y ahí quedaron, sobre el banco frío convertido en altar de su exceso, con los labios hinchados, los cuerpos exhaustos y la certeza
necesito cosas mas duras


 
2 cuando se hizo pasar por repartidor

Llegó a casa como cada tarde, dejando el bolso caer en el sofá con un golpe seco. Se quitó los tacones de un tirón, suspirando de alivio, y caminó descalza hasta la cocina. No necesitaba pensarlo demasiado: la ropa interior la incomodaba, la estorbaba. Se la quitó, dejándola tirada en el suelo, y se quedó solo con una camiseta ancha de tirantes que apenas le cubría la mitad del culo. La tela rozaba la piel desnuda de sus muslos y le arrancaba una sonrisa cómplice. Le gustaba sentirse así, ligera, desinhibida, con un secreto bajo la ropa.

Sabía que esperaba un paquete, pero no tenía prisa. Se sirvió un vaso de agua y dejó que el silencio de la casa la envolviera. Hasta que el timbre sonó.

Fue un zumbido corto, pero cargado de promesas. Abrió la puerta y allí estaba él: el repartidor. Sostenía la caja, pero no podía sostenerle la mirada. Sus ojos bajaron instintivamente hacia sus piernas, hacia esa camiseta demasiado corta, hacia la naturalidad obscena con la que lo recibía.

—Necesito que firme aquí —dijo él, intentando mantener la voz firme, aunque sonaba más grave de lo habitual.

Ella tomó el bolígrafo. Al rozar sus dedos, el contacto fue mínimo, pero bastó para que el aire se volviera espeso. Ninguno se retiró. Los ojos se encontraron, brillando con una tensión peligrosa.

Un segundo después, ya se estaban besando. El golpe de las bocas fue urgente, hambriento, casi torpe. Ella lo empujó hacia dentro, cerró la puerta de un golpe, y lo arrastró hasta la mesa del comedor.

El golpe de su cuerpo contra la madera retumbó. La camiseta se levantó hasta la cadera, revelando lo que ya no llevaba debajo. Él le sujetaba los muslos con fuerza, la camiseta arrugada entre sus manos, mientras la besaba como si se la quisiera tragar. Ella abrió las piernas con descaro, riendo entre gemidos, provocándolo con cada movimiento.

Los vasos temblaron sobre la mesa hasta caer y romperse en el suelo, pero a ninguno le importó. El sonido de sus cuerpos chocando contra la madera se mezclaba con el eco de sus jadeos. Ella lo mordía en el cuello, dejándole marcas rojas, y él le apretaba la cintura como si quisiera fundirla contra la mesa.

—Desde la primera vez que escuché tu voz supe que ibas a hacerme esto —le gruñó él entre besos y respiraciones descontroladas—. Mírate… medio desnuda, provocándome.

Ella soltó una carcajada rota, mordiéndole el labio.

—Pues hazlo. Dámelo todo. Quiero que mañana no pueda ni caminar sin acordarme de ti.

El deseo era insoportable. Él la levantó en brazos, sin dejar de devorarla, y la llevó hasta la cocina. En el camino ella lo arañaba, le arrancaba la camisa, lo empujaba contra la pared riéndose como una loca.

La dejó caer sobre el banco de mármol. El frío la hizo gritar, un gemido mezcla de sorpresa y excitación. Ella abrió los brazos y se aferró a los bordes, jadeando.

—Más fuerte —le ordenó, con voz ronca y sucia—. No pares.

Él la sujetó con brutalidad, pegando su cuerpo contra el de ella. La besaba, la mordía, la respiraba como si no pudiera llenarse. Sus manos recorrían cada curva, cada rincón, reclamándola. Ella respondía con frases obscenas, con provocaciones que lo enloquecían.

—Eres mía —le susurró él al oído, apretando con furia—. Y vas a romperte aquí, mirándome.

Ella lo miró. No apartó la vista, con lágrimas de placer acumulándose en las pestañas, con la boca abierta en un grito ahogado.

—Sí… —jadeó—. Rómpeme, hazme tuya.

El banco crujía con cada embestida de deseo. La cocina vibraba con el ruido de sus cuerpos, de sus gemidos, de insultos convertidos en súplicas. El aire estaba saturado de sudor, saliva, sexo. Ella se arqueaba, clavándole las uñas en la espalda, riéndose y gritando al mismo tiempo.

El clímax llegó como una explosión. Ella gritó su nombre, se quebró bajo sus manos, temblando con violencia, dejándose caer sobre el mármol helado. Él la siguió, jadeando contra su boca, descargando con la misma furia con la que la había poseído, hasta quedarse sin aire, hundido en ella, con el pecho golpeando el suyo en un mismo ritmo frenético.

El silencio posterior fue brutal. Solo quedaba su respiración agitada, el sudor resbalando por la piel, el olor denso impregnando cada rincón. Ella sonrió, con la camiseta hecha jirones pegada al cuerpo, el pelo desordenado y la piel marcada de arañazos.

—Vas a tener que traerme más paquetes —susurró con voz rota, pero cargada de malicia.

Él rió, todavía apoyado en su cuello, con una sonrisa sucia en los labios.

—Créeme… —murmuró—. No pienso dejar de entregarte nada.

Y ahí quedaron, sobre el banco frío convertido en altar de su exceso, con los labios hinchados, los cuerpos exhaustos y la certeza
necesito cosas mas duras


Magnifico
 
guaarra ypor primera vez

Era noviembre, hacia algo de calor, estaba en la cama con mi novio, mientras el jugaba jueguitos en su celular, yo hablaba con un chico que había conocido en una app de citas, por mas que con mi novio siempre dijimos que nuestra pareja era abierta y hablaba con varios hombres nunca había pasado nada mas que unos chats calientes, unas fotos y unos videos.

Su nombre era Diego, el tenia 28 años, también tenia pareja, Sofia, una chica muy hermosa de 27 años, ellos también disfrutaban de tener su pareja abierta y hacer encuentros con otras personas.

- Hola Romi, como él me decía. - Estuve hablando con Sofi y tenemos muchas ganas de encontrarnos con vos, ¿Qué dices te animas esta vez?, tenemos el sábado a la tarde para juntarnos.

Quede un poco sorprendida por el mensaje y se lo mostré a mi novio.

- ¿Te acuerdas que te conté de Diego y Sofía? me mandaron esto, y le mostré el mensaje.

El lo leyó atentamente, y con una sonrisa de oreja a oreja me respondió.

- Si no vas tu, deciles que voy yo.

- Vos decís, le pregunté como pidiendo permiso.

- Claro amor, ya los conocemos. Habíamos tenido una salida de pareja juntos los 4, y hacía mas de 3 meses que hablábamos día por medio.

- Anímate seguro la pasas bien, después me cuentas como fue todo y la paso bien yo. Si mi novio es el tipo mas morboso que existe.

No lo pensé mucho, le confirme a Diego que estaba dispuesta, arreglamos el encuentro para el sábado, pase varios días preguntándome si estaba bien pero entre tanto y tanto se hizo sábado y ahí estaba yo en casa esperando a que Fabricio me levantara.

- Uy que hermosa estas, me dijo mi novio, yo traía una camisa blanca por dentro de mi pollera a cuadros, había elegido ese look porque Diego siempre me trataba de colegiala por la diferencia de edad. - A ver que te pusiste abajo. Metiendo la mano por debajo de la pollera tanteando que traía una tanga negra bien diminuta

- Esa es nueva ¿no? Dijo mientras me daba un beso en la boca. - A la vuelta quiero probarla. Y me dio una nalgada fuerte.

- Si es nueva, si llega sana te la dejo probar.

De repente sonó el timbre y abrí. Era Diego que venia a buscarme, traía una camiseta y una bermuda, se veía muy bien cuidado como siempre. Saludó a mi novio, soltaron algunos chistes de machos, y nos fuimos a su auto para irnos a su casa.

Subimos a su auto, me puse el cinturón y partimos, estaba algo nerviosa y Diego lo notó.

- Romi no estés nerviosa. Puso su mano en mi pierna. - Sofi esta en el trabajo todavía, vamos para casa y empezamos con algo mientras la esperamos, ¿te parece? Mientras metía su mano por debajo de la falda buscando mi concha.

- Dale. Le dije mientras le sonreía y lo miraba a la cara con lujuria porque sus dedos ya hacían efecto en mi.

- Puedes hacer lo que quieras aquí, no se ve nada por los vidrios paralizados. No me dijo que pero claramente me estaba ofreciendo su verga para que me lo comiera ahí mismo.

Sin decir nada quité mi cinturón, me puse de costado arrimándome hacia el, baje el cierre de su bermuda y saque fácilmente su verga porque no traía ropa interior. Lo había visto mas de una vez, flácido, duro, dentro de la boca, concha y ano de su mujer, acabando y hasta meando, pero tenerlo en mis manos lo hacia verse como nunca, ¿acaso era mas grande de lo que me había imaginado? o solo era por la excitación del momento que lo hacia verse enorme. No dude ni perdí un segundo, puse mis labios al rededor de su glande, mi lengua debajo, y empecé a bajar lentamente dejando que entraran todos esos 20 cm en mi boca.Diego levanto mi pollera y dejo al descubierto mi enorme culo gordo, y me dio una fuerte nalgada.

- Aah. Di un pequeño grito dejando de mamar su verga y mirándolo con complicidad por un segundo, volviendo a tragarme todo su pene nuevamente.

No conté cuantas nalgadas me dio antes de llegar a su casa, pero mis nalgas ya ardían de tanto pegarme.

No se cuantos minutos habían pasado, el éxtasis de chupar una verga que no era de mi novio me llenaba de lujuria y no me dejaba pensar.

- Llegamos Romi. Me dijo para que dejara de chupar, incorpore mi cabeza limpie mi boca y cuello que estaban llenos de baba de las arcadas que hacia cuando me la metía todo lo que aguantaba, acomode mi pollera mientras Diego guardaba su verga y nos dispusimos subir al apartamento.

Entramos en su apartamento.

- Ponte cómoda y me señalo el sillón. - ¿Quieres algo de beber ?

Tire mi bolso en el sillón me acerque a Diego diciéndole.
- Quiero que me folles. Y le di un beso metiéndole la lengua hasta la garganta.



Diego correspondió mi beso con mas lengua, con sus dos manos apretó mis nalgas y cincho hacia arriba invitándome a subirme a el, di un pequeño salto abrazándolo y lo rodee con mis piernas mientras el tomaba mi culo, así me llevo hasta el dormitorio, y me sentó en el borde de la cama. Mientras yo desabrocha mi camisa, el se quitó su camiseta y su bermuda quedando completamente desnudo. Sin darme tiempo me arrancó el sostén, me tomo del cuello ahorcándome, me comió la boca y me empujo para dejarme tendida en la cama. Se subió sobre mi poniendo una rodilla a cada lado de mi cintura y comenzó a lamer y besar mi cuello, luego subió y lo hizo con mi cara, me estaba dejando completamente babeada.

Con mis manos busque su verga pero al darse cuenta de esto mis dos manos y las estiro arriba de la cama sobre mi cabeza. Bajo a chupar mis gordas y grandes tetas, las chupo lamio y mordió muy fuerte.

- Aaaayyaa. Exclame pero no le importo y siguió.

Luego de que me mordió unas 5 o 6 veces ya me acostumbre y deje de gritar, cuando eso sucedió el siguió lamiendo mi cuerpo hasta llegar hasta mi pollera, me la sacó bruscamente de un tirón, y se quedo observando, a Diego le excitaban mucho las tangas, la mía en ese momento se encontraba totalmente húmeda, tengo los labios grandes y prominentes y entre tanto manoseo y juegos no se cubría como debía.

Me miro, sonrió y bajo hasta mi concha, saco su lengua y la pasó lentamente sobre mi tanga, hizo esto 3 veces mas, luego empezó a succionar, como queriendo tomar mis jugos de ella. Volvió a lamer un par de veces mas, cada vez con mas intensidad y mas rabia. Tomo mi tanga y la hizo a un lado, y comenzó a chupar mi clítoris, lamia y chupaba ganando en intensidad, yo me estaba volviendo loca, y comenzaba a jadear cada vez mas fuerte. Puso dos dedos en la entrada de mi concha y los metió tan rápido y fuerte que volví a gritar.

- Aaaaaaaaahhh. Y di un pequeño salto con mi cadera.

Lo hizo de nuevo pero esta vez mas fuerte.

- Aaaaaaaaaaaahhh. Grite de nuevo

Y otra vez lo hizo con todas sus fuerza.

- AAAAAAHHHHHYYYYYAAAAA. Grite y gemí bien fuerte.

Metió sus dos dedos bien adentro y con ellos me levanto desde la concha ayudado por su otra mano en mis nalgas, y me acomodo en el borde de la cama. Tomo un preservativo de la mesa de luz, se lo puso, volvió hacia mi, levanto mis piernas abriéndolas bien y dejando expuesta mi concha para el, apoyó su glande en la entrada de mi concha y comenzó a meterla lentamente hasta que entro toda.

Comenzó a bombear lentamente, me tomo de las caderas para acomodarme mas al borde, y empezó a ganar ritmo, el comenzó a agitarse y yo también, cada vez me daba mas fuerte y cada vez empezaba a gritar y gemir mas fuerte.

- aaaaaahhggg, aaaaaahhggg, aaaaaahhggg, aaaaaahhggg. Con cada envestida salía un gemido mío.

- aaaaaaaaaaahhss, aaaaaaaaaaahhss, aaaaaaaaaaahhss, aaaaaaaaaaahhss. Con cada embestida que hacia Diego, salía un bufido de su boca, parecía poseído por un todo, empujaba con todas sus fuerzas.

Fue así por unos cuantos minutos, no podía creer que estaba siendo cogida por otro hombre que no sea mi novio, que lo estaba disfrutando, que quería mas, me sentía sucia, una puta, y eso mas me excitaba, comencé a frotar mi clítoris mientras Diego me seguía dando con rabia. Después de unos minutos mas llegue al orgasmo y un unos momentos después Diego saco su verga de mi concha, se quito el forro y me la ofreció, sabia perfectamente que iba a hacer a continuación.

Me incorpore y en cuadro patas en la cama como una gata en celo, tome su verga con mi mano derecha mientras mi mano izquierda acariciaba sus huevos, la metí en mi boca y empecé a chupársela, no demoro nada en explotar, llenando mi boca de su semen espeso, era algo amargo pero sabia bien, lo saboree bien, lo trague, y seguí chupando, lo hice por un rato mientras Diego recuperaba el aliento. Deje de chupar lo tome de la mano y lo traje hacia el centro de la cama, él se recostó y yo me subí arriba, lo bese mientras el apretaba mis nalgas con sus manos, tome de la mesa de luz otro forro, me apoyé en mis rodillas, tome su verga, le puse el forro y la metí dentro, comencé a moverme adelante y atrás, y luego arriba y abajo mientras el manoseaba mis tetas.

- Si nena que rico, movete más, ahhhg que rico. Dijo Diego mientras se mordía el labio.

- Aaah, aaah, aaah. Gemía yo.

En eso sentimos que se cerraba la puerta, y que alguien caminaba hacia la habitación.

- Hola chicos, veo que ya empezó la diversión. Mientras se metía en el baño y se sacaba la ropa.

Mi excitación aumento aun más, la lujuria de estar arriba de su hombre era tremenda, pero aun más imaginar lo que venía a continuación, por mas que lo deseaba hace tiempo, nunca había estado con una mujer.

Nosotros seguíamos en la nuestras, yo montada sobre Diego gimiendo como una perra, no se que tiempo pasó pero sentí como Sofia se subía a la cama y acariciaba mi espalda, estaba completamente desnuda, deje de moverme por un momento, Sofía se acerco a mi y me beso, al principio fue suave, delicado, pero luego introdujo su lengua en mi boca, era fuego, era pasión, se sentía tan rico, era delicioso, estaba montada sobra una verga que no solo no era la de mi novio, sino la de su novio, y además me la estaba comiendo a ella.
 
guarra por primera vez 2
Luego de besarme deliciosamente por unos cuantos segundos, gateo como una puta en celo hasta donde estaba Diego, enseñándome todo su hermoso culo redondo y blanco, su concha bien depilada me hizo morderme el labio, quería devorársela toda, no pude evitarlo, descaradamente pase mis dedos por ella, los revolví en sus labios que ya estaban húmedos y los lleve a mi boca para probar sus sabor, no voy a decir que era la primera vez q probaba el sabor a coño, ya había probado infinidad de veces mis propios flujos, pero obviamente los de ellas sabían mucho mejor, deseaba probar ese coño, deseaba tener todos esos flujos dentro de mi boca para saborearlos bien, esta sensación me volvió completamente loca y comencé a cabalgar como una desquiciada sobre la verga de Diego mientras ella lo besaba apasionadamente.

Luego de besar a Diego, Sofia volvió hacia mi.

- Que hermosa eres, que ricas tetas tienes nena. Comenzó a manosearlas y a chuparlas, mientras giraba sobre si misma puniendo una pierna a cada lado de la cabeza de Diego, ofreciendo su concha para que el se la chupara, deje de saltar y comencé a moverme atrás y adelante para facilitarle la tarea, lo hacia tan rico.

- aaahg aaahg aaahg. Se sentían los gemidos de Diego.

- aahhyaaa aahhyaaa aahhyaaa. Gritaba yo de placer.

- mmmm siii aaahh siiiii. Decía Sofia, mientras babeaba mis tetas.

Así estuvimos un rato, no se cuanto la lujuria y el placer me hicieron perder la noción del tiempo. Sofia dejo de chuparme las tetas y se incorporo mirándome a la cara.

- Quiero comerte el coño Y con su lengua afuera babeando mis labios me volvió a besar, mientras lo hacía me sacaba de arriba de Diego.

Se recostó en la cama y me invito a ponerme arriba de ella, coloque mis dos rodillas al lado de su cabeza y me deje caer sobre su boca, ella comenzó a chupar, a lamer y frotar mi clítoris, era la gloria, si que esta mujer sabia chupar , luego de recibir tanto placer note que el coñito de Sofia se estaba ofreciendo y no dude un segundo, me deje caer sobre ella y comencé a chuparla, hace tanto tiempo que soñaba con esto, fui torpe al principio, porque quería hacerle todo a la vez, quería probar cada centímetro de su coño pero recupere mi compostura y comencé a disfrutar y hacerlo lentamente, ambas gemíamos y volvíamos a chupar.

Así estuvimos un rato, ya hasta me había olvidado que también estaba Diego, hasta que siento dos manos apoyarse en mis nalgas, solo para después sentir sinchón tremendo de mi tanga que todavía llevaba puesta, la destrozo de un solo movimiento, y luego comenzó a pasar su lengua babosa por mi culo.

- uuuuhhyaaaaaa que ricoooooo. Grite bien fuerte.

Y Diego comenzó a comerme el culo, y no pude seguir chupando mas solo podía gemir.

- aaaaaahhhyaaaa aaaaaahhhyaaaa aaaaaahhhyaaaa. Nunca había sentido tanto placer, me estaban chupando mis dos agujeros, nunca había sentido una sensación tan magnifica.

De pronto Diego deja de chupar, pone un dedo en la puerta de mi culo y empuja lentamente.

- aaaaaaaaaahhhhhhhyyyyyyyyaaaaaaaaaaa, mmmmmmmmmmmm. Grite desenfrenada.

Movió su dedo varias veces adentro y afuera y dando círculos para dilatar mi culo, yo ya no sabia que estaba pasando solo disfrutaba.Coloco el segundo dedo en la entrada de mi culo, y esta vez empujó con mucha fuerza.

-aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhyyyyyyyyyyyy. Grite de dolor, solo para después perderme en el placer mientras los metía y sacaba.

Quito los dos dedos y apoyo su polla en mi culo y comenzó a empujar lentamente.
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- aaaaaaahyyyy dios mío que ricooooooo. Me sentía como una puta, estaba sintiendo un placer que nunca antes había probado y no era con mi novio pero poco me importaba.

Empezó a moverse lentamente adentro y afuera mientras Sofía seguía disfrutando de mi . Me deje caer sobre el cuerpo de Sofia y comencé a frotar su clítoris, y a meterle mis dedos, primero fuero dos, luego tres, los metía y sacaba al mismo ritmo que Diego me metía su verga.

- Ahhhhhhhhhhhhhhhggggg no doy mas. La verdad no se cuando dure, no creo que fuera mucho pero explote en la cara de Sofia, ella saboreo y se comió todo lo que salió de mi concha.

Diego saco su polla de mi culo, se quito el forro y se aproximo a Sofia, tomo sus piernas las abrió todo lo que pudo y se la metió violentamente. Mis piernas temblaban todavía pero quería seguir disfrutando de esa mujer, me salí de arriba de ella, me puse a su lado, la bese apasionadamente y baje a comerme sus tetas mientras con mi mano estimulaba su clítoris.

- aammmmm si, si, si follame fuerte mi amor. Repetía ella con cada embestida de Diego.

Deje de chupar sus tetas y baje hasta su coño, metía mis dedos en mi boca, los llenaba de saliva y volvía a frotarla.

- aaahhhyyaaa aaahhhyyaaa aaahhhyyaaa si papi siiii. Los gemidos de Sofia eran cada vez mas fuertes.

- aahgg aahgg aahgg. Diego bufaba cada vez mas, ya estaba por correrse, hasta que en un momento se quedo bien dentro de ella, la estaba llenado de semen.

No dude ni un segundo, cuando Diego saco su verga, comencé a chupar mientras la masturbaba, no deje salir ni una gota de semen, todo fue a parar a mi boca, no trague, solo comía y saboreaba todo lo que salía de ella.

- aaay aaay si nena siiiiiiiiiiiiii. Sofia también llego al orgasmo y en mi boca, yo no dejaba de chupar y meter a mi boca todo lo que podía.
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Sofia me tomo de la cara y me acercó a la suya, nos fundimos en un beso, mientras compartí todo lo que tenia guardado en mi boca con ella, mas que un beso era un intercambio de lengua y fluidos, de mi boca pasaban a su boca y volvían a la mía, lo hicimos un buen rato hasta que ambas nos despegamos y cada una de nosotras se trago lo que le quedo en la boca.

Nos desplomamos ambas en la cama junto a Diego que nos observaba, había sido delicioso, mi primera vez en un trío bisexual había sido mucho mejor de lo que me imaginaba.

Luego de eso charlamos un rato desnudos en la cama, hasta que Diego dijo que debía bañarse porque tenia que salir, me pregunto si quería bañarme primero a lo cual accedí, creo que quedarme sola con Sofía en ese momento me dio un poco de vergüenza, ahora tal vez me arrepiento, me bañe rápidamente, me puse mi falda y mi camisa, pues mi bra y mi tanga estaban destruidos. Al salir del baño Sofia se había puesto solo la camiseta de Diego y me esperaba con algo fresco para tomar, conversamos otro rato mientras Diego se bañaba.
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- ¿Quieres que te lleve? Me pregunto Diego que iba de salida.

- Si por favor. Respondí poniéndome de pie y tomando mis cosas.

- Fue un gusto Conocerte Sofia. Y cuando fui a darle un beso me comió la boca de nuevo.

- Fue hermoso verte. Me respondió mientras se mordía el labio.

Nos fuimos y en el camino no hablamos mucho, solo alguna pregunta de si la había pasado bien y nada mas.
 
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