Fotos [Hilo para tratar sobre su temática y NO para contactar]. Nuestras mujeres. Solo reales amateur. [Hilo NO para contactar]

Mi nena, que opinais?
Esta imagen me ha inspirado una buena fantasía que te paso el comienzo por aquí....
Si no es el sitio adecuado lo cambio a mí hijo para no desvirtuar este.


Sentada en la alcoba de la habitacion, con las piernas cruzadas, esa mezcla de modosita y peligrosamente consciente…
Yo di un par de pasos hacia ella, sin invadir.
Ella alzó la vista apenas un segundo y volvió a bajarla sobre la copa, como si quisiera esconder el rubor… pero sabiendo perfectamente que era inútil.
Su marido seguía en silencio, mirando la escena con una serenidad casi ritual.
—¿Te incomodo aquí? —pregunté, con una sonrisa leve, sincera.
Ella negó despacio, sin levantar del todo el rostro.
—No… —respondió—. Es solo que… no estoy acostumbrada a que me miren tanto.
—No te estoy mirando “tanto”. Te estoy mirando bien —corregí, suave.

Ella apretó un poco la copa entre los dedos.
Un gesto minúsculo que revelaba todo.
“No digas nada… O dilo, pero no demasiado fuerte… Que él no note que te gusta.”

Yo seguí observándola en esa pose, con ese aire de mujer que se recoge para no incendiar a nadie… mientras incendia todo.
—Estás muy… —me detuve, buscando algo que no la sobrepasara—
…tensa. ¿Por eso te sientas así?
Ella desvió la mirada al suelo y sonrió casi sin querer.
—Quizá un poco —murmuró.
—Puedo ayudarte… si quieres —añadí, sin tocarla, sin insinuar nada explícito.
—¿Ayudarme… cómo? —preguntó ella, fingiendo inocencia de un modo tan brillante que era imposible no reconocer la picardía escondida.
Me señalé las manos.
—Traje aceite para masajes. Pero no quiero que te sientas presionada.
Solo… me pareció que esa postura te pedía un respiro.
Ella tragó saliva.
Muy suave.
Muy visible.

“Dile que sí… No. Espera… Hazte la difícil…Pero no demasiado.”

—No sé… —dijo, jugando con el borde de la copa—. Aquí… así… —se miró a sí misma en esa pose—. ¿No es raro?
—Raro sería que no te cuidaran —respondí con calma—.
Y tú tienes pinta de necesitar que alguien te toque… con intención, pero sin prisas.
Su marido soltó una exhalación, como aprobando la frase.
Ella lo escuchó y se ruborizó aún más.
—¿Tocar…? —repitió ella con un hilo de voz, como probando la palabra.
—Masajear —corregí—.
A menos que prefieras llamarlo de otro modo.
Ella sonrió por fin, una sonrisa tímida, preciosa, que escondía una certeza:

“Si doy el sí… Él va a saber leerme. Y yo voy a dejar que lo haga.”

—Está bien… —dijo, levantando apenas el mentón—. Pero… tú decides dónde empiezas.
Yo negué despacio.
—No.
Tú eliges.
Solo dime qué parte de ese cuerpo está pidiendo alivio… y yo sigo tu ritmo.
Ella cerró los ojos un instante.
Respiró hondo.
Se acomodó en la misma pose, dejando que su hombro quedara más expuesto.
Y señaló su propia nuca con un gesto casi imperceptible.
—Aquí… creo.
—Perfecto —respondí—.
Solo si tu marido está de acuerdo.
El marido inclinó la cabeza, dándole todo el permiso del mundo.
Ella exhaló como si soltara un secreto.
La tensión se volvió un hilo fino, eléctrico, inevitable.
—Entonces acércate —susurré—.
Prometo no tocar nada que tú no decidas.
Ella abrió los ojos y me miró con esa mezcla suya de timidez y deseo controlado.
—Ese es el problema… —susurró—. Que lo decides demasiado bien.
Y fue ahí, justo ahí, cuando la transición se volvió real, humana, y perfecta…
El momento en que ella aceptó el masaje sin pedirlo de frente,
y yo entendí exactamente cómo quería ser tocada.


Continua....si os gusta parejavalles.
 
Atrás
Top Abajo