berserk37
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Jugárselo todo a una carta
Llovía mucho y la luz producida por los relámpagos iluminaba aquella destartalada habitación de hotel, sobre la cama una pareja daba rienda suelta a su amor, uno soy yo, mi nombre es Duncan y la otra es el amor de mi vida Erin. Erin se encuentra a cuatro patas sujetándose contra el cabecero de la cama mientras jadea en cada embestida que doy, nuestros cuerpos sudorosos brillan cada vez que un rayo parte el cielo. No puedo evitar penetrarla cada vez con más fuerza, Erin mira para atrás y después de tomar una bocanada de aire me reta a penetrarla con más fuerza.
Sonrió, me hace feliz, solo dos personas me hacen feliz de verdad, ella y mi hermana gemela Lisa. Erin tiene el pelo alborotado y se le pega en su sudoroso rostro mientras mi polla profana su coño hasta llegar al final de este. Cojo uno de sus pechos, aprieto su pezón con la fuerza justa para proporcionarle dolor y placer a la vez, Erin jadea con más fuerza echando el rostro hacia atrás. Entonces puedo vez esos preciosos ojos azules, Erin empieza a convulsionarse y grita su orgasmo con una fuerza que me hace estremecer.
No aguantaré mucho y Erin es consciente, me hace salirme de ella y tumbándose sobre la cama coloca su cabeza de tal manera para que su garganta y cuello queden alineados, sé perfectamente lo que quiere y no pienso decepcionarla. Abre la boca y empiezo a follarmela, lágrimas empiezan a recorrer el rostro de Erin, me paro, no pretendo hacerla daño, pero con un gesto de la mano me indica que siga. La penetro con más fuerza hasta que me corro con mi polla metida en su garganta. Salgo de su boca y la dejo descansar, cuando recupera el aliento le beso y enciendo dos cigarros.
Los dos permanecemos fumando apoyados contra el cabecero de la cama, no decimos nada. Somos felices, pero a la vez una tristeza nos ahoga, aunque nos amamos, no podemos estar juntos, mi padre exigió a Erin como esposa para cerrar un trato can el padre de ella. Cada noche le hago cornudo, eso tendría que hacerme sentir bien, pero no es así. Sé que Erin tampoco es feliz, no por engañar a un hombre que no ama y que solo se casó con ella para enseñarme cuál era mi lugar, se ha levantado y mira por la ventana, veo como dos lágrimas recorren su rostro.
• Duncan, sé que no eres feliz con esta situación, lamento no poder darte más.
• Erin, no es culpa tuya, lo arreglaremos y llegará el día que podré gritar al mundo que estoy enamorado de la mujer más maravillosa del mundo.
Erin se da la vuelta sonriendo mientras se secaba las lágrimas, me quería por encima de todo y sabía perfectamente lo duro que era para ella tener que volver a casa de un hombre que no la amaba, ni ella le amaba, después de haber sido feliz durante unas horas.
• Duncan, mañana subiré a ver a Lisa al hospital, me tiene muy preocupada.
• Las medicinas cada vez le hacen menos efecto y ya ha perdido la movilidad de las piernas, además el dolor cada vez es más intenso, la última vez tuvieron que sedarla.
• Lamento no poder subir más, tu padre me tiene vigilada.
• Lo sé, Lisa se alegrará de verte, te quiere mucho.
• Yo también a ella, ¿además cuando pensabas contarme que tú lucha con Liam era una pantomima?, ¡llegue a pensar que os odiabais de verdad!
• Nuestro padre no nos considera sus hijos, Liam nos quiere mucho, somos sus hermanos mayores, pero para poder ayudarnos nuestro padre tiene que seguir creyendo que nos odia.
Entado en la cama me encendí otro cigarro mientras veía como Erin sé bestia, una mujer preciosa con el cabello rojo como el fuego y una piel de porcelana. Jamás me cansaba de mirarla, pero saber que tenía que marcharse me partía el corazón. Me dio un tierno beso y me cito para dentro de dos días a la misma hora y el mismo lugar, me quede mirando a la puerta hasta que Erin la cerró al salir y después mi mirada se fijó en la ventana. Lisa posiblemente era la persona más importante de mi vida, nuestra madre trabajaba como criada en la casa de nuestro padre. Era una mujer tan hermosa como lo era Erin, mi padre, acostumbrado a tener todo lo que quería, se encaprichó de ella, entonces contaba con veintitantos años.
Era un chico muy guapo y aunque nuestra madre sabia que no debía hacerlo, se enamoró de él, el amor no era correspondido, por supuesto, pero tenía las palabras idóneas para cada momento y así consiguió que nuestra madre cayera en sus redes. Mi madre vivió en una nube durante un tiempo, hasta que su periodo se retrasó. El señorito no follaba con condón y pasó lo que tenía que pasar, nuestra madre lo escondió hasta que era demasiado evidente. Mis abuelos sabían perfectamente quien era el padre, pero su hijo no podía tener descendencia con una criada. Mi madre fue despedida, sabían que mi madre no haría nada contra una de las familias más poderosas de la ciudad.
Mi madre encontró otro trabajo y trabajo hasta que no pudo más, llego el día del parto y este se complicó. Nuestra madre murió dos días después de darnos a luz, quedando nosotros al cuidado de nuestro otro abuelo y padre de mi madre. Aquel hombre se desvivió por nosotros, puso el nombre de mi madre a mi hermana y a mí me puso el nombre de Duncan, era el nombre que él y mi abuela habían elegido si hubieran tenido un niño. Todo fue bien hasta que una noche Lisa empezó a gritar, parecía como si todos los huesos de su cuerpo se estarían rompiendo a la vez, subimos al hospital y después de hacerle pruebas durante toda la noche, el diagnóstico no pudo ser más devastador.
Lisa tenía una rara enfermedad que iba atrofiando los músculos y huesos hasta que llegaría un día que no podría moverse, después de un tiempo su cuerpo no podría soportarlo y moriría. Los dolores eran inhumanos y llevaba padeciéndolos desde hace veinticinco años. Había un medicamento que podía curarla, pero era tan caro que quedaba lejos de nuestro alcance. El hospital solo podía ofrecernos cuidados paliativos, para que tuviera menos dolor y pudiera tener una mejor calidad de vida, prácticamente se había pasado casi toda su vida en el hospital.
Solo podíamos sacarla algunos días en una silla de ruedas, a un parque que se encontraba cerca del hospital, la verdad es que Lisa con todo lo que había sufrido, siempre tenía una sonrisa, era ella la que me animaba a mí, era una mujer increíblemente fuerte. La quería tanto que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, tenía un plan para poder conseguir ese medicamento que la curaría, pero estaba seguro de que a mis abuelos, Erin y Liam, no les iba a hacer ninguna gracia.
Ahora os hablaré de Liam, nuestro hermano se apuntó a un grupo de ajedrez, para poder escaparse y subir al hospital para estar con Lisa. Por suerte nuestra hermana se había hecho toda una experta durante todos los años que se pasó en el hospital, jugando con distintos pacientes. Gracias a esto Liam podía disimular a ojos de su padre, nuestro padre jamás reconoció nuestra existencia y después se casó con la hija de otra de las familias de la ciudad. De esa unión nació Liam, tiempo después del nacimiento de nuestro hermano, su madre murió en un trágico accidente de coche, yo tenía mis dudas de que fuera un accidente.
Liam era un genio de la informática, cosa que su padre aborrecía y le prohibió tajantemente acercarse a uno. Su padre estuvo a punto de pillarle en un par de ocasiones y por eso decidimos crear la pantomima que nos odiábamos, para hacerlo real, tuve que darle una paliza a mi hermano. Es una de las cosas que más me ha costado hacer en mi vida, me negué en redondo, pero de no haberlo hecho, Liam no hubiera podido seguir viendo a su hermana y ayudándonos económicamente. Sumando todo el dinero que teníamos todos, no teníamos para pagar ni el uno por ciento del medicamento.
Mi abuelo era el jefe de una pequeña banda que las familias poderosas de la ciudad contrataba para hacer su trabajo sucio, me adiestro a conciencia para convertirme en el mejor de sus hombres. Cuanto más grandes serían los trabajos por los que me contrataran, más dinero me pagarían y antes podríamos curar a Lisa. El barrio era como la torre de babel, mi abuelo conocía a todos y gracias a ello, aprendí artes marciales, a colarme en cualquier sitio, mi hermano me enseño lo suficiente para poder hachear ordenadores y el mejor amigo de mi padre me enseño a matar de la forma más efectiva.
Eso si me enseño un código de honor que seguía a rajatabla, jamás me lo saltaba, aunque eso significara perder buenos trabajos, él me dejo claro que ese código existía para que yo no perdiera mi humanidad, jamás mataba a gente inocente y de eso me cercioraba, pues investigaba a mis víctimas antes de aceptar el encargo. Como he dicho, jamás me había saltado ese código de honor, pero estaba dispuesto a saltármelo para conseguir el dinero para el medicamento de mi hermana. Sabía que nuestro padre no soltaría un duro por una persona que le importaba nada. Tenía que darle el incentivo correcto para que se planteara soltar semejante cantidad de dinero.
Mi plan era sencillo, pero llevarlo a cabo era un verdadero suicidio, la ciudad más poderosa del mundo, era gobernada por las cinco poderosas personas. Mi padre deseaba por encima de todo el poder, tener que compartirlo con las otras cuatro personas era algo que aborrecía y en eso radicaba mi plan. Le pondría en bandeja eso que tan fervientemente deseaba, eliminaría a toda su competencia, la ciudad estaba separada en cinco partes. El norte de la ciudad estaba gobernada por dos de esas personas, Antonella y Boris, Antonella era la líder de la familia más poderosa de Italia, Boris, sin embargo, era el dueño de todo el petróleo y gas natural que se distribuya en toda Europa.
Dos empresarios respetados por el día y unos asesinos sin escrúpulos por la noche, el sur estaba gobernado por Hiro, un multimillonario Japonés, dueño de la empresa más grande del mundo, y por Gunnar dueño de una farmacéutica. Según se rumoreaba, Hiro había creado armas capaces de destruir un país y Gunnar había creado armas biológicas con poder suficiente como para acabar con la vida en la tierra, no había pruebas y a ojos de la gente eran empresarios honrados. Por último estaba el centro de la ciudad, en él, el amo y señor era mi padre, un empresario respetado de día y el jefe de la mafia irlandesa por la noche. Mi padre tenía más hombres y armas, pero Antonella y Boris tenían ejércitos privados curtidos en mil batallas, Hiro y Gunnar contaban con armas de alta energía y armas biológicas capaces de arrasar todo a su paso. Si algo tenía claro era que mi padre debajo de esa fachada de tío duro no era más que un cobarde, apague el cigarro, era hora de subir al hospital, me tocaba pasar a mí la noche con mi hermana y estaba deseando volver a jugar con ella al ajedrez, esta vez le ganaría yo, mi estrategia era invencible.
Me duché, me vestí y bajé a por mi coche. Antes de subir le compré a mi hermana unos dulces que la volvían loca, los médicos se los habían prohibido, pero después de veinticinco años sufriendo se había ganado el derecho de poder pegarse un capricho de vez en cuando. Cuando llegue y abrí la puerta me recibió con una gran sonrisa, no pude contener las lágrimas, si tenía alguna duda sobre poner en marcha mi plan, esa sonrisa había borrado cualquier duda. Le di dos besos y me senté a su lado en una silla, ya me esperaba con el tablero sobre la cama y con las piezas en su sitio. Había dicho que mi estrategia era infalible, ¿verdad?
Pues nada más lejos de la realidad, me volvió a ganar otra vez, pero esta vez perdí con una gran sonrisa, mi hermana me miro y me dijo.
• Te veo muy contento hermanito, ¿qué estás tramando?
• No sé dé que me hablas.
• Veo que tu relación con Erin va viento en popa – mientras se reía.
• No sé dé que me hablas – dije muerto de vergüenza.
• Venga que se te nota cada vez que follas con ella, me alegro mucho, los dos os queréis, que se joda nuestro padre, se merece esos cuernos.
• Baja la voz Lisa, si alguien nos escucha y llega a sus oídos no pasará nada bueno, ¡ostias!
• Venga hermanito, él no puede acerté daño
• Pero, ¡a ti sí!
• No, porque tú jamás lo permitirás.
La cabrona me miro con esa mirada que me desarmaba, volvió a reírse y después se puso seria, me miro a los ojos y me dijo.
• Hermanito, no me queda mucho, los medicamentos cada vez me hacen menos efecto.
• Tú, no te preocupes de eso, tengo un plan.
• ¿Qué plan?
• Déjalo hermanita.
• ¡Duncan, no me jodas!
Mire a mi hermana, dude por un instante si contarle mi plan, pero no podía mentirla, a ella no. La miré y le empecé a contar mi plan, Lisa cada vez tenía los ojos más abiertos. Cuando termine de contarle mi plan, tenía los ojos arrasados en lágrimas y me había soltado un tortazo que casi me tira al suelo de la silla. Entonces cogió el móvil y empezó a llamar a todos, después dejo el móvil sobre la cama y se me quedo mirando. No tardaron mucho en llegar, mis abuelos, Erin y Liam. Todos se nos quedaron mirando, viendo el cabreo que tenía mi hermana dedujeron que el culpable de ese mosqueo era yo, mi hermana los miro y les contó a todos lo que ella definió como una majadería y una locura. Cuando todos escucharon que pretendía eliminar a las cuatro personas que le hacían sombra a mi padre a cambio del dinero para poder curar a mi hermana, se llevaron las manos a la cabeza, mi abuelo se le notaban las ganas que tenía de estrangularme, Erin empezó a andar de un lado a otro y Liam se quedó blanco como el papel.
• Eso que pretendes es una locura hermano, ni tan siquiera tú eres capaz de llevarlo a cabo – dijo Liam.
• ¡Tú te has vuelto loco, o que! – dijo mi abuelo mientras me agarraba de la camiseta con fuerza.
• ¿Tantas ganas tienes de morir Duncan? – pregunto mi abuela.
• Ganas de morir no, tengo ganas de que Lisa deje de sufrir, ¡ostias!
No lo vi venir, el puñetazo de Erin hizo que terminara sobre el plato de ducha del baño de la habitación del hospital, menudo ostión que me dio. Estuve un rato sentado escuchando como mi abuela, Lisa y Erin lloraban. Apreté los dientes y me levante cabreado, salí del baño limpiándome la sangre del labio y después les mire a todos.
• ¡Si creéis que me voy a quedar quieto viendo como Lisa se muere es que los locos sois vosotros!
• ¡Es una locura! – dijo mi abuelo.
• No, si me ayudáis entre todos – dije.
• ¡Cómo! – pregunto Erin.
• Erin tú tienes una destreza en combate equivalente a la mía, Liam no hay ordenador que no puedas hachear, abuelo tú tienes la experiencia y Lisa tú eres una estratega nata, entre todos salvaremos, tu vida.
No sé cómo, pero todos terminaron convencidos, ahora solo faltaba presentar el plan al megalómano que pondría la pasta para salvar a mi hermana. Le pedí a Erin que concertara una reunión con mi padre, este al principio se negó, pero le termino picando el gusanillo y decidió aceptarla. Me cito en su casa, sabía perfectamente donde estaba, llegue un cuarto de hora antes de la hora acordada. Toque el timbre y me abrió la puerta un armario empotrado, me miro de arriba abajo. Después me cacheo, no llevaba armas, no las necesitaba dentro de esa casa, tenía todo lo que necesitaba por si las cosas se ponían feas.
Llegamos a un gran salón y allí me esperaba mi padre sentado en un gran sofá, mi hermano a su izquierda. Me quedé quieto en la mitad de aquel gran salón escoltado por dos gorilas. Mi padre me miraba sonriente, se sabía el amo del cotarro. Pensando que sus dos gorilas me intimidaban, demasiado músculo, les hacía lentos y predecibles.
• Bien, ¿qué tienes para ofrecerme?
• Te ofrezco lo que estos inútiles jamás podrán ofrecerte.
Mi padre se sintió ofendido y con un movimiento de su mano, una de las montañas hizo un movimiento para coger su arma, como dije eran demasiado lentos y de un movimiento rápido me hice con uno de sus cuchillos y se lo clave en la garganta, mire al otro y le dije.
• Si aprecias tu vida, te quedarás quietecito.
Después volví a fijar mi mirada en mi padre, este parecía estar complacido, no terminaba de entender a ese infraser.
• Bien, ¿qué es eso que ninguno de ellos puede ofrecerme?
• Lo que más deseas, el poder absoluto de esta ciudad, lo que te ofrezco es deshacerme de toda tu competencia.
A mi padre le brillaron los ojos, él sabía que era muy difícil, pero si alguien podía conseguirlo era yo. Se levantó y se acercó a mí. Me reto con la mirada, pero pronto se dio cuenta de que yo no movería la mía y fue él, el que agacho la suya, entonces fue hasta el mueble bar y se sacó una copa, me ofreció otra a mí y entonces pregunto.
• ¿Qué quieres a cambio?
• El dinero que cuesta el medicamento que curara a mi hermana.
Continuará.
Llovía mucho y la luz producida por los relámpagos iluminaba aquella destartalada habitación de hotel, sobre la cama una pareja daba rienda suelta a su amor, uno soy yo, mi nombre es Duncan y la otra es el amor de mi vida Erin. Erin se encuentra a cuatro patas sujetándose contra el cabecero de la cama mientras jadea en cada embestida que doy, nuestros cuerpos sudorosos brillan cada vez que un rayo parte el cielo. No puedo evitar penetrarla cada vez con más fuerza, Erin mira para atrás y después de tomar una bocanada de aire me reta a penetrarla con más fuerza.
Sonrió, me hace feliz, solo dos personas me hacen feliz de verdad, ella y mi hermana gemela Lisa. Erin tiene el pelo alborotado y se le pega en su sudoroso rostro mientras mi polla profana su coño hasta llegar al final de este. Cojo uno de sus pechos, aprieto su pezón con la fuerza justa para proporcionarle dolor y placer a la vez, Erin jadea con más fuerza echando el rostro hacia atrás. Entonces puedo vez esos preciosos ojos azules, Erin empieza a convulsionarse y grita su orgasmo con una fuerza que me hace estremecer.
No aguantaré mucho y Erin es consciente, me hace salirme de ella y tumbándose sobre la cama coloca su cabeza de tal manera para que su garganta y cuello queden alineados, sé perfectamente lo que quiere y no pienso decepcionarla. Abre la boca y empiezo a follarmela, lágrimas empiezan a recorrer el rostro de Erin, me paro, no pretendo hacerla daño, pero con un gesto de la mano me indica que siga. La penetro con más fuerza hasta que me corro con mi polla metida en su garganta. Salgo de su boca y la dejo descansar, cuando recupera el aliento le beso y enciendo dos cigarros.
Los dos permanecemos fumando apoyados contra el cabecero de la cama, no decimos nada. Somos felices, pero a la vez una tristeza nos ahoga, aunque nos amamos, no podemos estar juntos, mi padre exigió a Erin como esposa para cerrar un trato can el padre de ella. Cada noche le hago cornudo, eso tendría que hacerme sentir bien, pero no es así. Sé que Erin tampoco es feliz, no por engañar a un hombre que no ama y que solo se casó con ella para enseñarme cuál era mi lugar, se ha levantado y mira por la ventana, veo como dos lágrimas recorren su rostro.
• Duncan, sé que no eres feliz con esta situación, lamento no poder darte más.
• Erin, no es culpa tuya, lo arreglaremos y llegará el día que podré gritar al mundo que estoy enamorado de la mujer más maravillosa del mundo.
Erin se da la vuelta sonriendo mientras se secaba las lágrimas, me quería por encima de todo y sabía perfectamente lo duro que era para ella tener que volver a casa de un hombre que no la amaba, ni ella le amaba, después de haber sido feliz durante unas horas.
• Duncan, mañana subiré a ver a Lisa al hospital, me tiene muy preocupada.
• Las medicinas cada vez le hacen menos efecto y ya ha perdido la movilidad de las piernas, además el dolor cada vez es más intenso, la última vez tuvieron que sedarla.
• Lamento no poder subir más, tu padre me tiene vigilada.
• Lo sé, Lisa se alegrará de verte, te quiere mucho.
• Yo también a ella, ¿además cuando pensabas contarme que tú lucha con Liam era una pantomima?, ¡llegue a pensar que os odiabais de verdad!
• Nuestro padre no nos considera sus hijos, Liam nos quiere mucho, somos sus hermanos mayores, pero para poder ayudarnos nuestro padre tiene que seguir creyendo que nos odia.
Entado en la cama me encendí otro cigarro mientras veía como Erin sé bestia, una mujer preciosa con el cabello rojo como el fuego y una piel de porcelana. Jamás me cansaba de mirarla, pero saber que tenía que marcharse me partía el corazón. Me dio un tierno beso y me cito para dentro de dos días a la misma hora y el mismo lugar, me quede mirando a la puerta hasta que Erin la cerró al salir y después mi mirada se fijó en la ventana. Lisa posiblemente era la persona más importante de mi vida, nuestra madre trabajaba como criada en la casa de nuestro padre. Era una mujer tan hermosa como lo era Erin, mi padre, acostumbrado a tener todo lo que quería, se encaprichó de ella, entonces contaba con veintitantos años.
Era un chico muy guapo y aunque nuestra madre sabia que no debía hacerlo, se enamoró de él, el amor no era correspondido, por supuesto, pero tenía las palabras idóneas para cada momento y así consiguió que nuestra madre cayera en sus redes. Mi madre vivió en una nube durante un tiempo, hasta que su periodo se retrasó. El señorito no follaba con condón y pasó lo que tenía que pasar, nuestra madre lo escondió hasta que era demasiado evidente. Mis abuelos sabían perfectamente quien era el padre, pero su hijo no podía tener descendencia con una criada. Mi madre fue despedida, sabían que mi madre no haría nada contra una de las familias más poderosas de la ciudad.
Mi madre encontró otro trabajo y trabajo hasta que no pudo más, llego el día del parto y este se complicó. Nuestra madre murió dos días después de darnos a luz, quedando nosotros al cuidado de nuestro otro abuelo y padre de mi madre. Aquel hombre se desvivió por nosotros, puso el nombre de mi madre a mi hermana y a mí me puso el nombre de Duncan, era el nombre que él y mi abuela habían elegido si hubieran tenido un niño. Todo fue bien hasta que una noche Lisa empezó a gritar, parecía como si todos los huesos de su cuerpo se estarían rompiendo a la vez, subimos al hospital y después de hacerle pruebas durante toda la noche, el diagnóstico no pudo ser más devastador.
Lisa tenía una rara enfermedad que iba atrofiando los músculos y huesos hasta que llegaría un día que no podría moverse, después de un tiempo su cuerpo no podría soportarlo y moriría. Los dolores eran inhumanos y llevaba padeciéndolos desde hace veinticinco años. Había un medicamento que podía curarla, pero era tan caro que quedaba lejos de nuestro alcance. El hospital solo podía ofrecernos cuidados paliativos, para que tuviera menos dolor y pudiera tener una mejor calidad de vida, prácticamente se había pasado casi toda su vida en el hospital.
Solo podíamos sacarla algunos días en una silla de ruedas, a un parque que se encontraba cerca del hospital, la verdad es que Lisa con todo lo que había sufrido, siempre tenía una sonrisa, era ella la que me animaba a mí, era una mujer increíblemente fuerte. La quería tanto que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, tenía un plan para poder conseguir ese medicamento que la curaría, pero estaba seguro de que a mis abuelos, Erin y Liam, no les iba a hacer ninguna gracia.
Ahora os hablaré de Liam, nuestro hermano se apuntó a un grupo de ajedrez, para poder escaparse y subir al hospital para estar con Lisa. Por suerte nuestra hermana se había hecho toda una experta durante todos los años que se pasó en el hospital, jugando con distintos pacientes. Gracias a esto Liam podía disimular a ojos de su padre, nuestro padre jamás reconoció nuestra existencia y después se casó con la hija de otra de las familias de la ciudad. De esa unión nació Liam, tiempo después del nacimiento de nuestro hermano, su madre murió en un trágico accidente de coche, yo tenía mis dudas de que fuera un accidente.
Liam era un genio de la informática, cosa que su padre aborrecía y le prohibió tajantemente acercarse a uno. Su padre estuvo a punto de pillarle en un par de ocasiones y por eso decidimos crear la pantomima que nos odiábamos, para hacerlo real, tuve que darle una paliza a mi hermano. Es una de las cosas que más me ha costado hacer en mi vida, me negué en redondo, pero de no haberlo hecho, Liam no hubiera podido seguir viendo a su hermana y ayudándonos económicamente. Sumando todo el dinero que teníamos todos, no teníamos para pagar ni el uno por ciento del medicamento.
Mi abuelo era el jefe de una pequeña banda que las familias poderosas de la ciudad contrataba para hacer su trabajo sucio, me adiestro a conciencia para convertirme en el mejor de sus hombres. Cuanto más grandes serían los trabajos por los que me contrataran, más dinero me pagarían y antes podríamos curar a Lisa. El barrio era como la torre de babel, mi abuelo conocía a todos y gracias a ello, aprendí artes marciales, a colarme en cualquier sitio, mi hermano me enseño lo suficiente para poder hachear ordenadores y el mejor amigo de mi padre me enseño a matar de la forma más efectiva.
Eso si me enseño un código de honor que seguía a rajatabla, jamás me lo saltaba, aunque eso significara perder buenos trabajos, él me dejo claro que ese código existía para que yo no perdiera mi humanidad, jamás mataba a gente inocente y de eso me cercioraba, pues investigaba a mis víctimas antes de aceptar el encargo. Como he dicho, jamás me había saltado ese código de honor, pero estaba dispuesto a saltármelo para conseguir el dinero para el medicamento de mi hermana. Sabía que nuestro padre no soltaría un duro por una persona que le importaba nada. Tenía que darle el incentivo correcto para que se planteara soltar semejante cantidad de dinero.
Mi plan era sencillo, pero llevarlo a cabo era un verdadero suicidio, la ciudad más poderosa del mundo, era gobernada por las cinco poderosas personas. Mi padre deseaba por encima de todo el poder, tener que compartirlo con las otras cuatro personas era algo que aborrecía y en eso radicaba mi plan. Le pondría en bandeja eso que tan fervientemente deseaba, eliminaría a toda su competencia, la ciudad estaba separada en cinco partes. El norte de la ciudad estaba gobernada por dos de esas personas, Antonella y Boris, Antonella era la líder de la familia más poderosa de Italia, Boris, sin embargo, era el dueño de todo el petróleo y gas natural que se distribuya en toda Europa.
Dos empresarios respetados por el día y unos asesinos sin escrúpulos por la noche, el sur estaba gobernado por Hiro, un multimillonario Japonés, dueño de la empresa más grande del mundo, y por Gunnar dueño de una farmacéutica. Según se rumoreaba, Hiro había creado armas capaces de destruir un país y Gunnar había creado armas biológicas con poder suficiente como para acabar con la vida en la tierra, no había pruebas y a ojos de la gente eran empresarios honrados. Por último estaba el centro de la ciudad, en él, el amo y señor era mi padre, un empresario respetado de día y el jefe de la mafia irlandesa por la noche. Mi padre tenía más hombres y armas, pero Antonella y Boris tenían ejércitos privados curtidos en mil batallas, Hiro y Gunnar contaban con armas de alta energía y armas biológicas capaces de arrasar todo a su paso. Si algo tenía claro era que mi padre debajo de esa fachada de tío duro no era más que un cobarde, apague el cigarro, era hora de subir al hospital, me tocaba pasar a mí la noche con mi hermana y estaba deseando volver a jugar con ella al ajedrez, esta vez le ganaría yo, mi estrategia era invencible.
Me duché, me vestí y bajé a por mi coche. Antes de subir le compré a mi hermana unos dulces que la volvían loca, los médicos se los habían prohibido, pero después de veinticinco años sufriendo se había ganado el derecho de poder pegarse un capricho de vez en cuando. Cuando llegue y abrí la puerta me recibió con una gran sonrisa, no pude contener las lágrimas, si tenía alguna duda sobre poner en marcha mi plan, esa sonrisa había borrado cualquier duda. Le di dos besos y me senté a su lado en una silla, ya me esperaba con el tablero sobre la cama y con las piezas en su sitio. Había dicho que mi estrategia era infalible, ¿verdad?
Pues nada más lejos de la realidad, me volvió a ganar otra vez, pero esta vez perdí con una gran sonrisa, mi hermana me miro y me dijo.
• Te veo muy contento hermanito, ¿qué estás tramando?
• No sé dé que me hablas.
• Veo que tu relación con Erin va viento en popa – mientras se reía.
• No sé dé que me hablas – dije muerto de vergüenza.
• Venga que se te nota cada vez que follas con ella, me alegro mucho, los dos os queréis, que se joda nuestro padre, se merece esos cuernos.
• Baja la voz Lisa, si alguien nos escucha y llega a sus oídos no pasará nada bueno, ¡ostias!
• Venga hermanito, él no puede acerté daño
• Pero, ¡a ti sí!
• No, porque tú jamás lo permitirás.
La cabrona me miro con esa mirada que me desarmaba, volvió a reírse y después se puso seria, me miro a los ojos y me dijo.
• Hermanito, no me queda mucho, los medicamentos cada vez me hacen menos efecto.
• Tú, no te preocupes de eso, tengo un plan.
• ¿Qué plan?
• Déjalo hermanita.
• ¡Duncan, no me jodas!
Mire a mi hermana, dude por un instante si contarle mi plan, pero no podía mentirla, a ella no. La miré y le empecé a contar mi plan, Lisa cada vez tenía los ojos más abiertos. Cuando termine de contarle mi plan, tenía los ojos arrasados en lágrimas y me había soltado un tortazo que casi me tira al suelo de la silla. Entonces cogió el móvil y empezó a llamar a todos, después dejo el móvil sobre la cama y se me quedo mirando. No tardaron mucho en llegar, mis abuelos, Erin y Liam. Todos se nos quedaron mirando, viendo el cabreo que tenía mi hermana dedujeron que el culpable de ese mosqueo era yo, mi hermana los miro y les contó a todos lo que ella definió como una majadería y una locura. Cuando todos escucharon que pretendía eliminar a las cuatro personas que le hacían sombra a mi padre a cambio del dinero para poder curar a mi hermana, se llevaron las manos a la cabeza, mi abuelo se le notaban las ganas que tenía de estrangularme, Erin empezó a andar de un lado a otro y Liam se quedó blanco como el papel.
• Eso que pretendes es una locura hermano, ni tan siquiera tú eres capaz de llevarlo a cabo – dijo Liam.
• ¡Tú te has vuelto loco, o que! – dijo mi abuelo mientras me agarraba de la camiseta con fuerza.
• ¿Tantas ganas tienes de morir Duncan? – pregunto mi abuela.
• Ganas de morir no, tengo ganas de que Lisa deje de sufrir, ¡ostias!
No lo vi venir, el puñetazo de Erin hizo que terminara sobre el plato de ducha del baño de la habitación del hospital, menudo ostión que me dio. Estuve un rato sentado escuchando como mi abuela, Lisa y Erin lloraban. Apreté los dientes y me levante cabreado, salí del baño limpiándome la sangre del labio y después les mire a todos.
• ¡Si creéis que me voy a quedar quieto viendo como Lisa se muere es que los locos sois vosotros!
• ¡Es una locura! – dijo mi abuelo.
• No, si me ayudáis entre todos – dije.
• ¡Cómo! – pregunto Erin.
• Erin tú tienes una destreza en combate equivalente a la mía, Liam no hay ordenador que no puedas hachear, abuelo tú tienes la experiencia y Lisa tú eres una estratega nata, entre todos salvaremos, tu vida.
No sé cómo, pero todos terminaron convencidos, ahora solo faltaba presentar el plan al megalómano que pondría la pasta para salvar a mi hermana. Le pedí a Erin que concertara una reunión con mi padre, este al principio se negó, pero le termino picando el gusanillo y decidió aceptarla. Me cito en su casa, sabía perfectamente donde estaba, llegue un cuarto de hora antes de la hora acordada. Toque el timbre y me abrió la puerta un armario empotrado, me miro de arriba abajo. Después me cacheo, no llevaba armas, no las necesitaba dentro de esa casa, tenía todo lo que necesitaba por si las cosas se ponían feas.
Llegamos a un gran salón y allí me esperaba mi padre sentado en un gran sofá, mi hermano a su izquierda. Me quedé quieto en la mitad de aquel gran salón escoltado por dos gorilas. Mi padre me miraba sonriente, se sabía el amo del cotarro. Pensando que sus dos gorilas me intimidaban, demasiado músculo, les hacía lentos y predecibles.
• Bien, ¿qué tienes para ofrecerme?
• Te ofrezco lo que estos inútiles jamás podrán ofrecerte.
Mi padre se sintió ofendido y con un movimiento de su mano, una de las montañas hizo un movimiento para coger su arma, como dije eran demasiado lentos y de un movimiento rápido me hice con uno de sus cuchillos y se lo clave en la garganta, mire al otro y le dije.
• Si aprecias tu vida, te quedarás quietecito.
Después volví a fijar mi mirada en mi padre, este parecía estar complacido, no terminaba de entender a ese infraser.
• Bien, ¿qué es eso que ninguno de ellos puede ofrecerme?
• Lo que más deseas, el poder absoluto de esta ciudad, lo que te ofrezco es deshacerme de toda tu competencia.
A mi padre le brillaron los ojos, él sabía que era muy difícil, pero si alguien podía conseguirlo era yo. Se levantó y se acercó a mí. Me reto con la mirada, pero pronto se dio cuenta de que yo no movería la mía y fue él, el que agacho la suya, entonces fue hasta el mueble bar y se sacó una copa, me ofreció otra a mí y entonces pregunto.
• ¿Qué quieres a cambio?
• El dinero que cuesta el medicamento que curara a mi hermana.
Continuará.