La camarera sumisa (primera parte)

jahrx2

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Este agosto hemos estado de vacaciones por el norte.

Nos ha gustado mucho el sitio y sin duda nos llevamos un recuerdo especial.

Si ya leísteis mi primer relato, ya sabéis que mi no-nombre es Judit y mi marido no-es Pedro.

El caso es que hemos recorrido la ciudad durante días, y dejando a parte las abundantes sidrerías, nos encantó un bar en el que pasábamos las tardes jugando a dardos entre cervezas donde conocimos a Laura, con la que hicimos migas rápido.

Laura es una chica mona, de unos 30 años, siempre atiende con una sonrisa. Es algo más alta que yo, pelo liso de color miel y unos ojos a juego de mirada viva. Sus pestañas son largas y gruesas, nariz afilada y proporcionada y los labios carnosos. En cuanto a su figura, le sobraba algún kilo, quizá 5 o 6, pero no le quedaban nada mal. Aunque no tenía mucho más pecho que yo, siempre la vi vestir escotada, sin sostén ni complejos. La mayoría de días llevaba shorts tejanos que le sentaban muy bien.

Cuando no estaba yendo de un lado a otro sirviendo o limpiando mesas se apoyaba en la barra y nos miraba jugar.

Una tarde, bastante avanzada la hora, estábamos allí prácticamente solos Pedro y yo. Había más gente en la terraza que dentro del local. Yo perdía, como de costumbre, así que decidí intentar cambiar mi suerte, ya que por pericia estaba sentenciada.

Llevaba unos tejanos evasé - acampanados - y un top blanco satinado. Recogí los dardos de una tirada relativamente buena y miré alrededor para comprobar que no había nadie más por la zona.

- "Supera eso..." - le dije mientras le ofrecía los dardos con una mano y con la otra agarraba su entrepierna con un suave apretón. Sus testículos llenaron mis dedos y en la palma notaba su pene. - "Voy a por dos cervezas."

Fui a la barra y pedí dos cervezas. Laura me las puso con una sonrisa y bajando la mirada. Entendí que me había pillado de lleno.

- "No me juzgues... tengo que ganar al menos una."

- "Lo que haga falta" - respondió riendo, mirando hacia la diana, que quedaba a unos tres o cuatro metros.

Me giré para darme cuenta de que no miraba a la diana, miraba a Pedro. Más concretamente su enorme erección. Él iba más cómodo, con unos pantalones cortos muy finos, de esas telas que secan rápido si se mojan y una camiseta. No había forma de esconderlo. Era su tercer dardo.

No esperaba una reacción tan "abultada". Volví a mirar a Laura y dije "ups". Ella no apartaba la mirada de Pedro y contestó con un "uff". De pronto me miró a mí con un gesto brusco.

- "Joder... me ha pillado mirando... perdona."

- "No te preocupes, mirar es gratis. A ver si se pone nervioso."

Llevé las cervezas a la mesa y pegué mi entrepierna al muslo de Pedro, dando la espalda a la barra y le susurré con ironía:

- "Cariño, cuidado con lo que enseñas que Laura no te quita ojo..."

Agarré a Pedro por la cintura, elevé los talones y apretando mi entrepierna cuanto pude bajé los talones, soltando un leve gemido. "Mmmm... me toca."

Di un trago y miré hacia la barra. Laura miraba a Pedro. Noté cómo se endurecían mis pezones, la situación era muy morbosa. Fui a por los dardos a la diana para hacer mi tirada.

Acabamos la partida y otras dos o tres más cuando Laura se dirigió a nosotros:

- "Chicos, tengo que ir cerrando."

- "Vale, ¿podemos acabar esta partida? - era Pedro el que contestaba."

- "Claro, sin problema."

- "Genial, gracias" - respondí yo esta vez. - "¿Mañana está cerrado, verdad?"

- "Sí, es el día de descanso."

Consulté con Pedro mientras apurábamos las últimas tiradas y la quisimos invitarla a tomar una copa en otro local.

Fui nuevamente a la barra, pagué nuestras consumiciones y extendí la invitación.

La rechazó amablemente, alegando que aún tenía que llegar el dueño para hacer caja y quedaban algunas cosas por recoger. Mientras hablaba, entraba el propietario por la puerta, pasó tras la barra y se puso a lo suyo.

- "Mira, una cosa menos" - le dije.

Me miró con indecisión y después aceptó.

- "Venga va, dadme como 20 minutos, tengo que rellenar alguna nevera y recoger las mesas de fuera."

La esperamos en un banco en la calle. Empezaba a refrescar.

Laura salió con su bolso y empezamos a caminar los tres juntos, ella a mi lado.

Nos llevó a un local moderno. La carta de cócteles era muy interesante, pero seguimos con cerveza. Pedro y yo íbamos ya a un ritmo lento, llevábamos toda la tarde dale que te pego. Laura iba más suelta.

Estuvimos hablando sobre el lugar y lo mucho que nos gustaba. Para cuando ella empezaba la tercera nosotros acabábamos la primera.

Beber deprisa le pasaba factura, tanto como a nosotros beber continuadamente.

- "¿Ganaste alguna partida al final?"

- "Que va, este no perdona ni una."

- "Tendrás que emplearte más a fondo."

- "Pues sí, pero te vamos a tener que cobrar por el espectáculo, ¿eh?"

Pedro rió y Laura se amorró a la cerveza

- "Que no pasa nada" - dije yo -. "¿Te gustó lo que viste?" - dije mirando a Laura -

- "Sí, sí..." - respondió mirando a Pedro.

- "Pues ala, eso que te llevas. ¿Y a ti te gustó?" - esta vez interrogaba a Pedro.

- "Sí." - respondió con seguridad.

Se hizo un silencio de unos segundos que rompió Pedro dirigiéndose a mí.

- "¿Y a ti?"

- "Me encanta que te miren con deseo."

Laura no negó la mayor, pero se revolvió en la silla.

- "Venga, te invitamos a tomar la última en el hotel."

Aceptó dubitativa, pero nos levantamos y los tres fuimos para allí. Estaba a 5 minutos.

Llegamos a la entrada sin pronunciar palabra. Los tres debíamos estar pensando frenéticamente si era lo que parecía o un malentendido.

Subimos a la habitación y abrí el mini bar.

- "¿Qué os apetece?"

- "Beber más no" - dijo Pedro tras unos segundos, visiblemente excitado.

- "Vale, en ese caso voy a darme una ducha rápida... Vuelvo enseguida."

Besé a Pedro y cuando pasé junto a Laura la acaricié del hombro para abajo. Cerré la puerta del baño y me di una ducha realmente rápida.

Salí envuelta en mi toalla para encontrarme a Laura de pie, con las manos contra la pared, arqueada con solo sus braguitas y Pedro en boxers frotándose lentamente. Laura entreabrió los ojos, mirándome y suspiró profundamente mientras los volvía a cerrar.

- "Yo también necesito una ducha... Llevo todo el día trabajando" - dijo ella.

- "Claro, toma, utiliza mi toalla."

Se la ofrecí, quedando desnuda. La cogió y me dio las gracias mientras pasaba al baño.

Me hubiera gustado que reparara algo más en mí. Cerró la puerta y concentré mi atención en Pedro.

Subí a horcajadas de un salto y le envolví con mis piernas, notando su erección en mis nalgas.

- "¿Te lo estás pasando bien?" - le preguntaba mientras le daba breves besitos.

- "¿Hace falta que te responda?"

Me tiró boca arriba en la cama, me cogió de las piernas y me arrastró al borde.

Solté un gritito en anticipación a lo que venía. Se arrodilló frente a la cama y devoró mi entrepierna sin compasión.

- "Despacio, despaaaacioooooo."

Oímos que la ducha se cerraba, Laura no tardaría en salir.

- "No pares" - le decía a Pedro.

Arqueaba mi espalda y contoneaba mi cadera en un intento por incrementar el placer. La puerta del baño se abrió e inmediatamente cogí con mis manos la cabeza de Pedro para que no se girara mientras Laura es acercaba. A los pocos segundos tuve mi primer orgasmo y tuve que rodar a un lado, ya que Pedro gusta de seguir torturando mi clítoris con su lengua cuando me corro.

- "Es lo más caliente que he visto en mi vida" - hablaba Laura.

Pedro alargó la mano hacia su cadera, sin levantarse la guio delante suyo y se tumbó tal como yo estaba unos segundos antes.

Apenas aplicó su lengua a la carnosa vagina de Laura y ella empezó a gemir. Ella levantaba la cabeza para ver cómo Pedro se daba un festín con su sexo pero la postura era incómoda. Enseguida me puse detrás de su cabeza de rodillas, levanté su cabeza y la acomodé sobre mis rodillas.

- "¿Mejor?"

Levantó la mirada con la boca abierta, exhalando unos cortos pero sentidos "sí... sí..."

Volvió a centrar su mirada en Pedro mientras yo pellizcaba sus pezones, cada vez más fuerte y tirando más de ellos. Gimió sin quejarse. En un momento dado, estaba estirando de sus dos pezones a la vez y levantó la cadera para cruzar sus manos a la espalda, como si estuviera maniatada. Quería someterse, o eso interpreté. No me equivocaba.

Se corrió sin ningún pudor, contrayendo su abdomen, intentando cerrar sus piernas. Pedro lo impidió, manteniendo sus muslos abiertos, haciendo ahora lentas y largas pasadas, de abajo arriba. Cada vez que llegaba al clítoris los dedos de los pies se retorcían y soltaba alaridos de placer.

Cuando Pedro consideró que era suficiente besó sus muslos, levantó la cabeza y me miró. Yo le hice un gesto con la cabeza y le espeté: "a la ducha".

Se fue sin rechistar.

Laura no se movía, respiraba hondo intentando recuperar el aliento.

- "¿Qué tal?" - le dije mientras acariciaba su cara con ambas manos.

No contestó. Cerró los ojos y expiró sonoramente.

Ya se escuchaba a Pedro duchándose y yo abrí mis rodillas, dejando que su cabeza se deslizara entre ellas. Seguí abriéndolas mientras me incorporaba un poco, mientras ponía mi húmedo sexo al alcance de su lengua le dije "come". Enseguida empezó, sacó sus manos de la espalda para cogerme el culo. Yo me incliné, puse mis manos bajo el suyo y comenzó un tórrido sesenta y nueve.

Antes de corrernos me levanté y rebusqué en la maleta. Saqué uno de mis accesorios favoritos.

- "Ponte de rodillas".

Obedeció sin decir nada. Era definitivo.

Pasé por debajo de sus tobillos una banda que va de lado a lado, con dos agarraderas para los mismos, que se cogen con velcro.

- "Ahora pasa las manos por debajo, entre tus rodillas, a la altura de los tobillos".

Las pasó. Allí esperaban otras dos agarraderas para las muñecas. Además le puse un pequeño antifaz.

Quedó, expuesta e indefensa. Cogí una pequeña pala de cuero de la maleta justo cuando Pedro cerraba el grifo.

- "Ahora te voy a azotar".

Un sonoro "PLAS" rompió el silencio. He de reconocer que le di fuerte, y me gustó. No se quejó. Le siguieron unos cuantos azotes más, cambiando de nalga cada vez. Al final, y por repetición, logré que exhalara un gemido que para nada parecía una queja.

Su vulva estaba totalmente cubierta de flujo transparente entre los labios mayores y rebosaba, dejando caer un hilo de aquella delicia.

Pedro salía de la ducha desnudo y erecto.

- "Jo-der".

- "Mira" - dije recogiendo directamente de sus labios aquel néctar y llevándomelo a la boca.

- "Que maravilla" - decía Pedro recogiendo y saboreando aquel manjar.

- "Quiero comerme esa polla... todavía no la he visto." - dijo Laura.

La respuesta fue una sonora palada en su trasero.

Pedro sacó un último accesorio de la maleta. Dos anillas para el pene. Adoro esas anillas.

Se puso la primera en la base del pene y la paso por detrás de los testículos. Así quedan hacia adelante y se facilita el contacto con el clítoris. Se puso un preservativo y la segunda anilla en la base del pene.

Se masturbó unos segundos y enseguida empezó a ganar grosor por la acción de las anillas. Cómo no me iban a gustar.

Cogió a Laura y la situó al borde de la cama. Así él quedaba de pie.

Me senté a mirar en la sila de la habitación mientras me masturbaba lentamente.

Empezó a penetrarla muy, muy, muy despacio, casi milímetro a milímetro, haciendo las delicias de la muchacha.

Cuando hubo introducido el grueso glande comenzó una suave retirada para volver a empezar e ir solo un poco más allá.

Conozco bien la sensación que crea, la expectación. Es un baile lento y sensual.

En un momento dado Laura exclamó:

"Joder es grande..."

Me acerqué a mirar y le dije al oído todo un regalo:

- "Va como por la mitad".

Ella respondió con un gemido gutural.

Levanté la cabeza y me dirigí a Pedro:

- "Métesela entera ya, que la vas a matar de la espera".

En un lento movimiento continuo de avance la penetró. Vi en primer plano y con envidia como los testículos entraban en contacto con el clítoris empapado cuando aún quedaba un trozo por meter. Finalmente entró por completo. Un suave vaivén de toda la extensión del pene la mataba lentamente. Sus puños se cerraban, los dedos de los pies se encogían.

Apliqué saliva en su ano y empecé un suave masaje. Laura se corrió, pero nada cambió y seguimos a lo nuestro.

Cuando el ano estuvo receptivo introduje la primera falange, pero en ese momento ella dijo que por el culo no.

- "Tranquila".

Retiré el dedo y le quité el antifaz. Su cara estaba contra la cama, de lado, mirando hacia mí, por la postura de los anclajes.

- "¿Qué tal?"

- "Me encanta..."

- "Me toca a mí".

- "Vale..." - se resignó.

La liberamos de las ataduras, no es una posición cómoda para estar demasiado tiempo. Enseguida se dió la vuelta para ver el pene de Pedro. Engrosado con las anillas es sencillamente divino.

- "Túmbate en la cama, cariño" - dije a Pedro. Se tumbó, con una almohada bajo la cabeza.

Mientras yo cogía y aplicaba lubricante en mi ano y lo dilataba un poco Laura no perdió la oportunidad de montarse encima de Pedro, besarlo y cabalgar con mucho entusiasmo, aprovechando los últimos momentos.

- "Venga, que es mi turno" - le espeté una sonora palmada.

Me monté encima y empecé a cabalgarle a buen ritmo. Laura estaba a nuestro lado sin saber muy bien qué hacer, así que se masturbaba.

- "Ven aquí" - le dije. "Ponte un poco de lubricante en el dedo y métemelo por el culo."

Me quedé quieta mientras lo hacía, dejándola que encontrara por sí misma la posición más cómoda.

- "Ahora ve entrando y saliendo, despacio. Sigue, sigue... un poco más rápido... Así... Mete el dedo hasta el fondo y apoya la palma. Ahora con la palma acompáñame siempre a mí, sin separarla, y con el propio movimiento del dedo entras y sales..."

Cuando hubo cogido el rollo apoyé mis manos en la cama y empecé a cabalgar lentamente a Pedro, dejando que Laura aprendiera la técnica.

- "Ahora dos dedos".

Los introdujo sin dificultad.

- "¿No te duele?"

Yo gemía de placer.

- "¿Te parece que me duele?"

Tuve un nuevo orgasmo. Pedro también se pronunció, a pesar del condón y las anillas estaba a punto de explotar. Le besé.

- "Sácalos Laura."

Obedeció al momento, me hice a un lado, desmontando, y quité el condón del pene. Me puse de cuclillas, de espaldas a Pedro y me la metí en el culo poco a poco hasta el final.

Estando dentro me recliné hacia atrás, apoyando mis manos en la cama, y Pedro flexionó sus piernas, arrastrando las mías encima que las acompañaban flexionándose también. Con sus manos en mi cadera hizo un poco de fuerza para levantarla, liberando así la suya para iniciar una suave penetración anal.

Laura tenía una excelente visión de cómo Pedro me hacía el amor por el culo, despacio, sabiendo que me derrito.

- "Ponte a nuestro lado y méteme dos dedos, buscando el punto G".

Sin perder ni un segundo lo se puso a ello, y sabía muy bien lo que hacía.

Empezó a acelerar el ritmo de sus dedos mientras Pedro mantenía el suyo. El chispazo que ocurre en el estómago cuando entras en punto de no retorno se disparó.

"No paréis, no paréis, no paréis." - repetía

Me corrí como loca, gimiendo sin ningún pudor por las habitaciones vecinas.

"¡Me corroooo!" - gritaba Pedro.

Atiné a sacármela del culo y apuntar a mi abdomen mientras lo masturbaba en el glande. Debido a la inclinación y la potencia, los primeros chorros fueron a mi pecho y los siguientes a mi pubis.

Me puse en pie.

"Vaya noche..." - dijo Laura. "Ha sido increíble."

El abundante esperma resbalaba de mi pecho al abdomen y del pubis directo a mis labios.

"Túmbate" - le ordené nuevamente.

Abrí sus piernas, boca arriba y examiné aquella vulva con el merecido detenimiento. Estaba perfectamente depilada.

Pasé mi pierna derecha por encima de su pierna izquierda y su pierna izquierda quedaba apoyada en mi hombro. Junté mi sexo con el suyo, con la perfecta lubricación de su sexo, el mío y el semen de Pedro, que miraba complacido.

Las caderas empezaron a moverse empujadas por la más ciega lujuria, frotándonos una contra la otra. En un momento dado empecé a separarme y dar empujones, mi vulva contra la suya. El sonido pegajoso de los flujos no hacía sino aumentar la excitación.

"Avísame cuando te vayas a correr" - dije entre jadeos. Estaba extenuada, necesitaba descansar, pero quería acabar la faena.

Seguí pegando y despegando mi vulva a la suya, las dos gemíamos, hasta que escuché las palabras:

"¡¡¡¡Ya, ya, ya, ya!!!! ¡¡¡Ay sí, síiiii!!!"

En ese momento volví a pegar mi sexo al suyo para frotarlos y no separarlos hasta que las dos nos dimos un precioso orgasmo y nos relajamos un par de minutos después.

Solo entonces nuestras vulvas se separaron y quedamos tumbadas en la cama.

Pedro lamió nuestros sexos e ingles, empezando por Laura, dejándonos en la gloria.

- "Es tarde... ¿Te quedas a dormir, verdad? La cama es ancha"

- "¿No os importa?"

- "No seas boba. Mañana no trabajas".

Nos aseamos y dormimos como lirones.
 
Me encantó el relato y espero que para la siguiente parte puedas aportar algún material gráfico
 
Muy bueno el relato... ufff que suerte encontrar una chica así y poder disfrutar los dos de ella
 
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