La cuñada

Este relato es totalmente ficticio, pero quise reflejar el hecho de que a muchas personas les daría morbo el poder tirarse a su cuñada o cuñado. De hecho en este relato la cuñada está basada en mi cuñada, por físico, personalidad, etc… y todo el relleno como nombres, situaciones, familiares extra son invenciones.
Yo personalmente me gustaría poder follármela, pero queda ahí, en una fantasía por el riesgo que supone.

Después de este relato tengo preparados a falta de revisar algún detalle dos opciones. Una es una chica con obesidad que prácticamente no ha tenido una vida sexual plena y aparece un hombre cercano a su vida y sin escrúpulos que se aprovecha de la situación y luego otro de un matrimonio de recién casados que reciben la mala noticia de la infertilidad del hombre. Publicaré los dos pero primero uno y luego el otro. ¿Tenéis alguna preferencia?

Por otra parte un forero me escribió para ver si podía hacer un relato con su historia personal, con nombres falsos pero conservando la situación real que vivió más una fantasía que tiene. Este relato va a la sección de cornudos y lo publicaré paralelamente con alguno de los otros.
 
Bueno, esas cosas suelen pasar. A mí por ejemplo me ha pasado con alguna novia de un amigo que es cañón, pero es que jamás me he planteado hacer absolutamente nada porque considero la amistad y los valores por encima de eso.
 
Este relato es totalmente ficticio, pero quise reflejar el hecho de que a muchas personas les daría morbo el poder tirarse a su cuñada o cuñado. De hecho en este relato la cuñada está basada en mi cuñada, por físico, personalidad, etc… y todo el relleno como nombres, situaciones, familiares extra son invenciones.
Yo personalmente me gustaría poder follármela, pero queda ahí, en una fantasía por el riesgo que supone.

Después de este relato tengo preparados a falta de revisar algún detalle dos opciones. Una es una chica con obesidad que prácticamente no ha tenido una vida sexual plena y aparece un hombre cercano a su vida y sin escrúpulos que se aprovecha de la situación y luego otro de un matrimonio de recién casados que reciben la mala noticia de la infertilidad del hombre. Publicaré los dos pero primero uno y luego el otro. ¿Tenéis alguna preferencia?

Por otra parte un forero me escribió para ver si podía hacer un relato con su historia personal, con nombres falsos pero conservando la situación real que vivió más una fantasía que tiene. Este relato va a la sección de cornudos y lo publicaré paralelamente con alguno de los otros.
El del matrimonio de recien casados y la infertilidad del hombre me gustaría que fuese el primero. Creo que dará mucho juego.
Por lo demás,el relato de la cuñada es muy morboso y a la vez muy lleno de sentimientos.
Enhorabuena, gracias por tus relatos y sobre todo por compartirlos con nosotros.
 
Capítulo 6


David cerró con suavidad la puerta de casa, asegurándose de no hacer ruido. Sentía el pulso acelerado, y mientras entraba en el vestíbulo, se obligó a tranquilizarse, a respirar hondo, a borrar cualquier rastro de inquietud que pudiera delatarlo. La intensidad del encuentro con Carla aún se sentía en su cuerpo, como un recuerdo palpable en cada uno de sus sentidos. Mientras dejaba sus zapatos y revisaba su expresión en el espejo, se percató de que la culpabilidad comenzaba a invadirlo. Había cruzado una línea de la que no había retorno, y ahora debía regresar a su vida cotidiana como si nada hubiera pasado. Le había sido infiel a su mujer por una obsesión y aunque se sentía eufórico por haberse follado a su cuñada también sentía el peso de la culpa. Al escuchar pasos en el pasillo, David forzó una expresión neutral. Su esposa se asomó desde la sala, con una sonrisa amable y un gesto de curiosidad.

—¿Qué tal cariño, cómo ha ido? —preguntó ella, acercándose para darle un beso en la mejilla—. ¿Pudiste ayudar a Carla con lo que necesitaba?

La mención del nombre de su cuñada le provocó una sensación extraña, como si un peso invisible le apretara el pecho. David asintió, tratando de sonar relajado.

—Sí, le ayudé a organizar unos papeles y a mover algunas cosas —respondió, manteniendo el tono casual mientras se dirigía a la cocina—. Fue bastante rápido, nada del otro mundo.

Su esposa lo miró durante un segundo, evaluándolo, antes de asentir con una sonrisa.

—Bueno, me alegra que hayas podido echarle una mano —dijo ella—. Sabes que Carla no siempre es buena organizándose.

David se obligó a reír suavemente, aunque la sensación de incomodidad seguía latente. La situación era surrealista: hacía solo un rato estaba follando con Carla, cruzando una línea prohibida, y ahora debía regresar a la calma doméstica como si nada hubiera sucedido. Sentía que las palabras de su esposa resonaban en su cabeza con una ironía cruel, recordándole lo que él sabía y ella no, lo que ahora compartiría en secreto con Carla.

Durante los días siguientes, David intentó sumergirse en la rutina. Se levantaba temprano, salía a trabajar, cenaba en casa, y se aseguraba de mantenerse ocupado. Pero, por más que se esforzaba, no podía evitar que los recuerdos de su encuentro con Carla regresaran a su mente una y otra vez. Era un torbellino de imágenes, sonidos y sensaciones que lo mantenían en un estado de tensión constante. La imagen de su cuñada follando con él volvían a su cabeza una y otra vez. Se masturbaba a diario recordando todo. Incluso estuvo a punto un día de pedirle que si podía enviarle al wasapp una foto de las tetas como recuerdo, pero rápidamente lo dejaba pasar, ella había dejado claro que todo debía quedar en el olvido. Por momentos, sentía que el secreto era demasiado para llevarlo solo, como si la realidad estuviera a punto de delatarlo en cualquier momento. Cada vez que su esposa mencionaba a Carla, o cada vez que sonaba su teléfono y aparecía el nombre de ella, David se sentía expuesto, vulnerable, temiendo que su expresión o sus palabras pudieran traicionarlo. Sabía que debía ser cuidadoso, que este era un secreto que tenía que llevar consigo a cualquier precio.

Finalmente, un fin de semana, toda la familia se reunió para una comida por el cumpleaños de su suegra. Era la primera vez que David y Carla se veían desde aquel día, y aunque él intentaba mostrarse tranquilo, no podía evitar sentir una tensión latente en el ambiente. Ambos se saludaron con la misma cordialidad de siempre, compartiendo una sonrisa ligera y un breve abrazo, como si no fueran más que cuñados compartiendo una reunión familiar. Pero David podía notar el brillo en sus ojos, una complicidad silenciosa que solo él podía entender. Durante la comida, David se sentó cerca de su esposa, mientras Carla se ubicó frente a ellos, junto a su marido y sus hijas. La situación era incómoda y surrealista: la mesa llena de risas y conversaciones, sus esposas conversando animadamente, y ambos aparentando una normalidad que parecía frágil, como una máscara que en cualquier momento podía desmoronarse. David se servía de las bandejas, participaba en las charlas, reía cuando correspondía, pero su atención se desviaba de forma inevitable hacia Carla.

En un momento de la comida, el esposo de Carla le ofreció una cerveza. David aceptó, tratando de concentrarse en la charla que él proponía sobre trivialidades, temas de trabajo, y alguna que otra anécdota sobre su semana. Sin embargo, no podía evitar pensar en la ironía de la situación: allí estaba, bebiendo y riendo junto al hombre que confiaba en él, sin que nadie sospechara lo que había ocurrido. Por un instante, mientras sostenía la cerveza y escuchaba el relato de su cuñado, David no pudo evitar que un pensamiento furtivo cruzara su mente, tan claro y nítido que casi se sorprendió de no haberlo pronunciado en voz alta: “Si supieras lo que hemos hecho tu mujer y yo…” El pensamiento lo asaltó de forma tan cruda que tuvo que disimular y dar un trago largo a la botella para calmar la expresión de su rostro. Era como si la traición flotara en el aire, invisible pero tangible para él, un secreto pesado y oscuro que solo él y Carla compartían. La culpabilidad lo invadía por momentos, pero junto a ella también sentía un atisbo de satisfacción egoísta, una certeza de que, aunque fuera en silencio, existía algo entre él y Carla que nadie podría arrebatarles. Él había ganado este juego, se había follado a su cuñada.

Mientras avanzaba la comida, David y Carla se cruzaron algunas miradas furtivas. No hubo sonrisas ni gestos que pudieran interpretarse como algo más, solo un breve contacto visual que duraba un segundo y luego se rompía. Sin embargo, en ese segundo, él sentía que todo se decía sin necesidad de palabras. Ambos sabían lo que habían compartido, y aunque la vida cotidiana intentara reducirlo a un simple recuerdo, el lazo que se había creado era tan fuerte como el secreto que ahora guardaban. Al terminar la comida, su suegra se dispuso a levantar la mesa y a servir el café, moviéndose por la cocina y el salón en un ir y venir constante. David se excusó un momento y fue al baño, aprovechando la soledad para recuperar la compostura. Se miró en el espejo y respiró hondo, tratando de calmarse. Sabía que debía mantenerse firme, que este secreto solo era soportable si ninguno de los dos daba señales que los delataran. Cuando regresó al salón, encontró a su esposa conversando con Carla, ambas riendo y recordando historias de su infancia. David se detuvo un segundo, observándolas desde la distancia, sintiendo cómo el peso del secreto volvía a caer sobre él. En ese instante, mientras escuchaba la risa de ambas, comprendió que este sería el equilibrio frágil que debía sostener de ahora en adelante: amar a su esposa y convivir con Carla como si aquel momento nunca hubiera ocurrido.

Al finalizar el encuentro familiar, David se despidió de todos con abrazos y sonrisas. Cuando fue el turno de Carla, ambos intercambiaron una mirada fugaz, cargada de significado, pero sin palabras. En el silencio de ese abrazo breve, David sintió cómo ambos sellaban el pacto silencioso de mantener aquel secreto entre los dos, como un recuerdo compartido que solo ellos conocerían.




Unos meses después David estaba en su trabajo y notó que su móvil vibraba en su bolsillo, le había llegado un wasapp. Al abrirlo vio el nombre de Carla y leyó algo que no esperaba pero que dibujó una sonrisa perversa en su cara “Hola David, me puedes ayudar con unas cosas en casa este sábado?” El mensaje iba acompañado de una foto de su cuñada echa por ella misma frente al espejo de su baño y donde se veían perfectamente sus tetas.



Fin.
 
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