El deseo de Ana
Ana era una mujer divorciada de 54 años, a simple vista normal, delgada para su edad, morena poco pecho y un bonito culo. Vivía en un pueblo pequeño, donde todos se conocen y se saludan por la calle. Su separación vino por un tema de cuernos, su ex le ponía los cuernos con una del pueblo de al lado, esto ocurrió durante un par de años, era la comidilla del pueblo a sus espaldas.
Un día, que decidió darse un capricho, fue a un balneario cercano a darse una serie de tratamientos. Allí se encontró al que era su marido con la querida. Pim pam pum, en menos de un mes divorcio y el cabron se fue a vivir con la otra.
Su vida comenzó a ser una rutina, trabajo, casa y casa, trabajo. No habían tenido hijos, pero ya cerca de los 50 no sentía esa necesidad de tener pareja. Pero si de follar.
Empezó con las aplicaciones de citas, salieron mal los tres intentos, así que un día después de beberse media botella de vino, decidió pasar a las aplicaciones de follar. Y ahí si encontró lo que buscaba. Sexo sin complicaciones, con chicos de diferentes edades, pollas diferentes y cuerpos diferentes. Se dio cuenta que el aspecto físico la era indiferente, sentía placer y llegaba a los orgasmos con facilidad. Ella pensaba, que era el morbo de no conocer, de ser sólo sexo y así disfrutarlo.
Pasaron los meses, hasta que conoció a Adrián. 45 años, rubio, atlético, no tenía una buena polla, pero ese defecto lo compensaba con sus ganas y su atrevimiento. Comenzaron a quedar más a menudo, a cenar, a quedarse un fin de semana, a hacer escapadas. No sentía la necesidad de volver a las aplicaciones, además Adrián era inteligente y sensible, cualidades que en su pequeño pueblo no encontraba en el género masculino.
En una de esas escapadas, Adrián le preparó una sorpresa en la habitación del hotel. Unas cuerdas y una fusta. Ana al principio sintió rechazo a la idea, pero Adrián con su palabrería la convenció de probar y vaya si lo probó.
Comenzó atandola las manos al cabecero de la cama, después comenzó a quitarle la ropa. Le quito las botas, le desabrocho el pantalón y le bajo las bragas, notó su aliento cerca de su coño, sus dedos recorriendo sus ingles, apretando su coño con los dedos. Le siguió bajando los pantalones hasta quitárselos y comenzó a comerle los pies. Lo hacía mientras la miraba, despacio. Era la primera vez que veía a Adrián hacer algo así, siempre había sido algo tímido en la cama, algo que a ella en cierta manera le parecía sexy. Pero esa mirada de Adrián, nunca la había visto.
Este comenzó a bajar por su talón la lengua, recorrer su espinilla, dirección a la parte interior de sus muslos, ella empezó a tirar de las cuerdas, ya que sin saber por qué, se estaba excitando tanto. Sintió como la lengua de Adrián se paraba en su ingle, su cabeza sólo pensaba sigue un poquito más, comeme el coño, ya que se notaba muy húmeda.
Pero Adrián no siguió, en cambio se levantó y fue a coger la fusta. Con ella hizo el mismo camino que había hecho su lengua, con una diferencia que está vez la fusta sí llegó a su coño. Él empezó a restregar la fusta por su clitoris, a empezar a meterla poco a poco por su coño. Ana al principio se sintió rara y estuvo a punto de pedirle que parara, pero sintió como su coño deseaba que le metiera la fusta, sintió como le subió la excitacion cada vez que notaba la fusta entrar. Comenzó a jadear a tirar de las cuerdas, y cuando creía que iba a llegar al orgasmo Adrián paró. Levantó su cara de la almohada y lo miró, en ese momento Adrián le dijo.
- No puedes seguir siendo Ana. Tengo que buscarte un nombre.
Antes de que ella dijera nada, el cogió y la fustigó en los pezones, con bastante fuerza. Ella sintió un dolor repentino, que duro solo un instante dejando paso a la excitacion. Adrián volvió a fustigar, esta vez el otro pezon, está vez ya no sintió dolor, sino más excitación. Noto como su coño se humedecia más, y como necesitaba sentir otra vez esa fusta en sus carnes.
Adrián comenzó a desatarle las manos, al sentir la liberación, lo primero fue ir a tocarse el coño, ya que era una de las veces que más cachonda se había sentido. Pero al llevar la mano por su pubis, la fusta la golpeó con mucha fuerza la mano. De repente sintió como la volteaban, y la volvían a atar las manos esta vez boca abajo. Ahora había perdido de vista a Adrián, sentía como daba vueltas alrededor de la cama, como un león acechando.
Lo primero que sintió fue la fusta recorrer su espina dorsal. Sentía la respiración agitada de él, su cuerpo cerca del suyo y después sintió un gran golpe en su nalgas. A pesar del dolor, sintió un gran placer, sentía como su coño seguía humedeciendose, si deseo de que le metieran algo, sentía el ardor en sus nalgas y el calor de su coño.
- Quiero que después de esta noche, seas alguien más.
Otro fustazo, está vez más fuerte, sentía como se enrojecia.
- Creo que ya sé cómo te vas a llamar.
La fusta comenzó a bajar por la raja de su culo, sintió como llegaba a su coño y como lo frotaba. No sabía como sentirse, solo sentía que estaba muy muy cachonda y que deseaba correrse. No tardo en hacerlo, mientras la fusta se frotaba por su coño y entraba poco a poco. Justo cuando terminó de correrse. Adrián se acercó a su oreja y le susurró.
- Encantado de conocerte Cristal.