Te podría decir que no sé por qué lo hice, pero lo sé, y no quiero reconocérmelo ni a mí mismo. No obstante, te cuento la historia para que saques tus propias conclusiones:
Aquel fin de semana, tras dejar todos los asuntos familiares y algún que otro compromiso social arreglados, me subí al tren directo a mi destino, que había pactado unas semanas atrás, no sin nervios.
Hice varios cambios de tren e incluso cambié a un bus que, finalmente, me dejó en mi destino. Era más bonito de lo que esperaba: un pequeño palacio andaluz, rodeado de bonitos jardines, convertido en una especie de hotel. Al entrar me dirigí a lo que parecía la recepción y, allí mismo, tras dar mi nombre, comenzó la historia.
Una caja de plástico sirvió para que dejara mis pertenencias, tras preguntarme seriamente la chica si estaba seguro de aquello.
- Puedes meter también la ropa ahí, será más seguro que esté todo en el mismo sitio.
Me desnudé frente a ella, mientras algunos de los clientes que paseaban por el patio interior del lugar, al comprobar la situación, me observaban. Una chica en ropa deportiva (un top ajustado y unas mallas que marcaban un culo prieto y abultado) se acercó a nosotros, sin dejar de observarme.
- Te acompañará hasta la grabación, para comprobar que no haces nada que no esté permitido. Después podréis jugar todo lo que queráis: ella misma ha sido quien te ha escogido. Puedes darle el móvil a ella.
Así lo hice, sin dejar de fijarme en su altura, que, siendo yo bastante bajito, era bastante dispar. Pese a que no tenía casi pecho, debo reconocer que me puso bastante caliente la idea de terminar la experiencia retozando con ella.
- La ropa interior también -dijo la recepcionista, mientras yo seguía absorto en mis pensamientos-.
No lo pensé mucho y, rápidamente, me bajé los slips blancos y finos que había estrenado para la ocasión, no sin fijarme que andaban sudados, lo que, supuse, había transparentado ligeramente mi sexo que, ahora, ya colgaba libremente.
Mi acompañante habló tras poner la ropa interior en la caja.
- ¿Se te está despertando?
Miré mi nabo que, ligeramente morcillón, estaba a la vista de los curiosos que se habían congregado a nuestro alrededor, negándolo pese a la evidencia, quizá por un orgullo masculino que nunca me ha llevado nada positivo.
- Vamos a firmar el contrato. Sígueme. -me dijo colocando las manos a su espalda, reposando sobre su precioso trasero y adelantándose para permitirme que lo admirara sin ningún problema, mientras yo sentía mis genitales moviéndose de un lado a otro al caminar-.
Me fui fijando en la gente con la que nos cruzábamos, distinguiendo fácilmente a aquellos que, como yo, se habían ofrecido para la aventura, pues iban acompañados de mujeres o muchachas de cerca.
Otros y otras, que iban por libre, me miraban (o al menos así lo sentía yo), consiguiendo que me ruborizara ligeramente, sin creerme que un tipo como yo, normalito, pudiera ser objeto de deseo.
Aquel fin de semana, tras dejar todos los asuntos familiares y algún que otro compromiso social arreglados, me subí al tren directo a mi destino, que había pactado unas semanas atrás, no sin nervios.
Hice varios cambios de tren e incluso cambié a un bus que, finalmente, me dejó en mi destino. Era más bonito de lo que esperaba: un pequeño palacio andaluz, rodeado de bonitos jardines, convertido en una especie de hotel. Al entrar me dirigí a lo que parecía la recepción y, allí mismo, tras dar mi nombre, comenzó la historia.
Una caja de plástico sirvió para que dejara mis pertenencias, tras preguntarme seriamente la chica si estaba seguro de aquello.
- Puedes meter también la ropa ahí, será más seguro que esté todo en el mismo sitio.
Me desnudé frente a ella, mientras algunos de los clientes que paseaban por el patio interior del lugar, al comprobar la situación, me observaban. Una chica en ropa deportiva (un top ajustado y unas mallas que marcaban un culo prieto y abultado) se acercó a nosotros, sin dejar de observarme.
- Te acompañará hasta la grabación, para comprobar que no haces nada que no esté permitido. Después podréis jugar todo lo que queráis: ella misma ha sido quien te ha escogido. Puedes darle el móvil a ella.
Así lo hice, sin dejar de fijarme en su altura, que, siendo yo bastante bajito, era bastante dispar. Pese a que no tenía casi pecho, debo reconocer que me puso bastante caliente la idea de terminar la experiencia retozando con ella.
- La ropa interior también -dijo la recepcionista, mientras yo seguía absorto en mis pensamientos-.
No lo pensé mucho y, rápidamente, me bajé los slips blancos y finos que había estrenado para la ocasión, no sin fijarme que andaban sudados, lo que, supuse, había transparentado ligeramente mi sexo que, ahora, ya colgaba libremente.
Mi acompañante habló tras poner la ropa interior en la caja.
- ¿Se te está despertando?
Miré mi nabo que, ligeramente morcillón, estaba a la vista de los curiosos que se habían congregado a nuestro alrededor, negándolo pese a la evidencia, quizá por un orgullo masculino que nunca me ha llevado nada positivo.
- Vamos a firmar el contrato. Sígueme. -me dijo colocando las manos a su espalda, reposando sobre su precioso trasero y adelantándose para permitirme que lo admirara sin ningún problema, mientras yo sentía mis genitales moviéndose de un lado a otro al caminar-.
Me fui fijando en la gente con la que nos cruzábamos, distinguiendo fácilmente a aquellos que, como yo, se habían ofrecido para la aventura, pues iban acompañados de mujeres o muchachas de cerca.
Otros y otras, que iban por libre, me miraban (o al menos así lo sentía yo), consiguiendo que me ruborizara ligeramente, sin creerme que un tipo como yo, normalito, pudiera ser objeto de deseo.