Letras al amanecer.

SoyUnAccidente

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En Palabras al amanecer.
Soy.

He viajado durante años en este océano que es internet buscando una isla que me salvará de morir ahogado. Soy un náufrago agarrado a la tabla de mi imaginación batiéndome entre las olas de la soledad. Mi vida es escribir historias qué se han destilado con mis experiencias y las de las personas que durante un tiempo han compartido este viaje sin retorno a la salvaje e inútil experiencia que es la vida. No pretendo ayudar ni enseñar. Soy un escéptico que sabe que la verdad no existe y que la felicidad son sólo momentos que hemos de guardar en nuestro corazones llenos de cicatrices del pasado.
En estos textos conoceréis al hombre que no es hombre y a la mujer que tampoco lo es. Pero que a la vez lo son sin saberlo. Hombre-mujer y mujer-hombre que danzan sobre si mismos en el torbellino de lo incomprensible.

Sí tienes tiempo y paciencia podrás descubrir mi mundo interior de pasion, sexo y deseo en estas palabras nocturnas. Y las suelto como hojas en el viento mágico de la esperanza para que os dé un atisbo de lo puede ser el amor. Mi mundo ahora compartido se dibuja con letras al amanecer.
 
1. Una habitación de paredes sudadas.

Perdón por molestar, fueron las primeras palabras que cruzamos en un chat. Tal vez hubiera podido decir otra lindeza más soez y sexual, pero me vence la cortesía y educación de un caballero inglés de Malasaña.Tras tiempo ardiendo en ganas de conocernos, de intercambiar experiencias, relatos canciones y poemas decidimos saltar al vacío por primera vez sin red cómo acróbatas desesperados qué no ven el trapecio.

La dejé poner sus reglas. A una dama siempre hay que darla la libertad de asegurar su campo de batalla. Sobretodo si de por medio hay la posibilidad de arder en un campo en llamas. Ella me pidió no hablar nada más que en susurros y qué la luz fuera tenue. Elegiría el hotel para jugar en casa.Yo también puse las mías, qué ella estuviera de espaldas cuando yo entrase y vendarlas los ojos. Creo que no hubiera aceptado eso nunca, pero el peligro es una droga tan excitante que pierdes la capacidad de razonar. Te convierte en adicto a la adrenalina, cómo un adolescente tomando taurina mezclada con alcohol de garrafón. Quedamos por la tarde, en un puente de otoño cuando aún el sol calentaba con rayos de luz moribundos. Pero antes de ese clandestino encuentro, de salvajes dopados de nervios, la dije que al entrar habría un poema mio para ella con sabor a Joaquín Sabina. Y qué sí no quería continuar podía desistir e irse sin problema.
No conocimos ni nuestros rostros ni nuestras voces.. Sólo sabiamos con la certeza de Robin Hood que deseabamos saborearnos como hienas entre gruñidos y risas.

*Ahora que mi pelo se vuelve cano,
que soy una mala copia de Coronado.
Ahora que un tango mueve mis ingles
te pido que me hables en francés.
Ahora que mi tiempo está hipotecado
y Hacienda me lo ha embargado,
mi corazón loco y desmenuzado
está en el cadalso de tus besos
colgado de la soga de los sueños.
Deseo ser palabras de madrugada
que te hagan ser odalisca y dama,
una princesa en corset y minifalda
que me espera desnuda en la nada
de unas sábanas rojas arrugadas,
en un hotel de paredes sudadas.
Ahora que soy un loco accidente
un poeta olvidado entre la gente
comparto un café de sucios versos.
en el ocaso inminente de mi cuerpo.
Ahora que olvidé las mariposas
siento soy cultivo de tu negra rosa.
Ahora que mi dedos se tiñen de azul.
qué soy el roce con tacto de luz
te hago habitar en el exceso
de emboscadas en nuestros sexos.
Quieres jugar con cartas marcadas
y no sabes que yo hago trampas."
Firmado. J.

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La puerta estaba entornada y con la parsimonia de un pavo real la fui abriendo despacio. Las cortinas estaban medio cerradas y el sol comenzaba a ocultarse iluminando la habitación con la penumbra de las cuevas misteriosas del tesoro. Noté que me había oido entrar al percibir el movimiento de su cabeza intentado dar la vuelta y mirarme. La saludé.

.- Hola R.

Ella volvió a fijar su mirada en la ventana y su voz con sabor a canela y miel, me regaló un susurro que me supo a ambrosía de los dioses.

.- Hola J.

En su voz había el ronrroneo de una gata que se restriega en tus pantalones. No la respondi. Avancé hacía su espalda y miré sus hombros labrados con la dulzura de un escultor griego enamorado. Acaricié su pelo oscuro y lleno de destellos nacarados en ese contraluz otoñal. Sentí su estremecer como vibran los lirios con la brisa de la mañana. Ladeó levemente su cabeza y yo corregí su posición pasando un pañuelo delante de sus ojos. Lo fui atando con firmeza, pero con el mimo de un jardinero con un bonsai. Percibí su miedo, su incertidumbre, en un suspiro suspendido entre la tierra y el cielo. Y todo se inundó de su aroma.. Era un perfume tenue con matices de fondo de cedro, sándalo y ámbar. Complejo y sencillo de disfrutar cómo era ella; un licor potente y dulce que permanece en el paladar durante mucho tiempo, sin embriagar, pero que añoras cuando se aleja de tu recuerdo.

Mis manos acarciaron su rostro y ella me devolvía un respiración entrecortada y profunda.. Después pasaron a sus hombros con el tacto de seda profunda de las hojas cayendo en su cuerpo húmedo de deseo contenido. Me sentí un forense haciendo la autopsia de su excitación felina, pues sentía que su cuerpo no se movía, pero su alma se restregaba buscando más contacto para apagar el fuego que la estaba encendiendo como la madera en el hogar.

Vestía un top negro .ajustado que dejaba sus hombros al descubierto y se polongraba hasta su cuello en una especie de collar o bufanda. I más bien parecía una gargantilla de azabache. La estlizaba como una garza. Pasé delante de ella y sintió lo que una gacela cuando un león la acecha. Adrenalina y miedo. Sabía que sentía mi respiración y mi mirada. Se complementaba con una minifalda plateada que brillaba simulando las escamas de una sirena. Tacones altos, zapatos y medias negras, y al final de su falda asomban unas ligas tímidas y curiosas. Sus muslos y piernas eran alabastro oscuro que te hacían caer en la tentación.

.- Levántate y da tres pasos hacia delante.

La ordené con la voz de quién sabe lo qué quiere. Ella lo hizo con la manera que caminan los gatos en tejados de zinc. Mi mano subió su minifalda y destapé un culotte caro. Era todo ella elegancia y glamour. No esperaba menos de ella. Aunque es aconsejable vestir de usado cuando comienza una obra de derrbo. Mi otra mano fue a su boca roja de fuego. Mis dedos abrieron sus labios y con el instinto de un recién nacido comenzó a chupar y succionar.con puro vicio silencioso. Notaba su lengua hacer espirales en ellos que se hubiera convertido en un torbellino marítimo que me hubiera hecho naufragar. Su respiración era ya un jadeo invisible que sabía iba a tornar en un suspiro profundo de agua hirviendo en una cafetera italiana. La otra mano recorrió su pecho por encima de su segunda piel de onix. Sus pezones no eran excesivamente grandes. Pero las yemas de mis garras los despertaron y desafiantes comenzaron a ponerse duros y grandes como cerezas a punto de recolectar. Después bajaron a su sexo y por encima del culotte lo acaricié. Giré mi mirada y sus gluteos estaban tensos y duros debido al contrafuerte de sus tacones. Apreté más mi mano sobre ese raso ahora oculto . Ladeo la cabeza, se contrajo sobre si misma y se mordió ligeramente los labios. Noté su humedad, su olor,. Era el rocío de una mañana de Agosto, cálido, de tacto pringoso, hecho de mil deseos que conseguir y un millón de posibilidades por explorar. Gimió en silencio. Lo supe por la contracciones de sus labios que aún hacian prisioneros mis dedos en su mazmorra de aliento de dragón. Saqué mis dedos de su boca y un puente transparente se hizo entre ellos. Era la despedida a los estertores del corazón cuando se aleja su amado.

Me aparté de su lado. Despacio, con la cadencia de un metometro en adaggio.

.- Ahora me iré. Esperaras unos minutos y te quitarás la venda. En la mesa hay una caja. Lee la nota, obedece las ordenes y baja a cenar al comedor.

No me despedi. Comenzaba el juego de la seducción. Y hasta el final nunca hay un adiós. Y muchas nunca lo hay.

Sé que ella no entendía lo que estaba ocurriendo. Estaba sola. No le dió tiempo a preguntar. Estaba desconcertada. Tanto lo estaba como ver que en sus labios un hilo de saliva se deslizaba, una gota de agua resbalaba por los cristales empañados de la ventana, y su culotte era una amplia mancha de flujo hirviendo en esa habitación de paredes sudadas.
 
2. La equilibrista de las alas cortadas.


"Qué perro!"

Dijo cuando se quitó el vendaje. La temblaba el vientre , era un tambor de Calanda reventado por los golpes de su excitación que quería explotar con urgencia.Volver a ver la sumió en los esfuerzos de un topo que sale en pleno día de su madriguera. Esta situación no la había imaginado y no la gustaba perder ni jugando al parchís con un daltónico con rojas y verdes.

Se apoyó en la mesa y abrió la caja esperando que no fuera la de Pandora. Dentro había un sobre y otra caja. Abrió el sobre para leer el mensaje, o tal vez orden, que J. la había dejado. Dudó, pero ya sabemos que la curiosidad es más fuerte que la incertidumbre.

"La madre que lo parió!"

Ella había imaginado el encuentro cómo una lucha de canibalismo mutuo, dónde la espera de estar unidos por primera vez, tornase en violenta y desesperada embestida del desenfreno. Vamos qué quería que la rompiera el culotte y la follara vestida sin prelimirares. Deseaba la empotrarse como si fuera una pared de hormigón taladrada por una pica de martillo percutor Hilti. Incluso poder tener la fantasia de una qué era forzada y se covertia en su puta. Y la deja cachonda como una mona que se ha restregado ortigas en su vulva. Por lo cual quería desvelar ese plan que J. tenía preparado. Comenzó a leer.

"Abre la cajita y ponte lo que te regalo. Baja a cenar y a las 21.00 horas estaré esperándote en la habitación. No te adelantes, estaré observándote. Pero no te empeñes en descubrir quién soy. Sé qué lo harás. No pierdas el tiempo y disfruta de la cena y mi regalo. Y acuérdate.
Quieres jugar con cartas marcadas
y no sabes que yo hago trampas."

De su boca salió un improperio que me da vergüenza escribirlo. Y con un cabreo digno de un colchonero viendo perder a su Atleti contra los merengues por un penalti injusto, abrió la caja. Sus ojos se desorbitaron. Parecian de los dibujos de los Simpsons. Saco el misterioso objeto y comprobó era un plug anal. Precioso eso sí, cromado, con su tapón personalizado con una R. Muy cuqui diría R. Estuvo a punto de tirarlo por la ventana de la rabia que contrajo. Creo la hubieran multado por no reciclar un potencial agente radioactivo y se lo pensó. Aceptó el reto y se lo introdujo en esa cueva prohibida y estrecha. No le costó. Tanta humedad habia salido de su cuerpo qué entró sin dificultad. Igual que un cuchillo japonés corta el atún rojo.
Espero unos momentos y comprimió su esfinter para comprobar que la joyita sexual no se saldría. Lo sentia dentro frío y rozando su cavidad. Era una sensación extraña, era un pequeño hielo de fuego que comenzaba a derretirse entre los pliegues de su interior. Sonrió pensando que le había ganado la partida. Y se encaminó a retocarse el maquillaje. Pero notó que el contoneo de sus caderas hacía que el dildo balancease dentro de su recto provocándola un placer tenue. Notó volvía el rocío por sus muslos. No se corría, pero no estaba segura de que podría controlarlo. Respiro hondo cómo un fuelle en la fragua. Y comenzó un camino de autocontrol para con su orgullo. Sabía de su capacidad de resiliencia. Entró en el bañó para quedar espectacular para él y ella misma. El maquillaje es un arte que dominaba y hacía renacer cada día a la mujer tan grande y fuerte qué tanto tiempo la había costado fraguar. Más en su interior rugía un tsunami inminente que quería entregarle creyendo era dueña de la situación. Salió de la habitación y se dirigió al restaurante.

Bajó por las escaleras y de saberlo lo hubiera usado el ascensor. El plug era como un tentetieso en su tecto. Un pequeño movimiento y parecía el péndulo de Foucault derribando su equilibrio. Cada escalón será un salto de una equilibrista. Tuvo que parar varias veces para que parase. R. comenzó a sudar por su frente y con la mano apoyada en la pared resoplaba como un muira.

"Madre mía, con el juguetito"

Dijo y su frente se apoyo en la mano de la pared. Sin importarle ser descubierta su otra mano se deslizó debajo de su minifalda plateada y comenzó a tocarse el sumidero de sus flujos en un intento de liberarse de el ansia que tenía por correrse. Pero ya se sabe que en estas situaciones siempre hay un niño, que se emperra bajar las escaleras perseguido por un padre fondón.

Ella se compuso cómo pudo, pero se supo descubierta. Sólo pudo disimular dejando pasar al cuarentón sorprendido y pronunciar una frase de cortesía de ascensor.
" Qué calor! Parece que aún es
verano, verdad?"

Él sonrió adelantándose en la bajada a R. Asintió con una sonrisa y su mirada se dirigió como un misil a esa minifalda y las medias mojadas. Pero el niño no paraba y tuvo que continuar su persecución de gato panzón.

Nunca tres tramos de escalera se habian convertido en una maratón como la de ese día. Y como una Filipides exhausta entró en el restaurante y se acomodó en una mesa al lado de un gran ventanal. Se fue recuperando poco a poco. Incluso sonrió pués la situación a pesar de excitante había sido cómica. Qué importante es el humor en todo momento, pensó. Y su mano repeinó su cabello con la elegancia de una diva de Hollywood.
Era momento de relajarse y pidió un Pedro Ximénez antes que la sirvieran la cena. Ese vino era de sabor aterciopelado y aroma seductor. Era como ella, que con su presencia te podía hacerte sentir que el cielo puede bajar a la tierra. La cena fue frugal, no quería que una indigestión rompiera ese fin de semana tan deseado. Comenzó a disfrutar del juego, el momento y la situación excitante que J. había preparado. Y aunque cómo le dijo no intentase encontrarlo, pues no podría, se divirtió imaginando quien podría ser en esa sala. Era una detective de Agatha Cristie deduciendo quién era el asesino del restaurante. Hubo muchos descartes por la edad y otros por el físico. Sonreía y negaba con la cabeza. Y justo cuando más relajada estaba comiendo un chorreante coulant de chocolate, hubo una explosión en su interior. El plug era también un vibrador y estaba controlado por mando a distancia!

"Lo mato, lo mato..."

El juguete comenzó a bailar en ella con el ritmo de una banda de rock metálico.. No sabía cómo disimular el placer que sus terminaciones nerviosas estan recibiendo en su interiorl. Notaba que descargas, como anguilas electricidad, invadían su vientre deseperado. Juntó los muslos presionando su sexo y sus caderas se restregaban contra el asiento de la silla, para calmar el grito de placer que silenciaba su garganta estrangulada por la vergüenza y la excitación. Reprimía poder levanntarse y completar su masturbación silenciosa con sus dedos. Deseaba poder bailar en libertad delante de todos y su mente comenzó a perder el equilibrio con los imaginarios estiletes de uñas pintadas de rojo pasion qué ansiaba introducir para poder volar en ese impresionante orgasmo que estaba teniendo. El plug aceleró su potencia cómo si fuera un bólido batiendo un record de velocidad. Su esfinter se contraía espasmódicamente acomodando las ráfagasen el centro de su deseo. Y se sintió una equilibrista de alas cortadas que se ahogaba en sus propios fluidos, que habian arruinado sus medias glamorosas en una riada de espeso flujo hirviendo.

El camarero se acercó a R. Con un tono de preocupación la preguntó.

.- Está usted bien?
.- Sí, es que hace calor aquí. No ocurre nada importante.Cargue la cena a la 325.

El camarero asintió. Pero tenía la intuición que la respuesta era un excusa. Ella se levantó como pudo, intentando disimular la bomba de racimo que la estaba arrasando en su interior. Notó sus pezones reventar y que de ellos manaba unss gotas de leche que no hizo más qué aumentar esa fantasía convertida en una realidad, que la podria sumir en un viaje astral por los cielos del placer. Miró su móvil y vio que era la hora de subir a la habitación. Y súbitamente la vibración cesó. Sus células ya estaban anegadas del ritmo perdido y continuaron vibrando haciéndola sentir que sus entrañas reclamban fueran saqueadas por J. Quería sentirle dentro de ella y poder morir entre su mente sucia y maquiavélica.

El camino a la habitación, a ese altar dónde sería una ofrenda de carne y deseo, se hizo eterno. Era cómo ver un oasis en la lejania para calmar su sed y creer que era un espejismo. Su mano temblorosa abrió la puerta y él estaba allí sentado, esperándola con calma.

.- Te ha gustado el regalo R.?
..- Mucho.
.-Pues esto no ha terminado aún.

No supo sí reir o llorar. Lo único de lo que tenia certeza era que se habian abierto los portones del paraiso y él la habia robado las llaves de la mujer entregada que habitaba en su interior. Podría hacer de ella lo que quisiera.
 
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3 .Un mapa de estellas fugaces en su piel.

R. avanzó hacia mí como una serpiente reptando sobre un suelo de cristales rotos. Era la voluptuosidad en su máxima expresión. Sus caderas marcaban un ritmo de "tocar en tres" pues eran puro swing que me hipnotizaba. Se quedó a unos milímetros de mi cara después de oir mi promesa de continuar con el juego. Su aliento era un motor diesel de un barco mercante camino a la China Oriental, ronco por el combustible de su vientre de millones de vaginas chorreantes. Su mirada me estaba desgarrando la ropa con el látigo de sus pupilas abiertas, esperando cayera el último jirón y poder acceder a la malvasía que de mi ariete qué ahora retaba a la gravedad. Está bien hacer creer a la presa que tiene posibilidades de huir.

Sus manos se posaron en mis hombros como palomas en las gárgolas de la catedral. Y yo no pude más que usurpar su cintura y apretarla contra mi pernera. Así sintió el estado de cuentas de mi empresa, pujante y con previsión de explotar en un futuro cercano. Cerró los ojos buscando mi boca. Abrió los labios esperando saciar el hambre y la sed de una tribu africana en el desierto del Gobi

.- J. Follame!

Me suplicó mientras nuestras lenguas aprendian idiomas perdidos en Sodoma y Gomorra. Me separé unos centímetros de ese ósculo de altos hornos y regalé una mueca digna del Humprey Bogart en Casablanca

.- Quien tiene paciencia, obtendrá lo que desea.

La dije con la seguridad de un estibador en el puerto ee Amsterdamn y pensando qué Benjamín Franklin no hubiera dicho esa frase si hubiera estado entre los brazos de esa leona cautivadora. R. pareció desinflarse como la rueda de camión en el Paris-Dakar. Volvi a acercar mi boca a sus fauces hambientas de mi, y la dije con la voz pausada de un seminarista.

.- Quiero darte todo. No dudes de ello. Te deseo, un volcán dentro de mi está apunto de explotar.-

Presioné más mi entrepierna en su cuerpo, para qué comprobase que tenía en regla el permiso de mi demoledora.
.- Pero es mi forma de ser, querer que cuando tenga que pasar, sea . Los mejores platos siempre se sirven al final. Confia en mi.

Supe que no tenía armas y su voluntad se había entregado al juego. No dijo nada. Hay silencios que hablan más que las palabras. Y una sonrisa en sus ojos me abrió el camino a su alma. Comencé a desnudarla. Despacio, como un perezoso trepa por la selva. Fue una ceremonia de cuerpos temblorosos y manos escrutadoras. Cada prenda que caía al suelo, habia sido testigo de besos y caricias, de suspiros prolongados, de dientes que devoraba como pirañas en esa habitación ahora sumergida en un vapor de lascivia. Hasta que al final sólo quedaron en su cuerpo los zapatos altos ,las medias y el plug. Verla así me recordó cómo me fascinó la observación de la belleza de Florencia. Creo que alli mismo sufrí un Stendhal y el mundo se abrió a mis pies para tragarme. Sí Dios existe, en una nueva humanidad ella sería Eva. No podía existir ser más bello que ella. La coji la mano y ella me siguió con dulzura. Entramos en el aseo y la senté en un taburete. Me arrodillé como hacen los beatos en misa de doce, a terminar de desnudarla. Los zapatos salieron como si hubieran sido untados en mantequilla. Las medias fueron extraidas con la melancolía de Oblivion en mis manos de bandoneón que se deslizaban en un tango arrabalero en el arco de su vientre. El plug era ya la única textura que no fuera su cuerpo temblando. Abrí sus piernas interminables y vi como sus dos rosas estaban mojadas y pringosas. Una libre y centinela, la otra con la respiración cerrada entre metal caliente. Acaricié sus flores del deseo y apliqué una suave tracción al esa joya vibradora. Su esfinter se relajo y expelio a ese intruso como salen los tapones de un cava del Penedés. Gimió y sus pezones se encendieron en una riada de sangre estancada. Se mordió los dedos y tapó su pecho con los brazos. Un nuevo estertor salió de su interior acompañando otra cascada de flujo chivato. Todo se anegó del aroma del sexo enlatado y sometido a presión.

La volví a incorporar. Ella continuaba susurrando en las curvas estremecidas de la pasión y más cuando la solicité que entrará en la bañera. Se sentó en el fondo como una sirena varada en la playa de la lujuria. Y abrí el agua para sumergirla en un baño de espuma y palabras entrecortadas de un disléxico enamorado. Recorrí su piel limpiándola del pasado que aún ensuciaba su linda cáscara de muñeca de nácar. Y dibujé un mapa de estellas fugaces en su piel con las yemas de mis dedos y el ansia de mi pubis huérfano.

R. cerraba los ojos y movía su cabeza en la saudade de su mente reseteada para siempre. Continuamos con esa caricia de agua sanadora y volvi a comer de su boca . Mis manos la sacaron de ese mar en ebullición de nuestras pasiones reprimidas, para secar su piel ahora inmaculada. Vi una lágrima resbalar por su mejilla dejando un sendero de mil dudas sin aclarar. Y mis manos torpes fueron algodón caminando por los poros trémulos de su desierto carnal. Mis labios bebieron esa salada pena con la esperanza de aliviar su ansiedad.

.- J. por qué me haces esto? Acaso ya no me deseas? Es una tortura no sentirte aún.

Y se abrazó a mí como las gaviotas en un acantilado suspendido entre el llanto y la risa. Volví a besar su boca con sabor a dulce derrota. Y la apreté a mi pecho como hacen los amantes después de haber batallado y pecado en una tregua. Acaricié sus mejillas y su pelo mojado y cerré los ojos para sentir la gravedad en mi pecho desmenuzado, por un corazón que latía sin sordina. Y con mi mirada velada con un pañuelo de rimas imposibles, canté una letanía en el silencio de una sala dónde se podia tocar la pasión en su piel de ángel desterrado. Comenzamos a balancearnos en un columpio imaginario y nos fundimos en una danza de tierra, agua y fuego camino del altar almidonado de los sueños. Ya nada importaba, habíamos parado el tiempo. Sólo queriamos comernos a besos y decirle al otro que de él era su alimento y tormento.

Afuera comenzó una lluvia de agua tibia que repicaba en los cristales de la ventana. Hasta la misma tierra estaba aseando nuestras vivencias para darnos una nueva oportunidad.

"He limpiado a ciegas tu pasado
para que deslumbre en la nada
que incendiaras rauda al alba,
de nuevos besos y abrazos robados.
He dibujado cautivo en tu piel loca
un poema de mil noches en vela
buscando tu dulce y deseada boca
con mi ardiente lengua de hiedra.
Exonerados del pecado original
somos luciérnagas volando bajo
el paraguas del bien y el mal
dentro un verso vestido de lazo.
He limpiado enamorado, tu pasado
para llénalo de besos y abrazos
en la noche fría que nos espera
bajo la luz caliente de la luna llena."
 
4. Un elixir de fuego blanco en gravedad cero.

Cuando la sentó en la cama pudo hacer una parada en esa vorágine de emociones contradictorias en la estaba sumergida. Era ese albatros que siempre estaba en vuelo y aterrizaba en los riscos de un acantilado para tomar aire y volver a saltar al vacío en el que habitaba Por primera vez pudo ver como era él, J. su amante invisible hasta ese momento . Ahora le había puesto cara y voz, ahora podía tocarle y olerle. Y habia saboreado su boca y aliento que eran como alimentarse. con chocolate de San Ginés.

Vestía de riguroso negro, más adelante supo de esa preferencia. La confesó que ese era el color de la noche, donde él habitaba en las letras. Y qué en ese manto oscuro brillaban más sus sueños, como astros fulgurantes que navegaban en la nada, dejando un rastro de colores transformado en palabras densas y mágicas para ella. Su ropa tenía un estilo oriental como reminiscencia de su pasado viviendo el camino de la espada, el Kendo. Le imaginó embutido en ese bogu, armadura, con el carácter marcial de un samurái moderno, sintiendo una atracción hacía esa fuerza que sin verla la mecía en una fantasía violenta. Deseaba ser tomada, usurpada y violentada en una batalla despiadada.

Además su cara era el producto de horas entre el frío y el calor. Estaba esculpida de las justas arrugas que le conferían aún más un aspecto de hombre recio. No era guapo, como un efebo maduro, pero si atractivo, con aire de misterio en su mirada y siempre eterna media sonrisa, que no sabía te decía algo bueno o malo. Terminaba su mentón en una perilla sembrada del paso níveo del tiempo. Pero lo que más le excitó a R. fueron sus manos. Eran verdaderas máquinas de guerra, capaces de descuartizar a sus enemigos o de sanar con sus caricias de algodón a sus seres amados. Deseaba que esas garras de acero y terciopelo la poseyeran por siempre.

.- Tú piensas que no te deseo, verdad R.?.- Su voz sonó como un bramido oculto en la cueva del deseo.

.- Tengo que confesarte que creía me tomarías nada más vernos....- J. - En ese instante la tapó la boca con su mano.

Durante unos segundos sus miradas se cruzaron y la de él era pura esencia de lujuria. R. Incluso tuvo miedo. Él la cogio su mano y la posó encima de su bragueta. R. Comprobó que su pene era un bambú duro y desafiante. J. Inclinó su cabeza y comenzó literalmente a comerla por su boca y cuello. Ella desabrochó la cremallera y hizo ver la luz al objeto de su deseo. La puta que tenía dentro estaba saliendo para ser la vasija dónde su macho descargará su excitación y amor. Bajó la cabeza y abrió la boca que era la entrada de un horno de saliva y sudor. El pene no era enorme, pero sí ancho como un océano salvaje. Además se curvaba en su glande confiriéndole la misma silueta que la de un sable qué la partiría en dos. Con los ojos cerrados y un suspiro ahogado introdujo esa arma en la calidez de su boca. La bañó con aliento y saliva. Jugó con su lengua en cada pliegue de ese mastil latiente, igual que haría una gata con un ratón cazado. Sintió la sangre palpitar y que aún cogía más dureza. Y sobretodo escuchó el gemido hondo de J. al recibir ese trato de emperador de su lascivia. Hasta ese momento no habia escuchado y visto mugir a un toro. Ella subió la mirada sin dejar libre esa carne que la estaba empapando por dentro., y sus manos desabrocharon más el pantalón para poder agarrarse a sus gluteos y tener el eje perfecto para succionar y tragar como una boa a esa brasa con sabor a semental. Comenzó a convertirse en una Cleopatra reencarnada, en la emperatriz de la felación, agasajando en su boca ese cetro del que era dueña. Su lengua era una turbina alrededor de su glande y su garganta un suave y fuerte masaje que bombeaba desde sus labios carmesíes hasta su glotis que tenía terminaciones neuronales directos a su clítoris y esfinter. J. estaba perdiendo el control, sentía ya ser esclavo en vez de maestro. Y cedió su voluntad de resistencia cuando sintio los dedos de esa egipcia lujuriosa usurpar su oculta cueva de placer prohibido. Sintió entrar esos estiletes en su calor interno y ser la cuna del placer de esa mujer que se estaba entregando luchando por derretirle como la cera. Sus manos cogieron su pelo y con la fuerza de un huracán rompiendo en tierra, violó cómo un bárbaro su garganta. Todo se convirtió en fuego y humedad. Todo fue una orgia de guerreros que querian perder y ganar. Todo fue un crisol de gemidos mutuos pidiendo más, mas, más. Una gota dulce manó sobre su lengua anticipando la lluvia que vendría. Golosa, la saboreó con la mirada perdida en un nube de placer y sus dedos apretaron con rabia su próstata temblorosa intentando que un tsunami nacarado brotara y la ahogase sin remedio.
J. no pudo resistir tanta tensión en su vientre y sacando su pene de la caverna del deseo, empujo a R al colchón, dejando abiertas sus piernas de alabastro y el paraíso de dos puertas que se ofrecía para él abierto, palpitante, húmedo y deseoso. No pidió permiso y entró en tromba con un grito ahogado pronunciado su nombre.

.- Puta.
.- Sí, soy tu puta.

Las mazas de él pellizcaron sus pezones plenos como uvas al sol. Magrearon sus pechos como el pan, sin importarle le hicieran daño. Y su pelvis pistoneaba contra su cuerpo haciendo el sonido de una batea de papel, una fusión de agua caliente, carne dura y vagina llena de dolor y placer. Cruzaron sus miradas en un desafío de temblores y presión buscando no perder la razón. Pero se fundían en querer explotar, en combustionar espontáneamente hasta quedar reducidos a cenizas salvadoras. Gemían, bufaban, gritaban y sobretodo se empujaban. Uno para que sintiera hasta las venas en los pliegues de su vagina usurpada. El otro para intentar huir de ese dolor, pero a cada ráfaga que sentía de agujas clavándose en su interior más placer sentia. Era una tortura que deseaba y estaba obteniendo. Y en un instante las manos de J. la volcaron dándola la vuelta como si fuera una ingrávida ánfora, dejándola a cuatro patas. Se sintió más primitiva, más animal al notar como la azotaba sus glúteos tersos. Ese dolor ahora se trasladaba de su esfinter a su clítoris y no pudo creer que pudiese obtener más placer y perversión. No pudo concebir que ahora era pasto de un lobo que la devoraba, que estaba siendo sonetida sin compasión... Y eso la ponía en un clímax inimaginable hasta ese momento.

De pronto la respiración de J. Se aceleró pareciendo un escape de gas enmedio de ese terremoto carnal. Ella se inclinó más sobre sí misma como una sabina del hierro en una tormenta atlántica, preparada para recibir un elixir de fuego blanco en gravedad cero que cada célula de su cuerpo absorbería para preñar su alma.

Sintió un primer chorro que la contrajo más, haciéndola estemecerse colgada de un hilo aún con un pie en la consciencia.


.- Sí, córrete dentro por favor
.- Tómalo. Voy a inundarte de mi.


Cuatro descargas de fluido espeso la anegaron haciendo rebosar su atorado agujero hirviente, seguidas de más azotes en sus posaderas ya casi descarnadas .Resbalando como un río lento hasta su perla del placer, la ambrosía de J. quedó colgando como un trapecista de su vulva colapsada. Él sacó su arma, ahora ya sólo permaneció el olor a silencio, y con su cabeza carmesí fue repartiendo cada grumo en toda la extensión de ese frente ya conquistado, como la caricias de una lengua de gato al despertar .

Cayeron de costado abrazados en un ovillo de manos y sexos enredados. Y un sopor mágico los hizo entrar en el Edén donde serían acunados por los dioses del sueño y el placer extremo. La noche reinaba ya, cubriéndolos de saliva, sudor y semen, un abrigo de sus cuerpos y espíritus vencidos por el deseo. Mañana desperterian, mañana.
 
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5. Pescando ostras en apnea permanente

Un rayo de sol se filtró en la habitación adornando de arreboles los dos cuerpos, que estaban enlazados como la hiedra en un muro lleno de musgo. Fue R. la primera en abrir sus ojos y delante de ella yacía boca arriba J. dormido entre unas sábanas arrugadas que daban la apariencia de la piel de un Shar Pei. Recordó que él estaba aún vestido cuando Morfeo los arropó después de la fusión nocturna, y ahora estaba totalmente desnudo pareciendo una estatua caída escondida en un jardin de hierba alta. Se incorporó despacio y observó en su mesilla una rosa, depositada en la madrugada mientras el firmamento cabalgaba sin parar para dar paso al día, y a su lado una nota que asió con delicadeza para leerla.

" Creí ser rey y ahora soy esclavo
de tu alma y cuerpo entregado.
Crei ser el arrogante emperador
de tu mágico y flameante ardor.
Crei ser el dueño de tus orgasmos
pero tú tienes mi ser en tus manos.
Crei poder controlar esta danza
en la que tú eres quién manda.
Creí, soñe, sentí y ahora te dono
la rima de mis poemas locos.
Usurpa fuertemente mis defensas
bebiendo de mi alma pura y densa.
Toma lo que has conquistado
y haz de mi, tu amo y esclavo."

Cerró los ojos, el papel se apretó a su pecho desnudo abrazado con un amor imprevisto. Era una ola de un mar cálido chocando en la orilla de su corazón desnudo. Se inclinó hacía su vientre deleitándose de la visión de ese sable ahora en descanso. Quiso tocarlo, pero dentro de ella se consumó la toma de poder de la reina del placer qué es y fue. Se puso a horcajadas, con la agilidad de un felino, abriendo sus piernas y acercando su vulva, aún con restos de la intrusión nocturna, a la cara de J. Deseaba probar el sabor de su boca, de su lengua recorriendo cada pliegue íntimo de esa flor abierta. Buscaba excitar más su clítoris y sentirse dueña de cada espasmo que naciera en su útero. La maniobra fue lenta como el trayecto de una estrella en el firmamento. Cuando se pusieron en contacto los dos cuerpos, notó que él había despertado. No hubo palabras, no era necesario, la lujuria hablaba muda y decidida. Una anguila comenzó a moverse por su vulva. Lamía, succionaba y mordía ese regalo matutino con el hambre y la sed de un cautivo en el desierto.

El despertar se transformó en un chapoteo de flujo surtiendo y empapando la cara de J. Era como un perro bebiendo desesperado de ese aljibe de pura lascivia. R. dejó caer su cuerpo y ya no había espacio ni para el aire. Agarró su cabeza presionando tanto que podría haberle ahogado en esa catarata salada. Él se centró en su botón escondido y se sintió pescando ostras en una apnea permanente. Ella gemía con susurros de una idioma olvidado, al ritmo de cada movimiento que él la infería. Eran una sincronía de acción y reacción imposible de parar por un humano normal. Los labios de J. cogieron su perla succionándola como el ojo de un huracán en una tormenta tropical,para conseguir que pudiera volar en el universo del placer. Sus manos de aferraron a sus nalgas e intermitente las azotaba aumentando el calor de R. a límites que no había conocido.

Cada segundo era una tromba imparable de vertiginosas pieles que ardían. J. observaba como su reina entraba en un trance hipnótico con los ojos cerrados al mundo real y comenzaba el camino al exceso. Fue un arrebato, y sus dedos entraron en su esfinter, como un espeleólogo, buscando reventar el lado oculto del iceberg de su clítoris salvaje. R. en un gemido mitad celestial, mitad infrahumano se dejo caer facilitando más el acceso a esas aspas de molino, que la estaban batiendo las entrañas para ponerlas en punto de nieve. Su vulva se separó de esa boca que la estaba devorando. Instintivamente comenzó a palmearse con fuerza todo su sexo que se hinchaba como un globo enmedio de un tornado de flujos apresados. Ayudada por él, se incorporó más verticalmente, sin perder el contacto con esos taladros que la estaban horadando para entrar en el paraiso. Miró hacia abajo y vio a J. devorándola con una mirada furibunda de un minero ávido de desenterrar diamantes ocultos y cristalinos.

Fue un instante impreciso en el tiempo. Su realidad desapareció sin saber sí estaba viva. Sólo sentía que no sentía. Sólo veía bruma entre nubes bailando sobre si mismas. Notaba cada célula de su cuerpo romperse y ser pasto de unas ráfagas de electricidad que la hacían temblar sin control. Ella no paraba de palmearse con furia, él no disminuía la tijera rotativa a la que la estaba sometiendo. Supo por primera vez lo que se sentía al morir. No supo si su garganta pronunciaba algo coherente. Era un grito de primitivo con sabor a mil noches en vela. Era la chimenea de una locomotora desbocada bramado deseo. Y en un último espasmo imposible comenzó la erupción de un río de liquido ardiente que se vertía en el rostro de J. Él se bautizó con ese agua bendita, regalo de su diosa marina de ultramar.

Sacó sus dedos de su esfínter dilatado y como una serpiente ascendió a beber directamente de ese manantial de ambrosias. Se fundieron cabeza, vulva y las manos de ella, apretando más el rostro de él, en un intento de no perder ninguna de las olas remitentes de placer que ya la estaban abandonando. No quería volver a vivir. Prefería sacrificarse en esa pequeña muerte que creía existía sólo en las leyendas del sexo extremo.

Su cuerpo se relajó y no pudo mantener el equilibrio. Pero J. la sostuvo depositándola en la cama con el mimo de un madre acostando a sus retoños. Su cuerpo moreno y de nacar bronceado no pudo resistir y se sumió en el sueño de los amantes saciados.

El aroma a café la despertó junto a una caricia de algodón en su cara y pelo. Le vio sentado en la cama, ya vestido y duchado, dibujando una sonrisa de quién descubre la belleza de un amanecer nítido y majestuoso tras una noche de tormentas y frío intenso. Tenía preparado el desayuno en una mesilla camera. Nada de hidratos, demostrando que sus preferencias no le eran ajenas. Comprobó que para él los detalles eran parte de su naturaleza de romántico decimonónico. La ayudó a incorporarse y quedar sentada. La acomodó la espalda con almohadas. Se sintió una reina con ese trato tan dulce y entregado.

.- Muchas gracias J.
.- No hay de qué R. - Volvió a acariciar de nuevo su rostro, peinando con sus dedos un mechón de su melena azabache.

J. cogió una fresa y la acercó a su boca. La dió de comer como si fuera un bebé. Ella mordió con lascivia la fruta y el dulzor inundó sus papilas y alma provocándola una sensación de paz y fuego. Cuando terminó de comerla, él acercó sus labios a los suyos y la dió un beso de buenos dias como jamas se lo habia dado. Tuvo un trozo de cielo en su paladar y sus brazos se colgaron de su cuello musculoso de un gran gorila tierno e intimidante. Una risa nerviosa y satisfecha les inundó mientras separaban sus labios incendiados y cara a cara se regalaron una mirada de gratificante complicidad.

.- Tú no desayunas?
.- Lo hice ya dos veces. Pero la primera fue la mejor, la que me diste en mi boca.- La respondió mientras una mano la acariciaba su pecho con suavidad y firmeza R. se sonrojó.
.- Termina de desayunar. Dúchate y vístete. Te he dejado la ropa en el aseo. Tengo que salir un momento a confirmar una visita que haremos hoy. No hay ropa interior, no la vas a necesitar. Estás de acuerdo princesa?

De tener el control pasó a ser otra vez su juguete. Y eso era lo que le apasionaba de él. Era todo un misterio en sus decisiones. Pero ya estaba sometida con todo su amor a el juego de J.

.- Sí J..- Le contestó con guiño que le tatuó su mente con una promesa de eterna entrega.
 
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6. Vestida de mli caricias de terciopelo ardiendo.


J. se fue con un guiño y un beso lanzado al aire envuelto en un hilo rojo, que la llegó al mismo centro de su deseo. Suspiró y terminó de desayunar con pausa, pero con el apetito desbocado por las fuerzas liberadas por la noche. Era una leona devorando con tranquilidad una gacela sin importarle nada de lo que sucediera a su alrededor. Se incorporó desnuda, moviendo sus caderas al ritmo de Joe Cooker en una canción de placer y libertad hacía el aseo. Dentro estaba cuidadosamente colocada la vestimenta que él habia preparado dentro de una funda y una caja a sus pies. Era como estar en una mañana de Reyes delante de los regalos sin poder abrirlos.

Tuvo la tentación de ver cómo era el conjunto, pero primero decidió ducharse. Su cuerpo necesitaba entrar en una ducha caliente para limpiar las señales nocturnas de ese viaje al paraiso. Cerró los ojos y se dejó fundir con el vapor y el agua, para volver a nacer entre espuma relajante y digna de la misma Venus naciendo en el mar. Salió con la curiosidad aún más intensa, pero decidió dejar a Pandora de lado. Fue secándose con el ritmo de un swing lento y sensual, mientras no apartaba la mirada de ese imán de misterio y excitación. Una vez terminó de secar su pelo, que voló como una ola negra con la brisa de cientos de golondrinas emigrantes, destapó esa funda misteriosa con el corazón bombeando en generala.

Delante de ella colgaba un vestdo qipao con escote tipo cheongsam, botón delantero y abertura alta lateral, en un rojo intenso con bordados dibujando mariposas del mismo color, y la sumió en una nube de fascinación e incredulidad. Se agachó y abrió la caja. En ella reposaban unos zapatos de tiras y tacón medio color oro. Y para terminar una aguja de pelo, negra y bronce brillante con un adorno en forma de nenúfares abiertos. Y como toque final, unos pendientes que simulaban también los nenúfares con una mariposa posada en sus hojas y del mismo material que el adorno de la aguja. Delante de ella se mostraba un trocito del misterio y exotismo de la ancestral China para realzarla cómo una cortesana voluptuosa y sensual de la corte del Emperador.

Y por supuesto, tal y cómo dijo J no había lencería alguna. Bueno sólo unas medias transparentes con unas ligas decoradas con ideogramas chinos.

Con la excitación como esencia de su cuerpo desnudo, fue poniéndose ese trozo de tela mágico que se adaptaba a su cuerpo trémulo como el áurea de una diosa flotando en lava ardiente. Se acarició por encima y notó que sentía increíblemente el tacto de sus manos. Era la sensación del preludio de un orgasmo de una gata caminandio en el filo e una cuchilla. Y aún así era como una segunda piel que se pegaba a su cuerpo pero la dejaba libertad de movimientos. Era sentir que vestía nubes y aire. Se puso y abrochó los zapatos. Se peinó con un recogido que mostraba ese cuello estilizado de gacela. Se prendió la aguja y se puso los pendientes que destellaban como soles en primavera. Y por último se maquilló con sutileza, como un esfumato de Da Vinci y pinto los labios en tono carmesí de un volcán en erupción.

Se paró a verse reflejada en el espejo. Ladeó su cadera y asomó su muslo como una incitación al pecado inminente Se vio y sintió poderosa, segura, ambiciosa, viciosa. Había sido poseida por la diosa Qetesh, reencarnada en su ser bañado de rojo y oro. Si J. quería que tuviera esa sensación de poder lo había conseguido con creces, pensó. Miró a su otro yo del espejo y le tiró un beso de consentimiento y complicidad. Estás divina, penso admirando su otro yo emanando sensualidad como un manantial enmedio del desierto. Por un instante creyó ver que su reflejo se lo devolvía y le guiñaba un ojo. Tal vez fue así, y Alicia fue real y no un cuento. La magia del corazón se esconde tras los sentimientos más intensos. No existe lo imposible cuando el ancla de tu vida está bien amarrada a la esperanza

Entonces escuchó la puerta de la habitación abrirse y salió al encuentro de J. moviéndose con la voluptuosidad de una femme fatale en una pelicula de los años 50.. Ava Gardner interpretando Eva era mujer, la había transmutado sin duda. J. sólo pudo parar y admirar a ese animal que era el más bello del mundo. Se paró a unos metros de él mostrando la mercancía de un vagón repleto de hormonas a flor de piel. Y con la seguridad de una reina entrando en Palacio le preguntó:

.- Te gusta lo qué ves? Es lo qué habias pensado en tu fantasía?

.-Tú sostuviste mi flor de loto en tus labios y jugaste con el pistilo. Utilizamos un trozo de mágico cuerno de rinoceronte y no pudimos dormir ni un instante. Durante toda la noche, la preciosa cresta del gallo se mantuvo erguida. Durante toda la noche, la abeja se aferró, trémula, a los estambres de las flores. ¡Oh mi dulce joya perfumada! Sólo a mi señor permitiré poseer mi sagrado estanque de loto y todas las noches te dejaré que hagas brotar en mí flores de fuego.

R. Se sorprendió de la respuesta. J. se dio cuenta y continúo hablando.

.- No es mío. Es de una poetisa china del siglo XVI. Al verte me ha venido a la memoria.
.- Y te lo sabes de memoria?
.- Bueno, recuerdo muchos. Tú recuerdas diálogos de peliculas, que yo soy incapazde hacerlo. Y este encaja con la maravillosa visión de tu belleza y sensualidad. Creo fehaciente que siempre hay un poema o una canción para cada momento de la vida. Incluso cuando se está limpiando una pocilga. Las palabras son el poder más grande del mundo. Crean y destruyen. Liberan y esclavizan. En nuestras decisiones están usarlas con criterio y responsabilidad Y perdona por esta respuesta, tal vez fuera de lugar. Eres un sueño hecho realidad R. Daría mi vida por tenerte y ser el receptor de tu entrega.

.- Eres un cofre lleno de sorpresas. No tengo que perdonarte nada. Sólo agradecerte hacerme sentir una mujer fuerte y plena en libertad. Gracias.

.- Nada más he abierto la cerradura. Todo esto estaba dentro de tí. Me concedes poder enseñar al mundo quién eres?. Quiero mevtengan envidia - La cogió la mano dándola un beso en su reverso pareciendo un galán de antaño..- Si te agrada iremos a un presentacion de un libro y pinturas con unos conocidos mios. Ahora llamo a un taxi si la respuesta es si.

.- Sí, claro. Estoy en tus manos. Sé que no habrá nada malo. Confío en ti.

J. asintió. R. se ciñó el abrigo,y el bolso qué curiosamente combinaban con el vestido. Esa sincronía ya la había experimentado antes con él y sonrió sabiendo que los astros confluían para ellos. Él la abrió la puerta y después de cerrar la puerta se encaminaron al ascensor. Cuándo entsron y se cerraron las puertas J. pulso el paro de emergencias y din decir nada la abrazó y la dió un beso intenso. Eran dos placas tectónicas rozándose y a punto de provocar un terremoto. Sus manos recorrieron con avidez sus seres a través la tela. Y se sintió vestida por mil caricias de terciopelo ardiendo mientras los dedos de R. se introducían por debajo explorando ese estanque de loto desnudo. Fueron unos minutos de oculta entrega entre esas paredes de cristal que les reflejaban en un eterno bucle infinito. J. sacó sus tentáculos y los chupó con hambre. Era una señal de su lujuria. Después se soltaron con la respiración entrecortada y R. le dijo:

,.- Recordaré este ascensor siempre. No sabes las sensaciones que he tenido en él desde ayer.
Y J. con una sonrisa la magreo y palmeó su trasero desbloqueando la cabina. Cuando salieron unas personas esperaban impacientes y cabreados, pero ellos no dijeron nada y atravesaron la recepción para esperar ese taxi que les llevaria a una nueva experiencia, esta vez totalmente distinta según comprobaría ella más tarde.

No tuvieron que esperar, un taxi esperaba en la parada anexa al hotel. J. abrió la puerta del auto a R. cortésmente y al acomodarse en los asientos traseros le dió la dirección al chófer.

.- Creo que el retrovisor debería enfocar hacia arriba. Verdad jefe?.- y le puso una propina extra e inesperada.
.- Tiene razón. Es qué soy muy despistado. Gracias..- Y giró el espejo anulando la visión hacia la parte trasera. Lo que no pudo es taparse los oidos y estuvo pensando todo el trayecto que cuando lo contara no le creerian.

Y los amantes se convirtieron en dos deshinibidos felinos revolcándose en ese espacio cerrado e intimo sin visión, jugando con sus cuerpos de seda y fuego. Pero sabiendo que eran escuchados en ese sexo exhibicionista y consesuado donde la libido y el clímax era su gasolina, mientras en la radio sonaba un blues descarnado y solitario.
 
7. Un lugar entre la realidad y el éter.


Momentos antes de llegar al destino pararon ese entrenamiento sexual que habían tenido en la parte trasera. Tuvieron que sosegarse ya que su estado era el de dos hogueras aún humeantes. R. Se retocó el peinado y los labios, pues el asalto la había descolocado toda su imagen de diosa del morbo. Una vez salieron del coche, de ese habitáculo de vidrios mojados por el vaho de un combate de amantes ocultos , se encaminaron a una sala de eventos famosa por los saraos que acogían. En la entrada J. mostró las invitaciones, dejaron los abrigos en el guardaropas y se ecaminaron hacia el interior. Era una sala blanca e iluminada con luz natural desde unas claraboyas. Parecía una inmaculada sala de autopsias donde se destripaban vanidades y egos en conversaciones sobre cambio climático y del nuevo Tesla que tenían aparcado en la puerta,. Mientras miraban su móvil fabricado con minerales manchados de esclavitud y violencia, monstrando su último viaje a un resort, colgado en una red social, dónde todo eran poses de felicidad forzada para provocar la efímera quimera que tenían éxito y estaban en la cresta de la ola. A pesar de tener vidas con secretos

En las paredes y paneles móviles estaban expuestas fotografías de desnudos y escenas eróticas y pornograficas femeninas y masculinas. La colección se titulaba " Geografías del deseo " y la autora se llamaba L. La mayoría de las fotos eran en blanco y negro. Sólo unas pocas tenían algún color destacando una parte del cuerpo del modelo, R. y J. comenzaron a disfrutar de las imágenes sin comentar nada. Sólo hablaban con los ojos y leves caricias incitadoras para convertir esa sala en una bacanal de fluidos escondidos y rebosantes de sus cuerpos excitados.

Pero no se dieron cuenta que R. era el foco de atención de todos los presentes. O tal vez J. sí lo percibió. Todos vestían informalmente. Sólo alguna mujer llevaba un vestido más llamativo. Pero R. con su piel roja de dragona china destacaba entre todos. Era ver lava paseándose por ese espacio de luz, dejando huellas de cenizas y brasas con aroma a mujer fatal. Se podía notar la envidia y la admiración en los cuchilleos que los grupos comenzaron a musitar. La envidia, deporte nacional, comenzó a anegar la estancia con un hedor a ignorancia y prejuicio.

Entonces les abordó L. con una efusiva bienvenida y dos copas de cava.
.- J. qué placer me das al haber venido a la presentación. Y tú debes ser R., verdad? J. nunca miente al describir la belleza. Dónde estabas metida este tiempo querida? Es qué eres perfecta. He soñado contigo, creo desde que me puse a fotografiar cuando era una niñata sin miedos. J. esta no te la perdono. Eres un egoísta, no se puedo ocultar a una obra de arte en tus oscuros y maquiavélicos enredos. Ya me dijiste qué me sorprendería y... es como ver a una diosa. Querida tenemos que hablar... quiero que seas mi modelo, hoy...no, ahora mismo. - Y les dió las dos copas de cava sin esperar las quisieran o no. - Es un Gran Reserva 456, lo mejor para vosotros. Qué los otros beban el barato.

J. sonrió y miró a R. L. era una fueza de la naturaleza desbocada y lo demostraba con sus palabras que eran como ráfagas imparables de palabras a todo tren, sin dejar hablar al escuchante. Sabía lo qué quería y no había fuerza de este mundo que le impidiera conseguirlo. Era una mezcla de rasgos orientales von sangre del sur. Con curvas pronunciadas y proporcionadas la conferían esa esencia de mujer fogosa y pasional. Era ver una yegua andaluza en el campo trotando en libertad. Y corriendo con la fuerza de mil sensaciones de morbo y misterio. Sus ojos eran como dos rayos en un cielo lleno de nubes morenas, danzando entre una brisa con sabor a aceite y azahar . Y su cuerpo era la Alhambra con la grandeza de las delicias de las concubinas de un harén árabe.

.- L. creo que estamos agobiando a R. Por qué no nos comentas alguna de tus trabajos?

.- No, no estoy ag...

.- Paso de tus desviaciones del hilo principal J. .- Interrumpió L

.- Lo ves? R. dime cual de estas fotos te hacen estremecer por dentro? Y tú cállate qué eres un liante profesional.- Y agarró a R. por la cintura y la encaminó a la exposición dejando atrás a J. qué con una sonrisa de resignación bebió la copa de cava de un trago y las siguió unos pasos atrás. Él vio como L. tocaba sin pudor ese melocotón terso y suave que R. movia con el ritmo de una bailarina de Salsa.

En una distancia prudente pudo oir la conversación y sobretodo el murmullo de los invitados que ahora ya habian puesto en su diana a R. al ver que la anfitriona se dedicaba enteramente a ella. Eran perras rabiosas y consumidas por su patética envidia. J. recordó una frase de Ivy Lee en la que aseguraba que “lo importante es que hablen de ti, aunque sea mal”.. Por lo cual R. había conquistado esa plaza con su elegancia y halo de belleza envuelto en una mujer magnífica en la esencia del deseo carnal. Y todo ello sencillamente estando y deslumbrado todo cómo una supernova explotando.

Las dos mujeres se pararon delante de una imagen de una mujer atada y controrsionada hacia atrás, en un arco donde sus pezones eran boyas en el mar tembloroso de su cuerpo. No se le veía el rostro, pero si su boca abierta como una gruta húmeda y misteriosa. Y de su lengua extendida un hilo de saliva hacia un puente parabólico hasta un glande erecto y duro que aún rezumaba un precum espeso. Las facciones que se percibian en su rostro denotaban la excitación que la tenía vestida de cientos de células vibrando en un crisol de placer incontenible. R. instintivamente juntó sus piernas y contrajo sus oquedades, en un roce tenue y continuo para sentir su clítoris acariciado por unas imaginarias manos de ese ariete lleno de sangre palpitante. Sus pezones aumentaron de tamaño y se marcaron en la seda dando una señal de peligro inminente. L. la miró con una sonrisa de satisfacción y cogiéndola por esa cintura de avispa en voz baja la preguntó.

.- Esta te gusta, verdad? Por qué?

.- No lo sé exactamente. Pero es como un preludio y un final. Me hace ir a un lugar entre la realidad y el éter. Siempre me ha excitado estar indefensa, con la incertidumbre de lo desconocido. Saber qué eres la marioneta de tu amante, saber que hará de ti la realidad de sus sueños sucios ,provocadores y obscenos.
Qué eres una prolongación de su mente provocadora y pervertida. Qué eres su placer, qué se lo darás sin reservas.. Qué eres su puta y si él quisiera la puta de todos.Y aún hubiera dolor, tornaría cambiado en un mar de sensaciones que nacerian en mi vientre y usurparian mi intimidad reventándome hasta perder el sentido.- Y dió el último trago a la copa, que en ese instante hervía en su garganta seca y ansiosa con una sed implacable de esencia de hombre.

.- Además de bella, inteligente y sensible. Te regalo esta foto. Mi destino es provocar terremotos en el interior de la gente que vea mi obra. Y si a ti te hace sentir esto, te pertenece. Mis imagenes son del mundo. Y esta ha encontrado donde ejercer su mensaje

.- Gracias L. no sé como poder agradecerte este regalo. Me has llenado de felicidad.

.- Yo sí sé como puedes.

Se acercó a su cara, a sus labios encendidos en carmesí y mirándola con la intensidad de un lanzallamas, inició un camino sin retorno dónde el destino y el propósito era probar el sabor de su interior. R. No la rehuyó. Al contrario, a acogió abriendo su boca e iniciaron un beso de serpientes voraces, enredando sus lenguas como hiedras y comiendo sus labios en una orgía de ojos cerrados y manos que se acariciaban el rostro, buscando el tacto de algodón y azucar de sus pieles entregadas. Fueron unos segundos donde el tiempo había huido al mismo centro de la tierra y prometía no volver jamás. Las despertó de ese instante inolvidable el silencio en que habian sumido a la sala. Los invitados habían presenciado la escena entre el estupor y la sorpresa. Y J. las estuvo observando y oyendo, como un testigo invisible que se maravillaba de ese momento de morbo y lascivia de esas mujeres de carnes lujuriosas empañadas en el exceso. Las dos gatas, sin aún separarse, volvieron para la mirada hacía J. en busca su alma. Y comprobaron en su mirada profunda y salvaje que estaba flotando en una espiral de lujuria contenida. Qué sus ojos las desgarraba la ropa y las hacia yacer entrelazadas a su cuerpo para desahogar sus más sucios deseos.
.- Existe la posibilidad de ir a tu estudio L. No creéis damas? .- Junto a la pregunta acarició sus mejillas con un calor que las estremeció sintiendo el poder del destino que les había unido.

.- Quieres cariño? .- Le preguntó L. a R. colocando un mechón despeinado detrás de su oreja con la delicadeza de un colibrí libando una flor.

.- Si, tengo que agradecerte debidamente todo lo que me has dado L... Ahora.- Su voz fue una ola rompiendo en el acantilado de los amantes náufragos.

J. escuchó esa palabra y recordó la respuesta de Stephen Hawking a un mago que le hizo un truco de magia adivinando una palabra qué él eligiera. La palabra era, ahora, a lo que el mago le preguntó por qué habia elegido esa palabra. El físico le respondió: Es lo único qué es real. Y así era en ese trío de almas que se fundían entre miradas, deseos y ahoras con olor a saliva, sudor y fluidos internos. Después sería pasado y el futuro no estaba escrito. Ahora era la realidad a disfrutar y sentir hasta que el aliento faltase.
 
8. El alfarero de manos de hierro y terciopelo.

"Se conocieron. Él la conoció a ella y a sí mismo, porque en realidad nunca se había conocido. Y ella lo conoció a él y a sí misma, porque aun habiéndose conocido siempre, jamás se había podido reconocer así."

Estas frases del Barón rampante le sobrevolaron su memoria, viendo a R. junto a L. en ese trayecto de tres náufragos que dejaban un rastro de hormonas de brasas humeantes en la acera camino del estudio y hogar de su amiga libertaria y pasional. Ellas conversaban cómo si se hubieran sido amigas de toda la vida. Se reian y abrazaban mientras caminaban. Eran dos yeguas retozando y dándose carantoñas en un prado verde enmedio del asfalto y el humo de la cuidad. Y J. unos pasos detrás disfrutaba de ese momento de complicidad femenina. Rememoró el beso de antes entre esas extraordinarias mujeres y le vino a la cabeza el cuadro de Joseph Granié, con la intensidad y misterio que le produjo ser el espectador de esa entrega de almas soñadoras y sensuales. Se sintió un espíritu que podía observarlas sin ser percibido, un ángel del pecado, un demonio del exceso , que se alimentaba de la consecución del placer y la lujuria de sus vigiladas amantes.

Llegaron a una casa de dos plantas muy antigua. Las paredes contaban historias de tiempos mejores en su ladrillo gastado y visto, decorado con grafitis ofensivos para la dueña. R. los observó entre el estupor y la indignación y le preguntó a L.

.- Por qué no los borras? Son una asquerosidad y un insulto.

.- Cual de ellos cielo? Puta... lo soy. Zorra.. cada día más. Boyera... a tiempo parcial. Las pollas también me gustan... Ah! este... Guarra... no saben cuánto lo soy cuando follo. Los borraría si fueran mentira. Por ejemplo que hubieran escrito hipócrita o beata. Me cabrearia mucho. Esos los hubiera borrado con lanzallamas. Frigida también lo borraría.

Y soltó una carcajada que hizo que R. se sumase a esa declaración libertaria con más risas. Sin más abrió la puerta y entraron a ese recinto dónde todo podía pasar. Desdé la entrada y sin mirar atrás, como hacen los soldados al entrar en combate L. se dirigió a J.

.- Querido, sabés dónde están las cámaras verdad?

Agarrando el culo de R. la dirigió hacia el fondo de ese pasillo lleno de libros polvorientos y fotos de sus exposiciones colgadas en un desorden aparente. Nada en la cabeza de L. era un caos. Y estaban a propósito colocadas como un guión de cine. Primero miradas encendidas. Caricias suaves la seguían. Besos salvajes continuaban ese metraje imaginario. Y ese orden lógico, aparecían penetraciones y orgasmos velados. Caras de placer intenso y manos que apretaban carne extremecida y supurante. Y finalmente semen, saliva y sudor como premio a la desbocada lucha de cuerpos controrsionados como árboles supervivientes de tormentas y huracanes que se desgarran en un gemido de un huracán de deseo. Ese pasillo era el sendero hacia un tálamo dónde la vida y la muerte podían nacer y concluir en un instante eterno.

J. conocia esa casa y una vez allí se dirigió a la habitación dónde sabía estaban las cámaras fotográficas. En una gran estantería reposaban, cómo estatuas de un jardín de las delicias, esos polifemos modernos que capturaban el alma en un batir de alas de una tormenta de luz y sombras. No dudo en la elección, y con la excitación de un niño con un juguete nuevo, agarró con suavidad y respeto ese objeto de deseo que tanto le fascinaba. Era una Leica M Monochrom, la bestia del blanco y negro. Siempre había deseado tener una, pero no era su pasión máxima la fotografía. En él eran los libros lo que realmente le llenaban y le hacían ser quien era. Pero quién no desea alguna vez conducir un Ferrari?

Se encaminó hacia la sala, dónde sabía estaban esos ángeles de fuego volando entre nubes de tacto y sabor a miel calientes. Al traspasar la puerta las vio fundidas en un abrazo en él qué ni habia separación ninguna. En su mente se formó la imagen de hiedras que se retorcían una sobre la otra, trepando por un muro de suspiros y gemidos para fundirlas en una masa de barro humano qué moldeaba la más intensa pasión de dos cuerpos hambrientos. Ellas notaron su presencia y delante del él, como dos tentaciones de piel erizada y vaporosa comenzaron a desnudarse para su mirada de barro, de un alfarero de manos de hierro y terciopelo.
Se movian como serpientes de alma de odalisca, sin desviar sus ojos de los de J , en un mensaje sin palabras que le tatuaban la palabra pecado en su vientre palpitante. Click, un instante se capturó en una nube de datos ardientes.

Sus manos recorrieron sus intimidades con la serenidad de un arroyo de grumosas aguas del manatial de sus lujurias mientras caían como hojas de extrañas flores, sobre unas sábanas con el color de la excitación de las diosas del sexo que ahora encarnaban. Click.

Sus babosas salieron de la concha de sus bocas, e iniciaron el camino para calmar la sed en los recovecos ocultos del deseo de ser penetradas, por una corriente de lava que las convertian en fumarolas de un volcán de lascivia erupcionando. Click.

Sus grutas delicadas se acariciaban en una ritmica danza de vulvas que se besaban y frotaban como una mucama sacando brillo a la plata. Y la danza primero lenta, se aceleró para convertir el roce en un manatial de agua chapoteando en una cascada de vapor. Click.

Sus manos eran tenazas acarciando sus pezones, convertidos en desafiantes fresas que desafiaban la gravedad en un estallido de color y poros extenuados por el tacto del horno de sus gemidos apagados. Click.

Los garfios de sus falanges se introducian en la humedad, buscando tocar la tecla exacta dónde la realidad se volvía la fantasía estremecida de un salto al vacío, sabiendo no había red que las salvara de morir un instante eterno. Click. Click.

L. se incorporó asiendo un cetro doble, rugoso y grueso, un tronco iniesto de latex para poseer y poseerse cómo victima y verdugo. Primero asentó ese dilatador en su vientre, con los labios canibales mordiendo su dolor y placer. Y acomodada al extremo de sus músculos vaginales, cómo un tapón de un vino antiguo cierra la esencia de su aroma y sabor, comenzó a usurpar el cuerpo arqueado de R. Gimió con el grito de una martir orando. Click. Click.

Un alud atronador las poseyó. Un alud de sonidos arcanos, de una lengua perdida, salia de todos los huecos de sus cuerpos. Y las dos danzaron y saltaron sin importar la cadencia del chapoteo que se oia en cada embite de sus sexos. Eran dos luchadoras envueltas en sudor y flujo, con sabor al exceso de sus hormonas bullendo en una olla a presión. Click. Click. Click.

Exhaustas de tantas pequeñas muertes se abrazaron como dos trémulas flores flotando entre el agua y el cielo que habían tomado por asalto. Se quedaron insertadas aún y sólo podian mirarse la una a la otra, sólo podían besarse con el mimo de una madre, de un amante lejano, sólo podian acariciarse para sentir la seda de sus pieles rasgadas por miles de espasmos que parecían no parar nunca, y las hacia apretar más sus cuerpos para exprimir hasta la última descarga eléctrica que recorría su espina dorsal que habia transmutado en una antorcha de fuego blanco. Click. Click. Click. Clik.

Pero aún habia energía en esas devoradoras del placer. Despacio, con la suavidad de una gota de rocío deslizándose por una hoja de parra, se fueron sacando ese mástil que la hizo girar en un huracán de espasmódicos temblores. Avanzaron como gatas en celo hacía J. Click. Click. Clik

De rodillas, con la fe de los conversos, acariciaron las piernas, el trasero y vientre de él. J. no dejó el ojo de cíclope en reposo y apretaba el disparador preso de la embriaguez del qué es adicto a un exceso existencial. Le desabrocharon el cinturón, lamieron sus piernas, bajaron su boxer y dos gargantuas sincronizadas vestian de aliento y saliva de dragonas rameras el palonmayor que desafiaban el viento de Levante. Click. Click. Click....

Se turnaban en engullir y cuidar cada vena hinchada, cada pliegue de su glande carmesí. A duo compartieron la primera gota de nácar que brotó del tallo de lirio que deseaban exprimir. Sus lenguas saboreaban ese preludio de nevada y sus manos no dejaban de amasar los músculos tensos de ese creador de instantes inovidables. J. no pudo contener la tromba nivea que se avecinaba llegar.

Un geiser brotó con la fuerza y cantidad de una presa colapsada. Abrieron sus bocas como gárgolas y se maquillaron con la esencia jabonosa de un siervo de sus perversiones. El botón se atascó y lanzaba ráfagas mientras se limpiaban una otra, y a él, con sus lenguas relamiendo cada espeso reguero de el alimento de los dioses. Hilos de un fulgor caliente las unía y ellas las succionaban como se come spaghettis en un restaurante italiano.

Y no paraban de mirarlo, con la alegría del que sabe qué la felicidad es un ahora. Con la seguridad de que se conocían y descubrían. Y a la vez se desconocian. Era una espiral de almas entrelazadas en unas sábanas mojadas. Click. Click. Click. Click.Click...

Batería baja. Off.

J. cayó encima de sus vampiras amadas y se fundió en un ósculo tripartito con sabor a su interior liberado. Un sonido impreciso les alertó, y girando sus cabezas vieron dos ojos encendidos que les miraba con la sorpresa del arqueólogo de una nuevo hallazgo increíble.

.- Hola Gotti, ven con nosotros.
 

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