berserk37
Miembro muy activo
- Desde
- 22 Jun 2023
- Mensajes
- 847
- Reputación
- 3,916
Los límites de la obsesión
Mi nombre es Aina y me encuentro sentada en el bar de unos amigos al lado del hombre que más amo en este mundo, mi hermanastro Pablo. Los dos parecimos lo que era que un familiar directo muriera cuando éramos muy jóvenes, él perdió a su madre y yo a mi padre. Nuestros padres se conocieron en el hospital, mientras veían como sus seres queridos morían de una enfermedad terminal.
Día tras día hablaban consolándose el uno al otro, primero murió su madre y poco tiempo después fue mi padre el que murió. Pablo lo paso muy mal, entrando en un estado autodestructivo que casi acaba con la relación con su padre. Mi madre fue un gran apoyo para él, de esa manera se fueron enamorando poco a poco con el pasar de los meses. Un año después decidieron que viviéramos los cuatro juntos en la casa del padre de Pablo, yo me lo tome bien, pero para Pablo no fue nada fácil aceptar que otra mujer ocuparía el lugar que su madre había dejado.
Mi relación con él no fue nada fácil al principio, Pablo no escuchaba, se pasaba enfadado con el mundo todo el santo día, pero llego una noche que lo cambio todo. Me encontraba en mi cuarto preparando el examen que tendría el lunes cuando entro por la puerta totalmente borracho, nuestros padres habían salido a un viaje de negocios y nos dejaron solos en casa. La casa era de dos pisos, abajo el salón, cocina y un pequeño baño, arriba las habitaciones y el baño principal.
La verdad es que era una casa mucho más grande que la nuestra, salí de mi habitación bajando las escaleras con mucho cuidado, al llegar abajo vi una sombra tropezándose con una de las sillas, calleándose al suelo de la manera más ridícula. Pablo traía una cogorza histórica, al verme pensé que se enfadaría, pero no fue así, se puso rojo de vergüenza e intento disculparse en un idioma ininteligible.
Le ayudé a levantarse y nos sentamos en la mesa de la cocina, preparándole un café bien cargado, después le dije que se pegara una buena ducha, yo le esperaría en la cocina. Pablo llevaba tiempo necesitando hablar con alguien, pero nadie se había prestado a ello viendo su nefasta actitud, tardo un rato en bajar, pero cuando lo hizo tenía otro semblante.
- Pablo no puedes seguir así–dijo Aina–. Todos estamos muy preocupados.
- No comprendéis lo que siento–dijo Pablo–. Siento un dolor que me está matando y no lo puedo compartir con nadie.
- Yo estoy pasando por lo mismo–dijo Aina–. Yo también he perdido a mi padre aunque no lo recuerdes.
Su rostro se transformó, entonces unas lágrimas empezaron a bajar por su rostro, después de que un, perdóname por ser tan burro salió de sus labios. Nos pasamos toda la noche hablando, desahogándonos en uno con el otro. Esa noche se forjó algo inquebrantable entre los dos, después de esa noche nuestra familia estuvo más unida que nunca, pero eso trajo otro problema, Pablo era muy guapo, había heredado la belleza de su madre, más el porte de su padre eso hizo que me sintiera atraída por él.
Un viernes quedamos en el bar de siempre para tomar unas copas, vi a Pablo más nervioso de lo habitual temiendo que se hubiera metido en un lío, nos sentamos en la barra y pedimos un par de cervezas.
- ¿Qué te ocurre?–pregunto Aina–. Te veo muy nervioso, no te abras metido en un lío ¿verdad?
- No–contesto Pablo–. No es eso, es que…
- ¿Pablo?–pregunto Aina–. ¡Cuéntame lo que está ocurriendo de una vez hombre!
- Estoy enamorado de ti–contesto Pablo–. ¡Pues ya está!, ¡ya lo he dicho!, ahora puedes odiarme.
Pablo era incapaz de mirarme a la cara, estaba rojo como un tomate. Era adorable, lo que más me hubiera gustado hubiera sido saltar sobre él y besarlo, pero sabía que eso hubiera dado habladurías que hubieran llegado a oídos de nuestros padres.
- Yo también te amo–dijo Aina–. Lo estoy desde el primer momento que te vi.
- Este será nuestro secreto–dijo Pablo–. Nuestros padres no pueden enterarse de esto, ya han sufrido bastante.
- Estoy de acuerdo–contesto Aina.
Así fue como empezó un tormento donde teníamos que fingir delante de todo el mundo que éramos hermanos cuando lo que de verdad queríamos era gritar a los cuatro que nos amábamos con locura. Estar juntos sin poder demostrar nuestro amor nos llevó a un punto donde tuvimos que tomar una decisión drástica, yo iría a otra ciudad a estudiar derecho y Pablo se quedaría en la ciudad para estudiar criminología.
Los últimos días fueron muy duros, pero los dos teníamos claro que esta separación era necesaria para dejar de sentir lo que sentíamos el uno por el otro, con suerte pudiendo conseguir esa relación de hermanos. Llego el día de la marcha, nuestros padres lloraban mientras Pablo y yo aguantábamos el llanto como podíamos, Pablo me llevo al aeropuerto y en el trayecto fue cuando ninguno de los dos pudo aguantar más. Tuvo que aparcar el coche, las lágrimas no le dejaban ver bien la carretera.
Una vez en el aeropuerto tomamos un café en una cafetería para hacer tiempo, Pablo no se separó ni un instante de mí, eso me dio fuerzas para no echarme atrás con la decisión que había tomado.
- Bueno, ha llegado la hora de despedirnos–dijo Aina–. Separarme de ti me está matando, que tal si…
- Lo hacemos por nuestros padres, ahora son felices–contesto Pablo–. Esto no es el final, sé que en algún momento estaremos juntos y te amararé con todo mi ser.
Abrace con todas mis fuerzas el cuerpo de Pablo, dicen que el primer amor marca mucho y más cuando ese amor es prohibido, por fin llego la hora de embarque, no pude evitarlo, me despedí de él con un tierno beso en los labios. Una pequeña maldad, pero que lo sorprendió gratamente, una vez en el avión pude dar rienda suelta a mis emociones no pudiendo evitar que las lágrimas recorrieran mis mejillas.
El primer año de carrera fue muy duro, la lejanía de mi familia y sobre todo la lejanía de Pablo, me sumergió en una especie de depresión. Fui a pocas fiestas y a las pocas que fui lo hice por no escuchar más a mis compañeras. Una de estas veces me presentaron a Héctor, según parecía era el soltero de oro de la universidad, tenía que reconocer que era muy guapo, pero no tanto como lo era Pablo. Se acercó a la zona donde me encontraba hablando con mis compañeras de facultad, Héctor ganaba mucho a corta distancia, tenía buena conversación y sabía perfectamente como llamar tu atención, pero yo seguía con Pablo en mi mente y no puse mucha atención a los que estaban hablando. Héctor intentó de todo, pero le dije que no me encontraba bien y que me marcharía a mi habitación. Él muy amablemente me dijo que me acompañaría, que era tarde como para andar sola por la calle, tengo que reconocer que me gusto ese detalle, durante el paseo se vendió bien, pero mi intuición me dijo que para él no sería más que una muesca en su revolver.
- No quiero ser borde–dijo Aina–. Se te ve venir desde lejos casanova.
- ¿Eso crees?–pregunto Héctor–. Dame la oportunidad y te demostraré que no soy ese tipo de hombre.
- ¿Qué hombre?–pregunto Aina.
- Ese hombre que solo cree que una mujer es un agujero donde meterla–dijo Héctor–. Créeme, si me das la oportunidad puedo sorprenderte.
Tengo que reconocer que esa afirmación consiguió sacarme una sonrisa, para cuando me di cuenta ya estábamos en mi colegio mayor, nos despedimos con sendos besos en la mejilla y un nos veremos pronto. Subí a mi habitación riéndome, pero cuando entre en la habitación cerrando la puerta sentí un gran remordimiento, como si hubiera engañado a Pablo.
Los meses fueron pasando, como prometió Héctor me fue demostrando con hechos que yo para él no era un trofeo más. No era la más bella de la universidad, pero con mi metro setenta centímetros, mis ojos verdes y mi cabello rojo como el fuego solía atraer las miradas del género masculino y del femenino también. Si os soy sincera pensé que yo era la novedad, que con el pasar de los meses Héctor se aburriría de mí, por eso decidí seguirle el juego.
Como ya he dicho la cosa no fue así y poco a poco consiguió que mi sentimiento por Pablo fuera disminuyendo, mientras aumentaba el que sentía por él. Para cuando me di cuenta el primer trimestre del segundo curso había pasado, mis notas eran excelentes y mi humor había mejorado todo gracias a Héctor. Llegaron las vacaciones de Navidades, antes de volver a casa, decidimos hacer una cena, durante la cual Héctor me llevo a un lugar lejos de miradas indiscretas, su rostro se fue acercando poco a poco al mío hasta que nuestros labios se unieron en un beso.
Había conseguido enamorarme poco a poco y no me quedaba más remedio que reconocerlo, Héctor había conseguido que mis sentimientos por Pablo disminuyeran, le seguía queriendo, pero no con la intensidad con lo que lo hacía cuando llegue a esta facultad. Pase todo el viaje de vuelta en el avión pensando como se lo iba a contar a Pablo, tal vez él también había conocido a alguien, eso sería más fácil para los dos.
En cuanto lo tuve delante supe que no era así, su forma de mirarme era la misma que cuando nos despedimos en este mismo aeropuerto, solo que esta vez su rostro era de felicidad en vez de tristeza, me sentía fatal, porque era consciente que esa felicidad no duraría mucho tiempo. Pablo no era tonto dándose cuenta de que mi cara de felicidad no era por volver a su lado, esa misma noche cuando nuestros padres se fueron a dormir nos quedamos en el porche hablando un rato.
- ¿Has conocido a alguien verdad?–pregunto Pablo–. Debería alegrarme, pero no puedo, lo siento mucho.
- La que lo siente soy yo–dijo Aina–. Nunca fue mi intención hacerte daño, tienes que creerme.
- Lo sé–dijo Pablo–. Pero eso no hace las cosas más fáciles, no te preocupes sigues siendo una de las personas que más quiero, eso nada lo cambiara, ¿me crees?
- Claro que te creo–dijo Aina–. Pero eso no quita que te haya hecho daño sin ser esa mi intención.
Nos abrazamos con mucha fuerza, él fue capaz de contener sus lágrimas, sabía que ponerse a llorar haría las cosas más difíciles, pero yo no fui capaz de hacer lo mismo, siendo él el que me consoló cuando debería ser al revés. Pensé que las vacaciones de Navidad serían un desastre, pero no fue así. Pablo consiguió rehacerse de la sorpresa y pasada esa noche fue el Pablo de siempre.
Salimos con nuestros amigos, también salimos de juerga los dos solos, como siempre él tenía mucho éxito entre las féminas, no debería, pero cada vez que una mujer se acercaba a él, algo dentro de mí se crispaba. Por suerte Pablo no se dio cuenta y si lo hizo no dio señales de ello, coqueteo con alguna que otra mujer en el local donde estuvimos, pero no paso de un tonteo. Una parte de mí se sintió aliviada, pero otra parte se entristeció porque yo tenía algo que él no podía tener al seguir enamorado de mí.
Las vacaciones pasaron volviendo a la universidad formalizando mi relación con Héctor. Nuestra presentación como pareja fue un apasionado beso que Héctor me dio en medio del pasillo, algunos nos vitorearon, otros se rieron, a Héctor le hizo mucha gracia, pero a mí ninguna. Nuestra relación era una cosa nuestra y no había necesidad de ir mostrándola a todo el mundo.
- Aina parece que te ha molestado–dijo Héctor–. No sé por qué le das tanta importancia.
- Me has hecho sentir incómoda–dijo Aina–. ¡Como si hubieras querido exhibirme ante todo el mundo!
- ¿Tan malo es eso?–pregunto Héctor–. Eres la primera que se queja, otras hubieran estado encantadas de estar en tu lugar.
- ¡Yo no soy un objeto!–dijo Aina–. ¡Que sea la última vez que lo haces!
Héctor estaba disgustado, podía notarlo en sus ojos, pero decidió dejar el tema aparcado. Desde esa vez no volvió a exhibirme en público, nos dábamos besos, pero cuando estábamos solos. El tiempo fue pasando, los miedos que sentía al principio de la relación fueron desapareciendo. Miedos que fueron atenuados por una compañera de universidad.
- Podemos hablar–dijo la compañera–. Es muy importante.
- Bien–dijo Aina–. ¿Qué es eso tan importante?
- No te fíes de Héctor–dijo la compañera–. Es un lobo con piel de cordero.
Fui a decir algo, pero ella me detuvo volviéndome a advertir, en su rostro pude ver que no me estaba mintiendo, El tiempo había pasado, no habiéndome dado ningún motivo para desconfiar de él. A una de las mejores amigas que había hecho en la universidad su novio le pidió matrimonio, invitándonos a Héctor y a mí a la cena de compromiso. Héctor también conocía a Andrea, las malas lenguas decían que en el pasado habían tenido algo, eso era algo que a mí no me preocupaba.
En mi vestidor tenía vestidos, pero ninguno como para ponérmelo para esa cena, así que decidí ir a comprarme uno, me fui probando distintos vestidos hasta que di con el adecuado. Un vestido de noche de color rojo con la espalda al descubierto haciendo juego con el color de mi cabello. Su precio era elevado, pero eso no me detuvo, además del vestido también compré un tanga rojo con transparencias, zapatos y un bolso pequeño del mismo color. Mereció la pena el gasto al ver la cara que puso.
- Estás preciosa–dijo Héctor–. Me dan ganas de no ir a la fiesta y montarme una privada contigo.
Una gran sonrisa apareció en mi rostro como respuesta a su proposición, la verdad es que yo también me hubiera quedado toda la noche con él en la cama. La primera vez que lo hicimos fue increíble, no era virgen, pero tampoco tenía una gran experiencia, Héctor no tenía un miembro muy grande, pero lo compensaba con una gran resistencia. Aun con mi poca experiencia si en algo era buena era en el sexo oral.
Era una práctica que me encantaba, dándome un especial placer, normalmente con todos los chicos con los que había estado terminaban corriéndose en muy poco tiempo, pero con Héctor pude diferente. Eso hizo que disfrutara completamente de tener su polla en mi boca, una vez satisfecha me tumbe sobre la cama y abriendo las piernas le enseñe mi húmedo coñito. Él no se hizo de rogar, me la fue metiendo poco a poco, la sensación de sentir como su miembro rozaba mis paredes fue suficiente para llegar a un orgasmo demoledor.
Héctor no me dejo ni tomar aire cuando volvió a empezar con un mete saca lleno de carencia que me estaba llevando al mismísimo cielo del placer. Sabía perfectamente donde se encontraba el punto G femenino y lo estaba explotando al máximo. Tuve dos orgasmos más antes de que él terminara de correrse en el interior del condón.
- Ha estado bien–dijo Héctor–. Pero mejor hubiera sido si lo hubiéramos hecho a pelo.
-Sabes perfectamente que las pastillas anticonceptivas no me sienten bien–dijo Aina–. El condón me parece el anticonceptivo más eficaz.
- No te discuto su eficacia–dijo Héctor–. Pero disminuye enormemente la sensibilidad y es un engorro.
Sabía que él estaba acostumbrado a follar con sus anteriores novias sin condón, pero yo era inflexible con este asunto, me parecía lo más seguro. Cuando empezamos a salir, los dos nos hicimos unos análisis para cerciorarnos que estuviéremos sanos, después hable con mi ginecóloga para tomar anticonceptivos. No estaba nada segura con eso, tenían margen de error, era pequeño, pero con la mala suerte que solía tener yo para algunas cosas seguro que terminaba dentro de ese reducido margen.
Tan absorta estaba que el mismo Héctor me dio un beso para que volviera a la realidad, diciéndome que llegaríamos tarde. La cena de compromiso seria en un hotel propiedad del padre del novio de Andrea. Al llegar un aparcacoches aparco el coche, era la primera vez que vivía algo así, sintiéndome algo abrumada para Héctor parecía de lo más normal.
La cena fue increíble, no escatimaron en gastos, al novio de Andrea se le veía muy emocionado; sin embargo, veía a Andrea como ausente, el hotel disponga de una discoteca, una vez terminada la cena algunas parejas nos dirigimos hacia allí. Entre bailes y copas fuimos pasando la noche. La verdad es que me lo estaba pasando bien, en un momento de la noche vi como Héctor y Andrea conversaban haciendo aspavientos como si estuvieran discutiendo.
Me acerqué para comprobar que todo estaba bien, estaba siendo una noche estupenda para que se estropeara por un malentendido, al verme Héctor dejo a su interlocutora y se acercó a mí para interceptarme.
- ¿Va todo bien?–pregunto Aina–. Te veo muy alterado.
- Sí, no te preocupes–dijo Héctor–. En serio no te preocupes, son cosas del pasado.
- ¿Héctor?–pregunto Aina–. ¿Qué me estás ocultando?
- No te oculto nada Cariño–dijo Héctor–. ¿Me crees?
-Sí, te creo–dijo Aina.
Que podía decirle, pero la verdad es que no le creí, algo me estaba ocultando. Normalmente, cuando algo me preocupaba solía fumar, aquella discoteca tenía una especie de terraza y salí a ella para fumarme un cigarro, no fumaba apenas, pero la verdad es que aquel cigarro me supo a gloria. Se estaban tan bien en esa terraza que hice algo que no solía hacer, fumarme más de uno. Entonces dentro de la discoteca se empezó a escuchar unos fuertes ruidos, como si alguien estuviera tirando todos los vasos al suelo.
Al entrar pude ver como Héctor y el novio de Andrea se estaban partiendo la cara, entre corriendo para parar ese sin sentido, pero lo único que conseguí fue recibir yo. Termine sentada en el suelo con un fuerte dolor en el lado izquierdo de mi cara. Los dos siguieron golpeándose sin ser conscientes de lo que había ocurrido, fue el padre del novio de Andrea el que dé un grito hizo que a los dos les entrase un poco de cordura.
Al mirar a Héctor pude observar como tenía un par de cortes en la cara y toda la camisa manchada de sangre, se le veía nervioso, al verme se fue a acercar cuando el novio de Andrea les grito tanto a su novia como a mi novio que abandonaran el hotel, ya que no eran bienvenidos, después miro a Andrea para decirle que el compromiso estaba roto y que recogiera sus cosas de su casa.
Ya os digo que no entendía nada de lo que estaba pasando, mi rostro empezó a hincharse, notando que algo humedecía mi mano al mirarla tenía sangre en esta. El golpe me abrió una herida, Diego que así se llamaba el ya exnovio de Andrea me dijo que me llevaría a urgencias.
- No hace falta–dijo Aina–. Tienes cosas más importantes que arreglar.
- No hay nada que arreglar–dijo Diego–. Además, tengo que hablar contigo y lo que te voy a contar no te va a gustar.
Fuimos todo el trayecto en silencio, Diego apretaba con mucha fuerza el volante, apretaba tanto los dientes que parecía que se los iba a romper. Según me comento en urgencias trabajaba un buen amigo suyo, le había llamado para contarle lo ocurrido y todo estaría preparado para cuando llegáramos. Al llegar me tomaron los datos, enviándonos a una sala de espera, allí esperamos un rato hasta que el amigo de Diego vino con una silla de ruedas para llevarme a rayos x.
Después de hacerme las placas, un camillero me llevo a una sala de espera donde me esperaba Diego muy afectado.
-Diego, ¿qué ha ocurrido?–pregunto Aina–. Dime algo por favor.
Viendo que el pobre no podía hablar lo abrace para consolarlo, entonces sacando su móvil me enseño un video que me heló la sangre, en él aparecían Héctor y Andrea follando en los baños de la discoteca que no estaban abiertos al público, eran los baños que solían usar los camareros de la
discoteca, como esa noche era una fiesta privada, solo había dos camareros y casi toda la noche estuvieron sin usar. Andrea aparecía aferrada a la cisterna del baño mientras Héctor la penetraba desde atrás con contundentes golpes de cadera.
El resto del video eran gritos y golpes, con una Andrea llorando como hilo musical. La verdad es que me afecto mucho menos de lo que me hubiera esperado. Me estaban doliendo las imágenes que aparecían en la pantalla del móvil, pero no como le estaba afectando a Diego, el pobre estaba hecho pedazos por la traición de Andrea. Ya no me quedaba ninguna duda, mi corazón pertenecía y seguiría perteneciendo a un único hombre, Pablo.
Mi corazón ya no albergaba ninguna duda y estaba dispuesta a luchar por ese amor contra lo que hiciera falta, el padre de Pablo y mi madre habían sufrido mucho, es verdad, pero Pablo y yo no habíamos sufrido menos y era hora de que fuéramos felices de verdad. El amigo de Diego tardo un buen rato en venir con los resultados, en ese tiempo nos dio tiempo de hablar, pero sobre todo le dio tiempo a Diego para desahogarse.
Esa noche tomo una decisión, volvería a su ciudad para trabajar codo con codo con su padre, dejando atrás una vida que podría haber sido toda felicidad y se había convertido en un infierno. El móvil de Diego no hacía más que sonar hasta que lo apago hastiado de ver el nombre de Andrea en la pantalla. En mi caso la triste realidad es que no había recibido ninguna llamada ni mensaje por parte de Héctor, si lo pensaba fríamente era lo mejor.
Para cuando el amigo de Diego hizo acto de presencia, Diego ya se había calmado, pero todavía estaba muy nervioso, al verlo su amigo llamo a una enfermera para que le trajera un relajante muscular, Diego se negó en reiteradas ocasiones, pero después de tanto insistirle decidió tomárselo. No tenía nada roto, pero me tendrían que dar unos puntos en la herida que tenía en el pómulo, no me hizo mucha gracia, pero el amigo de Diego me aseguro que no quedaría prácticamente ninguna marca.
Entre una cosa y otra se nos hizo de día, Diego amablemente se prestó a llevarme al colegio mayor. Poco antes de que llegáramos me llego un mensaje de Héctor diciéndome que me esperaba en la entrada, teníamos que hablar, le pedí a Diego que me dejara allí mismo, no le mentí, pero no quería que estos dos se volvieran a encontrar y terminaran otra vez enzarzados.
Le di las gracias, después enfilé la acera que me llevaría a la puerta del colegio mayor, pero sobre todo a encontrarme con la persona que menos ganas tenía de ver en este mundo.
- ¡Dónde has estado!–pregunto Héctor–. ¡Estaba preocupado!
- ¿Estabas preocupado?–pregunto Aina–. Más bien padeces molesto.
- ¡Lo estoy!–dijo Héctor–. Te fuiste sin decirme nada.
- ¡He estado toda la noche en urgencias!–dijo Aina–. Pero a ti parecía no importarte donde me encontraba, puesto que he recibido tu primer mensaje hace cinco minutos, ni una sola llamada en toda la noche, ¿has estado ocupado?
- ¡Cómo te atreves!–dijo Héctor–. Claro que me preocupo de ti.
- Como ayer en los baños con Andrea, ¿verdad?–dijo Aina–. ¡Se te veía realmente preocupado!
- Deja que te explique–dijo Héctor.
- No hace falta–dijo Aina–. Me ha quedado todo muy claro, pero quiero que te quede claro algo a ti.
- ¿El qué?–pregunto Héctor–. No estarás insinuando…
-Veo que las captas al vuelo–dijo Aina–. No quiero volver a verte en mi vida, para ti estoy muerta y enterrada.
Me di media vuelta dejándolo con la palabra en la boca, lo primero que hice fue llamar a Pablo. El pobre estaba dormido y lo desperté, al ser yo quien llamaba se preocupó, le conté a Pablo por encima lo que había pasado. Me dijo que en cuanto tuviera el billete de vuelta le dijera a qué hora llegaría al aeropuerto, me estaría esperando. Mire en internet y conseguí un billete para las cinco de la tarde, el vuelo duraba una hora, llame a Pablo para decirle que aterrizaría sobre las seis de la tarde.
Llame al amigo de Diego para decirle que esa misma tarde viajaría a mi antigua ciudad, me dijo que estaría tranquila, que me podrían hacer el seguimiento de la herida en mi ambulatorio, después de eso me dispuse a recoger todas mis cosas, el siguiente trimestre me lo tomaría de descanso y retomaría la carrera en la universidad de mi antigua ciudad. No tenía tanto renombre como la universidad en la que estaba cursando actualmente, pero necesitaba desaparecer y empezar en otro lugar donde no me conociera nadie ni yo conociera a nadie.
El móvil no cesó de recibir llamadas y mensajes, no me quedo más remedio que apagarlo, estaba claro que Héctor no estaba acostumbrado a que le dejaran. La verdad es que según mis maletas se iban llenando más ganas tenía de volver a mi antigua ciudad y sobre todo volver a ver a Pablo. Antes de salir hacia el aeropuerto me despedí de las amigas que había hecho en la universidad, de todas menos de Andrea, esta no apareció como era lógico.
La espera hasta el embarque se me hizo eterna, tuve tiempo para reflexionar en lo que había ocurrido y en lo mal que había llevado el asunto. Me marché y empecé una relación con Héctor, me gustaba de eso no había duda, pero la reacción que tuve al conocer su infidelidad de Héctor no me dejo ninguna duda que mis sentimientos por Pablo seguían intactos. De momento necesitaba tiempo para mí, aunque no sentí lo que tenía que sentir por la infidelidad, no quería decir que no me doliera, además tenía que estar segura de que mi deseo de empezar algo con Pablo era porque realmente seguía amándolo y no por despecho.
Cuando el avión aterrizo una parte de mí temía por si Pablo había rehecho su vida como intente hacer yo, tengo claro que de ser así le apoyaría y no recibiría ningún reproche por mi parte. Allí estaba él, tan guapo como siempre. Su sonrisa iluminaba la estancia, lo primero que hicimos fue darnos un fuerte abrazo, al tenerlo tan cerca me entraron ganas de besarlo, pero me contuve, primero tenía que ordenar mis ideas como había comentado anteriormente.
- Estás guapísimo–dijo Aina–. Me dan ganas de pasarme todo el día achuchándote.
Pablo se puso rojo como un tomate, pero no tardo en volverle esa preciosa sonrisa que le caracterizaba.
- Tú también estás muy guapa–dijo Pablo–. Que tal si tomamos un café en una de las cafeterías y me pones al día.
- Me parece muy bien–dijo Aina–. ¿Estás seguro de que quieres escucharlo?
- Sí, lo estoy–dijo Pablo–. Sabes que se me da muy bien escuchar.
Pablo me presto atención durante todo el rato que duro lo que tenía que contarle, no me interrumpió ni una sola vez hasta que tuvo claro que había acabado.
- Lo siento mucho–dijo Pablo–. No te mereces lo que te ha ocurrido.
- Pues yo no lo siento–dijo Aina–. Esto me ha servido para ver con claridad el error que había cometido, tendría que haber apostado por lo nuestro.
- ¿Y nuestros padres?–pregunto Pablo–. No sé si se lo tomaran muy bien.
- Pues tendrán que hacerse a la idea–dijo Aina–. Además, ahora necesito tiempo, de esa manera les dejaremos margen.
- Tendrás todo el tiempo del mundo–dijo Pablo–. Esperar ha merecido la pena.
- Si hubieras conocido a alguien, no te lo hubiera reprochado–dijo Aina–. Pero me alegro de que no haya sido así.
Una gran sonrisa surcó su rostro, se le notaban las ganas que tenía de besarme, pero no lo hizo respetando el tiempo que había pedido para aclarar mis ideas y ser totalmente suya. Lo primero que hice fue pasar por la casa de nuestros padres, les conté por encima lo que había pasado, omitiendo ciertos momentos para que no se preocuparan, para después exponerles mi decisión de terminar la carrera en nuestra ciudad.
Saber que volvería a casa, les alegro mucho, pero mi madre sé las sabía todas, sospechaba mirando la herida de mi mejilla que no se lo estaba contando todo. Otra cosa que tenía clara era que mi madre tarde o temprano me interrogaría y no me quedaría más remedio que contárselo todo, otra de las cosas que me entere fue que Pablo empezó a trabajar como investigador ayudante para la fiscalía mientras seguía estudiando criminología.
Me alegré mucho por él, Pablo siempre a tenido curiosidad por esclarecer las cosas, cuando no sabía de algo no paraba de informarse hasta que lo descubría. Tengo claro que llegaría a ser el mejor investigador de la fiscalía, tenía ese instinto de sabueso como mi madre, la verdad es que los dos harían un dúo imbatible, no pude evitar reírme con este último pensamiento.
Volvía a estar en casa y eso me hacía muy feliz, la verdad que durante mi estancia en la universidad alejada de mi familia se me hizo cuesta arriba en muchas ocasiones, pues los echaba mucho de menos, pero ahora podría seguir estudiando la carrera que me gustaba sin tener que renunciar a ellos, eso si no nos echaban a la calle una vez que supieran que Pablo y yo nos amábamos.
De Héctor no volví a saber nada, las llamadas y los mensajes cesaron, me alegré de ello, no tenía ganas de tener que lidiar con un exnovio que no aceptara que lo habían dejado. No tarde en volver a la normalidad, durante los siguientes días tramite todo el papeleo para que que me pudieran trasladar desde mi antigua universidad a esta nueva, la jefa de Pablo me echo una mano consiguiendo que pudiera empezar el siguiente trimestre.
Tendría que esforzarme el doble para poder alcanzar a mis nuevos compañeros, eso no sería un impedimento, estar el lado de mis padres y sobre todo de Pablo me daría las fuerzas suficientes para superar cualquier escoyo. Pablo me dio el tiempo que le pedí como prometió, cada día tenía más claro que lo que me movía era el amor que siempre sentí por él, cuando conocí a Héctor me fije en el porqué tenía ciertos rasgos de su personalidad que se parecían a los de Pablo, por desgracia no tuve que esperar mucho para darme cuenta de que todo fue fingido.
Pasadas unas semanas mi madre entro en mi habitación y me hizo la pregunta que llevaba tiempo esperando.
- ¿Qué hay entre Pablo y tú?–pregunto la madre–. Cada vez disimuláis peor.
- Mamá, Pablo y yo nos amamos–dijo Aina–. Por eso me marché de la ciudad, para no haceros sufrir al padre de Pablo y a ti.
- Eso no puede ser–dijo la madre–. ¡Sois hermanos!
- ¡No lo somos!–dijo Aina–. Nos sacrificamos para que vosotros pudierais ser felices, pero nosotros también tenemos derecho a serlo.
Mi madre tenía miedo a que esto destrozase su relación con el padre de Pablo, entonces le conté como conocí a Héctor llegando a pensar que me había enamorado de él olvidando a Pablo, como este me fue infiel y mi reacción. Mi madre comprendió que fue la despedida que tuve en el aeropuerto con Pablo lo que me hizo sufrir de verdad, pasándome todo el viaje y la semana siguiente llorando sin poder evitarlo, sin embargo, con Héctor me dolió el engaño, pero no llegue a sentir ese dolor que se siente al ser traicionado por el ser amado.
- Veo que no voy a ser capaz de convencerte–dijo la madre–. Pero comprenderás que esto hay que discutirlo en familia.
- Me parece bien–dijo Aina–. Hablaré con Pablo y lo discutimos en la cena.
Lo primero que hice después de que mi madre saliera de mi habitación fue llamar a Pablo, no lo veía, pero pude sentir su sonrisa, contestando que le pediría a su jefa permiso para salir un poco antes. Pase todo el día flotando en una nube, llego la hora de la cena, mi madre era la que estaba más nerviosa, el padre de Pablo estaba tranquilo, puesto que al no contarle nada estaba en babia.
Yo también estaba nerviosa, pero en el buen sentido de la palabra, tenía claros mis sentimientos, esa noche todo iba a salir a la luz. Pablo y yo estaríamos juntos quisieran nuestros padres o no. Mi madre estaba tan nerviosa que casi tira la bandeja que llevaba en sus manos al suelo, tuve que ayudarla, si no no cenaríamos nada. Pablo entró en casa con una sonrisa que hubiera iluminado la noche más oscura.
Su padre leía el periódico ajeno a lo que sucedía a su alrededor, por fin nos sentamos los cuatro, nadie oso decir nada hasta que terminamos de cenar.
- Tengo algo que comentar–dijo Aina–. Pablo y yo vamos a iniciar una relación.
A mi madre casi se atraganta con el agua que estaba tragando, miro al padre de Pablo de reojo temiendo su reacción, pero este se mantenía impasible, nos miró a los dos y nos dijo.
- Ya era hora–dijo el padre de Pablo–. Aina marcharte fue una estupidez.
- ¿Por qué no dijiste nada?–pregunto Aina–. He estado a punto de meter la pata.
- Es sencillo–dijo el padre de Pablo– Tenías que descubrirlo por ti misma.
-Papá, ¡ya te vale!–dijo Pablo–. Lo he pasado fatal, todo por no daros un disgusto a los dos.
Entrelace la mano de Pablo con la mía, gesto que Pablo agradeció, nos miramos y acto seguido nuestros labios volvieron a juntarse otra vez. Tengo que reconocer que mire de reojo a mi madre temiendo su reacción, pero al ver una sonrisa en su rostro me deje llevar del todo. Desde ese día empezamos a hacer vida de pareja dentro de casa, pero disimulábamos fuera de ella, no queríamos que nuestros padres fueran despellejados por los comentarios de los vecinos.
El problema que teníamos era la falta de intimidad en casa, si no estaba mi madre, estaba el padre de Pablo, pero eso se arregló por arte de magia gracias a mi madre. Una mañana que me metí en el baño para ducharme, al volver a mi habitación vi sobre la mesa las llaves de mi antigua casa, las cogí con mis manos temblorosas y fui hasta la cocina para abrazarla.
- ¿Pero?–dijo Aina–. Estas son las llaves de nuestra antigua casa, eso quiere decir…
- Así es–dijo la madre de Aina–. Lo hablamos anoche, los dos necesitáis una intimidad que jamás tendréis en esta casa, además nuestra casa queda más cerca de la universidad y Pablo queda a dos paradas de metro de la fiscalía, no teniendo que depender totalmente del coche como ahora.
- Te quiero mucho–dijo Aina–. Siempre estaré en deuda con vosotros.
Como era viernes, Pablo y yo decidimos salir esa noche y después dormir en la que sería nuestra nueva casa, hable con la copistería de la universidad para ver si me podían dar trabajo, de ser así no tendría que salir de la universidad pudiendo cuadrar los horarios sin que afectara a mi rendimiento académico. Pablo me apoyo como siempre, pero también me dijo que si me decían que no, su sueldo llegaba de sobra para pagar los gastos, ya que no tendríamos que preocuparnos por el alquiler.
Aquella noche me preparé a conciencia, mi madre tenía un vestido de noche precioso de color azul que pegaba muy bien con el tono pelirrojo de mi pelo, también me presto los zapatos y el bolso a juego. Esa tarde fui a comprar un conjunto de ropa interior que harían aullar a la luna a Pablo, solo de pensarlo se me licuaba el coñito. Tarde en prepararme, pero al mirarme en el espejo pude comprobar que mereció la pena, sobre todo al ver la cara de Pablo cuando me vio.
Él llevaba un pantalón blanco, una camisa gris claro y sobre esta una americana de color gris más oscuro, eso aderezado con la impresionante belleza que le caracterizaba, era un cóctel explosivo. De no haber estado nuestros padres en casa lo hubiera arrastrado a mi habitación y hubiéramos hecho temblar los cimientos de la casa. Entre las risas del padre de Pablo y la cara de felicidad de mi madre salimos de casa rumbo al restaurante.
La verdad es que no lo conocía, pero era muy acogedor y familiar, en él hacían los platos de toda la vida, no como ahora que te sacan una fuente con algo de comida en la mitad tan pequeño que necesitas una lupa para ver que estás comiendo. La cena fue estupenda, Pablo no paro de sonreír en todo momento, desde que empezamos a salir veías la felicidad reflejada en su rostro, en mi caso estaba tan emocionada que tenía que hacer esfuerzos titánicos para no llorar.
Una vez terminada la cena nos dirigimos a la discoteca más famosa de toda la ciudad, la cosa tenía gracia, era el único local que te cobraban por entrar y el que mayores colas tenía. Como Pablo tenía amigos hasta en el infierno, pudimos entrar sin tener que pagar, el local era grande, pero había tanta gente que no podías dar un paso sin tropezarte con nadie. Por fin llegamos a la barra, los dos causamos sensación. Una de las camareras empezó a ligar descaradamente con Pablo, él sonrió
levantando la mano que tenía entrelazada a la mía para que la camarera se diera cuenta de que éramos pareja.
La pobre se llevó tal corte que se disculpó invitándonos a la consumición, más tarde sería yo la que pasaría por una situación parecida con un camarero, este me escribió su teléfono con una frase que decía “salgo a las 3”, al coger él posa vasos mire al camarero, después cogí el rostro de Pablo y lo bese apasionadamente para dejar claro al camarero que yo había venido con mi novio. El camarero puso cara de desagrado, pero dándose la vuelta siguió a lo suyo, nosotros aprovechamos que se vaciaba la pista de baile para ir y mover el esqueleto.
El resto del tiempo que estuvimos en ese local fue como si la gente de alrededor desapareciera, sentíamos que solo estábamos los dos. Bailamos reímos y nos besamos cada dos por tres, pero llego el momento en que lo único que deseábamos los dos era demostrarnos el amor que nos teníamos el uno al otro. Salimos de la discoteca yendo directo a la que sería nuestra casa, al llegar guardamos la compostura hasta que entramos en el ascensor.
Una vez dentro Pablo metió su mano debajo de mi vestido hasta llegar a mi encharcado tanga, haciéndolo a un lado metió uno de sus dedos en mi coñito mientras me besaba apasionadamente. Me tenía en la palma de su mano, cuando el ascensor llego al último piso, tuvimos que hacer un esfuerzo sobre humano para poder parar, pero aunque a esas horas era difícil que andaría nadie en el descansillo, preferíamos no correr riesgos.
No lo he dicho, pero mientras Pablo tenía su mano dentro de mi falda jugando con mi coñito, yo tenía la mía metida en su bragueta agarrando ese trozo de carne candente que tantas ganas tenía de tenerlo dentro de mí. Antera de abrir la puerta del ascensor recompusimos nuestra ropa lo mejor que pudimos y cogiéndonos de la mano salimos del ascensor como si ni hubiéramos roto un plato.
Estaba tan excitada que me costó abrir la puerta, pero una vez dentro corrí hasta la sala de estar quitándome el vestido de mi madre por el camino, no quería que se manchara o se rompiera, quedándome con el tanga y los zapatos. Pablo se relamió, acercándose a mí quitándose su ropa, tenía un cuerpo cuidado, sus músculos no eran nada exagerados y le hacían una bonita figura, pero mis ojos fueron directos a su herramienta, Pablo estaba bien armado, nada exagerado, pero si lo suficiente para que mi boca empezara a silabear.
Me arrodillé cogiendo su herramienta con mis manos, la masajeaba con calma, escuchando como sus gemidos iban ganando en intensidad. No pudiendo aguantar más me la metí en la boca, fue un placer sentir como crecía dentro de mi boca y me esmere en hacerle la mejor mamada que hubiera hecho en mi vida. Pablo tuvo que sujetarse porque las piernas le estaban fallando, estaba en la gloria hasta que poso su mano sobre mi cabeza para que parara, no quería correrse todavía y con la mamada que le estaba haciendo no aguantaría mucho.
Cogiéndome en brazos fuimos directos a la habitación que perteneció a mis padres, ahora sería nuestra, tumbándome sobre la cama con las piernas abiertas. Se metió entre ellas y empezó a comerme el coño de forma antológica, ningún chico me lo había hecho tan bien como lo estaba haciendo él.
Las sensaciones estaban siendo atronadoras, oleadas de placer escalaban mi espalda hasta llegar a mi cerebro, no podía dejar de boquear, puesto que me costaba hasta respirar del placer que estaba sintiendo. En mi caso no pude evitarlo y me corrí abundantemente, la corrida fue tal que Pablo se atragantó. Lo necesitaba dentro de mi tanto como un sediento agua en un desierto, Pablo no se hizo de rogar, gateando sobre la cama se colocó sobe mi no antes de meterse uno de mis pezones en la boca.
Pude notar como entraba su polla centímetro a centímetro dentro de mí, una vez dentro empezó un bombeo acompasado, mientras nuestras manos se entrelazaban y nuestros cuerpos tenían el máximo de contacto entre ellos. El sexo es increíble, pero tener sexo con una persona de la que estas enamorada no tiene ni punto de comparación, Pablo empezó a penetrarme con más brío hasta que mi cuerpo empezó a convulsionar avisándome del atronador orgasmo que iba a experimentar y así fue.
Pablo se corrió abundantemente dentro de mí, no habíamos usado preservativo, había roto mi regla, pero al ser con él no me importaba, había sido previsora y le había pedido la pastilla del día después a mi ginecóloga. Los dos estábamos exhaustos, pero totalmente satisfechos. Tumbados como estábamos apoye mi cabecita sobre su pecho durmiéndome con una gran sonrisa dibujada en mi cara.
Los rayos de sol que entraban por la ventana me despertaron, además del olor del café recién hecho. Me puse una fina bata y fui directa a la cocina, Pablo estaba preparando el desayuno vestido simplemente con el viejo delantal de mi madre. Estaba tan concentrado en lo que estaba haciendo que no se percató de mi presencia, cuando se dio la vuelta para poner el plato con las tortitas recién hechas me vio y sonrió.
- Deberías de ir solo con ese delantal a todos sitios–dijo Aina–. Es la prenda más elegante que te he visto puesta.
No pude evitar empezar a reírme, él me miraba no sabiendo si reírse o ponerme el plato por sombrero. Por suerte para mí decidió reírse, con el hambre que tenía como para malgastar la comida, esa noche nos convertimos en pareja. Desde aquella maravillosa noche, habían pasado los seis meses más felices de mi vida al lado de un hombre que se desvivía por mí, demostrándomelo cada día. Pablo había convertido la habitación de invitados en su despacho, una mañana de sábado se levantó temprano aludiendo que quería adelantar un poco de trabajo.
Me quede un rato más en la cama, era invierno y fuera de la cama hacía frío. No sé cuanto había pasado, pero decidí levantarme, darme una ducha y desayunar. Para ir a la cocina tenía que pasar al lado del despacho de Pablo, este tenía la puerta entrecerrada, Pablo no se encontraba dentro y me pico la curiosidad. Al entrar vi una carpeta cerrada y una foto que sobresalía de ella, era una foto de Héctor.
Mis manos empezaron a temblar y mi cabeza empezó a hacerse preguntas como que hacía Pablo con una foto de mi ex. Estaba tan ensimismada en mis cosas que no sentí que alguien entraba en la habitación.
- ¿Qué haces Aina?–pregunto Pablo–. ¡Esa fotografía pertenece a un archivo de un caso abierto!
- ¿Te has enfadado?–pregunto Aina–. La que tendría que estar enfadada tendría que ser yo, ¿por qué tienes la fotografía de mi ex?
- No puedo hablar de eso–dijo Pablo–. Pero solamente porque tengas esa foto en las manos, nos podría meter en un lio a los dos.
- ¿En qué lío?–pregunto Aina–. Ahora me dirás que podemos ir a la cárcel.
- ¡Pues sí!–dijo Pablo–. ¡Perdería mi trabajo y podríamos terminar en la cárcel!
Su expresión me decía que no estaba mintiendo y que estaba preocupado de verdad, no me había puesto a pensar lo delicadas que eran estas cosas, Pablo al ver mi expresión me abrazo, diciéndome al oído.
- En cuanto pueda te pongo al día del caso–dijo Pablo–. Te lo prometo.
Eso me tranquilizo, pero no era tonta y podía imaginarme que una de las personas a las que estaban investigando era Héctor, dicen que no terminas de conocer a las personas, pero empezaba a creer que no conocía en absoluto a Héctor. Me sentía mal al descubrir lo engañada que había estado y la suerte que había tenido de salir indemne de la relación que tuve con él. Después de esa reflexión decidí dejar el tema aparcado y pasar el resto del día junto al que es y será el amor de mi vida.
Desde ese incidente había pasado un mes y recibí una llamada de una de mis antiguas amigas de mi antigua universidad. Fue con la única que no perdí contacto y me dijo que vendría a mi ciudad a ultimar unos asuntos, me comento que le apetecía mucho que saliéramos a cenar, le dije que si y quedamos para el viernes por la noche de esa misma semana.
- Te veo más contenta de lo habitual–dijo Pablo–. Y ya es decir.
- Me ha llamado Marta, una antigua amiga de mi antigua universidad–dijo Aina–. He quedado con ella para el viernes para cenar.
- Me parece muy bien–dijo Pablo–. Yo el viernes tengo que quedarme un rato más en el trabajo, tengo papeleo atrasado.
Había escuchado rumores que la jefa de Pablo era una mujer muy exigente y lo estaba comprobando, pero también que Pablo adoraba su trabajo. Pase el resto de la semana yendo a clase y trabajando en la copistería, para cuando me di cuenta estaba en nuestra habitación preparándome para cenar con mi amiga. Una vez lista bajé al salón, pensé en coger el coche, pero me lo pensé mejor, seguramente después de cenar iríamos a tomar una copa y a bailar, sería mejor que cogiera un taxi.
Al llegar al restaurante donde había hecho la reserva, me acompañaron a mi mesa, Marta todavía no había llegado. Empecé a trastear con mi móvil con la intención de hacer tiempo. Escuche como alguien se sentaba en la silla que tenía delante de mí. La sangre se me heló en las venas al comprobar que no era Marta, sino Héctor el que se había sentado y me miraba con una sonrisa socarrona.
- ¿Qué haces aquí?–pregunto Aina–. ¿Dónde está Marta?
- Como has podido deducir, Marta no va a venir–dijo Héctor–. Digamos que me está devolviendo un favor.
- ¿Qué favor?–Pregunto Aina–. ¡Si es que puedo saberlo!
- Digamos que ciertas imágenes comprometedoras suyas desaparecerán–dijo Héctor–. No te enfades con ella no le he dejado alternativa.
- ¿Te la has follado verdad?–dijo Aina–. Su novio es un buen chico, no se merece semejante fechoría.
- Es verdad–dijo Héctor–. Pero he disfrutado follando con Marta a espaldas de ese pringado.
- ¿Cuándo fue?–pregunto Aina–. ¿¡Dímelo!
- Qué más da–dijo Héctor–. Además, no he venido por eso.
- ¿A qué has venido?–pregunto Aina–. Mejor déjalo, no quiero saber nada de ti.
- De mí tal vez no–dijo Héctor–. Pero de tu perfecto novio seguro que sí quieres saber.
Héctor seguía con esa sonrisa triunfadora que me estaba sacando de mis casillas, no iba a permitir que difamara a Pablo, eso no iba a pasar.
- ¡Deja a Pablo fuera de esto!–dijo Aina–. ¡Te lo advierto!
- ¿En serio no quieres saber qué está haciendo ahora?–pregunto Héctor–. ¿Y con quién?
- Déjalo–dijo Aina–. No creeré nada de lo que me cuentes.
- Tal vez no creas nada de lo que te diga, pero no he venido a decirte nada, sino a mostrarte–dijo Héctor–. Conoces a Sandra, ¿verdad?
- Si es una compañera de trabajo de Pablo–dijo Aina–. ¿Qué tiene que ver ella en esto?
- Lo tiene que ver todo– dijo Héctor–. Mira estas imágenes.
Saco un móvil y después de manipularlo me lo entrego, en él aparecía una pareja follando en una cama. No reconocía el cuarto, tampoco se veía al hombre con claridad. La mujer era Sandra, la había visto en más de una ocasión en la que fui a buscar a Pablo, por lo que me había contado, Sandra andaba detrás de él, pero jamás había conseguido eso que tanto ansiaba. Ahora tenía un video donde según Héctor mi novio me estaba siendo infiel con Sandra.
- Tengo que reconocerle merito a tu novio–dijo Héctor–. Habiendo catado la mercancía, jamás pensé que aguantaría tanto.
Héctor empezó a reírse, entonces me fije en algo que lo cambio todo, el hombre que aparecía en el video tenía un tatuaje en la espalda, Pablo jamás se haría un tatuaje, tenía un pánico horroroso a las agujas, una gran ira se empezó a apoderar de mi cuerpo, apreté el móvil con mucha fuerza mientras veía como Héctor reía creyéndose ganador, había intentado colármela, pero le había salido mal.
- ¿Qué pretendes con esto?–pregunto Aina–. ¿Qué quieres de mí?
- Solo demostrarte que tu novio no es bueno para ti–dijo Héctor–. Vuelve conmigo, yo sigo amándote.
- Ya vi lo mucho que me amabas en la cena de compromiso de Andrea–dijo Aina–Aquel día entendí lo manipulador y toxico que eres.
- ¡Tú eres mía!–dijo Héctor–. ¡Te exijo que vuelvas conmigo!, además tu novio no es mejor que yo.
- Te has colado, pero bien–dijo Aina–. Pablo no lleva tatuajes en el cuerpo.
No le di tiempo a contestar, para cuando me di cuenta mi brazo ya se había movido a la velocidad del rayo golpeando fuertemente su rostro con el móvil que seguía sujetando en mi mano. Héctor terminó cayéndose de la silla y estampándose en el suelo, yo miré el móvil que tenía la pantalla destrozada y estaba manchada de sangre. Por un instante pensé que lo había matado, pues no se movía, pero pronto vi como su cuerpo empezaba a moverse.
La expresión de su rostro me dio mucho miedo, era rabia pura, se sentía humillado y me lo iba a hacer pagar. Arranco contra mí, cerré los ojos preparatoriamente para el golpe que Héctor me iba a asestar. Se empezaron a escuchar unos gritos seguidos de unos ruidos, al abrir los ojos pude comprobar como un hombre y una mujer habían conseguido pararle sosteniéndolo sobre la mesa. Mientras el hombre le leía sus derechos, la mujer le puso unas esposas.
- Tú también nos tienes que acompañar a comisaria–dijo la mujer–. No podemos hacer la vista gorda.
- Llamen a este número–dijo Aina–. Es de mi novio, trabaja en la fiscalía.
Ahora era a mí a quien leían sus derechos para acto seguido ser esposada. Jamás en mi vida había pasado tanta vergüenza. No podía evitar pensar que al final Héctor se había salido con la suya. Si tengo que ser sincera conmigo misma no me arrepiento de la ostia que le había dado, la verdad es que me había quedado muy a gusto, pero este hecho podía repercutir en la futura carrera de Pablo y no era justo.
Nadie me libraría de pasar la noche en el calabozo, así que tendría tiempo de pensar en todo lo ocurrido. Lo que de verdad me aterraba era como se lo tomaría mi madre, conociéndola se pondría nerviosísima en cuanto se enterase, por suerte el padre de Pablo sabía como tranquilizarla, pero así y todo algún coscorrón me caía seguro.
AL MISMO TIEMPO EN LA FISCALÍA
Hoy Aina iba a cenar con una amiga de su antigua universidad, yo aprovecharía para terminar papeleo atrasado, tenía previsto pedir vacaciones aprovechando que pronto sería Semana Santa. Aina tendría un par de semana de vacaciones y de esa manera podríamos irnos de viaje unos días. Tan ensimismado estaba con mi trabajo que no me di cuenta de la presencia de otra persona en mi despacho, al principio pensé que sería la jefa, pero pronto supe de quién se trataba.
- Mira a quien tenemos aquí, trabajando un viernes por la noche–dijo Sandra–. ¿Habéis discutido?
- Eso no te incumbe–dijo Pablo–. Ahora déjame terminar el trabajo.
- No sé qué ves en esa cría–dijo Marta–. Cuando tienes a toda una mujer delante.
- Ahora mismo eres tú quien está demostrando ser una cría–dijo Pablo–. ¿No tienes una casa a donde volver?
- Sí, pero está mi marido–dijo Sandra–. Es contigo con el que de verdad quiero estar.
- ¡Cuantas veces tengo que decirte que no me interesa!–dijo Pablo–. Me vas a obligar a pedir una orden de alejamiento.
- Estás tan ciego por esa cría–dijo Sandra–. Que no te das cuenta de que incluso la jefa moja las bragas solo con tenerte cerca.
Mire severamente a Sandra, tenía suerte de que la jefa hacía un rato que se habría marchado a su casa al lado de su marido y su hija. De haberla escuchado, el trabajo de Sandra tendería de un hilo.
- No te equivocas Sandra–dijo la jefa– pero eso no significa que engañaría al hombre que amo, como tú si haces Sandra.
Escuchar de boca de mi jefa que mojaba las bragas por mí me dejo estupefacto, como iba a mirarla a la cara de aquí en adelante, las cosas se estaban complicando, no solo tenía una acosadora en el trabajo, sino que mi propia jefa acababa de confesar que le ponía mucho. Como iba a explicar esto a Aina sin que se enfadara.
El golpe de una carpeta sobre la mesa me saco de mis pensamientos, Sandra cogió la carpeta, pude ver como su expresión fue cambiando.
- Por lo que he podido descubrir, tu acoso a Pablo no se debe solo a lo bueno que esta–dijo la jefa–. ¿Qué tienes que decir a eso?
- Estoy acabada–dijo Sandra.
Sandra dejó la carpeta sobre la mesa, suspiro y empezó a relatarnos lo que la había llevado a comportarse así. Una noche salió de fiesta con sus amigas, al entrar en una discoteca conoció a un hombre guapísimo con el que bailo toda la noche caliente como una estufa. Para cuando se dio cuenta estaba en un hotel a cuatro patas con la polla de ese maromo metida hasta el fondo del culo bramando de placer.
Una vez que el maromo se durmió, se vistió y cogió sus cosas, marchándose la mar de satisfecha. La alegría le duro un solo día, el lunes al llegar a la fiscalía y abrir su correo vio un email de un desconocido. Pensó en no abrirlo, pero la curiosidad le pudo. Más le abría válido no hacerlo, en ese email aparecían una serie de fotos de ella follando dos noches atrás. A las imágenes venía impreso un texto que decía que sabía que ella trabajaba en la fiscalía y si no le hacía cierto favorcillo, esas fotos acabarían en manos de su marido.
Sandra confeso que no estaba enamorada de su marido, sino de su dinero. Si trabajaba era porque fue una de las condiciones que su marido le puso para casarse con ella. Perder a su marido era perder la buena vida y eso aterraba a Sandra, así que no le quedo más remedio que aceptar lo que aquel hombre le pedía e intentar follar conmigo. Sandra pensó que yo estaba muy bueno y que a nadie le amargaba un dulce.
Al pasarme la carpeta pude comprobar que el hombre que le chantajeaba era Héctor, el exnovio de Aina. Sandra comentó que Héctor estaba obsesionado con Aina y necesitaba que ella me follara para poder recuperar a Aina. Se notaba lo poco que la conocía, cuando mi novia tomaba una decisión ni un huracán de nivel cinco la haría cambiar de opinión.
- Tienes una salida Sandra–dijo la jefa–. Testifica contra él.
- Si testifico perderé a mi marido–dijo Sandra–. No me podéis hacer esto.
- Tú misma- dijo la jefa–. O testificas o vas a la cárcel, tú decides.
Sandra decidió que testificaría contra Héctor, una cosa era perder la fortuna de su marido y otra muy distinta era perder la fortuna y acabar en la cárcel. Sandra se levantó del asiento derrotada y sé
marcho sin ni siquiera despedirse. Me quede mirando a mi jefa, la verdad es que lo descubierto esa noche me hacía sentirme incómodo.
- No me mires así–dijo la jefa–. No eres el primer hombre que me pone aparte de mi marido, no lo he engañado nunca ni pienso hacerlo.
- ¿Cómo estás tan segura?- pregunto Pablo–. ¿Y si la tentación es demasiado fuerte?
- Mi marido es guapo, pero su verdadera belleza se encuentra en su interior–dijo la jefa–. Otro hombre podrá ponerme como una moto, pero no cambiaría lo que mi marido me hace sentir por nada ni nadie, tú te pareces mucho a él, Aina tiene mucha suerte.
- ¿Y ahora qué?–dijo Pablo–. ¿Cómo quieres que te mire como antes después de tu confesión?
- Es fácil–dijo la jefa–. No dándole importancia.
Se dio la media vuelta con una sonrisa en su rostro con la intención de salir de mi despacho cuando se detuvo y me dijo.
- Se me olvidaba, han arrestado a tu novia–dijo la jefa–. Está en esta comisaria, llévate esto y enséñaselo cuando pagues la fianza.
- Pero esto es…–dijo Pablo–. El informe de la investigación sobre Héctor.
- Tu novia tiene las mejores calificaciones y a demostrado aplomo–dijo la jefa–. En cuanto termine la carrera la quiero aquí, estoy segura de que en el futuro haréis un equipo magnífico.
Cerrando mi ordenador, salí de la fiscalía en dirección a la comisaria para sacar a Aina, esa noche estaba siendo la más rara de toda mi vida.
EN COMISARIA
Llevaba poco tiempo metida en el calabozo, pero se me estaba haciendo eterno, por lo menos estaba sola, escuche unos pasos, ante mí apareció una policía para decirme que habían pagado mi fianza. Sabía que había sido Pablo, me alegraba y me entristecía al mismo tiempo. Me daba mucha vergüenza que Pablo me viera saliendo de comisaria como una vulgar delincuente. Cuando lo tuve delante no tenía rostro de enfado, más bien de preocupación, me abrazo y me dijo que teníamos que hablar.
Esa es la frase más aterradora que tu pareja te puede decirte, fuimos al bar de unos amigos donde estaríamos más cómodos. Pablo traía una carpeta, se le veía nervioso, después de pedir dos cervezas empezó a explicarse atropelladamente poniéndose rojo cada dos por tres. Me explico que el acercamiento de Sandra había sido perpetrado por un chantaje de Héctor, pero lo que me dejo muerta fue la confesión de su jefa.
Pablo estaba pasando el segundo momento más incómodo de su vida, confiaba plenamente en él, Sandra y su jefa eran dos mujeres de bandera y banda de música. A Sandra la rechazo categóricamente y sin ningún tipo de duda y con su jefa ni se dio cuenta de sus miradas. Tengo que reconocer que sentí celos, pero viendo su comportamiento desaparecieron al instante. Después del mal rato que paso Pablo me entrego la carpeta.
- ¿Si leo esto no nos meteremos en un lio? –pregunto Aina–. No sé Pablo, ya le he liado bastante por hoy.
- No te preocupes–dijo Pablo–. Tienes el permiso de la jefa.
Leer el informe fue como si un asteroide chocara contra la tierra, me quedo claro que Héctor era peor de lo que creía, según el informe, el padre de Héctor era un empresario muy rico, viendo que su hijo lo único que hacía era despilfarrar el dinero, decidió que le cortaría el grifo con la esperanza que eso lo hiciera reaccionar, poniéndose las pilas con la carrera. La realidad es que espabilo, pero en el peor sentido de la palabra.
Héctor empezó a encandilar a mujeres hermosas para después obligarlas bajo chantaje a prostituirse para cerrar millonarios negocios para distintos empresarios de la ciudad. Por cada negocio que se cerraba Héctor se llevaba un buen porcentaje. Me puse a temblar, una de esas mujeres chantajeadas podría haber sido yo. Aquella noche que estaba siendo la peor de mi vida término de la mejor manera, en una habitación de hotel demostrándonos lo mucho que nos amábamos.
Durante los siguientes meses tuve que hacer trabajos comunitarios, por suerte la jefa de Pablo movió unos hilos y pude hacerlo en la fiscalía, junto al amor de mi vida y la que se convertiría en mi jefa años después, durante los meses que duraron los trabajos comunitarios tuve tiempo para pensar. Sandra decía que Héctor se enamoró de mí, pero llegue a la conclusión de que él solo se amaba a sí mismo, por suerte la vida se las había arreglado para que conociera a Pablo y no podía ser más feliz.
EPÍLOGO
Han pasado seis años desde que Pablo y yo comenzamos nuestra relación, aprobé la carrera con matrícula de honor, la jefa de Pablo me contrato como se lo prometió. Menuda mala leche tiene, pero tengo que reconocer que estoy aprendiendo mucho a su lado. Tenía razón cuando dijo que Pablo y yo haríamos un gran equipo, tanto dentro de la fiscalía como fuera de ella. Esa noche habíamos quedado para cenar, estaba muy nerviosa, tenía una sorpresa que darle y no era otra que seriamos padres.
Espere hasta que terminamos los postres, cuando se lo dije su sonrisa ilumino todo el restaurante, se levantó y cogiéndome de la cintura empezamos a dar vueltas, terminando por tirar todo lo que había sobre la mesa de al lado, si no terminamos arrestados fue porque hicimos a todo el mundo partícipe de la buena nueva, todos nos felicitaron y la noche acabo de la mejor manera.
Mi madre y el padre de Pablo se terminaron casando, la verdad es que se les ve muy felices, aunque últimamente están muy pesados con lo que que van a ser abuelos, miedo me da lo que van a malcriar a mi pobre hija.
Sandra perdió lo que más le importaba el dinero, al salir todo a la luz su marido le pidió el divorcio, por lo menos no acabo en la cárcel, conservando su trabajo por dos razones, porque era muy buena y por la indulgencia de la jefa.
Lo de Héctor fue harina de otro costal, testifico en contra de todos los empresarios pensando que eso le libraría de la cárcel, pero lo único que consiguió fue una pequeña reducción de la condena y muchos enemigos cabreados que día a día estaban esperando el momento propicio para vengarse de él, Héctor mismo se había ganado ese infierno a pulso, no quedándole más remedio que pagar las consecuencias de sus actos.
No sé qué me depara el futuro, pero estando al lado de Pablo y de mi hija no tengo miedo a nada, porque sé que saldremos adelante.
FIN.
Mi nombre es Aina y me encuentro sentada en el bar de unos amigos al lado del hombre que más amo en este mundo, mi hermanastro Pablo. Los dos parecimos lo que era que un familiar directo muriera cuando éramos muy jóvenes, él perdió a su madre y yo a mi padre. Nuestros padres se conocieron en el hospital, mientras veían como sus seres queridos morían de una enfermedad terminal.
Día tras día hablaban consolándose el uno al otro, primero murió su madre y poco tiempo después fue mi padre el que murió. Pablo lo paso muy mal, entrando en un estado autodestructivo que casi acaba con la relación con su padre. Mi madre fue un gran apoyo para él, de esa manera se fueron enamorando poco a poco con el pasar de los meses. Un año después decidieron que viviéramos los cuatro juntos en la casa del padre de Pablo, yo me lo tome bien, pero para Pablo no fue nada fácil aceptar que otra mujer ocuparía el lugar que su madre había dejado.
Mi relación con él no fue nada fácil al principio, Pablo no escuchaba, se pasaba enfadado con el mundo todo el santo día, pero llego una noche que lo cambio todo. Me encontraba en mi cuarto preparando el examen que tendría el lunes cuando entro por la puerta totalmente borracho, nuestros padres habían salido a un viaje de negocios y nos dejaron solos en casa. La casa era de dos pisos, abajo el salón, cocina y un pequeño baño, arriba las habitaciones y el baño principal.
La verdad es que era una casa mucho más grande que la nuestra, salí de mi habitación bajando las escaleras con mucho cuidado, al llegar abajo vi una sombra tropezándose con una de las sillas, calleándose al suelo de la manera más ridícula. Pablo traía una cogorza histórica, al verme pensé que se enfadaría, pero no fue así, se puso rojo de vergüenza e intento disculparse en un idioma ininteligible.
Le ayudé a levantarse y nos sentamos en la mesa de la cocina, preparándole un café bien cargado, después le dije que se pegara una buena ducha, yo le esperaría en la cocina. Pablo llevaba tiempo necesitando hablar con alguien, pero nadie se había prestado a ello viendo su nefasta actitud, tardo un rato en bajar, pero cuando lo hizo tenía otro semblante.
- Pablo no puedes seguir así–dijo Aina–. Todos estamos muy preocupados.
- No comprendéis lo que siento–dijo Pablo–. Siento un dolor que me está matando y no lo puedo compartir con nadie.
- Yo estoy pasando por lo mismo–dijo Aina–. Yo también he perdido a mi padre aunque no lo recuerdes.
Su rostro se transformó, entonces unas lágrimas empezaron a bajar por su rostro, después de que un, perdóname por ser tan burro salió de sus labios. Nos pasamos toda la noche hablando, desahogándonos en uno con el otro. Esa noche se forjó algo inquebrantable entre los dos, después de esa noche nuestra familia estuvo más unida que nunca, pero eso trajo otro problema, Pablo era muy guapo, había heredado la belleza de su madre, más el porte de su padre eso hizo que me sintiera atraída por él.
Un viernes quedamos en el bar de siempre para tomar unas copas, vi a Pablo más nervioso de lo habitual temiendo que se hubiera metido en un lío, nos sentamos en la barra y pedimos un par de cervezas.
- ¿Qué te ocurre?–pregunto Aina–. Te veo muy nervioso, no te abras metido en un lío ¿verdad?
- No–contesto Pablo–. No es eso, es que…
- ¿Pablo?–pregunto Aina–. ¡Cuéntame lo que está ocurriendo de una vez hombre!
- Estoy enamorado de ti–contesto Pablo–. ¡Pues ya está!, ¡ya lo he dicho!, ahora puedes odiarme.
Pablo era incapaz de mirarme a la cara, estaba rojo como un tomate. Era adorable, lo que más me hubiera gustado hubiera sido saltar sobre él y besarlo, pero sabía que eso hubiera dado habladurías que hubieran llegado a oídos de nuestros padres.
- Yo también te amo–dijo Aina–. Lo estoy desde el primer momento que te vi.
- Este será nuestro secreto–dijo Pablo–. Nuestros padres no pueden enterarse de esto, ya han sufrido bastante.
- Estoy de acuerdo–contesto Aina.
Así fue como empezó un tormento donde teníamos que fingir delante de todo el mundo que éramos hermanos cuando lo que de verdad queríamos era gritar a los cuatro que nos amábamos con locura. Estar juntos sin poder demostrar nuestro amor nos llevó a un punto donde tuvimos que tomar una decisión drástica, yo iría a otra ciudad a estudiar derecho y Pablo se quedaría en la ciudad para estudiar criminología.
Los últimos días fueron muy duros, pero los dos teníamos claro que esta separación era necesaria para dejar de sentir lo que sentíamos el uno por el otro, con suerte pudiendo conseguir esa relación de hermanos. Llego el día de la marcha, nuestros padres lloraban mientras Pablo y yo aguantábamos el llanto como podíamos, Pablo me llevo al aeropuerto y en el trayecto fue cuando ninguno de los dos pudo aguantar más. Tuvo que aparcar el coche, las lágrimas no le dejaban ver bien la carretera.
Una vez en el aeropuerto tomamos un café en una cafetería para hacer tiempo, Pablo no se separó ni un instante de mí, eso me dio fuerzas para no echarme atrás con la decisión que había tomado.
- Bueno, ha llegado la hora de despedirnos–dijo Aina–. Separarme de ti me está matando, que tal si…
- Lo hacemos por nuestros padres, ahora son felices–contesto Pablo–. Esto no es el final, sé que en algún momento estaremos juntos y te amararé con todo mi ser.
Abrace con todas mis fuerzas el cuerpo de Pablo, dicen que el primer amor marca mucho y más cuando ese amor es prohibido, por fin llego la hora de embarque, no pude evitarlo, me despedí de él con un tierno beso en los labios. Una pequeña maldad, pero que lo sorprendió gratamente, una vez en el avión pude dar rienda suelta a mis emociones no pudiendo evitar que las lágrimas recorrieran mis mejillas.
El primer año de carrera fue muy duro, la lejanía de mi familia y sobre todo la lejanía de Pablo, me sumergió en una especie de depresión. Fui a pocas fiestas y a las pocas que fui lo hice por no escuchar más a mis compañeras. Una de estas veces me presentaron a Héctor, según parecía era el soltero de oro de la universidad, tenía que reconocer que era muy guapo, pero no tanto como lo era Pablo. Se acercó a la zona donde me encontraba hablando con mis compañeras de facultad, Héctor ganaba mucho a corta distancia, tenía buena conversación y sabía perfectamente como llamar tu atención, pero yo seguía con Pablo en mi mente y no puse mucha atención a los que estaban hablando. Héctor intentó de todo, pero le dije que no me encontraba bien y que me marcharía a mi habitación. Él muy amablemente me dijo que me acompañaría, que era tarde como para andar sola por la calle, tengo que reconocer que me gusto ese detalle, durante el paseo se vendió bien, pero mi intuición me dijo que para él no sería más que una muesca en su revolver.
- No quiero ser borde–dijo Aina–. Se te ve venir desde lejos casanova.
- ¿Eso crees?–pregunto Héctor–. Dame la oportunidad y te demostraré que no soy ese tipo de hombre.
- ¿Qué hombre?–pregunto Aina.
- Ese hombre que solo cree que una mujer es un agujero donde meterla–dijo Héctor–. Créeme, si me das la oportunidad puedo sorprenderte.
Tengo que reconocer que esa afirmación consiguió sacarme una sonrisa, para cuando me di cuenta ya estábamos en mi colegio mayor, nos despedimos con sendos besos en la mejilla y un nos veremos pronto. Subí a mi habitación riéndome, pero cuando entre en la habitación cerrando la puerta sentí un gran remordimiento, como si hubiera engañado a Pablo.
Los meses fueron pasando, como prometió Héctor me fue demostrando con hechos que yo para él no era un trofeo más. No era la más bella de la universidad, pero con mi metro setenta centímetros, mis ojos verdes y mi cabello rojo como el fuego solía atraer las miradas del género masculino y del femenino también. Si os soy sincera pensé que yo era la novedad, que con el pasar de los meses Héctor se aburriría de mí, por eso decidí seguirle el juego.
Como ya he dicho la cosa no fue así y poco a poco consiguió que mi sentimiento por Pablo fuera disminuyendo, mientras aumentaba el que sentía por él. Para cuando me di cuenta el primer trimestre del segundo curso había pasado, mis notas eran excelentes y mi humor había mejorado todo gracias a Héctor. Llegaron las vacaciones de Navidades, antes de volver a casa, decidimos hacer una cena, durante la cual Héctor me llevo a un lugar lejos de miradas indiscretas, su rostro se fue acercando poco a poco al mío hasta que nuestros labios se unieron en un beso.
Había conseguido enamorarme poco a poco y no me quedaba más remedio que reconocerlo, Héctor había conseguido que mis sentimientos por Pablo disminuyeran, le seguía queriendo, pero no con la intensidad con lo que lo hacía cuando llegue a esta facultad. Pase todo el viaje de vuelta en el avión pensando como se lo iba a contar a Pablo, tal vez él también había conocido a alguien, eso sería más fácil para los dos.
En cuanto lo tuve delante supe que no era así, su forma de mirarme era la misma que cuando nos despedimos en este mismo aeropuerto, solo que esta vez su rostro era de felicidad en vez de tristeza, me sentía fatal, porque era consciente que esa felicidad no duraría mucho tiempo. Pablo no era tonto dándose cuenta de que mi cara de felicidad no era por volver a su lado, esa misma noche cuando nuestros padres se fueron a dormir nos quedamos en el porche hablando un rato.
- ¿Has conocido a alguien verdad?–pregunto Pablo–. Debería alegrarme, pero no puedo, lo siento mucho.
- La que lo siente soy yo–dijo Aina–. Nunca fue mi intención hacerte daño, tienes que creerme.
- Lo sé–dijo Pablo–. Pero eso no hace las cosas más fáciles, no te preocupes sigues siendo una de las personas que más quiero, eso nada lo cambiara, ¿me crees?
- Claro que te creo–dijo Aina–. Pero eso no quita que te haya hecho daño sin ser esa mi intención.
Nos abrazamos con mucha fuerza, él fue capaz de contener sus lágrimas, sabía que ponerse a llorar haría las cosas más difíciles, pero yo no fui capaz de hacer lo mismo, siendo él el que me consoló cuando debería ser al revés. Pensé que las vacaciones de Navidad serían un desastre, pero no fue así. Pablo consiguió rehacerse de la sorpresa y pasada esa noche fue el Pablo de siempre.
Salimos con nuestros amigos, también salimos de juerga los dos solos, como siempre él tenía mucho éxito entre las féminas, no debería, pero cada vez que una mujer se acercaba a él, algo dentro de mí se crispaba. Por suerte Pablo no se dio cuenta y si lo hizo no dio señales de ello, coqueteo con alguna que otra mujer en el local donde estuvimos, pero no paso de un tonteo. Una parte de mí se sintió aliviada, pero otra parte se entristeció porque yo tenía algo que él no podía tener al seguir enamorado de mí.
Las vacaciones pasaron volviendo a la universidad formalizando mi relación con Héctor. Nuestra presentación como pareja fue un apasionado beso que Héctor me dio en medio del pasillo, algunos nos vitorearon, otros se rieron, a Héctor le hizo mucha gracia, pero a mí ninguna. Nuestra relación era una cosa nuestra y no había necesidad de ir mostrándola a todo el mundo.
- Aina parece que te ha molestado–dijo Héctor–. No sé por qué le das tanta importancia.
- Me has hecho sentir incómoda–dijo Aina–. ¡Como si hubieras querido exhibirme ante todo el mundo!
- ¿Tan malo es eso?–pregunto Héctor–. Eres la primera que se queja, otras hubieran estado encantadas de estar en tu lugar.
- ¡Yo no soy un objeto!–dijo Aina–. ¡Que sea la última vez que lo haces!
Héctor estaba disgustado, podía notarlo en sus ojos, pero decidió dejar el tema aparcado. Desde esa vez no volvió a exhibirme en público, nos dábamos besos, pero cuando estábamos solos. El tiempo fue pasando, los miedos que sentía al principio de la relación fueron desapareciendo. Miedos que fueron atenuados por una compañera de universidad.
- Podemos hablar–dijo la compañera–. Es muy importante.
- Bien–dijo Aina–. ¿Qué es eso tan importante?
- No te fíes de Héctor–dijo la compañera–. Es un lobo con piel de cordero.
Fui a decir algo, pero ella me detuvo volviéndome a advertir, en su rostro pude ver que no me estaba mintiendo, El tiempo había pasado, no habiéndome dado ningún motivo para desconfiar de él. A una de las mejores amigas que había hecho en la universidad su novio le pidió matrimonio, invitándonos a Héctor y a mí a la cena de compromiso. Héctor también conocía a Andrea, las malas lenguas decían que en el pasado habían tenido algo, eso era algo que a mí no me preocupaba.
En mi vestidor tenía vestidos, pero ninguno como para ponérmelo para esa cena, así que decidí ir a comprarme uno, me fui probando distintos vestidos hasta que di con el adecuado. Un vestido de noche de color rojo con la espalda al descubierto haciendo juego con el color de mi cabello. Su precio era elevado, pero eso no me detuvo, además del vestido también compré un tanga rojo con transparencias, zapatos y un bolso pequeño del mismo color. Mereció la pena el gasto al ver la cara que puso.
- Estás preciosa–dijo Héctor–. Me dan ganas de no ir a la fiesta y montarme una privada contigo.
Una gran sonrisa apareció en mi rostro como respuesta a su proposición, la verdad es que yo también me hubiera quedado toda la noche con él en la cama. La primera vez que lo hicimos fue increíble, no era virgen, pero tampoco tenía una gran experiencia, Héctor no tenía un miembro muy grande, pero lo compensaba con una gran resistencia. Aun con mi poca experiencia si en algo era buena era en el sexo oral.
Era una práctica que me encantaba, dándome un especial placer, normalmente con todos los chicos con los que había estado terminaban corriéndose en muy poco tiempo, pero con Héctor pude diferente. Eso hizo que disfrutara completamente de tener su polla en mi boca, una vez satisfecha me tumbe sobre la cama y abriendo las piernas le enseñe mi húmedo coñito. Él no se hizo de rogar, me la fue metiendo poco a poco, la sensación de sentir como su miembro rozaba mis paredes fue suficiente para llegar a un orgasmo demoledor.
Héctor no me dejo ni tomar aire cuando volvió a empezar con un mete saca lleno de carencia que me estaba llevando al mismísimo cielo del placer. Sabía perfectamente donde se encontraba el punto G femenino y lo estaba explotando al máximo. Tuve dos orgasmos más antes de que él terminara de correrse en el interior del condón.
- Ha estado bien–dijo Héctor–. Pero mejor hubiera sido si lo hubiéramos hecho a pelo.
-Sabes perfectamente que las pastillas anticonceptivas no me sienten bien–dijo Aina–. El condón me parece el anticonceptivo más eficaz.
- No te discuto su eficacia–dijo Héctor–. Pero disminuye enormemente la sensibilidad y es un engorro.
Sabía que él estaba acostumbrado a follar con sus anteriores novias sin condón, pero yo era inflexible con este asunto, me parecía lo más seguro. Cuando empezamos a salir, los dos nos hicimos unos análisis para cerciorarnos que estuviéremos sanos, después hable con mi ginecóloga para tomar anticonceptivos. No estaba nada segura con eso, tenían margen de error, era pequeño, pero con la mala suerte que solía tener yo para algunas cosas seguro que terminaba dentro de ese reducido margen.
Tan absorta estaba que el mismo Héctor me dio un beso para que volviera a la realidad, diciéndome que llegaríamos tarde. La cena de compromiso seria en un hotel propiedad del padre del novio de Andrea. Al llegar un aparcacoches aparco el coche, era la primera vez que vivía algo así, sintiéndome algo abrumada para Héctor parecía de lo más normal.
La cena fue increíble, no escatimaron en gastos, al novio de Andrea se le veía muy emocionado; sin embargo, veía a Andrea como ausente, el hotel disponga de una discoteca, una vez terminada la cena algunas parejas nos dirigimos hacia allí. Entre bailes y copas fuimos pasando la noche. La verdad es que me lo estaba pasando bien, en un momento de la noche vi como Héctor y Andrea conversaban haciendo aspavientos como si estuvieran discutiendo.
Me acerqué para comprobar que todo estaba bien, estaba siendo una noche estupenda para que se estropeara por un malentendido, al verme Héctor dejo a su interlocutora y se acercó a mí para interceptarme.
- ¿Va todo bien?–pregunto Aina–. Te veo muy alterado.
- Sí, no te preocupes–dijo Héctor–. En serio no te preocupes, son cosas del pasado.
- ¿Héctor?–pregunto Aina–. ¿Qué me estás ocultando?
- No te oculto nada Cariño–dijo Héctor–. ¿Me crees?
-Sí, te creo–dijo Aina.
Que podía decirle, pero la verdad es que no le creí, algo me estaba ocultando. Normalmente, cuando algo me preocupaba solía fumar, aquella discoteca tenía una especie de terraza y salí a ella para fumarme un cigarro, no fumaba apenas, pero la verdad es que aquel cigarro me supo a gloria. Se estaban tan bien en esa terraza que hice algo que no solía hacer, fumarme más de uno. Entonces dentro de la discoteca se empezó a escuchar unos fuertes ruidos, como si alguien estuviera tirando todos los vasos al suelo.
Al entrar pude ver como Héctor y el novio de Andrea se estaban partiendo la cara, entre corriendo para parar ese sin sentido, pero lo único que conseguí fue recibir yo. Termine sentada en el suelo con un fuerte dolor en el lado izquierdo de mi cara. Los dos siguieron golpeándose sin ser conscientes de lo que había ocurrido, fue el padre del novio de Andrea el que dé un grito hizo que a los dos les entrase un poco de cordura.
Al mirar a Héctor pude observar como tenía un par de cortes en la cara y toda la camisa manchada de sangre, se le veía nervioso, al verme se fue a acercar cuando el novio de Andrea les grito tanto a su novia como a mi novio que abandonaran el hotel, ya que no eran bienvenidos, después miro a Andrea para decirle que el compromiso estaba roto y que recogiera sus cosas de su casa.
Ya os digo que no entendía nada de lo que estaba pasando, mi rostro empezó a hincharse, notando que algo humedecía mi mano al mirarla tenía sangre en esta. El golpe me abrió una herida, Diego que así se llamaba el ya exnovio de Andrea me dijo que me llevaría a urgencias.
- No hace falta–dijo Aina–. Tienes cosas más importantes que arreglar.
- No hay nada que arreglar–dijo Diego–. Además, tengo que hablar contigo y lo que te voy a contar no te va a gustar.
Fuimos todo el trayecto en silencio, Diego apretaba con mucha fuerza el volante, apretaba tanto los dientes que parecía que se los iba a romper. Según me comento en urgencias trabajaba un buen amigo suyo, le había llamado para contarle lo ocurrido y todo estaría preparado para cuando llegáramos. Al llegar me tomaron los datos, enviándonos a una sala de espera, allí esperamos un rato hasta que el amigo de Diego vino con una silla de ruedas para llevarme a rayos x.
Después de hacerme las placas, un camillero me llevo a una sala de espera donde me esperaba Diego muy afectado.
-Diego, ¿qué ha ocurrido?–pregunto Aina–. Dime algo por favor.
Viendo que el pobre no podía hablar lo abrace para consolarlo, entonces sacando su móvil me enseño un video que me heló la sangre, en él aparecían Héctor y Andrea follando en los baños de la discoteca que no estaban abiertos al público, eran los baños que solían usar los camareros de la
discoteca, como esa noche era una fiesta privada, solo había dos camareros y casi toda la noche estuvieron sin usar. Andrea aparecía aferrada a la cisterna del baño mientras Héctor la penetraba desde atrás con contundentes golpes de cadera.
El resto del video eran gritos y golpes, con una Andrea llorando como hilo musical. La verdad es que me afecto mucho menos de lo que me hubiera esperado. Me estaban doliendo las imágenes que aparecían en la pantalla del móvil, pero no como le estaba afectando a Diego, el pobre estaba hecho pedazos por la traición de Andrea. Ya no me quedaba ninguna duda, mi corazón pertenecía y seguiría perteneciendo a un único hombre, Pablo.
Mi corazón ya no albergaba ninguna duda y estaba dispuesta a luchar por ese amor contra lo que hiciera falta, el padre de Pablo y mi madre habían sufrido mucho, es verdad, pero Pablo y yo no habíamos sufrido menos y era hora de que fuéramos felices de verdad. El amigo de Diego tardo un buen rato en venir con los resultados, en ese tiempo nos dio tiempo de hablar, pero sobre todo le dio tiempo a Diego para desahogarse.
Esa noche tomo una decisión, volvería a su ciudad para trabajar codo con codo con su padre, dejando atrás una vida que podría haber sido toda felicidad y se había convertido en un infierno. El móvil de Diego no hacía más que sonar hasta que lo apago hastiado de ver el nombre de Andrea en la pantalla. En mi caso la triste realidad es que no había recibido ninguna llamada ni mensaje por parte de Héctor, si lo pensaba fríamente era lo mejor.
Para cuando el amigo de Diego hizo acto de presencia, Diego ya se había calmado, pero todavía estaba muy nervioso, al verlo su amigo llamo a una enfermera para que le trajera un relajante muscular, Diego se negó en reiteradas ocasiones, pero después de tanto insistirle decidió tomárselo. No tenía nada roto, pero me tendrían que dar unos puntos en la herida que tenía en el pómulo, no me hizo mucha gracia, pero el amigo de Diego me aseguro que no quedaría prácticamente ninguna marca.
Entre una cosa y otra se nos hizo de día, Diego amablemente se prestó a llevarme al colegio mayor. Poco antes de que llegáramos me llego un mensaje de Héctor diciéndome que me esperaba en la entrada, teníamos que hablar, le pedí a Diego que me dejara allí mismo, no le mentí, pero no quería que estos dos se volvieran a encontrar y terminaran otra vez enzarzados.
Le di las gracias, después enfilé la acera que me llevaría a la puerta del colegio mayor, pero sobre todo a encontrarme con la persona que menos ganas tenía de ver en este mundo.
- ¡Dónde has estado!–pregunto Héctor–. ¡Estaba preocupado!
- ¿Estabas preocupado?–pregunto Aina–. Más bien padeces molesto.
- ¡Lo estoy!–dijo Héctor–. Te fuiste sin decirme nada.
- ¡He estado toda la noche en urgencias!–dijo Aina–. Pero a ti parecía no importarte donde me encontraba, puesto que he recibido tu primer mensaje hace cinco minutos, ni una sola llamada en toda la noche, ¿has estado ocupado?
- ¡Cómo te atreves!–dijo Héctor–. Claro que me preocupo de ti.
- Como ayer en los baños con Andrea, ¿verdad?–dijo Aina–. ¡Se te veía realmente preocupado!
- Deja que te explique–dijo Héctor.
- No hace falta–dijo Aina–. Me ha quedado todo muy claro, pero quiero que te quede claro algo a ti.
- ¿El qué?–pregunto Héctor–. No estarás insinuando…
-Veo que las captas al vuelo–dijo Aina–. No quiero volver a verte en mi vida, para ti estoy muerta y enterrada.
Me di media vuelta dejándolo con la palabra en la boca, lo primero que hice fue llamar a Pablo. El pobre estaba dormido y lo desperté, al ser yo quien llamaba se preocupó, le conté a Pablo por encima lo que había pasado. Me dijo que en cuanto tuviera el billete de vuelta le dijera a qué hora llegaría al aeropuerto, me estaría esperando. Mire en internet y conseguí un billete para las cinco de la tarde, el vuelo duraba una hora, llame a Pablo para decirle que aterrizaría sobre las seis de la tarde.
Llame al amigo de Diego para decirle que esa misma tarde viajaría a mi antigua ciudad, me dijo que estaría tranquila, que me podrían hacer el seguimiento de la herida en mi ambulatorio, después de eso me dispuse a recoger todas mis cosas, el siguiente trimestre me lo tomaría de descanso y retomaría la carrera en la universidad de mi antigua ciudad. No tenía tanto renombre como la universidad en la que estaba cursando actualmente, pero necesitaba desaparecer y empezar en otro lugar donde no me conociera nadie ni yo conociera a nadie.
El móvil no cesó de recibir llamadas y mensajes, no me quedo más remedio que apagarlo, estaba claro que Héctor no estaba acostumbrado a que le dejaran. La verdad es que según mis maletas se iban llenando más ganas tenía de volver a mi antigua ciudad y sobre todo volver a ver a Pablo. Antes de salir hacia el aeropuerto me despedí de las amigas que había hecho en la universidad, de todas menos de Andrea, esta no apareció como era lógico.
La espera hasta el embarque se me hizo eterna, tuve tiempo para reflexionar en lo que había ocurrido y en lo mal que había llevado el asunto. Me marché y empecé una relación con Héctor, me gustaba de eso no había duda, pero la reacción que tuve al conocer su infidelidad de Héctor no me dejo ninguna duda que mis sentimientos por Pablo seguían intactos. De momento necesitaba tiempo para mí, aunque no sentí lo que tenía que sentir por la infidelidad, no quería decir que no me doliera, además tenía que estar segura de que mi deseo de empezar algo con Pablo era porque realmente seguía amándolo y no por despecho.
Cuando el avión aterrizo una parte de mí temía por si Pablo había rehecho su vida como intente hacer yo, tengo claro que de ser así le apoyaría y no recibiría ningún reproche por mi parte. Allí estaba él, tan guapo como siempre. Su sonrisa iluminaba la estancia, lo primero que hicimos fue darnos un fuerte abrazo, al tenerlo tan cerca me entraron ganas de besarlo, pero me contuve, primero tenía que ordenar mis ideas como había comentado anteriormente.
- Estás guapísimo–dijo Aina–. Me dan ganas de pasarme todo el día achuchándote.
Pablo se puso rojo como un tomate, pero no tardo en volverle esa preciosa sonrisa que le caracterizaba.
- Tú también estás muy guapa–dijo Pablo–. Que tal si tomamos un café en una de las cafeterías y me pones al día.
- Me parece muy bien–dijo Aina–. ¿Estás seguro de que quieres escucharlo?
- Sí, lo estoy–dijo Pablo–. Sabes que se me da muy bien escuchar.
Pablo me presto atención durante todo el rato que duro lo que tenía que contarle, no me interrumpió ni una sola vez hasta que tuvo claro que había acabado.
- Lo siento mucho–dijo Pablo–. No te mereces lo que te ha ocurrido.
- Pues yo no lo siento–dijo Aina–. Esto me ha servido para ver con claridad el error que había cometido, tendría que haber apostado por lo nuestro.
- ¿Y nuestros padres?–pregunto Pablo–. No sé si se lo tomaran muy bien.
- Pues tendrán que hacerse a la idea–dijo Aina–. Además, ahora necesito tiempo, de esa manera les dejaremos margen.
- Tendrás todo el tiempo del mundo–dijo Pablo–. Esperar ha merecido la pena.
- Si hubieras conocido a alguien, no te lo hubiera reprochado–dijo Aina–. Pero me alegro de que no haya sido así.
Una gran sonrisa surcó su rostro, se le notaban las ganas que tenía de besarme, pero no lo hizo respetando el tiempo que había pedido para aclarar mis ideas y ser totalmente suya. Lo primero que hice fue pasar por la casa de nuestros padres, les conté por encima lo que había pasado, omitiendo ciertos momentos para que no se preocuparan, para después exponerles mi decisión de terminar la carrera en nuestra ciudad.
Saber que volvería a casa, les alegro mucho, pero mi madre sé las sabía todas, sospechaba mirando la herida de mi mejilla que no se lo estaba contando todo. Otra cosa que tenía clara era que mi madre tarde o temprano me interrogaría y no me quedaría más remedio que contárselo todo, otra de las cosas que me entere fue que Pablo empezó a trabajar como investigador ayudante para la fiscalía mientras seguía estudiando criminología.
Me alegré mucho por él, Pablo siempre a tenido curiosidad por esclarecer las cosas, cuando no sabía de algo no paraba de informarse hasta que lo descubría. Tengo claro que llegaría a ser el mejor investigador de la fiscalía, tenía ese instinto de sabueso como mi madre, la verdad es que los dos harían un dúo imbatible, no pude evitar reírme con este último pensamiento.
Volvía a estar en casa y eso me hacía muy feliz, la verdad que durante mi estancia en la universidad alejada de mi familia se me hizo cuesta arriba en muchas ocasiones, pues los echaba mucho de menos, pero ahora podría seguir estudiando la carrera que me gustaba sin tener que renunciar a ellos, eso si no nos echaban a la calle una vez que supieran que Pablo y yo nos amábamos.
De Héctor no volví a saber nada, las llamadas y los mensajes cesaron, me alegré de ello, no tenía ganas de tener que lidiar con un exnovio que no aceptara que lo habían dejado. No tarde en volver a la normalidad, durante los siguientes días tramite todo el papeleo para que que me pudieran trasladar desde mi antigua universidad a esta nueva, la jefa de Pablo me echo una mano consiguiendo que pudiera empezar el siguiente trimestre.
Tendría que esforzarme el doble para poder alcanzar a mis nuevos compañeros, eso no sería un impedimento, estar el lado de mis padres y sobre todo de Pablo me daría las fuerzas suficientes para superar cualquier escoyo. Pablo me dio el tiempo que le pedí como prometió, cada día tenía más claro que lo que me movía era el amor que siempre sentí por él, cuando conocí a Héctor me fije en el porqué tenía ciertos rasgos de su personalidad que se parecían a los de Pablo, por desgracia no tuve que esperar mucho para darme cuenta de que todo fue fingido.
Pasadas unas semanas mi madre entro en mi habitación y me hizo la pregunta que llevaba tiempo esperando.
- ¿Qué hay entre Pablo y tú?–pregunto la madre–. Cada vez disimuláis peor.
- Mamá, Pablo y yo nos amamos–dijo Aina–. Por eso me marché de la ciudad, para no haceros sufrir al padre de Pablo y a ti.
- Eso no puede ser–dijo la madre–. ¡Sois hermanos!
- ¡No lo somos!–dijo Aina–. Nos sacrificamos para que vosotros pudierais ser felices, pero nosotros también tenemos derecho a serlo.
Mi madre tenía miedo a que esto destrozase su relación con el padre de Pablo, entonces le conté como conocí a Héctor llegando a pensar que me había enamorado de él olvidando a Pablo, como este me fue infiel y mi reacción. Mi madre comprendió que fue la despedida que tuve en el aeropuerto con Pablo lo que me hizo sufrir de verdad, pasándome todo el viaje y la semana siguiente llorando sin poder evitarlo, sin embargo, con Héctor me dolió el engaño, pero no llegue a sentir ese dolor que se siente al ser traicionado por el ser amado.
- Veo que no voy a ser capaz de convencerte–dijo la madre–. Pero comprenderás que esto hay que discutirlo en familia.
- Me parece bien–dijo Aina–. Hablaré con Pablo y lo discutimos en la cena.
Lo primero que hice después de que mi madre saliera de mi habitación fue llamar a Pablo, no lo veía, pero pude sentir su sonrisa, contestando que le pediría a su jefa permiso para salir un poco antes. Pase todo el día flotando en una nube, llego la hora de la cena, mi madre era la que estaba más nerviosa, el padre de Pablo estaba tranquilo, puesto que al no contarle nada estaba en babia.
Yo también estaba nerviosa, pero en el buen sentido de la palabra, tenía claros mis sentimientos, esa noche todo iba a salir a la luz. Pablo y yo estaríamos juntos quisieran nuestros padres o no. Mi madre estaba tan nerviosa que casi tira la bandeja que llevaba en sus manos al suelo, tuve que ayudarla, si no no cenaríamos nada. Pablo entró en casa con una sonrisa que hubiera iluminado la noche más oscura.
Su padre leía el periódico ajeno a lo que sucedía a su alrededor, por fin nos sentamos los cuatro, nadie oso decir nada hasta que terminamos de cenar.
- Tengo algo que comentar–dijo Aina–. Pablo y yo vamos a iniciar una relación.
A mi madre casi se atraganta con el agua que estaba tragando, miro al padre de Pablo de reojo temiendo su reacción, pero este se mantenía impasible, nos miró a los dos y nos dijo.
- Ya era hora–dijo el padre de Pablo–. Aina marcharte fue una estupidez.
- ¿Por qué no dijiste nada?–pregunto Aina–. He estado a punto de meter la pata.
- Es sencillo–dijo el padre de Pablo– Tenías que descubrirlo por ti misma.
-Papá, ¡ya te vale!–dijo Pablo–. Lo he pasado fatal, todo por no daros un disgusto a los dos.
Entrelace la mano de Pablo con la mía, gesto que Pablo agradeció, nos miramos y acto seguido nuestros labios volvieron a juntarse otra vez. Tengo que reconocer que mire de reojo a mi madre temiendo su reacción, pero al ver una sonrisa en su rostro me deje llevar del todo. Desde ese día empezamos a hacer vida de pareja dentro de casa, pero disimulábamos fuera de ella, no queríamos que nuestros padres fueran despellejados por los comentarios de los vecinos.
El problema que teníamos era la falta de intimidad en casa, si no estaba mi madre, estaba el padre de Pablo, pero eso se arregló por arte de magia gracias a mi madre. Una mañana que me metí en el baño para ducharme, al volver a mi habitación vi sobre la mesa las llaves de mi antigua casa, las cogí con mis manos temblorosas y fui hasta la cocina para abrazarla.
- ¿Pero?–dijo Aina–. Estas son las llaves de nuestra antigua casa, eso quiere decir…
- Así es–dijo la madre de Aina–. Lo hablamos anoche, los dos necesitáis una intimidad que jamás tendréis en esta casa, además nuestra casa queda más cerca de la universidad y Pablo queda a dos paradas de metro de la fiscalía, no teniendo que depender totalmente del coche como ahora.
- Te quiero mucho–dijo Aina–. Siempre estaré en deuda con vosotros.
Como era viernes, Pablo y yo decidimos salir esa noche y después dormir en la que sería nuestra nueva casa, hable con la copistería de la universidad para ver si me podían dar trabajo, de ser así no tendría que salir de la universidad pudiendo cuadrar los horarios sin que afectara a mi rendimiento académico. Pablo me apoyo como siempre, pero también me dijo que si me decían que no, su sueldo llegaba de sobra para pagar los gastos, ya que no tendríamos que preocuparnos por el alquiler.
Aquella noche me preparé a conciencia, mi madre tenía un vestido de noche precioso de color azul que pegaba muy bien con el tono pelirrojo de mi pelo, también me presto los zapatos y el bolso a juego. Esa tarde fui a comprar un conjunto de ropa interior que harían aullar a la luna a Pablo, solo de pensarlo se me licuaba el coñito. Tarde en prepararme, pero al mirarme en el espejo pude comprobar que mereció la pena, sobre todo al ver la cara de Pablo cuando me vio.
Él llevaba un pantalón blanco, una camisa gris claro y sobre esta una americana de color gris más oscuro, eso aderezado con la impresionante belleza que le caracterizaba, era un cóctel explosivo. De no haber estado nuestros padres en casa lo hubiera arrastrado a mi habitación y hubiéramos hecho temblar los cimientos de la casa. Entre las risas del padre de Pablo y la cara de felicidad de mi madre salimos de casa rumbo al restaurante.
La verdad es que no lo conocía, pero era muy acogedor y familiar, en él hacían los platos de toda la vida, no como ahora que te sacan una fuente con algo de comida en la mitad tan pequeño que necesitas una lupa para ver que estás comiendo. La cena fue estupenda, Pablo no paro de sonreír en todo momento, desde que empezamos a salir veías la felicidad reflejada en su rostro, en mi caso estaba tan emocionada que tenía que hacer esfuerzos titánicos para no llorar.
Una vez terminada la cena nos dirigimos a la discoteca más famosa de toda la ciudad, la cosa tenía gracia, era el único local que te cobraban por entrar y el que mayores colas tenía. Como Pablo tenía amigos hasta en el infierno, pudimos entrar sin tener que pagar, el local era grande, pero había tanta gente que no podías dar un paso sin tropezarte con nadie. Por fin llegamos a la barra, los dos causamos sensación. Una de las camareras empezó a ligar descaradamente con Pablo, él sonrió
levantando la mano que tenía entrelazada a la mía para que la camarera se diera cuenta de que éramos pareja.
La pobre se llevó tal corte que se disculpó invitándonos a la consumición, más tarde sería yo la que pasaría por una situación parecida con un camarero, este me escribió su teléfono con una frase que decía “salgo a las 3”, al coger él posa vasos mire al camarero, después cogí el rostro de Pablo y lo bese apasionadamente para dejar claro al camarero que yo había venido con mi novio. El camarero puso cara de desagrado, pero dándose la vuelta siguió a lo suyo, nosotros aprovechamos que se vaciaba la pista de baile para ir y mover el esqueleto.
El resto del tiempo que estuvimos en ese local fue como si la gente de alrededor desapareciera, sentíamos que solo estábamos los dos. Bailamos reímos y nos besamos cada dos por tres, pero llego el momento en que lo único que deseábamos los dos era demostrarnos el amor que nos teníamos el uno al otro. Salimos de la discoteca yendo directo a la que sería nuestra casa, al llegar guardamos la compostura hasta que entramos en el ascensor.
Una vez dentro Pablo metió su mano debajo de mi vestido hasta llegar a mi encharcado tanga, haciéndolo a un lado metió uno de sus dedos en mi coñito mientras me besaba apasionadamente. Me tenía en la palma de su mano, cuando el ascensor llego al último piso, tuvimos que hacer un esfuerzo sobre humano para poder parar, pero aunque a esas horas era difícil que andaría nadie en el descansillo, preferíamos no correr riesgos.
No lo he dicho, pero mientras Pablo tenía su mano dentro de mi falda jugando con mi coñito, yo tenía la mía metida en su bragueta agarrando ese trozo de carne candente que tantas ganas tenía de tenerlo dentro de mí. Antera de abrir la puerta del ascensor recompusimos nuestra ropa lo mejor que pudimos y cogiéndonos de la mano salimos del ascensor como si ni hubiéramos roto un plato.
Estaba tan excitada que me costó abrir la puerta, pero una vez dentro corrí hasta la sala de estar quitándome el vestido de mi madre por el camino, no quería que se manchara o se rompiera, quedándome con el tanga y los zapatos. Pablo se relamió, acercándose a mí quitándose su ropa, tenía un cuerpo cuidado, sus músculos no eran nada exagerados y le hacían una bonita figura, pero mis ojos fueron directos a su herramienta, Pablo estaba bien armado, nada exagerado, pero si lo suficiente para que mi boca empezara a silabear.
Me arrodillé cogiendo su herramienta con mis manos, la masajeaba con calma, escuchando como sus gemidos iban ganando en intensidad. No pudiendo aguantar más me la metí en la boca, fue un placer sentir como crecía dentro de mi boca y me esmere en hacerle la mejor mamada que hubiera hecho en mi vida. Pablo tuvo que sujetarse porque las piernas le estaban fallando, estaba en la gloria hasta que poso su mano sobre mi cabeza para que parara, no quería correrse todavía y con la mamada que le estaba haciendo no aguantaría mucho.
Cogiéndome en brazos fuimos directos a la habitación que perteneció a mis padres, ahora sería nuestra, tumbándome sobre la cama con las piernas abiertas. Se metió entre ellas y empezó a comerme el coño de forma antológica, ningún chico me lo había hecho tan bien como lo estaba haciendo él.
Las sensaciones estaban siendo atronadoras, oleadas de placer escalaban mi espalda hasta llegar a mi cerebro, no podía dejar de boquear, puesto que me costaba hasta respirar del placer que estaba sintiendo. En mi caso no pude evitarlo y me corrí abundantemente, la corrida fue tal que Pablo se atragantó. Lo necesitaba dentro de mi tanto como un sediento agua en un desierto, Pablo no se hizo de rogar, gateando sobre la cama se colocó sobe mi no antes de meterse uno de mis pezones en la boca.
Pude notar como entraba su polla centímetro a centímetro dentro de mí, una vez dentro empezó un bombeo acompasado, mientras nuestras manos se entrelazaban y nuestros cuerpos tenían el máximo de contacto entre ellos. El sexo es increíble, pero tener sexo con una persona de la que estas enamorada no tiene ni punto de comparación, Pablo empezó a penetrarme con más brío hasta que mi cuerpo empezó a convulsionar avisándome del atronador orgasmo que iba a experimentar y así fue.
Pablo se corrió abundantemente dentro de mí, no habíamos usado preservativo, había roto mi regla, pero al ser con él no me importaba, había sido previsora y le había pedido la pastilla del día después a mi ginecóloga. Los dos estábamos exhaustos, pero totalmente satisfechos. Tumbados como estábamos apoye mi cabecita sobre su pecho durmiéndome con una gran sonrisa dibujada en mi cara.
Los rayos de sol que entraban por la ventana me despertaron, además del olor del café recién hecho. Me puse una fina bata y fui directa a la cocina, Pablo estaba preparando el desayuno vestido simplemente con el viejo delantal de mi madre. Estaba tan concentrado en lo que estaba haciendo que no se percató de mi presencia, cuando se dio la vuelta para poner el plato con las tortitas recién hechas me vio y sonrió.
- Deberías de ir solo con ese delantal a todos sitios–dijo Aina–. Es la prenda más elegante que te he visto puesta.
No pude evitar empezar a reírme, él me miraba no sabiendo si reírse o ponerme el plato por sombrero. Por suerte para mí decidió reírse, con el hambre que tenía como para malgastar la comida, esa noche nos convertimos en pareja. Desde aquella maravillosa noche, habían pasado los seis meses más felices de mi vida al lado de un hombre que se desvivía por mí, demostrándomelo cada día. Pablo había convertido la habitación de invitados en su despacho, una mañana de sábado se levantó temprano aludiendo que quería adelantar un poco de trabajo.
Me quede un rato más en la cama, era invierno y fuera de la cama hacía frío. No sé cuanto había pasado, pero decidí levantarme, darme una ducha y desayunar. Para ir a la cocina tenía que pasar al lado del despacho de Pablo, este tenía la puerta entrecerrada, Pablo no se encontraba dentro y me pico la curiosidad. Al entrar vi una carpeta cerrada y una foto que sobresalía de ella, era una foto de Héctor.
Mis manos empezaron a temblar y mi cabeza empezó a hacerse preguntas como que hacía Pablo con una foto de mi ex. Estaba tan ensimismada en mis cosas que no sentí que alguien entraba en la habitación.
- ¿Qué haces Aina?–pregunto Pablo–. ¡Esa fotografía pertenece a un archivo de un caso abierto!
- ¿Te has enfadado?–pregunto Aina–. La que tendría que estar enfadada tendría que ser yo, ¿por qué tienes la fotografía de mi ex?
- No puedo hablar de eso–dijo Pablo–. Pero solamente porque tengas esa foto en las manos, nos podría meter en un lio a los dos.
- ¿En qué lío?–pregunto Aina–. Ahora me dirás que podemos ir a la cárcel.
- ¡Pues sí!–dijo Pablo–. ¡Perdería mi trabajo y podríamos terminar en la cárcel!
Su expresión me decía que no estaba mintiendo y que estaba preocupado de verdad, no me había puesto a pensar lo delicadas que eran estas cosas, Pablo al ver mi expresión me abrazo, diciéndome al oído.
- En cuanto pueda te pongo al día del caso–dijo Pablo–. Te lo prometo.
Eso me tranquilizo, pero no era tonta y podía imaginarme que una de las personas a las que estaban investigando era Héctor, dicen que no terminas de conocer a las personas, pero empezaba a creer que no conocía en absoluto a Héctor. Me sentía mal al descubrir lo engañada que había estado y la suerte que había tenido de salir indemne de la relación que tuve con él. Después de esa reflexión decidí dejar el tema aparcado y pasar el resto del día junto al que es y será el amor de mi vida.
Desde ese incidente había pasado un mes y recibí una llamada de una de mis antiguas amigas de mi antigua universidad. Fue con la única que no perdí contacto y me dijo que vendría a mi ciudad a ultimar unos asuntos, me comento que le apetecía mucho que saliéramos a cenar, le dije que si y quedamos para el viernes por la noche de esa misma semana.
- Te veo más contenta de lo habitual–dijo Pablo–. Y ya es decir.
- Me ha llamado Marta, una antigua amiga de mi antigua universidad–dijo Aina–. He quedado con ella para el viernes para cenar.
- Me parece muy bien–dijo Pablo–. Yo el viernes tengo que quedarme un rato más en el trabajo, tengo papeleo atrasado.
Había escuchado rumores que la jefa de Pablo era una mujer muy exigente y lo estaba comprobando, pero también que Pablo adoraba su trabajo. Pase el resto de la semana yendo a clase y trabajando en la copistería, para cuando me di cuenta estaba en nuestra habitación preparándome para cenar con mi amiga. Una vez lista bajé al salón, pensé en coger el coche, pero me lo pensé mejor, seguramente después de cenar iríamos a tomar una copa y a bailar, sería mejor que cogiera un taxi.
Al llegar al restaurante donde había hecho la reserva, me acompañaron a mi mesa, Marta todavía no había llegado. Empecé a trastear con mi móvil con la intención de hacer tiempo. Escuche como alguien se sentaba en la silla que tenía delante de mí. La sangre se me heló en las venas al comprobar que no era Marta, sino Héctor el que se había sentado y me miraba con una sonrisa socarrona.
- ¿Qué haces aquí?–pregunto Aina–. ¿Dónde está Marta?
- Como has podido deducir, Marta no va a venir–dijo Héctor–. Digamos que me está devolviendo un favor.
- ¿Qué favor?–Pregunto Aina–. ¡Si es que puedo saberlo!
- Digamos que ciertas imágenes comprometedoras suyas desaparecerán–dijo Héctor–. No te enfades con ella no le he dejado alternativa.
- ¿Te la has follado verdad?–dijo Aina–. Su novio es un buen chico, no se merece semejante fechoría.
- Es verdad–dijo Héctor–. Pero he disfrutado follando con Marta a espaldas de ese pringado.
- ¿Cuándo fue?–pregunto Aina–. ¿¡Dímelo!
- Qué más da–dijo Héctor–. Además, no he venido por eso.
- ¿A qué has venido?–pregunto Aina–. Mejor déjalo, no quiero saber nada de ti.
- De mí tal vez no–dijo Héctor–. Pero de tu perfecto novio seguro que sí quieres saber.
Héctor seguía con esa sonrisa triunfadora que me estaba sacando de mis casillas, no iba a permitir que difamara a Pablo, eso no iba a pasar.
- ¡Deja a Pablo fuera de esto!–dijo Aina–. ¡Te lo advierto!
- ¿En serio no quieres saber qué está haciendo ahora?–pregunto Héctor–. ¿Y con quién?
- Déjalo–dijo Aina–. No creeré nada de lo que me cuentes.
- Tal vez no creas nada de lo que te diga, pero no he venido a decirte nada, sino a mostrarte–dijo Héctor–. Conoces a Sandra, ¿verdad?
- Si es una compañera de trabajo de Pablo–dijo Aina–. ¿Qué tiene que ver ella en esto?
- Lo tiene que ver todo– dijo Héctor–. Mira estas imágenes.
Saco un móvil y después de manipularlo me lo entrego, en él aparecía una pareja follando en una cama. No reconocía el cuarto, tampoco se veía al hombre con claridad. La mujer era Sandra, la había visto en más de una ocasión en la que fui a buscar a Pablo, por lo que me había contado, Sandra andaba detrás de él, pero jamás había conseguido eso que tanto ansiaba. Ahora tenía un video donde según Héctor mi novio me estaba siendo infiel con Sandra.
- Tengo que reconocerle merito a tu novio–dijo Héctor–. Habiendo catado la mercancía, jamás pensé que aguantaría tanto.
Héctor empezó a reírse, entonces me fije en algo que lo cambio todo, el hombre que aparecía en el video tenía un tatuaje en la espalda, Pablo jamás se haría un tatuaje, tenía un pánico horroroso a las agujas, una gran ira se empezó a apoderar de mi cuerpo, apreté el móvil con mucha fuerza mientras veía como Héctor reía creyéndose ganador, había intentado colármela, pero le había salido mal.
- ¿Qué pretendes con esto?–pregunto Aina–. ¿Qué quieres de mí?
- Solo demostrarte que tu novio no es bueno para ti–dijo Héctor–. Vuelve conmigo, yo sigo amándote.
- Ya vi lo mucho que me amabas en la cena de compromiso de Andrea–dijo Aina–Aquel día entendí lo manipulador y toxico que eres.
- ¡Tú eres mía!–dijo Héctor–. ¡Te exijo que vuelvas conmigo!, además tu novio no es mejor que yo.
- Te has colado, pero bien–dijo Aina–. Pablo no lleva tatuajes en el cuerpo.
No le di tiempo a contestar, para cuando me di cuenta mi brazo ya se había movido a la velocidad del rayo golpeando fuertemente su rostro con el móvil que seguía sujetando en mi mano. Héctor terminó cayéndose de la silla y estampándose en el suelo, yo miré el móvil que tenía la pantalla destrozada y estaba manchada de sangre. Por un instante pensé que lo había matado, pues no se movía, pero pronto vi como su cuerpo empezaba a moverse.
La expresión de su rostro me dio mucho miedo, era rabia pura, se sentía humillado y me lo iba a hacer pagar. Arranco contra mí, cerré los ojos preparatoriamente para el golpe que Héctor me iba a asestar. Se empezaron a escuchar unos gritos seguidos de unos ruidos, al abrir los ojos pude comprobar como un hombre y una mujer habían conseguido pararle sosteniéndolo sobre la mesa. Mientras el hombre le leía sus derechos, la mujer le puso unas esposas.
- Tú también nos tienes que acompañar a comisaria–dijo la mujer–. No podemos hacer la vista gorda.
- Llamen a este número–dijo Aina–. Es de mi novio, trabaja en la fiscalía.
Ahora era a mí a quien leían sus derechos para acto seguido ser esposada. Jamás en mi vida había pasado tanta vergüenza. No podía evitar pensar que al final Héctor se había salido con la suya. Si tengo que ser sincera conmigo misma no me arrepiento de la ostia que le había dado, la verdad es que me había quedado muy a gusto, pero este hecho podía repercutir en la futura carrera de Pablo y no era justo.
Nadie me libraría de pasar la noche en el calabozo, así que tendría tiempo de pensar en todo lo ocurrido. Lo que de verdad me aterraba era como se lo tomaría mi madre, conociéndola se pondría nerviosísima en cuanto se enterase, por suerte el padre de Pablo sabía como tranquilizarla, pero así y todo algún coscorrón me caía seguro.
AL MISMO TIEMPO EN LA FISCALÍA
Hoy Aina iba a cenar con una amiga de su antigua universidad, yo aprovecharía para terminar papeleo atrasado, tenía previsto pedir vacaciones aprovechando que pronto sería Semana Santa. Aina tendría un par de semana de vacaciones y de esa manera podríamos irnos de viaje unos días. Tan ensimismado estaba con mi trabajo que no me di cuenta de la presencia de otra persona en mi despacho, al principio pensé que sería la jefa, pero pronto supe de quién se trataba.
- Mira a quien tenemos aquí, trabajando un viernes por la noche–dijo Sandra–. ¿Habéis discutido?
- Eso no te incumbe–dijo Pablo–. Ahora déjame terminar el trabajo.
- No sé qué ves en esa cría–dijo Marta–. Cuando tienes a toda una mujer delante.
- Ahora mismo eres tú quien está demostrando ser una cría–dijo Pablo–. ¿No tienes una casa a donde volver?
- Sí, pero está mi marido–dijo Sandra–. Es contigo con el que de verdad quiero estar.
- ¡Cuantas veces tengo que decirte que no me interesa!–dijo Pablo–. Me vas a obligar a pedir una orden de alejamiento.
- Estás tan ciego por esa cría–dijo Sandra–. Que no te das cuenta de que incluso la jefa moja las bragas solo con tenerte cerca.
Mire severamente a Sandra, tenía suerte de que la jefa hacía un rato que se habría marchado a su casa al lado de su marido y su hija. De haberla escuchado, el trabajo de Sandra tendería de un hilo.
- No te equivocas Sandra–dijo la jefa– pero eso no significa que engañaría al hombre que amo, como tú si haces Sandra.
Escuchar de boca de mi jefa que mojaba las bragas por mí me dejo estupefacto, como iba a mirarla a la cara de aquí en adelante, las cosas se estaban complicando, no solo tenía una acosadora en el trabajo, sino que mi propia jefa acababa de confesar que le ponía mucho. Como iba a explicar esto a Aina sin que se enfadara.
El golpe de una carpeta sobre la mesa me saco de mis pensamientos, Sandra cogió la carpeta, pude ver como su expresión fue cambiando.
- Por lo que he podido descubrir, tu acoso a Pablo no se debe solo a lo bueno que esta–dijo la jefa–. ¿Qué tienes que decir a eso?
- Estoy acabada–dijo Sandra.
Sandra dejó la carpeta sobre la mesa, suspiro y empezó a relatarnos lo que la había llevado a comportarse así. Una noche salió de fiesta con sus amigas, al entrar en una discoteca conoció a un hombre guapísimo con el que bailo toda la noche caliente como una estufa. Para cuando se dio cuenta estaba en un hotel a cuatro patas con la polla de ese maromo metida hasta el fondo del culo bramando de placer.
Una vez que el maromo se durmió, se vistió y cogió sus cosas, marchándose la mar de satisfecha. La alegría le duro un solo día, el lunes al llegar a la fiscalía y abrir su correo vio un email de un desconocido. Pensó en no abrirlo, pero la curiosidad le pudo. Más le abría válido no hacerlo, en ese email aparecían una serie de fotos de ella follando dos noches atrás. A las imágenes venía impreso un texto que decía que sabía que ella trabajaba en la fiscalía y si no le hacía cierto favorcillo, esas fotos acabarían en manos de su marido.
Sandra confeso que no estaba enamorada de su marido, sino de su dinero. Si trabajaba era porque fue una de las condiciones que su marido le puso para casarse con ella. Perder a su marido era perder la buena vida y eso aterraba a Sandra, así que no le quedo más remedio que aceptar lo que aquel hombre le pedía e intentar follar conmigo. Sandra pensó que yo estaba muy bueno y que a nadie le amargaba un dulce.
Al pasarme la carpeta pude comprobar que el hombre que le chantajeaba era Héctor, el exnovio de Aina. Sandra comentó que Héctor estaba obsesionado con Aina y necesitaba que ella me follara para poder recuperar a Aina. Se notaba lo poco que la conocía, cuando mi novia tomaba una decisión ni un huracán de nivel cinco la haría cambiar de opinión.
- Tienes una salida Sandra–dijo la jefa–. Testifica contra él.
- Si testifico perderé a mi marido–dijo Sandra–. No me podéis hacer esto.
- Tú misma- dijo la jefa–. O testificas o vas a la cárcel, tú decides.
Sandra decidió que testificaría contra Héctor, una cosa era perder la fortuna de su marido y otra muy distinta era perder la fortuna y acabar en la cárcel. Sandra se levantó del asiento derrotada y sé
marcho sin ni siquiera despedirse. Me quede mirando a mi jefa, la verdad es que lo descubierto esa noche me hacía sentirme incómodo.
- No me mires así–dijo la jefa–. No eres el primer hombre que me pone aparte de mi marido, no lo he engañado nunca ni pienso hacerlo.
- ¿Cómo estás tan segura?- pregunto Pablo–. ¿Y si la tentación es demasiado fuerte?
- Mi marido es guapo, pero su verdadera belleza se encuentra en su interior–dijo la jefa–. Otro hombre podrá ponerme como una moto, pero no cambiaría lo que mi marido me hace sentir por nada ni nadie, tú te pareces mucho a él, Aina tiene mucha suerte.
- ¿Y ahora qué?–dijo Pablo–. ¿Cómo quieres que te mire como antes después de tu confesión?
- Es fácil–dijo la jefa–. No dándole importancia.
Se dio la media vuelta con una sonrisa en su rostro con la intención de salir de mi despacho cuando se detuvo y me dijo.
- Se me olvidaba, han arrestado a tu novia–dijo la jefa–. Está en esta comisaria, llévate esto y enséñaselo cuando pagues la fianza.
- Pero esto es…–dijo Pablo–. El informe de la investigación sobre Héctor.
- Tu novia tiene las mejores calificaciones y a demostrado aplomo–dijo la jefa–. En cuanto termine la carrera la quiero aquí, estoy segura de que en el futuro haréis un equipo magnífico.
Cerrando mi ordenador, salí de la fiscalía en dirección a la comisaria para sacar a Aina, esa noche estaba siendo la más rara de toda mi vida.
EN COMISARIA
Llevaba poco tiempo metida en el calabozo, pero se me estaba haciendo eterno, por lo menos estaba sola, escuche unos pasos, ante mí apareció una policía para decirme que habían pagado mi fianza. Sabía que había sido Pablo, me alegraba y me entristecía al mismo tiempo. Me daba mucha vergüenza que Pablo me viera saliendo de comisaria como una vulgar delincuente. Cuando lo tuve delante no tenía rostro de enfado, más bien de preocupación, me abrazo y me dijo que teníamos que hablar.
Esa es la frase más aterradora que tu pareja te puede decirte, fuimos al bar de unos amigos donde estaríamos más cómodos. Pablo traía una carpeta, se le veía nervioso, después de pedir dos cervezas empezó a explicarse atropelladamente poniéndose rojo cada dos por tres. Me explico que el acercamiento de Sandra había sido perpetrado por un chantaje de Héctor, pero lo que me dejo muerta fue la confesión de su jefa.
Pablo estaba pasando el segundo momento más incómodo de su vida, confiaba plenamente en él, Sandra y su jefa eran dos mujeres de bandera y banda de música. A Sandra la rechazo categóricamente y sin ningún tipo de duda y con su jefa ni se dio cuenta de sus miradas. Tengo que reconocer que sentí celos, pero viendo su comportamiento desaparecieron al instante. Después del mal rato que paso Pablo me entrego la carpeta.
- ¿Si leo esto no nos meteremos en un lio? –pregunto Aina–. No sé Pablo, ya le he liado bastante por hoy.
- No te preocupes–dijo Pablo–. Tienes el permiso de la jefa.
Leer el informe fue como si un asteroide chocara contra la tierra, me quedo claro que Héctor era peor de lo que creía, según el informe, el padre de Héctor era un empresario muy rico, viendo que su hijo lo único que hacía era despilfarrar el dinero, decidió que le cortaría el grifo con la esperanza que eso lo hiciera reaccionar, poniéndose las pilas con la carrera. La realidad es que espabilo, pero en el peor sentido de la palabra.
Héctor empezó a encandilar a mujeres hermosas para después obligarlas bajo chantaje a prostituirse para cerrar millonarios negocios para distintos empresarios de la ciudad. Por cada negocio que se cerraba Héctor se llevaba un buen porcentaje. Me puse a temblar, una de esas mujeres chantajeadas podría haber sido yo. Aquella noche que estaba siendo la peor de mi vida término de la mejor manera, en una habitación de hotel demostrándonos lo mucho que nos amábamos.
Durante los siguientes meses tuve que hacer trabajos comunitarios, por suerte la jefa de Pablo movió unos hilos y pude hacerlo en la fiscalía, junto al amor de mi vida y la que se convertiría en mi jefa años después, durante los meses que duraron los trabajos comunitarios tuve tiempo para pensar. Sandra decía que Héctor se enamoró de mí, pero llegue a la conclusión de que él solo se amaba a sí mismo, por suerte la vida se las había arreglado para que conociera a Pablo y no podía ser más feliz.
EPÍLOGO
Han pasado seis años desde que Pablo y yo comenzamos nuestra relación, aprobé la carrera con matrícula de honor, la jefa de Pablo me contrato como se lo prometió. Menuda mala leche tiene, pero tengo que reconocer que estoy aprendiendo mucho a su lado. Tenía razón cuando dijo que Pablo y yo haríamos un gran equipo, tanto dentro de la fiscalía como fuera de ella. Esa noche habíamos quedado para cenar, estaba muy nerviosa, tenía una sorpresa que darle y no era otra que seriamos padres.
Espere hasta que terminamos los postres, cuando se lo dije su sonrisa ilumino todo el restaurante, se levantó y cogiéndome de la cintura empezamos a dar vueltas, terminando por tirar todo lo que había sobre la mesa de al lado, si no terminamos arrestados fue porque hicimos a todo el mundo partícipe de la buena nueva, todos nos felicitaron y la noche acabo de la mejor manera.
Mi madre y el padre de Pablo se terminaron casando, la verdad es que se les ve muy felices, aunque últimamente están muy pesados con lo que que van a ser abuelos, miedo me da lo que van a malcriar a mi pobre hija.
Sandra perdió lo que más le importaba el dinero, al salir todo a la luz su marido le pidió el divorcio, por lo menos no acabo en la cárcel, conservando su trabajo por dos razones, porque era muy buena y por la indulgencia de la jefa.
Lo de Héctor fue harina de otro costal, testifico en contra de todos los empresarios pensando que eso le libraría de la cárcel, pero lo único que consiguió fue una pequeña reducción de la condena y muchos enemigos cabreados que día a día estaban esperando el momento propicio para vengarse de él, Héctor mismo se había ganado ese infierno a pulso, no quedándole más remedio que pagar las consecuencias de sus actos.
No sé qué me depara el futuro, pero estando al lado de Pablo y de mi hija no tengo miedo a nada, porque sé que saldremos adelante.
FIN.