Tras la partida de póker no podía negarme a mí misma que Luis me atraía físicamente tanto como por su amabilidad. Pero tras el estudio de anatomía en que tuve su cuerpo a mi disposición en mis masturbaciones me imaginaba de rodillas delante de él bajando su calzoncillo para comerme su polla como había hecho con el Largo en aquella ocasión. No me imaginaba una relación con Luis en ese plan de sumisión, pero aún así imaginarme esa escena con él me mojaba muchísimo y con la ayuda de mis dedos conseguía aplacar el deseo que tenía por él en un orgasmo silenciado.
Pero cuando llegó el momento de enfrentarme a su sexo no sabia del todo como actuar presa del estado de nerviosismo que tenía. Estaba como una niña pequeña que sabe lo que quiere pero no se atreve a pedirlo. Pero Luis colaboraba en su naturalidad, y sobre todo mostrando que no tenía prisa, Así que cuando su polla saltó fuera del calzoncillo volvió a aparecer esa personalidad mía que intenta quitarle trascendencia a las cosas naturalizándolas e incluso banalizándolas y bromeé con él.
-Vaya, Luis…
-¿Vaya qué?- preguntó temeroso.
-Esto es lo que les enseñas a las niñas para que se vuelvan locas por ti, ¿no?
-No es mi único encanto…-respondió desnudándose del todo pegándose a mí haciendo que sintiera su polla calienta pegada a mi piel como si quisiera colarse entre mis piernas.
Estaba deseando hacerlo pero me estaba poniendo tan nerviosa que me separé de él sentándome en la silla de su compañero de habitación. Luis, más seguro que yo en esos momentos se acercó a mí quedando su polla tiesa casi a la altura de mi cara. Ahora sí me atreví y levanté mi brazo para agárrasela. Estaba entre lanzarme a comérsela, besarle el vientre mientras la acariciaba o levantarme e irme por miedo a defraudarlo, pero al final me salió algo más cómico y dije:
-Hola polla de Luis, encantada de conocerte, espero que seamos buenas amigas…
Abriendo con mis dedos su meato puse una voz de dibujito animado y me respondí a mí misma como si su churra tuviese vida propia:
-Hola Claudia, yo también tenía ganas de conocerte…
-Qué payasa eres…-respondió divertido.
-Espera, que no ha terminado la presentación-repliqué más relajada y en un movimiento rápido le besé el glande sintiendo su suavidad en mis labios por un instante retirándome aprisa como si fuese una niña traviesa que había hecho algo malo y volví a abrir y cerra su meato imitando la supuesta voz de su polla para responderme:
-Ya somos amigas, ya podemos jugar juntas…
Luis parecía divertido con mi ocurrencia y sin darme cuenta estábamos creando nuestra propia complicidad sexual que nos daría en las semanas siguientes tantos momentos compartidos de placer mutuo. Pero él quería más, claro. Y buscó la forma de quitarme las bragas continuando con el mismo fuego de presentar nuestros sexos. Pero lo hizo de una forma muy diferente. Me llevó a la cama pero se sentó él para que mis bragas quedaran más cerca de su vista. Sentía su deseo y no sólo porque su polla dura asomaba entre sus piernas, sino sobre todo en la forma en que miraba mi cuerpo y cómo sus manos se apoyaron en mis caderas y cintura hasta que decididamente tomó el elástico de mis braguitas desnudándome. Casi podía sentir su aliento sobre mi vello púbico recortado a conciencia sabiendo que Luis me exploraría.
Miraba mi sexo mientras yo en un gesto reflejo cruzaba una pierna por delante de la otra. Sentía su excitación y casi estuve a punto de decirle que era suyo, pero parecía estudiarme como yo había hecho con su cuerpo en aquella lección de anatomía. Algo impaciente me saqué las bragas por las piernas y Luis reaccionó diciendo tras tragas saliva:
-Encantado de conocerte…Tengo una amiga que también quiere conocerte….
Se levantó de la cama para abrazarme y esta vez su polla se encajó entre mis piernas de forma que se rozaba con mis labios, Me estaba derritiendo y no era sólo de deseo. Jamás había sentido por un hombre lo que sentía en ese momento por Luis. No podía evitar suspirar notando mi respiración agitada y su aliento en mi cara. Excitado me dijo siguiendo con mi ocurrencia de unos minutos antes:
-Encantada de conocerte, ¿me dejas entrar?
-Lo estoy deseando-respondí ya sin ocultar mis deseos.
Nervioso y con prisas se fue al cajón de su mesilla de noche pero entonces alterado y decepcionado empezó a negar.
-¿Qué pasa Luis?
-Oscar debió gastarme los que me quedaban…- respondió angustiado.
Su decepción era evidente. La mía como me había acostumbrado desde hacía años la disimulaba tranquilizándolo hasta convencerlo de que nos acostáramos abrazados. No oculto que me apetecía sentirlo dentro de mí pero abrazarme a su cuerpo desnudo era ya un premio tan grande para mí que no me importaba esperar un día más. Estaba tan segura de que era mío que no quería nada atropellado. El sexo podía esperar el amor ya lo teníamos.
Pero cuando llegó el momento de enfrentarme a su sexo no sabia del todo como actuar presa del estado de nerviosismo que tenía. Estaba como una niña pequeña que sabe lo que quiere pero no se atreve a pedirlo. Pero Luis colaboraba en su naturalidad, y sobre todo mostrando que no tenía prisa, Así que cuando su polla saltó fuera del calzoncillo volvió a aparecer esa personalidad mía que intenta quitarle trascendencia a las cosas naturalizándolas e incluso banalizándolas y bromeé con él.
-Vaya, Luis…
-¿Vaya qué?- preguntó temeroso.
-Esto es lo que les enseñas a las niñas para que se vuelvan locas por ti, ¿no?
-No es mi único encanto…-respondió desnudándose del todo pegándose a mí haciendo que sintiera su polla calienta pegada a mi piel como si quisiera colarse entre mis piernas.
Estaba deseando hacerlo pero me estaba poniendo tan nerviosa que me separé de él sentándome en la silla de su compañero de habitación. Luis, más seguro que yo en esos momentos se acercó a mí quedando su polla tiesa casi a la altura de mi cara. Ahora sí me atreví y levanté mi brazo para agárrasela. Estaba entre lanzarme a comérsela, besarle el vientre mientras la acariciaba o levantarme e irme por miedo a defraudarlo, pero al final me salió algo más cómico y dije:
-Hola polla de Luis, encantada de conocerte, espero que seamos buenas amigas…
Abriendo con mis dedos su meato puse una voz de dibujito animado y me respondí a mí misma como si su churra tuviese vida propia:
-Hola Claudia, yo también tenía ganas de conocerte…
-Qué payasa eres…-respondió divertido.
-Espera, que no ha terminado la presentación-repliqué más relajada y en un movimiento rápido le besé el glande sintiendo su suavidad en mis labios por un instante retirándome aprisa como si fuese una niña traviesa que había hecho algo malo y volví a abrir y cerra su meato imitando la supuesta voz de su polla para responderme:
-Ya somos amigas, ya podemos jugar juntas…
Luis parecía divertido con mi ocurrencia y sin darme cuenta estábamos creando nuestra propia complicidad sexual que nos daría en las semanas siguientes tantos momentos compartidos de placer mutuo. Pero él quería más, claro. Y buscó la forma de quitarme las bragas continuando con el mismo fuego de presentar nuestros sexos. Pero lo hizo de una forma muy diferente. Me llevó a la cama pero se sentó él para que mis bragas quedaran más cerca de su vista. Sentía su deseo y no sólo porque su polla dura asomaba entre sus piernas, sino sobre todo en la forma en que miraba mi cuerpo y cómo sus manos se apoyaron en mis caderas y cintura hasta que decididamente tomó el elástico de mis braguitas desnudándome. Casi podía sentir su aliento sobre mi vello púbico recortado a conciencia sabiendo que Luis me exploraría.
Miraba mi sexo mientras yo en un gesto reflejo cruzaba una pierna por delante de la otra. Sentía su excitación y casi estuve a punto de decirle que era suyo, pero parecía estudiarme como yo había hecho con su cuerpo en aquella lección de anatomía. Algo impaciente me saqué las bragas por las piernas y Luis reaccionó diciendo tras tragas saliva:
-Encantado de conocerte…Tengo una amiga que también quiere conocerte….
Se levantó de la cama para abrazarme y esta vez su polla se encajó entre mis piernas de forma que se rozaba con mis labios, Me estaba derritiendo y no era sólo de deseo. Jamás había sentido por un hombre lo que sentía en ese momento por Luis. No podía evitar suspirar notando mi respiración agitada y su aliento en mi cara. Excitado me dijo siguiendo con mi ocurrencia de unos minutos antes:
-Encantada de conocerte, ¿me dejas entrar?
-Lo estoy deseando-respondí ya sin ocultar mis deseos.
Nervioso y con prisas se fue al cajón de su mesilla de noche pero entonces alterado y decepcionado empezó a negar.
-¿Qué pasa Luis?
-Oscar debió gastarme los que me quedaban…- respondió angustiado.
Su decepción era evidente. La mía como me había acostumbrado desde hacía años la disimulaba tranquilizándolo hasta convencerlo de que nos acostáramos abrazados. No oculto que me apetecía sentirlo dentro de mí pero abrazarme a su cuerpo desnudo era ya un premio tan grande para mí que no me importaba esperar un día más. Estaba tan segura de que era mío que no quería nada atropellado. El sexo podía esperar el amor ya lo teníamos.