No pensé que me generara tanta inseguridad. Si verle me impactó, conocer a su mujer me relajó. Nuestras trayectorias habían dejado de ser paralelas el día que yo me fui a Bolonia. A partir de ese momento nuestra vida empezó a convertirse en dos líneas que se cruzan y se separan. Yo estaba preparada para asumir la separación. Pero Luis siempre fue dependiente. Siempre necesitaba una persona en quien apoyarse. Siempre tan centrado en sí mismo se hundía cuando no se sentía querido o deseado.
Ese era su talón de Aquiles. El niño tímido despertó en la residencia y encontró la forma de engordar su ego sintiéndose deseado. Pero la persona vulnerable seguía dentro de su cascarón y en cuanto se rompiera surgiría de nuevo el niño desconfiado de sí mismo.
Capaz de lo mejor y de lo peor. Junto con su timidez empezó a ganarme el día de la novatada de la residencia. Nunca he entendido por qué la veteranía es un grado que permite humillar a las personas. Pero menos aun que esos rituales aparentemente de iniciación se terminen convirtiendo en una celebración del machismo imperante. Que la novatada terminara con chicas gritando despavoridas corriendo en pelotas por el pasillo para su oprobio mientras unos energúmenos que unos minutos antes las han rebozado en agua y harina jaleaban enfervorizados no tiene más sentido que el morbo de esos machitos por la carne fresca. Lo lamentable es la colaboración de las veteranas.
Pero no quiero desviarme. Aquel día Luis empezó a ganarme con un acto generoso que además se oponía al espíritu de aquella celebración. Yo, desconocedora de tales rituales, fui sacada a empujones de mi dormitorio por las veteranas que me arrastraron hasta el patio. Allí me encontré con las únicas personas con las que había trabado algo de amistad aquellos primeros días de residencia, Víctor y Luis.
Yo llevaba una camiseta blanca, raro en mí, pues en aquelle época solía vestir siempre de oscuro. Al regarnos con una manguera y tirarnos harina por encima la camiseta empezó a transparentar mis pezones por mi costumbre de no usar sujetador gracias a tener dos pechos pequeños. Pero yo misma era consciente de que mi semidesnudez era visible, y aunque nunca fui pudorosa en exceso, me molestaba ser el plato de aquellos mirones.
Luis en ese momento, lejos de comportarse como un aprovechado más se quitó su camiseta cediéndomela. Fue un gesto de amigo pero nunca nadie había tenido esa generosidad conmigo hasta entonces pues mi trato con los chicos siempre había sido muy diferente. El gesto de Luis no me enamoró pero sí le hizo un hueco en mi corazón.
Tras aquello empecé abrirme a mis nuevos amigos de la residencia y conjuntamente con Lourdes, mi compañera de clase conformamos un cuarteto que compartiría bonitas experiencias aunque yo lo rompiera al marcharme. Yo nunca había tenido amigos masculinos. A pesar de que fui siempre adelantada a mi edad en el trato con chicos y haberme criado con 4 hermanos más pequeños que yo, mi relación con el sexo masculino nunca había fraguado en un grupo de amigos.
Mi barrio no daba para esas circunstancias. La mayoría de mis amigas acabaron con una barriga a los 15 o 16 y viviendo con el que les había hecho el bombo como amas de casa sin más futuro que cuidar a su prole y su marido. Yo habría sido igual si las circunstancias no me hubiesen desviado de ese camino.
Pero la suerte, o quizá el valor de mi madre, y probablemente mi propia forma de ser hicieron que ese destino cambiase para convertirme en la mujer independiente que soy yo. Y juro que hice muchos sacrificios para llegar aquí. Y Luis fue uno de ellos, quizá el más importante.
Y ahora lo veo, casado, con dos hijos. Tan guapo…porque el jodido sigue igual de guapo que siempre.
Y su mujer quizá responda a lo que él siempre esperó. Discreta, educada, niña bien de buen barrio como él. Pero ¿cómo será su carácter? ¿Seguirá Luis necesitando una madre que lo cuide, una amiga que lo aconseje, y una novia que lo folle?
Todavía estoy asimilando lo ocurrido pero mientras he tenido que sacar toda mi profesionalidad de médico y esa capacidad aprendida con los años de controlar mis impulsos y mis sentimientos ante un encuentro inesperado, aunque muchas veces deseado. Pero no así…