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Inspiró con fuerza, y tras llevarlo a cabo, ella misma intentó hundir sin su ayuda la cara contra la pelvis de aquel señor. Esta vez, consiguiendo albergar en su garganta un tramo más de polla que la vez anterior, pero sin que arcada o espasmo alguno apareciera de pronto para interrumpir su hacer.
Aquel miembro era especialmente ancho, por lo que si pretendía introducírselo entero, o al menos tener alguna posibilidad de terminar en el podio tras cruzar la meta, debía concentrarse mucho y relajarse, además de desempolvar completamente aquel inaudito afán por degustar aquellos placeres que, a la postre, resultaban tan impúdicos como embriagadores para ella.
Repitió el proceso varias veces. Al cabo de unos quince minutos de haber dado pábulo a tal tarea, ya había logrado que medio pene de aquel hombre desapareciera a ojos de todos, siendo ella la única que realmente sabía donde se ubicaba ahora.
El siguiente empujón lo hizo ayudada por Mateo, que gracias a valerse de sus inabarcables manos pudieron cruzar juntos el umbral de la mitad de su largura, viéndose a punto de chocar su barbilla con los testículos.
-Esa ha estado muy cerca. Ya te queda poquito para lograrlo. Dijo José Antonio, dirigiéndose expresamente a ella.
-Así es. Sigue intentándolo. Pues hasta que no te hayas metido todas dentro, no vas a salir de aquí. ¿Verdad, José Antonio?. Afirmó Mateo, mientras intercedía en la mirada que ambos acababan de compartir.
-Además, otros estamos esperando nuestro turno. Añadío el que faltaba, Luis Alberto.
Simultáneamente a haber expresado su aguda ocurrencia, se levantó del sofá.
Tambaleándose un poco, se colocó de espaldas a Isa, sentándose sobre el borde de la mesa con la intención de acompañar su mamada desde un palco más exclusivo.
Desde donde se encontraba ahora, no solo podía observar más de cerca, también podía extender sus manos y acariciar su cuerpo, acción que no tardó demasiado en comenzar a realizar.
La siguiente acometida sobre aquel pene no solo vendría patrocinada por su propia voluntad, además de por el propósito adquirido de lograr alojarla en su interior. También contaría con colaboradores de la talla de Mateo y sus zarpas de oso grizzly. Como segundo invitado a tal evento, se unía también ahora Luis Alberto, que desde su privilegiada posición contribuía aplicando presión sobre su ya más que concurrida nuca.
Fue entre todos, pero gracias principalmente a ella, a su determinación y al deseo por concluir aquella misión, que finalmente lograron que su nariz hiciese contacto con el pliegue inferior del vientre, mientras que su frente, algunos centímetros más arriba, terminaba estampándose contra la totalidad de su barriga.
No se había creído capaz de lograrlo; incluso habría jurado ante cualquier instancia que no alcanzaría a conseguirlo, por lo que sentir toda esa polla palpitando a lo largo de su garganta no solo la atiborraba de su miembro; también lo hacía de un profuso orgullo que la invadía más que el propio acto que acababa de consumar.
Aguantó con ella dentro durante apenas un par de minutos, pero solo eso bastó para que todos estallasen en vítores y en un regocijo que no dudaron en trasladarle.
-¡Olé!. Que bien traga esta chica. Estoy impresionado. No muchas han sido capaces de metérsela entera como tú. Eso sí, te ha llevado lo tuyo. ¿Eh?. Dijo Mateo, aunque con más intención de comunicarse con ellos que con Isa.
-Así estás de gordita, de tragar pollas. ¿Verdad?. Verbalizó Luis Alberto, una vez más, pretendiendo ser quien diera la puntilla humorística a todas las situaciones.
-Es una buena zorrita. ¿A que sí, cielo?. Comentó José Antonio mientras llevaba su mano derecha a su mejilla y se la acariciaba con más alborozo del que siente un padre al conocer a su nieto por primera vez.
-Me ha costado un montón. Estoy sorprendida de haber podido hacerlo.
-Pués ahora solo te queda una. Esta te será más fácil. Dijo José Antonio de manera jocosa.
-¡Anda, calla!. Que mi polla engaña. Replicó el aludido, Luis Alberto.
Inmediatamente luego de acabar su oración, se acomodó también sobre el mullido sofá, separando las piernas para, a continuación, indicarle con su dedo donde debía presentarse ahora.
-Me gustaría ir a enjuagarme la boca, que tengo la garganta un poco seca. Manifestó Isa.
-Dale un tiento al vaso, no te muevas de aquí. Le replicó Mateo, acercándole su propia copa en la cual todavía quedaba una pizca de contenido.
Tras acometer la ingesta, se giró de nuevo hacia el sofá, siendo ipso facto agarrada del pelo por Luis Alberto, para acto seguido depositar la polla sobre su rostro.
Estuvo dándole golpecitos con ella hasta que se cansó, momento en el cual, y tras dejar caer un pequeño escupitajo en la zona del capullo, dispuso este frente a sus labios y procedió a empujarlo con solemnidad.
Se la hincó de primeras hasta sobrepasar el ecuador de su longitud, algo que fue posible en parte por las dimensiones que aquel miembro poseía, y desde luego, también influyó que su garganta se hubiera estado acostumbrando durante un buen rato a contener en su interior un cuerpo todavía más masivo que el que le asaltaba en esa ocasión.
Aun así, no era un pene pequeño ni mucho menos. Pero haber probado el más voluminoso antes facilitaba las cosas. Mientras contenía la polla de Luis Alberto en su boca, era capaz de avistar por el rabillo del ojo como el resto de aquellos hombres se masturbaban en su presencia.
Como si de un destello se tratara, una provocadora idea comenzó a germinar en su mente, convergiendo en el acto que poco después ejecutaría sin que ninguno de esos señores hubiera estado cerca de pronosticarlo
Estiró su brazo derecho hasta que este estuvo a la altura del pene de Mateo, el cual no dudó en agarrar con elegante refinamiento. En ese instante, prosiguió acariciándolo como segundos antes lo había estado haciendo el mismo, alumbrando una más que competente coordinación entre los movimientos que realizaba con su boca y los que acababa de emprender con su mano derecha.
Nada más advertir aquel arranque de espontaneidad por su parte, José Antonio se separó como un resorte del asiento del sofá, para rápidamente dejarse caer al otro lado de Luis Alberto, que pasaba a situarse convenientemente en medio de los tres.
Isa dedujo enseguida las razones que habían motivado aquel cambio de sitio, ante lo cual no dio lugar a que ninguno de ellos tuviese tiempo de advertirla. Ella misma alargó su brazo izquierdo y tomó la polla de José Antonio, completando así el tríptico y, finalmente, yaciendo todos unidos por medio de aquella chica.
-Ummm. Pero qué zorra estás hecha. Sigue así, no pierdas el ritmo. Exclamó de repente José Antonio.
-¡Estoy a punto de correrme!. Te lo vas a tragar todo. ¿¡Verdad, zorrita!?. ¿Eh?. Vociferó Luis Alberto, el cual, por su aspecto, estaba claro que no mentía.
Un par de minutos después, sus ojos comenzaron a bizquear, a la vez que su cuerpo desencadenaba unos temblores que vaticinaban el único desenlace posible que cabía esperar.
Corrió cuanto pudo en adherir sus dos manos alrededor de la nuca de Isa, para de manera inminente descargar toda su leche en el interior de la garganta, la misma que venía alojando su polla y que ahora, además, se veía obligada a compartir espacio con su simiente.
En el momento en que su pene dejó de convulsionar y su cuerpo recobró la relajación propia de quien lo ha logrado, todo un afluente de elogios y adulaciones emanaron de sus amigos. Pero no surgían con la intención de enaltecer la labor que Isa acababa de llevar a cabo, en absoluto. Se centraban sobre todo en vanagloriar cómo su compañero acababa de eyacular, y en cómo se había desempeñado con aquella chica, en particular, durante el tramo final de la mamada.
Mientras todo eso sucedía en el exterior, el interior de su boca todavía permanecía ocupado por aquel miembro, cuyo dueño, distraído como lo estaba ante tales reconocimientos, había olvidado por completo considerar el estado en que se encontraba ella.
Cuando recalaron de nuevo en su situación, volvieron a dirigir su atención sobre Isa sin esperar un segundo más.
-¡Pues sí que la chupa bien!. Estabas en lo cierto. Comentó Luis Alberto, dirigiéndose a su compañero.
- Ya os lo dije. Aunque en mi caso, preferí correrme en su carita. ¿Verdad que sí, zorra?. Exclamó José Antonio, mientras estiraba la mano para acariciar sus mejillas.
Isa asintió, pero no pudo pronunciar palabra alguna. El pene de ese hombre seguía introducido más allá de su paladar, y una de sus manos todavía impedía que su cabeza pudiera despegarse y tomar aire lejos de la pelvis de aquel señor.
-Ummm. En cuanto te la saque ahora espero verte tragarlo todo. ¿De acuerdo?. ¿Has entendido, puta?. Exigió un Luis Alberto al que, si bien hasta ese punto de la noche el alcohol había procurado un síndrome de juglar amistoso o cordial trovador, parecía desvelarse como un ser bastante más perverso y desencajado en la actualidad.
Cumpliendo con lo prometido, extrajo su pene del interior de su boca, al tiempo que la cogía de los mofletes con su mano derecha y volvía a sugerirle que se atuviera a sus indicaciones.
En aquel preciso instante, seis ojos inyectados en sangre se disponían a presenciar cómo esa chica desnuda, de rodillas sobre el parquet y con la mirada perdida en alguna parte del salón que les cobijaba, aspiraba con fuerza, para después ocultarse tras sus párpados y emitir un característico sonido, similar al que desprende una persona cuando acaba de obligarse a deglutir algo a disgusto.
Lo había hecho.
Se había tragado la corrida de aquel hombre, al que apenas había conocido escasas horas antes. Y no solo eso... Toda una amalgama de interacciones e intercambio de pareceres entre ellos, se referían a ella como si en ese momento ya no se encontrase allí.
Sentada sobre sus piernas, notó como una arcada asomaba desde la boca de su estómago, revelándose finalmente al grupo tras provocar que las sacudidas de su diafragma reverberasen como el grave de un bafle.
Percatándose de aquello, Mateo fue el primero en reaccionar, acercándole su vaso para que pudiese beber algo y consiguiera calmarse un poco.
Ella se lo agradeció, gratitud que fue reconocida por parte de ese hombre de la mejor manera que sabía hacerlo.
-Asienta un poco el estómago, que ahora te va a tocar beberte la mía. Exclamó Mateo, mientras carcajeaba con los otros dos y se señalaba la polla al tiempo que emitía su ocurrencia.
-Jaja. No sé si voy a poder. Me ha dejado un poco revuelta, la verdad. Espetó Isa.
-Tú relajate, cielo. Bebe un poco más. Puedes ir al baño a enjuagarte un poco, si quieres. Venga, que te acompaño yo. Dijo José Antonio acudiendo en su auxilio, pero aportándole un salvavidas que, lejos de servir como rescate, conseguía hundirla con mayor presteza y agravar todavía más aquel mal estar que la acababa de avasallar.
-Vale, vamos. Respondió ella.
Al final, Luis Alberto también se sumó a la diáspora, siendo el primero tanto en entrar, como en emplear el váter para hacer pis. Mientras acometía sus necesidades, Isa y José Antonio se encontraban frente al lavado, siendo en realidad ella la única que lo utilizaba de los dos.
No lo sabían, pero la mala costumbre que tienen las horas de avanzar les descubría a punto de sobrepasar las cinco de la madrugada. Pese a ser ajenos al horario que los embaucaba, sí eran conscientes de todo el tiempo que llevaban fuera del camping y de lo tarde que debía ser, pese a no disponer de los dígitos concretos que corroborasen su apreciación.
-Deben ser ya las tantas. ¿No estás cansado?. Le preguntó Isa, nada más terminar de lavarse la cara y enjuagarse la boca repetidas veces.
-¿Por qué lo dices?. ¿No estás a gusto, cielo?. Le contestó José Antonio.
-No. O sea... No es eso. Estoy bien, pero debe ser tarde y aun tenemos que regresar andando hasta allí. Es un buen trecho.
-No pienses en eso ahora, cariño. A una mala podemos pedir un taxi. De todas formas, yo me lo estoy pasando bien, además, tampoco hace tanto rato que hemos llegado. No tengas tanta prisa por irte, pillina. Jaja. Que Mateo no te va a dejar sin que hayas hecho primero lo que te ha pedido.
-Jaja. Que bobo. Que no es por eso. Era por lo otro, porque deben ser ya por lo menos las seis de la mañana o más. Luego se nos va a hacer eterno volver.
Mientras transcurría aquella conversación circular, Luis Alberto remataba la meada, y tras haber arrimado el oído como lo haría la vecina más chismosa del portal más concurrido, se dirigió a ellos para plantearles una opción que ninguno de los dos había sido capaz de barruntar.
-¿Por qué no os quedáis a dormir en nuestro apartamento?. Isa tiene razón, debe ser tarde de narices y aquí disponemos de habitaciones de sobras. No os deis la paliza de marcharos luego para allá. Siento desgana solo de pensarlo.
-¡Oye!. Pues... No es mala idea. ¡Eh!. A mí también me estaba dando angustia pensar en tener que volver hasta allí. Expresó José Antonio, mientras le guiñaba un ojo a ella.
-Puf... No sé. Es que no me he traído nada. Ni pijama ni cepillo de dientes... No tengo nada aquí.
-Jaja. Pijama dice. Si necesitas lavarte los dientes, tengo algunos cepillos guardados de los que te dan en el tren. Son cutres, pero para la ocasión te sirven. ¡Vamos!. No seais tontos. Que además, ahora en la calle solo queda mala gente... A ver si vais a tener un disgusto o algo. Incidió Luis Alberto.
-Yo lo veo bien. Así mañana podemos desayunar por aquí cerca, en alguna cafetería con vistas al puerto. Será mucho mejor que el café de supermercado que ofertan en el bar del camping. Aportó José Antonio.
-Bueno, vale... Si insistís. Respondió finalmente Isa.
Superada por las circunstancias y doblegada por la presión de grupo, se resignó a adaptarse a las consecuencias de sus decisiones. Aun que, en cuanto se paró a reflexionar sobre aquello más detenidamente, no tardó mucho en llegar a la misma conclusión que el resto. En el fondo, también habitaba en ella la misma pereza que José Antonio manifestaba, y siendo franca consigo, su aspecto emocional no se había visto alterado o comprometido de ninguna forma ni por nada de lo sucedido hasta ese entonces.
Continuaba estando cachonda. Durante todo ese tiempo, anduvieron visitándola con extrema asiduidad, todas aquellas imágenes en las que yacía de rodillas, con su boca albergando una polla mientras sus manos se centraban en satisfacer a la vez los deseos de otros dos hombres.
Sin hallar razones suficientes que sostuvieran la defensa que la parte que aún se resistía a permanecer allí representaba, el semblante de su cara retomó el dibujo anterior, un aspecto calmado que proyectaba la misma serenidad que hasta ese momento había expresado.
En cuanto regresaron al salón, le comunicaron las novedades a Mateo, el cual pareció estar conforme con la decisión que habían tomado.
De hecho, lo conmemoró proponiendo otra ronda de cubatas ahogados en ginebra con lima, invitándola a acompañarle para recibir su ayuda mientras los preparaba.
Ella aceptó, desapareciendo ambos en el acto justo tras cruzar el umbral de aquella habitación.
Una vez en la cocina, armaron juntos los vasos, procurando que el de Luis Alberto fuese el menos cargado de los cuatro.
Le indicó a Isa donde guardaban las pajitas luego de que esta le preguntase si disponían de alguna, y justo cuando iba a coger dos de las copas y a encaminarse de nuevo hacia el salón, notó como la barriga de ese hombre hacía contacto con su espalda, a la vez que una de sus manos rodeaba su vientre a la altura del ombligo y comenzaba a murmurar algo al oído.
-Tengo muchas ganas de que vuelvas a comerme la polla. ¿Y tu?. ¿También te apetece repetirlo?.
-Jaja. Bueno... Si quieres. Respondió Isa, mientras volvía a entrar en materia al ritmo en que despertaban de nuevo aquellas palpitaciones evocadas por su coño, potenciadas esta vez por lo atrevido del comportamiento de aquel señor.
En cuanto terminó de oirle contestar, extendió su mano hasta dar con su barbilla, para girarla hacia él con sutileza y administrarle un beso en los labios. Nada más separarse, la cogió del culo, y tras dispensar una cordial gesticulación, la condujo valiéndose de su trasero hasta retornar de vuelta a la estancia principal, lugar donde se reencontraron de nuevo con los demás.
-¡Si que habeis tardado!. Casi morimos deshidratados. Incidió Luis Alberto nada más verles aparecer.
-Jaja. Es que Isa me estaba confesando las ganas que tenía de volver a chupármela otra vez. Vociferó Mateo, utilizando un tono sarcástico.
-¡Pero que mentira!. Jaja. Sí has sido tú el que me lo ha pedido. Aclaró ella, manteniendo una entonación que casi sonaba igual de cómica que la empleada por el otro.
Rieron un rato, aportando cada uno un vacile mayor que el anterior, hasta que llegados a un determinado momento, se detuvieron para brindar todos juntos; esta vez, sin hacerlo por nada en especial. Simplemente, elevaron sus copas, las enfrentaron y comenzaron a beber.
Cuando los ojos de Isa permanecían todavía focalizados en el interior de su vaso, se percató de una melodía que, de pronto, violaba el espacio que existía entre ellos, dirigiéndose también a invadir sus tímpanos y provocando que resonasen sin ningún tipo de consentimiento.
Luis Alberto había vuelto a hacer de las suyas, esta vez, dejando que la música sonara desde su portátil con intención de amenizar una fiesta, que, a su modo de ver, estaba decayendo sin que se dieran cuenta.
Si bien era cierto que podía concederse ese lujo por haber sido el primero en descargar tensiones con la inestimable ayuda de Isa, no lo era menos que los demás todavía seguían aguardando su turno. Detalle importante que no había abandonado sus pensamientos en momento alguno. Simplemente, yacían agazapados tras los eventos que se sucedían, a la espera de hallar la más mínima señal que les permitiera retomar el asunto donde lo habían abandonado tiempo atrás.
Tras permanecer un rato de pie, siguiendo el ritmo de las canciones e intercambiando conversaciones los unos con los otros, Mateo propuso que descansaran un poco, pues ya era hora de sentarse y reponer fuerzas, además de añadir, que para seguir levantados como lo estaban, mejor se volvían de nuevo al Pub Escocés.
El resto respondió con risotadas, al tiempo que asentían mostrando conformidad.
Pese a ello, todavía tardaron un rato en volver a reunirse, ya que fueron apareciendo de manera intermitente, como un goteo.
Cuando uno venía, la otra se iba al baño, y cuando aparecía, era el otro el que decidía salir a la terraza para fumarse un pitillo. Todos aquellos relevos fortuitos fueron disminuyendo paulatinamente, terminando con esa absurda yincana y viéndose los cuatro agrupados por fin en el mismo espacio.
El tiempo que duró su solitaria estancia en el sofá, mientras aguardaba a que ese grupo parase de diseminarse por todas partes, no cesó ni un segundo de observar a Isa.
Mientras lo hacía, procuraba evidenciar con desmedida testarudez como su pene era acariciado insolentemente, logrando excitantes recompensas cada vez que, por casualidad, la mirada de aquella chica se dejaba caer por aquel lugar, volviéndose partícipe por un instante de su embelesado obsequio.
En cuanto se encontraron todos en el mismo área del salón, se levantó de su asiento, mientras inhalaba aire antes de comenzar a hablar.
-¡Ahora que me acuerdo!. Cuando antes me pediste una pajita, no caí en ofrecerte esta, que es más gorda. Expresó Mateo, terminando la frase entre risas mientras se agarraba la polla para completar la broma.
-Jaja. Que bobo. Eso no me sirve para beber. Exclamó Isa.
-¿¡Cómo que no!?. Acercame tu vaso, ya verás.
Ella obedeció, extendiendo su mano para que lo alcanzara, pensando que solo amagaría con hacer la broma para después devolvérselo amparando el acto mediante una carcajada.
Pero nada sucedió como creía.
Él le arrebató la copa, la colocó bajo su polla, e inclinándose sutilmente logró introducir dentro la totalidad de su capullo.
Tras llevarlo a término, lo extrajo, no sin antes sacudir dentro algunas de las gotas de ginebra que se habían quedado adheridas al contorno de su piel, retornándole el vaso de vuelta una vez que hubo consumado su desvergonzada gesta.
-¿Ves cómo también valía como pajita?.
-Pero si solo la has usado para remover el líquido. Dijo ella algo desconcertada.
-Jaja. Bueno, pero también sirven para eso los plásticos estos. ¿No?. Para revolver el contenido. Ahora pruébalo. Añadió Mateo, que lejos de conservar su característico aspecto afable, teñia sus formas con un talante más severo del que acostumbraba a ser habitual en él.
Isa le observaba, ocultando su incredulidad tras una sonrisa que a duras penas era capaz de sostener, resultando insuficiente por muy adorable que fuese, para traspasar aquel infranqueable muro de austeridad emocional.
Preguntó si estaba hablando en serio, obteniendo un Sí como respuesta, a la que esta vez asistieron todos, contestando casi al unísono mientras perseveraban en su insistencia para que lo hiciese, empleando para ello distintas formas, desde aludir al cachondeo más precavido hasta incurrir en una reiterada tozudez.
Aun sin estar plenamente convencida, encaró por última vez a ese hombre. Consciente de cómo aquello centraba la atención de todo el grupo, primero se acercó el vaso a la cara lo suficiente como para ser capaz de olerlo.
Supeditada por unas demandas e imposiciones que no parecían menguar en empeño ni tampoco en intensidad, extrajo de donde pudo todo el coraje que se fué capaz de infundir. Llevó aquel recipiente hasta palparlo con sus labios, para, de forma seguida, propinarle un trago de tal envergadura, que fue recibido por todos ellos con una ovación, más algunas palmaditas que no dudaron en aplicar sobre los hombros y en torno a la parte superior de su espalda.
-Jaja. ¿Estaba rico?. Le preguntó José Antonio.
-Pues... No me ha sabido diferente, la verdad.
-Espera, prueba con el mío ahora. Dijo Luis Alberto, que no perdía ocasión alguna para sobresalir.
-Jaja. A ver si ahora voy a tener que probar el de todos. No fastidies. Expresó ella, mientras se le escapaba una sonrisilla que logró encandilar a todos.
-Solo un poquito. ¡Anda!. No me hagas el feo. Dame el vaso. Replicó Luis Alberto.
Repitieron el mismo proceso de la vez anterior, solo que esta vez quiso saber si no le importaría que lo condimentase un poco, refiriéndose a soltar alguna que otra gota de pis en su interior, algo a lo que ella se negó, aclarando que ya estaba bien así y que no era necesario.
Tras dar las gracias de forma irónica, él la sonrió, y finalmente, sin llegar a dar rienda suelta a su ofrecimiento, retiró su polla del vaso y se lo entregó de vuelta.
Después de acometer aquella segunda ingesta, le volvieron a preguntar si le sabía distinto, algo que esta vez confirmó, indicando que empezaba a notar un cierto regusto, pero que en ningún caso resultaba desagradable.
En cuanto concluyó su respuesta, José Antonio la tomó del culo, la besó durante unos segundos y en cuanto se hubieron separado, la miró mientras sugería que ahora solo faltaba el suyo. Ella le sonrió, ofreciéndole el vaso de forma cariñosa, para observar como, a continuación, llevaba a cabo lo mismo que había hecho el resto, sumergir el miembro en su copa para devolvérsela inmediatamente al terminar de agitarla.
Al final del día, había sorbido el contenido de un recipiente en el que tres pollas diferentes habían yacido. Lejos de sentir repulsión o cualquier tipo de repugnancia, percibía como aquellas acciones reforzaban la actitud que más le ayudaba a enmascarar su antiguo yo, favoreciendo que tal exposición le ocasionara cada vez un menor rubor, e incluso comenzase a hallar cierto orgullo en aquello en lo que más cerca estaba de convertirse. En una puta.
En cuanto el vaso que sostenía entre sus manos fue depositado nuevamente sobre la mesa, aquellos tres hombres se aproximaron hacia ella con celeridad.
José Antonio, que se encontraba detrás de Isa con los brazos pegados a su cintura, pudo observar sin perder detalle como Mateo detenía su avance en el momento en que su barriga y el vientre de Isa hacían contacto, para, de forma seguida, apretujarla contra él y comenzar a besarla efusivamente.
Cuando decidió que ya había tenido suficiente, tomó el relevo Luis Alberto, que siguiendo los pasos de su compañero, era ahora él quien fusionaba sus labios con los de ella.
Se mantuvieron besándose intercaladamente durante un ratito, hasta que José Antonio intervino en la consecución de esos actos, colocando sus manos sobre los hombros de Isa, procurando agacharla de esa manera, y que al hacerlo, su cabeza quedase convenientemente a la altura de sus cinturas.
En cuanto sus rodillas yacieron apoyadas sobre el parquet, se vio rodeada por las pollas de esos tres señores, que disponiendo de ella en aquella posición, no pudieron resistirse a aplicar pequeños golpecitos alrededor de su rostro, empleando sus miembros para tal misión.
Solo pararon de propinarle impactos cuando Mateo, que se hallaba justo enfrente, sujetó su cara tomándola de la barbilla, con la clara intención de inclinarla hacia arriba de modo que sus ojos hicieran contacto. Nada más enfrentarse sus miradas, relajó la comisura de sus labios, concediéndole una sonrisa justo antes de referirse a ella.
-Ummm. ¿Vas a comerme la polla, puta?.
Ella asintió, pero sin pronunciar sonido alguno.
-¡Te he preguntado si vas a chupármela!.
-¡Sí!. Voy a chupártela. Contestó finalmente Isa.
Mateo le volvió a sonreír. Sin mediar más palabras, depositó su pene entre sus labios, y tomándola por la nuca con su mano derecha, acometió un empentón tan fuerte que consiguió que la mitad de su polla dejase de ser visible para el resto de los asistentes.
Mientras se la mamaba, los demás seguían golpeando sus mejillas, al mismo tiempo que incidían en lo bien que tragaba o en como se notaba lo mucho que le gustaba hacerlo.
De vez en cuando, el miembro de Mateo abandonaba su boca, aunque solo para sumarse al tumulto y participar del placer que les suscitaba golpear de esa manera el rostro de aquella chica.
Cada vez que se atragantaba o alguna arcada les interrumpía, no dudaban en atizarle con más vigor para aleccionarla, siendo especialmente contundente el pene de este último, que, por su anchura y longitud, sonaba luego de cada impacto como si acabase de efectuar una imperiosa palmada.
Tardó en sentirse satisfecho, pero en cuanto consideró que ya era suficiente, empujó la polla una última vez a través su garganta, la cual no consiguió abarcarla entera por apenas un par de centímetros... Tras aquello, se la retiró del todo, y antes de apartarse para ceder su turno a José Antonio, se refirió a ella una vez más.
-Eres una mamadora nata, cariño. ¿Nos la vas a chupar todos los días, verdad?. ¿Te gustaría comernos las pollas todas y cada una de las veces que nos veamos de aquí en adelante?. Contesta, puta.
-Sí, me gustaría. Contestó Isa.
-¡Responde bien!. ¿El que te gustaría?. Insistió Mateo.
-Me gustaría comeros la polla todos los días. Concluyó finalmente.
-Ummm. Así me gusta. Pasado mañana iremos a la playa nudista que hay aquí cerca. Con un poco de suerte igual, hasta nos encontramos con algún conocido. Te vas a hartar de mamar. Jaja. Vociferó Mateo, mientras compartía aquella carcajada con el resto de sus compañeros.
Aquellas risas dieron paso a un deleite consumado por la dedicación que Isa exhibía en su manera de proceder con cada uno de sus miembros. Tras chupársela con especial cariño a José Antonio, hizo lo propio con Luis Alberto, para volver a comenzar la ronda desde el principio y seguir así, hasta haber dado la vuelta al panel varias veces luego de aproximarse la primera hora de haber empezado a hacerlo.
La siguiente vez que Mateo se le pondría delante coincidiría también con ser la última. Estaban excitados hasta unos extremos, que ni haciendo memoria con denuedo conseguirían dar con otro episodio parecido a ese, por lo morboso que estaba resultando y por lo salvaje que se había vuelto todo.
Teniendo apenas media polla en el interior de su boca, comenzó a sentir como unos temblores se propagaban desde la parte baja de su escroto. En ese momento, supo que aquellos impulsos con los que era arremetido no tardaría mucho en hacerle culminar, por lo que se afanó con rapidez en sujetar la cabeza de esa chica, mientras empujaba su pene hacia lo más profundo de su cavidad, con intención de insertar dentro todo el tamaño que fuese capaz de albergar.
Cuando estaba a punto de enterrar su pequeña nariz contra la pelvis de Mateo, aquellos estertores se personaron con verdadera impaciencia, dejando bien claro que venían para quedarse, y que ninguna estrategia, retardante o distracción bien fundamentada iban a ser capaces de revertir el estado en el que se encontraba.
Su polla no tardó en revelar los primeros temblores, algo de lo que Isa se percató enseguida. Al dirigir sus ojos hacia arriba, pudo observar como aquel hombre mostraba la misma mirada estrábica a la que anteriormente había sucumbido Luis Alberto. En ese instante, tuvo claro a lo que se enfrentaba, periplo que empleó para prepararse mentalmente, amén de resignarse a aguardar inmóvil ante lo que estaba a punto de acontecer.
Aquel enorme pene que yacía alojado en su garganta procedió a vibrar de manera descontrolada, mientras Mateo efectuaba ciertos movimientos con su cadera, que, si cabe, favorecían que su miembro se introdujese cada vez más. Cuando un grito ensordecedor anunció a todos el comienzo de su orgasmo, Isa notaba como las primeras gotas de su esperma comenzaban a resbalar a través de su esófago, hasta que de pronto, un denso chorro de enormes proporciones salió despedido de su capullo, estrellándose directamente en lo más profundo de su tubo digestivo. Este primer envite vino acompañado por otros de similar potencia y espesor, que con la fuerza de un portazo golpearon las paredes de su garganta, haciéndola partícipe de cada emanación que aquella polla derramaba.
Por fin Mateo se había corrido.
Esta vez, no hizo falta que le pidieran que tragase nada, pues tal decisión se había visto arrastrada por las vicisitudes propias de los acontecimientos. La mayoría del semen fue deslizándose él solo hacia el interior, a medida que era expulsado sin más ayuda que la de la propia eyaculación. Por eso, en el momento en que extrajo el pene de su boca, apenas quedaba ya nada por engullir.
Percibiéndose especialmente complacido, deslizó su mano derecha a lo largo del contorno de sus mejillas, para seguidamente consagrarla mediante una pequeña cachetada.
Particular reacción que nacía con la pretensión de exteriorizar su agrado de cara al desempeño que aquella chica había llevado a cabo durante todo el encuentro, así como por su capacidad para tolerar tales demandas y cumplir apropiadamente con sus lascivos estándares de calidad.
Le sonrió una última vez, antes de dirigirse al baño y desaparecer en su interior durante un periodo de tiempo prolongado. Mientras tanto, el resto quedaron varados a su antojo, volviéndose a dispersar poco después; uno apartándose para ir a fumar, el otro en dirección a la cocina, e Isa, aguardando sola en el sofá, periodo que empleó para reflexionar y tratar de convencerse de que todo aquello había sido, sin duda, lo mejor que podía haberle ocurrido.