Mi esposa delante de mil ojos

Little Malay

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2 Dic 2025
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Mi esposa delante de mil ojos (1)


Llego y me siento en la primera fila. La butaca es vieja y cruje bajo mi peso.

El aire está cargado, caliente, con ese olor de teatro pequeño, de madera y tela antigua, mezclado con un remanente de otras funciones, un aroma espeso que siempre me resulta agradable.

Trago saliva y mi garganta se aprieta. Me he sentado cuatro butacas a la derecha de Diego Urzáiz, el director. Es el último día que ensayan, aunque no hacen un ensayo general al uso, sino un fin de semana de preparación.

Sé lo que voy a ver, y siento una punzada dura en el estómago. Sé que es real. Lo vi en los mensajes. Diego la llamó “puta obediente” y Carlota, mi esposa, respondió con corazones y emojis de diablo. Cada emoji es un latigazo.

En el escenario hay un futón negro, en el centro, que apenas se distingue del suelo negro. A la izquierda, en cuarenta y cinco grados, un sillón marrón oscuro, cuyas formarse recortan levemente contra la tela negra del fondo.

A la derecha, también en ángulo, un potro sexual. Pero no de tipo sofá, no. Más parecido a un banco de press, con apoyos para brazos y piernas más bajos que la superficie central en la que se pone el torso, y un añadido para colocar una cabeza con un agujero como el de las camillas de masaje, para hacer la cara de mi esposa más fácil de follar violentamente.

Sé que no es una actuación para ella, aunque lo disimule. Es actriz, pero no va a actuar. No sabe que yo lo sé, o quizás no está segura.

— Me encanta cuando me dominas así — decía Carlota en uno de los mensajes.

— Eso está bien. Pero si sólo lo hago yo es un juego para niñatas. Si eres mía, eres un objeto. Puedo hacer que te use cualquiera. Empezando por Javi en escena, y siguiendo por quien se me canten los cojones.

Ella respondió con emoticonos de salpicaduras. Los repitió, durante varios mensajes. Unas horas más tarde, de madrugada, habían más mensajes de ella, con más salpicaduras. Y más, unas horas después, hasta que volvía a aparecer Diego en un mensaje mañanero, diciendo “no se te ocurra llegar tarde, puta de mierda, o le doy el papel a la primera golfa que me encuentre”.

Y aquí estoy, esperando verlo.


Sobre el escenario, bajo luces suaves y anaranjadas, está mi mujer. Desnuda. Su piel reluce ligeramente por la temperatura del lugar, o por su nerviosismo, un brillo dorado que recorre su cuerpo. Parece una estatua, pálida bajo los focos, con las curvas exageradas por una luz cenital fuerte. Sus pechos llenos subiendo con cada respiración agitada y las sombras marcan su cintura estrecha, pronunciando aún más las anchas caderas.

Me saluda desde el escenario con la mano, una sonrisa breve. Pretende resultar cómplice.

El corazón me palpita con fuerza y siento el sudor en mi costado, pero respondo con una sonrisa.

Hay unas pocas personas más en la sala. Un par de familiares de actores y, supongo, amigos. Quizá alguno que ha traído Diego para que vea la mercancía que se follará más adelante. Sentados atrás, charlando bajito.

Dos técnicos que ajustan una estructura al fondo. Un actor secundario apoyado en una pared lateral, mirando a mi mujer.

Aparece una chica con un pinganillo en la oreja, con un un vestido en la mano, para Carlota, y deja caer unas sandalias a sus pies. Mi esposa hace el vestido una tira con las manos y se lo pone por la cabeza, dejándolo caer hasta que lo sostienen los tirantes y sobre todo la presión sobre sus dos enormes tetas. El vestido es mínimo, de tela finísima. Casi del color de su carne, blanca. La falda llega levemente por debajo de su coño. Se pone las sandalias.

Diego, sentado en primera fila, a cuatro butacas a mi izquierda. Lleva una camisa oscura remangada hasta los codos, exhibiendo los brazos fuertes y tensos. La espalda, ancha. Bajito. Unos sesenta años.

Está ligeramente inclinado hacia adelante. Sus ojos recorren lentamente el cuerpo de mi mujer.

“Si eres mía, eres un objeto”.

Ella lo mira estática, seria, con las manos a ambos lados de su culo. Sin dejar de observarla, él levanta la mano, exigiendo silencio con autoridad. Su gesto es seco. Los murmullos detrás se apagan instantáneamente.

Siento que el silencio me retumba en las orejas.

Dos telones diagonales salen del costado y, con un susurro sedoso, tapan el sillón y el potro, y en el centro queda Carlota.

— ¡Entrando! — grita Diego, su voz cortando el aire como un látigo.

Y entran. Tres actores, un chico y dos chicas, vestidos de verano, sus ropas crujen al moverse. Desde los altavoces suena una música casi irreconocible con risas y voces de fiesta. Los actores en escena hablan con Carlota, que sonríe. La rodean. Animados, pero no los escucho.

Javi Delgado, el actor principal y un buen amigo, emerge de atrás entre los telones, completamente desnudo. La mira y avanza lentamente.

Como Carlota me dijo, su polla es enorme, y cuelga llegando casi a la mitad de su muslo. Gorda como un vaso de cubata.

Ellos siguen charlando, una de las chicas enmudece, mirando a Javi acercarse, y empieza a irse. Javi se acerca más, y el chico se da la vuelta. Los telones diagonales se van retirando levemente mientras Javi alcanza a mi mujer por detrás y la otra chica se da la vuelta para salir de escena, en silencio.

Carlota los mira irse, extrañada.

— Brazos. — dice Diego, sin gritar, pero de forma que, me parece, todo el teatro puede oirle.

Javier agarra por los brazos a mi esposa, los dedos hundiéndose en su piel blanca, dejando marcas rosadas que florecen como fuego, y la hace ponerse recta, presionándolos hacia arriba. Sus pechos se alzan, y los pezones sobresalen más de la tela mínima.

— ¡El agarre no, imbécil! El cuello. — corrige Diego con tono seco, resonando en el silencio.

Javi ni siquiera asiente. La rodea con un brazo por el cuello. Las venas se marcan en su garganta pálida. El otro brazo va a su cadera, clavándole los dedos.

Carlota trata de coger aire y agarra con ambas manos el brazo que la asfixia, mirando a Diego a los ojos.

— Más fuerte. — exige el director.

Javier aprieta más, llevándola levemente hacia atrás. La inclinación hace que sus tetas se mueva y su coño se vea bajo la falda. Sus muslos carnosos tiemblan y los pies se ponen levemente de puntillas.

Mis manos se crispan en los reposabrazos.

— Más piernas, puta. — dice Diego.

Ella intenta liberarse. Sus piernas buscan apoyo a los lados, abriéndose con el forcejeo para que el público vea mejor su coño. Forcejea más contra el brazo de Javier, pero no puede siquiera moverle. Los impulsos se estrellan contra él, plantado en el suelo como un árbol, y sólo consiguen hacer botar más sus tetas, con un tirante cayendo por su brazo y ese pezón ya escapando de la tela.

Diego me mira por un segundo. Pero no puedo apartar los ojos de mi esposa.

“Puta”... Aún el personaje es sólo una mujer asaltada.

— La cara, ponla en su sitio ya. — dice Diego, con voz suave, pero potente. Él mismo es uno de los mejores actores de teatro que conozco.

La mano de Javier sube a los labios de Carlota y luego se abre, cubriendo por completo su rostro hasta que sus dedos se aprietan contra su frente, el pulgar y el meñique contra la mandíbula de mi mujer; veo los ojos de ella encerrados entre los dedos de mi amigo, como rejas. Ella jadea contra la palma de la mano, “no, nnn-no…”.

Diego asiente despacio, aprobando desde su silla.

— ¡Tetas! — ordena Diego, seco.

Javi obedece al instante. Una mano sigue en su cara, apretándola contra él, y la otra pega un tirón del vestido para liberar los pechos de mi esposa. Lleva la mano abierta hacia abajo y ataca, azotando una montaña de carne, luego la otra teta, vuelta a la primera, ¡plas! ¡plas! ¡plas! Y las recorre, apretándolas y frotándolas, aunque no puede abarcar las ubres completas como sí puede abarcar toda su cara. Las rodillas de Carlota se contraen una sobre la otra, mientras suelta grititos, ah!, ah!, y trata de mirar a Diego entre los dedos de Javier.

— ¡Porooo! — grita Carlota al fin, contra la mano de Javier. Creo que es “para”.

Javi suelta su cara y lleva ambas manos al vestido ya bajo los pechos de Carlota, y tira con fuerza, rasgándolo desde el centro con un chasquido y un rraaass agudo.

La tela cede y sus curvas explotan libres: las tetas enormes bamboleándose, un pie ligeramente hacia adelante, como si fuese a caer del escenario, con las manos equilibrándose y mirando al fondo del teatro, los ojos como platos y la boca abierta. Los muslos parecen contraerse rápidamente, una luz nadir, desde el suelo, hace brillar su coño depilado y destaca repentinamente más sus pechos.

Son sus tetas, pienso. Probablemente sin esas tetas no tendría el papel.

Javi la agarra de nuevo justo después por ambos pechos, con el vestido a jirones a ambos lados de su cuerpo. Carlota se estremece, cierra los ojos un instante, se muerde el labio inferior y gira la cara, dejándose hacer.

— Elena, brazos ya, coño. — exige Diego, cortante.

Su torso se retuerce, intentando liberarse, pero las tetas sólo se estiran contra las manos de Javi. El se aprieta contra ella y lleva la boca a su cuello, con un sonoro “aaahh” mientras saca la lengua y la lame hasta la cara.

— ¡Para! — suplica Carlota, girando la cara para huir de él.

Diego hace un chasquido con los dedos, y Javi la coge del cuello, con fuerza, echándola sobre su hombro y buscándole la boca con la lengua. Ella la cierra los ojos, sus labios se cierran mientras no puede evitar que su atacante los lama. Las piernas de ella están cada vez más abiertas por el forcejeo, mostrando los labios del coño, las caderas luchando por zafarse.

— ¡Abre las piernas más, puta! — ruge Diego.

Carlota separa más una pierna, bajando su centro de gravedad, exponiendo completamente su coño, y permitiendo que Javi le empuje la lengua en la boca.

Quiero apartar los ojos, pero no puedo. Miro a Diego, que sonríe ahora, mirándo a mi esposa a la cara.

Las luces, la posición, la forma de diseñar el forcejeo. Mi mujer es carne expuesta. El asalto es pornográfico. Su sudor brilla como cristal y el corazón me late en la garganta.

— Ponla en su sitio — ordena Diego, proyectando la voz con intensidad.

Javi le traba una pierna a Carlota desde el exterior y el codo de la mano que agarra su cuello se eleva, para empujarla hacia abajo. Las piernas de mi esposa colapsan y cae de rodillas en el futón. Las tetas se bambolean violentamente, y Javier cae con ella, empujándola de inmediato y tirándola boca abajo.

— ¡No! ¡Socorro!!— grita Carlota.

Javi se pone a horcajadas sobre su culo y deja su peso caer, con la polla hacia delante. Tira del vestido, que ya sólo se aguantaba con los tirantes, haciéndolos saltar con un chasquido seco. Javi arroja el vestido al pasillo central entre las primeras butacas. La coge del pelo, y el primer telón trasero se abre, dejando ver una enorme pantalla. Cinco cámaras la alimentan: una frontal empieza, con las tetas aplastadas contra el futón y la cara descompuesta de Carlota en primer plano. La imagen da paso a otra, que debe estar en el palco el techo, sobre el palco, cogiéndolos en un ángulo de 40 grados con un gran zoom para que llenen la pantalla a toda definición. Aparecen dos planos laterales y luego uno cenital en el que la enorme polla de Javier destaca contra la espalda de mi esposa. Y la pantalla vuelve a la primera imagen, más sexual, con las tetas y la cara de Carlota.

— Javier, la de arriba.

Javi se echa un poco hacia atrás para acomodar su rabo entre las nalgas de mi esposa.

— ¡Dale ya! — ruge Diego, cortante.

Javi la agarra del pelo, tirándo de su cabeza hacia atrás, lleva sus rodillas entre los muslos de Carlota y los separa. Apoya la enorme vergaza en su culo y Carlota chilla a pleno pulmón, con la cara desencajada y los ojos en blanco por el dolor genuino del enorme rabo entrando en su culo a la fuerza.

La pantalla lo muestra a la perfección, con un zoom impecable: la polla forzando su culo, piel estirándose al límite, y una cámara superlenta muestra las ondas sobre su culo llegando a su espalda mientras ella aúlla.

— ¡AAAAARRRGGHHGGgg!!! ¡aahh.. aaah!! ¡No!!! ahh!— chilla Carlota, su voz quebrándose.

— ¡Lucha, golfa! — grita Diego, voz como un látigo.

Carlota intenta empujar a Javi con una mano, la otra clavando los dedos en el futón, las tetas aplastadas. Javi embiste, fuerte y profundo, plaf! plaf! contra su culo, con una mano tirándole del pelo y la otra sobre el futón.

Ella nunca me dejó meterle la polla por el culo. Dedos y juguetes pequeños. El rabo de Javi es inmenso, y la está reventando a dos metros de mí.

Los gritos de mi esposa llenan el teatro, acompasados al plaf! plaf!, y Javi gime, gruñe, se ríe, mientras ella parece morirse de dolor.

PLAF! PLAF! PLAF!

— ¡Clava! — proyecta Diego, seco.

Javi sale un poco más que en las embestidas anteriores, y vuelve a meterle la polla a Carlota, con más fuerza. La cámara capta esa metida con un zoom detallado de la carne invadiendo el ano enrojecido hasta desaparecer por completo.

Mi amigo Javier echa el cuerpo completo sobre mi mujer, mete un brazo bajo su cuello y con la otra mano la coge del hombro, como si pudiera apretarla contra él y contra su polla para follarla más. Se mantiene ahí, pegando su cara a la oreja de Carlota, mientras a ella le caen lágrimas y un pequeño hilo de babas de la boca, con un sonido ahogado saliendo de su garganta estrangulada.


Continuará.
 
Mi esposa delante de mil ojos (1)


Llego y me siento en la primera fila. La butaca es vieja y cruje bajo mi peso.

El aire está cargado, caliente, con ese olor de teatro pequeño, de madera y tela antigua, mezclado con un remanente de otras funciones, un aroma espeso que siempre me resulta agradable.

Trago saliva y mi garganta se aprieta. Me he sentado cuatro butacas a la derecha de Diego Urzáiz, el director. Es el último día que ensayan, aunque no hacen un ensayo general al uso, sino un fin de semana de preparación.

Sé lo que voy a ver, y siento una punzada dura en el estómago. Sé que es real. Lo vi en los mensajes. Diego la llamó “puta obediente” y Carlota, mi esposa, respondió con corazones y emojis de diablo. Cada emoji es un latigazo.

En el escenario hay un futón negro, en el centro, que apenas se distingue del suelo negro. A la izquierda, en cuarenta y cinco grados, un sillón marrón oscuro, cuyas formarse recortan levemente contra la tela negra del fondo.

A la derecha, también en ángulo, un potro sexual. Pero no de tipo sofá, no. Más parecido a un banco de press, con apoyos para brazos y piernas más bajos que la superficie central en la que se pone el torso, y un añadido para colocar una cabeza con un agujero como el de las camillas de masaje, para hacer la cara de mi esposa más fácil de follar violentamente.

Sé que no es una actuación para ella, aunque lo disimule. Es actriz, pero no va a actuar. No sabe que yo lo sé, o quizás no está segura.

— Me encanta cuando me dominas así — decía Carlota en uno de los mensajes.

— Eso está bien. Pero si sólo lo hago yo es un juego para niñatas. Si eres mía, eres un objeto. Puedo hacer que te use cualquiera. Empezando por Javi en escena, y siguiendo por quien se me canten los cojones.

Ella respondió con emoticonos de salpicaduras. Los repitió, durante varios mensajes. Unas horas más tarde, de madrugada, habían más mensajes de ella, con más salpicaduras. Y más, unas horas después, hasta que volvía a aparecer Diego en un mensaje mañanero, diciendo “no se te ocurra llegar tarde, puta de mierda, o le doy el papel a la primera golfa que me encuentre”.

Y aquí estoy, esperando verlo.


Sobre el escenario, bajo luces suaves y anaranjadas, está mi mujer. Desnuda. Su piel reluce ligeramente por la temperatura del lugar, o por su nerviosismo, un brillo dorado que recorre su cuerpo. Parece una estatua, pálida bajo los focos, con las curvas exageradas por una luz cenital fuerte. Sus pechos llenos subiendo con cada respiración agitada y las sombras marcan su cintura estrecha, pronunciando aún más las anchas caderas.

Me saluda desde el escenario con la mano, una sonrisa breve. Pretende resultar cómplice.

El corazón me palpita con fuerza y siento el sudor en mi costado, pero respondo con una sonrisa.

Hay unas pocas personas más en la sala. Un par de familiares de actores y, supongo, amigos. Quizá alguno que ha traído Diego para que vea la mercancía que se follará más adelante. Sentados atrás, charlando bajito.

Dos técnicos que ajustan una estructura al fondo. Un actor secundario apoyado en una pared lateral, mirando a mi mujer.

Aparece una chica con un pinganillo en la oreja, con un un vestido en la mano, para Carlota, y deja caer unas sandalias a sus pies. Mi esposa hace el vestido una tira con las manos y se lo pone por la cabeza, dejándolo caer hasta que lo sostienen los tirantes y sobre todo la presión sobre sus dos enormes tetas. El vestido es mínimo, de tela finísima. Casi del color de su carne, blanca. La falda llega levemente por debajo de su coño. Se pone las sandalias.

Diego, sentado en primera fila, a cuatro butacas a mi izquierda. Lleva una camisa oscura remangada hasta los codos, exhibiendo los brazos fuertes y tensos. La espalda, ancha. Bajito. Unos sesenta años.

Está ligeramente inclinado hacia adelante. Sus ojos recorren lentamente el cuerpo de mi mujer.

“Si eres mía, eres un objeto”.

Ella lo mira estática, seria, con las manos a ambos lados de su culo. Sin dejar de observarla, él levanta la mano, exigiendo silencio con autoridad. Su gesto es seco. Los murmullos detrás se apagan instantáneamente.

Siento que el silencio me retumba en las orejas.

Dos telones diagonales salen del costado y, con un susurro sedoso, tapan el sillón y el potro, y en el centro queda Carlota.

— ¡Entrando! — grita Diego, su voz cortando el aire como un látigo.

Y entran. Tres actores, un chico y dos chicas, vestidos de verano, sus ropas crujen al moverse. Desde los altavoces suena una música casi irreconocible con risas y voces de fiesta. Los actores en escena hablan con Carlota, que sonríe. La rodean. Animados, pero no los escucho.

Javi Delgado, el actor principal y un buen amigo, emerge de atrás entre los telones, completamente desnudo. La mira y avanza lentamente.

Como Carlota me dijo, su polla es enorme, y cuelga llegando casi a la mitad de su muslo. Gorda como un vaso de cubata.

Ellos siguen charlando, una de las chicas enmudece, mirando a Javi acercarse, y empieza a irse. Javi se acerca más, y el chico se da la vuelta. Los telones diagonales se van retirando levemente mientras Javi alcanza a mi mujer por detrás y la otra chica se da la vuelta para salir de escena, en silencio.

Carlota los mira irse, extrañada.

— Brazos. — dice Diego, sin gritar, pero de forma que, me parece, todo el teatro puede oirle.

Javier agarra por los brazos a mi esposa, los dedos hundiéndose en su piel blanca, dejando marcas rosadas que florecen como fuego, y la hace ponerse recta, presionándolos hacia arriba. Sus pechos se alzan, y los pezones sobresalen más de la tela mínima.

— ¡El agarre no, imbécil! El cuello. — corrige Diego con tono seco, resonando en el silencio.

Javi ni siquiera asiente. La rodea con un brazo por el cuello. Las venas se marcan en su garganta pálida. El otro brazo va a su cadera, clavándole los dedos.

Carlota trata de coger aire y agarra con ambas manos el brazo que la asfixia, mirando a Diego a los ojos.

— Más fuerte. — exige el director.

Javier aprieta más, llevándola levemente hacia atrás. La inclinación hace que sus tetas se mueva y su coño se vea bajo la falda. Sus muslos carnosos tiemblan y los pies se ponen levemente de puntillas.

Mis manos se crispan en los reposabrazos.

— Más piernas, puta. — dice Diego.

Ella intenta liberarse. Sus piernas buscan apoyo a los lados, abriéndose con el forcejeo para que el público vea mejor su coño. Forcejea más contra el brazo de Javier, pero no puede siquiera moverle. Los impulsos se estrellan contra él, plantado en el suelo como un árbol, y sólo consiguen hacer botar más sus tetas, con un tirante cayendo por su brazo y ese pezón ya escapando de la tela.

Diego me mira por un segundo. Pero no puedo apartar los ojos de mi esposa.

“Puta”... Aún el personaje es sólo una mujer asaltada.

— La cara, ponla en su sitio ya. — dice Diego, con voz suave, pero potente. Él mismo es uno de los mejores actores de teatro que conozco.

La mano de Javier sube a los labios de Carlota y luego se abre, cubriendo por completo su rostro hasta que sus dedos se aprietan contra su frente, el pulgar y el meñique contra la mandíbula de mi mujer; veo los ojos de ella encerrados entre los dedos de mi amigo, como rejas. Ella jadea contra la palma de la mano, “no, nnn-no…”.

Diego asiente despacio, aprobando desde su silla.

— ¡Tetas! — ordena Diego, seco.

Javi obedece al instante. Una mano sigue en su cara, apretándola contra él, y la otra pega un tirón del vestido para liberar los pechos de mi esposa. Lleva la mano abierta hacia abajo y ataca, azotando una montaña de carne, luego la otra teta, vuelta a la primera, ¡plas! ¡plas! ¡plas! Y las recorre, apretándolas y frotándolas, aunque no puede abarcar las ubres completas como sí puede abarcar toda su cara. Las rodillas de Carlota se contraen una sobre la otra, mientras suelta grititos, ah!, ah!, y trata de mirar a Diego entre los dedos de Javier.

— ¡Porooo! — grita Carlota al fin, contra la mano de Javier. Creo que es “para”.

Javi suelta su cara y lleva ambas manos al vestido ya bajo los pechos de Carlota, y tira con fuerza, rasgándolo desde el centro con un chasquido y un rraaass agudo.

La tela cede y sus curvas explotan libres: las tetas enormes bamboleándose, un pie ligeramente hacia adelante, como si fuese a caer del escenario, con las manos equilibrándose y mirando al fondo del teatro, los ojos como platos y la boca abierta. Los muslos parecen contraerse rápidamente, una luz nadir, desde el suelo, hace brillar su coño depilado y destaca repentinamente más sus pechos.

Son sus tetas, pienso. Probablemente sin esas tetas no tendría el papel.

Javi la agarra de nuevo justo después por ambos pechos, con el vestido a jirones a ambos lados de su cuerpo. Carlota se estremece, cierra los ojos un instante, se muerde el labio inferior y gira la cara, dejándose hacer.

— Elena, brazos ya, coño. — exige Diego, cortante.

Su torso se retuerce, intentando liberarse, pero las tetas sólo se estiran contra las manos de Javi. El se aprieta contra ella y lleva la boca a su cuello, con un sonoro “aaahh” mientras saca la lengua y la lame hasta la cara.

— ¡Para! — suplica Carlota, girando la cara para huir de él.

Diego hace un chasquido con los dedos, y Javi la coge del cuello, con fuerza, echándola sobre su hombro y buscándole la boca con la lengua. Ella la cierra los ojos, sus labios se cierran mientras no puede evitar que su atacante los lama. Las piernas de ella están cada vez más abiertas por el forcejeo, mostrando los labios del coño, las caderas luchando por zafarse.

— ¡Abre las piernas más, puta! — ruge Diego.

Carlota separa más una pierna, bajando su centro de gravedad, exponiendo completamente su coño, y permitiendo que Javi le empuje la lengua en la boca.

Quiero apartar los ojos, pero no puedo. Miro a Diego, que sonríe ahora, mirándo a mi esposa a la cara.

Las luces, la posición, la forma de diseñar el forcejeo. Mi mujer es carne expuesta. El asalto es pornográfico. Su sudor brilla como cristal y el corazón me late en la garganta.

— Ponla en su sitio — ordena Diego, proyectando la voz con intensidad.

Javi le traba una pierna a Carlota desde el exterior y el codo de la mano que agarra su cuello se eleva, para empujarla hacia abajo. Las piernas de mi esposa colapsan y cae de rodillas en el futón. Las tetas se bambolean violentamente, y Javier cae con ella, empujándola de inmediato y tirándola boca abajo.

— ¡No! ¡Socorro!!— grita Carlota.

Javi se pone a horcajadas sobre su culo y deja su peso caer, con la polla hacia delante. Tira del vestido, que ya sólo se aguantaba con los tirantes, haciéndolos saltar con un chasquido seco. Javi arroja el vestido al pasillo central entre las primeras butacas. La coge del pelo, y el primer telón trasero se abre, dejando ver una enorme pantalla. Cinco cámaras la alimentan: una frontal empieza, con las tetas aplastadas contra el futón y la cara descompuesta de Carlota en primer plano. La imagen da paso a otra, que debe estar en el palco el techo, sobre el palco, cogiéndolos en un ángulo de 40 grados con un gran zoom para que llenen la pantalla a toda definición. Aparecen dos planos laterales y luego uno cenital en el que la enorme polla de Javier destaca contra la espalda de mi esposa. Y la pantalla vuelve a la primera imagen, más sexual, con las tetas y la cara de Carlota.

— Javier, la de arriba.

Javi se echa un poco hacia atrás para acomodar su rabo entre las nalgas de mi esposa.

— ¡Dale ya! — ruge Diego, cortante.

Javi la agarra del pelo, tirándo de su cabeza hacia atrás, lleva sus rodillas entre los muslos de Carlota y los separa. Apoya la enorme vergaza en su culo y Carlota chilla a pleno pulmón, con la cara desencajada y los ojos en blanco por el dolor genuino del enorme rabo entrando en su culo a la fuerza.

La pantalla lo muestra a la perfección, con un zoom impecable: la polla forzando su culo, piel estirándose al límite, y una cámara superlenta muestra las ondas sobre su culo llegando a su espalda mientras ella aúlla.

— ¡AAAAARRRGGHHGGgg!!! ¡aahh.. aaah!! ¡No!!! ahh!— chilla Carlota, su voz quebrándose.

— ¡Lucha, golfa! — grita Diego, voz como un látigo.

Carlota intenta empujar a Javi con una mano, la otra clavando los dedos en el futón, las tetas aplastadas. Javi embiste, fuerte y profundo, plaf! plaf! contra su culo, con una mano tirándole del pelo y la otra sobre el futón.

Ella nunca me dejó meterle la polla por el culo. Dedos y juguetes pequeños. El rabo de Javi es inmenso, y la está reventando a dos metros de mí.

Los gritos de mi esposa llenan el teatro, acompasados al plaf! plaf!, y Javi gime, gruñe, se ríe, mientras ella parece morirse de dolor.

PLAF! PLAF! PLAF!

— ¡Clava! — proyecta Diego, seco.

Javi sale un poco más que en las embestidas anteriores, y vuelve a meterle la polla a Carlota, con más fuerza. La cámara capta esa metida con un zoom detallado de la carne invadiendo el ano enrojecido hasta desaparecer por completo.

Mi amigo Javier echa el cuerpo completo sobre mi mujer, mete un brazo bajo su cuello y con la otra mano la coge del hombro, como si pudiera apretarla contra él y contra su polla para follarla más. Se mantiene ahí, pegando su cara a la oreja de Carlota, mientras a ella le caen lágrimas y un pequeño hilo de babas de la boca, con un sonido ahogado saliendo de su garganta estrangulada.


Continuará.
Brutal!
 
Mi esposa delante de mil ojos (1)


Llego y me siento en la primera fila. La butaca es vieja y cruje bajo mi peso.

El aire está cargado, caliente, con ese olor de teatro pequeño, de madera y tela antigua, mezclado con un remanente de otras funciones, un aroma espeso que siempre me resulta agradable.

Trago saliva y mi garganta se aprieta. Me he sentado cuatro butacas a la derecha de Diego Urzáiz, el director. Es el último día que ensayan, aunque no hacen un ensayo general al uso, sino un fin de semana de preparación.

Sé lo que voy a ver, y siento una punzada dura en el estómago. Sé que es real. Lo vi en los mensajes. Diego la llamó “puta obediente” y Carlota, mi esposa, respondió con corazones y emojis de diablo. Cada emoji es un latigazo.

En el escenario hay un futón negro, en el centro, que apenas se distingue del suelo negro. A la izquierda, en cuarenta y cinco grados, un sillón marrón oscuro, cuyas formarse recortan levemente contra la tela negra del fondo.

A la derecha, también en ángulo, un potro sexual. Pero no de tipo sofá, no. Más parecido a un banco de press, con apoyos para brazos y piernas más bajos que la superficie central en la que se pone el torso, y un añadido para colocar una cabeza con un agujero como el de las camillas de masaje, para hacer la cara de mi esposa más fácil de follar violentamente.

Sé que no es una actuación para ella, aunque lo disimule. Es actriz, pero no va a actuar. No sabe que yo lo sé, o quizás no está segura.

— Me encanta cuando me dominas así — decía Carlota en uno de los mensajes.

— Eso está bien. Pero si sólo lo hago yo es un juego para niñatas. Si eres mía, eres un objeto. Puedo hacer que te use cualquiera. Empezando por Javi en escena, y siguiendo por quien se me canten los cojones.

Ella respondió con emoticonos de salpicaduras. Los repitió, durante varios mensajes. Unas horas más tarde, de madrugada, habían más mensajes de ella, con más salpicaduras. Y más, unas horas después, hasta que volvía a aparecer Diego en un mensaje mañanero, diciendo “no se te ocurra llegar tarde, puta de mierda, o le doy el papel a la primera golfa que me encuentre”.

Y aquí estoy, esperando verlo.


Sobre el escenario, bajo luces suaves y anaranjadas, está mi mujer. Desnuda. Su piel reluce ligeramente por la temperatura del lugar, o por su nerviosismo, un brillo dorado que recorre su cuerpo. Parece una estatua, pálida bajo los focos, con las curvas exageradas por una luz cenital fuerte. Sus pechos llenos subiendo con cada respiración agitada y las sombras marcan su cintura estrecha, pronunciando aún más las anchas caderas.

Me saluda desde el escenario con la mano, una sonrisa breve. Pretende resultar cómplice.

El corazón me palpita con fuerza y siento el sudor en mi costado, pero respondo con una sonrisa.

Hay unas pocas personas más en la sala. Un par de familiares de actores y, supongo, amigos. Quizá alguno que ha traído Diego para que vea la mercancía que se follará más adelante. Sentados atrás, charlando bajito.

Dos técnicos que ajustan una estructura al fondo. Un actor secundario apoyado en una pared lateral, mirando a mi mujer.

Aparece una chica con un pinganillo en la oreja, con un un vestido en la mano, para Carlota, y deja caer unas sandalias a sus pies. Mi esposa hace el vestido una tira con las manos y se lo pone por la cabeza, dejándolo caer hasta que lo sostienen los tirantes y sobre todo la presión sobre sus dos enormes tetas. El vestido es mínimo, de tela finísima. Casi del color de su carne, blanca. La falda llega levemente por debajo de su coño. Se pone las sandalias.

Diego, sentado en primera fila, a cuatro butacas a mi izquierda. Lleva una camisa oscura remangada hasta los codos, exhibiendo los brazos fuertes y tensos. La espalda, ancha. Bajito. Unos sesenta años.

Está ligeramente inclinado hacia adelante. Sus ojos recorren lentamente el cuerpo de mi mujer.

“Si eres mía, eres un objeto”.

Ella lo mira estática, seria, con las manos a ambos lados de su culo. Sin dejar de observarla, él levanta la mano, exigiendo silencio con autoridad. Su gesto es seco. Los murmullos detrás se apagan instantáneamente.

Siento que el silencio me retumba en las orejas.

Dos telones diagonales salen del costado y, con un susurro sedoso, tapan el sillón y el potro, y en el centro queda Carlota.

— ¡Entrando! — grita Diego, su voz cortando el aire como un látigo.

Y entran. Tres actores, un chico y dos chicas, vestidos de verano, sus ropas crujen al moverse. Desde los altavoces suena una música casi irreconocible con risas y voces de fiesta. Los actores en escena hablan con Carlota, que sonríe. La rodean. Animados, pero no los escucho.

Javi Delgado, el actor principal y un buen amigo, emerge de atrás entre los telones, completamente desnudo. La mira y avanza lentamente.

Como Carlota me dijo, su polla es enorme, y cuelga llegando casi a la mitad de su muslo. Gorda como un vaso de cubata.

Ellos siguen charlando, una de las chicas enmudece, mirando a Javi acercarse, y empieza a irse. Javi se acerca más, y el chico se da la vuelta. Los telones diagonales se van retirando levemente mientras Javi alcanza a mi mujer por detrás y la otra chica se da la vuelta para salir de escena, en silencio.

Carlota los mira irse, extrañada.

— Brazos. — dice Diego, sin gritar, pero de forma que, me parece, todo el teatro puede oirle.

Javier agarra por los brazos a mi esposa, los dedos hundiéndose en su piel blanca, dejando marcas rosadas que florecen como fuego, y la hace ponerse recta, presionándolos hacia arriba. Sus pechos se alzan, y los pezones sobresalen más de la tela mínima.

— ¡El agarre no, imbécil! El cuello. — corrige Diego con tono seco, resonando en el silencio.

Javi ni siquiera asiente. La rodea con un brazo por el cuello. Las venas se marcan en su garganta pálida. El otro brazo va a su cadera, clavándole los dedos.

Carlota trata de coger aire y agarra con ambas manos el brazo que la asfixia, mirando a Diego a los ojos.

— Más fuerte. — exige el director.

Javier aprieta más, llevándola levemente hacia atrás. La inclinación hace que sus tetas se mueva y su coño se vea bajo la falda. Sus muslos carnosos tiemblan y los pies se ponen levemente de puntillas.

Mis manos se crispan en los reposabrazos.

— Más piernas, puta. — dice Diego.

Ella intenta liberarse. Sus piernas buscan apoyo a los lados, abriéndose con el forcejeo para que el público vea mejor su coño. Forcejea más contra el brazo de Javier, pero no puede siquiera moverle. Los impulsos se estrellan contra él, plantado en el suelo como un árbol, y sólo consiguen hacer botar más sus tetas, con un tirante cayendo por su brazo y ese pezón ya escapando de la tela.

Diego me mira por un segundo. Pero no puedo apartar los ojos de mi esposa.

“Puta”... Aún el personaje es sólo una mujer asaltada.

— La cara, ponla en su sitio ya. — dice Diego, con voz suave, pero potente. Él mismo es uno de los mejores actores de teatro que conozco.

La mano de Javier sube a los labios de Carlota y luego se abre, cubriendo por completo su rostro hasta que sus dedos se aprietan contra su frente, el pulgar y el meñique contra la mandíbula de mi mujer; veo los ojos de ella encerrados entre los dedos de mi amigo, como rejas. Ella jadea contra la palma de la mano, “no, nnn-no…”.

Diego asiente despacio, aprobando desde su silla.

— ¡Tetas! — ordena Diego, seco.

Javi obedece al instante. Una mano sigue en su cara, apretándola contra él, y la otra pega un tirón del vestido para liberar los pechos de mi esposa. Lleva la mano abierta hacia abajo y ataca, azotando una montaña de carne, luego la otra teta, vuelta a la primera, ¡plas! ¡plas! ¡plas! Y las recorre, apretándolas y frotándolas, aunque no puede abarcar las ubres completas como sí puede abarcar toda su cara. Las rodillas de Carlota se contraen una sobre la otra, mientras suelta grititos, ah!, ah!, y trata de mirar a Diego entre los dedos de Javier.

— ¡Porooo! — grita Carlota al fin, contra la mano de Javier. Creo que es “para”.

Javi suelta su cara y lleva ambas manos al vestido ya bajo los pechos de Carlota, y tira con fuerza, rasgándolo desde el centro con un chasquido y un rraaass agudo.

La tela cede y sus curvas explotan libres: las tetas enormes bamboleándose, un pie ligeramente hacia adelante, como si fuese a caer del escenario, con las manos equilibrándose y mirando al fondo del teatro, los ojos como platos y la boca abierta. Los muslos parecen contraerse rápidamente, una luz nadir, desde el suelo, hace brillar su coño depilado y destaca repentinamente más sus pechos.

Son sus tetas, pienso. Probablemente sin esas tetas no tendría el papel.

Javi la agarra de nuevo justo después por ambos pechos, con el vestido a jirones a ambos lados de su cuerpo. Carlota se estremece, cierra los ojos un instante, se muerde el labio inferior y gira la cara, dejándose hacer.

— Elena, brazos ya, coño. — exige Diego, cortante.

Su torso se retuerce, intentando liberarse, pero las tetas sólo se estiran contra las manos de Javi. El se aprieta contra ella y lleva la boca a su cuello, con un sonoro “aaahh” mientras saca la lengua y la lame hasta la cara.

— ¡Para! — suplica Carlota, girando la cara para huir de él.

Diego hace un chasquido con los dedos, y Javi la coge del cuello, con fuerza, echándola sobre su hombro y buscándole la boca con la lengua. Ella la cierra los ojos, sus labios se cierran mientras no puede evitar que su atacante los lama. Las piernas de ella están cada vez más abiertas por el forcejeo, mostrando los labios del coño, las caderas luchando por zafarse.

— ¡Abre las piernas más, puta! — ruge Diego.

Carlota separa más una pierna, bajando su centro de gravedad, exponiendo completamente su coño, y permitiendo que Javi le empuje la lengua en la boca.

Quiero apartar los ojos, pero no puedo. Miro a Diego, que sonríe ahora, mirándo a mi esposa a la cara.

Las luces, la posición, la forma de diseñar el forcejeo. Mi mujer es carne expuesta. El asalto es pornográfico. Su sudor brilla como cristal y el corazón me late en la garganta.

— Ponla en su sitio — ordena Diego, proyectando la voz con intensidad.

Javi le traba una pierna a Carlota desde el exterior y el codo de la mano que agarra su cuello se eleva, para empujarla hacia abajo. Las piernas de mi esposa colapsan y cae de rodillas en el futón. Las tetas se bambolean violentamente, y Javier cae con ella, empujándola de inmediato y tirándola boca abajo.

— ¡No! ¡Socorro!!— grita Carlota.

Javi se pone a horcajadas sobre su culo y deja su peso caer, con la polla hacia delante. Tira del vestido, que ya sólo se aguantaba con los tirantes, haciéndolos saltar con un chasquido seco. Javi arroja el vestido al pasillo central entre las primeras butacas. La coge del pelo, y el primer telón trasero se abre, dejando ver una enorme pantalla. Cinco cámaras la alimentan: una frontal empieza, con las tetas aplastadas contra el futón y la cara descompuesta de Carlota en primer plano. La imagen da paso a otra, que debe estar en el palco el techo, sobre el palco, cogiéndolos en un ángulo de 40 grados con un gran zoom para que llenen la pantalla a toda definición. Aparecen dos planos laterales y luego uno cenital en el que la enorme polla de Javier destaca contra la espalda de mi esposa. Y la pantalla vuelve a la primera imagen, más sexual, con las tetas y la cara de Carlota.

— Javier, la de arriba.

Javi se echa un poco hacia atrás para acomodar su rabo entre las nalgas de mi esposa.

— ¡Dale ya! — ruge Diego, cortante.

Javi la agarra del pelo, tirándo de su cabeza hacia atrás, lleva sus rodillas entre los muslos de Carlota y los separa. Apoya la enorme vergaza en su culo y Carlota chilla a pleno pulmón, con la cara desencajada y los ojos en blanco por el dolor genuino del enorme rabo entrando en su culo a la fuerza.

La pantalla lo muestra a la perfección, con un zoom impecable: la polla forzando su culo, piel estirándose al límite, y una cámara superlenta muestra las ondas sobre su culo llegando a su espalda mientras ella aúlla.

— ¡AAAAARRRGGHHGGgg!!! ¡aahh.. aaah!! ¡No!!! ahh!— chilla Carlota, su voz quebrándose.

— ¡Lucha, golfa! — grita Diego, voz como un látigo.

Carlota intenta empujar a Javi con una mano, la otra clavando los dedos en el futón, las tetas aplastadas. Javi embiste, fuerte y profundo, plaf! plaf! contra su culo, con una mano tirándole del pelo y la otra sobre el futón.

Ella nunca me dejó meterle la polla por el culo. Dedos y juguetes pequeños. El rabo de Javi es inmenso, y la está reventando a dos metros de mí.

Los gritos de mi esposa llenan el teatro, acompasados al plaf! plaf!, y Javi gime, gruñe, se ríe, mientras ella parece morirse de dolor.

PLAF! PLAF! PLAF!

— ¡Clava! — proyecta Diego, seco.

Javi sale un poco más que en las embestidas anteriores, y vuelve a meterle la polla a Carlota, con más fuerza. La cámara capta esa metida con un zoom detallado de la carne invadiendo el ano enrojecido hasta desaparecer por completo.

Mi amigo Javier echa el cuerpo completo sobre mi mujer, mete un brazo bajo su cuello y con la otra mano la coge del hombro, como si pudiera apretarla contra él y contra su polla para follarla más. Se mantiene ahí, pegando su cara a la oreja de Carlota, mientras a ella le caen lágrimas y un pequeño hilo de babas de la boca, con un sonido ahogado saliendo de su garganta estrangulada.


Continuará.
Que “ensayo”!!!
 
Mi esposa delante de mil ojos (2)


Hoy



Miro a un lado. Uno de los espectadores, supongo que familiar, o actor, o algo, tiene la mano en la frente y la boca abierta de par en par.

El director se levanta — Quieto. Quieto ahí.

A Carlota le caen lágrimas mientras cierra los ojos y se muerde el labio inferior, con las palmas de las manos abiertas. Intenta respirar y aguantar, con el enorme rabo de Javi enterrado en el culo.

O eso me parece. Quizá Diego ya le ha reventado tanto el culo a solas que está actuando.

Este se acerca al escenario, se inclina levemente, y la mira. Su cara está a menos de un metro de la de mi esposa. Se puede ver en Javier el placer contenido, el temblor de su culo, mientras aplasta a mi esposa, estrangulándole el cuello con el brazo y pegándole la cara a la oreja. Intenta respirar más calmado, y eleva los ojos para mirar a Diego.

— No sé si me lo creo. ¿Te duele?

Ella abre los ojos y los eleva hacia el director mientras las lágrimas no dejan de caerle. Cierra la boca y asiente levemente con la cabeza, con la respiración entrecortada.

— No suficiente. Están violando al personaje, pero la actriz es demasiado golfa. Tienes demasiadas ganas de que te follen. Mañana tendrás que hacer que me lo crea. — Y, echándose hacia atrás, mira a la pantalla, y vuelve a observarles mientras se sienta — Javi, muévete.

Javi saca la lengua y con un “aaahhh” sonoro le lame la cara a mi esposa mientras su culo se echa hacia atrás para sacársela. Carlota suelta un quejido, y sus pechos tiemblan cuando Javi vuelve a meterla de un empujón.

¿Debería hacer algo?

Ella clava las uñas en el futón, empuja con los brazos como si intentase luchar contra el peso de su agresor, y eso hace que sus enormes y temblorosos melones parezcan aún más grandes.

Plaf… Plaff…


Hace seis meses.


— Me la van a meter, cariño, pero estamos actuando, no follando — me dijo, hace unos meses, en casa.

— Que te van a follar actuando, vamos.

— Pues dilo como quieras, pero es un papel importante, y con Diego coño, que es el mejor. Nunca he hecho una gira así. — dijo, como disculpándose.

— ¿Y las series? — inquirí.

— Este año sólo estaré con esto — respondió, recogiendo los pies en el sofá, negando con la cabeza y mirando a la pantalla apagada del salón.

La única victoria que sentía que podía sacar de la situación era describir mi hablar despacio y mirarla fijamente, describiendo mi punto con rotundidad. Gesticulé cada punto contando con los dedos de la mano.

— Así que dices que no a hacer, al menos, dos temporadas con Prime. Viggo Mortensen y la Verdú. Y Sutter de showrunner. Para que te follen en escena por todo el mundo durante un año.

Mi esposa se quedó en silencio, asintiendo con el ceño fruncido, sin mirarme.


Hoy


La sala permanece en silencio absoluto, roto únicamente por la respiración acelerada y audible de ella, las leves palmadas de la barriga de Javi y sus huevos contra el culo de mi mujer, y sus gruñidos.

Carlota mira al infinito de las puertas tras el patio de butacas, con los ojos y la boca abiertos.

Plaf, plaf…

— Más lento — dice Diego, con tranquilidad pero proyectando la voz, desde la butaca — Nos estás distrayendo de la cara de la puta.

Los dedos de Diego tamborilean suavemente en su rodilla, ritmo pausado, seguro, como marcando la cadencia precisa de cada penetración. Su otra mano se eleva, dando los ictus como si dirigiese una orquesta.

Javi mira la mano elevada y responde, ajustando su ritmo. Ahora cada embestida es deliberadamente larga y pausada.

Carlota gruñe, mm.. mm..

— Tetas ya. — suena la voz proyectada del director desde la butaca.

Javi sigue empujando en el culo de Carlota, que empieza a sonar más a “o-o-o…”, y lleva una mano bajo su axila, hasta su teta izquierda, agarrándola, como para clavarse más mientras la soba.

— Aaaahí está, ahí… Mira cómo empiezas a gemir, mira… — Dice Diego, mirando a mi mujer y sonriendo.

— ahh.. ahh.. no.. para… — gime ella, pidiendo que pare con más suavidad.

— Calla… Puta… — plaf, plaf —Te voy a dejar… ahh… — plaf! —El culo lleno de leche…

La cara enrojecida de mi mujer va cambiando progresivamente cuando Javi le agarra el pecho, y su ceño fruncido, su boca abierta, el aaahh oohhh… Ya suenan más al placer inevitable que su personaje tiene que llegar a sentir, mecánicamente, y que después le lleva a dejarse follar de forma entusiasta durante horas.


Hace dos meses


— Y se corre dentro de ti. — afirmo, mirándola fijamente. Intento mantener una sonrisa de lado y mostrar algo de suficiencia con ella, pero no tengo claro que me salga muy bien.

— Sólo cuando me folle el coño y la boca…

— Ahora lo dices bien — la interrumpí.

— Eso, vale, sólo se corre en el coño para que se vea el creampie con claridad, a veces en la cara, o en la boca.

— ¿A veces? — las cejas se me levantan solas.

— Cada representación será un poco distinta, Diego dice cuándo se me corre y dónde.

— Haz porno normal, que se hace una vez y luego la gente compra los vídeos o los ve y te van rentando. ¿Esto va a ayudar a tu carrera o a reventarla?

— Es el mejor, — me responde, ignorando la pregunta y sonriendo, como si fuese a decir algo que, seguro seguro, va a hacerme compartir su ilusión al respecto — y la obra tiene lo justo de experimental y lo justo de mainstream para que cale hondo. Diego está en escena, pero desde el patio de butacas, y el público ve cómo el director nos dirige.

— Que dirige cómo te follan.

— Sí.

— Y yo tengo que ir a ver cómo Javi te revienta el culo, te folla la boca y se corre en tu coño dirigido a voz en grito por Diego. ¿Cómo lo dice? “¿Fóllate a la puta?”

— A veces.

— ¿En serio?

— Sí coño, es pornografía y es morbo.

— Y vosotros vais como haciendo todo lo que él dice, como si improvisara o como si fuese un ensayo.

— Algo así. Él es como… El es nuestro amo, y hago todo lo que él me dice.

La miré a los ojos en silencio. No sabía si estaba aprovechando la oportunidad para decirme a la cara la verdad, enmascarada entre las frases que describen la obra, o era su forma habitual de hablar. No lograba recordar cómo había descrito siempre los guiones cuando me los contaba.

Despues, sólo fui capaz de mirar al suelo, en silencio.

Es actriz, me dije. Mi mujer es actriz.



Continuará.
 
Mi esposa delante de mil ojos (2)


Hoy



Miro a un lado. Uno de los espectadores, supongo que familiar, o actor, o algo, tiene la mano en la frente y la boca abierta de par en par.

El director se levanta — Quieto. Quieto ahí.

A Carlota le caen lágrimas mientras cierra los ojos y se muerde el labio inferior, con las palmas de las manos abiertas. Intenta respirar y aguantar, con el enorme rabo de Javi enterrado en el culo.

O eso me parece. Quizá Diego ya le ha reventado tanto el culo a solas que está actuando.

Este se acerca al escenario, se inclina levemente, y la mira. Su cara está a menos de un metro de la de mi esposa. Se puede ver en Javier el placer contenido, el temblor de su culo, mientras aplasta a mi esposa, estrangulándole el cuello con el brazo y pegándole la cara a la oreja. Intenta respirar más calmado, y eleva los ojos para mirar a Diego.

— No sé si me lo creo. ¿Te duele?

Ella abre los ojos y los eleva hacia el director mientras las lágrimas no dejan de caerle. Cierra la boca y asiente levemente con la cabeza, con la respiración entrecortada.

— No suficiente. Están violando al personaje, pero la actriz es demasiado golfa. Tienes demasiadas ganas de que te follen. Mañana tendrás que hacer que me lo crea. — Y, echándose hacia atrás, mira a la pantalla, y vuelve a observarles mientras se sienta — Javi, muévete.

Javi saca la lengua y con un “aaahhh” sonoro le lame la cara a mi esposa mientras su culo se echa hacia atrás para sacársela. Carlota suelta un quejido, y sus pechos tiemblan cuando Javi vuelve a meterla de un empujón.

¿Debería hacer algo?

Ella clava las uñas en el futón, empuja con los brazos como si intentase luchar contra el peso de su agresor, y eso hace que sus enormes y temblorosos melones parezcan aún más grandes.

Plaf… Plaff…


Hace seis meses.


— Me la van a meter, cariño, pero estamos actuando, no follando — me dijo, hace unos meses, en casa.

— Que te van a follar actuando, vamos.

— Pues dilo como quieras, pero es un papel importante, y con Diego coño, que es el mejor. Nunca he hecho una gira así. — dijo, como disculpándose.

— ¿Y las series? — inquirí.

— Este año sólo estaré con esto — respondió, recogiendo los pies en el sofá, negando con la cabeza y mirando a la pantalla apagada del salón.

La única victoria que sentía que podía sacar de la situación era describir mi hablar despacio y mirarla fijamente, describiendo mi punto con rotundidad. Gesticulé cada punto contando con los dedos de la mano.

— Así que dices que no a hacer, al menos, dos temporadas con Prime. Viggo Mortensen y la Verdú. Y Sutter de showrunner. Para que te follen en escena por todo el mundo durante un año.

Mi esposa se quedó en silencio, asintiendo con el ceño fruncido, sin mirarme.


Hoy


La sala permanece en silencio absoluto, roto únicamente por la respiración acelerada y audible de ella, las leves palmadas de la barriga de Javi y sus huevos contra el culo de mi mujer, y sus gruñidos.

Carlota mira al infinito de las puertas tras el patio de butacas, con los ojos y la boca abiertos.

Plaf, plaf…

— Más lento — dice Diego, con tranquilidad pero proyectando la voz, desde la butaca — Nos estás distrayendo de la cara de la puta.

Los dedos de Diego tamborilean suavemente en su rodilla, ritmo pausado, seguro, como marcando la cadencia precisa de cada penetración. Su otra mano se eleva, dando los ictus como si dirigiese una orquesta.

Javi mira la mano elevada y responde, ajustando su ritmo. Ahora cada embestida es deliberadamente larga y pausada.

Carlota gruñe, mm.. mm..

— Tetas ya. — suena la voz proyectada del director desde la butaca.

Javi sigue empujando en el culo de Carlota, que empieza a sonar más a “o-o-o…”, y lleva una mano bajo su axila, hasta su teta izquierda, agarrándola, como para clavarse más mientras la soba.

— Aaaahí está, ahí… Mira cómo empiezas a gemir, mira… — Dice Diego, mirando a mi mujer y sonriendo.

— ahh.. ahh.. no.. para… — gime ella, pidiendo que pare con más suavidad.

— Calla… Puta… — plaf, plaf —Te voy a dejar… ahh… — plaf! —El culo lleno de leche…

La cara enrojecida de mi mujer va cambiando progresivamente cuando Javi le agarra el pecho, y su ceño fruncido, su boca abierta, el aaahh oohhh… Ya suenan más al placer inevitable que su personaje tiene que llegar a sentir, mecánicamente, y que después le lleva a dejarse follar de forma entusiasta durante horas.


Hace dos meses


— Y se corre dentro de ti. — afirmo, mirándola fijamente. Intento mantener una sonrisa de lado y mostrar algo de suficiencia con ella, pero no tengo claro que me salga muy bien.

— Sólo cuando me folle el coño y la boca…

— Ahora lo dices bien — la interrumpí.

— Eso, vale, sólo se corre en el coño para que se vea el creampie con claridad, a veces en la cara, o en la boca.

— ¿A veces? — las cejas se me levantan solas.

— Cada representación será un poco distinta, Diego dice cuándo se me corre y dónde.

— Haz porno normal, que se hace una vez y luego la gente compra los vídeos o los ve y te van rentando. ¿Esto va a ayudar a tu carrera o a reventarla?

— Es el mejor, — me responde, ignorando la pregunta y sonriendo, como si fuese a decir algo que, seguro seguro, va a hacerme compartir su ilusión al respecto — y la obra tiene lo justo de experimental y lo justo de mainstream para que cale hondo. Diego está en escena, pero desde el patio de butacas, y el público ve cómo el director nos dirige.

— Que dirige cómo te follan.

— Sí.

— Y yo tengo que ir a ver cómo Javi te revienta el culo, te folla la boca y se corre en tu coño dirigido a voz en grito por Diego. ¿Cómo lo dice? “¿Fóllate a la puta?”

— A veces.

— ¿En serio?

— Sí coño, es pornografía y es morbo.

— Y vosotros vais como haciendo todo lo que él dice, como si improvisara o como si fuese un ensayo.

— Algo así. Él es como… El es nuestro amo, y hago todo lo que él me dice.

La miré a los ojos en silencio. No sabía si estaba aprovechando la oportunidad para decirme a la cara la verdad, enmascarada entre las frases que describen la obra, o era su forma habitual de hablar. No lograba recordar cómo había descrito siempre los guiones cuando me los contaba.

Despues, sólo fui capaz de mirar al suelo, en silencio.

Es actriz, me dije. Mi mujer es actriz.



Continuará.
Era un ensayo, pero no un estreno, como creía el marido.
 
Hola! Pues me han baneado las dos plataformas en las que lo tenía de pago, así que estoy haciendo una mega-apertura de varias con backups y algunas adicionales para asegurarme de que no vuelva a ocurrir, aparte de que saldrá en Amaz0n en Febrero :)
 
Pues ya nos irás diciendo cuando esté disponible...y si puedes ir subiendo aquí alguna parte más para hacer más llevadera la espera. ;)

¡¡Muchas gracias y enhorabuena por tus relatos!!
 
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