Little Malay
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Mi madre dice que soy un cerdo 

— ¡¿Qué?! — Girta mi madre, con los brazos en jarras, desde la puerta de mi habitación.
Me congelo. Me ha pillado con la polla en la mano, masturbándome despacio, sentado en el borde de mi cama, mirando por la ventana hacia el otro extremo del patio interior. — ¿Qué haces, eh? ¿Mirarla y cascártela?
Mi puerta está abierta porque creĂ que mamá habĂa salido. Mi hermana tambiĂ©n cree que no está.
Mi madre tiene el patio lleno de geranios y jazmines, y en el lateral hay una escalera que sube hasta la terraza, situada sobre la casa. El suelo de baldosa blanca y azul tiene en el centro una pequeña fuente bajita. A la derecha, la ventana del dormitorio de mis padres.
Al otro lado del patio, la gran ventana del cuarto de baño, en lĂnea con la ventana de mi habitaciĂłn. La ventana está abierta, y mi hermana mayor se está duchando. Sabe que la miro, y le da igual. Sabe que me siento en la cama a pajearme, y le da igual. De hecho, me avisa cuando va a ducharse. Y siempre lo hace cuando mi madre ha salido.
Pero a mi madre no le da igual.
— Cerdo…
Me suelto la polla y la voy a guardar en el calzĂłn, cuando su voz me congela de nuevo con un grito.
— ¡Estate quieto! ¡Ni te muevas!
Mi hermana lo ha oĂdo desde el otro lado. La miro, y sus ojos se clavan, abiertos como platos, en esta direcciĂłn.
Mi madre se acerca. Sus tetas botan en el vestido ligero y veraniego. Clas, clas, las sandalias suenan mientras se acerca a mĂ.
Mi madre mira al otro lado del patio, y mi hermana no ha sido capaz de cerrar su ventana. No sé si ha visto ya a mi madre, pero actúa como si no se hubiese enterado y sigue echándose agua para aclararse el jabón.
— Ayer con mis bragas y hoy con tu hermana, ¿eh? Degenerado.
Llevo mi mano al calzĂłn para guardarme la polla, y vuelve a gritarme.
— ¡Que te estés quieto! Pasa la vergüenza, pásala… Cerdo, que eres un cerdo…
Se sienta, casi dejándose caer sobre la cama y empujándome con el culo. Su mano derecha, la más cercana a mĂ, me raspa la barriga con las uñas mientras dirige su mano a mi polla empalmada, agarrándola con fuerza. Hago un gesto de dolor, pero ella acerca su cara a la mĂa, con ojos de furia.
— Te la cascas mirando a tu hermana, marrano.
— No mamá, no me he dado….
— ¡Chstt! A callar, cerdo. — Dice, apretándome más el rabo. — O te la corto.
Y diciendo eso, flap, sube su mano por mi polla hasta el capullo, y vuelve a bajar con fuerza, apretándola en la base. Me quedo estático. Tengo su cara dos centĂmetros, mirándome con mala hostia.
Y la cago aún más. Viene con un vestidito de verano y las dos ubres asoman. Han botado cuando me la ha sacudido después de casi pegarse a mi brazo.
— Anda sĂ, encima mĂrale bien las tetas a tu madre, marrano. — y, diciendo esto, vuelve a sacudĂrmela otra vez. — Que te deslechas con tu hermana y con mis bragas, Âżeh? Que lo sĂ©. — Flap! Otra sacudida — Puerco, marrano..
Empuja su frente contra la mĂa, casi un cabezazo, y se me abre la boca de miedo. No sĂ© quĂ© hacer y mi polla estaba ya pidiendo soltar leche cuando ha entrado. La sangre sigue ahĂ a pesar del miedo, mi madre la agarra con fuerza y me la está sacudiendo. Aunque me hace daño, estoy duro como una piedra.
— Mirándole las tetas a tu hermana… — flap, vuelve a subir y bajar con fuerza, esto ya es paja… — … Y a tu madre, marrano…
Diciendo esto, lleva su mano izquierda a su teta y tira del vestido y del sujetador, bajando el tirante, sacando la masiva berza y apoyándosela sobre el vestido y el sujetador.
— ÂżEsto, eh? Te escondes para vernos las tetas, guarro… — Flap, flap… sube con fuerza, cerrando la mano contra mi capullo, que ya está soltando lĂquido preseminal, y baja con más fuerza aĂşn contra la base, pajeándome… flap! prsttt flap! prstt, flap!
Miro su enorme melĂłn moreno por el sol, descubierto, con el pezĂłn grande y duro. Debo tener cara de subnormal. Miro de reojo a la ventana, y veo a mi hermana al otro lado del patio, tras la ventana, con el agua cayendo en ese cuerpo que me vuelve loco, y vuelvo a mirar la teta de mi madre, botando por el movimiento de su mano sobre mi polla.
Mamá lleva su mano izquierda, tras liberar su pecho, hasta mis huevos, y los agarra con fuerza, de golpe. Ahora su brazo derecho y su brazo izquierdo aprietan sus tetas gordas una contra la otra, y casi no siento el dolor cuando me cierra la mano contra las pelotas.
— SinnvergĂĽenza… sacándose la leche.. — flap flap, vuelve a pajearme más fuerte — con su madre… — dice esto pegándome la nariz a la cara, con cara de furia y su voz se vuelve más grave. Aunque a menos volumen, me da más miedo asĂ. Mi polla late en su mano y el chuipp de la lubricaciĂłn suena con los golpes de la mano de mi madre contra la base de mi polla.
— Sacándose la leche… MĂrala, mĂrala demonio…
Mi madre me está poniendo a reventar. Siento los cojones apretarse contra su mano a cada trempado de mi nabo respondiendo a sus meneos, flap, flap… Sus tetas botan mientras ella me respira en la cara y sus labios se pegan a mĂ, cerca de mi boca, diciendo barbaridades…
— Mira, mira a tu hermana… puerrco, degggenerado, perrrro ssalido…
Sin separar la cara de mi madre, dejo de mirar sus tetas y llevo los ojos a la ventana de nuevo. Mi hermana nos mira, con el agua cayĂ©ndole y los ojos muy abiertos, desde el otro lado. SĂłlo puede ver la cara de mi madre pegada a mĂ, diciĂ©ndome barbaridades, y quizá su teta fuera del vestido, no lo sĂ©. Pero mira hacia nosotros con cara de alucinada.
Mi madre me pajea más rápido, y suelta mis huevos para llevarse la mano izquierda a la parte baja del vestido, que ya es corto. Su pierna derecha pegada a mĂ, la izquierda se abre mientras su mano aparta del todo la tela dejándome ver su braga blanca, su coño marcado, y se da un golpe con los cuatro dedos sobre el potorro.
— Estas bragas me quitas, cerdaco, estas… Con estas te pajeas y me las llenas de lefa… en el coño de tu madre, guarro de mierda... — el flap flap flap de la paja que me está dando se hace irregular mientras ella se azota el conejo cubierto por la braga blanca — Deggggenerao…
Su mano derecha se aferra a la base de mi polla, se detiene, y mis pelotas ya casi no pueden más mientras mi madre posa sus dedos sobre la braga, esta vez sólo dos, y se frota el coño un par de veces, para luego volver a darse azotes con los dedos.
— Cochino, cochino, cochino… — dice, agarrándose el coño con los dedos y apretándose, mientras su mano se vuelve a mover sobre mi polla — mĂrala cochino, mĂrala… — dice volviendo a pajearme a toda velocidad, flap flap flap flapflapflap…
Mi boca abierta tiene que parecerle ridĂcula a mi hermana. La miro, y en vez de de costado está de frente, mirándome, mientras el agua sigue cayĂ©ndome.
Mi madre me muerde la cara. Su mano izquierda sigue en su coño, la derecha me pajea, y siento la leche empezar a brotar. Tiemblo como con una sacudida y mi leche salta. Sobre el vestido de mi madre, sobre su teta, llenando su mano, mientas sigue sacudiendo y trata de decir “marrano” con mi mejilla entre sus dientes.
— ¡¡Morronooo!!
Su mano izquierda frota su coño sobre las bragas frenĂ©ticamente, y no entiendo nada. La corrida me ha hecho olvidar hasta lo aterrorizado que estoy. La leche sale y sale, y mi madre suelta mi cara. No deja de sacudĂrmela mientras sigo manando, pero ya con menos intensidad. Baja su mano hasta la base de mi rabo y la vuelve a subir para apretarme el capullo y restregarme la leche con la mano. Luego baja de nuevo, con fuerza, y aunque me hace daño, de mi polla sale algo más de leche. Me está exprimiendo.
— Marrano.. cerdo… — sigue gruñendo mi madre en mi cara, con la frente apoyada en mi sien.
Se frota el coño en cĂrculos y luego mete la mano más abajo, como para meterse los dedos. Vuelve a frotarse, creo que está mirando mi nabo. La señal hĂşmeda en la tela sobre su coño se nota perfectamente alrededor de sus dedos.
Se mira la teta, ojea su vestido también manchado y me empuja con la cabeza. No sé la que me va a caer por esto, pero aún tengo la cabeza nublada.
Mi madre no suelta mi pija, mientras esta late un par de veces más. Cuando finalmente lo hace, mientras sigue tocándose despacio, se lleva esa mano llena de leche a la teta, y se lo restriega por ella, aunque ya habĂa semen en su pezĂłn. Me doy cuenta de que estoy mirándola, y vuelvo a llevar los ojos al otro lado del patio.
— MĂrame. ¡Que me mires! — Dice, sobándose esa montaña de carne lubricada. — Eres un degenerado.
— Lo.. lo siento mamá, yo.. — Intento protestar, pero obedezco. Hace falta poco para encajarme la mirada en ese inmenso y redondo melón, de piel clara pero bronceada. Mi madre es aún una jaca espectacular y no ha parado de arrastrar ojos por la calle. Es voluptuosa aunque no le sobran dos gramos de grasa. Apenas tiene marcas en los pechos de vestidos o bikinis. Sé que, cuando sube las escaleras del patio hasta la terraza, va a eso, a tomar el sol, no sé si en topless o en pelotas. Ese pedazo de pezón, marcado, grande, duro y mojado, me deja imbécil.
— Eso, mira y calla, cerdo, que me vas a mentir.
Y, diciendo esto, echa la cabeza un poco hacia atrás y se toca la cara. Coge el semen que tiene en la mejilla con los dedos, y baja la mano derecha, que sustituye a la izquierda en su coño, apartando la braga para restregarse el semen por la raja. No me puedo creer lo que está pasando, pero estoy viendo los dedos de mi madre entre los labios de su conejo, restregándose mi lechazo.
— Esto querĂas, Âżeh? Robándome las bragas, sinvergĂĽenza. ÂżEsto?
La miro, pasmado.
— Esto, ¿eh? Oler el coño de tu madre, degenerao.. — Dice, echando el cuerpo un poco hacia atrás. Lleva la pierna derecha, atropellándome con la rodilla, hasta abrirla sobre la cama, y se azota el coño, plaf, plaf, con los cuatro dedos.
La tela mojada de sus bragas está echada a un lado, y sus dedos entran en su coño mientras ella mira por la ventana hacia el otro lado del patio. No sĂ© si mi hermana está allĂ ahora, pero no puedo dejar de mirar ese coño mojado delante de mĂ.
— ¡Y tú, ya hablaremos, golfa! ¡A ver si no sabes usar la ventana ahora! — le grita y vuelve a mirarme fijamente. — Ahh… guarro… pedazo de puerco…
Se mete los dedos con más velocidad y me mira con cara de odio, pero la mueca de la masturbación no la puede evitar. No sé qué se supone que debo hacer.
— Uff… Vas a ver, marrano. — Dice, mordiéndose el labio. Acto seguido, se encarama de rodillas sobre la cama y se baja las bragas hasta las rodillas. Agarra el vestido, que aún estaba subido de un lado, y se tira de él y del sujetador, montando ahora sus dos ubres sobre las telas. — No tienes vergüenza.
Miro a la puerta abierta, pero los melones de mi madre empiezan a botar y balancearse, mientras con las piernas a un lado se termina de quitar las bragas. Me han hipnotizado tanto que ni me doy cuenta del movimiento, cuando hace un burruño las bragas y me las acerca a la cara. Me las pega a la boca, y aún creo que tardo medio segundo en dejar de mirar sus peras balancearse y mirar a las bragas que ahora empuja contra mi boca.
— Huele, huele.. puerco.. huele bien…
Y no lo puedo evitar. Obedezco. Las huelo, y los ojos se me cierran solos cuando su flujo me invade la nariz. Más que cuando RocĂo me da las suyas. Más incluso que cuando, hace una semana, me las puso en la nariz de forma parecida, y olĂan particularmente bien, particularmente intensas. A pesar del miedo, el flujo fresco e intenso de mi madre es insuperable.
— Te vas a hartar, cochino.. veen… ven aquĂ…
Diciendo esto, me agarra por el pelo con la otra mano y empieza a echar hacia atrás en mi cama, sin sacarme las bragas de los morros. Me arrastra mientras se mueve. Antes de darme cuenta, me he girado del todo y he subido las piernas y los brazos sobre la cama. La sigo, incapaz de hacer nada, estirado del pelo como un perro.
— Ah! — Alcanzo a protestar.
— Y más que te voy a hacer. Venga, que vas a olerlo bien…
Se tumba sin soltarme del pelo, y hasta que no cae del todo, no me quita las bragas de la cara. Pero ahora sus tetas botan con la caĂda, y se balancean a ambos lados hipnĂłticamente.
Me encuentro encima de mi madre, que tiene las piernas abiertas de par en par. Miro sus tetas y miro su coño.
— Cómetelo. — Ordena.
— Mamá.. — Me sale un hilo de voz y la miro a la cara de nuevo. Su ceño fruncido siempre me ha dado pánico. Y el olor no me ha abandonado.
— Cómetelo o tu padre se va a enterar. Asà aprenderás…
Mi polla no habĂa acabado de bajarse, y da un latigazo. Me doy cuenta de que mi pantalĂłn está en mis tobillos. MI madre me empuja la cabeza hacia ella, y su olor me pega como un puñetazo, mientras torpemente saco la lengua antes de acabar con la nariz entre sus labios.
— Chupa guarro… — vuelve a ordenar.
Me mueve ella, casi, la cabeza hasta que mi boca hace contacto con su coño. Empiezo tĂmido, y mi lengua entra en su raja con facilidad. No me he comido nunca un coño, pero lo he visto. Muevo la lengua arriba y abajo, mientras sus manos van a ambos lados de mi cabeza. Me la mueve de lado a lado y chupo, y chupo sin parar, buscando su botĂłn para lamerlo. El sabor me llena y mi polla vuelve a saltar. Siento su cuerpo tensarse, un leve temblor que sube por sus muslos, y sus piernas se retraen, lo que me permite apoyarme mejor entre ellas. Lamo otra vez, más lento, saboreando cada pliegue.
— Cochino, cochino, cochino… ahh… espiando… ah ahh…
Su coño está mojadĂsimo. Mi lengua busca su clĂtoris, lamiendo con fuerza, rápido, como un helado, y ella me empuja el chocho en la boca. Chupo, apretando los labios alrededor, sintiendo su carne palpitar bajo mi boca e hincando la lengua de nuevo. Su cuerpo se arquea y miro delante de mĂ esas montañas subir y bajar. Vibran con mis lametones.
Lamo en cĂrculos con su potorro en la boca, presionando más, devorándola, y el sabor me vuelve loco. Llevo mis manos bajo su culo, clavándole los dedos. Sus dedos se clavan en mi cabeza, tirándome de nuevo del pelo, empujándome más hondo, y veo los melones moverse entre sus brazos. Lamo y chupo sin parar, sin práctica, pero viendo cĂłmo su culo y sus tetas reaccionan acompasándose. Empujo su clĂtoris con la lengua y vuelvo a hincar la lengua en su raja, repito y repito, mientras ella se retuerce. Su coño palpita contra mi boca, empapándome la cara, y mi rabo está en pie de guerra. Quito una mano de su culo y sigo chupando y mirando sus berzas, mientras me agarro la polla y empiezo a cascármela otra vez.
— AsĂ… Dame lengua, cerrdaco… ¡¿QuĂ© miras tĂş, guarra?!... Ahh… Puta desvergonzada ÂżEh, quĂ© miras? ¡Ven aquĂ ahora mismo o te juro que os vais a enterar, tĂş y tu padre! Ahhh… ¡Ven ya!
Me sigue apretando la cabeza, asĂ que sigo comiĂ©ndole el conejo, pero decelero intentando procesar lo que he escuchado. ÂżMi hermana? Pues sĂ, ha asomado la cabeza por el patio, mi madre la ha visto y le ha gritado para… Âżpara que venga?
RocĂo se ha quedado helada, con los ojos como platos en el patio mirando hacia mi habitaciĂłn. Mi madre aprieta mi cabeza contra ella y siendo los flujos manar… No sĂ© si se está corriendo, pero se contrae contra mi boca y recibo suficiente como para tener que tragar.
— ¡Que vengas! — Vuelve a gritar.
Me pajeo con fuerza. Aunque no tengo claro por quĂ© lo hago en ese momento, mi cuerpo está diciendo que si mi hermana va a venir tiene que ver esto en todo su esplendor. Mi polla incluĂda.
Giro los ojos hacia la puerta de mi habitaciĂłn, en la que hace pocos minutos mi madre en jarras me insultaba mientras me la cascaba mirando a mi hermana. Ahora es RocĂo, mi hermana mayor, la que aparece en la puerta. Lleva una toalla y el pelo mojado. Ha debido salir de la ducha al escuchar los gritos, con más curiosidad que miedo.
Mi madre se ha incorporado sobre sus codos y sus tetazas se ciernen sobre mĂ, que me despego levemente de ella para mirar a RocĂo.
— ¿Te gusta eh? ¿Mirar también te gusta? Marrana… degenerá… — Mi madre la mira con odio mientras la insulta, y ella la observa boquiabierta, con las tetas manchadas de semen y el vestido arrugado en la barriga, conmigo de rodillas entre sus piernas, la cara empapada y separándome de su coño con la polla en la mano.
— No te he dicho que pares, marrano. — dice mamá, girándose hacia mĂ, con la respiraciĂłn entrecortada.
Miro su coño, miro a mi hermana. El coño de mi madre palpita, y no sĂ© quĂ© va a pasar, pero obedezco. Intento ignorar RocĂo, aprieto mi nariz contra los pocos pelos del pubis de mamá y me tiro de nuevo a chupar y lamer el clĂtoris inflamado.
— QuĂtate eso, guarra, que te gusta ir en pelotas para calentar. — Mi madre le habla sin gritar ahora, pero con la misma mala hostia — Ahora no te tapes… Ven aquĂ, ven…
Mi hermana, temerosa, se acerca despacio, como calculando las intenciones de mamá.
— Veen ven… No te hagas la sonsa que ya te conozco… ÂżEstabas aquĂ, calentando al niñato?
— No mamá, no sabĂa que…
— Mmmentiroosaaa… — dice mamá mientras cae de espaldas y vuelve a llevar su mano a mi cabeza para apretarme contra ella, con una voz que suena a veneno mezclado con excitación — Te he visto abrir… ahh… la ventana… eres una puta… ahh… no seas encima puta mentirosa…
— Mamá… — empieza a replicar RocĂo.
— Ni mamá… ufff… asĂ nene asĂ… ni mamá ni mamó… mira, aassĂ… tu hermano tambiĂ©n sabe, no sĂłlo tu papá… vaya par de degeneraos estais hechos…
— ÂżMe puedo ir? — dice, tĂmidamente RocĂo.
Mi madre me empuja la cabeza sin mirarme, apartándome de ella, y observa a RocĂo con cara de mala hostia mientras vuelve a incorporarse y echa el culo hacia atrás, acercándose al cabecero de la cama. Con la respiraciĂłn agitada, planta las manos en la cama y se dirige a ambos.
— Tu, guarro, quieto ahĂ. Y tĂş, putilla, te quitas la toalla, que estás en familia.
— No me digas puta…
— Te digo puta porque eres una puta y porque tú sabes que eres una puta y te gusta que te llamen puta. Puta, putaza, putón.
RocĂo baja la cabeza y mira hacia mĂ, pero sin llegar a mirarme a los ojos. Yo no sĂ© dĂłnde está mi pantalĂłn, y estoy sentado, empalmado como un caballo, esperando a ver quĂ© pasa. Mamá está enfocada en ella, y, ya sin tanto miedo, no puedo evitar estar expectante y desear que mi hermana se quite la toalla.
La impaciencia puede a mi madre y empieza a mover los pies al borde de la cama hacia RocĂo, empujándose con las manos, como para bajarse.
— Te la quitas o te la quito.
RocĂo no responde, mira hacia abajo y aprieta la toalla contra sĂ con sus manos.
Mi madre baja de la cama. Sus tetas botan y el vestido cae sobre sus caderas amenazando con tapar su culo desnudo, que se mueve mientras anda hacia mi hermana. Alarga la mano y engancha la toalla sobre las tetas de RocĂo, tirando de ella.
— Que tĂmida te veo.
RocĂo cede y de nuevo aparece ante mĂ su cuerpo desnudo, que llevo años espiando y deseando. Sus tetas perfectas y su coño rosado y rasurado, perfectos y aĂşn algo hĂşmedos de la ducha. No se tapa, pero sus manos se juntan, nerviosas, en su vientre, mientras mi madre le echa el pelo hacia atrás y gira la cabeza para mirarme. Ve que estoy duro como un burro y se rĂe, volviendo a dirigirse a RocĂo y gesticulando con la cabeza hacia mĂ.
— A la cama con tu hermano.
RocĂo la mira, con ojos como platos.
— A la cama. Con. Tu hermano. — Repite.
RocĂo tuerce la cabeza y se dirige hacia mĂ. Me mira, fugazmente, a la polla y a la cara, y vuelve a bajar la mirada con cara de cabreo. Mientras se sienta a mi lado, observo sus nalgas perfectas y redondas como un melocotĂłn, la humedad en su piel y sus tetas firmes de diosa. Su pelo rubio cae por su espalda y el agua cae hasta la divina raja de su culo. Me doy cuenta de que no he mirado suficiente su coño, a pesar de tenerlo tan cerca mientras se dirigĂa hacia mĂ.
Mamá nos observa a ambos y, con una mano, empuja el vestido por sus caderas hasta que cae por sus piernas
— Chúpasela. — ordena.
RocĂo no dice nada. Su cara de mala leche es espectacular, y mi mirada va de su cara a sus tetas y a sus muslos sin parar.
— Chúpasela, que tú sabes. — Repite mamá. — O tu padre va preso y te van a llamar “La Marrana” lo que te queda de vida.
ContinĂşa en el siguiente mensaje, que no me cabĂa
— ¡¿Qué?! — Girta mi madre, con los brazos en jarras, desde la puerta de mi habitación.
Me congelo. Me ha pillado con la polla en la mano, masturbándome despacio, sentado en el borde de mi cama, mirando por la ventana hacia el otro extremo del patio interior. — ¿Qué haces, eh? ¿Mirarla y cascártela?
Mi puerta está abierta porque creĂ que mamá habĂa salido. Mi hermana tambiĂ©n cree que no está.
Mi madre tiene el patio lleno de geranios y jazmines, y en el lateral hay una escalera que sube hasta la terraza, situada sobre la casa. El suelo de baldosa blanca y azul tiene en el centro una pequeña fuente bajita. A la derecha, la ventana del dormitorio de mis padres.
Al otro lado del patio, la gran ventana del cuarto de baño, en lĂnea con la ventana de mi habitaciĂłn. La ventana está abierta, y mi hermana mayor se está duchando. Sabe que la miro, y le da igual. Sabe que me siento en la cama a pajearme, y le da igual. De hecho, me avisa cuando va a ducharse. Y siempre lo hace cuando mi madre ha salido.
Pero a mi madre no le da igual.
— Cerdo…
Me suelto la polla y la voy a guardar en el calzĂłn, cuando su voz me congela de nuevo con un grito.
— ¡Estate quieto! ¡Ni te muevas!
Mi hermana lo ha oĂdo desde el otro lado. La miro, y sus ojos se clavan, abiertos como platos, en esta direcciĂłn.
Mi madre se acerca. Sus tetas botan en el vestido ligero y veraniego. Clas, clas, las sandalias suenan mientras se acerca a mĂ.
Mi madre mira al otro lado del patio, y mi hermana no ha sido capaz de cerrar su ventana. No sé si ha visto ya a mi madre, pero actúa como si no se hubiese enterado y sigue echándose agua para aclararse el jabón.
— Ayer con mis bragas y hoy con tu hermana, ¿eh? Degenerado.
Llevo mi mano al calzĂłn para guardarme la polla, y vuelve a gritarme.
— ¡Que te estés quieto! Pasa la vergüenza, pásala… Cerdo, que eres un cerdo…
Se sienta, casi dejándose caer sobre la cama y empujándome con el culo. Su mano derecha, la más cercana a mĂ, me raspa la barriga con las uñas mientras dirige su mano a mi polla empalmada, agarrándola con fuerza. Hago un gesto de dolor, pero ella acerca su cara a la mĂa, con ojos de furia.
— Te la cascas mirando a tu hermana, marrano.
— No mamá, no me he dado….
— ¡Chstt! A callar, cerdo. — Dice, apretándome más el rabo. — O te la corto.
Y diciendo eso, flap, sube su mano por mi polla hasta el capullo, y vuelve a bajar con fuerza, apretándola en la base. Me quedo estático. Tengo su cara dos centĂmetros, mirándome con mala hostia.
Y la cago aún más. Viene con un vestidito de verano y las dos ubres asoman. Han botado cuando me la ha sacudido después de casi pegarse a mi brazo.
— Anda sĂ, encima mĂrale bien las tetas a tu madre, marrano. — y, diciendo esto, vuelve a sacudĂrmela otra vez. — Que te deslechas con tu hermana y con mis bragas, Âżeh? Que lo sĂ©. — Flap! Otra sacudida — Puerco, marrano..
Empuja su frente contra la mĂa, casi un cabezazo, y se me abre la boca de miedo. No sĂ© quĂ© hacer y mi polla estaba ya pidiendo soltar leche cuando ha entrado. La sangre sigue ahĂ a pesar del miedo, mi madre la agarra con fuerza y me la está sacudiendo. Aunque me hace daño, estoy duro como una piedra.
— Mirándole las tetas a tu hermana… — flap, vuelve a subir y bajar con fuerza, esto ya es paja… — … Y a tu madre, marrano…
Diciendo esto, lleva su mano izquierda a su teta y tira del vestido y del sujetador, bajando el tirante, sacando la masiva berza y apoyándosela sobre el vestido y el sujetador.
— ÂżEsto, eh? Te escondes para vernos las tetas, guarro… — Flap, flap… sube con fuerza, cerrando la mano contra mi capullo, que ya está soltando lĂquido preseminal, y baja con más fuerza aĂşn contra la base, pajeándome… flap! prsttt flap! prstt, flap!
Miro su enorme melĂłn moreno por el sol, descubierto, con el pezĂłn grande y duro. Debo tener cara de subnormal. Miro de reojo a la ventana, y veo a mi hermana al otro lado del patio, tras la ventana, con el agua cayendo en ese cuerpo que me vuelve loco, y vuelvo a mirar la teta de mi madre, botando por el movimiento de su mano sobre mi polla.
Mamá lleva su mano izquierda, tras liberar su pecho, hasta mis huevos, y los agarra con fuerza, de golpe. Ahora su brazo derecho y su brazo izquierdo aprietan sus tetas gordas una contra la otra, y casi no siento el dolor cuando me cierra la mano contra las pelotas.
— SinnvergĂĽenza… sacándose la leche.. — flap flap, vuelve a pajearme más fuerte — con su madre… — dice esto pegándome la nariz a la cara, con cara de furia y su voz se vuelve más grave. Aunque a menos volumen, me da más miedo asĂ. Mi polla late en su mano y el chuipp de la lubricaciĂłn suena con los golpes de la mano de mi madre contra la base de mi polla.
— Sacándose la leche… MĂrala, mĂrala demonio…
Mi madre me está poniendo a reventar. Siento los cojones apretarse contra su mano a cada trempado de mi nabo respondiendo a sus meneos, flap, flap… Sus tetas botan mientras ella me respira en la cara y sus labios se pegan a mĂ, cerca de mi boca, diciendo barbaridades…
— Mira, mira a tu hermana… puerrco, degggenerado, perrrro ssalido…
Sin separar la cara de mi madre, dejo de mirar sus tetas y llevo los ojos a la ventana de nuevo. Mi hermana nos mira, con el agua cayĂ©ndole y los ojos muy abiertos, desde el otro lado. SĂłlo puede ver la cara de mi madre pegada a mĂ, diciĂ©ndome barbaridades, y quizá su teta fuera del vestido, no lo sĂ©. Pero mira hacia nosotros con cara de alucinada.
Mi madre me pajea más rápido, y suelta mis huevos para llevarse la mano izquierda a la parte baja del vestido, que ya es corto. Su pierna derecha pegada a mĂ, la izquierda se abre mientras su mano aparta del todo la tela dejándome ver su braga blanca, su coño marcado, y se da un golpe con los cuatro dedos sobre el potorro.
— Estas bragas me quitas, cerdaco, estas… Con estas te pajeas y me las llenas de lefa… en el coño de tu madre, guarro de mierda... — el flap flap flap de la paja que me está dando se hace irregular mientras ella se azota el conejo cubierto por la braga blanca — Deggggenerao…
Su mano derecha se aferra a la base de mi polla, se detiene, y mis pelotas ya casi no pueden más mientras mi madre posa sus dedos sobre la braga, esta vez sólo dos, y se frota el coño un par de veces, para luego volver a darse azotes con los dedos.
— Cochino, cochino, cochino… — dice, agarrándose el coño con los dedos y apretándose, mientras su mano se vuelve a mover sobre mi polla — mĂrala cochino, mĂrala… — dice volviendo a pajearme a toda velocidad, flap flap flap flapflapflap…
Mi boca abierta tiene que parecerle ridĂcula a mi hermana. La miro, y en vez de de costado está de frente, mirándome, mientras el agua sigue cayĂ©ndome.
Mi madre me muerde la cara. Su mano izquierda sigue en su coño, la derecha me pajea, y siento la leche empezar a brotar. Tiemblo como con una sacudida y mi leche salta. Sobre el vestido de mi madre, sobre su teta, llenando su mano, mientas sigue sacudiendo y trata de decir “marrano” con mi mejilla entre sus dientes.
— ¡¡Morronooo!!
Su mano izquierda frota su coño sobre las bragas frenĂ©ticamente, y no entiendo nada. La corrida me ha hecho olvidar hasta lo aterrorizado que estoy. La leche sale y sale, y mi madre suelta mi cara. No deja de sacudĂrmela mientras sigo manando, pero ya con menos intensidad. Baja su mano hasta la base de mi rabo y la vuelve a subir para apretarme el capullo y restregarme la leche con la mano. Luego baja de nuevo, con fuerza, y aunque me hace daño, de mi polla sale algo más de leche. Me está exprimiendo.
— Marrano.. cerdo… — sigue gruñendo mi madre en mi cara, con la frente apoyada en mi sien.
Se frota el coño en cĂrculos y luego mete la mano más abajo, como para meterse los dedos. Vuelve a frotarse, creo que está mirando mi nabo. La señal hĂşmeda en la tela sobre su coño se nota perfectamente alrededor de sus dedos.
Se mira la teta, ojea su vestido también manchado y me empuja con la cabeza. No sé la que me va a caer por esto, pero aún tengo la cabeza nublada.
Mi madre no suelta mi pija, mientras esta late un par de veces más. Cuando finalmente lo hace, mientras sigue tocándose despacio, se lleva esa mano llena de leche a la teta, y se lo restriega por ella, aunque ya habĂa semen en su pezĂłn. Me doy cuenta de que estoy mirándola, y vuelvo a llevar los ojos al otro lado del patio.
— MĂrame. ¡Que me mires! — Dice, sobándose esa montaña de carne lubricada. — Eres un degenerado.
— Lo.. lo siento mamá, yo.. — Intento protestar, pero obedezco. Hace falta poco para encajarme la mirada en ese inmenso y redondo melón, de piel clara pero bronceada. Mi madre es aún una jaca espectacular y no ha parado de arrastrar ojos por la calle. Es voluptuosa aunque no le sobran dos gramos de grasa. Apenas tiene marcas en los pechos de vestidos o bikinis. Sé que, cuando sube las escaleras del patio hasta la terraza, va a eso, a tomar el sol, no sé si en topless o en pelotas. Ese pedazo de pezón, marcado, grande, duro y mojado, me deja imbécil.
— Eso, mira y calla, cerdo, que me vas a mentir.
Y, diciendo esto, echa la cabeza un poco hacia atrás y se toca la cara. Coge el semen que tiene en la mejilla con los dedos, y baja la mano derecha, que sustituye a la izquierda en su coño, apartando la braga para restregarse el semen por la raja. No me puedo creer lo que está pasando, pero estoy viendo los dedos de mi madre entre los labios de su conejo, restregándose mi lechazo.
— Esto querĂas, Âżeh? Robándome las bragas, sinvergĂĽenza. ÂżEsto?
La miro, pasmado.
— Esto, ¿eh? Oler el coño de tu madre, degenerao.. — Dice, echando el cuerpo un poco hacia atrás. Lleva la pierna derecha, atropellándome con la rodilla, hasta abrirla sobre la cama, y se azota el coño, plaf, plaf, con los cuatro dedos.
La tela mojada de sus bragas está echada a un lado, y sus dedos entran en su coño mientras ella mira por la ventana hacia el otro lado del patio. No sĂ© si mi hermana está allĂ ahora, pero no puedo dejar de mirar ese coño mojado delante de mĂ.
— ¡Y tú, ya hablaremos, golfa! ¡A ver si no sabes usar la ventana ahora! — le grita y vuelve a mirarme fijamente. — Ahh… guarro… pedazo de puerco…
Se mete los dedos con más velocidad y me mira con cara de odio, pero la mueca de la masturbación no la puede evitar. No sé qué se supone que debo hacer.
— Uff… Vas a ver, marrano. — Dice, mordiéndose el labio. Acto seguido, se encarama de rodillas sobre la cama y se baja las bragas hasta las rodillas. Agarra el vestido, que aún estaba subido de un lado, y se tira de él y del sujetador, montando ahora sus dos ubres sobre las telas. — No tienes vergüenza.
Miro a la puerta abierta, pero los melones de mi madre empiezan a botar y balancearse, mientras con las piernas a un lado se termina de quitar las bragas. Me han hipnotizado tanto que ni me doy cuenta del movimiento, cuando hace un burruño las bragas y me las acerca a la cara. Me las pega a la boca, y aún creo que tardo medio segundo en dejar de mirar sus peras balancearse y mirar a las bragas que ahora empuja contra mi boca.
— Huele, huele.. puerco.. huele bien…
Y no lo puedo evitar. Obedezco. Las huelo, y los ojos se me cierran solos cuando su flujo me invade la nariz. Más que cuando RocĂo me da las suyas. Más incluso que cuando, hace una semana, me las puso en la nariz de forma parecida, y olĂan particularmente bien, particularmente intensas. A pesar del miedo, el flujo fresco e intenso de mi madre es insuperable.
— Te vas a hartar, cochino.. veen… ven aquĂ…
Diciendo esto, me agarra por el pelo con la otra mano y empieza a echar hacia atrás en mi cama, sin sacarme las bragas de los morros. Me arrastra mientras se mueve. Antes de darme cuenta, me he girado del todo y he subido las piernas y los brazos sobre la cama. La sigo, incapaz de hacer nada, estirado del pelo como un perro.
— Ah! — Alcanzo a protestar.
— Y más que te voy a hacer. Venga, que vas a olerlo bien…
Se tumba sin soltarme del pelo, y hasta que no cae del todo, no me quita las bragas de la cara. Pero ahora sus tetas botan con la caĂda, y se balancean a ambos lados hipnĂłticamente.
Me encuentro encima de mi madre, que tiene las piernas abiertas de par en par. Miro sus tetas y miro su coño.
— Cómetelo. — Ordena.
— Mamá.. — Me sale un hilo de voz y la miro a la cara de nuevo. Su ceño fruncido siempre me ha dado pánico. Y el olor no me ha abandonado.
— Cómetelo o tu padre se va a enterar. Asà aprenderás…
Mi polla no habĂa acabado de bajarse, y da un latigazo. Me doy cuenta de que mi pantalĂłn está en mis tobillos. MI madre me empuja la cabeza hacia ella, y su olor me pega como un puñetazo, mientras torpemente saco la lengua antes de acabar con la nariz entre sus labios.
— Chupa guarro… — vuelve a ordenar.
Me mueve ella, casi, la cabeza hasta que mi boca hace contacto con su coño. Empiezo tĂmido, y mi lengua entra en su raja con facilidad. No me he comido nunca un coño, pero lo he visto. Muevo la lengua arriba y abajo, mientras sus manos van a ambos lados de mi cabeza. Me la mueve de lado a lado y chupo, y chupo sin parar, buscando su botĂłn para lamerlo. El sabor me llena y mi polla vuelve a saltar. Siento su cuerpo tensarse, un leve temblor que sube por sus muslos, y sus piernas se retraen, lo que me permite apoyarme mejor entre ellas. Lamo otra vez, más lento, saboreando cada pliegue.
— Cochino, cochino, cochino… ahh… espiando… ah ahh…
Su coño está mojadĂsimo. Mi lengua busca su clĂtoris, lamiendo con fuerza, rápido, como un helado, y ella me empuja el chocho en la boca. Chupo, apretando los labios alrededor, sintiendo su carne palpitar bajo mi boca e hincando la lengua de nuevo. Su cuerpo se arquea y miro delante de mĂ esas montañas subir y bajar. Vibran con mis lametones.
Lamo en cĂrculos con su potorro en la boca, presionando más, devorándola, y el sabor me vuelve loco. Llevo mis manos bajo su culo, clavándole los dedos. Sus dedos se clavan en mi cabeza, tirándome de nuevo del pelo, empujándome más hondo, y veo los melones moverse entre sus brazos. Lamo y chupo sin parar, sin práctica, pero viendo cĂłmo su culo y sus tetas reaccionan acompasándose. Empujo su clĂtoris con la lengua y vuelvo a hincar la lengua en su raja, repito y repito, mientras ella se retuerce. Su coño palpita contra mi boca, empapándome la cara, y mi rabo está en pie de guerra. Quito una mano de su culo y sigo chupando y mirando sus berzas, mientras me agarro la polla y empiezo a cascármela otra vez.
— AsĂ… Dame lengua, cerrdaco… ¡¿QuĂ© miras tĂş, guarra?!... Ahh… Puta desvergonzada ÂżEh, quĂ© miras? ¡Ven aquĂ ahora mismo o te juro que os vais a enterar, tĂş y tu padre! Ahhh… ¡Ven ya!
Me sigue apretando la cabeza, asĂ que sigo comiĂ©ndole el conejo, pero decelero intentando procesar lo que he escuchado. ÂżMi hermana? Pues sĂ, ha asomado la cabeza por el patio, mi madre la ha visto y le ha gritado para… Âżpara que venga?
RocĂo se ha quedado helada, con los ojos como platos en el patio mirando hacia mi habitaciĂłn. Mi madre aprieta mi cabeza contra ella y siendo los flujos manar… No sĂ© si se está corriendo, pero se contrae contra mi boca y recibo suficiente como para tener que tragar.
— ¡Que vengas! — Vuelve a gritar.
Me pajeo con fuerza. Aunque no tengo claro por quĂ© lo hago en ese momento, mi cuerpo está diciendo que si mi hermana va a venir tiene que ver esto en todo su esplendor. Mi polla incluĂda.
Giro los ojos hacia la puerta de mi habitaciĂłn, en la que hace pocos minutos mi madre en jarras me insultaba mientras me la cascaba mirando a mi hermana. Ahora es RocĂo, mi hermana mayor, la que aparece en la puerta. Lleva una toalla y el pelo mojado. Ha debido salir de la ducha al escuchar los gritos, con más curiosidad que miedo.
Mi madre se ha incorporado sobre sus codos y sus tetazas se ciernen sobre mĂ, que me despego levemente de ella para mirar a RocĂo.
— ¿Te gusta eh? ¿Mirar también te gusta? Marrana… degenerá… — Mi madre la mira con odio mientras la insulta, y ella la observa boquiabierta, con las tetas manchadas de semen y el vestido arrugado en la barriga, conmigo de rodillas entre sus piernas, la cara empapada y separándome de su coño con la polla en la mano.
— No te he dicho que pares, marrano. — dice mamá, girándose hacia mĂ, con la respiraciĂłn entrecortada.
Miro su coño, miro a mi hermana. El coño de mi madre palpita, y no sĂ© quĂ© va a pasar, pero obedezco. Intento ignorar RocĂo, aprieto mi nariz contra los pocos pelos del pubis de mamá y me tiro de nuevo a chupar y lamer el clĂtoris inflamado.
— QuĂtate eso, guarra, que te gusta ir en pelotas para calentar. — Mi madre le habla sin gritar ahora, pero con la misma mala hostia — Ahora no te tapes… Ven aquĂ, ven…
Mi hermana, temerosa, se acerca despacio, como calculando las intenciones de mamá.
— Veen ven… No te hagas la sonsa que ya te conozco… ÂżEstabas aquĂ, calentando al niñato?
— No mamá, no sabĂa que…
— Mmmentiroosaaa… — dice mamá mientras cae de espaldas y vuelve a llevar su mano a mi cabeza para apretarme contra ella, con una voz que suena a veneno mezclado con excitación — Te he visto abrir… ahh… la ventana… eres una puta… ahh… no seas encima puta mentirosa…
— Mamá… — empieza a replicar RocĂo.
— Ni mamá… ufff… asĂ nene asĂ… ni mamá ni mamó… mira, aassĂ… tu hermano tambiĂ©n sabe, no sĂłlo tu papá… vaya par de degeneraos estais hechos…
— ÂżMe puedo ir? — dice, tĂmidamente RocĂo.
Mi madre me empuja la cabeza sin mirarme, apartándome de ella, y observa a RocĂo con cara de mala hostia mientras vuelve a incorporarse y echa el culo hacia atrás, acercándose al cabecero de la cama. Con la respiraciĂłn agitada, planta las manos en la cama y se dirige a ambos.
— Tu, guarro, quieto ahĂ. Y tĂş, putilla, te quitas la toalla, que estás en familia.
— No me digas puta…
— Te digo puta porque eres una puta y porque tú sabes que eres una puta y te gusta que te llamen puta. Puta, putaza, putón.
RocĂo baja la cabeza y mira hacia mĂ, pero sin llegar a mirarme a los ojos. Yo no sĂ© dĂłnde está mi pantalĂłn, y estoy sentado, empalmado como un caballo, esperando a ver quĂ© pasa. Mamá está enfocada en ella, y, ya sin tanto miedo, no puedo evitar estar expectante y desear que mi hermana se quite la toalla.
La impaciencia puede a mi madre y empieza a mover los pies al borde de la cama hacia RocĂo, empujándose con las manos, como para bajarse.
— Te la quitas o te la quito.
RocĂo no responde, mira hacia abajo y aprieta la toalla contra sĂ con sus manos.
Mi madre baja de la cama. Sus tetas botan y el vestido cae sobre sus caderas amenazando con tapar su culo desnudo, que se mueve mientras anda hacia mi hermana. Alarga la mano y engancha la toalla sobre las tetas de RocĂo, tirando de ella.
— Que tĂmida te veo.
RocĂo cede y de nuevo aparece ante mĂ su cuerpo desnudo, que llevo años espiando y deseando. Sus tetas perfectas y su coño rosado y rasurado, perfectos y aĂşn algo hĂşmedos de la ducha. No se tapa, pero sus manos se juntan, nerviosas, en su vientre, mientras mi madre le echa el pelo hacia atrás y gira la cabeza para mirarme. Ve que estoy duro como un burro y se rĂe, volviendo a dirigirse a RocĂo y gesticulando con la cabeza hacia mĂ.
— A la cama con tu hermano.
RocĂo la mira, con ojos como platos.
— A la cama. Con. Tu hermano. — Repite.
RocĂo tuerce la cabeza y se dirige hacia mĂ. Me mira, fugazmente, a la polla y a la cara, y vuelve a bajar la mirada con cara de cabreo. Mientras se sienta a mi lado, observo sus nalgas perfectas y redondas como un melocotĂłn, la humedad en su piel y sus tetas firmes de diosa. Su pelo rubio cae por su espalda y el agua cae hasta la divina raja de su culo. Me doy cuenta de que no he mirado suficiente su coño, a pesar de tenerlo tan cerca mientras se dirigĂa hacia mĂ.
Mamá nos observa a ambos y, con una mano, empuja el vestido por sus caderas hasta que cae por sus piernas
— Chúpasela. — ordena.
RocĂo no dice nada. Su cara de mala leche es espectacular, y mi mirada va de su cara a sus tetas y a sus muslos sin parar.
— Chúpasela, que tú sabes. — Repite mamá. — O tu padre va preso y te van a llamar “La Marrana” lo que te queda de vida.
ContinĂşa en el siguiente mensaje, que no me cabĂa