Mi madre dice que soy un cerdo

Little Malay

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Mi madre dice que soy un cerdo 👩‍🦰🍆💦


— ¡¿Qué?! — Girta mi madre, con los brazos en jarras, desde la puerta de mi habitación.

Me congelo. Me ha pillado con la polla en la mano, masturbándome despacio, sentado en el borde de mi cama, mirando por la ventana hacia el otro extremo del patio interior. — ¿Qué haces, eh? ¿Mirarla y cascártela?

Mi puerta está abierta porque creí que mamá había salido. Mi hermana también cree que no está.

Mi madre tiene el patio lleno de geranios y jazmines, y en el lateral hay una escalera que sube hasta la terraza, situada sobre la casa. El suelo de baldosa blanca y azul tiene en el centro una pequeña fuente bajita. A la derecha, la ventana del dormitorio de mis padres.

Al otro lado del patio, la gran ventana del cuarto de baño, en línea con la ventana de mi habitación. La ventana está abierta, y mi hermana mayor se está duchando. Sabe que la miro, y le da igual. Sabe que me siento en la cama a pajearme, y le da igual. De hecho, me avisa cuando va a ducharse. Y siempre lo hace cuando mi madre ha salido.

Pero a mi madre no le da igual.

— Cerdo…

Me suelto la polla y la voy a guardar en el calzĂłn, cuando su voz me congela de nuevo con un grito.

— ¡Estate quieto! ¡Ni te muevas!

Mi hermana lo ha oĂ­do desde el otro lado. La miro, y sus ojos se clavan, abiertos como platos, en esta direcciĂłn.

Mi madre se acerca. Sus tetas botan en el vestido ligero y veraniego. Clas, clas, las sandalias suenan mientras se acerca a mĂ­.

Mi madre mira al otro lado del patio, y mi hermana no ha sido capaz de cerrar su ventana. No sé si ha visto ya a mi madre, pero actúa como si no se hubiese enterado y sigue echándose agua para aclararse el jabón.

— Ayer con mis bragas y hoy con tu hermana, ¿eh? Degenerado.

Llevo mi mano al calzĂłn para guardarme la polla, y vuelve a gritarme.

— ¡Que te estés quieto! Pasa la vergüenza, pásala… Cerdo, que eres un cerdo…

Se sienta, casi dejándose caer sobre la cama y empujándome con el culo. Su mano derecha, la más cercana a mí, me raspa la barriga con las uñas mientras dirige su mano a mi polla empalmada, agarrándola con fuerza. Hago un gesto de dolor, pero ella acerca su cara a la mía, con ojos de furia.

— Te la cascas mirando a tu hermana, marrano.

— No mamá, no me he dado….

— ¡Chstt! A callar, cerdo. — Dice, apretándome más el rabo. — O te la corto.

Y diciendo eso, flap, sube su mano por mi polla hasta el capullo, y vuelve a bajar con fuerza, apretándola en la base. Me quedo estático. Tengo su cara dos centímetros, mirándome con mala hostia.

Y la cago aún más. Viene con un vestidito de verano y las dos ubres asoman. Han botado cuando me la ha sacudido después de casi pegarse a mi brazo.

— Anda sí, encima mírale bien las tetas a tu madre, marrano. — y, diciendo esto, vuelve a sacudírmela otra vez. — Que te deslechas con tu hermana y con mis bragas, ¿eh? Que lo sé. — Flap! Otra sacudida — Puerco, marrano..

Empuja su frente contra la mía, casi un cabezazo, y se me abre la boca de miedo. No sé qué hacer y mi polla estaba ya pidiendo soltar leche cuando ha entrado. La sangre sigue ahí a pesar del miedo, mi madre la agarra con fuerza y me la está sacudiendo. Aunque me hace daño, estoy duro como una piedra.

— Mirándole las tetas a tu hermana… — flap, vuelve a subir y bajar con fuerza, esto ya es paja… — … Y a tu madre, marrano…

Diciendo esto, lleva su mano izquierda a su teta y tira del vestido y del sujetador, bajando el tirante, sacando la masiva berza y apoyándosela sobre el vestido y el sujetador.

— ¿Esto, eh? Te escondes para vernos las tetas, guarro… — Flap, flap… sube con fuerza, cerrando la mano contra mi capullo, que ya está soltando líquido preseminal, y baja con más fuerza aún contra la base, pajeándome… flap! prsttt flap! prstt, flap!

Miro su enorme melĂłn moreno por el sol, descubierto, con el pezĂłn grande y duro. Debo tener cara de subnormal. Miro de reojo a la ventana, y veo a mi hermana al otro lado del patio, tras la ventana, con el agua cayendo en ese cuerpo que me vuelve loco, y vuelvo a mirar la teta de mi madre, botando por el movimiento de su mano sobre mi polla.

Mamá lleva su mano izquierda, tras liberar su pecho, hasta mis huevos, y los agarra con fuerza, de golpe. Ahora su brazo derecho y su brazo izquierdo aprietan sus tetas gordas una contra la otra, y casi no siento el dolor cuando me cierra la mano contra las pelotas.

— Sinnvergüenza… sacándose la leche.. — flap flap, vuelve a pajearme más fuerte — con su madre… — dice esto pegándome la nariz a la cara, con cara de furia y su voz se vuelve más grave. Aunque a menos volumen, me da más miedo así. Mi polla late en su mano y el chuipp de la lubricación suena con los golpes de la mano de mi madre contra la base de mi polla.

— Sacándose la leche… Mírala, mírala demonio…

Mi madre me está poniendo a reventar. Siento los cojones apretarse contra su mano a cada trempado de mi nabo respondiendo a sus meneos, flap, flap… Sus tetas botan mientras ella me respira en la cara y sus labios se pegan a mí, cerca de mi boca, diciendo barbaridades…

— Mira, mira a tu hermana… puerrco, degggenerado, perrrro ssalido…

Sin separar la cara de mi madre, dejo de mirar sus tetas y llevo los ojos a la ventana de nuevo. Mi hermana nos mira, con el agua cayéndole y los ojos muy abiertos, desde el otro lado. Sólo puede ver la cara de mi madre pegada a mí, diciéndome barbaridades, y quizá su teta fuera del vestido, no lo sé. Pero mira hacia nosotros con cara de alucinada.

Mi madre me pajea más rápido, y suelta mis huevos para llevarse la mano izquierda a la parte baja del vestido, que ya es corto. Su pierna derecha pegada a mí, la izquierda se abre mientras su mano aparta del todo la tela dejándome ver su braga blanca, su coño marcado, y se da un golpe con los cuatro dedos sobre el potorro.

— Estas bragas me quitas, cerdaco, estas… Con estas te pajeas y me las llenas de lefa… en el coño de tu madre, guarro de mierda... — el flap flap flap de la paja que me está dando se hace irregular mientras ella se azota el conejo cubierto por la braga blanca — Deggggenerao…

Su mano derecha se aferra a la base de mi polla, se detiene, y mis pelotas ya casi no pueden más mientras mi madre posa sus dedos sobre la braga, esta vez sólo dos, y se frota el coño un par de veces, para luego volver a darse azotes con los dedos.

— Cochino, cochino, cochino… — dice, agarrándose el coño con los dedos y apretándose, mientras su mano se vuelve a mover sobre mi polla — mírala cochino, mírala… — dice volviendo a pajearme a toda velocidad, flap flap flap flapflapflap…

Mi boca abierta tiene que parecerle ridícula a mi hermana. La miro, y en vez de de costado está de frente, mirándome, mientras el agua sigue cayéndome.

Mi madre me muerde la cara. Su mano izquierda sigue en su coño, la derecha me pajea, y siento la leche empezar a brotar. Tiemblo como con una sacudida y mi leche salta. Sobre el vestido de mi madre, sobre su teta, llenando su mano, mientas sigue sacudiendo y trata de decir “marrano” con mi mejilla entre sus dientes.

— ¡¡Morronooo!!

Su mano izquierda frota su coño sobre las bragas frenéticamente, y no entiendo nada. La corrida me ha hecho olvidar hasta lo aterrorizado que estoy. La leche sale y sale, y mi madre suelta mi cara. No deja de sacudírmela mientras sigo manando, pero ya con menos intensidad. Baja su mano hasta la base de mi rabo y la vuelve a subir para apretarme el capullo y restregarme la leche con la mano. Luego baja de nuevo, con fuerza, y aunque me hace daño, de mi polla sale algo más de leche. Me está exprimiendo.

— Marrano.. cerdo… — sigue gruñendo mi madre en mi cara, con la frente apoyada en mi sien.

Se frota el coño en círculos y luego mete la mano más abajo, como para meterse los dedos. Vuelve a frotarse, creo que está mirando mi nabo. La señal húmeda en la tela sobre su coño se nota perfectamente alrededor de sus dedos.

Se mira la teta, ojea su vestido también manchado y me empuja con la cabeza. No sé la que me va a caer por esto, pero aún tengo la cabeza nublada.

Mi madre no suelta mi pija, mientras esta late un par de veces más. Cuando finalmente lo hace, mientras sigue tocándose despacio, se lleva esa mano llena de leche a la teta, y se lo restriega por ella, aunque ya había semen en su pezón. Me doy cuenta de que estoy mirándola, y vuelvo a llevar los ojos al otro lado del patio.

— Mírame. ¡Que me mires! — Dice, sobándose esa montaña de carne lubricada. — Eres un degenerado.

— Lo.. lo siento mamá, yo.. — Intento protestar, pero obedezco. Hace falta poco para encajarme la mirada en ese inmenso y redondo melón, de piel clara pero bronceada. Mi madre es aún una jaca espectacular y no ha parado de arrastrar ojos por la calle. Es voluptuosa aunque no le sobran dos gramos de grasa. Apenas tiene marcas en los pechos de vestidos o bikinis. Sé que, cuando sube las escaleras del patio hasta la terraza, va a eso, a tomar el sol, no sé si en topless o en pelotas. Ese pedazo de pezón, marcado, grande, duro y mojado, me deja imbécil.

— Eso, mira y calla, cerdo, que me vas a mentir.

Y, diciendo esto, echa la cabeza un poco hacia atrás y se toca la cara. Coge el semen que tiene en la mejilla con los dedos, y baja la mano derecha, que sustituye a la izquierda en su coño, apartando la braga para restregarse el semen por la raja. No me puedo creer lo que está pasando, pero estoy viendo los dedos de mi madre entre los labios de su conejo, restregándose mi lechazo.

— Esto querías, ¿eh? Robándome las bragas, sinvergüenza. ¿Esto?

La miro, pasmado.

— Esto, ¿eh? Oler el coño de tu madre, degenerao.. — Dice, echando el cuerpo un poco hacia atrás. Lleva la pierna derecha, atropellándome con la rodilla, hasta abrirla sobre la cama, y se azota el coño, plaf, plaf, con los cuatro dedos.

La tela mojada de sus bragas está echada a un lado, y sus dedos entran en su coño mientras ella mira por la ventana hacia el otro lado del patio. No sé si mi hermana está allí ahora, pero no puedo dejar de mirar ese coño mojado delante de mí.

— ¡Y tú, ya hablaremos, golfa! ¡A ver si no sabes usar la ventana ahora! — le grita y vuelve a mirarme fijamente. — Ahh… guarro… pedazo de puerco…

Se mete los dedos con más velocidad y me mira con cara de odio, pero la mueca de la masturbación no la puede evitar. No sé qué se supone que debo hacer.

— Uff… Vas a ver, marrano. — Dice, mordiéndose el labio. Acto seguido, se encarama de rodillas sobre la cama y se baja las bragas hasta las rodillas. Agarra el vestido, que aún estaba subido de un lado, y se tira de él y del sujetador, montando ahora sus dos ubres sobre las telas. — No tienes vergüenza.

Miro a la puerta abierta, pero los melones de mi madre empiezan a botar y balancearse, mientras con las piernas a un lado se termina de quitar las bragas. Me han hipnotizado tanto que ni me doy cuenta del movimiento, cuando hace un burruño las bragas y me las acerca a la cara. Me las pega a la boca, y aún creo que tardo medio segundo en dejar de mirar sus peras balancearse y mirar a las bragas que ahora empuja contra mi boca.

— Huele, huele.. puerco.. huele bien…

Y no lo puedo evitar. Obedezco. Las huelo, y los ojos se me cierran solos cuando su flujo me invade la nariz. Más que cuando Rocío me da las suyas. Más incluso que cuando, hace una semana, me las puso en la nariz de forma parecida, y olían particularmente bien, particularmente intensas. A pesar del miedo, el flujo fresco e intenso de mi madre es insuperable.

— Te vas a hartar, cochino.. veen… ven aquí…

Diciendo esto, me agarra por el pelo con la otra mano y empieza a echar hacia atrás en mi cama, sin sacarme las bragas de los morros. Me arrastra mientras se mueve. Antes de darme cuenta, me he girado del todo y he subido las piernas y los brazos sobre la cama. La sigo, incapaz de hacer nada, estirado del pelo como un perro.

— Ah! — Alcanzo a protestar.

— Y más que te voy a hacer. Venga, que vas a olerlo bien…

Se tumba sin soltarme del pelo, y hasta que no cae del todo, no me quita las bragas de la cara. Pero ahora sus tetas botan con la caĂ­da, y se balancean a ambos lados hipnĂłticamente.

Me encuentro encima de mi madre, que tiene las piernas abiertas de par en par. Miro sus tetas y miro su coño.

— Cómetelo. — Ordena.

— Mamá.. — Me sale un hilo de voz y la miro a la cara de nuevo. Su ceño fruncido siempre me ha dado pánico. Y el olor no me ha abandonado.

— Cómetelo o tu padre se va a enterar. Así aprenderás…

Mi polla no había acabado de bajarse, y da un latigazo. Me doy cuenta de que mi pantalón está en mis tobillos. MI madre me empuja la cabeza hacia ella, y su olor me pega como un puñetazo, mientras torpemente saco la lengua antes de acabar con la nariz entre sus labios.

— Chupa guarro… — vuelve a ordenar.

Me mueve ella, casi, la cabeza hasta que mi boca hace contacto con su coño. Empiezo tímido, y mi lengua entra en su raja con facilidad. No me he comido nunca un coño, pero lo he visto. Muevo la lengua arriba y abajo, mientras sus manos van a ambos lados de mi cabeza. Me la mueve de lado a lado y chupo, y chupo sin parar, buscando su botón para lamerlo. El sabor me llena y mi polla vuelve a saltar. Siento su cuerpo tensarse, un leve temblor que sube por sus muslos, y sus piernas se retraen, lo que me permite apoyarme mejor entre ellas. Lamo otra vez, más lento, saboreando cada pliegue.

— Cochino, cochino, cochino… ahh… espiando… ah ahh…

Su coño está mojadísimo. Mi lengua busca su clítoris, lamiendo con fuerza, rápido, como un helado, y ella me empuja el chocho en la boca. Chupo, apretando los labios alrededor, sintiendo su carne palpitar bajo mi boca e hincando la lengua de nuevo. Su cuerpo se arquea y miro delante de mí esas montañas subir y bajar. Vibran con mis lametones.

Lamo en círculos con su potorro en la boca, presionando más, devorándola, y el sabor me vuelve loco. Llevo mis manos bajo su culo, clavándole los dedos. Sus dedos se clavan en mi cabeza, tirándome de nuevo del pelo, empujándome más hondo, y veo los melones moverse entre sus brazos. Lamo y chupo sin parar, sin práctica, pero viendo cómo su culo y sus tetas reaccionan acompasándose. Empujo su clítoris con la lengua y vuelvo a hincar la lengua en su raja, repito y repito, mientras ella se retuerce. Su coño palpita contra mi boca, empapándome la cara, y mi rabo está en pie de guerra. Quito una mano de su culo y sigo chupando y mirando sus berzas, mientras me agarro la polla y empiezo a cascármela otra vez.

— Así… Dame lengua, cerrdaco… ¡¿Qué miras tú, guarra?!... Ahh… Puta desvergonzada ¿Eh, qué miras? ¡Ven aquí ahora mismo o te juro que os vais a enterar, tú y tu padre! Ahhh… ¡Ven ya!

Me sigue apretando la cabeza, así que sigo comiéndole el conejo, pero decelero intentando procesar lo que he escuchado. ¿Mi hermana? Pues sí, ha asomado la cabeza por el patio, mi madre la ha visto y le ha gritado para… ¿para que venga?

Rocío se ha quedado helada, con los ojos como platos en el patio mirando hacia mi habitación. Mi madre aprieta mi cabeza contra ella y siendo los flujos manar… No sé si se está corriendo, pero se contrae contra mi boca y recibo suficiente como para tener que tragar.

— ¡Que vengas! — Vuelve a gritar.

Me pajeo con fuerza. Aunque no tengo claro por qué lo hago en ese momento, mi cuerpo está diciendo que si mi hermana va a venir tiene que ver esto en todo su esplendor. Mi polla incluída.

Giro los ojos hacia la puerta de mi habitación, en la que hace pocos minutos mi madre en jarras me insultaba mientras me la cascaba mirando a mi hermana. Ahora es Rocío, mi hermana mayor, la que aparece en la puerta. Lleva una toalla y el pelo mojado. Ha debido salir de la ducha al escuchar los gritos, con más curiosidad que miedo.

Mi madre se ha incorporado sobre sus codos y sus tetazas se ciernen sobre mĂ­, que me despego levemente de ella para mirar a RocĂ­o.

— ¿Te gusta eh? ¿Mirar también te gusta? Marrana… degenerá… — Mi madre la mira con odio mientras la insulta, y ella la observa boquiabierta, con las tetas manchadas de semen y el vestido arrugado en la barriga, conmigo de rodillas entre sus piernas, la cara empapada y separándome de su coño con la polla en la mano.

— No te he dicho que pares, marrano. — dice mamá, girándose hacia mí, con la respiración entrecortada.

Miro su coño, miro a mi hermana. El coño de mi madre palpita, y no sé qué va a pasar, pero obedezco. Intento ignorar Rocío, aprieto mi nariz contra los pocos pelos del pubis de mamá y me tiro de nuevo a chupar y lamer el clítoris inflamado.

— Quítate eso, guarra, que te gusta ir en pelotas para calentar. — Mi madre le habla sin gritar ahora, pero con la misma mala hostia — Ahora no te tapes… Ven aquí, ven…

Mi hermana, temerosa, se acerca despacio, como calculando las intenciones de mamá.

— Veen ven… No te hagas la sonsa que ya te conozco… ¿Estabas aquí, calentando al niñato?

— No mamá, no sabía que…

— Mmmentiroosaaa… — dice mamá mientras cae de espaldas y vuelve a llevar su mano a mi cabeza para apretarme contra ella, con una voz que suena a veneno mezclado con excitación — Te he visto abrir… ahh… la ventana… eres una puta… ahh… no seas encima puta mentirosa…

— Mamá… — empieza a replicar Rocío.

— Ni mamá… ufff… así nene así… ni mamá ni mamó… mira, aassí… tu hermano también sabe, no sólo tu papá… vaya par de degeneraos estais hechos…

— ¿Me puedo ir? — dice, tímidamente Rocío.

Mi madre me empuja la cabeza sin mirarme, apartándome de ella, y observa a Rocío con cara de mala hostia mientras vuelve a incorporarse y echa el culo hacia atrás, acercándose al cabecero de la cama. Con la respiración agitada, planta las manos en la cama y se dirige a ambos.

— Tu, guarro, quieto ahí. Y tú, putilla, te quitas la toalla, que estás en familia.

— No me digas puta…

— Te digo puta porque eres una puta y porque tú sabes que eres una puta y te gusta que te llamen puta. Puta, putaza, putón.

Rocío baja la cabeza y mira hacia mí, pero sin llegar a mirarme a los ojos. Yo no sé dónde está mi pantalón, y estoy sentado, empalmado como un caballo, esperando a ver qué pasa. Mamá está enfocada en ella, y, ya sin tanto miedo, no puedo evitar estar expectante y desear que mi hermana se quite la toalla.

La impaciencia puede a mi madre y empieza a mover los pies al borde de la cama hacia Rocío, empujándose con las manos, como para bajarse.

— Te la quitas o te la quito.

RocĂ­o no responde, mira hacia abajo y aprieta la toalla contra sĂ­ con sus manos.

Mi madre baja de la cama. Sus tetas botan y el vestido cae sobre sus caderas amenazando con tapar su culo desnudo, que se mueve mientras anda hacia mi hermana. Alarga la mano y engancha la toalla sobre las tetas de RocĂ­o, tirando de ella.

— Que tímida te veo.

Rocío cede y de nuevo aparece ante mí su cuerpo desnudo, que llevo años espiando y deseando. Sus tetas perfectas y su coño rosado y rasurado, perfectos y aún algo húmedos de la ducha. No se tapa, pero sus manos se juntan, nerviosas, en su vientre, mientras mi madre le echa el pelo hacia atrás y gira la cabeza para mirarme. Ve que estoy duro como un burro y se ríe, volviendo a dirigirse a Rocío y gesticulando con la cabeza hacia mí.

— A la cama con tu hermano.

RocĂ­o la mira, con ojos como platos.

— A la cama. Con. Tu hermano. — Repite.

Rocío tuerce la cabeza y se dirige hacia mí. Me mira, fugazmente, a la polla y a la cara, y vuelve a bajar la mirada con cara de cabreo. Mientras se sienta a mi lado, observo sus nalgas perfectas y redondas como un melocotón, la humedad en su piel y sus tetas firmes de diosa. Su pelo rubio cae por su espalda y el agua cae hasta la divina raja de su culo. Me doy cuenta de que no he mirado suficiente su coño, a pesar de tenerlo tan cerca mientras se dirigía hacia mí.

Mamá nos observa a ambos y, con una mano, empuja el vestido por sus caderas hasta que cae por sus piernas

— Chúpasela. — ordena.

RocĂ­o no dice nada. Su cara de mala leche es espectacular, y mi mirada va de su cara a sus tetas y a sus muslos sin parar.

— Chúpasela, que tú sabes. — Repite mamá. — O tu padre va preso y te van a llamar “La Marrana” lo que te queda de vida.


ContinĂşa en el siguiente mensaje, que no me cabĂ­a :)
 
RocĂ­o gira levemente la cabeza hacia mĂ­ y vuelve a mirar al suelo alrededor de la cama.

— Esto sabes hacerlo, ¿verdad? Síííí, sé que sabes, guarra… chúpasela como tú sabes, de rodillas y con las manos a la espalda.

Mi hermana levanta la mirada hacia mi madre, con cara de odio.

— Venga, a chupar. Que yo lo vea.

Rocío respira hondo, sus pezones duros se elevan y vuelve a mirar hacia mí, esta vez a mi polla, mientras hace resbalar su culo por la sábana y, apoyándose con la mano, baja las rodillas al suelo y gira su cuerpo en mi dirección.

— Así, ¿ves que bien? Pa que digas que te gusta chupar pollas. Y tú, huguito, que le entre toda a tu hermana en la bocaza esa de guarra que tiene. Que tienes buena polla.

Mi hermana se mueve con las rodillas en la alfombra de tela hasta que está frente a mí. Siento la necesidad de llevar las manos a sus tetas y a su cabeza. Los labios de su coño perfecto se cierran con sus muslos cuando junta las rodillas y baja el culo hasta sus talones. Se ayuda para colocarse con las manos en mis muslos, y mi polla trempa como loca.

Rocío aprieta los labios y respira mientras lleva su mano a mi polla, la agarra y la mueve de arriba a abajo. Frunce el ceño al notar la humedad y en ella y mi capullo húmedo, pero desciende con la boca abierta sobre él y no puedo dejar de mirarla mientras siento su lengua acompañar el movimiento al recibirla, llevándola hasta su paladar. Se detiene ahí y empieza a mover su mano sobre mi polla.

— Así… cómo le gusta… ¿cómo decías? El “bibe”, el biberón, guarra… Pero he dicho que chupes, no que pajees… — Dice mi madre, aproximándose desnuda a la cama y descendiendo a nuestro lado hasta sentarse. — Chupa bien, traga como tú sabes… — Y las tetas de mi madre me sacan de la cara de mi hermana por un momento al oirla hablar, mientras rebufo y llevo las manos a la cama tras de mí.

Siento la respiración de Rocío en mis huevos mientras sus babas comienzan a fluir levemente y mama más fuerte con la boca, llevándola más profundo. Sus tetas se mueven y yo no puedo evitar ayudar la tragada apretando las nalgas para subir el rabo contra ella.

MI madre abre las piernas y se apoya con una mano, llevando la otra a su coño mojado, que vuelve a aparecer a mis ojos, de lado, mientras se mete dos dedos de golpe y gira hacia nosotros, subiendo una rodilla a la cama.

— Mejor, putilla, pobre hermanito tuyo, no va a ser el único al que no le saques la leche, no?

Rocío acelera la mamada y casi gruñe contra mi polla al oir a mi madre. Parece un sonido de ira, pero el resultado es que chupa más y más fuerte y las babas empiezan a alcanzar mis cojones. La atención de mi madre en Rocío me da espacio mental para pensar que no me puedo creer estar viendo cómo mi hermana me come el rabo con mi madre masturbándose a mi lado. Mi madre me acaricia la cabeza.

— Fóllale la boca a la marrana, Huguito, que le gusta…

Y entonces, suena, al fondo del pasillo, la puerta cerrándose. Rocío se detiene, con mi rabo en la boca y los ojos como platos. Yo miro a mamá, que está mirando a la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¡Ja! Viene tu padre, nena. Ya verás que bien se lo pasa viendo cómo te folla tu hermano.

Estoy acojonado otra vez. RocĂ­o ha soltado mi polla con la boca, aunque no con la mano, y permanece atenta al sonido que viene de la entrada. Mi madre me despierta del susto con un capĂłn tan fuerte que todo mi cuerpo va un poco hacia adelante, empujando mi capullo de nuevo a la boca de mi hermana.

— ¡Que le folles la boca he dicho! — Me grita. — Y tú guarra, no sueñes, que tu padre no te va a ayudar. Ahora le toca a él enterarse de lo que vale un peine. Y mientras, más te vale tragar como una cerda y que no me entere de que estás si no es por las arcadas.

Miro a mi hermana y ella parece reflexionar. Mira a la ventana, mira a mi polla y a mi madre. Vuelve a mirar a la puerta… Y GLOB! Traga de nuevo, y yo gorgojeo como un idiota con la boca abierta y las manos en su cabeza, cuando la mete hasta ni sé dónde, devorándola entera y haciendo un “gggg” contra mis huevos mientras siento su nariz tocarme.

Le sujeto la cabeza a mi hermana para que no se la saque mientras me incorporo de la cama, con ella pegada. RocĂ­o me agarra del culo y lo palmea.

— ¡Las manos a la espalda, guarrilla! — grita mi madre, mientras se acerca a la puerta y sale al pasillo. Mi hermana no ha soltado mi rabo y siento las babas en mis huevos y su respiración, mientras la saco un poco para volver a empujársela dentro. Es la sensación más espectacular que mi cuerpo ha tenido jamás, y no me imaginé jamás tener el cuerpo de mi hermana (mi vicio desde hace años) a mis pies, con la tranca enterrada en su garganta.

Mamá se apoya en la pared mientras nos mira desde fuera, pero grita dirigiéndose a mi padre.

— ¡Mira que bien tienes enseñada a tu hija, Saulcito!

Oigo las llaves y las pisadas de mi padre, pero tengo a mi hermana alrededor de mi rabo, gagueando con las manos a la espalda, y no puedo parar. La follo despacio pero profundo, como si hacerlo lento fuese a granjearse su favor cuando esto acabe.

Mi padre aparece. Ha visto a mi madre desnuda, gritándole desde la puerta de mi habitación, y llega ya con cara alucinada. Le veo, con su camisa y la corbata desanudada, los pantalones de vestir y girándose para ver la escena. Pero no puedo parar de folarle la boca a mi hermana. Mientras él se pone rojo de furia y nos mira incrédulo, alternativamente, a mi madre y a nosotros dos, yo mantengo la vista fija en mamá, cumpliendo sus órdenes y moviéndome cada vez más rápido en la boca de mi hermana. Se me debe estar poniendo cara de subnormal.

Lo que le ha dicho mi madre desde la distancia ya ha acojonado a papá. No consigue ni articular palabra. Pero mi madre sí.

— Se ha puesto a exhibirse para tu hijo, no te creas que te putea sólo a ti, pringao. Tu hija se folla todo lo que le interesa. Así que ahí está, su hermano le está dando “el bibe” a “la putita”.

Mi padre miraba a mi hermana hasta que escucha esas palabras. Entonces, vuelve a mirar a su esposa. No sabría decir qué expresión tiene, sólo oigo con claridad el gloG, globg, glob, Glogb de la garganta de mi hermana y las oleadas de placer que me recorren el cuerpo me han puesto en servicios mínimos. Sólo estoy atento a las órdenes de mamá.

— Manuela… — Empieza a protestar mi padre, que no sabe dónde meter las manos. Cierra los puños. Es un tío grande, y si me calza una hostia me mata.

Mi madre se acerca a él y le da un palmetazo en la polla mientras le grita.

— ¡Ni Manuelo! Te vas a callar la boca, puto enfermo. A partir de ahora vas a tener dos “putitas en casa” y no te vas a follar a ninguna. O eso o a la sombra.

Mi madre se gira hacia nosotros y avanza hacia la cama. Yo la observo y aprieto la cabeza de RocĂ­o contra mĂ­ mientras ella gorgojea y traga con el chorro de babas cayendo en sus tetas y en el suelo desde mis pelotas.

— Sí que traga bien, sí… Saulcito, esto no se lo has enseñado tú, a ver si te crees que era virgen hasta hace una semana.

Mi padre no sabe qué hacer. Mira a mi madre, a mi hermana, y al pasillo. A mí no me mira.

— ¡Föllatela! ¡Fóllatela que le gusta! — Grita mi madre.

No puedo parar de follar la boca de mi hermana, estoy desnortado. Le agarro la cabeza y me muevo como un animal autómata, reventándola, mientras ella ha vuelto a traer las manos adelante e intenta equilibrarse poniéndolas en mis muslos.

— ¡Que te la folles por el coño, subnormal degenerado. — Dice, volviendo a darme un capón que hace gruñir a mi hermana por el impulso adicional.

Le suelto la cabeza y su melena rubia, hecha ya un desastre, cae hacia atrás, como ella. Con las manos detrás, en el suelo, inclinada, puedo ver la humedad haciendo brillar su cara, sus tetas y hasta su coño. De sus labios hinchados sale un gordo hilo de babas. El otro extremo se separó de mis huevos y ahora embadurna sus tetas ya empapadas, cayendo hacia el brillante coño que mi madre acaba de ordenarme follar. Es la imagen más espectacular que he visto jamás.

Me inclino hacia ella y la cojo por las axilas. Rocío me mira fijamente a la polla mientras respira trabajosamente. La levanto mientras se coge de mis hombros y la dirijo hacia la cama, empujándola sin muchas contemplaciones. Ella se deja caer apoyándose con los brazos y mueve el culo hacia atrás, recostándose y abriéndose de piernas sin decir una palabra, mirando a mi madre y a mi padre, primero, y después a mí.

— Manuela, esto… — intenta protestar mi padre.

— ¡Esto o Las Quemadas! — Le grita mi madre, con la cara de odio más profundo que he visto nunca.

Mi hermana me mira subirme a la cama y encaramarme encima de ella, entre sus piernas. Pone cara de mala hostia, pero abre más las piernas y lleva un pie a mi costado mientras su mano va a mi polla. No sé qué están diciendo mis padres, sólo veo la cara húmeda de mi hermana acercarse y la sensación de calor en mi polla cuando mi glande hace contacto con su raja. Ella contrae su raja al notarme y siento como si su coño me quisiese tragar.

Lleva sus pies a mis nalgas y me atrae con ellos, pulsando con los dedos mientras me apoyo bien y siento mi rabo entrar en ella. Sería capaz de correrme de inmediato. Mientras voy penetrando mi primer coño, tiemblo y Rocío echa la cabeza hacia atrás, con la boca muy abierta. Creo que me voy a marear mientras sus piernas se aprietan contra mí y sus talones se apoyan en mi culo. El calor de su coño me parece sobrenatural, y ella contra su interior, ordeñándome mientras avanzo.

— Aahay.. aaa… aa!… — Los grititos agudos de mi hermana coinciden con las ondas que me absorben en su interior. Esos grititos se detienen en un sonido mudo de su garganta cuando mis pelotas se pegan a su culo, mi pecho a sus tetas y mi boca a la suya. Me encuentro otra vez con su mirada mientras su coño no para de absorberme, en oleadas que, por sí mismas, podrían hacer que me corriese. Los ojos de mi hermana ya no muestran enfado, sólo veo el efecto de mi rabo rellenándola.

— Madre de Dios, hija, lo tuyo no es normal. — Dice mi madre. — Eres peor todavía que yo a tu edad.

RocĂ­o la mira de reojo, con los ojos como platos, mientras no puedo evitar empezar a comerle la boca. Y busca con los ojos a mi padre mientras me devuelve los lenguetazos. Estoy enterrado en ella y mi polla no para de trempar en su interior.

PLAS! Mi madre me azota el culo.

— ¡Muévete, coño!

Mientras empiezo a levantarme para sacarle y volverla a meter, Rocío me come la boca y mi padre da vueltas por mi habitación, no sabiendo si mirar, no mirar, irse o quedarse. Empiezo a clavársela con fuerza, plaf, plaf! y acomodo las rodillas para hincarla al máximo. El sonido húmedo de su coño acompaña los plaf, plas de mis embestidas y el único otro sonido que me llega es la voz de mamá.

— Y te le corres dentro, que pedir leche también le gusta a la muy guarra. Que yo vea ese chocho bien lefado, ¿eh? A partir de ahora vas a tomar pastillas del día después como para viajar en el tiempo, golfa.

— ¡Manuela! — Trata de imponerse mi padre.

Pero mamá se gira para mirarlo, en silencio, con una sonrisa lateral diabólica.

— Date una paja, me apetece ver cómo te pajeas mientras se follan a tu nena.

— Cariño…

— ¡Que te pajees, maricón!

Y mi padre obedece. Yo embisto mi primer coño, el de mi hermana mayor, como si se me fuera la vida, y Rocío se agarra de mi culo también con las manos.

— Ahha.. ahh.. ufff.. aahmm.. a.. así… ahh… — Rocío me gime contra la boca mientras le chupo los labios y la cara y no paro de embestir. Siento su corrida calentar mis huevos y sus grititos aumentar de volumen mientras mi padre se saca la polla y mi madre se sienta en la cama a nuestro lado, mirándole.

— Así, así, huguito, dale fuerte, mira cómo se corre de gusto la puta…

Mi hermana está teniendo un orgasmo prolongado y grita más fuerte mientras embisto sin parar, y mi madre se tumba a nuestro lado, llevándose la mano al coño. Sus enormes melones aparecen de nuevo delante de mí, mientras ella me observa e insulta a mi padre.

— Dile.. dile puta ahora, a tu hija, pero con razón, pringao… Mira, mira cómo mueve el culo… Va a ser la puta de la familia. Ahora vas a tener una puta por hija, pero no la vas a catar. Y a la zorra de tu mujer tampoco, cornudo… que no vas a poder pasar.. ni… ni por la puerta de la iglesia. — Mi madre habla entrecortada, ha empezado a azotarse el coño y sus tetas botan, hipnotizándome mientras mi hermana me gime en el cuello.

Mi padre, de pie, con los pantalones bajados, nos mira con la polla en la mano y el ceño fruncido, obedeciendo la orden de mi madre, parece que con el cerebro menos entusiasmado que su polla, que sí está en marcha.

— Tu nene… se ha corrido en mis tetas, Saúl… y me come el coño mejor que tú… vas a ver enseguida… cómo me folla también… — Mi madre se masturba cada vez más fuerte, a nuestro lado. Pega la cabeza a la de mi hermana mientras se burla de mi padre y sus tetas botan tanto por sus propios meneos en el coño como por los movimientos de la cama bajo los empellones que sigo dando a mi hermana.

Mamá sube un poco en la cama, pega su boca a la cabeza de Rocío y mueve sus melones contra mi cara.

— Chupa guarro, chupa… degenerao… chúpame las tetas... que me voy a correr… Los dos...

Mis huevos se estrellan, plaf, plaf, plaf, contra el culo de mi hermana, y empiezo a lamer y chupar el pezón de mi madre mientras Rocío me muerde y me succiona el cuello. Mamá aprieta sus tetas contra mí y yo chupo su pezón como un bebé. Siento una especie de “clac” en el fondo del coño de mi hermana, como una última puerta, mientras ella suelta un chillido ahogado en mi cuello, y mamá gime cada vez más fuerte. Mamo y mamo de su teta mientras su pie hace contacto con mi pierna. Es demasiado. Gruño contra sus melones mientas inundo de leche el coño de mi hermana, y ella parece abrirse aún más, alojando mi capullo en el fondo en el momento en que chorros y chorros de leche salen a presión de mi rabo. Mi hermana recibe el riego con un gruñido ronco, como si chillase desde el fondo del estómago, con el sonido más grave que jamás he escuchado de ella.

— uuUUUUUUUhhhHH!!!!

Mi madre empuja su melón contra mi boca mientras se aprieta entre las piernas, sin frotarse, como haciendo vibrar su mano contra ambos lados de su coño, y el chorro de la corrida de ambas se mezcla bajo mi muslo izquierdo. Mi leche no ha parado de salir y sigo martilleando el coño de Rocío, que sigue gritando, pero ahora sale de mi cuello para engancharse a la otra teta de mi madre.

— uUhhuuhhMMMMmommfffff sslurrrpommmfff…

El coño de mi hermana parece absorberme, contrayéndose contra mi polla en oleadas mientras succionamos juntos de las ubres de mamá. Esta, con la mano apoyada en la cama, nos rodea las cabezas y nos las aplasta contra ella mientras gime y nos insulta.

— De-gen… degeneraos!… cerdos!… aaahha!!...

Mi padre, de pie, se masturba más rápido, pero su cara de humillación no ha cambiado. No le hacemos ningún caso, no obstante. MI madre gime sobre nuestras cabezas y ambos mamamos, mientras los últimos pálpitos de leche salen de mi polla, y el coño de mi hermana late alrededor, exprimiéndome.

Los tres jadeamos. Mi madre va echando la cabeza hacia atrás, con la respiración acelerada, mientras mi hermana y yo succionamos más despacio. Empiezo a lamer todo el contorno de la teta izquierda de mi madre, con calma, sintiendo el calor húmedo alrededor de mi polla, y Rocío me tira un lenguetazo a la boca. Mi madre sonríe al ver cómo empiezo a comerle la boca despacio, nos acaricia las cabezas y la mano húmeda con la que se masturbaba acaricia mi culo, que aún se mueve levemente sobre Rocío.

— Así nena… lo que calientas es pa comértelo hija… Dale lengua, que se la tienes que poner bien dura para que se folle a su madre… delante del maricón pichafloja de su padre.

Mi hermana gime en mi boca al escucharla, y aún me cuesta creer lo que está pasando, pero sigo moviéndome despacio, mi rabo rebañando los espacios divinos de su coño y mi lengua hincada en su boca, enredada con la suya, queriendo entrar al máximo.

Mamá se vuelve hacia mi padre. En cuanto se gira, puede ver a mi padre correrse y empezar a salpicar la alfombra.

— Tu hijo me va a rellenar el chocho ahora mismo, mientras tu hija me chupa el culo. ¿Te enteras? Y lo vas a ver. Igual tienen un hermanito pa que lo mantengas, gilipollas. O eso o hala, a prisión. ¡Ja! Un poli *********, les van a faltar hoyos pa meterte, pedazo de maricón...



..
…....
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Hace una semana, Manuela llegó del trabajo temprano, pero particularmente agotada. Ese día, el calor la tenía a ella, como a todos los profesores de su instituto, peor que a los alumnos, porque el aire acondicionado estaba jodido. Aunque el edificio es viejo y fresco, la ola de calor de los días pasados había venido a meter el miedo en el cuerpo. Además, el bedel estaba de baja y le tocó a ella, que es directora, atender a los operarios al mismo tiempo que diversas quejas y problemas absurdos, incluídas las mierdas del museo que también le caen a menudo. En cuanto pudo, cerró el despacho y salió corriendo.

Cuando llegó a casa ni siquiera pasó por el salón. Era casi verano, y prefirió subir directa a la terraza. Venía ya con una botella de agua helada del chino, así que cogió la crema del cuarto de baño, cruzó el patio y subió las escaleras metálicas.

Se acomodó, sentada, sobre la toalla del día anterior en la tumbona acolchada, y vio que su hija Rocío se había dejado un bikini colgado en la hamaca. Todavía no habría vuelto ninguno a casa, así que sería del día anterior. La casa, elevada en un pequeño monte, le permitía ver todo el pueblo y le daba privacidad. Salvo el ocasional helicóptero de la guardia civil, nadie la iba a ver.

Manuela se recordó a sí misma, hace ya un cuarto de siglo, corriendo borracha con tres amigas por la avenida de la iglesia, sin camiseta y gritando para enseñarle las tetas a un helicóptero de la Guardia Civil. Le hizo gracia pensar que el helicóptero de la guardia civil tuviese el mismo piloto y pudiese reconocerla.

Se puso de pie y se quitó la ropa, despacio. El ligerísimo vestido primero, y después, también, el sujetador y el tanga. Se paró de pie, disfrutando de la brisa, orgullosa de su figura y fastidiada por la falta de ganas de follar de su marido Saúl. Sus melones y su culo firme hacen las delicias y el vicio de sus compañeros y vecinos, y ella se esmera poco en ocultarse. Pero, aunque se permite disfrutar del deseo que despierta, guarda fidelidad desde hace casi veinte años. No cuenta ponerse cachonda cuando su hijo le roba las bragas y se corre en ellas. Ni tampoco masturbarse con ellas después.

A menudo le cuesta trabajo guardar formalidad, pero lo hace. El apodo “La Puta de Cabra” no ha resistido el paso de los años mas que entre un par de amigas, pero el coño ardiente y la cabeza viciosa no han desaparecido ni con los dos chiquillos ni con el estrés. Incluso al revés, con la abstinencia de los últimos años. Hace casi un lustro que no va con Saúl a un local swinger. Aunque nunca llegaron a hacer intercambio de pareja propiamente dicho en el pasado, ahora sí iría con ganas a que alguna pringada entretuviese a su marido mientras ella recibía pollas sin parar por todos lados. Manuela se vuelve a sentar y, mientras se echa crema solar, se recrea en el pensamiento. En voz alta, aunque hablando flojito, para sí misma.

— Saúl está fuerte… sería muy fácil encontrar a un par de golfas dispuestas a zumbárselo. Yyy… mientras él las decepciona y las aburre y acaban haciendo la tijera para poder correrse… mamándosela sin ganas y por compromiso… pues yo estaría tragando y chupando y mamando rabos gordos de dos en dos. Y recibiendo leña por detrás y por delante. Tumbada… boca arriba, sobre el que la tenga más gorda, para que me la hinque por el ojete. Otro, o dos o tres, turnándose en mi chocho, corriéndose todos. Y uno a cada lado junto a mi cabeza, como si fueran un manillar… con dos nabos ahí, para agarrar, pajear y metérmelos en la boca. Juntos en la boca, dos pollas. Como el Julio y el Gambín. Estaría bien que fueran ellos dos….

Julio es el primo de Manuela, prejubilado joven después de muchos años como capitán de barco mercante. Gambín es su amigo del alma, que hoy da clases de matemáticas en su instituto. Ingeniero aeronáutico especializado en bombas y misiles, pero tonto como una piedra.

— Me follo encima. — Le dijo a las nubes, en voz alta, mientras acababa de extenderse la crema.

Con el pensamiento vibrando en su coño, bebió agua y se tumbó. Se masturbó pensando en estar en el Tándem, en las camas, ella sola, recibiendo nardazo tras nardazo sin pensar. Con pollas sin cara específica, pero con caras de hombres que ni en sueños conseguirían follarse a una hembra como ella salvo en ese sitio y de diez en diez. Tras correrse, pensó en bajar y subirse un café, pero pronto se quedó dormida.

La voz de su hija la despertĂł.

— ¡Ja! ¡Claro que me las vas a comprar!

Manuela se frotó los ojos y se estiró. Alcanzó el móvil del bolso mientras la nebulosa pasaba por su cabeza, pero giró la cabeza, con el rostro extrañado, mientras seguía escuchando.

— Papiiiii… venga… tú lo que quieres es que te convenza! Jajaja!

— No, Rocío, no vas a ir a un concierto un jueves. Cuando vayas a la universidad.

Manuela se incorporó y se sentó en la tumbona al oir a su marido. Pensó en si su hijo estaría en casa también, y que igual subía a la terraza a hacerse el encontradizo y ver si la pillaba otra vez en bolas. Si lo hacía, se abriría de piernas y se palmearía el coño diciéndole “marrano cerdaco, de este coño saliste tú”, y se moriría de la risa mientras él se daba la vuelta avergonzado.

— Me quieres dar el bibe, que lo sé… Le quieres dar el bibe a la putita…

Manuela se quedó helada. Ni tres segundos habían pasado. La voz de fulana de su hija, que rebotaba en el patio hasta escucharse mejor en la terraza que en el resto de habitaciones, se dirigía a su padre. Ahogó un grito y, con los ojos como platos, se incorporó. Mientras avanzaba por la terraza, para asomarse al patio, su hija seguía hablando, pero ya no se escuchó más a su marido.

— Anda, cómpramelas… Y te convenzo papiii… ¿Qué quieres, eh? Me gusta que me folles la boquita papi… Me gusta muchooo…

Saúl no respondía nada, y es difícil hablar sin que se oiga en la terraza. Manuela desbloqueó el móvil, abrió la grabadora de sonidos todo lo rápido que pudo y la puso a grabar. Se aseguró de que el auricular bluetooth estaba desconectado y avanzó. Cuando la ventana de su dormitorio apareció tras la pequeña verja que daba al patio, no vio a su hija y a su marido.

Ahí estaba su hijo Hugo. En su dormitorio, el de Manuela. El de sus padres. Tras la ventana y con los pantalones bajados. Manuela no siguió asomándose para no desvelarse con facilidad, aunque Hugo no parecía fácil de desconcentrar. Se la machacaba frenéticamente, con la mirada perdida, tras la ventana entreabierta, mirando al otro lado del patio. Al dormitorio de Rocío. Probablemente el sitio desde el que rebotaba la voz que a Manuela le estaba helando las entrañas.

Hugo se había agarrado las pelotas, y se llevaba algo a la cara. “Vaya, que sorpresa”, pensó Manuela. “Mis bragas otra vez.” Hugo escupió en las bragas de su madre varias veces y volvió a enredarse la polla con ellas para continuar machacándosela como un mono loco. Apoyó la cabeza en los barrotes de la ventana mientras Manuela comenzaba a bordear la apertura del patio, hacia el otro lado, para intentar ver la ventana de la habitación de su hija. El sitio al que Hugo estaba mirando.

— Me gusta papi… Dame en la boca… Fóllame la boca… Jeje… Te gusta que te lo diga, ¿eh? ¡Me gusta chupar pollas! ¿A que me las compras?

Manuela estuvo tentada de vestirse y bajar, agarrar el bate e ir directamente a liarse a zambombazos con los dos. Pero continuó bordeando la valla, mientras comenzaba a escuchar el sonido inconfundible de un rabo entrando en una garganta de niñata golfa con ganas de dar el espectáculo.

— GLOggloGGBGgpfff… GLOGLOGLOg!!.. Ahahpfff… Dame bibe papi… Dame…

Rocío tragaba y gritaba al mismo tiempo. Los gruñidos de Saúl empezaron a hacerse notar conforma Manuela giraba y empezaba a aparecer la ventana doble del dormitorio de su hija.

— Mmmpppfff… — Era el gruñido inconfundible de su marido.

— GLOG! GLOGBBG!! GLOBGG!!!... PFfff… Soy tu putita pfff.. papi, no me puedes… ahh… negar nada… Ahhaa!! ¿Qué quieres? Uuuy papi… qué haces… Eso son cien euros pa salir… aaaahhAAA!!!! ahh!!

Y cuando Manuela consiguió ver la ventana completa, entre las piernas abiertas y levantadas de su hija estaba el culo de Saúl, su marido, apretándose en cada empalada contra Rocío, en el borde de su cama, rodeados por el color rosa claro de la colcha.

Apenas podía ver la melena rubia de la chica tras el torso de su padre, que la percutía a pollazos como un animal, gruñendo mientras ella gemía como una perra y le pedía que se corriera dentro. Con los pantalones por los tobillos y la camisa aún puesta, Saúl aplastaba a su hija.

Manuela entrecerró los ojos, muerta de rabia. Se adelantó dos pasos, resultándole indiferente que la viesen.

— Me… Vas…. Ahha.. ahh.. acomprraaaar… loque… yoquieeraa… córrete dentro papi… córrete…

Una mano de Manuela se posĂł sobre su cadera, en jarras. Y la otra manipulĂł el mĂłvil para encender el vĂ­deo y ponerlo a grabar directo a la ventana.

ConcentrĂł la vista contra la pantalla mientras su marido descargaba las pelotas entre las piernas de su hija RocĂ­o y se preguntĂł si el cerdo de su hijo ya se habrĂ­a corrido en la habitaciĂłn del otro lado del patio.

Intentó recordar cuándo tenía el próximo claustro y pensó que el atajo de cerdos que tenía en casa no tenían claro quién era ella.



Fin del principio de la historia de Manuela.
 
Brutal el relato
Menudo morbazo...esperando continuaciĂłn para nuevos pajotes
 
¡Gracias Barna! Tengo un montón de trabajo por delante antes de poder retomar a Manuela, pero antes de ponerme con una noveleta para ella aparecerá en otra llamada "Tres Madres Excelentes" con un poco más de desarrollo :)
 
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