Mi primer agosto como cornudo consentido

MI VISIÓN A 2000kms

Después de las experiencias del verano. Yo la animé a seguir. Tenía que conseguir que mi querida señora fuese una auténtica hotwife. Compartida de verdad. A solas. Salto sin red.

No porque no hayamos disfrutado juntos. Sino porque era necesario que se empoderara lo suficiente como para ser libre en su relación con los hombres. Eliminar cualquier rastro de mi dominio como macho.

Eso la haría libre. De prejuicios, de dogmas, de traumas adolescentes. Y yo sentiría la libertad de volver a ser un compañero de viaje. No el que impone las normas.

Por lo que estaba animando a que la madre de mis hijos hiciese lo que quisiera. Por lo que cogí uno de los que había en Grindr que me había escrito 20 veces, pero elegantemente. Tatuado, delgado, guapo, rabo largo sin ser descomunal, parecía buen chico.

A las 11 le escribo si queria recibir a mi mujer apenas una hora después. Retransmitiendo lo que pasaba. Ordené a la señora que no lo pensase más. Que se pusiese el vestido blanco de lino, sin bragas debajo. Y el kimono. Y fuese para su casa.

Yo estoy en Europa de visita comercial. Mientras quedaban en un barrio del ensanche de Málaga. Quedaron en una cafetería. Simplemente para ver si cuadraban. No llegaron a pedir cuando decidieron subir para su piso.

Me hicieron una videollamada, yo con mi cámara y micrófono apagados. Sobre el mueble del salón. Tenía una vista privilegiada del chaise longue. Música electrónica de fondo.

Por la rapidez, los gestos, y los movimientos. Se veía que el anfitrión estaba muy nervioso. Sin embargo yo veía a mi hotwife tremendamente tranquila y emponderada.

Se centraron en el plano de la cámara. El a la derecha de pie y ella a la izquierda. Se empezaron a comer la boca. Cerdunamente. Como le gusta a mi querida. De media lengua fuera y repaso por los labios.

El cocinero del menú, le gustaba el rollo. Con una camiseta de alguien más joven que la edad que le correspondía. Le fue magreando el culo. Poco a poco. Mientras no dejaba de besarla.

Así le acercó la mano a su zona íntima, y mi mujer se lanzó al chaiselongue. El se sentó al lado. Mientras el se quitaba los zapatos, mi mujer miró que seguía retransmitiendo. Se giró y le dio un morreo mientras de nuevo él alcanzaba con su mano su coño.

Ella se giró un poco y abrió completamente la piernas. Dejando ver a la cámara su coño desnudo, entre el vestido. Dándole vía libre al invitado a su clitoris.

Empezó muy suavemente con un dedo a acariciarle el clitoris, rápido, pero suave. De una forma que nunca he visto. Hasta que se retorcía de placer. No sé si llego al orgasmo. Pero unos minutos después, él se fue echando encima y apretando más. Ella no podía gritar porque los vecinos pasaban justo por detrás de la cortina.

Abría y cerraba más piernas. Para intentar dominar el placer. Pero el cocinero la tenía en su punto.

En ese momento se vuelven a poner de pie. Para desvestirse. Aquí solo podía ver el torso desnudo del chaval. Y como le agarraba los pezones. Intuyo como se pone de rodillas, porque veo la mano de mi señora cogiéndole el culo. Y empiezo a notar el movimiento de cadera que haces cuando te la están chupando.

Y si, se la estaba chupando de rodillas. Lo sentó en el sofá, se sentó al lado y se agachó sobre su polla. Larga y fina. La primera vez que la veía. Y veía como entraba de lado en la boca de mi mujer hasta la garganta. El miraba al móvil, sin creerse lo que estaba pasando.

En ningún momento el chaval la apretó contra su polla, y eso sé que le gusta. Solo le recogía el pelo, como un tesoro recién encontrado. Unos minutos después de una comida que cualquiera se hubiese corrido, se incorporó y se volvieron a besar. Mientras empezó a magrearle el culo.

Decidieron irse a la habitación. Y mi señora desde el primer momento se tumbó boca arriba abierta de piernas esperando su dosis de comida de coño. Que desde fontanero, es vicio.

No sé cuántos minutos comió el cocinero. Pero por los gestos de placer, bastante.

Pero claro, no todo el mundo está cómodo en una situación así. Cualquiera se hubiera incorporado y metido hasta el tuétano. Y se hubiese dejado. Porque a mí hotwife le encanta notar como tiene una buena polla dentro. Sobre todo te mira como te estremeces cuando se la metes. A pelo.

Pero no, cocinero tenía un juguete preparado. Un vibrador de esos que parece un micrófono. Venía a darle placer. No a hacerse el machito.

Le puso la cabeza del vibrador sobre el clitoris, mientras ella le iban viniendo orgasmos. Le introdujo la otra parte del juguete. Hasta que no pudo más, y ella se volvió a comérsela por los servicios prestados.

El no estaba cómodo con la videollamada, no lo suficiente como para correrse. Se puso ella de rodillas, el de pie. Chupandosela delante de la cámara. Esperaba deseoso que se corriese en su cara. Verla completamente cubierta de la corrida de otro.

Pero no, me pidieron desconectarme. Y acepté para que pudieran terminar a solas. Solo me ha dicho que se corrió como nunca. No en su cara, haciéndose una paja. Y que todo cayó sobre el, y ella lo limpió con la lengua.

Y la historia continúa.
 
MI VISIÓN A 2000kms

Después de las experiencias del verano. Yo la animé a seguir. Tenía que conseguir que mi querida señora fuese una auténtica hotwife. Compartida de verdad. A solas. Salto sin red.

No porque no hayamos disfrutado juntos. Sino porque era necesario que se empoderara lo suficiente como para ser libre en su relación con los hombres. Eliminar cualquier rastro de mi dominio como macho.

Eso la haría libre. De prejuicios, de dogmas, de traumas adolescentes. Y yo sentiría la libertad de volver a ser un compañero de viaje. No el que impone las normas.

Por lo que estaba animando a que la madre de mis hijos hiciese lo que quisiera. Por lo que cogí uno de los que había en Grindr que me había escrito 20 veces, pero elegantemente. Tatuado, delgado, guapo, rabo largo sin ser descomunal, parecía buen chico.

A las 11 le escribo si queria recibir a mi mujer apenas una hora después. Retransmitiendo lo que pasaba. Ordené a la señora que no lo pensase más. Que se pusiese el vestido blanco de lino, sin bragas debajo. Y el kimono. Y fuese para su casa.

Yo estoy en Europa de visita comercial. Mientras quedaban en un barrio del ensanche de Málaga. Quedaron en una cafetería. Simplemente para ver si cuadraban. No llegaron a pedir cuando decidieron subir para su piso.

Me hicieron una videollamada, yo con mi cámara y micrófono apagados. Sobre el mueble del salón. Tenía una vista privilegiada del chaise longue. Música electrónica de fondo.

Por la rapidez, los gestos, y los movimientos. Se veía que el anfitrión estaba muy nervioso. Sin embargo yo veía a mi hotwife tremendamente tranquila y emponderada.

Se centraron en el plano de la cámara. El a la derecha de pie y ella a la izquierda. Se empezaron a comer la boca. Cerdunamente. Como le gusta a mi querida. De media lengua fuera y repaso por los labios.

El cocinero del menú, le gustaba el rollo. Con una camiseta de alguien más joven que la edad que le correspondía. Le fue magreando el culo. Poco a poco. Mientras no dejaba de besarla.

Así le acercó la mano a su zona íntima, y mi mujer se lanzó al chaiselongue. El se sentó al lado. Mientras el se quitaba los zapatos, mi mujer miró que seguía retransmitiendo. Se giró y le dio un morreo mientras de nuevo él alcanzaba con su mano su coño.

Ella se giró un poco y abrió completamente la piernas. Dejando ver a la cámara su coño desnudo, entre el vestido. Dándole vía libre al invitado a su clitoris.

Empezó muy suavemente con un dedo a acariciarle el clitoris, rápido, pero suave. De una forma que nunca he visto. Hasta que se retorcía de placer. No sé si llego al orgasmo. Pero unos minutos después, él se fue echando encima y apretando más. Ella no podía gritar porque los vecinos pasaban justo por detrás de la cortina.

Abría y cerraba más piernas. Para intentar dominar el placer. Pero el cocinero la tenía en su punto.

En ese momento se vuelven a poner de pie. Para desvestirse. Aquí solo podía ver el torso desnudo del chaval. Y como le agarraba los pezones. Intuyo como se pone de rodillas, porque veo la mano de mi señora cogiéndole el culo. Y empiezo a notar el movimiento de cadera que haces cuando te la están chupando.

Y si, se la estaba chupando de rodillas. Lo sentó en el sofá, se sentó al lado y se agachó sobre su polla. Larga y fina. La primera vez que la veía. Y veía como entraba de lado en la boca de mi mujer hasta la garganta. El miraba al móvil, sin creerse lo que estaba pasando.

En ningún momento el chaval la apretó contra su polla, y eso sé que le gusta. Solo le recogía el pelo, como un tesoro recién encontrado. Unos minutos después de una comida que cualquiera se hubiese corrido, se incorporó y se volvieron a besar. Mientras empezó a magrearle el culo.

Decidieron irse a la habitación. Y mi señora desde el primer momento se tumbó boca arriba abierta de piernas esperando su dosis de comida de coño. Que desde fontanero, es vicio.

No sé cuántos minutos comió el cocinero. Pero por los gestos de placer, bastante.

Pero claro, no todo el mundo está cómodo en una situación así. Cualquiera se hubiera incorporado y metido hasta el tuétano. Y se hubiese dejado. Porque a mí hotwife le encanta notar como tiene una buena polla dentro. Sobre todo te mira como te estremeces cuando se la metes. A pelo.

Pero no, cocinero tenía un juguete preparado. Un vibrador de esos que parece un micrófono. Venía a darle placer. No a hacerse el machito.

Le puso la cabeza del vibrador sobre el clitoris, mientras ella le iban viniendo orgasmos. Le introdujo la otra parte del juguete. Hasta que no pudo más, y ella se volvió a comérsela por los servicios prestados.

El no estaba cómodo con la videollamada, no lo suficiente como para correrse. Se puso ella de rodillas, el de pie. Chupandosela delante de la cámara. Esperaba deseoso que se corriese en su cara. Verla completamente cubierta de la corrida de otro.

Pero no, me pidieron desconectarme. Y acepté para que pudieran terminar a solas. Solo me ha dicho que se corrió como nunca. No en su cara, haciéndose una paja. Y que todo cayó sobre el, y ella lo limpió con la lengua.

Y la historia continúa.
Enhorabuena. Aquí malagueño que le encantaría encontrarse a una diosa así.
 
Menú de media tarde...

El nómada finalmente declinó la oferta por problemas de conciliación familiar, o eso dijo…

Así que con la niñera buscada y lo bien que se había dado el menú de medio día, decidimos aprovechar la tarde para acabar lo que habíamos empezado.

Esta vez estábamos los dos mucho más tranquilos y se notaba. Habíamos pactado con el jefe que en lugar de videollamada pasaríamos documentos gráficos de lo que él nos pidió y de lo que a nosotros nos apeteciera. La sensación de saber que estaba al otro lado del teléfono esperando que le llegaran era….

Comenzamos con una copita de vino para rebajar un poco de tensión, un poco de charla y del tirón nos comimos la boca. Los besos eran muy cerdos, de los que acabas toda pringada de saliva y que a mi me encantan. Me quitó la camiseta para tocar mis tetas y se encontró con la sorpresa de mi body de confianza y… parece que no disgustó. Comenzó a comerme las tetas y a chuparme toda la parte del cuello mientras tenía buen acceso al culo. Nos tumbamos en el sofá y nos besamos y tocamos durante un rato. Le abrí en pantalón y se le chupé hasta que se le puso muy dura. Me desnudó y comenzó a comerme el coño mientras me metía un dedo por detrás. Y aquí vino el primer orgasmo de otros cuentos que le siguieron. Entre tanto, documentos para el jefe…

El nivel de morbo era brutal y me propuso darme un masaje… pufff, con lo que a mi me gusta que me soben. Se puso a horcajadas encima de mi culo, y mientras me iba masajeando la espalda sentía su polla como rozaba… y además, no lo había nada mal.

No podíamos más, me la tenía que meter… me puse encima suyo y tuvimos un buen rato de roce y comida de tetas, pero cuando nuestro amigo el condón entró en escena… La cosa no se ponía. Y sinceramente, tampoco hizo falta. Estábamos tan cachondos que sólo con el roce en el clítoris y los dedos dentro me corrí varias veces ahí encima.

Al contrario de lo que hubiese cabido esperar, el hecho de que con el condón no funcionase, no hizo que parásemos ni que ninguno nos sintiéramos incómodos. Cuando acabamos en el sofá con un sofoco impresionante, nos pusimos de pie para tomar un poco de vino y… seguimos de pie. La altura facilitaba mucho que polla y coño se encontraran en el camino y entre los besos, los magreos y un poco de dedos, me volví a correr dos veces ahí mismo, de pie. El nivel de contención de cocinero fue envidiable, me dijo que no me la metería sin condón y no lo hizo, aunque lo tuvo muuuy a huevo y ganas no faltaban.

Se acercaba el final y había que enviar el documento pactado con el jefe. Su corrida en mi cara. Chupar, paja, magreos varios, pero estaba tan cachondo y llevaba tanto rato intentando no correrse que al final no pudo ser.

Y con esto podemos decir que sí, que salté sin red y que me sentí realmente una hotwife.
 
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