Mi sobrina de 18 años y yo (Relato real)

Hola de nuevo.
Agradezco sinceramente vuestro interés y las ganas que tenéis de que siga contando lo que sucedió con mi sobrina.
Ahora que tengo un momento, continúo tanto como pueda...

Dejé lo sucedido en el momento posterior a lo que pasó en la habitación, esto es, mi sobrina permitiendo que la acariciase y masturbase hasta caer rendida en la cama.

Tras darle las gracias, volví al salón a terminar de preparar la mesa, y Teresa salió al rato con una sonrisa que no le cabía en el rostro.

Hablamos brevemente de lo sucedido mientras tomábamos un refresco y unas patatas fritas, y unos diez minutos después llegó el resto de la familia con la compra.

Desde ese momento, e igual que había venido haciendo hasta entonces, tomé la firme determinación de no forzar nada, esto es, de, si volvía a pasar algo, disfrutar de ese momento como si fuera el último. Pero en ningún caso iba a cometer la torpeza de exponerla a ella (y, por extensión, a mí), ni mucho menos iba a forzar situaciones incómodas.

Lo que fuera surgiendo lo iría disfrutando e intentaría hacerla disfrutar a ella.

Y, con esa premisa, el día transcurrió como cualquier otro. Por supuesto, fue imposible evitar alguna mirada cruzada, alguna sonrisa pícara por ambas partes... Pero en ningún momento forzamos nada ni buscamos la posibilidad de quedarnos a solas de nuevo (más adelante me contó Teresa que ella había pensado igual que yo, que quería dejar que las cosas pasaran sin forzar).

Llegó la noche, y tras ella la madrugada. Y, con ella, un nuevo encuentro furtivo en el baño. Yo daba por ello que iba a suceder, y así fue. A eso de las 3 la sonrisa de mi sobrina asomó por el umbral de la puerta y, de inmediato, fui hacia el baño.

Para no repetirme ni extenderme, este encuentro fue similar al del final de la noche pasada, esto es, mi sobrina ayudando a pajearme, pero por supuesto ninguno de los dos éramos el mismo.

Teresa lucia una sonrisa pícara al tiempo que me acariciaba la polla, y yo veía cómo incluso se mordía los labios mientras su mano izquierda se perdía entre su sexo. Sin duda, se estaba acariciando.

Yo en ningún momento hice ademán de tocarla, puesto que no quería que ella estuviese cohibida o reprimida a la hora de gemir o gritar. Y así se lo hice saber en un susurro justo después de que entre mi mano y la suya sacaran de mí una corrida brutal.

Ella me dio las gracias, yo se las di a ella, y con las mismas, de nuevo a la cama. Tumbado, mi pensamiento seguía siendo el mismo del de después del encuentro del mediodía. Aquello era un regalo y como tal iba a seguir disfrutando mientras fuera posible, dejando fluir la situación.

El día siguiente transcurrió sin novedad sexual, fue imposible encontrar un momento casual para quedarnos solos. Nos encontramos de nuevo en la madrugada, y tras hacerme correr como las noches anteriores, mi sobrina me hizo agacharme para susurrarme al oído:

- Tengo ganas de más. Hoy he estado muy caliente y muy frustrada a la vez. Necesito sentirte.

Yo la miré con ternura y con pasión, y le respondí que intentaría encontrar o provocar la oportunidad de quedarnos solos, pero que tenía que ser que pareciese normal, nada forzado. Ella asintió, y con el calentón de sus palabras me fui a la cama.

En ese momento, podría haberme tirado el resto de la noche maquinando un plan para volver a quedarme con Teresa a solas, pero mi idea seguía siendo firme: no forzar nada. Al igual que había pasado todo lo anterior sin buscarlo, podían pasar más cosas.

Y, como todo pasa por algo, el día siguiente trajo novedades. Y la novedad fue la lluvia. Y, con ella, los cambios de planes. Por la mañana, juegos de mesa y poco más. Y por la tarde, todos al cine, excepto mi sobrina, que había quedado con una amiga del instituto que veraneaba por allí.

A mí la propuesta cinéfila elegida por mi cuñado y aceptada por el resto no me seducía mucho ("Deadpool y Lobezno"). Así que, entre el poco interés que yo tenía y que, si no iba yo, cabían todos en el coche y no había que llevar dos, les dije que yo me quedaba en tierra, y que cuando volvieran me avisaran e íbamos a cenar (calculábamos que sobre las 21.15-30 horas) todos por ahí (todos menos Teresa, que dábamos por hecho que cenaría con su amiga).

Así pues, Teresa salió de casa a las 16.30 (había quedado 15 minutos después en el centro del pueblo), y los cinéfilos lo hicieron a las 18 horas (la película era a las 18.45 horas).

Yo no sabía muy bien qué hacer, pues en la calle seguía lloviendo, pero como tampoco era un aguacero y hacia buena temperatura, a las 18.15 cogí paraguas y chubasquero y me fui a merendar y a dar un paseo viendo tiendas.

En ningún momento pensé en buscar, escribir o llamar a mi sobrina, pues si ella había quedado, no era cuestión de que yo la pusiese en un compromiso.

Así pues, disfruté del paseo, de las compras y de la merienda (que no fue más que un helado gigantesco), pero como no dejaba de llover, sobre las 20 horas estaba de regreso en casa.

Me sorprendió no encontrar el cerrojo echado, y mayor fue la sorpresa al encontrar en casa a mi sobrina...

Sigo contando en cuanto pueda.

Muchas gracias.
Mmm tiene pinta que tu sobrina queria polla, a esperar mas 😃😃
 

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