Mi sobrina de 18 años y yo (Relato real)

Hola a todos.

Siento no haber podido continuar con el relato antes (demasiadas tareas por hacer cada día y, por añadidura, ayer sábado mi hijo pequeño tuvo un percance jugando al baloncesto que nos hizo pasar buena parte del día en Urgencias del Hospital 12 de Octubre de Madrid).

He ido escribiendo esta continuación a ratos: en el baño, en el transporte público, por las noches cuando todos duermen... Y lo he terminado hace unos minutos.

Finalmente, he podido tener lista la continuación de lo que sucedió con mi sobrina después de nuestro morboso primer encuentro con penetración incluída.

Tras el inolvidable encuentro del lunes 26 de agosto de 2024, yo volví a casa como hipnotizado, sin poder creerme realmente lo que acababa de pasar; o, mejor dicho, sin ser consciente todavía de lo que había pasado.

Sí, acababa de hacer el amor con mi sobrina de 19 años.
Sí, había sido extraordinariamente consensuado.
Sí, ella había insistido en que aquello se produjera.
Sí, sabíamos que moralmente no estaba bien pero los dos lo habíamos deseado.

... Y ahora, qué?

Llegué a casa, y aparenté tanta normalidad como pude con mis hijos y mis suegros, la misma normalidad que fingí horas más tarde con mi mujer.

Era difícil no volver una y otra vez a esa casa, a esa cama, a ese cuerpo desnudo de Teresa... A la que, por cierto, escribí brevemente durante la tarde para saber cómo estaba y su repuesta (breve y directa) fue:

- FELIZ.

Eso me tranquilizó mucho (porque nada me hubiera fastidiado más, sobre todo por ella, que después de todo lo que había pasado hubiera algún tipo de insatisfacción).

Yo le respondí:

- Me alegro muchísimo. Yo también lo estoy, y mucho. Y si puedo añadir algo más, no puedo dejar de decirte que espero podamos repetir este momento.
- Yo también lo espero, me respondió Teresa.
- Eso me hace inmensamente feliz. Cuídate, descansa y disfruta del resto de la semana.
- Tú también, aunque no sé si mi cabeza me va a dejar descansar 😉
- Jejeje, bueno, la mía ya sabes que tampoco para, pero hay tiempo para todo.
Lo dicho, descansa mucho, seguimos hablando cuando estemos más tranquilos, le dije yo.
- Vale, el miércoles mi madre trabaja también (mi cuñada trabaja lunes, miércoles y viernes una semana, y martes, jueves y sábado la siguiente), así que hablamos cuando quieras.
- Genial, mil besos.
- Igual para ti, tío.

(Si he transcrito esta conversación al dedillo es porque antes de borrarla del teléfono guardaba el historial de chats con Teresa cada vez que hablábamos, para repasarlo cuando me apeteciera; y lo tengo guardado bajo siete llaves -o, lo que es lo mismo, bajo varias carpetas supuestamente inofensivas, cada una de ellas con contraseña, en mi ordenador).

Con la tranquilidad de conversar con ella y conocer de primera mano su felicidad y su intención de volver a quedar, pasé el resto de la tarde, la noche y el día siguiente (martes 27).

Llegó el miércoles, y yo estuve tentado de escribirle varias veces a lo largo de la mañana, pero me frené para no mostrar impaciencia. Fue así, esperando impacientemente, cuando a las 12.37 horas recibí un mensaje suyo:

- Hola, qué haces?
- Pues mira, aquí con tus primos de compras (lo cual era cierto, pues estábamos en el Centro Comercial La Gavia).
- Entonces no te molesto, me dijo ella.
- No, tranquila, ahora mismo están revisando todos los videojuegos de FNAC, le contesté yo.
- Bueno, y qué tal?
- Pues... Bien, muy bien, y tú?
- Uf, pues ahora mismo estoy tumbada en la cama de mis padres, así que se me va la cabeza todo el rato a... Ya sabes.
- Jejeje, ya me imagino ya, así me pasa a mí durante el día. Me encantaría estar ahí contigo ahora.
- Y a mí -respondió Teresa.
- Cuándo me dijiste que empezabas la universidad?, le pregunté.
- El miércoles 4 tengo que ir -dijo Teresa.
- Y tu madre cuándo trabaja la próxima semana?
- Espera, voy a mirar el calendario de la cocina para decírtelo con seguridad...
El lunes 2 libra y el martes 3 trabaja.
- Pues... Te apetecería vernos ese día? -le pregunté.
- Sí, claro, tengo muchas ganas -dijo mi sobrina.
- Fenomenal, pues aunque yo trabajo, tengo que estar en el trabajo a las 14 horas, así que tenemos tiempo.
- Qué guay, pues ojalá llegue pronto el martes -contestó Teresa.
- Yo también lo deseo -le respondí.
- Bueno, tesoro, tus primos se han cansado de los videojuegos, voy a hacerles algo de caso. Seguimos hablando y, si no pasa nada, nos vemos el martes.
- Claro que sí, muchos besos 😘 😘 😘 -fue su respuesta.

Volví a mis hijos y en ese momento me percaté de que tenía una erección de caballo. Uf, solo pensar en volver a estar con ella me había puesto cardíaco.

Pasaron miércoles, jueves, viernes, la mañana del sábado... A media tarde de ese día escribí a Teresa escuetamente:

- Hola, perdona, no quiero molestarte, es solo para saber si lo del martes... Sigue en pie.
- Claro, por qué no? -me respondió ella.
- Perfecto! Pues hablamos el lunes si tienes un momento para concretar.
- Vale! El lunes hablamos, tío. Besotes.
- Igual para ti.

Más nervios. Más corazón acelerado. Más erección. Así pasé el resto del sábado y el domingo. Y el lunes no quise esperar. A eso de las 14 horas, le escribí:

- Buenos días. Mañana, igual que la vez anterior?
- Sip! Así hacemos -respondió ella.
- Perfecto. Hasta mañana!
- Hasta mañana!

Y así pasó el lunes, deseando llegase el martes. Les pedí a mis suegros, alegando que yo tenía que estar antes en el trabajo, que vinieran antes de lo normal a ocuparse de mis hijos (se hacen cargo de ellos cuando mi mujer y yo trabajamos, recogiéndoles al salir de clase o del comedor, o quedándose con ellos cuando no tienen clase y nosotros trabajamos).

Mis suegros no pusieron pega alguna, y el martes a las 11 horas ya estaban en casa. Yo ya estaba listo, preparado tanto con mis cosas del trabajo como con la caja de preservativos.

Yo calculaba que podría salir de casa de mi sobrina sobre las 13.15 horas (como dije, ellos viven en Barajas; yo trabajo en Nuevos Ministerios, con lo que necesitaba esos 45 minutos, hasta las 14 horas, para ir con tranquilidad al trabajo).

Así que, una vez que mis suegros ya estaban en casa, yo salí en dirección a casa de mi sobrina, para que cuando ella me informase de que estaba despierta, pudiera estar yo cerca de su casa.

Eran las 11.18 horas cuando entró el mensaje esperado:

- Buenos días, ya estoy despierta.
- Buenos días, guapísima. Yo voy de camino, te veo ahora.
- Vale! Desayuno rápido entonces.
- Tranquila, no te atragantes 😉
- Jejeje, hasta ahora!

A las 11.32 horas ya estaba en Barajas. Volví a aparcar a unas manzanas y fui andando tranquilamente (para darle algo más de tiempo) hasta su casa.

Yo tenía clara una cosa: esta vez no había que dar rodeos ni buscar un modo de empezar, como había pasado en nuestro primer encuentro. Ese hielo ya lo habíamos roto, así que yo podía ser algo más 'directo' (sin ser brusco), con lo que tenía claro lo que iba a hacer.

Llegué a su portal. Llamé. Me abrió. Subí. Salí del ascensor. Me abrió la puerta. Casi igual que la vez anterior. Y, nada más cerrar la puerta de su casa a mi espalda y darle los buenos días, la cogí de la cintura, la atraje hacia mí y le planté un morreo intenso. Teresa de inmediato se agarró a mí cuello y me devolvió el morreo incluso más intensamente de lo que yo lo estaba haciendo. Nos abrazamos, nos sobamos, y al separarnos, me dijo:

- Dios, cómo vienes.
- Lo siento, te he incomodado?
- Noooo, si me ha encantado, es solo por lo inesperado -dijo ella.
- Y para qué esperar? -añadí yo-.
- También es verdad -respondió Teresa sonriendo.

Volvimos a morrearnos y yo dirigí mi mano a su coño, palpándolo por encima del pijama. Estaba caliente y muy mojado. Comencé a acariciarlo intensamente (siempre por encima de la ropa) y Teresa empezó a gemir mientras seguíamos morreándonos.

No tardé en hacer que mi mano se metiera bajo su ropa, encontrándome ese coño húmedo que de inmediato empecé a masturbar. Mi sobrina deshizo el morreo para agarrarse a mí cuello y empezar primero a gemir y, cuando estaba a punto de correrse, gritar. Todo esto allí mismo, en el recibidor de su casa.

Dejé que se repusiera unos segundos de esa primera corrida, y en ese tiempo de espera le quité la ropa, teniéndola desnuda para mí. La llevé de la mano al salón, le dije que pusiera una de las piernas sobre el sofá y así pude tener mejor acceso a su coño.

Volví a besarla, volvimos a morrearnos, volví a masturbarla. Pero esta vez añadí algo más, que no fue sino introducir dos dedos (medio y anular) en su coño. Primero más despacio y cada vez algo más deprisa, empecé a follar a mí sobrina con estos dedos.

Ella se agarró a mi cuello con fuerza, y los berridos que pegaba tenían un volumen increíble, mientras decía:

- Ayyyy, qué me haces, que me estás matandoooooo.

Mi mano estaba encharcada de su corrida, y cuando la saqué le di a lamer mis dedos pintados de sus jugos. Teresa los lamió con deseo, y me cogió la cara para que la mirara a los ojos y decirme:

- Te necesito dentro.

Yo sonreí, añadiendo:

- Me tendrás, pero de momento vamos a la habitación.
- Vale -respondió ella.

La tomé de la mano y la llevé a la habitación de sus padres de nuevo. Le pedí que se tumbara en la cama y se pusiera a cuatro patas. Mientras mi sobrina hacía esto, yo me desnudé y dejé un preservativo a mano en la mesilla de noche.

La visión era hipnótica. Mi sobrina, aún algo jadeante, puesta a cuatro patas en la cama de sus padres. Con su cabeza entre sus hombros y ese culo pequeño expuesto para mí.

Me acerqué a ella por detrás, le puse un cojín bajo el estómago, y sin decir nada más empecé a besar y a lamer sus pies, subiendo después por sus piernas, sus muslos... Hasta llegar a su culo.

Así, tan de cerca, era hermosamente morboso. Pequeño, blanco, con un agujero muy pequeño también, y coronado por ese coño peludo y empapado.

Empecé a besar sus nalgas mientras pasaba mis manos por debajo de su cuerpo para jugar con sus pezones. La respiración de Teresa era muy profunda, y entre suspiros y gemidos decía:

- Me tienes loca, solo con rozarme me pongo cardiaca.

Como respuesta, dejé sus pezones, llevé mis manos a sus nalgas y, abriéndoselas un poco, hice subir mi lengua desde su coño hasta su culo, notando cómo enseguida la piel de mi sobrina se ponía de gallina.

Repetí el gesto varias veces, muy lento, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Tenía claro que no iba a intentar nada en su culo, pero sí que cuando llegaba a su agujero, posaba la punta de mi lengua sobre él.

Teresa tenía la cabeza hundida en la almohada, y sordamente entendía cómo gritaba:

- Me vas a matar, Alberto, quiero sentirte ya!

No la hice "sufrir" más, así que estirando mi mano, cogí los preservativos de la mesilla, me puse uno y empecé a rozar con la punta de mi polla en su coño (Teresa seguía a cuatro patas).
Ella miró hacia atrás, estaba felizmente desencajada y me dijo:

- Por favor, penétrame ya.
- Tus deseos son órdenes -respondí.

No esperé más. Agarrando sus caderas, fui entrando lentamente en ese coño estrecho, caliente y muy mojado.

- Aaaaahhhh, por fiinnnn, cómo me gusta estooooo -gritaba Teresa.

Comencé a moverme delicadamente, entrando y saliendo de ella despacio, sin sacar mi polla de su coño cuando retrocedía.

Los ya berridos de Teresa comenzaron a ser escandalosos, y más aún cuando yo decidí aumentar el ritmo de mi penetración. Así, llegó un momento en que pasó de ser penetración a ser un empotramiento en toda regla, usando mi pierna derecha para impulsarme más aún y haciendo que el cuerpo delgado de mi sobrina temblara en casa empujón.

- Dios, Dios, Diossss, me estás partiendooooo. Sigue, sigue, sigueeeee.

Yo aguanté ese ritmo hasta que mi escaso fondo físico me pidió parar o, al menos, rebajar la intensidad de la penetración.

Finalmente, tuve que detenerme, salir y los dos caímos rendidos de lado, mirándonos. Durante unos segundos no dijimos nada, solo nos besamos y nos acariciamos, hasta que Teresa me dijo:

- Estoy en éxtasis. Lo que me haces y lo que me está pasando es algo sobrenatural.
- Es algo más sencillo que eso -le respondí-. Somos dos personas adultas disfrutando de nuestros cuerpos.
- Pero yo jamás me había imaginado nada parecido -dijo ella.
- Bueno, pues así lo estás disfrutando más, precisamente por no haberlo imaginado, por ser todo nuevo.
- Tienes razón -dijo ella volviendo a besarme.

De nuevo comenzaron los magreos, y entonces mi sobrina, que estaba masturbándome, me preguntó si me apetecía que ella jugara con...

- ..con ya sabes -me dijo.
- Sí, con mi polla -le dije yo sonriendo.
- Eso mismo -añadió Teresa entre risas.
- A mí me encantaría -dije yo-, pero eso es algo que no tienes que preguntarme. Cuando a ti te apetezca, sencillamente, hazlo. Pero ahora que tendrá el sabor del látex, prefiero hacer otra cosa contigo y otro día haces tú conmigo lo que quieras...

Y, diciendo esto, bajé directamente hasta su coño, para tenerlo ante mí y hacer eso que tanto me gustaba a mí y que tanto le hacía gozar a mí sobrina: comérselo.

De hecho, fue ir acercándome a ese sexo palpitante y Teresa empezar a estremecerse y a decir:

- Oh, Dios, me vas a matar, ya sabes cuánto me gusta eso.
- Por eso lo hago -respondí.

Dicho y hecho, sin dar rodeos comencé a comerle el coño con mucha intensidad, jugando con su clítoris, con sus labios, con el interior de sus muslos... Pero a todo esto añadí algo nuevo, aprovechando el recuerdo de lo que había pasado en el recibidor cuando llegué a su casa: empecé a penetrarla con los dedos (siempre sin dejar de comerle el coño).

Primero uno y luego dos (no quise probar con más, por si le hacía daño), le follé el coño con ese par de dedos y ella encorvaba su cuerpo del placer recibido, placer que le hacía, de nuevo, volver a gritar como una poseída.

Aprovechando un momento en que Teresa estaba a punto de correrse, me enfundé otro preservativo y, directamente, la 'monté'. Esto es, me puse sobre ella, pecho contra pecho, y mientras le comía la oreja y le decía cuánto estaba disfrutando, la penetraba con furia, arrancando de ella berridos sin sentido, haciendo que clavara sus uñas (cortas, afortunadamente) en mi espalda y enganchándome con sus largas piernas para que no me escapara.

Tras unos minutos así, le avisé que estaba a punto, pero sin preguntarle nada le dije que quería terminar dentro de ella (preservativo mediante, por supuesto).

Entre sudor y gemidos me dijo que sí, que adelante, y pocos empujones después, me dejé llevar y me corrí dentro de Teresa, gritando tanto o más que ella, quien también se corrió en ese momento.

Nos quedamos así, sin decir nada, solo sintiendo nuestras respiraciones, la rapidez de nuestros corazones, los cuerpos relajándose...
Cuando pudimos, nos miramos, nos besamos. Sin decir nada.

Pero yo no pude ni quise evitar decirle:

- Gracias.
- Gracias a ti por volverme loca -dijo mi sobrina.
- Entonces estamos locos los dos -le comenté.

Y rompimos en carcajadas.

Pasaron unos minutos de maravilloso relax hasta que nos fuimos incorporando, nos vestimos, y sin dejar de besarnos, nos despedimos con el deseo a flor de piel de repetir lo antes posible.

Lo que pasó en encuentros posteriores lo contaré en cuanto pueda.

Siento la extensión del relato, pero como ya dije, no quiero dejar detalles sin contar.

Y, por supuesto y como prometí, adjunto foto de Teresa. No es una buena foto (porque he tenido que ocultar alguna cosa), pero al menos espero que podáis intuir o imaginar cómo es.

Gracias.
Alberto.
 

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Hola a todos.

Siento no haber podido continuar con el relato antes (demasiadas tareas por hacer cada día y, por añadidura, ayer sábado mi hijo pequeño tuvo un percance jugando al baloncesto que nos hizo pasar buena parte del día en Urgencias del Hospital 12 de Octubre de Madrid).

He ido escribiendo esta continuación a ratos: en el baño, en el transporte público, por las noches cuando todos duermen... Y lo he terminado hace unos minutos.

Finalmente, he podido tener lista la continuación de lo que sucedió con mi sobrina después de nuestro morboso primer encuentro con penetración incluída.

Tras el inolvidable encuentro del lunes 26 de agosto de 2024, yo volví a casa como hipnotizado, sin poder creerme realmente lo que acababa de pasar; o, mejor dicho, sin ser consciente todavía de lo que había pasado.

Sí, acababa de hacer el amor con mi sobrina de 19 años.
Sí, había sido extraordinariamente consensuado.
Sí, ella había insistido en que aquello se produjera.
Sí, sabíamos que moralmente no estaba bien pero los dos lo habíamos deseado.

... Y ahora, qué?

Llegué a casa, y aparenté tanta normalidad como pude con mis hijos y mis suegros, la misma normalidad que fingí horas más tarde con mi mujer.

Era difícil no volver una y otra vez a esa casa, a esa cama, a ese cuerpo desnudo de Teresa... A la que, por cierto, escribí brevemente durante la tarde para saber cómo estaba y su repuesta (breve y directa) fue:

- FELIZ.

Eso me tranquilizó mucho (porque nada me hubiera fastidiado más, sobre todo por ella, que después de todo lo que había pasado hubiera algún tipo de insatisfacción).

Yo le respondí:

- Me alegro muchísimo. Yo también lo estoy, y mucho. Y si puedo añadir algo más, no puedo dejar de decirte que espero podamos repetir este momento.
- Yo también lo espero, me respondió Teresa.
- Eso me hace inmensamente feliz. Cuídate, descansa y disfruta del resto de la semana.
- Tú también, aunque no sé si mi cabeza me va a dejar descansar 😉
- Jejeje, bueno, la mía ya sabes que tampoco para, pero hay tiempo para todo.
Lo dicho, descansa mucho, seguimos hablando cuando estemos más tranquilos, le dije yo.
- Vale, el miércoles mi madre trabaja también (mi cuñada trabaja lunes, miércoles y viernes una semana, y martes, jueves y sábado la siguiente), así que hablamos cuando quieras.
- Genial, mil besos.
- Igual para ti, tío.

(Si he transcrito esta conversación al dedillo es porque antes de borrarla del teléfono guardaba el historial de chats con Teresa cada vez que hablábamos, para repasarlo cuando me apeteciera; y lo tengo guardado bajo siete llaves -o, lo que es lo mismo, bajo varias carpetas supuestamente inofensivas, cada una de ellas con contraseña, en mi ordenador).

Con la tranquilidad de conversar con ella y conocer de primera mano su felicidad y su intención de volver a quedar, pasé el resto de la tarde, la noche y el día siguiente (martes 27).

Llegó el miércoles, y yo estuve tentado de escribirle varias veces a lo largo de la mañana, pero me frené para no mostrar impaciencia. Fue así, esperando impacientemente, cuando a las 12.37 horas recibí un mensaje suyo:

- Hola, qué haces?
- Pues mira, aquí con tus primos de compras (lo cual era cierto, pues estábamos en el Centro Comercial La Gavia).
- Entonces no te molesto, me dijo ella.
- No, tranquila, ahora mismo están revisando todos los videojuegos de FNAC, le contesté yo.
- Bueno, y qué tal?
- Pues... Bien, muy bien, y tú?
- Uf, pues ahora mismo estoy tumbada en la cama de mis padres, así que se me va la cabeza todo el rato a... Ya sabes.
- Jejeje, ya me imagino ya, así me pasa a mí durante el día. Me encantaría estar ahí contigo ahora.
- Y a mí -respondió Teresa.
- Cuándo me dijiste que empezabas la universidad?, le pregunté.
- El miércoles 4 tengo que ir -dijo Teresa.
- Y tu madre cuándo trabaja la próxima semana?
- Espera, voy a mirar el calendario de la cocina para decírtelo con seguridad...
El lunes 2 libra y el martes 3 trabaja.
- Pues... Te apetecería vernos ese día? -le pregunté.
- Sí, claro, tengo muchas ganas -dijo mi sobrina.
- Fenomenal, pues aunque yo trabajo, tengo que estar en el trabajo a las 14 horas, así que tenemos tiempo.
- Qué guay, pues ojalá llegue pronto el martes -contestó Teresa.
- Yo también lo deseo -le respondí.
- Bueno, tesoro, tus primos se han cansado de los videojuegos, voy a hacerles algo de caso. Seguimos hablando y, si no pasa nada, nos vemos el martes.
- Claro que sí, muchos besos 😘 😘 😘 -fue su respuesta.

Volví a mis hijos y en ese momento me percaté de que tenía una erección de caballo. Uf, solo pensar en volver a estar con ella me había puesto cardíaco.

Pasaron miércoles, jueves, viernes, la mañana del sábado... A media tarde de ese día escribí a Teresa escuetamente:

- Hola, perdona, no quiero molestarte, es solo para saber si lo del martes... Sigue en pie.
- Claro, por qué no? -me respondió ella.
- Perfecto! Pues hablamos el lunes si tienes un momento para concretar.
- Vale! El lunes hablamos, tío. Besotes.
- Igual para ti.

Más nervios. Más corazón acelerado. Más erección. Así pasé el resto del sábado y el domingo. Y el lunes no quise esperar. A eso de las 14 horas, le escribí:

- Buenos días. Mañana, igual que la vez anterior?
- Sip! Así hacemos -respondió ella.
- Perfecto. Hasta mañana!
- Hasta mañana!

Y así pasó el lunes, deseando llegase el martes. Les pedí a mis suegros, alegando que yo tenía que estar antes en el trabajo, que vinieran antes de lo normal a ocuparse de mis hijos (se hacen cargo de ellos cuando mi mujer y yo trabajamos, recogiéndoles al salir de clase o del comedor, o quedándose con ellos cuando no tienen clase y nosotros trabajamos).

Mis suegros no pusieron pega alguna, y el martes a las 11 horas ya estaban en casa. Yo ya estaba listo, preparado tanto con mis cosas del trabajo como con la caja de preservativos.

Yo calculaba que podría salir de casa de mi sobrina sobre las 13.15 horas (como dije, ellos viven en Barajas; yo trabajo en Nuevos Ministerios, con lo que necesitaba esos 45 minutos, hasta las 14 horas, para ir con tranquilidad al trabajo).

Así que, una vez que mis suegros ya estaban en casa, yo salí en dirección a casa de mi sobrina, para que cuando ella me informase de que estaba despierta, pudiera estar yo cerca de su casa.

Eran las 11.18 horas cuando entró el mensaje esperado:

- Buenos días, ya estoy despierta.
- Buenos días, guapísima. Yo voy de camino, te veo ahora.
- Vale! Desayuno rápido entonces.
- Tranquila, no te atragantes 😉
- Jejeje, hasta ahora!

A las 11.32 horas ya estaba en Barajas. Volví a aparcar a unas manzanas y fui andando tranquilamente (para darle algo más de tiempo) hasta su casa.

Yo tenía clara una cosa: esta vez no había que dar rodeos ni buscar un modo de empezar, como había pasado en nuestro primer encuentro. Ese hielo ya lo habíamos roto, así que yo podía ser algo más 'directo' (sin ser brusco), con lo que tenía claro lo que iba a hacer.

Llegué a su portal. Llamé. Me abrió. Subí. Salí del ascensor. Me abrió la puerta. Casi igual que la vez anterior. Y, nada más cerrar la puerta de su casa a mi espalda y darle los buenos días, la cogí de la cintura, la atraje hacia mí y le planté un morreo intenso. Teresa de inmediato se agarró a mí cuello y me devolvió el morreo incluso más intensamente de lo que yo lo estaba haciendo. Nos abrazamos, nos sobamos, y al separarnos, me dijo:

- Dios, cómo vienes.
- Lo siento, te he incomodado?
- Noooo, si me ha encantado, es solo por lo inesperado -dijo ella.
- Y para qué esperar? -añadí yo-.
- También es verdad -respondió Teresa sonriendo.

Volvimos a morrearnos y yo dirigí mi mano a su coño, palpándolo por encima del pijama. Estaba caliente y muy mojado. Comencé a acariciarlo intensamente (siempre por encima de la ropa) y Teresa empezó a gemir mientras seguíamos morreándonos.

No tardé en hacer que mi mano se metiera bajo su ropa, encontrándome ese coño húmedo que de inmediato empecé a masturbar. Mi sobrina deshizo el morreo para agarrarse a mí cuello y empezar primero a gemir y, cuando estaba a punto de correrse, gritar. Todo esto allí mismo, en el recibidor de su casa.

Dejé que se repusiera unos segundos de esa primera corrida, y en ese tiempo de espera le quité la ropa, teniéndola desnuda para mí. La llevé de la mano al salón, le dije que pusiera una de las piernas sobre el sofá y así pude tener mejor acceso a su coño.

Volví a besarla, volvimos a morrearnos, volví a masturbarla. Pero esta vez añadí algo más, que no fue sino introducir dos dedos (medio y anular) en su coño. Primero más despacio y cada vez algo más deprisa, empecé a follar a mí sobrina con estos dedos.

Ella se agarró a mi cuello con fuerza, y los berridos que pegaba tenían un volumen increíble, mientras decía:

- Ayyyy, qué me haces, que me estás matandoooooo.

Mi mano estaba encharcada de su corrida, y cuando la saqué le di a lamer mis dedos pintados de sus jugos. Teresa los lamió con deseo, y me cogió la cara para que la mirara a los ojos y decirme:

- Te necesito dentro.

Yo sonreí, añadiendo:

- Me tendrás, pero de momento vamos a la habitación.
- Vale -respondió ella.

La tomé de la mano y la llevé a la habitación de sus padres de nuevo. Le pedí que se tumbara en la cama y se pusiera a cuatro patas. Mientras mi sobrina hacía esto, yo me desnudé y dejé un preservativo a mano en la mesilla de noche.

La visión era hipnótica. Mi sobrina, aún algo jadeante, puesta a cuatro patas en la cama de sus padres. Con su cabeza entre sus hombros y ese culo pequeño expuesto para mí.

Me acerqué a ella por detrás, le puse un cojín bajo el estómago, y sin decir nada más empecé a besar y a lamer sus pies, subiendo después por sus piernas, sus muslos... Hasta llegar a su culo.

Así, tan de cerca, era hermosamente morboso. Pequeño, blanco, con un agujero muy pequeño también, y coronado por ese coño peludo y empapado.

Empecé a besar sus nalgas mientras pasaba mis manos por debajo de su cuerpo para jugar con sus pezones. La respiración de Teresa era muy profunda, y entre suspiros y gemidos decía:

- Me tienes loca, solo con rozarme me pongo cardiaca.

Como respuesta, dejé sus pezones, llevé mis manos a sus nalgas y, abriéndoselas un poco, hice subir mi lengua desde su coño hasta su culo, notando cómo enseguida la piel de mi sobrina se ponía de gallina.

Repetí el gesto varias veces, muy lento, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Tenía claro que no iba a intentar nada en su culo, pero sí que cuando llegaba a su agujero, posaba la punta de mi lengua sobre él.

Teresa tenía la cabeza hundida en la almohada, y sordamente entendía cómo gritaba:

- Me vas a matar, Alberto, quiero sentirte ya!

No la hice "sufrir" más, así que estirando mi mano, cogí los preservativos de la mesilla, me puse uno y empecé a rozar con la punta de mi polla en su coño (Teresa seguía a cuatro patas).
Ella miró hacia atrás, estaba felizmente desencajada y me dijo:

- Por favor, penétrame ya.
- Tus deseos son órdenes -respondí.

No esperé más. Agarrando sus caderas, fui entrando lentamente en ese coño estrecho, caliente y muy mojado.

- Aaaaahhhh, por fiinnnn, cómo me gusta estooooo -gritaba Teresa.

Comencé a moverme delicadamente, entrando y saliendo de ella despacio, sin sacar mi polla de su coño cuando retrocedía.

Los ya berridos de Teresa comenzaron a ser escandalosos, y más aún cuando yo decidí aumentar el ritmo de mi penetración. Así, llegó un momento en que pasó de ser penetración a ser un empotramiento en toda regla, usando mi pierna derecha para impulsarme más aún y haciendo que el cuerpo delgado de mi sobrina temblara en casa empujón.

- Dios, Dios, Diossss, me estás partiendooooo. Sigue, sigue, sigueeeee.

Yo aguanté ese ritmo hasta que mi escaso fondo físico me pidió parar o, al menos, rebajar la intensidad de la penetración.

Finalmente, tuve que detenerme, salir y los dos caímos rendidos de lado, mirándonos. Durante unos segundos no dijimos nada, solo nos besamos y nos acariciamos, hasta que Teresa me dijo:

- Estoy en éxtasis. Lo que me haces y lo que me está pasando es algo sobrenatural.
- Es algo más sencillo que eso -le respondí-. Somos dos personas adultas disfrutando de nuestros cuerpos.
- Pero yo jamás me había imaginado nada parecido -dijo ella.
- Bueno, pues así lo estás disfrutando más, precisamente por no haberlo imaginado, por ser todo nuevo.
- Tienes razón -dijo ella volviendo a besarme.

De nuevo comenzaron los magreos, y entonces mi sobrina, que estaba masturbándome, me preguntó si me apetecía que ella jugara con...

- ..con ya sabes -me dijo.
- Sí, con mi polla -le dije yo sonriendo.
- Eso mismo -añadió Teresa entre risas.
- A mí me encantaría -dije yo-, pero eso es algo que no tienes que preguntarme. Cuando a ti te apetezca, sencillamente, hazlo. Pero ahora que tendrá el sabor del látex, prefiero hacer otra cosa contigo y otro día haces tú conmigo lo que quieras...

Y, diciendo esto, bajé directamente hasta su coño, para tenerlo ante mí y hacer eso que tanto me gustaba a mí y que tanto le hacía gozar a mí sobrina: comérselo.

De hecho, fue ir acercándome a ese sexo palpitante y Teresa empezar a estremecerse y a decir:

- Oh, Dios, me vas a matar, ya sabes cuánto me gusta eso.
- Por eso lo hago -respondí.

Dicho y hecho, sin dar rodeos comencé a comerle el coño con mucha intensidad, jugando con su clítoris, con sus labios, con el interior de sus muslos... Pero a todo esto añadí algo nuevo, aprovechando el recuerdo de lo que había pasado en el recibidor cuando llegué a su casa: empecé a penetrarla con los dedos (siempre sin dejar de comerle el coño).

Primero uno y luego dos (no quise probar con más, por si le hacía daño), le follé el coño con ese par de dedos y ella encorvaba su cuerpo del placer recibido, placer que le hacía, de nuevo, volver a gritar como una poseída.

Aprovechando un momento en que Teresa estaba a punto de correrse, me enfundé otro preservativo y, directamente, la 'monté'. Esto es, me puse sobre ella, pecho contra pecho, y mientras le comía la oreja y le decía cuánto estaba disfrutando, la penetraba con furia, arrancando de ella berridos sin sentido, haciendo que clavara sus uñas (cortas, afortunadamente) en mi espalda y enganchándome con sus largas piernas para que no me escapara.

Tras unos minutos así, le avisé que estaba a punto, pero sin preguntarle nada le dije que quería terminar dentro de ella (preservativo mediante, por supuesto).

Entre sudor y gemidos me dijo que sí, que adelante, y pocos empujones después, me dejé llevar y me corrí dentro de Teresa, gritando tanto o más que ella, quien también se corrió en ese momento.

Nos quedamos así, sin decir nada, solo sintiendo nuestras respiraciones, la rapidez de nuestros corazones, los cuerpos relajándose...
Cuando pudimos, nos miramos, nos besamos. Sin decir nada.

Pero yo no pude ni quise evitar decirle:

- Gracias.
- Gracias a ti por volverme loca -dijo mi sobrina.
- Entonces estamos locos los dos -le comenté.

Y rompimos en carcajadas.

Pasaron unos minutos de maravilloso relax hasta que nos fuimos incorporando, nos vestimos, y sin dejar de besarnos, nos despedimos con el deseo a flor de piel de repetir lo antes posible.

Lo que pasó en encuentros posteriores lo contaré en cuanto pueda.

Siento la extensión del relato, pero como ya dije, no quiero dejar detalles sin contar.

Y, por supuesto y como prometí, adjunto foto de Teresa. No es una buena foto (porque he tenido que ocultar alguna cosa), pero al menos espero que podáis intuir o imaginar cómo es.

Gracias.
Alberto.
Me encanta la forma de relatar, pones hasta el último detalle. Enhorabuena Alberto!!
 
Hola a todos.

Siento no haber podido continuar con el relato antes (demasiadas tareas por hacer cada día y, por añadidura, ayer sábado mi hijo pequeño tuvo un percance jugando al baloncesto que nos hizo pasar buena parte del día en Urgencias del Hospital 12 de Octubre de Madrid).

He ido escribiendo esta continuación a ratos: en el baño, en el transporte público, por las noches cuando todos duermen... Y lo he terminado hace unos minutos.

Finalmente, he podido tener lista la continuación de lo que sucedió con mi sobrina después de nuestro morboso primer encuentro con penetración incluída.

Tras el inolvidable encuentro del lunes 26 de agosto de 2024, yo volví a casa como hipnotizado, sin poder creerme realmente lo que acababa de pasar; o, mejor dicho, sin ser consciente todavía de lo que había pasado.

Sí, acababa de hacer el amor con mi sobrina de 19 años.
Sí, había sido extraordinariamente consensuado.
Sí, ella había insistido en que aquello se produjera.
Sí, sabíamos que moralmente no estaba bien pero los dos lo habíamos deseado.

... Y ahora, qué?

Llegué a casa, y aparenté tanta normalidad como pude con mis hijos y mis suegros, la misma normalidad que fingí horas más tarde con mi mujer.

Era difícil no volver una y otra vez a esa casa, a esa cama, a ese cuerpo desnudo de Teresa... A la que, por cierto, escribí brevemente durante la tarde para saber cómo estaba y su repuesta (breve y directa) fue:

- FELIZ.

Eso me tranquilizó mucho (porque nada me hubiera fastidiado más, sobre todo por ella, que después de todo lo que había pasado hubiera algún tipo de insatisfacción).

Yo le respondí:

- Me alegro muchísimo. Yo también lo estoy, y mucho. Y si puedo añadir algo más, no puedo dejar de decirte que espero podamos repetir este momento.
- Yo también lo espero, me respondió Teresa.
- Eso me hace inmensamente feliz. Cuídate, descansa y disfruta del resto de la semana.
- Tú también, aunque no sé si mi cabeza me va a dejar descansar 😉
- Jejeje, bueno, la mía ya sabes que tampoco para, pero hay tiempo para todo.
Lo dicho, descansa mucho, seguimos hablando cuando estemos más tranquilos, le dije yo.
- Vale, el miércoles mi madre trabaja también (mi cuñada trabaja lunes, miércoles y viernes una semana, y martes, jueves y sábado la siguiente), así que hablamos cuando quieras.
- Genial, mil besos.
- Igual para ti, tío.

(Si he transcrito esta conversación al dedillo es porque antes de borrarla del teléfono guardaba el historial de chats con Teresa cada vez que hablábamos, para repasarlo cuando me apeteciera; y lo tengo guardado bajo siete llaves -o, lo que es lo mismo, bajo varias carpetas supuestamente inofensivas, cada una de ellas con contraseña, en mi ordenador).

Con la tranquilidad de conversar con ella y conocer de primera mano su felicidad y su intención de volver a quedar, pasé el resto de la tarde, la noche y el día siguiente (martes 27).

Llegó el miércoles, y yo estuve tentado de escribirle varias veces a lo largo de la mañana, pero me frené para no mostrar impaciencia. Fue así, esperando impacientemente, cuando a las 12.37 horas recibí un mensaje suyo:

- Hola, qué haces?
- Pues mira, aquí con tus primos de compras (lo cual era cierto, pues estábamos en el Centro Comercial La Gavia).
- Entonces no te molesto, me dijo ella.
- No, tranquila, ahora mismo están revisando todos los videojuegos de FNAC, le contesté yo.
- Bueno, y qué tal?
- Pues... Bien, muy bien, y tú?
- Uf, pues ahora mismo estoy tumbada en la cama de mis padres, así que se me va la cabeza todo el rato a... Ya sabes.
- Jejeje, ya me imagino ya, así me pasa a mí durante el día. Me encantaría estar ahí contigo ahora.
- Y a mí -respondió Teresa.
- Cuándo me dijiste que empezabas la universidad?, le pregunté.
- El miércoles 4 tengo que ir -dijo Teresa.
- Y tu madre cuándo trabaja la próxima semana?
- Espera, voy a mirar el calendario de la cocina para decírtelo con seguridad...
El lunes 2 libra y el martes 3 trabaja.
- Pues... Te apetecería vernos ese día? -le pregunté.
- Sí, claro, tengo muchas ganas -dijo mi sobrina.
- Fenomenal, pues aunque yo trabajo, tengo que estar en el trabajo a las 14 horas, así que tenemos tiempo.
- Qué guay, pues ojalá llegue pronto el martes -contestó Teresa.
- Yo también lo deseo -le respondí.
- Bueno, tesoro, tus primos se han cansado de los videojuegos, voy a hacerles algo de caso. Seguimos hablando y, si no pasa nada, nos vemos el martes.
- Claro que sí, muchos besos 😘 😘 😘 -fue su respuesta.

Volví a mis hijos y en ese momento me percaté de que tenía una erección de caballo. Uf, solo pensar en volver a estar con ella me había puesto cardíaco.

Pasaron miércoles, jueves, viernes, la mañana del sábado... A media tarde de ese día escribí a Teresa escuetamente:

- Hola, perdona, no quiero molestarte, es solo para saber si lo del martes... Sigue en pie.
- Claro, por qué no? -me respondió ella.
- Perfecto! Pues hablamos el lunes si tienes un momento para concretar.
- Vale! El lunes hablamos, tío. Besotes.
- Igual para ti.

Más nervios. Más corazón acelerado. Más erección. Así pasé el resto del sábado y el domingo. Y el lunes no quise esperar. A eso de las 14 horas, le escribí:

- Buenos días. Mañana, igual que la vez anterior?
- Sip! Así hacemos -respondió ella.
- Perfecto. Hasta mañana!
- Hasta mañana!

Y así pasó el lunes, deseando llegase el martes. Les pedí a mis suegros, alegando que yo tenía que estar antes en el trabajo, que vinieran antes de lo normal a ocuparse de mis hijos (se hacen cargo de ellos cuando mi mujer y yo trabajamos, recogiéndoles al salir de clase o del comedor, o quedándose con ellos cuando no tienen clase y nosotros trabajamos).

Mis suegros no pusieron pega alguna, y el martes a las 11 horas ya estaban en casa. Yo ya estaba listo, preparado tanto con mis cosas del trabajo como con la caja de preservativos.

Yo calculaba que podría salir de casa de mi sobrina sobre las 13.15 horas (como dije, ellos viven en Barajas; yo trabajo en Nuevos Ministerios, con lo que necesitaba esos 45 minutos, hasta las 14 horas, para ir con tranquilidad al trabajo).

Así que, una vez que mis suegros ya estaban en casa, yo salí en dirección a casa de mi sobrina, para que cuando ella me informase de que estaba despierta, pudiera estar yo cerca de su casa.

Eran las 11.18 horas cuando entró el mensaje esperado:

- Buenos días, ya estoy despierta.
- Buenos días, guapísima. Yo voy de camino, te veo ahora.
- Vale! Desayuno rápido entonces.
- Tranquila, no te atragantes 😉
- Jejeje, hasta ahora!

A las 11.32 horas ya estaba en Barajas. Volví a aparcar a unas manzanas y fui andando tranquilamente (para darle algo más de tiempo) hasta su casa.

Yo tenía clara una cosa: esta vez no había que dar rodeos ni buscar un modo de empezar, como había pasado en nuestro primer encuentro. Ese hielo ya lo habíamos roto, así que yo podía ser algo más 'directo' (sin ser brusco), con lo que tenía claro lo que iba a hacer.

Llegué a su portal. Llamé. Me abrió. Subí. Salí del ascensor. Me abrió la puerta. Casi igual que la vez anterior. Y, nada más cerrar la puerta de su casa a mi espalda y darle los buenos días, la cogí de la cintura, la atraje hacia mí y le planté un morreo intenso. Teresa de inmediato se agarró a mí cuello y me devolvió el morreo incluso más intensamente de lo que yo lo estaba haciendo. Nos abrazamos, nos sobamos, y al separarnos, me dijo:

- Dios, cómo vienes.
- Lo siento, te he incomodado?
- Noooo, si me ha encantado, es solo por lo inesperado -dijo ella.
- Y para qué esperar? -añadí yo-.
- También es verdad -respondió Teresa sonriendo.

Volvimos a morrearnos y yo dirigí mi mano a su coño, palpándolo por encima del pijama. Estaba caliente y muy mojado. Comencé a acariciarlo intensamente (siempre por encima de la ropa) y Teresa empezó a gemir mientras seguíamos morreándonos.

No tardé en hacer que mi mano se metiera bajo su ropa, encontrándome ese coño húmedo que de inmediato empecé a masturbar. Mi sobrina deshizo el morreo para agarrarse a mí cuello y empezar primero a gemir y, cuando estaba a punto de correrse, gritar. Todo esto allí mismo, en el recibidor de su casa.

Dejé que se repusiera unos segundos de esa primera corrida, y en ese tiempo de espera le quité la ropa, teniéndola desnuda para mí. La llevé de la mano al salón, le dije que pusiera una de las piernas sobre el sofá y así pude tener mejor acceso a su coño.

Volví a besarla, volvimos a morrearnos, volví a masturbarla. Pero esta vez añadí algo más, que no fue sino introducir dos dedos (medio y anular) en su coño. Primero más despacio y cada vez algo más deprisa, empecé a follar a mí sobrina con estos dedos.

Ella se agarró a mi cuello con fuerza, y los berridos que pegaba tenían un volumen increíble, mientras decía:

- Ayyyy, qué me haces, que me estás matandoooooo.

Mi mano estaba encharcada de su corrida, y cuando la saqué le di a lamer mis dedos pintados de sus jugos. Teresa los lamió con deseo, y me cogió la cara para que la mirara a los ojos y decirme:

- Te necesito dentro.

Yo sonreí, añadiendo:

- Me tendrás, pero de momento vamos a la habitación.
- Vale -respondió ella.

La tomé de la mano y la llevé a la habitación de sus padres de nuevo. Le pedí que se tumbara en la cama y se pusiera a cuatro patas. Mientras mi sobrina hacía esto, yo me desnudé y dejé un preservativo a mano en la mesilla de noche.

La visión era hipnótica. Mi sobrina, aún algo jadeante, puesta a cuatro patas en la cama de sus padres. Con su cabeza entre sus hombros y ese culo pequeño expuesto para mí.

Me acerqué a ella por detrás, le puse un cojín bajo el estómago, y sin decir nada más empecé a besar y a lamer sus pies, subiendo después por sus piernas, sus muslos... Hasta llegar a su culo.

Así, tan de cerca, era hermosamente morboso. Pequeño, blanco, con un agujero muy pequeño también, y coronado por ese coño peludo y empapado.

Empecé a besar sus nalgas mientras pasaba mis manos por debajo de su cuerpo para jugar con sus pezones. La respiración de Teresa era muy profunda, y entre suspiros y gemidos decía:

- Me tienes loca, solo con rozarme me pongo cardiaca.

Como respuesta, dejé sus pezones, llevé mis manos a sus nalgas y, abriéndoselas un poco, hice subir mi lengua desde su coño hasta su culo, notando cómo enseguida la piel de mi sobrina se ponía de gallina.

Repetí el gesto varias veces, muy lento, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Tenía claro que no iba a intentar nada en su culo, pero sí que cuando llegaba a su agujero, posaba la punta de mi lengua sobre él.

Teresa tenía la cabeza hundida en la almohada, y sordamente entendía cómo gritaba:

- Me vas a matar, Alberto, quiero sentirte ya!

No la hice "sufrir" más, así que estirando mi mano, cogí los preservativos de la mesilla, me puse uno y empecé a rozar con la punta de mi polla en su coño (Teresa seguía a cuatro patas).
Ella miró hacia atrás, estaba felizmente desencajada y me dijo:

- Por favor, penétrame ya.
- Tus deseos son órdenes -respondí.

No esperé más. Agarrando sus caderas, fui entrando lentamente en ese coño estrecho, caliente y muy mojado.

- Aaaaahhhh, por fiinnnn, cómo me gusta estooooo -gritaba Teresa.

Comencé a moverme delicadamente, entrando y saliendo de ella despacio, sin sacar mi polla de su coño cuando retrocedía.

Los ya berridos de Teresa comenzaron a ser escandalosos, y más aún cuando yo decidí aumentar el ritmo de mi penetración. Así, llegó un momento en que pasó de ser penetración a ser un empotramiento en toda regla, usando mi pierna derecha para impulsarme más aún y haciendo que el cuerpo delgado de mi sobrina temblara en casa empujón.

- Dios, Dios, Diossss, me estás partiendooooo. Sigue, sigue, sigueeeee.

Yo aguanté ese ritmo hasta que mi escaso fondo físico me pidió parar o, al menos, rebajar la intensidad de la penetración.

Finalmente, tuve que detenerme, salir y los dos caímos rendidos de lado, mirándonos. Durante unos segundos no dijimos nada, solo nos besamos y nos acariciamos, hasta que Teresa me dijo:

- Estoy en éxtasis. Lo que me haces y lo que me está pasando es algo sobrenatural.
- Es algo más sencillo que eso -le respondí-. Somos dos personas adultas disfrutando de nuestros cuerpos.
- Pero yo jamás me había imaginado nada parecido -dijo ella.
- Bueno, pues así lo estás disfrutando más, precisamente por no haberlo imaginado, por ser todo nuevo.
- Tienes razón -dijo ella volviendo a besarme.

De nuevo comenzaron los magreos, y entonces mi sobrina, que estaba masturbándome, me preguntó si me apetecía que ella jugara con...

- ..con ya sabes -me dijo.
- Sí, con mi polla -le dije yo sonriendo.
- Eso mismo -añadió Teresa entre risas.
- A mí me encantaría -dije yo-, pero eso es algo que no tienes que preguntarme. Cuando a ti te apetezca, sencillamente, hazlo. Pero ahora que tendrá el sabor del látex, prefiero hacer otra cosa contigo y otro día haces tú conmigo lo que quieras...

Y, diciendo esto, bajé directamente hasta su coño, para tenerlo ante mí y hacer eso que tanto me gustaba a mí y que tanto le hacía gozar a mí sobrina: comérselo.

De hecho, fue ir acercándome a ese sexo palpitante y Teresa empezar a estremecerse y a decir:

- Oh, Dios, me vas a matar, ya sabes cuánto me gusta eso.
- Por eso lo hago -respondí.

Dicho y hecho, sin dar rodeos comencé a comerle el coño con mucha intensidad, jugando con su clítoris, con sus labios, con el interior de sus muslos... Pero a todo esto añadí algo nuevo, aprovechando el recuerdo de lo que había pasado en el recibidor cuando llegué a su casa: empecé a penetrarla con los dedos (siempre sin dejar de comerle el coño).

Primero uno y luego dos (no quise probar con más, por si le hacía daño), le follé el coño con ese par de dedos y ella encorvaba su cuerpo del placer recibido, placer que le hacía, de nuevo, volver a gritar como una poseída.

Aprovechando un momento en que Teresa estaba a punto de correrse, me enfundé otro preservativo y, directamente, la 'monté'. Esto es, me puse sobre ella, pecho contra pecho, y mientras le comía la oreja y le decía cuánto estaba disfrutando, la penetraba con furia, arrancando de ella berridos sin sentido, haciendo que clavara sus uñas (cortas, afortunadamente) en mi espalda y enganchándome con sus largas piernas para que no me escapara.

Tras unos minutos así, le avisé que estaba a punto, pero sin preguntarle nada le dije que quería terminar dentro de ella (preservativo mediante, por supuesto).

Entre sudor y gemidos me dijo que sí, que adelante, y pocos empujones después, me dejé llevar y me corrí dentro de Teresa, gritando tanto o más que ella, quien también se corrió en ese momento.

Nos quedamos así, sin decir nada, solo sintiendo nuestras respiraciones, la rapidez de nuestros corazones, los cuerpos relajándose...
Cuando pudimos, nos miramos, nos besamos. Sin decir nada.

Pero yo no pude ni quise evitar decirle:

- Gracias.
- Gracias a ti por volverme loca -dijo mi sobrina.
- Entonces estamos locos los dos -le comenté.

Y rompimos en carcajadas.

Pasaron unos minutos de maravilloso relax hasta que nos fuimos incorporando, nos vestimos, y sin dejar de besarnos, nos despedimos con el deseo a flor de piel de repetir lo antes posible.

Lo que pasó en encuentros posteriores lo contaré en cuanto pueda.

Siento la extensión del relato, pero como ya dije, no quiero dejar detalles sin contar.

Y, por supuesto y como prometí, adjunto foto de Teresa. No es una buena foto (porque he tenido que ocultar alguna cosa), pero al menos espero que podáis intuir o imaginar cómo es.

Gracias.
Alberto.
Pues me ha encantado. Una foto con menos ropano bikini estaría genial
 

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