Mis experiencias como corneador: La pareja guiri.

dom99

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Desde los veinte años he sido corneador, y fue a esta edad en la que me sucedió esta experiencia que me haría ver el sexo de otra forma. Una situación accidental que me llevó a ser corneador hasta día de hoy que tengo 26.

Me voy a describir: Soy un chico con don de gentes, con pinta de "malo" según dicen, musculado y tatuado, con estatura media y pesando siempre entre 5 y 10kg por encima de mi altura. Para ser honesto, mi vida sexual comenzó a ir muy bien desde que a los 17/18 hice un cambio físico tremendo. Creo que también por mi cara dura a la hora de entrar a las tías, a esa edad ya me había zumbado a unas cuantas y tres o cuatro maduras tremendas.

Nos remontamos al verano de hace seis años. Yo era aún un pipiolo de 20 que se había ido de vacaciones con la familia a Málaga una semana y media. Como era de esperar, con el reciente cambio físico y a esa edad, me gustaba estar en la piscina y todo eso porque junto con mi descaro, normalmente pillaba algún número, algún tonteo...

Cierto día todos se fueron a la playa y yo me quedé en la piscina del hotel. Lo cierto es que detesto la arena y rara vez piso una playa.

Estaba en una zona de jacuzzi y entró también una pareja guiri. Él tenía unos 55 y ella alrededor de 40. El hombre era mayor, pero además estaba desmejorado. Medía como yo, pero tenía panza y estaba quemado entero. Ella, sin embargo, era una mujer con un físico bastante bueno. Se notaba que entrenaba y el culo lo tenía tremendo, además de unos pechos operados, los labios con botox... y una mirada lasciva que no tardé en captar.

Llevaban alguna copa de más y comenzamos los tres una conversación. No recuerdo lo que él decía, pero la forma de hablar de ella, de moverse, de tocarme incluso, era provocadora a la vez que sensual. Y yo, aún virginal en el terreno swinger, estaba algo descolocado.

Hablamos y seguimos hablando. Ella tenía algún roce conmigo y él, ahora entiendo que con experiencia en el mundillo, nos dejó solos en el agua para irse no recuerdo dónde. Y no pasaron más de cinco minutos para besarla y agarrar con fuerza ese culo. Uf, me estaba poniendo cerdo y había gente por todos lados.
Como pude, me puse la toalla y nos fuimos paseando hacia unas dunas que habían tras el complejo residencial...


En cuanto pueda, continuaré si queréis.
 
Desde los veinte años he sido corneador, y fue a esta edad en la que me sucedió esta experiencia que me haría ver el sexo de otra forma. Una situación accidental que me llevó a ser corneador hasta día de hoy que tengo 26.

Me voy a describir: Soy un chico con don de gentes, con pinta de "malo" según dicen, musculado y tatuado, con estatura media y pesando siempre entre 5 y 10kg por encima de mi altura. Para ser honesto, mi vida sexual comenzó a ir muy bien desde que a los 17/18 hice un cambio físico tremendo. Creo que también por mi cara dura a la hora de entrar a las tías, a esa edad ya me había zumbado a unas cuantas y tres o cuatro maduras tremendas.

Nos remontamos al verano de hace seis años. Yo era aún un pipiolo de 20 que se había ido de vacaciones con la familia a Málaga una semana y media. Como era de esperar, con el reciente cambio físico y a esa edad, me gustaba estar en la piscina y todo eso porque junto con mi descaro, normalmente pillaba algún número, algún tonteo...

Cierto día todos se fueron a la playa y yo me quedé en la piscina del hotel. Lo cierto es que detesto la arena y rara vez piso una playa.

Estaba en una zona de jacuzzi y entró también una pareja guiri. Él tenía unos 55 y ella alrededor de 40. El hombre era mayor, pero además estaba desmejorado. Medía como yo, pero tenía panza y estaba quemado entero. Ella, sin embargo, era una mujer con un físico bastante bueno. Se notaba que entrenaba y el culo lo tenía tremendo, además de unos pechos operados, los labios con botox... y una mirada lasciva que no tardé en captar.

Llevaban alguna copa de más y comenzamos los tres una conversación. No recuerdo lo que él decía, pero la forma de hablar de ella, de moverse, de tocarme incluso, era provocadora a la vez que sensual. Y yo, aún virginal en el terreno swinger, estaba algo descolocado.

Hablamos y seguimos hablando. Ella tenía algún roce conmigo y él, ahora entiendo que con experiencia en el mundillo, nos dejó solos en el agua para irse no recuerdo dónde. Y no pasaron más de cinco minutos para besarla y agarrar con fuerza ese culo. Uf, me estaba poniendo cerdo y había gente por todos lados.
Como pude, me puse la toalla y nos fuimos paseando hacia unas dunas que habían tras el complejo residencial...


En cuanto pueda, continuaré si queréis.
Continúa por favor jeje
 
Prosigo.

La guiri y yo decidimos tomar camino a, como he dicho, una pinada adyacente con dunas. Algo tenso porque no sabía dónde estaba mi familia, pero con un morbo tremendo y de vez en cuando azotando ese culo, que ya iba bastante rojo.

Posé, sobre el valle que hacían dos grandes dunas y que estaba resguardado por pinos, mi toalla. Y ella fue a besarme, pero la cogí del pelo y puse de rodillas. Saqué mi polla, que tiene unos 18 y es gruesa y la introduje en su boca, o tal vez en su garganta. Le estuve follando la boca un rato hasta que noté una presencia: era su marido. No sé el tiempo que llevaba a unos 10 metros de mí, pero no parecía que le disgustase la situación debido a que fue su respiración entrecortada la que delató su posición, viendo como masturbaba su pene de no más de 10/12cm.

Le iba follando la boca a esa zorra mientras ambos lo mirábamos a él. Primero suave y profundo, después pasándole el capullo por toda la cara para que se quedara con olor a saliva y polla... hasta que me cansé y la abrí de piernas, ladeando ese tanga que dejaba ver un coño de labios contenidos, rosado y blanquito. Y muy lubricado, aún conservo en mi mente la imagen de aquellos hilos de flujo entre su tanga y aquella preciosa vagina, que tan apretada parecía que daba hasta la falsa impresión de virginal.

Le comí el coño y ella gimió profundamente. Mi lengua sobaba su clítoris, y de vez en cuando entraba en aquel agujero, notando aquellas contracciones de placer. Tanto gemía la puta que tuve que quitarle de todo el tanga y ponerlo en su boca para que se callase. Y ahora tocaba.

Saqué un preservativo que llevaba siempre en la funda del móvil y me lo coloqué. Miré bien dónde estaba el marido y la puse lo más recta posible con respecto a él, dándole completamente yo la espalda para abrirla de piernas todo lo posible y que tuviera un buen plano de la follada.

Y en esa posición, puse mi glande encima de su coño, restregándolo y masturbando su clítoris hasta casi el orgasmo. Y la penetré muy lento y hasta el fondo cuando vi que era llegar. Su primer clímax se lo llevó así, con la primera metida y una buena bofetada sobre su cara previamente escupida.

Y ahí empecé a follarla duro, a masajear y comer sus tetas perfectamente operadas y pagadas seguramente por aquel cornudo que ni de coña podría satisfacer a esa mujer. Tan duro le daba y profundo que notaba que mi polla hacía tope y ella daba quejidos de dolor, pero le dije que era una puta e iba a aguantar mi corrida. La cambié de posición varias veces y finalmente, metiéndole dos dedos por el culo y la polla en su chochito, que ya estaba cedido y rojo, me corrí como un bendito en el condón.

Quité aquel preservativo lleno de leche. Pude echar entre diez y doce chorros, que es lo normal en mí si llevo algún día sin tocarme. Y cuando ella iba a levantarse, la arrodillé. Me limpió perfectamente la polla con su boca y los cojones. Y para dejarla seca, la restregué en su rostro.
Para culminar, la puse a cuatro patas y vacié toda la leche del condón en su culo, que resbaló por el chochito.

Me despedí de ella y después del cornudo, al que le hice un gesto que entendió. Y mientras yo me iba, él limpiaba de su vagina y culo toda la leche que yo había dejado.

Y ese era el tercer día de mis vacaciones en el mismo hotel que ellos, por lo que las aventuras continuaron.
 

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