Lo bueno de tener una segunda residencia con piscina cerca de la ciudad es la cantidad de visitas que recibes en verano de amigos, amigas, familiares...dispuestos a pasar un buen día allí, comer, bañarse y combatir el calor. Lógicamente al llegar siempre se le ofrece la habitación de invitados para cambiarse y ponerse el bikini, bañador y demás dejando allí sus bolsos y mochilas con la ropa que traían puesta. Y ahí radica el morbo de todo esto, mi modus operandi es siempre el mismo, me ofrezco para preparar un aperitivo, sacar unas cervezas bien frías y algo de comer mientras aprovecho el disfrute de los demás para entrar en esa habitación, abrir con cuidado las mochilas u ojear muy bien los bolsos para poder ver, tocar y apreciar esa ropa interior que ellas traían puesta y que pensaban que estaba a buen recaudo en sus bolsos, conocer ese sujetador y esas braguitas o tanga con el que venían.
He tenido decenas de experiencias así, por poner un ejemplo, este último verano vino una prima de mi mujer de unos 24-25 años con su novio a pasar el día, ya cuando estaba anocheciendo y más agusto se estaba en la piscina entré a preparar cuatro cosas frías para cenar fuera, por supuesto desechando la ayuda que ellos me ofrecían para ayudarme. Entré al dormitorio de invitados y esta vez no se había molestado ni en meterlo en un bolso, encima de la cama estaban perfectamente doblada su camiseta, el pantalón corto que traía y justo debajo de ellos para ocultarlos más el sujetador y las braguitas que traía, blancas, con lunares negros y un poco de encaje, una delicia para la vista, el tacto y el olfato, y un sujetador beis de algodón.
Lo mejor de todo es cuando se van ya cambiados y te despides de ellas, vas pensando...se que lo llevas debajo ahora mismo, lo he tocado y olido hace un rato