Una noche estaba en la cama, en un piso de alquiler de esos trotones que se usan por semanas, en Santander donde me desplacé por trabajo durante dos meses. No conocía a nadie en el edificio, porque solo paraba a cenar, ducharme y dormir. El caso es que la vecina de arriba empezó a gemir como una perra y el cabecero a dar golpes en la pared, y venga gemidos y venga golpes, yo estaba flipando pero joder no pude evitar excitarme y ponerme como un puto verraco escuchando el polvazo que estaba gozando esa desconocida, yo me la imaginé la típica ama de casa que está bien prieta y potente, dándole con todo y yo allí, en el jodido Santander más solo que la hostia.
Pues un par de días después la chavala que nos alquilaba el piso nos dijo que en realidad era una señora muy mayor que vivía sola, se había caído y roto la cadera y había pasado la noche en el suelo, hasta que alguien llamó y se la llevaron al hospital.
Así, en retrospectiva, reconozco que no fue mi paja más digna...