Voy a comenzar con mi primera vez en este mundo. Joven, aún algo inexperto en el sexo, conocí a una chica mayor que yo, que le gustaba el sexo duro. ¿En qué sentido, era duro? Por ejemplo fue la primera chica a la que puse unas pinzas en los labios vaginales. Pero esa no fue la primera vez.
La primera vez fue en una sesión de sexo nocturna, dos corridas ya, tres cigarrillos y una comida de coño. Ella tumbada en la cama, y yo limpiandome la boca con las manos y lamiendo. Ella morena, de piel, delgada y musculada. Siempre recordaré sus gafas rosas de bibliotecaria, y sus piernas delgadas y fibrosas. Agarradas a ellas, sudando y relamiendome, escucho que me pide que la folle de nuevo, pero está vez atandola sus manos. Yo me quede mirándola, notando como mi polla volvía a latir, deseando follarme ese coño enrojecido de nuevo. Cogí el cinturón y até sus dos manos, tiré fuerte y ajuste al último agujero del cinturón la hebilla. Puse sus manos en el cabecero, e inserte mi polla en su coño lo más fuerte que pude y empecé a embestirla fuerte y con un ritmo lento, metiéndole mi polla hasta el fondo, notando sus labios del coño rozar mis huevos, una y otra vez, notaba las pulsaciones de mi polla, su coño mojarse, una y otra vez hasta que me dice en voz baja.
- Agarra mi cuello. Hazlo duro.
Creí que estallaba mi polla, cuando sentí sus gemidos en mis manos, al ponerlas alrededor del cuello, una y otra vez seguí embistiendo hasta que ambos llegamos a un extasis de lefa y lágrimas.