Relatos en la Hoguera

ASyOC

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13 Sep 2023
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Como ya hacía hace mucho, mucho tiempo, en pajilleros, voy a portar mis relatos a este foro esperando que no se pierdan...
Suelen ser melosos y "repipis" para la mayoría, pero la erótica y el romanticismo tiene su aquel y a algunos/as nos gusta.
 
Reina Negra
La alta alcurnia siempre ha tenido sus ventajas, y ser el único heredero de un multimillonario imperio también... pero, sobre todo esto, el tener una mujer hermosa a la que todo el mundo desea es la guinda del pastel. Siempre he disfrutado de una vida excéntrica, con amigos aún más excéntricos en un mundo en el que las fiestas son el máximo representante del poder que cada figura ostenta en un tablero gigantesco de ajedrez.

He de decir que en ese tablero la familia Gallard nunca ha tenido un hueco realmente importante, pero su tarjeta de invitación ha conseguido despertar mi atención. Una nota sencilla, sin muchas florituras, un fondo blanco sin grabados, simplemente un texto negro en Arial con una dirección, y una fecha... y en el reverso una frase, "Solo se permitirá el paso a quien porte esta tarjeta y vista su máscara, y nada más..." y es ese "nada más" lo que me reconcome, y sin duda a todos los invitados.

¿Quién de mis ostentosos análogos será capaz de aceptar dicho reto? Y si lo acepta, ¿Hasta que punto influirá en su posición? El negarse a ello muestra un claro efecto adverso, y bien te puede catalogar de cobarde.


El lugar escogido dista mucho de ser un lugar normal, una villa palaciega perdida en el centro de hectáreas y más hectáreas de viñedos. Un lugar que mis camaradas ya habrán tanteado a nivel monetario, y calculado que está muy por encima de las posibilidades de los Gallard, pero aquí estamos... y por el volumen de toritos y caballitos rampantes en la carrocería de estos coches diría que la fiesta ha animado la curiosidad de gran parte de la aristocracia.

Osh está preciosa con su traje largo de gasa amarillo, un escote de vértigo, y una espalda descubierta que pondría en apuros a quien nos siguiese por detrás, la mascara escogida por ella... una máscara veneciana coronada por un tocado de largas plumas de pavo real. Un clásico ya lo se, pero esas plumas forman una parte importante de su ser. En cuanto a mí, soy un caballero, y como todo caballero vestía su reluciente armadura en la edad media, en la moderna llevan su impecable esmoquin a medida de firma italiana. ¿Mi máscara? el lobo, un lobo presto a atacar a su indefensa presa siempre que se muestre la oportunidad.

- ¿Estás segura de que quieres hacerlo? - el umbral de la puerta principal está tan solo a unos escalones de distancia, Osh parece firme, pero esta prueba es tan dura para ella como lo es para mi, quizá aún más por el hecho de que a ella le ha tocado de rebote. - Aún podemos volver atrás.

No hay respuesta, simplemente asiente, y eleva una de sus kilométricas piernas hacia un peldaño más cercano a nuestro destino. Es fuerte, muy fuerte, y por eso siempre me asombrará.


Los mozos se arremolinan ante las puertas, verificando las tarjetas, y acompañando uno a uno a todos los invitados hacia el interior. Tras ellas, corredores y más corredores de paredes escayoladas, cuadros de familias reales, y frescos pintados en el techo que podrían competir con los del propio Miguel Ángel. ¿Cuánto ha costado semejante despliegue?.

No tardamos en llegar a un pequeño salón, apartado de miradas indiscretas. Un gran espejo de pie nos espera en el centro de la habitación, a un lado un mayordomo de madera de cedro, al otro un pequeño tocador con todo tipo de ungüentos y mejunjes típico de las damas.

- A partir de este punto debéis despojaros de vuestras vestimentas mi Lord. - El mozo nos habla en todo momento inclinado hacia el suelo en una actitud de solemne respeto - Cuando estéis preparados, al otro lado de esas puertas os esperan los demás comensales.


Hasta entonces no me había fijado en la puerta auxiliar, oculta tras una pared falsa al otro lado de la habitación. Claro está, en palacios como este no podían faltar las puertas secretas, algo que revaloriza aún más la cuantía calculada hasta ahora... un suma y sigue.

Osh se acerca , con cariño comienza a deshacer mi pajarita. Siempre he sido algo dejado para estas cosas, y si no fuese por ella la pajarita sería una masa informe ahorcando mi cuello. No tarda en aflojar el nudo y de un tirón deslizarla a través de la solapa para dejarla grácilmente sobre el mayordomo. Posa sus manos sobre mi pecho dándome un cálido beso en la mejilla. Es su forma de decirme que el resto ya es cosa mía. Ella no tarda en girarse hacia el espejo, sus delicados dedos se deslizan entre los tirantes del vaporoso vestido, y este, al completo, cae al suelo dejando al descubierto la diosa de ébano que difícilmente se escondía tras tan poca ropa. No tengo que decir que la ropa interior hubiese malogrado tal efecto, pero por suerte, este no es el caso.

Durante unos segundos no puedo más que admirar mi pequeña joya personal. Se que ella lo sabe, y se mueve con gracilidad para exponerme su cuerpo, un pequeño aperitivo solo para mi antes de lo que nos espera en la sala contigua.



La pequeña puerta, originalmente diseñada para que el servicio se moviese entre los distintos salones con soltura, ahora nos abre la puerta a una dimensión paralela en la que los más poderosos del mundo, ocultos tras una ridícula máscara y "nada más", disfrutaban de una extraña velada en la que el plato principal estaba marcado por las perversiones de cada uno. Ante nosotros se abre un enorme salón circular, las columnas se extienden paralelas a las paredes, sosteniendo una bóveda lo suficientemente alta como para mantener una lampara de araña que cae desde un cuarto piso, hasta el suelo. Aquí y allí ya se habían dispuesto sillones y mesas, y mis adinerados compatriotas se reunían sin distinguir etnias o títulos. Parece que las máscaras han conseguido en cierto modo desinhibir cualquier rastro de vergüenza. Algunos grupos incluso han optado por separarse de la fiesta principal e iniciar su pequeña fiesta privada. Leones y panteras acariciando a dríadas del bosque, un ángel explorando la entrepierna de un sátiro, un dragón parece haber llegado a algo más personal en un ancho sofá con dos cerditas.

Mientras caminamos por la sala puedo percibir la agitación de mi mujer, mire a donde mire encuentra una escena por cual más caliente, más violenta. Su mano se desliza a mi entrepierna, me sujeta con fuerza mientras andamos. Una clara forma de declarar sus intenciones, soy suyo, y solo si ella quiere me cederá a otra. Los Gallard parecen situarse junto a las escaleras, al otro extremo del gran salón. Mantienen una animada conversación con otras dos parejas, copa de cava en mano. Era de esperar que sus máscaras representaran la heráldica de sus blasones, el águila.

- Señor Gal... - la mujer tras la mascara de águila levanta un dedo terminando mi frase antes de siquiera haberla gesticulado por completo.

- Nada de nombres señor lobo – Su dedo se desliza por mi cuello mientras nos rodea – Es la falta de identidad lo que nos hace libres de todo decoro.

Osh la mira mientras finaliza su circulo completo sobre nosotros, no ha hecho distinciones entre los dos, ambos hemos sido objeto de su caricia, de su grácil juego de perversión con un simple dedo. Termina justo frente a ella, sus ojos brillan por el deseo, admirando sus curvas. su piel oscura no es más que otro punto exótico a su favor. Haciendo un pequeño gesto con la cabeza mira hacia mi entrepierna.

- Puedes soltarle, no voy a quitártelo. - La picara águila gesticula una sonrisa – estoy más interesada en cierta pajarita.


Hasta ese momento no era consciente de que su mano seguía sujetando con firmeza mi pene, ahora hinchado por todo lo visto en nuestro paseo por la estancia. Ella parece sobresaltarse por este echo. Por un instante deja de mirar a la rapaz, lo suficiente para no apreciar como esta se relame por la visión que presenta. Sin duda parece tener cierta fijación con el cuerpo de mi mujer, un dato que podría ser de interés en un futuro cercano.

La conversación parece distenderse, las hostilidades desaparecen, y una charla amena acompañada de algo de alcohol va encaminándonos hacia caricias, roces, y algún que otro beso. Algunas parejas se han unido a nosotros, otras ya han decidido poner su interés en otra parte.

Mis manos pronto parecen perderse entre los muslos de mi mujer, la charla continúa, ella yace recostada sobre mi hombro. Puedo ver como las parejas reaccionan con sus respectivos, y todos de algún modo u otro estamos excitados, todos deseamos que la fiesta avance y se desboque de una vez por todas.

Los búhos, fueron los primeros en reaccionar, casi como algo natural ella se agachó junto al sofá circular en el que nos sentábamos. Agarró la polla de su pareja y la deslizó sin problemas entre sus labios. La cara de placer de él fue el desencadenante. El águila pronto se acercó a la pareja, sus manos se abalanzaron sobre las nalgas de ella, ahora de rodillas, logrando de inmediato gemidos de placer en su presa. Un ciervo había logrado arrinconar a una zorrita y lamía sus pechos sin pausa. El zorro por su parte había logrado una posición perfecta entre las piernas de una cierva ahora tumbada inmóvil con una expresión de hallarse en el cielo. Sin darme cuenta, mi mano había ido más allá, y mis dedos ya habían entrado en Osh, ella seguía reclinada, sujetándome del brazo con fuerza. Pero su intención no era detenerme, sino mantenerme en esa posición, quería que siguiese jugando entre la humedad de sus labios. Y la rapaz no apartaba sus ojos de ella, sentada al otro extremo del sofá, relamiéndose. Sus dedos iban y venían esperando la ocasión para atacar.

Un grito de placer me distrajo, el águila ya estaba disfrutando del trasero de la mujer que acariciaba minutos atrás. La zorrita se había deshecho del ciervo, y ahora era ella la situada entre las piernas de la cierva mientras ambos varones se preparaban para el siguiente paso.

Mi mujer temblaba, pero estaba dispuesta a dar el paso. Con un beso logró deshacerse de mis caricias, y con uno de los gráciles movimientos a los que me tiene acostumbrado logra colocarse sobre mi. Sus ojos destellan deseo. Su pubis me frota con fuerza haciendo aún más dura mi erección. Pasa sus manos sobre mis hombros, se eleva, y se deja caer. Con un solo movimiento ha logrado introducírsela por completo y un gemido entrecortado es prueba de su hazaña. Mis manos se ven atraídas instintivamente hacia sus pezones del color de la obsidiana. Ella cierra los ojos y nos dejamos llevar. Los cánidos, y los astados ahora parecen haberse consolidado. Ellas haciendo un sesenta y nueve, y ellos, cada uno a un extremo, disfrutando del sexo de sus féminas. Ambos rapaces disfrutan ahora de la mujer, cada cual buscando su puerta al paraíso.

La mujer de Gallard parece haber desaparecido, esa mujer morena de ojos verdes parece haber encontrado el momento apropiado. Sin darme cuenta ya no son mis manos las que sujetan los senos de Osh. Una figura aguileña lame su cuello desde su espalda, y no hay paradas, no hay sobresaltos, no hay nada que detenga a mi mujer en su búsqueda del placer. O bien le importa poco que ella esté ahí, o esta usándola para potenciar sus sensaciones.

La rapaz la agarra del pelo reclinándola hacia atrás y ambas se funden en un beso. Sus lenguas se retuercen en una batalla campal. Yo como testigo noto las contracciones de placer en mi mujer. Cada vez que arquea la espalda para iniciar una nueva acometida me oprime más y más. Una de sus manos busca el sexo de la mujer a su espalda, y esta se mueve al son de los dos. Esta sensación ya sobrepasa mis limites, no puedo contenerlo más. Mis espasmos rebelan a ambas lo que esta apunto de suceder, y se arrodillan junto a mi. Es la rapaz quien sujeta mi polla, ambas juntan sus caras, y lo dejo salir.
Para mi el juego parece haber tenido un ligero receso, ellas parecen haber disfrutado el momento y continúan con su juego. Parece que el águila a cazado al pavo real... ¿o es al contrario?.


Pasan las horas, la noche ha sido larga, llena de sexo y diversión, pero aún no puedo creer que los Gallard hayan conseguido tanta ostentación, unos simples peones en un juego de ajedrez. No tardé en darme cuenta de que los rapaces no dejaban de ser peones cuando fue un pavo real, una diosa personificada, la que despidió a los invitados en el cierre de fiestas.
 
En un Motel de Carretera
Y aquí estoy... esposado a una cama, con un antifaz que elimina cualquier resquicio de luz que pudiese llegar hasta mis ojos, tratando de comprender que morboso plan me has preparado para esta noche...
No hace más que unos minutos desde que me acorralabas junto a la puerta de un motel siniestro, de esos con luces rojas en el escaparate y paredes que más tienen de sofá vintage que de pared. Uno de esos de los que se cobra por horas, en mitad de una carretera secundaria, y diseñado única y exclusivamente para amantes que quieren un poco de intimidad en una mundo en el que todo el mundo se conoce.
En ese momento ya fui testigo de tu sonrisa picara, y una mirada que ya sentenciaban la noche a la lujuria y al placer. Junto a la puerta de la habitación ya rezaban entrelazadas nuestras lenguas, y tratabas apasionadamente de arrancarme la camisa mientras toda mi obsesión se enfocaba en atinar en el ojo de una cerradura cuyas llaves parecían resistirse en mis manos. Por fin se escucha el clic y la puerta se abre...

Y aquí estoy... sintiendo unas manos sobre mi cuerpo desnudo, unas manos que se deslizan lentamente hasta mi miembro y juguetean curiosas cada centímetro de mi piel. Se que sientes como se eriza cual piel de pollo, como mi juguete reacciona a tus encantos... Siento la humedad de tus labios y el vaho de tu respiración...
En la habitación todo estaba en silencio, todo tu afán se simplificaba en acercarme lentamente, entre caricia y caricia, borrando nuestra dualidad en un beso sin pausa, hacia una cama destartalada con sabanas de polipiel cobrizo que poco tiene que juzgar nuestros actos . Sin duda, los que montaron este motel sabían que tipo de personas tendrían de clientela.
Todo parecía salir según tus planes, y yo... reaccionar a tus acciones como un títere en manos de un majestuoso titiritero. Caigo en la cama de espaldas, tu caes sobre mi, limitando todos mis movimientos en el acto. Tus manos rápidamente se ciernen sobre las mías, y nuevamente puedo mirar fijamente tus ojos, brillando por el placer del que vas a disfrutar.

Y aquí estamos... aquellos amantes de la habitación trescientos once, en el que él ha cedido a todos los deseos de su amor, y ella esta dispuesta a reclamarlos todos aquí y ahora. Ya no queda nada de la timidez y la inmadurez de aquellos corazones noveles, ya han construido poderosas murallas, y perfeccionado las artes de la seducción. La confianza del uno en el otro es inquebrantable.
Es en ese momento cuando percibo una tercera figura en la habitación. Situado a los pies de la cama estoy seguro de que alguien permanece en silencio, observando con deseo el esplendor de tu cuerpo desnudo, y por segundos me desconcierto. Tú lo notas, ya me conoces, y me liberas de la ceguera. Trato desesperado de ver de quien se trata esa figura misteriosa pero me contienes, tu cuerpo se reclina sobre mi, tus manos acarician mi pelo y me obligan a mirarte una vez más. Aquellos ojos que rebosan tentación, aquella sonrisa picara que pide a gritos que la bese y logran relajarme. Nuestros labios se funden una vez más, y entonces siento tus gemidos en mi boca. Sea quien sea ya ha iniciado su exploración en unas tierras hasta entonces solo mías. Y la forma en que te mueves, en la que tus pezones rozan mi pecho, erectos, demuestran que su trabajo roza la perfección. Oprimes mis hombros con tus manos, te incorporas exhibiendo tus senos, y veo sus manos atacar feroces desde un punto oscuro que no logro alcanzar. Un nuevo gemido me desconcierta, veo como te arqueas, tu pubis roza mi polla, y noto como me humedeces pidiendo a gritos que te follen.

Y aquí estamos... aquel trio en el que uno aún es todo un misterio, y que ataca con una precisión de cirujano cada punto débil de una mujer que ambos hombres deseamos.
Vuelves a inclinarte sobre mi, pegando tu cuerpo al mío sin apartar la mirada. Noto como te muerdes los labios, como tus piernas se contraen. Acaba de forzar la cerradura hacia una tierra hasta entonces solo mía, prohibida. Gritas de placer, me besas, él se mueve y una vez más te contraes. Cada embestida hacen tus besos más apasionados, tus caricias más profundas, tu deseo más ardiente.
Nuestras manos se entrelazan, veo el balanceo de tus pechos al compás de vuestro juego, escucho como su miembro te atraviesa una y otra vez con un sonido que acaba en seco al golpear tus nalgas. No puedo dejar de mirarte, tan hermosa, tan sensual, ahí está la mujer de la que me enamoré. La mujer que deseo cada día de mi existencia. Me miras, y en tus labios se dibuja un "te amo".
Y es entonces cuando un gemido sordo ruge en tu espalda, unas poderosas manos presionan tu cintura, forzándote, y ambos gritáis por el culmen de un deseo concedido.

En el aire se respira sexo. Con una omnisciente sonrisa de placer te separas de mi, alejándote hacia una mesita auxiliar en un rincón de nuestra habitación, entre tus nalgas comienzan a surgir pequeñas gotitas perladas, fruto de las acciones de un desconocido, la simiente de un completo desconocido.
Mientras te secas, por fin puedo medir a este hombre que ha disfrutado de ti, veo su polla latiendo aún empapada en tus fluidos y se a ciencia cierta que lo que acaba de pasar no es más que el primer round de una noche que solo acaba de comenzar.
 
Habitación 311
Y ahí estaba yo, parado, frente a una puerta, inmóvil, indeciso, haciendo memoria de horas atrás, cuando todo estaba en mi cabeza, cuando era un cúmulo de ideas, de gestos, y no era más que un texto en pantalla, y una foto casi dibujada en mi mente… tratando de recordar mis planes, pensados detenidamente, memorizados con cautela, paso a paso, y ahora tan nublados ante la cercanía del momento.

Tras esa puerta todo cambiaba, estaba la mujer real, la que tanto ansiaba y esperaba, y no era capaz de dar el paso… tras esa puerta me esperaba seguramente una noche de lujuria y pasión, una noche que me marcaría y que no olvidaría… y… ahí estaba, plantado ante ella, sin poder siquiera tocar.

Debía dar el paso, alzar la mano y golpear en ella, era tan simple como un pequeño gesto y abrir el paraíso, y ahí estás, casi sin ropa, sonriente, indicándome el camino hacia el interior, sin intercambiar una sola palabra.

La puerta se cierra tras de mi, tus brazos me envuelven, y nuestros labios se unen, mis manos comienzan un juego de caricias, las tuyas no quedan atrás…

Tratas de desnudarme, guiándome hasta el borde de la cama, mis manos finalmente atraviesan tu lencería, dándome por fin el placer de sentir aquel lugar que tanto deseaba, ya humedecido por el erotismo de nuestros roces…

Tu tanga cae al suelo, yo caigo sobre la cama, y tú sobre mí, sin separar nuestros labios, con nuestras lenguas luchando la una con la otra por hacerse con el control desesperadamente, desabrochas mi pantalón, tiras de él, y quedo desnudo…

Nuestros labios se separan, tu lengua comienza un recorrido casi aleatorio… descendiendo… cruzando mi cuerpo… mi cuello… mis hombros… mi pecho… mi abdomen… por fin llegas a tu objetivo, tus manos la acarician, muy lentamente, disfrutando del momento, tus labios la apresan, tu lengua comienza a lamer, delicadamente, saboreando, y mi cuerpo reacciona, se excita, se endurece, tu boca se abre, y.. poco a poco, comienza a entrar en ti.

Notas como continúa endureciéndose con tus juegos, en el interior de tu boca, entra y sale, siempre con cuidado, rozando con tus dientes, deseándote, disfrutando de la delicia de tu lengua, y la dulzura de tus labios, dando pequeños sorbitos de placer…

Mis manos tiran de ti, quiero otra cosa… y lo sabes… te colocas sobre mí, tus manos no sueltan mi miembro, lo colocas entre tus labios, me miras, tus manos se posan sobre mi pecho, y tu cuerpo comienza a descender, nuestra respiración acelera, los gemidos afloran, tu cadera gana velocidad, la mía trata de seguirte, ayudándote, introduciendo mi polla en tu interior más y más con cada venir, y sacándola con cada ir, únicamente para volver a entrar de nuevo en las profundidades de tu ser a tu regreso.

Los gemidos pasan a ser gritos de placer, de lujuria, de perversión, las primeras palabras aparecen, casi entrecortadas… “amor, siénteme… envolviéndote, mojándote, dándote placer…”, “amor… fóllame”, “quiero sentirte…”, “tu polla dentro de mi… de mi coñito…”, “amor…”

Tus palabras me excitan más, mis manos recorren tu cuerpo, posándose a ambos lados de tu cadera, sujetándote, elevándome, quedamos sentados, tus brazos me envuelven, y yo a ti, de rodillas, moviéndome, rápidamente, a punto de explotar en tu interior, gozando cada momento, y por fin… sientes como el calor inunda tu interior, ocupando cada espacio vacío de tu sexo, ambos llegamos… entre gritos, abrazados, sin separarnos, sintiendo el calor el uno del otro… terminamos…

Es probable que alguien nos escuchase, o nos viese, pero eras mía, y yo era tuyo, en el interior de aquella habitación no había nadie más, en la 311, aquella noche, solo había sitio para dos…
 
Regalo de Reyes
Ha pasado ya un año y lo recuerdo como si hubiese sido hoy mismo…

Tal día como hoy, tras las campanadas, me dirigía junto a mis amigos a celebrar la llegada del nuevo año como muchos jóvenes y no tan jóvenes en todo el mundo.

Era una noche bastante fría aunque en el interior de la discoteca la temperatura parecía subir por momentos, casi obligando a despojarse de los abrigos y chaquetones, dejando lucir los trajes de noche de las muchas muchachas que ya disfrutaban bailando al son de la música.

Mis amigos pronto se lanzaron a la pista, yo nunca me he considerado buen bailarín, prefiero observar desde la barra, y de paso ver las locuras de mis compañeros de correrías en un intento desesperado por llamar la atención de las chicas, un poco desinhibidas ya por el alcohol y el calor del lugar.

El local no tardó en llenarse, a penas podía alcanzar a ver a unos metros de la barra, y pronto perdí de vista a mis amigos.

El tiempo pasaba, ya casi hacia una hora que mis amigos no daban señales de vida, por lo que decidí saltar a la pista e intentar localizarles.

Entre la multitud, el ruido ensordecedor de la música, y las luces estroboscópicas, yo mismo acabé perdido, observando a las muchas siluetas, ocultas por la luz, que danzaban al ritmo de la noche.

Dos de esas siluetas no tardaron en acercarse a mí, una a mi espalda, la otra justo en frente, comenzaron a mover sus cuerpos, cada vez más cerca.

Una de las chicas me cogió de las manos, dándose la vuelta, y llevándoselas a la cintura, sentía a la otra chica apoyada en mis hombros, sus senos rozaban mi espalda, sensualmente, podía sentir su aliento en la nuca.

El son de la música avanzaba, y la excitación de las chicas era cada vez más evidente, mis manos se movían casi instintivamente, abandonando la cintura, para acercarse a sus pechos, ella se pegaba a mi, frotando sus nalgas con mi pantalón, la chica a mi espalda había deslizado sus brazos bajo la camisa y masajeaba mi espalda, dando pequeños besos en mi nuca, podía sentir la calidez de su lengua recorriendo cada centímetro de piel.

La canción no tardo en llegar a su fin, y todo quedo en silencio.

La chica a la que hasta hace un momento acariciaba con mis manos se dio la vuelta, y llevándose mi boca a sus labios comenzó a besarme, noté como unos brazos pasaban bajo mis piernas, subiendo la falda de la chica, y deslizando lentamente, casi como si de un juego se tratase, sus braguitas hacia el suelo.

Las chicas cambiaron de roles, la chica a mi espalda me giró, iniciando su encantador beso, mordiéndome los labios, noté como posaban algo en mi espalda, un objeto punzante iniciaba lo que parecía una delicada escritura, me dejé llevar.

Cuando terminó de escribir, llevó su mano a mi bolsillo, y ambas desaparecieron entre la multitud.


No recuerdo muy bien lo que ocurrió más tarde…
Encontré a mis amigos, y al cabo de las horas regresé a casa.

En mi bolsillo, oculto a mis compañeros, se hallaban unas braguitas con una dirección, una hora, y una fecha…


Pasaban los días, a mi mente venía una y otra vez la imagen de las chicas bailando, a veces como simples siluetas en la oscuridad, otras a pleno color, podía sentir el sabor de sus labios, la suavidad de su piel, la humedad de una lengua recorriendo mi espalda…

Dejé las braguitas sobre mi escritorio, la fecha se acercaba, mi mente se preparaba lentamente a sabiendas de lo que venía, los sueños me abordaban en la noche, la falta de atención era más que evidente en la mañana, solo pensaba en la cercanía del día, mirando una y otra vez ese regalo que me hicieron aquellas jovencitas…

Al fin la ansiada fecha había llegado, el primer sábado del año, día de reyes, y allí estaba, parado, ante un enorme portón de madera maciza, en un edificio señorial, en pleno casco antiguo…

Faltaban pocos minutos para que se cumpliese la hora escrita, mi deseo comenzaba a aflorar, me inquietaba, quería saber lo que me aguardaba en el interior de aquella estructura, y sin más… la puerta se abrió…

En el interior me aguardaba un pequeño recibidor con una mesa de cristal, sobre ella, un sobre y una caja cerrada. Me decanté por abrir el sobre…

“Ya has llegado hasta aquí, pronto podrás disfrutar de nuestros cuerpos.”

“Sigue las instrucciones, son sencillas, pero necesarias para conseguirnos.”

“Deja toda tu ropa en el recibidor, cruza el patio y sube las escaleras, una de nosotras te esperará en la primera habitación, entra y párate en el centro de la misma, no te muevas a no ser que te lo indiquemos.”

“No te olvides de la caja.”

La carta estaba firmada con la marca de unos labios a pie de página.

Tal y como dictaba la carta, me desnudé, cogí la caja, e inicie el trayecto hasta la habitación, atravesando el patio interior, subiendo las escaleras, pensando en el por qué de ese ritual casi sectario.
Abrí la puerta de la habitación y me precipité hacia el interior.

Y tal y como decía la carta, en el interior me esperaba una de las chicas, vestida con un finísimo kimono azul, en un extremo de la habitación.

Un enorme ventanal la iluminaba, tras ella una cama, preparada para éste momento.

Su rostro se iluminó, sonriente, deshizo el nudo del kimono y lo dejo caer, su cuerpo estaba desnudo, envuelto solo por lo que parecía cinta de regalo rojo, cubriendo sus senos y su sexo, con un pequeño lacito a la altura de su ombligo.

Noté la sensación de alguien a mi espalda, sujetándome la cintura, deslizando lentamente sus manos hacia mi miembro, ahora comprendía el por qué del ritual, todo estaba pensado para excitar, para seducir…

Masajeaba mi pene, haciendo pequeños movimientos arriba y abajo, apretando suavemente a medida que avanzaba. La otra chica se había sentado en la cama, abriendo sus piernas, acariciando su sexo, observando la actuación de su amiga, la cinta que lo cubría no tardó en oscurecerse, finísimas gotitas recorrían ya sus ingles, esa visión me excitaba aún más… pero tenía que cumplir con la orden…

Al ver el estado de su compañera, la chica que me masturbaba dejó sus quehaceres, cogió la caja que aún sostenía, y se sentó junto a su amiga.
Ahora podía apreciar a la chica que había permanecido a mi espalda, lucia un diminuto tanguita negro, y cubría sus pezones con dos pequeños lacitos de regalo.

Ambas me miraban sonrientes, sonrojadas, viendo lo que ya habían provocado, comenzaron a besarse, jugando con sus cuerpos, acariciándose la una a la otra, ante mi atónita mirada.

Pasaron minutos en esa situación, mi corazón trataba desesperadamente de bombear sangre hasta mi miembro, las deseaba, no podía soportarlo más… entonces… llegó una nueva orden…

- “Acércate…” – salió de los labios de la que parecía llevar la voz cantante.

Di los pasos como pude, acercándome a ellas, parándome a pocos centímetros de la cama, ambas me agarraron, abalanzándose sobre mi miembro, lanzando pequeños mordiscos, chupando poco a poco, estimulándome como nunca antes lo habían hecho.

La voz cantante abandonó el juego, abriendo la caja y sacando del interior lo que parecía un arnés, deslizó el tanguita hacia sus pies, poniéndoselo con bastante soltura, sin duda alguna ya estaba experimentada.

Una vez colocado, deshizo el lazo de su compañera, y se tumbó en la cama.

- “Ven aquí, preciosa…” – dijo, sosteniendo el apéndice del arnés.

La chica abandonó sus juegos con mi pene y acudió a la llamada, arrodillándose a la altura de su cintura, de cara a mí, orientando el apéndice hacia su ano, podía ver el vaivén de su pecho, oír el sonido del aire al entrar y salir desesperadamente de sus pulmones mientras el objeto entraba más y más en sus entrañas.

El apéndice ya había recorrido todo el trayecto hacia el interior de la chica, esta descansaba sobre el cuerpo de la otra, expectante, intentando recuperar el aliento.

- “Es toda tuya.” – dijo una vez más la voz, abriendo los labios mayores de su compañera.

Enajenado por el morbo de la situación me lancé sobre la chica, abriendo sus piernas, colocando mi pene en la entrada de su sexo, y lanzando una gran embestida, penetrándola todo lo que pude.

Ella lanzó un sofocado chillido, entrecortado por el placer y el temblor de su cuerpo, tras esto volvió a quedar inmóvil.

Juntos, comenzamos a movernos, yo penetrando su precioso chochito, estimulando su clítoris, su compañera moviendo la pelvis, tratando de mover el apéndice, masajeando sus pechos.

Podía notar como se humedecía, el ruidito de mi pene al entrar y salir, los gemidos de ambas chicas mientras disfrutaban, el clímax estaba ya cerca…

No podía soportarlo más, estaba apunto de correrme, la saqué del interior de la chica…

- Aún no, pequeñín… - dijo la chica mientras ataba un fuerte lazo en la base de mi miembro obstruyendo la circulación.

Tras atar el nudo, se dio la vuelta, inclinando su cuerpo a cuatro patas sobre la cama, la chica del arnés se levantó penetrándola de nuevo, esta vez por su otro orificio.

- Si vas a correrte, hazlo aquí… - dijo la chica del arnés, abriendo sus nalgas para dejar ver la puerta de su ano.

Sin pensarlo dos veces me puse tras ella, frotando esa diminuta entrada con mi miembro para estimular su esfínter, hasta que por fin fue entrando poco a poco…
Ella disfrutaba, agarrando la cintura de su compañera, obligándola a moverse adelante y atrás, mientras yo jugaba con su trasero.

Así permanecimos hasta que por el éxtasis, sucumbió la primera chica, estaba apunto de explotar, no podía soportarlo más, y por fin, deshizo el nudo…

Mi semen inundó rápidamente sus entrañas, al sonido de sus gemidos, agarrando sus senos, arqueando su espalda sobre mi pecho, acabando en una explosión de placer…


No hay mucho más que decir, éste, sin duda, fue el mejor regalo que los reyes podrían haberme dado.
 
Desayuno en la Cama
Como otras muchas veces, nuestra historia comienza con un amanecer, los primeros rayos de luz comienzan a atravesar la ventana, ondulando entre las cortinas, mecidas por las caricias de la brisa de un invierno temprano…
Como muchas otras mañanas, los gorriones comienzan con su alboroto, de aquí para allá, picoteando entre los árboles, y cantando a sus compañeros alados.

Una vez más, duermes en mi cama, con las normas que pactamos tiempo atrás, yaces desnuda, aún soñando, y una vez más… te miro… sentado en un pequeño sofá al pie de la misma… observando tus movimientos de ensueño, tus muecas, escuchando tu respirar… debe de ser entretenido…

Entre sueños te giras, apartando las sábanas que te cubrían, dejándome ver tu cuerpo, tan bello como siempre, tan suave y delicado… mis ojos se fijan por un segundo en tus piernas, mi mirada no puede apartarse, subiendo lentamente, siguiendo el contorno de tus muslos, hasta alcanzar aquel maravilloso lugar… manjar entre manjares… y fuente de mis deseos… una vez más, entre sueños, abres tus piernas, y tus manos se aferran al colchón…

No puedo resistir la tentación… con cuidado, tratando de no despertarte, me acerco a ti, muy lentamente, mis labios se sitúan entre tus piernas, oliendo la fragancia de tu cuerpo… miro la hora… pronto despertarás… pero no quiero que sea el reloj… mis labios se posan entre tus labios, mi lengua te recorre una primera vez…- delicioso -… comienza un juego irrefrenable, mis labios apresan tu sexo, mi lengua te recorre, arriba y abajo, mis dedos te estimulan con ternura aquel puntito de placer al que llamamos clítoris, y los juegos no cesan, siento como gozas, aun pensando que es un sueño, tu respiración se hace más sonora, tus piernas se abren más y más, mi lengua hace su primera incursión en tu interior, siento como te humedeces con cada caricia, con cada estimulo, no puedo parar…

Ha llegado el turno de mis dedos, uno a uno te recorren, pasando sobre tus labios, impregnándose de tu fragancia, de tus jugos que poco a poco han ido emergiendo de tu interior… tu respiración te delata, gozas, estas a punto de alcanzar el orgasmo… los deditos comienzan su viaje, uno a uno, y con mucha cautela, van introduciéndose en ti, frotando tu interior, buscando aquel misterioso punto de placer que todos tenemos y ninguno creemos tener…

De tus labios comienzan a emerger pequeños gemidos de placer, tu cadera comienza a moverse… meciéndose, al son de mis vaivenes… y está a punto de ocurrir… no podrás soportarlo mucho más… tu cuerpo se convulsiona, tus gemidos se entrecortan, te aferras con aún más fuerza a las sabanas… despiertas… abres los ojos y me miras… justo… cuando alcanzas el cielo…

- Buenos días, el desayuno está listo.
 
El Sofá
Por fin termina un día más… es curioso como un bien tan preciado hoy en día como es el trabajo, tan deseado por aquellos que no lo tienen, y tan odiado por aquellos que lo tienen… es tan necesario para poder vivir el día a día…

Nuestra historia comienza al final de uno de esos interminables días, en los que se llega a casa agotado, y parece que nada ha cambiado, inundando una vez más la monotonía de la vida… pero esta vez no es así… hay algo distinto en la casa… al abrir la puerta todo está en penumbra, entro despacio, tratando de no hacer mucho ruido, deslizándome al interior de nuestro hogar… dejo las llaves sobre la mesita de la entrada, como cada noche, me quito los zapatos para no hacer ruido al caminar, y poco a poco avanzo hacia el salón… una primera ojeada me permite ver el lucero de un cigarro consumiéndose entre tus labios, me estabas esperando…

Enciendo la luz, veo como cierras los ojos unos instantes, para entreabrirlos segundos después con la mirada picara que siempre pones cuando quieres jugar… no mediamos palabra… te reclinas sobre el sofá, tus manos recorren tus muslos, cubiertos por una finísima tela negra, abres las piernas, me dejas verte…

Quedo asombrado, admirando tu cuerpo, cubierto solo por esas preciosas medias negras, y decorado con esa lencería bordada en lacitos que tanto me gusta… puedes ver mi sonrisa…

Lentamente me voy acercando, tus piernas no dejan de moverse, abriéndose y cerrándose, moviendo el sofá de un lado para el otro, atrayéndome hipnóticamente hacia ti…

Me arrodillo, sonríes, posas tus manos sobre mi barbilla, acercándome a tus labios, nuestras lenguas se cruzan, podemos saborearnos el uno al otro, mis manos palpan aquí y allá, aferrándose a tu cadera, tratando de pegarte a mí…

Poco a poco, nuestros cuerpos se van dejando llevar, mis labios van descendiendo, escoltados por uno de mis dedos, puedes sentir mis caricias, mis besos, en tu cuello… continúo el camino… me detengo unos segundos entre tus pechos… tus manos agarran fuertemente los brazos de tu asiento, tu cuello se arquea, sintiendo como te apreso uno de los pezones…

La ruta continúa… mi lengua sigue su camino, descendiendo, mis manos tratan de introducirse bajo tus nalgas, acercándote al borde del precipicio que nos separa, abriendo tus piernas, sintiendo mi aliento, entre tus piernas… las beso… los primeros gemidos brotan… mi lengua recorre la diminuta barrera que protege tu sexo…un nuevo gemido… tus manos se posan sobre mi cabeza, sujetando mi pelo… no quieres que me separe de ti…

Te miro, sabes lo que quiero... te levantas unos segundos, dejas que retire la diminuta prenda que nos separa… te vuelves a sentar… en el borde del precipicio… pero no te voy a dejar caer… quedo de rodillas… puedes sentir mi miembro, posado una vez más entre tus piernas, como incontables ocasiones atrás… una vez más nuestras miradas se cruzan, lujuriosas, y una vez más, muy lentamente, como ya es costumbre, voy abriéndome paso hacia el placer, y el calor, de tu interior…

Una vez más me abrazas, me pegas a ti, mejilla junto a mejilla, tus gemidos llegan a mi como un elixir seductor, excitándome más y más, nuestros labios se vuelven a cruzar, puedes sentir el vaivén de nuestros juegos, puedes sentir como entra y sale de ti esa pequeña parte de mi que tanto placer te da…

Nuestros juegos cada vez son más intensos, más rápidos, más fogosos, tus gemidos pasan a ser gritos, nuestra respiración se acelera, y nuestros corazones se sincronizan, latiendo al unísono, tus uñas se clavan en mi cuerpo, mis brazos, cruzados en tu espalda, te pegan con fuerza a mi… fundiéndonos en un solo ser… terminamos… todo queda en silencio… solo el delicado rugir de nuestra respiración rasga la noche…

Una noche como otra cualquiera… en la que la monotonía de la vida… me tenía esta sorpresa guardada… una noche contigo… una noche de placer… una noche… que por unas horas, me ha liberado del cansancio de mi trabajo… y me ha dado fuerzas, para disfrutar de estos pequeños momentos que compartimos… en la más pura intimidad del hogar.
 
Nyotaimori - Body Sushi
Yaces completamente desnuda, únicamente un antifaz cubre tu rostro, tu piel se eriza con el frío contacto de la mesa de cristal…

Aún quedan varios minutos de velo, solo deseas que todo salga bien… las chicas te ayudan a prepararte, usando toda clase de condimentos sobre tu cuerpo, como si de un plato de alta cocina se tratase, cada detalle, cada hoja, gamba, o fresa previamente cortada, colocadas en el lugar exacto… y por último… la salsa… sientes como recorre todo tu cuerpo… perfumando tu piel, deslizándose poco a poco sobre tus senos, corriendo sobre tu cuello, descendiendo lentamente para cubrir tu ombligo, y un poco más rápido sobre tu monte de Venus, tratando de alcanzar uno de tus puntos más sensibles… te sobresaltas por su contacto… hoy… serás la cena.

Puedes sentir como las chicas te mueven, puedes ver como el techo se desplaza, moviéndose ante ti… el momento esta llegando… te llevan hacia el salón…

Las voces de los invitados se hacen sonoras, excitadas ante la cercanía de tu llegada…

Finalmente estás allí, puedes oír como se arrastran las sillas, todos se han puesto de pie, aplaudiendo tu llegada, todos tienen ganas de comerte…

Tu excitación se hace visible… tus pezones se endurecen bajo los condimentos que adornan tus senos, pequeñas gotitas cristalinas comienzan a fluir de tu sexo, recorriendo tus muslos... casi no puedes resistirlo…

Comienza la cena, los comensales inician su juego con los palillos, tratando de cazar los manjares sobre tu cuerpo, mojándolos en la salsa que te recorre, y en los jugos que emanan de ti… no puedes evitar abrir tus piernas, y lanzar algún gemido… ves la sonrisa picara de los chicos sentados a tu lado… disfrutan de la cena…

De repente algo roza tu sexo… sobresaltada, miras hacia abajo… una de las chicas esta sobre la mesa, lamiendo tus jugos, rozándote con su lengua, tus piernas no pueden evitar abrirse aún más… la chica sonríe, desnudándose, volviendo a su juego… los chicos a tu lado sonríen de nuevo, acercándose a tus pechos, puedes sentir como ambos juegan, uno con cada uno, apresando tus pezones… gritas de placer…

La cena parece haberse convertido en una orgía de placeres carnales, en las que no importan las parejas, todos juegan, y tu… eres el centro de toda su atención…

Puedes sentir incontables lenguas acariciando tu cuerpo, tus pechos, tu boca, tu sexo, nada escapa a sus juegos… a la excitación de tus comensales… puedes verme… apartado, observando como gozan de tu cuerpo… viendo tu rostro lleno de lujuria…

Me acerco… instintivamente tus manos se van hacia mi entrepierna, quieres que me una al juego, abres tu boca, tratando de mascullar unas palabras, pero no te dejan… sus juegos solo te permiten gemir y gritar…

La chica se aparta, abriéndote las piernas, haciéndome sitio, sus manos te acarician, vuestras bocas se unen… y me sientes… poco a poco voy entrando en ti… mi miembro se desliza con suavidad… cada vez más y más rápido… en la habitación solo resuenan suspiros… gemidos… cuerpos acariciándose, rozándose, disfrutando…

Alguien juega con tu compañera… puedes sentir su aliento en tu boca… con cada embestida… sus ojos, mirando fijamente a los tuyos… sin apartaros un milímetro… continuamos… tu cuerpo se estremece… apenas unos centímetros separa a otra pareja, los suspiros de la chica resuenan en tu oído, te excitan…

Tus brazos se cierran, anclándose a mi espalda, no quieres que me separe de ti… tus uñas se clavan… acelero… puedes sentirla, dura, abriéndose paso como puede… una y otra vez… entrando y saliendo de ti… puedes oír mi respiración… sabes que no durará mucho…

Tus piernas me envuelven… quieres sentirla dentro de ti… mi cadera te golpea una última vez quedando mi polla en tu interior… sientes el calor… me corro… y tu conmigo…

Las chicas se precipitan, lamiéndote, puedes sentir sus lenguas tratando de introducirse en tu sexo, sorbiendo los restos de semen y fluidos que dejas escapar…

Y así seguimos… una larga… y divertida noche de placeres… de lujuria… de puro morbo… compartido con buenos amigos… pero eso… ya es otra historia.
 
En la Oscuridad
Despiertas en una habitación oscura, a duras penas puedes ver lo que te rodea, todo es un cúmulo de sombras, no recuerdas como llegaste allí.

Desesperada, asustada, palpas a tu alrededor tratando de ubicarte en aquel lugar, te percatas de que estas desnuda… y comienzas a temblar…

Algo te roza, con cuidado, entre las sombras, sabes que no estás sola, algo más merodea en la más profunda oscuridad, acaricia tu cuerpo, te envuelve, prestándote su calor.

Tus ojos poco a poco se van acondicionando a la poca luz, y comienzas a vislumbrar unas manos, grandes, de hombre, frotando tus muslos, tu torso, tu espalda…

Sientes otra presencia, comienza a besarte, tus hombros no escapan a la calida caricia de sus labios, al calor de su aliento, al placer de sus dientes… tu respiración comienza a ganar volumen, mitad por el miedo, mitad por la excitación…

Los labios descienden, lentamente, recorriendo centímetro a centímetro tu piel, comienzan a alcanzar tus senos, notas como la lengua entra y sale, dejando un surco de humedad a su paso… se acerca a la aureola de tus pechos… puedes sentir su aliento… calido… sobre tu pezón… y los dientes, rozándolo, endureciéndolo…

Las manos en tus muslos han abandonado sus juegos, posándose en tu rostro, volviendo tu cara hacia un lado… de nuevo… otros labios, apresando los tuyos, y su lengua tratando desesperadamente de colarse en tu boca.

La abres, dejas que te invada, quieres sentir su lengua jugando con la tuya, el miedo ahora es solo y exclusivamente excitación… la respiración ha pasado a ser un cúmulo de gemidos de placer… sientes los dientes… mordiendo tu pecho, tirando de él… no puedes controlarte… tu cuerpo comienza a moverse impulsivamente, moviendo tu cadera… arqueando tu espalda…

Las manos regresan, tiran de ti, quedas de rodillas, sobre el desconocido, puedes sentir algo duro entre tus piernas… él también va desnudo y esta tan excitado como tu… un nuevo tirón, tu pecho queda pegado al suyo, y tus labios a los suyos…

Instintivamente te aferras a su pene, dirigiéndolo hacia la entrada de tu sexo, tu cadera vuelve a moverse junto a la suya… su polla entra en ti… sin mucho esfuerzo recorre todo el camino hacia tu interior...

Sientes al otro desconocido, sus manos masajean tus nalgas… en la oscuridad, sonríes, arqueando tu espalda, facilitándole el trabajo, indicándole que tiene tu permiso…

Coloca su polla en la entrada de tu ano, haciendo un pequeño intento, apretándola, tratando de dilatar tu culito… gritas de placer… él empuja una vez más… y entra…

Comienzan a moverse… en sinfonía… una sale cuando la otra entra, como una maquina de precisión, embistiéndote una y otra vez… tus gritos se reproducen, tus uñas se clavan en las sabanas, tus piernas no dejan de temblar, quedas rígida por unos segundos… escuchas los gemidos de tus compañeros de juegos, disfrutando con tu cuerpo… un nuevo grito… de nuevo la rigidez… te corres… puedes oír el golpeteo de los cuerpos, no han dejado de embestirte… aún sientes ambas pollas, durísimas, entrando y saliendo de ti….

Alguien tira de ti, tumbándote boca arriba, posando sus dedos en tu boca, obligándote a abrirla… puedes sentir como te tocan… tus senos… tu coñito… humedecido tras tu corrida…

Una vez más, vuelven tu cara, sientes como una de las pollas se introduce en tu boca… escuchas un gemido… y el semen comienza a salir… caliente… muy caliente… bañando tu lengua… golpeando tu paladar… descendiendo lentamente hacia tu garganta… un nuevo gemido… el otro chico también se corre… regando tu cuerpo… empapando tus pechos…

Estás extenuada… a penas puedes moverte… tu vista… nublada por el ajetreo de tu respiración, no te deja ver a tus acompañantes… y allí quedas… agotada… tras esas horas de placer… en las que solo podías sentir… en las que fuiste privada de tus ojos.
 
Día de Campo
Amanece un día más, los pájaros comienzan a cantar y revolotear entre los árboles, la brisa mece las ramas con suavidad, y el dulce aroma a hierba mojada por el rocío se extiende por toda la tienda, será un día tranquilo, un día de descanso, tan deseado, disfrutando del campo.

Con miles de coches en caravanas enormes camino a la playa, y turistas de todo el mundo paseando por las calles, era la ocasión perfecta para llevar la contraria y elegir la montaña como destino… un sitio apartado, un sitio para descansar y pasar el día únicamente contigo.

Aún duermes, tumbada a mi lado, pareces tranquila, es curioso… pues en la noche no lo estuviste tanto…

Por unos instantes quedo tumbado a tu lado, con nuestros rostros casi rozándose, observándote, el tiempo se detiene, recorriéndote con mí mirada, siento la tentación de besarte, de abrazarte, de despertarte con mis caricias, de colocarme sobre ti, y volver a hacerte el amor, pero no quiero desvelarte y sacarte de tus sueños… es hora de salir, y ver el mundo que nos rodea…

Como me imaginaba todo esta en calma, no hay señales de actividad humana, y probablemente no las haya en varios kilómetros a la redonda, la naturaleza hoy se luce solo para nuestros ojos… el sol despierta y pronto pegará fuerte.

Mis pasos me guían hasta un pequeño lago, oculto tras una arboleda, el murmullo del agua cayendo lentamente a través de una caída de una decena de metros, alimentándolo, bañándolo con sus aguas, y el incesante cantar de los pájaros que comienzan su día bebiendo y bañándose en estas aguas cristalinas…

Mi ropa cae al suelo, y comienzo el camino hasta la cascada, poco a poco el agua comienza a cubrir mi cuerpo, acariciándome… me giro, observando el camino por el que había llegado a ese precioso lugar… nuestras miradas se cruzan… me has seguido… en silencio… tus ojos emanan lujuria, lanzando una pequeña sonrisa picara comienzas a desnudarte… muy lentamente… dejando caer cada pieza de tela, acariciando tu cuerpo, gracias a la fuerza de la gravedad… tu cuerpo queda desnudo, iluminado por los pequeños rayos de luz que atraviesan el espesor de los árboles, ya puedo gozar de tu cuerpo, ves mi sonrisa, y tu también comienzas el camino hacia la cascada…

Nuestros labios se unen, nuestros brazos se cruzan, nuestros pechos se rozan, muy juntos, sientes mi excitación, y yo la tuya… el agua nos baña, recorriendo nuestra piel…

Perdemos el control, nuestros labios se separan y empiezan su viaje a través del cuerpo del otro, muerdes mi cuello, yo beso tu hombro, mis manos te masajean, acariciando tus pechos, tus manos frotan mi espalda, casi arañándome, mis manos descienden, posándose sobre tu coñito, sientes como entran mis deditos, no puedes resistirlo y comienzan los gemidos…logro girarte, sin separarme de ti, atrapándote contra la pared, tus manos comienzan a jugar con mi miembro, una vez más sientes mi excitación, tan dura entre tus manos…la frotas con tu cuerpo, golpeando tus nalgas con ella, lentamente la sitúas en la entrada de tu culito…

Tus manos se posan sobre la roca, tu espalda se arquea, y sientes como comienza a abrirse paso, entrando en ti, muy lentamente, dilatando tu esfínter, poco a poco, hasta que finalmente la tienes por completo en ti…

Nuestros movimientos se sincronizan, al principio muy lentamente, entrando y saliendo de ti, acelerando con cada embestida, los gemidos cada vez se hacen más sonoros, el chapotear del agua con nuestros juegos, las caricias de la cascada, vertiendo su cauce sobre nosotros, y el morbo… completamente desnudos, haciendo el amor en un lugar perdido, permitiéndonos gozar de nuestros cuerpos, en plena naturaleza, sin miedo a que nos vean o nos escuchen…

Mis manos se posan sobre las tuyas, sientes mi lengua recorriendo tu espalda, y mi polla entrando y saliendo de ti sin pausa, dilatando cada vez más tu culito, dándote placer, gritas sin control, yo lo hago contigo, no nos queda mucho…

Tu cuerpo se tensa, contra la roca, cerrando las piernas, apretando tus nalgas, agarrando mis manos, te corres...

Quedas inmóvil unos minutos con mi polla dentro de ti, sigo con mis movimientos, sin descanso, no opones resistencia, pronto te giras, agachándote, introduciéndola en tu boca… tu lengua comienza su juego, envolviéndola, sorbiendo, sientes como mi cuerpo tiembla, y mi polla se endurece en tu interior, abres la boca, tus manos comienzan a moverse, arriba y abajo, sujetándomela, masturbándome… no puedo aguantar mucho más y comienzo a descargar mi semen sobre ti… bañándote… sobre tu cara… sobre tus labios… sobre tu pecho… lo disfrutas, acariciando tu cuerpo, extendiendo mi liquido vital sobre tu cuerpo…


Una vez más nadie nos escucha, nadie nos ve, en el secretismo de un lago oculto, en mitad de la nada, hacemos el amor.

¿El descansó? Mejor dejarlo para después…
 
Flashback
Todos hemos vivido una situación así… una noche loca llena de emociones, y experiencias, olvidada al día siguiente quizás por el alcohol, quizás por el cansancio… olvidada al fin y al cabo.

Nuestra historia comienza así… en una habitación que no conoces, paredes color crema, la luz de la mañana comienza a penetrar por la ventana, los pájaros cantan y revolotean por un árbol cercano, la brisa mece las hojas con delicadeza, colándose sutilmente por la ventana, dejando el aroma al rocío de la mañana…

A tu mente llegan recuerdos del día anterior… una cena tranquila entre amigos de la infancia…

Observas con atención, a un lado de la cama logras distinguir unas esposas, aun colgadas del cabecero… parece que fue una noche movidita…

La imagen te hace recordar de nuevo… miras tus muñecas… las llevabas puestas…tan solo las esposas…

Vuelves a echarte una vez más, oliendo las sabanas… vuela de nuevo por tu mente la imagen de la noche, esta vez dos siluetas, danzando en la oscuridad, abrazadas, el sonido de la pasión y la lujuria… ves dos manos entrelazadas, y el tierno beso sobre un pecho descubierto…

Decides levantarte… al sentarte sobre la cama y posar los pies en el suelo te topas con los restos de la noche anterior… logras ver el trayecto que siguieron las siluetas, las prendas, una a una, recorren la habitación, desde la puerta, zigzagueando hasta la cama.

Tu mente vuelve a volar… las siluetas entran ajetreadas por la puerta, besándose, las manos vuelan tratando desesperadamente de desvestir el cuerpo del contrario, poco a poco, golpeando con la pared, cayendo a un lado, tropezando con una pequeña silla de escritorio, van cayendo una a una…

Entre la ropa distingues tu lencería, y logras poner rostro a una de las siluetas… pero… ¿y la otra?

Al levantarte escuchas como los muelles de la cama chirrían estrepitosamente y un nuevo flash llega a tus ojos…

Las siluetas caen sobre la cama, ya desnudas, y una lengua comienza a recorrerte… desde tus labios, suavemente, con mucho mimo, va descendiendo… tu cuello, tus hombros, tus senos, nada queda en el olvido…

Tus manos siguen el trayecto que horas antes siguió la silueta misteriosa… recuerdas el camino, descendiendo, hasta tu sexo… lanzas un pequeño suspiro al rozarlo con tus dedos... cierras los ojos… y sigues el juego…

Unas manos te envuelven, no quieres abrir los ojos, no quieres descubrir quien es, solo quieres recordar… las manos te acarician, arriba y abajo, siguiendo el camino de las tuyas, uniéndose… un nuevo suspiro…

Sientes el pecho de tu compañero, rozando tu espalda, sus labios besando tu nuca, sus brazos envolviéndote, tirando hacia él…

Percibes su excitación… lo que crees su miembro erecto, deslizándose con cautela entre tus nalgas…

Te dejas llevar, tu cuerpo cae una vez más sobre la cama, sientes como te besa, como se va abriendo camino, separando tus piernas, tocándote, con dulzura… tus ojos no se abren…

Finalmente notas como entra en ti… cierras tus manos, apretando las sabanas, gritas, abres los ojos… y me ves…

Nuestros cuerpos se mueven una vez más, danzando como en la noche anterior… la lujuria vuelve, los gemidos, los cuerpos rozándose, el sudor recorriendo nuestras frentes, mi miembro entrando cada vez más y más en ti, el rechinar de los muelles, mi aliento, pegado a tu oído…

Me abrazas con fuerza, tus uñas casi clavándose en mi espalda, tu cadera tratando de seguir mis movimientos, respirando sofocadamente… no podremos aguantar mucho más…

Y una vez más, tal y como ocurrió horas antes en la seguridad de la noche, volvemos a alcanzar el cielo… solo unos instantes, casi eternos…
 
De Alcahueta
Era un día como otro cualquiera, las típicas clases aburridas, el mismo camino de vuelta a casa, todo parecía rutinario…

Por suerte, el destino me tenía guardado un final algo más alejado de lo cotidiano.

Corrían las 5 de la tarde cuando recibí su llamada, parecía nerviosa, algo tensa…

- Necesito tu ayuda…

- ¿Ocurre algo? – Pregunté asustado.

- No… ¿Puedes venir a mi casa?


Sin mediar más palabra, cogí las llaves del coche y me apresuré a ver lo que ocurría…

A mi cabeza venían imágenes de horas antes, cuchicheos, miradas indiscretas, estaba planeando algo, y era muy probable que estuviera apunto de descubrirlo.

No tardé en llegar a su casa, todo parecía muy tranquilo, pude ver como se movían las cortinas, me estaba esperando.

Continué mi camino hacia la puerta, sin dejar de pensar en lo que tramaba la chica, esperando respuestas…

La puerta se abrió, una mano me arrastraba hacia el interior, tirando de mí escaleras arriba, camino de su habitación…

Sin darme tiempo para decir nada me empujó sobre la cama y se deslizo hacia una pequeña habitación contigua que hacia de armario para su ropa…

- Necesito que me des tu opinión…

- ¿Mi opinión? - dije intrigado - ¿Qué clase de opinión puedo darte yo?


No hubo respuesta, solo podía oír el ajetreo de múltiples cajones cerrándose y abriéndose, y al cabo de unos minutos la vi aparecer de nuevo.

Una bata cubría su cuerpo, sin dejar ver lo que se escondía tras ella…

- Bueno… eres el único chico de la clase… y las chicas no podrían darme una opinión sincera…


Tras decir esto, deshizo el nudo de la bata, dejándola caer, bajo esta solo se encontraba su piel desnuda cubierta por una finísima ropa interior negra con pequeños detalles florales bordados en blanco.

- ¿Y bien?


No podía apartar la vista de su figura, mirando arriba y abajo, cada centímetro, cada rinconcito de su cuerpo, sin poder decir nada…

- ¿Se te ha comido la lengua el gato? - dijo ella algo enfadada.

- No, no… pero es que… así de golpe…

- Esta noche tengo una cita… y aún tengo mucha ropa que probarme… solo quiero tu opinión…

- Er.… yo te veo bien así…


Algo mosqueada, me lanzó la bata y desapareció una vez más por la puerta del ropero.

Los pases se sucedían unos a otros, mostrando un sin fin de conjuntos, combinaciones, y lencería, pidiendo mi opinión, cual de ellos escogería, aún no podía creerlo…

Tras casi dos horas exhibiendo su cuerpo, y viendo mi cara de asombro, además de otras partes que ya no podía controlar, decidió poner fin a su desfile.

- ¿Y bien?

- No se que decir… - dije como pude - puestos a elegir… me quedaría con el negro.


Dicho esto, salimos de la habitación, en dirección a la puerta, dándome las gracias por el camino, casi con prisas, como si ya fuese una carga…

Ya en la puerta, se aventuró a hacer su siguiente pregunta.

- Hay otra cosa… ¿quieres acompañarme esta noche?


Ya en casa, aún extrañado por haber tomado el papel de alcahueta para una chica que desde hace mucho me atraía en secreto, no tuve más remedio que prepararme para la cita, todo indicaba que iba a ser una noche muy larga.

Tras una larga y merecida ducha, me dispuse a recogerla de nuevo y llevarla a su encuentro con el hombre que posiblemente me la arrebataría.

Entraban ya las nueve de la noche al llegar al restaurante, el chico esperaba en la puerta, tranquilo, viendo pasar a los muchos transeúntes que paseaban por la calle.

Ella no tardó en presentarnos, y pronto comenzamos a cenar.

Fue una velada bastante amena, parecía simpático, la charla era agradable, intentaba mantenerme al margen en todo lo que podía, aún así, ella parecía algo inquieta.

Corrían las once de la noche cuando terminamos de cenar y dejábamos el restaurante, las calles ya estaban en calma, la acción había comenzado a desplazarse hacia las muchas discotecas y pubs en las afueras de la ciudad.

- ¡¿Vamos a bailar?! - preguntó ella entre saltitos


El chico, haciendo una mueca, comenzó a negarse.

- Lo siento, pero tengo que coger un vuelo mañana temprano… tendrá que ser la próxima vez.


Una corta y sosa despedida dio paso a nuestra vuelta a casa.

Casi alegrado por el camino que había llevado la cosa, no tuve más remedio que lanzar un comentario algo sarcástico…

- Parece que al final no tenías que haberte preocupado por tu ropa interior.


Al oír esto, se echó a reír…

- ¿Pero que dices? - dijo entre risas - Eso era para ti…

- ¿Para mí? - pregunté impresionado.

- Tú eres mi cita, ese chico solo era un amigo de la familia.


El resto del camino lo hicimos casi en silencio, con preguntas cortas, sin importancia, lanzando pequeñas miraditas el uno al otro, esperando ver lo que pensaba…

No tardamos en llegar, ella parecía aún más nerviosa que en la cena, estaba tramando algo, y empezaba a saber de que se trataba.

- Bueno… ¿es que no quieres saber que me he puesto?


Su mirada trataba de seducirme, hacerme seguir su juego, acentuando sus movimientos, sus gestos… bajó del coche, camino de casa.

Tardé un poco en aparcar, las luces de la casa permanecían encendidas, a la espera de mi llegada.

A mi mente venían imágenes de horas antes… el precioso cuerpo de la mujer que deseo, desnudo, con apenas unos trozos de tela que cubrían una diminuta parte de su ser.

¿Qué ropa interior tendría?, quizás ese conjunto verde, con el tanguita semitransparente, ¿o sería el conjunto negro, a juego con sus medias?

Al entrar, todo estaba en silencio, la blusa que había llevado toda la noche, descansaba en el suelo, al pie de las escaleras, indicándome el camino.

Intenté subir despacio, sin hacer ruido, intentando sorprenderla…

Tirada en el suelo, junto a la puerta de su habitación, yacía una minifalda vaquera…

Sigilosamente, giré el pomo de la puerta, intentando ver qué me esperaba en el interior.

Ella estaba allí, tumbada sobre la cama, apoyando sus hombros en la pared, tocando su cuerpo, desnuda, esperando mi llegada…

Pude ver el gesto de su cara al verme, sonrojada, con su mirada fija en mí, mordiéndose los labios, separando un poco las piernas, dejando que la viese…

Sus manos se desplazaban suavemente hacia su sexo, recorriendo cada centímetro de piel, entre pequeños temblores, sin apartar su mirada…

Me acerqué a la cama, quitándome la camisa, tumbándome a su lado, viendo como estimulaba su cuerpo, pensando en lo que estaba por venir…

No tardó en abandonar su grácil juego, para posar sus manos en mi cuerpo, acariciando mi pecho con sus deditos, acercándolos sutilmente a mi entrepierna, desabrochando el pantalón…

Comenzó a dar pequeños besitos en mi pene, rozando con sus dientes, palpando con la lengua, provocando la reacción de mi miembro...

Agarró mi muñeca, acercándola a su ingle, quería que jugase con ella…

Pequeñas gotitas humedecían ya sus muslos, y así quedamos, durante ya no se cuanto tiempo, jugando el uno con el otro…

Mis dedos se afanaban en estimular su clítoris, acariciándolo suavemente, con ternura, envolviéndolo, describiendo pequeños círculos alrededor de él.

Mis caricias pronto se extendieron hacia los labios, su cuerpo se estremecía, lanzando pequeños gemidos, moviendo su cintura, cerrando involuntariamente las piernas…

- Princesa… - dije al ver su reacción.


Ella se volvió, colocándose sobre mí, posando su sexo sobre mí pene, cerrando un poco las piernas para ejercer presión…

- Shhh - dijo ella, posando un dedo en mis labios - ahora disfruta…


Sentía la humedad de su coñito sobre mi pene, era una sensación cálida, confortable…

Alzó su cuerpo, separando delicadamente los labios de su sexo, introduciéndose lentamente mi pene…

Su respiración se iba acelerando a medida que la penetraba, casi entrecortada llegando al final, su cuerpo permanecía tenso, mirando al techo, dejando escapar algún que otro ruidito.

Posó sus manos sobre mis hombros, yo lo hice sobre su cintura, y comenzó a moverse… Podía sentir el placer de sus vaivenes, como su interior acariciaba suavemente mi miembro en un cálido abrazo…

Sus movimientos cada vez eran más rápidos, estimulándome, sus gemidos se alzaban en el aire, no pudo soportarlo mucho tiempo, su cuerpo se dejó caer sobre el mío, podía sentir su aliento en mi piel, mientras se frotaban mutuamente, tenía que tomar la iniciativa…

Posé su cuerpo sobre la cama, incorporándome, poniendo sus piernas sobre mis hombros, y volví a sentir una vez más su cálido interior…

Nuestros cuerpos comenzaron a moverse, ella permanecía callada, con los ojos cerrados, un dedito cubría su boca, dejando que yo tomase el control.

Tuve que acelerar mis movimientos, su cuerpo comenzó a estremecerse, su respiración una vez más entrecortada, no podía soportarlo más, ella cruzo sus piernas, no quería que me apartase, la abracé… y juntos… terminamos.

Es curioso… pero tras este momento de pasión, mi mente me hizo recordar la pregunta… ¿es que no quieres saber que me he puesto?...

No pude encontrar respuestas en la habitación.
 
Acciones Violentas
Es tarde, llegas a casa tras un largo día de trabajo, ya ha caído el sol, los tacones te están matando, te los quitas en el ascensor, la puerta se abre, has llegado a casa, no te percatas de mi presencia, entre las sombras, observándote, te diriges a la puerta, metes la llave en la puerta, tiempo que aprovecho para lanzarme sobre ti, tapo tu boca, te atrapo antes de que puedas reaccionar, y te introduzco en el lugar al que llamas hogar, estas asustada, no sabes lo que te depara el destino, escuchas mis primeras palabras…

- Si no gritas, y no haces nada de lo que te puedas arrepentir… puede que también lo disfrutes.


Te llevo a la cocina, a empujones, te resistes, aunque no con fuerza dadas mis amenazas… te tiro a un rincón, quedas de rodillas, agazapada, observándome…

Aparto todo lo que hay sobre la mesa, sin delicadeza, todo cae al suelo…

Vuelvo a por ti, agarro tus manos, te empujo contra ella, tumbándote boca arriba, agarro tu cuello, y vuelves a escucharme…

- Shh… como dije, ni una palabra… o te arrepentirás…


Puedes ver mis ojos, picaros, deseando tu cuerpo…

Agarro tus manos, las someto, atándolas a las patas de la mesa con una soga, tu cabeza queda al aire, vuelvo a repetir la acción con tus preciosas piernas, ya no tienes escapatoria, estas bajo mi control…

Me vuelvo, buscando entre los cajones de la cocina…

Tu intentas desatarte y musitas las primeras palabras…

- ¿Qué vas a hacerme?


Me vuelvo con un cuchillo, era lo que buscaba, lo acerco a tu cuerpo, a tu cuello, lo poso, sientes el acero frío sobre tu piel.

- Shh…


Bajo el cuchillo, introduciéndolo bajo tu blusa, y la desgarro sin piedad, asustada intentas resistirte, agarro uno de tus pechos y te miro, poso el cuchillo sobre la tela del sujetador, justo en el punto de tu pezón…

- ¡Quédate quieta!


Te arranco el sujetador de un tirón, y vuelvo a posar el cuchillo, esta vez rozando con la hoja tu pezón…

Pequeñas lagrimas comienzan a salir de tus ojos… yo sonrío.

Desciendo con el cuchillo, sin despegarlo de tu piel, llego a tu falda, la subo, apreciando ese precioso tanga negro que llevas debajo, sin pensarlo dos veces lo corto, quiero ver el manjar que escondes…

- No puedes esconder la verdad… - Paso uno de mis dedos entre los labios de tu sexo, desde la entrada de tu ano, hasta tocar el clítoris, y te lo enseño – Ya estas excitada, se que esto te esta gustando…

Vuelvo a buscar entre los utensilios de cocina, esta vez vuelvo con un mortero…

- Y… creo que esto va a encajar muy bien en cierto sitio…


No dices nada, solo observas…

Empiezo a frotar tu sexo con él, tus piernas intentan cerrarse, pero están atadas… no puedes…

- Así que te resistes… bien…


Lo pongo entre tus labios, miro tus ojos, desesperados, y lo introduzco lentamente…

Gimes, yo vuelvo a sonreír, y comienzo a follarte con él…

- Muy bien, zorrita, prepárate… aún queda lo mejor…


Saco el mortero, deslizo mi brazo bajo tu espalda para elevarte las nalgas y dirijo el objeto de placer directamente hacia tu ano…

Entra casi sin problemas gracias a los fluidos de tu sexo, bajo tus deliciosos gemidos, presiono hasta que entra por completo y te dejo caer sobre la mesa…

- Y ahora… - mis manos recorren tu abdomen, tu tórax, tu cuello, y se posan en tus labios. – vas a disfrutar, putita.


Me sitúo a tu cabeza, me miras, cabeza arriba, como desabrocho mi pantalón, y te ofrezco en primer plano mi polla en todo su esplendor…

Agarro tu cuello, presionándolo, cortándote la respiración, instintivamente abres tu boca tratando de respirar, deslizo mi mano introduciéndola en ella, te miro…

- Si me muerdes, morirás…


Las lágrimas vuelven a salir, esta vez recorriendo tu frente, siguiendo la gravedad…

Introduzco mi pene en tu boca, esta caliente, como todo tu cuerpo, no te resistes, tu lengua comienza a jugar con él…

Va entrando, lentamente, cruzando el umbral de tu boca, presionando tu lengua, abriéndose paso hasta tu garganta… toses…

Yo sonrío y la dejo allí, te cuesta respirar, tus ojos, con el rímel ya completamente corrido intentan hacerse a la idea de la escena, enrojecidos…

La saco lentamente, para volver a introducirla esta vez más rápido… puedo escuchar el *Glup*, mientras la tragas, y tus afanosos esfuerzos por respirar…

Tapo tu nariz, y vuelvo a sacarla, respiras, pero solo unos segundos, vuelve a entrar, esta vez tan fuerte que mis testículos golpean tu nariz, y te sobresaltas, comienzas a sudar, desesperadamente, tu cuerpo hace lo imposible por respirar, tu pecho se hincha, tratando de tomar el poco aire que queda… agarro tus pechos…

- Mmmm, deliciosa boca... y mira esos pechitos…


Mis manos agarran tus senos, apretándolos, y continúo follándote esa suculenta boca…

Toses, tratas de respirar… más sonidos extraños, mezcla de saliva, líquido preseminal, y burbujas de aire…

Siento tus arcadas…

Te doy una cachetada, y vuelvo a embestir, esta vez dejándola por completo en tu boca, bloqueando el paso de la respiración… no lo aguantas más, y los jugos estomacales comienzan a salir, salen intentando abrirse paso alrededor de mi polla, y deslizándose por la comisura de tus labios, entrando por los orificios de tu nariz, dificultando aún más tu respiración, cayendo al suelo… el carmín de tus labios es prácticamente historia, corrido, al igual que el rímel de tus ojos, mezclado con tus lagrimas, y saliva, pintando tu rostro…

- ¿No habrás dejado caer el mortero? – Trato de ver que sucede en tu trasero sin abandonar mi posición privilegiada…


Tu aprietas tus nalgas, intentando contenerlo en tu interior, tu coño, mojado, empapa la mesa, te has corrido… y pide aún guerra…

- Ya veo que no, sigue así mi zorrita… aún no he terminado…


Poso mis manos en tu cara, introduciendo dos deditos en tu boca para abrírtela tanto como me es posible, haces lo imposible por no cerrarla, a pesar de lo duro de la escena, te es placentero, y quieres que siga… tu lengua sigue frotando como puede mi miembro…

La saco, sacas tu lengua, persiguiéndola, no quieres que se vaya, y viéndote vuelvo a introducirla, mis movimientos se reinician, follando tu boca, aún más caliente tras la acidez de los jugos, la saliva, y la rojez producida por el roce de tus dientes, me corro, en lo más profundo de tu garganta, en tu intento por respirar, haciendo salir parte del liquido blanco por tu nariz…

- Uff… así me gusta chica…


La saco, aflojando tus mordazas, acariciando las marcas de tu cautiverio, seco tu cara, y te abrazo…

- Lo siento mi vida… pero sé que lo querías…


Los dos quedamos abrazados… empapados en el sudor de nuestra lujuria, con otra fantasía cumplida… por duro que haya parecido…
 
El Día del Bukkake
Es curioso ver hasta donde puede llegar el ser humano en su búsqueda de la felicidad, algunos se conforman con tener un lugar al que llamar hogar, otros con poder trabajar y criar a su familia, y otros, más atrevidos, son capaces de hacer realidad la más oscura de sus fantasías eróticas.

Esta historia comienza como muchas otras, con un único mensaje en la basta red que llamamos Internet, como días atrás, me conecté al chat con la intención de charlar con los amigos, o hacer nuevas amistades, todo es posible bajo el dulce velo del anonimato…

Al poco de estar en la sala apareció un mensaje extraño en pantalla, algo lo hacía destacar sobre el resto, no aparecía el nombre del autor, y nadie más podía leerlo… estaba claro, era para mi.

“Te he estado observando, junto a muchos otros, y te he escogido,"
"quiero que hagas mis fantasías realidad,"
"quizás también sea una de las tuyas.”

“He anexado una dirección a este mensaje, y una hora, no me falles…”


“Firmado: Ella”


Sin pensarlo dos veces, pulsé en el archivo, y ante mi sorpresa apareció la imagen de una mujer desnuda, en postura de sumisión, al más puro estilo de las esclavas de la literatura goreana, a sus pies, tal y como indicaba el mensaje, una dirección, y la hora de la cita…

La hora no estaba distante, debía apresurarme, no estaba lejos, pero no sabía que me encontraría al llegar allí…

Transcurrió una hora en aquel lugar, junto a mi, otra docena de chicos aguardaban, todos enmascarados, solo la dependienta sabía quienes éramos, y posiblemente también para que estábamos allí…

Fue entonces cuando se nos dio la señal, las puertas hacia una de las habitaciones se abrió, dejándonos pasar hacia los sueños de una chica que por fin había decidido hacer su sueño realidad.

Era una habitación oscura, las ventanas, ocultas tras grandes cortinas de seda roja cortaban el paso de la luz hacia el interior, en el suelo, justo en el centro de la habitación, un montón de cojines, y un grupo de velitas, ya encendidas y parpadeantes, iluminarían con su luz tenue la escena que estaba a punto de comenzar.

La dependienta hizo una señal, indicando que nos desnudásemos, quedando únicamente bajo el anonimato de las mascaras.

Nadie dudó en seguir las instrucciones, y entonces apareció, era la chica, la autora del mensaje, envuelta en una tunica rojiza, en silencio, y con los ojos vendados, se acercaba hasta el montón cuidadosamente colocado en el centro, y con la ayuda de su amiga, tomaba la misma postura de la foto, y se deshacía de su vestimenta.

Los muchachos comenzaron a acercarse, rodeándola, excitados, comenzaban a masturbarse… ella, tentada, palpaba el aire, buscando el instrumento que le daría placer, acariciando piernas, tratando de imaginarse quien, y que le rodeaba, y finalmente dio con los genitales de un afortunado.

Sin decir nada, comenzó a acariciarlo, envolviéndolo en su mano, bajo una minúscula sonrisa, continúo con lo que el chico ya había comenzado minutos atrás.

Los demás se cebaban con su cuerpo, apretando sus pechos, palpando su sexo, masturbándose fuertemente, frotando su cara con sus miembros, disfrutando…

El primero de los chicos no tardo en rendirse ante ella, eyaculando, gimiendo, rociando su semen sobre su cuerpo, apartándose para dar paso a sus compañeros.

Ella, sintiendo el calor, frota su cuerpo, dispersando aquel liquido vital entre sus pechos, sobre su abdomen…

Otros dos no resisten la escena, y acercándose a su cara comienzan a correrse…

La chica se inclina, elevando sus nalgas, con las manos en el suelo, relamiéndose, abriendo la boca, esperando un nuevo pretendiente.

Otros dos chicos, uno a su espalda, otro frente a ella, el primero apoyando su miembro entre sus nalgas, las aprieta, envolviéndolo, y masturbándose piel con piel, entre los glúteos de tan hermosa dama, el segundo, introduciendo su pene en la boca de tan preciada joya, sintiendo el calor de su lengua, y la presión de sus labios, no tardan en estremecerse, y dejar salir el liquido blanco que tan fielmente custodiaban…

Llega mi turno, pocos quedan ya, me acerco, ella, aún con la venda, siente mi cercanía, eleva su cuerpo, mostrándomelo en todo su esplendor, apretando sus pechos, indicándome donde quiere que actúe.

Coloco mi pene entre sus senos, suaves, de una belleza sin igual… ella, sin decir nada lo envuelve, apretándolos, moviéndolos arriba y abajo, abriendo su boca, rozando mi glande con su lengua, dice sus primeras palabras, casi masculladas, entre dientes, pero audibles.


“Córrete mi príncipe, quiero sentir el calor de tu semen en mi.”


Finalmente, sujetando sus hombros, yo tampoco pude soportar el azote de esta mujer, y los borbotones comienzan a salir de mi, acabando en su cara, en su pecho, entre sus senos, los aprieta, evitando que caiga, formando una pequeña laguna blanca entre ellos…

Y ahí termina… brillando, envuelta en aquel preciado liquido vital, su rostro, sus pechos, sus piernas, su abdomen, su espalda, cada punto de su cuerpo, impasible, a la luz de las velas, sale victoriosa ante todos nosotros, con su fantasía cumplida, y la de muchos… es algo que debemos guardar en secreto, y tal vez, y digo tal vez, algún día, volvamos a recibir su mensaje.
 
Noche de San Juan
Hoy era un día un tanto especial, la noche de San Juan estaba cerca, y como en todas las costas andaluzas, se celebraba una gran fiesta para conmemorar la noche más corta del año...

Como todos los años, nos reuníamos un grupo de amigos, pasando esta noche bailando y bebiendo a la luz de las hogueras, y por que no decirlo, mirando a las muchas chicas que se bañaban caída la noche.

Quizás por el morbo de la noche, quizás por las bebidas, o por el calor de las hogueras, me hizo fijarme en una chica que caminaba a orillas del mar, descalza, mirando al horizonte, pensativa, esa extraña fijación me suplicaba conocer más de ella...

Algo me distrajo un segundo, mis amigos, saltando de un lado al otro de la hoguera, demostrando su destreza ante un grupo de chicas que se calentaban tras el baño, me hizo perderla de vista, me levante para intentar buscarla, pero mis deseos se desvanecían en la noche...

Pasaron las horas, sentado en aquel lugar, sin poder apartarla de mi cabeza, sin poder disfrutar de la noche, sin apenas percibir lo que ocurría a mi alrededor, las disputas de mis amigos por engatusar a alguna de las bellezas que observaban sus acrobacias parecían continuar.

Al cabo de un rato uno de mis compañeros se dirigió a mi:

- Necesito un favor. - Dijo preocupado.

- ¿De que se trata?

- Creo que he ligado con una chica... pero no esta sola, va con una amiga.

- Y quieres que yo acompañe a su amiga... - Continué, resolviendo la petición de mi amigo.


Él hizo un gesto, señalando hacia el lugar en el que se encontraban su ligue y su acompañante...

Tras un ligero vistazo, pude ver a una de las chicas, la otra permanecía oculta tras la hoguera, y no podía verla.

- De acuerdo... pero me debes una. - Finalmente tuve que asentir.

- ¡Bien!, espérame en el paseo, voy a buscarlas.


Ya en el paseo, no prestaba mucha atención, mirando las baldosas del suelo, esperando pacientemente.

Escuché el ruido de los pasos al pasar de la arena a la loza del paseo, subiendo las escaleras, levante la mirada, en primer lugar iba la parejita, con las manos unidas, hablando alegremente, tras ellos estaba ella, no me la había quitado de la cabeza en toda la noche, y ahora la tenía frente a mi, como si el destino hubiese estado jugando con nosotros, esperando una reacción.

Tras una corta y fría presentación, la pareja se alejó, caminando por el paseo, ambos nos quedamos mirándonos, esperando el gesto del otro.

- ¿Y bien?. - Dije, elevando un poco el brazo, señalando a la parejita que se alejaba por el paseo.


Ella asintió, iniciando la marcha, yo lo hice junto a ella, mirando su rostro...

Al cabo de un rato, iniciamos una pequeña conversación, típica en personas desconocidas, que hacen su primera incursión en la vida de otros.

Preguntas como el estudio, el trabajo, los gustos, salían de nuestros labios, acercándome cada vez más a la personalidad de mi acompañante.

Comenzó a brotar una leve brisa, haciendo que su cuerpo se estremeciese con un pequeño escalofrío, posé mi chaqueta sobre sus hombros, acercando nuestros cuerpos, y continuamos con la caminata, juntos, a la luz de las estrellas.

El juego de la pareja parecía cada vez más sofocado, besándose, rozando el cuerpo del otro, lanzando pequeños mordiscos en puntos estratégicos, pronto se apartaron a un lado para pasar a la acción...

Ella miró por unos segundos, viendo como su amiga se desnudaba, esperando acostarse con una persona que horas antes no conocía, apartó la mirada...

- ¿Qué te ocurre?. - Dije yo al ver esta curiosa reacción.

- No... nada, ella siempre consigue lo que quiere...

- Y tú... ¿Qué es lo que quieres?.


No respondió a mi pregunta, comenzó a caminar, dejándonos atrás, tuve que seguirla...

Dejamos el paseo, ante nosotros solo quedaba playa y las luces de los distintos poblados, con sus hogueras, en la lejanía...

- ¿Sabes?, estoy harta de ser siempre la alcahueta de mis amigas...

- ¿Alcahueta?


Se paró junto a un grupo de barcazas, dejadas allí por los muchos pescadores de la zona...

Llevándose una mano al pecho, deslizando los dedos entre sus senos... continuó hablando, su voz parecía más suave, dulce:

- Por una vez... quiero sentir como los hombres me desean...


Deslizó la mano hasta sus labios...

- Quiero sentir... sus labios.


Cerró los ojos, acercando la otra mano hasta su sexo...

- Quiero sentir... como me poseen...


Lanzó un pequeño gemido al comenzar a frotar el bañador...

No podía dejar de mirar, esa chica solo pedía un poco de atención, algo que a pesar de su belleza no podía conseguir...

Me acerqué a ella, abrazándola, susurrando palabras dulces a su oído...

- ¿Cómo puedes decir que nadie te desea?, esta noche, solo he pensado en ti...


Pequeñas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, secándolas con sus manos, me miró, podía ver el destello de sus ojos, incluso en la oscuridad de la noche, la besé...

Nuestras lenguas comenzaron a jugar, haciendo pequeños amanes la una con la otra, sintiendo el calor que desprendía...

Comencé a tocar sus pechos, sintiendo como se aceleraba su corazón, deslizando mis manos bajo el top de su bañador, dando pequeños pellizcos en sus pezones, viendo su reacción, tensando los hombros levemente...

Me separé de ella, desnudándonos, viendo su precioso cuerpo, ya desnudo, encogiéndose tímidamente, casi intentando que no lo viese, como si no fuese algo digno de mi...

Me arrodillé ante ella, separando sus piernas, oliendo por un segundo la fragancia de su ser, acerque mis labios a su sexo, ella me miraba, sonrojada, esperando...

Mi lengua comenzó a dar pequeños golpecitos en su clítoris, ella se estremecía, sus piernas comenzaban a temblar, sujeté su cintura, posé mis labios en su sexo, introduciendo mi lengua en su interior, ella lanzó un pequeño chillido, agarrando mi cabeza con sus manos, intentando que no dejase mi labor, continué jugando en su interior, sintiendo cada vez más la humedad en aquel confortable lugar, lanzando pequeños sorbos, a los que ella respondía con dulces gemidos...

Me levanté, alzando una de sus piernas por encima de mi cintura, acercándome a ella para susurrarle al oído...

- ¿Estas preparada?.


Ella respondió abrazándome con fuerza, posando sus dedos en los labios de su sexo para intentar abrirlo y dejar paso a mi miembro, yo la besé sintiendo su aliento sofocado en mi interior, mi pene pudo sentir el interior de su sexo, cálido, confortable, esperando este momento...

Comenzamos a balancear nuestros cuerpos, podía sentir como me introducía en lo más profundo de su ser, ella, aun besándome, intentaba introducir su lengua en mi boca, con los ojos cerrados, posando sus manos en mis hombros, estaba disfrutando...

Su cuerpo pronto comenzó a temblar, sus músculos se tensaban, estaba apunto de llegar al orgasmo, separé nuestros cuerpos, acelerando nuestros movimientos, lanzó un chillido, quedando sin fuerzas, posada sobre mi...

La posé en el suelo, acariciando sus senos, ella sonreía, abrazándome...

- Aún no hemos terminado. - Dijo ella.


Comenzó a masajear mi miembro, llevándoselo a la boca, envolviéndolo con su lengua que dulcemente lanzaba pequeñas caricias, pequeños sorbos, terminando de estimularlo...

La saqué de su boca, comencé a masturbarme, ella se agarraba los pechos, acercándolos, apretándolos, me corrí...

Mi semen inundaba ahora sus pechos, ella sonreía, tocándolo curiosamente, dispersándolo por su piel...

- Gracias por esta noche...
 
Un Día de Playa
Era uno de esos días de finales de febrero, tras varios días de lluvia, el tiempo había mejorado, dejando salir al sol, calentando la tierra que días atrás estaba fría y húmeda...

Recuerdo haberme levantado temprano, pensando que sería un día más, entre nublado y tormentoso, desayunar tranquilamente, pensando en que hacer el resto del día, salir al balcón, y mirar al mar...

Fue una decisión rápida, más bien impulsiva, coger una toalla, cambiarme, subir al coche, y salir en busca de un día de playa, tumbado bajo el sol...

Al llegar, la playa parecía desierta, se podía oír el rugir de las olas al llegar a la orilla, el sol comenzaba a pegar fuerte, el tiempo mejoraba por segundos, me tumbe, a disfrutar de mi día libre...

Al cabo de un rato, pude oír como un coche se acercaba, escuchó el ruido de la puerta, y a alguien dirigirse hacia mi... al levantar la vista, pude ver a una chica, cubierta por un pareo blanco, más bien cortito, que dejaba ver el principio de las braguitas de su bikini.

Se paró junto a mí, sonriendo, pensando que decir...

- Parece que hemos tenido la misma idea... ¿No?.


Comenzó a sacar una toalla de un pequeño bolsito, en esta posición, mirándola, casi atontado, podía ver la belleza de sus piernas y la silueta de su cintura a tras luz...

- Espero que no te importe que me ponga junto a ti... - continuó ella.

- No... claro, no te preocupes - Tartamudeé como pude.


Se sentó a mi lado, descubriendo su cuerpo, sacando una pequeña botellita de aceite, que comenzó a posar en su piel, acariciándola dulcemente, despertando un brillo precioso...

Se dio la vuelta, tomando posición en su toalla, tumbándose boca abajo, no antes sin lanzarme una nueva sonrisa, desabrochándose el top del bikini...

No podía dejar de lanzar pequeñas miradas furtivas, viendo sus pechos, posados en la toalla, parecía dormida, incitada por el calor de los rayos que golpeaban su cuerpo... no tardé en dormirme también.

Al despertar ella no estaba, su toalla seguía allí, y sobre ella, el top cerradito, con una pequeña nota posada sobre él.

"Te espero junto a las rocas."


Al echar un nuevo vistazo a la playa, pude apreciar una formación de rocas en uno de los extremos, dejando una pequeña zona oculta a miradas furtivas, sitio habitualmente ocupado por parejas, que desean desatar sus pasiones a orillas del mar.

A medida que avanzaba, pensando en lo que me esperaba, podía ver las huellas de sus pies, entrecortadas por el pasar de las olas, siguiendo mi ruta, decididas...

Las huellas paraban poco antes de llegar a las rocas, en aquel lugar, se encontraba la otra pieza del bikini, como señal de su espera, provocándome, llamando la atención de mi perversión... tuve que aligerar mi paso... no podía soportarlo.

Al llegar al pequeño escollo que unía las zonas pude verla, desnuda, apoyada sobre las rocas, acariciando su sexo con sus manos... aguardando mi llegada...

Tenía el pelo aun mojado, pegado a su cuello, pequeñas gotitas de agua recorrían su cuerpo, sus labios, amoratados por el frió, esperaban ser besados...

Me acerque a ella, dejando mi rostro a apenas unos centímetros de sus labios, ella me miraba, abriendo un poco más sus labios, sus pómulos se sonrojaban, acariciaba con más fuerza su sexo...

Pare sus caricias, deslizando mi mano por sus brazos, agarrando sus dedos con fuerza, ella no se resistió, ceso en su empeño, dejándose llevar...

Bese sus labios, carnosos, aun conservaban el sabor del mar, deslizando mi lengua hacia el interior de su boca, jugando con su lengua, ella comenzó a luchar, intentando empujar mi lengua hacia el exterior, deslizando la suya hacia mi boca, en un duelo apasionado, en un abrazo sin final...

Pose mi mano bajo su ombligo, deslizándola suavemente hacia abajo, hacia el lugar que poco antes acariciaba con insistencia, tocando con cautela su clítoris, estimulándolo con mis dedos, ella respondía abriendo poco a poco sus piernas, tocando sus pechos, describiendo pequeños círculos, al son de mis movimientos...

Aun unidos por nuestro beso, nos tumbamos en la arena, ella sosteniendo mi pene con sus manos, haciendo pequeños movimientos, excitándolo, yo, introduciendo mis dedos en su interior, sintiendo su humedad...

Dejó de jugar con su lengua, separando nuestros labios, colocándose sobre mi, posando los labios de su sexo a lo largo de mi miembro, comenzando a masajearlo, haciendo pequeños movimientos arriba y abajo, podía sentir como mojaba mi cuerpo con sus fluidos, ella sonreía, disfrutando de este momento, yo me limitaba a sujetar su cintura, viendo el placer que sentía...

La hice levantarse, colocándola contra la pared, agachando su cuerpo, separando sus nalgas, podía ver su sexo desde atrás, queriendo ser penetrado... ella me incitaba, moviendo su precioso culito, acariciándolo con sus manos...

No tuvo que esperar, tenía tantas ganas como ella, pose la cabeza de mi pene entre sus nalgas, acercándolo sutilmente hasta la abertura de su chochito, introduciéndolo lentamente, sintiendo como contraía sus músculos de forma casi involuntaria, respirando entrecortadamente, acelerando los latidos de su corazón...

Comencé a mover mi pene, ella contenía sus gemidos, acariciando su clítoris con las manos, pegando nuestros cuerpos, deseando que usase toda mi fuerza en llegar a su interior, volvíamos a jugar, esta vez de forma más perversa, acariciando su cuerpo con mis manos, mientras sentía la humedad de su interior, el roce de sus labios, mientras que mi pene salía y entraba, extasiándome con el confort, con el calor, que podía sentir, podía sentir en mi miembro los latidos del corazón, no podría soportarlo mucho más... no tenía fuerzas para continuar... ella lanzo un chillido, tensando todos los músculos de su cuerpo... se había corrido, y yo estaba muy cerca... tuve que sacarla... ella se volvió, arrodillándose frente a mi, introduciendo mi pene en su boca, jugando con su lengua... no pude soportarlo...

Ella, lanzando pequeños sorbos, exprimiendo mi pene, saco mi miembro de su boca, mirándome sonrojada, enseñándome todo lo que había conseguido, cerrando un momento su boca, para volver a abrirla, esta vez sin nada...

Me arrodillé junto a ella, volviéndola a besar, un día maravilloso, en el que actuamos... solo actuamos... por puro instinto.
 
Una Pareja del Norte
En uno de mis muchos viajes al norte de España tuve la oportunidad de conocer a una gran pareja, siempre juntos, disfrutando de la vida.

Era una mañana de febrero, no había nevado, pero el frío recorría cada rincón de esa tierra...

Recuerdo que conducía por una carretera secundaria, sin más tráfico que los animales del campo, cuando el coche una vez más me dejó tirado en la cuneta.

Pasaron las horas, y todo seguía en calma, trataba de encontrar un punto en el que la cobertura del móvil me dejase llamar a una grúa, la batería estaba casi agotada, temiendo quedar allí atrapado.

Entonces aparecieron ellos, habían visto el coche kilómetros atrás, y habían reducido su marcha esperando encontrar a alguien.

Pararon su coche a mi lado, invitándome a subir, no pude negarme.

Me contaron que venían de una fiesta en un pueblo cercano, y regresaban a casa tras una noche algo movidita.

No pude evitar ver como el chico agarraba los muslos de ella, masajeándolos, elevando la faldita, dejando ver la piel de sus piernas, ella sonreía, sujetando suavemente la mano de su pareja.

Pronto llegamos a nuestro destino, podría encontrar una grúa, reparar el coche, y volver a la carretera...

Tras una discusión con el mecánico no tuve más remedio que ceder, tardaría 24 horas en tener el coche listo, tendría que pasar la noche allí.

Bajando las escaleras del taller pude ver como se susurraban el uno al otro, ambos sonreían, mirándome de forma cariñosa...

- Y bien... ¿Que pasará con tu coche?. - dijo él.

- Tardarán 24 horas en poner el coche a punto... tendré que buscar un sitio en el que dormir...


Ambos se miraron, y entonces respondió ella:

- ¿Por que no te quedas en nuestra casa? - él asentía al tiempo de la propuesta.


Perdido en aquel pueblo, sin coche, sin móvil, y casi sin dinero, no tuve otro remedio que aceptar una vez más la generosidad de esta pareja.

Ya en su casa, no tardaron en hacerme sitio en un cuarto de invitados, mostrándome la casa, y dejando claro que debía sentirme como en la mía propia.

Tras la larga mañana tenía sueño, por lo que me eché un rato, aliviando un poco la tensión del día.

Desperté ya entrada la tarde, la casa parecía desierta, comencé a buscar a la pareja sin resultados, entonces escuche el ruido de una puerta... era la chica, salía del cuarto de baño con no más ropa que unas zapatillas, aún mojada por el agua de la ducha, y me miraba fijamente, sin a penas inmutarse por su estado.

- Parece que ya has despertado... dormilón.


No podía dejar de mirar su cuerpo, el piercing de su pecho, con su pequeña bolita, que no dejaba de llamar la atención, el piercing de sus labios, mientras sonreía, preparando su próxima respuesta, el de su nariz, pequeño diamante, saludando al mundo con ternura...

- ¿Es que nunca has visto un piercing?. - agarrándose con suavidad el pecho izquierdo.


Me quede mudo ante tal imagen... la belleza de su cuerpo, su mirada, su tranquilidad ante la situación...

- Mi chico tardará un poco en llegar, ha ido a por la cena. - decía la chica - ¿Puedes esperar en el salón?, tengo que cambiarme.


Tras la cena, pasamos horas y horas hablando, contando historias de nuestra vida, como si de viejos amigos se tratase.

Era una pareja joven, simpática, bastante liberal con la sociedad.

Entrada la noche nos separamos, cada cual a su habitación, dispuestos a dormir... o eso creía.

No tarde en oír murmullos, me levanté y fui hasta el pasillo, la puerta de su habitación estaba entre abierta, dejando ver lo que ocurría en su interior.

Ambos yacían en la cama, desnudos, acariciando el cuerpo del otro, besándose con cariño, con pasión, no pude dejar de mirar, podía sentir su pasión en mi cuerpo, podía oír la respiración acelerada de ella, tratando de contener los gemidos...

Dejaron de moverse, hablaban en voz baja, una vez más sonriendo, él se dirigió hasta un mueble junto a la cama, sacando un par de esposas del interior de uno de los cajones, ella miró a la puerta y dijo:

- ¿Por que no pasas?, ¿Piensas seguir ahí toda la noche?.


Algo cortado, ya descubierto, entré en la habitación, ella me hacía un lado en la cama, dando pequeños golpecitos con su mano.

- Desnúdate, ¿o piensas entrar así en la cama? - dijo él en tono irónico.


Tras quitarme la ropa, me senté junto a la chica, ella me agarró de los brazos, empujándome hacia atrás...

Me pusieron las esposas, atado a la cama, sin más remedio que contemplar como actuaban.

Ella se sentó sobre mí, agarrando fuertemente mi pene, podía sentir la humedad de su sexo recorriendo mi piel, me susurraba...

- Prepárate, por que esta noche no la olvidarás...


Dicho esto comenzó a introducir mi pene en su boca, podía sentir el piercing de su lengua recorriéndolo de arriba a abajo, humedeciendo mi miembro con sus caricias, sintiendo los pequeños sorbos con los que trataba de excitarme.

Él, contemplando la escena, no tardo en unirse, situándose tras la chica, y penetrándola suavemente, ella soltó un pequeño grito, entrecortado al introducirse aun más mi miembro.

Comenzó a embestirla, una y otra vez, mientras ella trataba desesperadamente de contener sus gemidos, dejó mi pene, rozándolo con sus dientes, ya erecto por la sensación, se desplazó hacia mi cara, inclinándose, dejando que besase sus pechos, saboreando su cuerpo.

Él dejó sus embestidas, sacando su miembro del sexo de la chica...

- Venga... deja de ser mala con él, ¿no ves que quiere metértela?


No mentía, deseaba sentirme dentro de su ser... sentir su calor, la humedad de su interior...

Ella sonrió, y sacando un condón de un cajón comenzó a ponérmelo.

Se situó a cuatro patas, sobre mi pene, agarrándolo con una mano, moviéndolo arriba y abajo, rozando su sexo.

No podía soportar esta espera, veía como el chico jugaba con sus pechos, introduciendo un dedo en el ano de la chica.

Podía ver la cara de la chica, lasciva, enrojecida por el calor del momento, sus labios saboreando dulcemente cada segundo, haciéndome sufrir, prolongando el desenlace...

Finalmente lo hizo, pude sentir la humedad, el tremendo placer de su interior, me abrazó, pegando nuestros cuerpos, elevando las nalgas, sugiriendo a su pareja el camino hacia su otro orificio...

Agarró su cintura, y sin mediar palabra se la inserto, sentí el aliento de la chica, el temblor de sus piernas mientras lo hacía.

Juntos bailamos, disfrutando de nuestra perversión, sintiendo el latido de nuestro corazón...

No pudo soportarlo mucho tiempo, finalmente, la agarró fuertemente, introduciendo aún más el pene en su interior, y se corrió, ella lo hizo con él, sentía como se cerraban los músculos vaginales sobre mi miembro... y finalmente... yo también lo hice...


A la mañana siguiente el ambiente parecía más calmado, sin duda alguna, nunca olvidaría aquella noche.
 
En el Bar
Por un segundo, imagínate en un club, sentada en un taburete, tus amigos han salido a bailar y has quedado sola, te observo desde las sombras, sin que te des cuenta de nada.

Lentamente, sin apartar mi mirada, voy acercándome a ti, por la espalda, la gente ajena a lo que sucede continúa bailando.

Las luces se apagan, segundos que aprovecho para posar mis manos en tus hombros, acercar mis labios a tu oído, y susurrar aquellas maravillosas palabras, “te deseo”.

Mis manos descienden, se escurren bajo tus brazos, y se posan en tus senos, no te mueves, algo en ti desea que lo haga.

Continúo bajando, mis manos se introducen bajo tu camisa volviendo a subir para atacar de nuevo tus suaves pechos, esta vez piel con piel, tu respiración se acelera.
Beso tu cuello, lanzo pequeñas mordidas, al son de mis caricias, tus pezones se endurecen, estas excitada, yo lo se, y tu lo sabes.

La gente a nuestro alrededor sigue con sus charlas y su baile, sin saber lo que ocurre, la música, y los cuerpos danzando nos ocultan.

Una de mis manos se desliza bajo tu falda, frotando aquel maravilloso lugar, mi pecho golpea tu espalda, estoy seguro de que sientes mis latidos.

Vuelvo a susurrarte, “te deseo”.

Tu te levantas, sigues sin decir nada, agarras mi mano, y me arrastras hacia nuestro destino…
 
El Club del Sexo en Vuelo
Hace bastante tiempo que nos propusimos viajar a Tokio, por desgracia, el destino nos ha jugado malas pasadas y no es hasta hace muy poco que este sueño pudo hacerse realidad.

Una decisión precipitada y a penas sin pensar nos hizo a mis amigos y a mí embarcarnos en esta aventura.

Éramos el típico grupo de amigos de instituto, que tras los dos largos años de bachiller se habían decidido a hacer algo juntos antes de seguir por caminos distintos.

Entre nosotros viajaba una chica, solía tener siempre la mirada perdida, pensando en sus cosas, pero siempre junto a nosotros, para lo bueno y para lo malo.

Antes de nuestra despedida, el día de notas, quedamos todos en no vernos hasta llegar al avión, que fuese un "encontronazo fortuito" en un día señalado.

"Ya se, ya se, era una locura, pero en aquel entonces nos pareció buena idea".


Llegado el día marcado, ya sentado en la butaca del avión, me di cuenta de lo estúpido de la idea, es probable que ninguno llegase a aparecer, pero entonces llegó ella.

Una azafata intentaba ayudarla a encontrar su asiento entre la maraña de personas, todas distintas, que por alguna razón u otra, seguía nuestra misma ruta.

Le indicó un lugar, a varios metros por delante de mí, lugar en el que se sentó, sin buscar a nadie, pensando una vez más en sus cosas.

Poco después, el capitán informaba de que el avión estaba apunto de despegar, al parecer... los otros dos compañeros se quedaban en tierra...

Era un viaje largo, casi 16 horas con escala en Milán, y la llamada de la naturaleza no tardó en hacer efecto...

Me levanté e intenté llegar a los servicios en la parte trasera del avión sin molestar a las azafatas, repartían aperitivos en ese momento.

Una vez saciadas mis necesidades comencé a lavarme las manos, pero algo me interrumpió, alguien había abierto la puerta y se había precipitado al interior, cerrando el pestillo a su paso.

Logré ver su rostro en el espejo mientras me ataba con sus brazos, era ella.

Era una situación extraña, la verdad es que la consideraba una chica guapa, atractiva cuanto menos, pero nunca la había imaginado en esta situación.

Intentaba susurrarme algo al oído, su voz parecía acalorada, emotiva...

- Te he echado de menos...


El cálido abrazo inicial se había convertido en un juego de perversión.

Se esmeraba en desabrochar el botón de mí pantalón, sabía lo que encontraría tras él, cada vez respiraba más precipitadamente.

Finalmente logró su objetivo, cogí sus muñecas y las alcé, golpeándola contra la pared del compartimiento.

Me miraba con pasión, deseaba que continuase, podía sentir como su pecho se agitaba intentando tomar desesperadamente aire.

Deslice mi mano bajo su camisa, acariciando su interior, palpando sus senos, sintiendo los latidos de su corazón.

Con una de sus manos ya liberadas me agarró de la nuca, tirando hacia si, queriendo besarme, al mismo tiempo, deslizaba la otra bajo mi pantalón, masajeándola con más destreza de la que esperaba.

Tras varios minutos se podía percibir el calor en el ambiente, dejé mis caricias, y arrodillándome, deslice su pantalón hasta las rodillas.

Al acercar mis labios, pude sentir la humedad de sus braguitas, las aparté, y comencé a explorar su sexo en todo su esplendor.

Pude ver como se llevaba uno de sus dedos a los labios intentando contener los gemidos, sus piernas comenzaban a temblar de excitación, los fluidos de su sexo recorrían silenciosamente sus muslos.

Terminé de bajar sus pantalones, dejando una de sus piernas libres, y me incorporé.

Dejé caer mis pantalones, ella poso sus manos sobre mis hombros acercando nuestros cuerpos, mi pene podía sentir ahora su monte de Venus completamente desnudo.

Introduje mi pene en su interior, con suavidad, ella lanzo un gemido que a duras penas pudo contener, a pocos metros de nosotros, la gente seguía con su vida, dentro del compartimiento, todo parecía detenido.

Ella tomó la iniciativa, me abrazó con fuerza, comenzó a moverse... podía sentir la humedad de su interior, su ajetreado aliento en mi oreja, sus dedos apretando gentilmente mi espalda.

- ¡No puedo más!

- Aguanta un poco más... ya estoy llegando...


Nos besamos intentando tapar los gemidos, y todo terminó.

Al salir del pequeño cubículo que servía de lavabo pude oír la voz del capitán, estábamos llegando a Milán...

Al llegar a la puerta de embarque pude ver como los otros dos chicos del grupo nos esperaba en tierra, al parecer habían tomado el vuelo anterior, y podríamos continuar el viaje juntos.

No pude contener la risa al oír la irónica pregunta de uno de ellos...

- ¿Ya formáis parte del club del sexo en vuelo?.


Al mirarla, pude ver una sonrisa cómplice, solo nosotros sabíamos la respuesta.
 
En un Pueblo Extraño
Esto ocurrió hace unas semanas, era un sábado algo peculiar, habíamos terminado un curso de apoyo a la formación profesional, y estábamos solos en un pueblo extraño, celebrándolo de bar en bar...
Desde que la conozco estoy completamente prendado de ella, pero nunca nos hemos dicho nada... timidez, quizás no había llegado el momento, pero las miradas, los gestos que se dejaban apreciar en los dos, delataba que era mutuo.

Tras unas copas en un último pub con el resto de la clase decidimos volver al hotel, cansados ya de tanta celebración, entraban las tres de la mañana.

Al salir, mostró una pequeña mueca de frío, intentando arrimarse un poco a mi para retener de este modo el calor, observamos el largo camino hasta el hotel, y echamos a andar, en silencio, uno junto al otro.

Como todo caballero, al llegar, tuve la amabilidad de escoltarla hasta su habitación, intentando retener como podía mis deseos, observando con el rabillo del ojo como me miraba, con el rostro sonrojado, quizás por las muchas copas que habíamos bebido, quizás por la situación en la que nos encontrábamos.

Frente a la puerta separamos nuestras manos, nos miramos, y esperando el típico "buenas noches" de días anteriores me disponía a regresar a mi habitación, cuando escuche unas leves palabras surgir del silencio.

- Espera... ¿Te apetece tomar una última copa?


Asombrado, intente responder, pero no salieron las palabras...

Con gesto triste, ella continúo:

- Bueno... supongo que es algo tarde, es mala idea... ¿No?.


Intentando sacar algo de valor, respondí:

- No es tan mala idea, al menos así nos repondremos del frío de la calle.


Más alegre por la respuesta que tanto ansiaba, se hizo a un lado, dejándome espacio para pasar a su habitación.

Tras pasar, noté como se quedaba en la puerta, apoyada, pensando como dar el siguiente paso, mirándome cada vez con más lujuria, todo parecía planeado, desde la salida del bar, hasta este mismo instante.

- Creo que aún queda algo en el minibar... si puedes preparar las cosas... te estaría muy agradecida.



Dicho esto se alejó a la habitación contigua, dejándome solo en el salón, preparando las bebidas.

Pasado un tiempo, ya con todo preparado en una pequeña mesita, rodeado por dos grandes sofás de espaldas a la susodicha habitación, logré sentir unos pasos acercarse despacio, casi temblando...

Tal fue mi asombro al girarme para recibir a mi acompañante, que no pude gesticular ninguna palabra...

Se encontraba completamente desnuda, cabizbaja, sonrojada, intentando tapar parte de su cuerpo... Fue una visión preciosa, digna de un ángel, a pesar de que no era una "supermodelo" típicas hoy día en cualquier culebron, era una chica algo bajita, de complexión normal, cabello castaño, rizado, y ojos marrón-verdoso, no habría cambiado esa imagen por nada.

Por un momento ninguno de los dos supimos como reaccionar, mirándonos en silencio, ambos sabíamos lo que sentíamos pero el maldito mutis no nos permitía continuar...

Tras unos segundos, me levante, me acerque a ella, y cogiéndola entre mis brazos la besé.

Ella dejo de taparse, dejando sus brazos lacios, disfrutando del momento, y tras esto me abrazó, me abrazó con una fuerza que nunca antes había sentido, y juntos nos fuimos a la habitación.


Aún unidos en nuestro cariñoso abrazo, comenzamos un juego de roces y caricias, observando las reacciones del otro, las sensaciones de placer que producía la sutileza de un simple gesto por cada rincón de nuestro cuerpo.


Me incliné sobre la cama, ya desnudo, ella sobre mí, intentando besarme de forma cariñosa, sin querer siquiera distanciarse.

Fue descendiendo lentamente, tratando de no dejar parte sin explorar, sin sentir, sin amar, ya estaba cerca de aquello que tanto ansiaba, me miró, pude ver en su rostro una mirada lasciva, deseaba que aquel momento llegase, me empujó intentando tumbarme sobre la cama.

Sutilmente se dio la vuelta y continuó con su cruzada por llegar con su lengua a aquel lugar que ya tocaba con sus manos, ahora podía vislumbrar su precioso sexo a pocos centímetros de mi cara, húmedo, pidiendo a gritos que lo acariciasen, que lo amasen.

No pude resistirme, agarrando su cintura la forcé a bajar un poco su cuerpo, intentando llegar hasta ese preciado lugar, ella no se resistió, y lanzando un pequeño sollozo continuó acercándose a su deseo.


Así continuamos, enlazados, disfrutando de nuestro amor, libre al fin, el tiempo parecía haberse parado en el momento en el que entré por aquella ansiada puerta.

Con suavidad, pude tumbarla a mi lado, me puse sobre ella, y nuestras miradas se cruzaron una vez más, ella asintió, y separando las piernas me abría paso hacia su sexo.

Intenté no hacerle daño, pude ver una pequeña mueca de dolor cuando la penetraba, no duro mucho, pronto nuestros cuerpos fueron uno, moviéndose al unísono, respirando agitadamente, abrazados, continuamos toda la noche.

Al despertar pude ver que no era un sueño, ella estaba allí, mirándome, sonriendo, esperando mis palabras...

- Te quiero.
 
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